Epílogo.
¡Hola mis bonitos lectores! Se me olvido que mi estado natural es la ansiedad, así que acá estamos. Muchas gracias a quienes se toman el cariño de leer. Tonto, porque a estas alturas he sacado como cinco epilogos más en otros fics, pero este es mi favorito de manera religiosa.
¡Espero que les guste!
¿Qué es el destino? Siete letras, tres sílabas, una palabra.
Es lo irrevocable de la tragedia, es lo intangible en el amor, es la ironía de un misterio ya escrito. Nos hace perecer entre lo inefable de una mirada y lo sublime de una sonrisa para extraviarnos bajo la bruma del olvido por mero capricho. Nos hace entregar el alma para recibir una daga. Nos hace pensar en el final antes de encarnarlo. Es cruel, omnipotente y amargo. Es algo por lo que nos arrastramos los seres humanos. Un sueño aparentemente simple, pero eternamente anhelado. Tonto ¿no? El destino no se puede cambiar, sin embargo, seguimos tratando. Porque aceptarlo sería romper nuestras alas antes de usarlas para volar.
La estridencia de los reflectores, el chirriar de los trípodes, la penumbra de las sombrillas, la aspereza del lente bajo mis yemas. Magnético y seductor. Me incliné para cambiar de ángulo, el gélido del piso contra mis rodillas me erizó la sangre, aquellos afilados ojos paralizaron mi razón, enfoqué mi atención en aquel pequeño visor, permitiendo que un mundo de incoherencias fuese plasmado con tan solo un flash. Sonreí, tomando algunas imágenes más. Su pierna se deslizó con coquetería sobre la silla, sus dedos juguetearon con una larga y elegante trenza, negué, ajustando por última vez la luz, Yut-Lung Lee era toda una belleza. Sus palmas se acomodaron encima de su regazo con vanidad, la simpleza del cuarto creó un contraste celestial con su maquillaje, él se contorneó, altivo. No había cambiado, él posó antes de ser inmortalizado. El drama fue capturado en segundos.
Clic.
—Con esas ya deberían ser suficientes. —Me levanté del suelo, vislumbrando en la pantalla la colección de fotografías que habíamos creado. Hermosas e imponentes—. Tienes talento natural para esto. —Su sonrisa fue dulce, él extendió sus brazos sobre su cabeza para que los huesos le tronaran. Aquel vestido era demasiado ajustado y descarado.
—Si alguna vez me aburro de jugar con el gobierno chino consideraré el modelaje como nueva profesión. —Él se bajó de la silla, con cuidado. Sus pasos fueron un ilusorio eco en el caos del estudio, su mentón se dejó caer encima de mi hombro para poder observar conmigo las imágenes. Narcisista.
—¿No te da miedo estar involucrado en eso? —Su cabello cosquilleó sobre mi oreja, su perfume fue una agradable bruma de nostalgia—. Son personas peligrosas, ¿no?
—Estoy más seguro que el resto del clan Lee. —Sus ojos fulguraron con una sofocante presunción frente a la cámara—. Estar en América me pone en ventaja. —Sus palabras fueron ásperas, con un golpeteo sobre mi muñeca él me pidió que dejase de cambiar las fotografías—. Me gusta esa. —Sonreí, satisfecho. Delicada pero magnánima. Él era un ramo de dalias.
—¿Esa es la portada con la que quieres hacerte famoso en Vanity Fair? —Él rodó los ojos, fatigado. El aroma a antiséptico fue extraño bajo la sinestesia del lugar.
—Solo es una entrevista de segunda. —La frustración no logró aplacar la pena—. No es la gran cosa. —Él se cruzó los brazos sobre el pecho con rigidez, sus párpados se presionaron en busca de paciencia. Hosco.
—Eres el primer omega nominado a un cargo tan importante en el mundo de la política. —Sus mejillas fueron un verano delator—. Yo creo que es algo grande. —Ni siquiera la tensión en sus cejas pudo ocultar la emoción. Él siempre era así, la luna le temía a su propio brillo por eso se escudaba en su rencor hacia el sol.
—¿Sabes? —Él evitó mi mirada, afligido. Sus dedos temblaron alrededor de su brazo como ademán de incertidumbre—. Ibe se sentiría muy orgulloso de ti. —Fruncí la boca, aferrándome a la cámara, escuchar aquel nombre fue amargo. Mis recuerdos tiritaron sobre los botones, mi estómago burbujeó con ansias. Nos lamentábamos por los muertos cuando quienes sufríamos éramos los vivos. La desolación en las memorias era una sublime crueldad.
—Gracias. —Pero estaba bien—. Haber ganado ese concurso fue toda una sorpresa. —Porque mientras yo mantuviese encendida su pasión él nunca me dejaría, la cabeza me palpitó, mi corazón fue un lío. No lo valoré lo suficiente cuando estuve en América, lo conocí siendo demasiado terco estando en Japón, por eso pasaría el resto de mi historia amando lo que él amó.
