La mujer de los lamentos 2
Lía, por fin se ha calmado, tiene los ojitos hinchados de tanto llorar, ahora se encuentra sentada frente al fuego mientras toma el chocolate caliente que le ha preparado Ginebra, la aprendiz de bruja se disculpó formalmente con su mentora y ahora las cosas entre ellas están tranquilas, Beatriz comprende que debido al estado emocional y mental de Lía, su invocación se vio afectada por sus sentimientos, pero no la culpa por lo sucedido, ella está dispuesta a asumir la responsabilidad y a detener a esa criatura antes de que sea demasiado tarde.
Ginebra se acaricia el estómago y hace un pequeño quejido de dolor.
—¿Estas bien? ¿Te duele algo? —pregunta Beatriz preocupada.
—Estoy bien, los bebés se mueven mucho y a veces es un poco doloroso —Ginebra sonríe.
—Qué asco, debe sentirse como tener un par de tentáculos adentro.
—¡Bety! Como puedes decir eso jaja.
—Yo creo que son hermosos. —Lía acaricia el vientre de Ginebra con dulzura.
—El rey me ha encomendado ser fuerte y convertirme en una bruja útil para poder protegerlos a ellos, les prometo que los cuidaré siempre, nadie va a lastimarlos.
Beatriz y Ginebra se conmueven con las palabras inocentes de Lía.
—Por cierto, la hija de Selene ya ha de haber nacido, escuché que fue una niña. —dice Beatriz asombrada.
—Sí, debe tener un mes su bebita. —sonríe Ginebra con dulzura.
—Quien diría que el apellido Landez sobreviviría, después de tantas desgracias... me alegra que Bardos aun tenga descendencia. —Beatriz sonríe con alegría.
—A mí también, estoy segura de que esa familia comenzará a levantarse y las Landez volverán a brillar. —expresa Ginebra con una sonrisa.
—También lo creo.
Un ambiente de nostalgia se sintió en ese momento, los ojos de Ginebra siempre se humedecían al recordar a los Landez y Beatriz decide cambiar radicalmente de tema.
—¿Por qué no hablamos de otra cosa? ¿Aún queda más chocolate?
—Sí, creo que quedó un poco en la olla. —dice Ginebra limpiándose los ojos.
—Ya está oscureciendo, me pregunto si esos vampiros vendrán en camino, espero que Alejandro no quiera asesinarme por lo que pasó y... —el ruido de la puerta principal abriéndose interrumpe a Beatriz, Alejandro y Leonardo por fin regresaron al pantano.
—¡Alejandro! —Ginebra corre hacia su amante y recibe a su amado con besos.
Alejandro carga a Ginebra entre sus brazos y acaricia su vientre sonriente.
—Mis príncipes y mi futura reina, los eché de menos. —Alejandro le besa la mano a Ginebra.
Lía y Beatriz le hacen una reverencia a Alejandro para saludarlo y este solo asiente su cabeza correspondiéndoles, la aprendiz desvía la mirada a Leonardo y corre a abrazarlo, es tanta su alegría al verlo que abraza su pierna con fuerza, Beatriz se
siente celosa de la iniciativa de Lía, ella quisiera hacer lo mismo, pero cree que no tiene
ninguna oportunidad con el apuesto mayordomo y solo lo saluda haciendo una señal con la mano.
—Están empapados, lástima que no pueden tomar chocolate, está riquísimo, debe ser fastidioso comer lo mismo siempre, además de nada sirve que les ofrezcamos toallas ustedes no sienten frio, no sienten nada jaja.
Beatriz se da cuenta que sus comentarios están fuera de lugar y traga saliva.
—De hecho, ya cenamos. —Leonardo sonríe al ver la cara ruborizada de Beatriz.
—¿Ya cenaron? Ah, jeje. —Ginebra sonríe nerviosa, sabe que por lo menos mataron a diez hombres para satisfacer su sed.
—bebimos hasta la última gota de sangre de esos desgraciados, fue una buena cena.
