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Agridulce

Todo el lugar estaba a la expectativa de lo que pasaría, querían saber si el hijo del amo había salido victorioso en su casería y si sería digno de ser uno de ellos.

—¿Escuché bien, señor? —le dijo el centinela a su amo.

—Sí, no los dejes pasar.—ordenó Alejandro con firmeza.

—Si, entendido.

Alejandro se dirigió de regreso a sus aposentos cuando Ginebra lo tomó del brazo frenando su paso.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué dejas a fuera a nuestro hijo? —le preguntó confundida.

—Tu querido muchacho ha traído consigo a tres mujeres, estoy seguro de que fue su idea, salió igual de blando que tú.

—¿Qué? ¿Cómo que tres mujeres?—exclamó Ginebra extrañada.

—A lo mejor fue a buscar esposa y trajo tres. —exclamo Dafne para molestarla.

—¿Qué? ¿Mi Reinar hizo qué? —Sifri trato de asomarse y subió hasta donde se encontraba el centinela y confirmó lo que decían y grito a voz en cuello.

—¡Es verdad! ¡no vienen solos! Maldito Mirten, lo ha de haber sonsacado. —exclamó Sifri furiosa.

—Pero...deben tener un motivo ¡Alejandro déjalos pasar debe ser importante!—abogó Ginebra convencida.

—Conoces las reglas.—insistió Alejandro molesto.

Uno de los que cuidaban los muros corrió hacia Alejandro y le dijo al oído.

—Su hijo demanda hablar con usted, dice que la razón por la que trajo a estas mujeres es por su madre.

—Maldición... entonces es verdad lo que dijo esa mujer, talvez si está buscando una esposa y por eso las trajo, pero es tan joven...—pensó Ginebra en sus adentros.

—¿Qué tienen que ver ellas con mi esposa? —pregunto Alejandro malhumorado.

—Bueno, dice que es una amiga de hace tiempo, de valle de cobre para ser exactos.

—¿Valle de cobre?—preguntaron al mismo tiempo.

—No puede ser... será...—Ginebra no podía creerlo, era demasiado bueno para ser verdad.

—Su nombre es Selene de Landez.—dijo el hombre.

Ginebra volteo a ver a su marido de forma inmediata y le lanzo una mirada brillante y suplicante a la que no se pudo resistir.

Alejandro se quedó pensativo un rato y les dio la espalda a todos mientras se dirigía al lugar donde tenían las asambleas y ordenó con voz fuerte y retumbante.

—¡Antes de dejarlas entrar revísenlas!  ¡no deben traer armas ni amuletos extraños y en cuanto a mi hijo, díganle que quiero hablar con él en el gran salón!

—Sí señor.

—Ah, y una cosa más, si no trae consigo las cabezas de sus enemigos no lo dejen entrar, no hasta que vuelva con un saco repleto de ellas.

—Como ordene amo.

Una vez que hicieron todo lo que Alejandro les había ordenado Ginebra corrió a los brazos de su hijo y lo llenó de besos, pues él entro primero.

—¡Reinar! ¿Estás bien? ¿Necesitas que cure alguna herida? —le preguntó su madre mientras lo revisaba.

—No mamá estoy bien, te extrañé mucho.—le dijo Reynar con ternura.

—Yo también mi vida, no hubo un día en el que no te pensara.

—¿Dónde está mi padre? Quiero entregarle esto. —se refiere a las cabezas de los goblins.

—Te está esperando en el salón, está molesto por las visitas que trajiste, pero ya se le pasará, una vez que vea tu triunfo se calmará, vas a ver.

—Entonces no lo haré esperar, por cierto, sabía que la visita de Selene te animaría.

Mientras Reinar se encamina a ver a su padre, las puertas le permiten la entrada a Selene, Lucia y Laila las cuales miraban a sombradas lo hermoso y próspero que era el lugar tras esos imponentes muros, era como un lugar mágico, las personas vestían bien, había construcciones magnificas como si se tratara de otro reino, y todos ahí eran bellos, pues no había más que sobrevivientes, ex vampiros que habían hecho su vida y tenido sus familias como un humano cualquiera.

—¿Qué es este lugar? —se preguntaba Laila enamorada del paisaje.

—¿Ginebra? —susurro Selene al reconocer a su vieja amiga y se alegró profundamente, aunque estaba asombrada por verla tan joven como antes.

—Selene...

Lucia miró fijamente a Ginebra ¿Cómo era posible que la amiga contemporánea a su madre fuera tan joven? Se preguntaba mientras pasaba a su lado para abrazar a su madre.

—Jamás creí que te vería de nuevo... —le dice Ginebra mientras la abrazaba.

—Mírate nada más, sigues igual de joven y hermosa, es como si el tiempo no hubiera pasado por ti. —le dijo Selene sonriendo.