—Fly boy in the sky, ese fue el cuadro con el que Ibe ganó el mismo concurso ¿no? —A pesar de ser un beta, él me dijo que yo volaba por la gloria más que nadie. Alto. Demasiado arriba.
—Lo fue. —Él me pidió que creyese más en mí.
—La fotografía fue inspiradora. —Por eso ya no podía vacilar—. También podrías ser un buen modelo, tu belleza está a mi altura. —El brazo de Yut-Lung Lee se acomodó sobre mi hombro, la música en el estudio se deslizó bajo el viento. Tan irreal—. Aunque me gustó más la imagen que tú usaste para participar, está llena de tu esencia. —Levanté una ceja, divertido.
—¿Aunque el modelo fuese Ash? —Él chasqueó la lengua, frustrado. Eran la danza entre la luz y la oscuridad. Lo mismo pero diferente.
—La imagen fue buena porque tú la tomaste, el modelo es irrelevante. —La piel se me erizó cuando alguien rodeó mi cintura, un peso extra se dejó caer contra mi espalda, el omega se apartó, colérico.
—¿Por qué no solo admites que salí guapo en la imagen? —La voz de Ash me erizó la piel, el roce entre sus labios y mi cuello fue suave. Tan embriagador.
—Guapo si te gustan los que tienen cara de idiota. —Un lince y una víbora. ¿Qué podía salir mal?
—Estas celoso porque Eiji no te pidió a ti ser su modelo. —Sus manos consiguieron que las mariposas aleteasen con fuerza en mi vientre. Me intoxiqué frente a tan reconfortante impresión. Acomodé mi palma sobre la suya, el roce entre nuestros anillos fue metálico.
—¡No es verdad! —La mueca que se esbozó fue la encarnación de la molestia—. Él me prefiere a mí, pero como es tu amante te tiene que dar ese privilegio. —Perdí el aire bajo el descaro de un desenfrenado palpitar. Cada vez que ellos dos se encontraban parecían niños.
—Él me eligió por mi legendaria belleza. —Que ridículo sería que las dos personalidades más importantes de Nueva York convirtiesen mi estudio en un jardín infantil—. ¿Cierto, onii-chan? —Tonto pero ocurrió. Los gritos de mis ayudantes retumbaron bajo esa pelea.
—Prefiero a Bones, él me da menos problemas. —El aludido se encontraba acomodando cámaras y sombrillas para la siguiente muestra. Aunque la pandilla se había convertido en un indispensable para el mundo de la fotografía, eran un desastre. Un chirrido retumbó por todo el estudio, suspiré, apretándome el entrecejo, Alex había dejado caer otro cuadro, era el cuarto de la semana.
—Perdón jefe. —El aroma de Ash fue calma.
—Ya deberíamos irnos, Sing debe estar esperándonos. —Aunque me traté de dar vueltas, él no me soltó. Las mejillas me cosquillearon bajo el terciopelo de su respiración.
—Shorter ya debe estar en casa, no te preocupes. —Terminando de estirarse, Yut-Lung Lee se dirigió hacia la salida—. El mocoso no se quedará afuera, tiene un duplicado de la llave. —Entrelazamos nuestras manos, con suavidad. Sus ojos fueron condena bajo la irrealidad del estudio.
—Pensé que hoy tenías que trabajar hasta tarde. —Mi amante elevó una ceja, ofendido.
—Boicotear al gobierno estadounidense no es nada del otro mundo. —Rodé los ojos, extenuado. Ash Lynx era impresionante, él se había vuelto el pilar de Nueva York en un tiempo extraordinario—. ¿Tantos años juntos y aún me subestimas? —Ni siquiera cuando entró a la universidad él dejó de gobernar sobre las pandillas, ni siquiera cuando él se sometió a terapia frenó su trabajo. Que persona más fuerte.
—Alguien tiene que bajarte los humos. —Él era una brillante y milagrosa fuerza vital, pero no se lo diría. No, ahora era más divertido molestarlo—. Escuché que Max también vendrá a cenar. —Sus manos cosquillearon entre las mías, sus pasos fueron un nervioso nexo de ansiedad. Su ceño se tensó.
—El viejo solo me sabe regañar. —La relación entre ellos dos se había tornado extraña—. Nadie lo invitó. —Casi paternal. Negué, aquella insoportable personalidad era algo que los años no le habían quitado.
—¿Se van a quedar coqueteando o van a venir? —No pudimos hacer más que reír.
¿Qué es el destino? Es la fuerza sobrenatural que actúa sobre las personas y la historia que van construyendo a lo largo de su vida.