Alejandro sonríe pícaramente, pues le da gracia recordar como aquellos desafortunados hombres gritaban mientras cargaban sus propias viseras.
—Qué miedo... —murmura Beatriz mientras se imagina la escena.
—¿Dijiste algo bruja? —pregunta Alejandro con el ceño fruncido.
—¿Qué? No, no dije nada.
—De hecho... si hay algo que debemos decirles y es muy serio...—Ginebra los mira fijamente.
—¿Qué sucede? —pregunta Alejandro con seriedad, su aspecto es intimidante y Beatriz pone a Lía justo tras de ella, Leonardo se da cuenta que es algo relacionado con la niña.
—Lo que pasa es que... —Ginebra intenta explicar lo sucedido, pero Beatriz toma la palabra, pero antes de que siquiera pudiera explicarse, unos fuertes y claros golpes en la puerta, llaman la atención de todos en el salón.
—Alguien toca la puerta. —Ginebra se paraliza, nadie más sabe de la existencia de la mansión y ningún humano se atreve a ir al pantano, pero ¿Entonces quien llama a la puerta?
Alejandro está erguido y mira fijamente a la puerta, respira profundamente pues el olor de la persona que está del otro lado le parece familiar.
—Abre. —Alejandro le da la orden de abrir la puerta a Leonardo y este obedece, preparado para atacar si es necesario, Lía, Ginebra y Beatriz están nerviosas a la espera de ver quien se encuentra del otro lado.
La noche ha llegado, el cielo relampaguea produciendo grandes rugidos que inquietan
el corazón de cualquier criatura que los escucha, Leonardo por fin abre la puerta y entre la tormenta una figura oscura se asoma.
—¿Quién es él? —pregunta Ginebra casi entre susurros.
—Es un vampiro... —dice Beatriz temerosa al ver los ojos de aquel hombre brillar como el fuego en la oscuridad.
—Mi señor, es un placer volver a verlo. —El misterioso vampiro es nada más y nada menos que el general Johan Bardana, el segundo vampiro de confianza de Alejandro, este se arrodilla ante su rey para saludarlo.
—General. —Alejandro lo mira sin expresión alguna y añade. —¿Por qué te presentas hasta ahora en mi presencia?
—Lamento encontrarme con usted tan tarde, vengo desde otro continente, en cuanto supe que mi rey había despertado me puse en marcha para encontrarlo, fue una travesía llegar hasta usted y me honra poder ver su magnificencia después de tanto
tiempo, estoy a su servicio amo mío, como en los viejos tiempos.
—Ponte de pie.
Bardana se levanta y besa la mano de Alejandro para después desviar la mirada hacia Leonardo al cual mira con rechazo y le sonríe burlonamente a lo que Leonardo reacciona con una mirada de desapruebo total.
—Ginebra, él es el general de mi ejército, Johan Bardana, él y Leonardo son mis servidores de confianza, me acompañó en la erradicación de los licántropos, es un guerrero muy hábil, un vampiro voraz.
—Gracias por pensar eso de mi señor. —Bardana mira fijamente a Ginebra disimuladamente la mira con desprecio, ¿esa mujer ordinaria conquistó al rey de todo? Se pregunta en sus adentros mientras finge una sutil sonrisa.
—General, ella es mi amada, la mujer con la que me he vinculado, mi futura esposa y como vez es la mujer que dará a luz a mis príncipes, así que ante ella también has de arrodillarte.
—¿Señor? —Bardana no puede creer lo que su rey le ha pedido, para ellos es una humillación servirle a un humano o siquiera considerarlos más valiosos que un animal, siempre han sido escorias y alimento, su orgullo es tanto que aprieta los colmillos ¿Porqué diablos tengo que arrodillarme ante esa mujerzuela? —se pregunta en sus adentros el general furioso.
—Dije que te arrodilles frente a mi mujer. —Alejandro le da una orden, lo está probando, el que se arrodille ante Ginebra es la señal de que el general sigue siendo un hombre de confianza, pues debe comprobar que aprueba el vínculo y lo respeta aun,
a pesar de que Ginebra sea humana.
