La muerte de un rey
El cuerpo débil y desmejorado de Alejandro había quedado inmóvil ante el hambre y la desesperación, aquella fría mañana, Leonardo entró al calabozo junto con Beatriz y los dos se quedaron tiesos al ver al rey sin vida, unos fuertes gritos de dolor sacudieron el castillo, estremeciendo el alma de Ginebra quien corre a toda prisa hasta aquel húmedo lugar, su corazón se encoje al ver a Leonardo cargando el cuerpo frio de Alejandro y esta cae de rodillas deshecha ante la cruda escena.
—Alejandro... ¡Alejandro! —grita Ginebra a voz en cuello, el rey de los vampiros está muerto.
—Ponte de pie Ginebra, el señor de todo murió, pero tu esposo sigue vivo. —expone Beatriz con seriedad mientras Leonardo coloca el cuerpo de su amigo debajo de ese gran árbol.
—¿Qué? —Ginebra está confundida, pero se tranquiliza un poco al ver la expresión de Leonardo quien limpia el rostro de su amigo.
Ni siquiera el moho ni la humedad pudieron destruir la belleza de aquel hombre de aspecto angelical, Ginebra se posa junto a su amado y de pronto Alejandro inhala profundamente abriendo los ojos a la mortalidad.
—¡Alejandro!
Alejandro poco a poco recupera la conciencia, sus ojos abandonan el color carmesí para entonces volver a su estado natural, un hermoso azul celeste, su piel pálida se vuelve rosada y sus cabellos dorados recuperan el brillo de la vida, aquel apuesto noble por fin había recuperado su humanidad.
—Lo lograste Alejandro... —Leonardo llora de alegría mientras él revisa sus manos, se toca el corazón el cual le late con fuerza, siente como la sangre le bombea por todo el cuerpo y entonces siente frio y los brazos de su hermosa esposa lo rodean, Alejandro voltea el rostro y contempla a su preciosa Ginebra.
—Por fin somos iguales. —dice Alejandro con una tierna sonrisa.
Ginebra se abalanza contra él y por primera vez siente el calor de sus brazos, jamás pensó que su belleza humana superaría a la del vampiro, los ojos de su esposo brillan con intensidad, por fin volvió a ser un hombre ordinario.
Y de pronto, una voz áspera se escucha entre la naturaleza, uno de los sabios ha venido en representación del grupo, ha corroborado con sus propios ojos la transformación de Alejandro.
—Veo que tuviste éxito. —el sabio se dirige a Alejandro ya no como su rey si no como un humano y añade. —a partir de hoy se te despoja del título de rey y tu autoridad se le entrega a Leonardo Divaroni, señor y regente del pueblo vampírico mientras los
príncipes llegan a la mayoría de edad, la lealtad de nuestra raza es para usted regente.
El sabio le hace una reverencia a Leonardo para nuevamente dirigirse a Alejandro.
—Como lo prometimos, Ginebra y tú vivirán bajo nuestra protección, ningún vampiro levantará la mano contra ustedes, vive tu vida como quieras, fuiste un gran rey Alejandro de Romani.
El sabio desapareció entre los arboles dejando tranquilos a nuestros amigos, este era el inicio de una nueva historia.
El rumor de que Alejandro había logrado recuperar su humanidad corrió por todos los rincones del mundo, haciendo que muchos vampiros que deseaban lo mismo intentaran soportar la abstinencia, muchos lo intentaron, pero sucumbieron ante la sed y desistieron, otros murieron de hambre en el intento y solamente diez lograron recuperar su humanidad, estos mismos que buscaron a Alejandro para vivir en comunidad con él, le tenían tanto respeto que fueron en su búsqueda.
Y entonces pasó un año, aquellos vampiros formaron una comunidad, eran cuatro mujeres y seis hombres, Alejandro los recibió y fundaron una familia, Leonardo lo acompañó en todo el proceso, pero su tiempo juntos tarde o temprano tendría que acabar, cuando los príncipes cumplieran los cinco años de edad deberían ser quitados del seno de su madre, esa fue la condición que los vampiros les pusieron para que sus padres pudieran criarlos parte de su niñez y aun que el hecho de pensar en separarse de sus hijos le partía el alma a Ginebra se dedicaba en cuerpo y alma para hacerles sentir su amor, esto era una crueldad, separar a los hijos de su madre, pero
Ginebra y Alejandro sabían que sus niños no les pertenecían, ellos eran propiedad de los vampiros, debían crecer con ellos y criarse con la realeza, jamás podrían llevar una vida normal pues al final de cuentas sus hijos se alimentaban de sangre humana.
