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Humana

Lía corría con todas sus fuerzas, se sentía humillada, rechazada y violentada, las lagrimas caían por su rostro, Lilith y los demonios bélicos corrían detrás de ella, a gran velocidad, Lilith se puso frente a Lía para que la montara, pero en medio de aquel
enorme pasillo, ella calló de rodillas y se puso a llorar, al instante Beatriz apareció detrás de su hija y la abrazó por la espalda.

—¿Por qué me trataron de esa forma? ¡Me humillaron delante de todos! Me aborrecen... ¿Por qué les molesta tanto mi presencia? Creí que estarían felices de verme, que al igual que yo también esperaban deseosos nuestro encuentro, pero en lugar de eso,  me trataron como a una carnada ¿Para esto querían verme? ¿Para
burlarse de mí? —exclamaba Lía dolida.

—Hija...No sabíamos que las cosas terminarían de esta forma, me siento igual de indignada que tú, pero probablemente el rey quería probarte. —A Beatriz se le partía el corazón por ver a Lía en ese estado, sabía lo cruel que podía llegar a ser Valeska, lo impredecible y maligno de sus acciones.

—¿Probarme? ¿Qué querían probar? ¿Si una bruja como yo también sangra? ¿Qué tan rápido podían despedazarme esos vampiros?

—Tranquilícese ama, no se enoje, podría ser peligroso. —exclamó Lilith mientras le lamia la mejilla.

—¿Princesa quiere que los matemos a todos? Denos la orden y mataremos a esos vampiros por usted. —dijeron los demonios bélicos con la mirada llena de rabia.

—Déjenos solas, quiero hablar en privado con mi hija. —les ordenó Beatriz con seriedad.

—Nosotros solo aceptamos ordenes de la princesa no de usted. —exclamó Lilith con enojo, de alguna manera sentía cierto rencor por Beatriz, por haber abandonado a Lía en el inframundo, y ahora aborrecía a todos los vampiros por haber tratado así a su pequeña.

—¿Qué dijiste demonio? —Beatriz le lanzó una mirada fiera, pero ninguno de los familiares de Lía bajaba la mirada.

—Por favor déjenme a solas con mi mamá, los llamaré cuando los necesite. —exclamó Lía con los ojos llorosos y sus familiares desaparecieron.

—Vamos, levántate, platiquemos en otro lugar. —le dijo Beatriz mientras la ayudaba a levantarse.

—¿A dónde vamos? Preguntó Lía con desanimo.

—Iremos al bosque, alejémonos un poco del castillo.

Mientras tanto...

—Lord Leonardo quiere verlo su divinidad. —exclamó uno de los guardias con la cabeza agachada y la mirada en el suelo.

—¿Y qué quiere? —preguntó Valeska con desinterés, estaba desnudo del torso, su cabello semi largo lo tenía algo despeinado, estaba recostado en la cama, con una copa llena de sangre en la mano, a su lado estaban dos vampiresas una era rubia y la
otra de pelo blanco y largo, eran sumamente hermosas y masajeaban su pecho cariñosas.

—Desea hablar con usted.

—Dile que venga en otro momento, estoy por ocuparme otra vez. —Dijo Valeska quien se disponía a besar a la rubia de ojos carmín y en ese momento Leonardo atravesó la puerta, estaba muy molesto, pero guardaba la compostura.

—No le quitaré mucho tiempo majestad.—le dijo él con seriedad.

—¿No me llamarás mi rey? Debes estar molesto.—expresó Valeska con una sonrisa ligera.

—Quisiera hablar con usted en privado. —exclamó Leonardo con una mirada llena de indignación.

—¿Por qué quieres correr a estas bellezas? Elige a la que quieras y diviértete un poco, aunque es un poco desalentador verte tan enojado, no vas a disfrutar de los placeres que puedan brindarte.

—Con mi esposa me basta. —respondió Leonardo con rigidez.

—Que aburrido eres, largo de aquí. —Las vampiresas se fueron enseguida, no sin antes hacerle una reverencia a Leonardo.

—¿Crees que por haberme criado desde que era un niño tienes el derecho de entrar a mis aposentos como si nada? —exclamó Valeska mirándolo con altivez.

—Jamás me atrevería a faltarle al respeto, en cambio usted no se ha tentado el corazón en humillar a mi hija ¿Por qué permitió que la atacaran? ¿no podía divertirse de otra manera?—le preguntó Leonardo con rabia.

—¿Quieres que me divierta con ella en mis aposentos? —le preguntó Valeska con una sonrisa burlona.

La expresión de enojo en el rostro de Leonardo era cada vez más evidente y eso le parecía divertido a Valeska.

—Ella sacrificó todo por ustedes, por favor no la desprecien por el simple hecho de ser una humana, ya ha sufrido demasiado. —externó Leonardo con gran seriedad.

—Le hice un favor a tu hija, los condes y las vampiresas murmuran cosas vergonzosas y humillantes sobre ella, creen que es débil, estúpida y mediocre, no conciben que esté a la altura de acompañar a sus dioses, al permitir que la atacaran pude probar ante sus ojos que la humana puede hacer sufrir a quienes se atrevan a lastimarla, estoy seguro que la pensarán dos veces en acercarse a ella para comérsela.

—Lía es más fuerte de lo que imaginan, denle una oportunidad y verán que puede estar a nuestra altura, no, creo que ella es más fuerte que su madre o yo. —exclamó Leonardo convencido.

—Como lo dije en la asamblea, tu hija tendrá que probarnos que puede sernos de utilidad, no pongas expectativas tan altas en ella, si me decepciona la voy a eliminar, ya debes entender que los humanos no son bienvenidos entre nosotros, no importa si
es tu hija, si no sirve la dejaré a su suerte para que la despedacen ¿Entendiste? Yo no soy Alejandro, mi corazón no es bueno ni benevolente, soy un dios oscuro, es mi naturaleza ser perverso con mis enemigos, y los humanos al parecer quieren
convertirse en eso.

Los ojos de Valeska ardían como las llamas del infierno, Leonardo no veía ni una pisca de bondad en él, lo que decía era cierto, Valeska no era bueno, él era un verdadero villano, un dios tirano al que servía por la promesa que le había hecho a su querido amigo Alejandro.

—Ella terminará sorprendiéndonos a todos, estoy seguro, Lía no es una bruja común, ella es diferente al resto, es igual de valiosa que su madre.

—Por su bien espero que sea así.

Leonardo le hizo una reverencia a Valeska y salió de sus aposentos con paso firme.

—Estoy seguro de que ella será reverenciada como lo es su madre.—pensó Leonardo con seguridad.

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