Por otro lado, Leonardo mantiene la mirada fija en Bardana, él no confía en ese general y aun que se arrodille sigue siendo un vampiro del cual hay que cuidarse.
—Por supuesto, es un placer conocerla señora mía. —Bardana se arrodilla frente a Ginebra, aunque por dentro se diga estas palabras.—la próxima vez que me incline ante esta zorra será para escupirle a su cadáver.
—El placer es mutuo general Bardana. —responde Ginebra apenada.
Alejandro le da la bienvenida a Johan y lo acepta de nuevo en su cargo de general, esta humillación fue necesaria para ganar la confianza del rey de los vampiros.
Para hacer el momento aún más insoportable bardana huele magia, no les había prestado atención a las brujas, pero voltea el rostro para ser cortes y saludar a los demás presentes en la mansión, siente un gran poder mágico y eso le llama la atención.
—¿Y quiénes son estas damas? —pregunta Bardana curioso.
—La mujer de ahí es Beatriz Alayon, la bruja de Misfa, la niña es Lía, su aprendiz.
—Alejandro las presenta con cordialidad.
—Brujas, interesante. —El general mira con especial atención a Beatriz. —Qué gusto conocerla señorita. —Bardana le da un beso en la mano a Beatriz y esta se sorprende, pues las brujas no son del todo amadas por los vampiros.
—Ah... —Beatriz quita rápidamente su mano temblorosa, se le han enrojecido las orejas y entonces un escalofrió le recorre el cuerpo, se siente extrañamente asechada, como si el mismo diablo la observara y cae en cuenta que Leonardo la mira fijamente, su aura arde como el fuego y se asusta.
—Había escuchado hablar de la belleza de las mujeres de aquella provincia, creo que
hoy confirmo su veracidad con usted, hermosa mujer.
—¿Qué?
—Oh, ¿soy yo o el ambiente se puso algo pesado? —pregunta Bardana con una sonrisa.
—Estábamos por escuchar algo realmente importante, pero tu inesperada interrupción
nos distrajo abruptamente. —dice Leonardo molesto.
—Lo lamento. —expresa Bardana sin remordimiento.
—No importa, el general Bardana puede escuchar lo que la bruja iba a decirnos.
—Alejandro le permite a Johan quedarse y Leonardo fulmina con la mirada al intruso.
—Habla mujer.
—Eh... sí, es completamente mi responsabilidad. —la bruja se arma de valor y explica lo ocurrido, Alejandro la mira fijamente dejándola hablar.
Lía, se esconde tras Beatriz y agarra su ropa con fuerza, se da cuenta que su mentora está temblando.
—¿Dices que la niña invocó un demonio por que la dejaste sola?
—En uno de mis descuidos, invocó sin querer un demonio, no debí dejarla sola, por favor perdóneme su majestad, déjeme enmendar lo que hice, regresaré a esa entidad al lugar donde pertenece.
—Ese demonio parasito será una verdadera molestia, atrápalo antes de que llame la atención y me saque de quicio.
—¡Eso haré! En cuanto se den las tres de la mañana la cazaré, no dejaré que ese espíritu cause más problemas.
—Leonardo y Bardana vigilen el rio, ustedes dos se quedarán resguardando el
pantano. —se refiere a Lía y Beatriz.
—Sí señor.
—En cuanto a ti aprendiz de bruja, más te vale poner atención en la forma en la que tu mentora resuelve las cosas, no te esconderás toda la vida en sus faldas, recuerda que si te dejé con vida fue porque juraste ser de utilidad, no fiare la vida de mis príncipes a una mocosa que no es capaz de controlar sus emociones, si tu maestra falla, presenciaras los azotes que le daré al amanecer.
Lía se estremece al escuchar las palabras de Alejandro, ella no podría soportar ver a Beatriz ser azotada por aquel temible vampiro.
—Mandaré que uno de mis criados vigile el lago alcatraz, yo cuidaré de Ginebra y mis príncipes.
—Como ordene señor.
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