—Es una larga historia. —respondió Ginebra apenada.

—¿Cómo es que estas aquí? Valle de cobre está demasiado lejos.

—Hace muchos años que me mudé, ahora vivimos en San Carlo, Valle de cobre era un lugar lleno de recuerdos dolorosos, creí que habías muerto después de lo que pasó, ese maldito de Fernando causó un grabe estrago en el mundo, por su culpa pasaron
muchas desgracias, cuando Reinar y Mirten llegaron a San Carlo le salvaron la vida a esta muchacha, ahora trabaja para nosotras, fue ahí donde pude verte a ti y a Alejandro reflejados en su rostro y resulto que era su hijo, no sabes lo mucho que me
alegre de saber que estaban con vida y mira este lugar, por fin la vida te recompensa, después de todo lo que tuviste que soportar.

—Hay mucho que debo contarte, me temo que me llevara más de un día ponerte al día jajaja.—expresó Ginebra sonriente.

—Pudiste tener a tu hijo, mira que me angustiaba que lo hubieras perdido en ese gran incendio, te veías tan feliz con tu pancita y ahora tu hijo es todo un hombre y un héroe también.

Los ojos de Ginebra se llenaron de lágrimas, pues Selene no tenía idea de que aquel embarazo era el de sus gemelos a quienes tanto extrañaba.

—Lo siento, estoy muy feliz de verte.

—No te preocupes, me siento igual, por fin puedo presentarte a mi hija Lucia, después de tanto tiempo ahora es una mujercita.

Ginebra le puso atención a Lucia y sus ojos se abrieron al ver que era idéntica a David, su difunto amor del pasado, el que alguna vez amó tanto y por quien sufrió también.

—Te pareces tanto a él...—susurró sorprendida.

—Lucia, saluda a Ginebra, la mujer de la que tanto te he hablado.

—Es un placer conocerla señora Ginebra.

Lucia se sorprendió al ser envestida por el efusivo abrazo de Ginebra, la estrujó tanto que casi la deja sin aire.

—Eres un milagro. —le dijo con lágrimas en los ojos y añadió. —eres tan hermosa, no cabe duda de que eres una Landez, debiste heredar el gran corazón de tu familia y la inteligencia de tu madre.

—Si... supongo que sí.—dijo Lucia con una sonrisa a medias.

—Adelante pasen a nuestra mansión a descansar, deben estar sedientas y hambrientas.

—Les hemos traído unos obsequios, los que cuidan la puerta están revisándolos, espero que les gusten.

—Gracias, no era necesario, su visita es un gran regalo.

—Sé muy bien que Alejandro era un rey, debe estar acostumbrado a este tipo de cosas.

—¿Un rey? —pensó Lucia con curiosidad pues según su madre la historia de Alejandro es la del antiguo rey de los vampiros. —¿Cómo alguien como él lo dejó todo por esta mujer?.—pensaba asombrada.

Mientras tanto, en el gran salón...

—¿Padre estas aquí? —pregunto Reinar con firmeza.

Y una vez que lo vio en su escritorio con los brazos cruzados supo que estaba en problemas.

—Hola papá, veo que estas molesto.—le dijo Reynar con pena.

—Sí y mucho ¿Dónde están las cabezas?

—Aquí las tienes, perdón por la peste, su carne se pudre más rápido que la humana.

—¿Hiciste todo esto tu solo?—le pregunto con seriedad.

—Sí, tengo en mi mente y en mi corazón todo lo que me has enseñado.

—Por lo visto no te he enseñado mucha obediencia.—añadió mientras miraba el saco.

—Lo lamento, no era mi intención desobedecerte, es solo que Selene me dijo que los conocía y yo solo quería ver a mi mamá más feliz, siento que carga con un pasado que desconozco que la deprime y la hace ser como es, creí que si traía conmigo a su vieja
amiga, se olvidaría por un momento de Beatriz, o lo que sea que la tenga en ese estado. —expresa Reinar cabizbajo.

—Abecés es mejor dejar el pasado enterrado, si lo desentierras te puedes llevar una terrible sorpresa. —exclamo Alejandro mirándolo fijamente.

—Por favor papá no te enfades conmigo, realmente esperaba que me recibieras de manera diferente, ya sabes con un golpe en el hombro y algo así como "bien hecho Reynar" "serás un gran cazador". —Reynar imita la voz grabe de su padre.

—Ok te recibiré como dices. —Alejandro le dio un fuerte golpe en el hombro a su hijo y este se retorció de dolor.

—¡Auch!

—Esto es por desobedecerme, la próxima vez no seré tan amable, recuerda que el hecho de que seas mi hijo no te hace inmune a los castigos que impongo y sabes perfectamente que no son nada llevaderos.

—Lo sé padre, no volverá a pasar, lo prometo.

