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Despertar

Alejandro lleva a Ginebra entre sus brazos, hay un silencio incomodo, de pronto, este desvía la mirada al ver a la sirena rojiza siguiéndolos y Alejandro se detiene cerca de la orilla al igual que Leonardo, y el fiel mayordomo deja caer de sentón a Beatriz.

—¡Auch! Maldición... —Beatriz se retuerce de dolor.

—¿Qué sucede? —pregunta Ginebra nerviosa.

—La madre viene a agradecer —Responde Alejandro con seriedad.

—¡Ginebra no te le acerques al pescado ese, son carnívoras! —Beatriz le advierte a su amiga, pero esta no muestra ningún temor.

—No me hará daño...

Con la ayuda de Alejandro, Ginebra se adentra un poco al agua y la sirena les hace una reverencia con la cabeza y le da algo en la mano a la frágil humana para después alejarse y adentrarse a las profundidades.

—Adiós querida amiga —susurra Ginebra mientras ve partir a la reina del lago alcatraz.

—Jamás una mujer se había acercado tanto a una sirena, menos a una madre fundadora como ella, tienes la habilidad de encantar a todos los que te conocen Ginebra Borgues — le dice Alejandro, mientras Ginebra lo mira sin poder pronunciar una palabra.

—Vámonos, Leonardo.

—Sí, amo.

Alejandro no mira a Ginebra en el trayecto y no le ha dirigido la palabra desde que vieron a la sirena madre, ella tampoco se atrevía a decir algo, el ambiente sigue tenso y una vez que han llegado a la mansión Alejandro entra sin ella dejándola atrás.

—Alejandro yo...—Ginebra se angustia al ver que su amado vampiro le da la espalda.

—¿Qué haces? —Pregunta Beatriz con un tono de reclamo.

—Solo intento hablar con él.

—Dale su espacio, probablemente está celoso.

—¿Celoso de qué?

—¿Acaso no sentiste la tensión? Obviamente hay un triángulo amoroso aquí y Alejandro es

demasiado orgulloso para permitir algo así.

—Yo solo amo a Alejandro, no hay lugar para nadie más en mi corazón. —explica Ginebra con firmeza.

—¿Por qué me mentiste? —pregunta Beatriz con molestia.

—¿Qué?

—Dijiste que Alejandro se había largado de Valle de cobre para siempre.

—Lo siento, no quería preocuparte.

—¿No querías preocuparme? ¡Ginebra mírame! ¿somos amigas no?

—¡Claro que sí! Es solo que...

—¡Las amistades se basan en la confianza! ¿Confías en ese vampiro y no confías en una bruja como yo?

—¡Por supuesto que confió en ti! Eres mi mejor amiga.

—Me ocultaste tu relación con Alejandro, claro que no confías en mi— Beatriz se da la vuelta y

camina hacia la salida.

—¿Adónde vas? ¡Déjame explicarte!

—¡Huelo a mierda! ¡todo esto apesta!

—¡No te vayas arreglemos las cosas! —Ginebra trata de calmar a Beatriz, pero ella está muy enojada.

—¡Ese demonio terminará de destruirte! Su relación no debería ser ¡eres la amante de un asesino!

—¿Cómo puedes decir eso? Alejandro es el amor de mi vida ¡dices eso porque no lo conoces!

—¡Él me robo la oportunidad de ser madre! ¡me hizo estéril! —Beatriz llora llena de rabia.

—¿Qué no lo conozco dices? El bastardo es un monstruo, me robo la posibilidad de formar una familia... me lo quito todo... he visto cómo te ha tratado la vida Ginebra, te ha sacudido como al trigo, el día en el que nos hicimos amigas prometí que te protegería, no puedo quedarme y ver como te destruye ese falso amor, vincularte con él fue el peor error de tu vida.

—Lárgate de aquí... —Ginebra la mira llena de enojo.

—No te preocupes ya me iba. —Beatriz está decidida a marcharse, pero los gritos de Ginebra la detienen.

—¡Si fueras mi amiga me apoyarías!

—¡Cierra la boca, ese estúpido vinculo te tiene confundida!

—¡Alejandro es mi vida y no dejare que nadie desprecie nuestro amor!

—Eres una idiota.

