Inseguridades
No es que la noche fuera mágica, o que el ambiente su citara a la embriaguez del corazón, pero había algo en el aire que hacía que los corazones enamorados se aceleraran, Reinar no sabía qué hacer con lo que sentía por Sifri, no entendía por qué
ella se alejaba cada vez que intentaba hacerle alguna caricia, ella era su primer amor y era su mundo, pero ella no sentía lo mismo, por otro lado, Ginebra no le despegaba los ojos de encima a Dafne, quien lucía muy arreglada y con un vestido de gala color azul,
su cabello rubio y ondulado, sus ojos brillantes y azules que se posaban sobre Alejandro la hacían enfurecer.
Mientras tanto, Lucia seguía anonadada por tanta belleza, la hermosura de Alejandro le parecía alucinante, así que se armó de valor y se acercó a él.
—Eh... quería darle las gracias por recibirnos a mi madre y a mí, sé que no es común que reciban gente de afuera, sin embargo, han sido muy amables.—dijo ella con timidez.
Alejandro le clavó la mirada como dos espadas en el vientre, esos tremendos ojos azules, preciosos zafiros helados que la cortaron desde adentro, cuanta soberbia en esa mirada, cuanto desprecio, con el ceño fruncido y una expresión de rechazo le contestó.
—Agradéceles a mi esposa y a mi hijo, yo no suelo ser tan amistoso.—expresó el líder de los cazadores con indiferencia.
—Lo haré, gracias a ellos he presenciado algo maravilloso. — respondió Lucia con una brillante sonrisa.
Alejandro la miró fijamente, le molestaba que fuera tan parecida a David, así que la dejó de lado y siguió su camino.
—Qué soberbio... eso lo hace fascinante. —murmuró mientras le veía la espalda ancha y esa cintura angosta que lo hacían ver ran varonil.
Alejandro era muy alto y de buen cuerpo, sus muslos eran gruesos y sus manos muy grandes, su físico dejaba a las personas boquiabiertas.
—Señorita ¿Necesita que la ayude en algo? —le preguntó Laila sorprendiéndola mientras sostenía su abrigo.
—Sí, necesito que me ayudes a elegir entre el padre o el hijo. —le dijo con una sonrisa pícara a lo que Laila no supo qué responder.
—Eh... su madre me pidió que le dijera que nos iremos a descansar en un momento, al parecer mañana partiremos en la mañana.
—¿Qué? ¿Y por qué no me pidió mi opinión? Yo aun no quiero irme. —exclamó molesta.
Selene hablaba con algunos sobrevivientes y les repartía algunos regalos como muestra de gratitud por su excelente labor y llamó a Lucia con la mano para que ella y Laila la ayudaran a repartir los presentes.
Lucia no quería ayudar a su madre y cuando se acercaba notó la forma en la que Ginebra miraba a Dafne y se dio cuenta que estaba celosa de ella.
—Ja... ¿Quién lo diría? —Lucia le puso más atención a Dafne y notó que era hermosa y que destacaba aún más que la misma esposa de Alejandro, pues aunque Dafne no se vestía con tantos lujos, resaltaba con su larga melena dorada y su personalidad confiada y extrovertida.
—Esto será divertido... —susurró maliciosa mientras caminaba hacia ella.
Dafne bebía alegre con sus amigos, estaba un poco colorada pues ya llevaba una dos botellas de vino completas y estaba más alegre que de costumbre.
—¡Hola! ¿Ustedes fueron los primeros sobrevivientes verdad? He escuchado mucho
sobre ustedes, son unos héroes para nosotros, espero les gusten estos regalos. —sonrió Lucia confiada mientras extendía las manos.
Blander la vio y quedó sorprendido de lo bonita que era al igual que sus otros compañeros.
—Gracias, no era necesario que nos trajeran algo, como ves, nuestro hogar es fructífero y no nos falta nada, somos más ricos que la mayoría de los pueblos y ciudades cercanas. —exclamo Blander con orgullo.
—Lo sé, perdón si les parece muy humilde nuestro presente. —sonrió Lucia apenada, ella miró a todos a su alrededor, ninguno era despreciable, al contrario, eran agradables a la vista, atléticos y bien parecidos, también notó que Dafne convivía más con los chicos que con las otras cazadoras a excepción de Yubel que también estaba en el grupo.
—¿Cuándo regresan a su pueblo? —le preguntó Dafne mirándola fijamente.
—Ay, perdón por tardar en responderte, es que me pareces muy bella, por desgracia nos regresamos mañana temprano.
—Jajaja ¿Ya escuchaste? Cree que eres hermosa jaja. —le dijo Osmar molestándola.
—Claro que lo es, hace muchos años ella fue una de las amantes del antiguo rey vampiro, solo escogían a las más bellas. —dijo Yubel mientras Dafne le daba un golpecillo en la cabeza.
—¡Cállate! Ella no tiene que saber eso. —expreso avergonzada.
—Lo siento...
—No me extraña, realmente eres muy bonita, cuando te vi creí que tú eras la mujer del jefe.
Todos hicieron un silencio incomodo, pues sabían que Ginebra estaba a unos cuantos metros de distancia y no sabían si había escuchado esa indiscreción, pero como estaban tan tomados, no le dieron mucha importancia, pero Ginebra apretaba los puños celosa y llenó su copa de vino bebiéndola de golpe.
—¿Cómo puede ser esto posible? Hasta lucia pensó eso... ¿Realmente esa mujer se ve tan cercana a Alejandro? —Ginebra recordó la vez que los últimos sobrevivientes se unieron a ellos y como pensaron que Dafne era la esposa de Alejandro y más insegura
se sintió.
—Mamá ¿Qué haces aquí sola? ¿Dónde está mi padre? —le preguntó Reinar mientras le besaba la mano.
—La última vez que lo vi estaba hablando con Mirten y un grupo de hombres de la guarnición cuatro.
—¿Es un hombre muy importante verdad?—dijo Reynar con una sonrisa.
—Sí... —le respondió Ginebra con tristeza y añadió. —ni cuando era el rey de los vampiros estaba tan ocupado.
—Quizás para nosotros sea dificil, me refiero a que casi no lo vemos, pero si nos ponemos a analizarlo... mi padre tiene un puesto muy importante sobre los hombros, de hecho, siempre ha tenido una gran responsabilidad, gracias a él los humanos podemos vivir confiados de que alguien lucha por nosotros.
—A veces se me olvida... y me vuelvo egoísta, quisiera que solo fuera mío...
—Pero es tuyo, su corazón y todo en él son tuyos. —le dijo Reinar con una sonrisa.
Ginebra apretó los labios, ya no estaba tan segura de eso, tenía miedo de que Dafne le robara a su esposo, su afecto, su favor y su lealtad.
—No existirá un hombre que ame más a una mujer como mi padre lo hace contigo, él dejó todo por nosotros, él es la expresión gráfica de sacrificio y amor, ojalá algún día ame a mi esposa con la misma intensidad que él. —exclamó Reinar con una sonrisa.
Ginebra lo abrazó con fuerza, sabía que su hijo solo quería animarla, pero ella no dejaba de pensar en que Alejandro podría reemplazarla, a su memoria de nuevo se le vino Esmeralda, la vampiresa que estuvo con él cientos de años y que lo acompañó a todas sus campañas, erradicaron juntos a los licántropos y aun así la abandonó, se hartó de ella, siendo tan hermosa y majestuosa la olvidó.
—Solo espero que eso no me pase... —se dijo Ginebra en sus adentros mientras se aferraba a su hijo.
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