Alejandro abraza a Reinar y le ordena a sus servidores que preparen las cabezas para el ritual de iniciación.

—Hoy te espera una gran noche, ve a descansar y báñate que apestas, no sé cómo no te da vergüenza delante de esas mujeres.—le dijo su padre con desagrado.

—¿Apesto? —se pregunta Reinar mientras se huele la ropa confirmando lo que su padre le decía.

Alejandro en ningún momento fue a saludar a Selene, estaba ocupado, pero no tanto como para no ir a darles la bienvenida, así que no se paró en la mansión y siguió con sus actividades, pues era muy orgulloso.

Mientras esto sucedía, Ginebra se ponía al día con Selene y lloraban y se abrazaban sin parar.

—No estaba segura si abrirme del todo con ustedes, pero no sabes el alivio que me da que ya sepas la verdad. —exclamo Ginebra mientras se limpiaba las lágrimas.

—En el pueblo se rumoraron muchas cosas, dijeron que te habían quemado junto al vampiro que asechaba en el pueblo, decían tantas cosas horribles que no pude creerles, no te culpo por ser reservada, la verdad es que era difícil de creer que estabas saliendo con el rey de los vampiros. —le dijo Selene con una sonrisa.

—Sí...después de eso los humanos se enteraron de la existencia de los seres sobre naturales y desde entonces no dejan de hacer estragos.

—Donde vinimos, San Carlo, era un pueblo tranquilo hace años, pero desde que todo eso pasó fue acosado por monstruos, los últimos unos goblins que asesinaron a tantas jóvenes como pudieron, ha sido muy triste. —exclamo Lucia con la intención de hacerla sentir culpable y añadió. —no cabe duda que el amor entre ustedes venció, aunque la humanidad ahora sufre las consecuencias.

Ginebra la miró y luego bajo la mirada con remordimiento, en el fondo ella también creía eso, y se sentía egoísta y malvada por lo que su amor había causado.

—Lucia... —Selene la vio con ojos de molestia para que se callara, pero Ginebra intervino.

—Hacemos lo que podemos para proteger a las personas, estamos comprometidos a dar la vida por los humanos, aunque... sea en parte mi culpa.

—Es bueno tomar responsabilidad de nuestros actos, aunque hay algunos que ya no tienen remedio, pero no te preocupes, estoy segura que los cazadores, los que salen a pelear por esa gente y quienes arriesgan sus vidas están felices de hacer eso por las personas, como tu hijo y tu esposo, debe ser difícil quedarse en casa y esperar su regreso ¿verdad?

—Lucia sonrió con tranquilidad mientras que su madre carraspeo la garganta y para su alivio Laila interrumpió tocando la puerta.

—Disculpen señoras y señorita, ah, me dicen que la ceremonia de iniciación será en dos horas, para que pasen a arreglarse para la ocasión.

—Es verdad, mi hijo se convierte oficialmente en cazador esta noche, debo prepararme, lamento dejarlas solas, hay un cuarto de huéspedes preparado para ustedes, las veré en la ceremonia. —les dijo Ginebra con una sonrisa forzada.

—Nos vemos señora.

—Gracias por recibirnos Ginebra.

En cuanto Ginebra dejo la sala, Selene encaró a Lucia regañándola con firmeza.

—¿Por qué fuiste tan descortés con Ginebra? ¿no te he dicho que todo lo que tenemos es gracias a ella? Tu padre le dejó la mitad de todo porque legítimamente le pertenecía y ella se negó a aceptarlo para que yo te diera una mejor vida, me trató con respeto y dignidad cuando no era más que una sirvienta y amó a tu hermano como nunca nadie
en esta tierra, te prohíbo faltarle al respeto ¿me escuchaste?

—¡Esa mujer destruyó a mi familia! Si no fuera por ella, mi padre y mi hermano estarían con vida, ¿no te das cuenta mamá? Tu amiga destruyó todo ¡todo!

—¡Tú no sabes nada! Ella quería vivir una vida al lado de David y se fugó con él por que se amaban, ella no planeó lo que paso después, que su propia hermana lo matara por despecho y que su familia... —las lágrimas brotaron de la cara de Selene y Lucia
enmudeció.

—Ya te sabes la historia, no le eches la culpa a una mujer inocente. —Selene se fue dejando atrás a su hija.

Mientras pasaba ignoró la presencia de Laila quien escuchaba detrás de la puerta, pero Lucia si se dio cuenta y la tomo por el brazo y la metió por la fuerza al salón.

—¿Te gusta escuchar las conversaciones ajenas? —Lucia la tiró al suelo de una bofetada

—¡Lo lamento! No era mi intención. —respondió asustada mientras se sobaba la mejilla.

—Mi madre te podrá tener consideración, pero yo no, no voy a permitir que seas tan igualada y chismosa.

—¡Espere por favor!

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