Beatriz le da por su lado y deja atrás a Ginebra y se aguanta las ganas de llorar pues su orgullo es muy fuerte.

—¡Bruja apestosa! —grita Ginebra con todas sus fuerzas.

—¡Costal de huesos! ¡pecho plano! —responde Beatriz indignada.

—¡Cobarde!

—¡Vete al diablo Gini! —Beatriz le hace una grosería con la mano y se va.

Ginebra se sienta en el suelo y comienza a llorar, le han dolido las palabras de su amiga, Alejandro la mira desde la puerta.

—La bruja tiene razón, no te he traído más que problemas.

—¿Qué?

Ginebra se seca las lágrimas con rapidez y se pone de pie.

—Quizá estarías mejor con un humano.

—¿Qué estás diciendo?

—¿Acaso crees que me gusta verte llorar? ¿crees que disfruto ver como pierdes a los que amas?

Sigo creyendo que vincularte conmigo fue lo peor que pudo haberte pasado, fue el golpe final de esta vida injusta.

—No es verdad... conocerte fue un regalo para mí, vincularme contigo fue una recompensa al sufrimiento, tu amor es todo lo que necesito. —Ginebra llora mientras lo mira a los ojos.

—¿Cómo puedes decir eso? Mira todo lo que he causado —Alejandro la mira con seriedad.

—Lo único que causaste es que yo volviera a sonreír, te amo más de lo que puedo explicar, te elijo a ti sobre cualquier persona.

—¿Quién es ese humano?

—Fernando es... mi amigo, no tienes de que preocuparte yo...

—¿Por qué me preocuparía?

—Creí que talvez estarías...

—¿Celoso?

—Sí.

—Lo estoy, quiero destriparlo y dejarle en claro que tú eres mía, pero eso no significa que no confié en ti.

—Alejandro...

Ginebra lo abraza y él le da un tierno beso.

—Lamento lo que pasó, Fernando es el jefe de la policía y estuvo involucrado en el caso de las desapariciones de los bebés y al parecer también conoció a Esmeralda, él... ya es consciente de la existencia de nuestro mundo.

—¿Nuestro mundo?

—¡Sí! Tu mundo es el mío también.

—Pues mi mundo eres tú Ginebra Borgues.

Alejandro la toma entre sus brazos y la lleva a su habitación.

—Debes estar exhausta, preparare el baño.

—Gracias. —Ginebra sonríe con dulzura.

Alejandro prepara la bañera y Ginebra se adelanta, se sujeta el cabello y se quita la ropa, al entrar al agua recuerda lo que aquella sirena le mostró.

—¿Qué serian aquellas lucecitas? ¿Por qué escuchaba latidos en la oscuridad? Ahora que lo pienso... hace dos meses que no me llega mi periodo, creí que el estrés me había afectado y además, soy un poco irregular, será que...

—¿Me extrañaste?

Alejandro está desnudo y entra a la bañera con Ginebra.

—Solo me faltabas tú para que esto fuera perfecto.

—¿Qué tienes ahí?

—Ah, ¿esto? No sé qué es, parece una perla negra, me la dio la sirena madre.

—¿Por qué?

Alejandro la tomas y la mira con detenimiento.

—¿Qué sucede? ¿Qué es?

—Es una estrella del mar —dice Alejandro sorprendido.

—Las estrellas de mar son muy diferentes a esta, literalmente tienen forma de estrella.

—Ustedes los humanos nombraron mal a la especie que mencionas, las sirenas fueron cazadas por esta inusual perla, se forman con las lágrimas de una sirena, pero no cualquier lagrima, si no por las lágrimas de una madre al dar a luz a sus crías, los humanos las capturaban y las torturaban para que crearan esta perla, pero era inútil, muchas de ellas murieron a manos de los cazadores, quemadas, desmembradas o expuestas al sol hasta desintegrarse, una sirena fundadora es aún más especial, sus lágrimas son sanadoras.

—Dios... que terrible, ahora entiendo por qué las perseguían.

—Lo que más me sorprende es que ellas solo les dan sus perlas a las futuras madres como señal de salud y larga vida.

—¿Qué? —Ginebra se toca el vientre disimuladamente.

¿Será posible que Ginebra pueda estar esperando un hijo del rey de los vampiros?

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