—Te aferras a ellos con fuerza. —le dice Beatriz a Ginebra con pena, pues sabe lo que le espera en unos años.
—Me quedan solo cuatro años para disfrutarlos, después de eso...jamás volveré a verlos. —expresa Ginebra resignada.
—Tú siempre serás su madre, les recordaremos lo mucho que los amaste de niños y estoy segura de que ellos jamás lo olvidarán.
—El costo de recuperar la humanidad de mi esposo fueron mis hijos, me han cobrado muy caro la felicidad.
Beatriz mira con tristeza a su amiga, solo estarán juntas por unos cuantos años, en el momento en el que Leonardo se convirtió en regente un peso muy grande se le colocó en los hombros, las cosas ya no volverían a ser como antes, desde que el mundo supo
de la existencia de los seres sobrenaturales la guerra y la muerte están tocando a la puerta, muy pronto el mundo se dividirá, humanos contra vampiros, hombres mortales contra seres inmortales, los vampiros tienen prohibido relacionarse con los humanos y Alejandro y Ginebra no son la excepción, una vez que los príncipes cumplan cinco años, Leonardo, Lía y Beatriz también se irán de su lado.
Por otro lado, Valle de cobre había terminado de restaurar sus ruinas y en medio de la plaza se había levantado una estatua en honor a su héroe, Fernando de la cruz, Isabel y Bernardo estaban destrozados por lo sucedido hace un año, Isabel cayó en el alcoholismo y Bernardo se deprimió profundamente, el puesto de alcalde había quedado vacío y un tal Francisco Bilionde tomó el lugar, un hombre muy rico que recién pisaba el pueblo el cual había sido recomendado por la iglesia, todos decían que Fernando había caído en una maldición por culpa de Ginebra, la asociaron como la esposa del diablo y satanizaron el apellido Borgues, quemaron todas sus propiedades y las mujeres devotas hacían vigilias y pasaban noches y días enteros rezando para que la maldad se fuera del pueblo, la iglesia se aprovechó de la vulnerabilidad y la ignorancia de la gente tomando ventaja de todo esto y comenzó a ganar poder he influencia, supieron ganarse al pueblo canonizando a su héroe y nombraron santo a
Fernando, los pueblerinos y toda la gente del país estaban temerosos, los niños ya no salían solos a jugar en las noches pues temían que un vampiro se alimentara de ellos
—¡No teman habitantes de Valle de cobre! ¡ninguna criatura del mal volverá a acecharnos! Dios está de nuestro lado, aquellos que quieran ser protegidos con su luz acérquense ¿Cuánto están dispuestos a ofrecer por la salvación? —el nuevo alcalde trabajaba para la iglesia, engordaba sus bolsillos con el miedo de la gente.
—¡Por favor! Acepte esta cabra... es lo único que tengo, ¡deme la protección del señor!
—¡Solo aquellos que estén dispuestos a ofrecer sacrificios y ofrendas generosas serán merecedores de la salvación! Ningún vampiro, ninguna criatura sobrenatural podrá tocarlos. —gritaba Francisco mientras el sacerdote y el clérigo lo veían con
satisfacción.
El pueblo estaba desesperado por sentirse a salvo, pero Selene no compartía el mismo sentimiento que ellos, Lucía su hija ya tenía dos años, era una hermosa bebé, una legítima Landez, su fortuna crecía cada día con la inteligencia de su madre quien
rápidamente se posicionó como una de las familias más influyentes de la región.
—Mi señora ¿usted no quiere obtener la protección de Dios? —le pregunta Teodora a Selene.
—La salvación no se compra Teodora, Dios no está metido en los negocios de los corruptos. —responde Selene con enojo mientras carga a su bebé y se dice en sus adentros —Ellos no conocen la verdad, su héroe fue un monstruo y Ginebra no es lo que dicen, me pregunto dónde estará...
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