El departamento de Yut-Lung Lee era una extravagancia. Elegante, lujoso y llamativo. Una gigantesca mesa de caoba se encontraba al centro de una eternidad de estantes. Centenares de libros en idiomas que ni siquiera conocía estaban acomodados por orden alfabético y tópico a tratar. Una pomposa alfombra de terciopelo contrastaba con la finura de un candelabro de cristal. En medio de la sala de estar, repasando algunas carpetas, se hallaban acomodados Shorter y Sing, aquel sillón era tan largo que golpeaba el ventanal. El omega se dejó caer sobre el regazo de su pareja, sus brazos se enrollaron alrededor del alfa para poder juguetear con los mechones sobresalientes de aquel desastroso mohicano. La mueca de Ash me resultó graciosa, no era un secreto lo mucho que le fastidiaba dichosa unión. Su palma se deslizó por mi cintura, con lentitud, su atención se enfocó en los exámenes de la mesa.
—¿Son pruebas de admisión universitaria? —Sing suspiró, frotándose el entrecejo. A pesar de tener 23 años él era un hombre de negocios, el presidente de una empresa comercial y la mano derecha del líder de Chinatown.
—Lo son, pero hay algunas cosas que no entiendo. —La sonrisa del lince de Nueva York fue altiva, sus pupilas se tiñeron de fulgor tras repasar los papeles—. Le pedí a Shorter que me ayudara pero él no parece entender mucho. —El nombrado bufó, ofendido.
—No todos podemos sacar una carrera universitaria en dos años. —Yut-Lung Lee lo consoló—. Perdóname por no tener 200 puntos de IQ.
—Te perdono.
—¿Desde cuándo Sing se volvió tan cruel con nosotros? —El aludido ignoró el drama antes de mirar a mi pareja.
—¿Me puedes dar una mano con esto? —Como si Ash hubiese estado esperando esa pregunta, él se acomodó a su lado. Sing Soo-Ling se había convertido en un hombre imponente y habilidoso. Todo un galán. En un mundo de alfas él había aprendido a reinar, se parecía a él.
—Será un placer. —El rubio tomó los papeles entre sus manos—. ¿También quieres ir a Harvard? ¿Estás tratando de seguir mis pasos? Me halagas. —Él amaba alardear, el beta me regaló una mueca constipada. Reí.
—Olvídalo, mejor le pido ayuda a Eiji. —Con una sorprendente naturalidad él y yo nos volvimos buenos amigos luego del incidente de la subasta—. Además, tú no tienes paciencia. —Él era una persona amable y culta, bajo el ala de Yut-Lung Lee logró florecer en la adversidad.
—Solo te estaba molestando. —Aunque Sing era más alto, Ash fue quien le revolvió el flequillo.
—Es raro verte separado de tu hija, Yut —El nombrado se restregó de manera mimosa contra el pecho de su pareja—. ¿Dónde está? —Una tímida sonrisa fue su respuesta. Las personas podían cambiar por amor, cuando encontraban la pieza correcta podían mejorar.
—Lo dejé con Nadia. —Un bostezo se entremezcló con la voz del moreno—. Ella ama pasar tiempo con su pequeña sobrina. —Sing dejó escapar un alarido al no comprender las explicaciones de Ash.
—El otro día tu hermana me preguntó cuándo tendríamos al segundo. —Las mejillas del alfa fueron carmín y sutileza. Su nariz se restregó de manera melindrosa contra el omega. Tan empalagosos.
—Ya sabes que un matrimonio no está completo sin hijos. —Parpadeé, pasmado. Aquello era verdad.
—Shorter... —Mis brazos se tensaron sobre mi pecho.
—Que no te de vergüenza, Yut. —Los pedazos de mi corazón crujieron como vidrios—. Todas las parejas destinadas terminan teniéndolos. —Me aferré con angustia a aquel anillo. Me costó respirar, no pude seguir de pie, me congelé—. Eso solo fortalece el vínculo. —Aunque estaba sobre el agua me sentía en el fondo. El mundo tenía razón. El timbre retumbó antes de que me pudiese sumir en la miseria—. Debe ser Max.
—Eiji... —La mirada de Yut-Lung Lee me erizó la cordura, fue desabrida, él era una persona perspicaz y astuta—. ¿Me ayudas en la cocina? —Sin decir nada él me había descubierto.
¿Destino? Una sucesión inevitable de acontecimientos.
Las voces de los demás desaparecieron en lo hermético del cuarto, el gotear del lavaplatos contra las tazas de café fue estrepitoso, me acaricié la nuca, afligido por esa clase de expresión. Mis pies fueron plomo, mis pensamientos veneno, aunque estaba feliz de que mi amante fuese alguien sobresaliente en el fondo estaba paralizado. Ash Lynx era una fuerza implacable, él no solo se había vuelto un terapeuta renombrado, sino que era la fuente principal de Max en sus investigaciones, él era tanto, yo amaba eso. Mi corazón retumbó en agonía. Pero odiaba la idea de que él encontrase a su destinado. Era aterrador. Mis dedos se hundieron sobre la cicatriz que me dejó Arthur. No quería caminar a ciegas por un eterno pasillo de oscuridad, era nauseabundo temerle al choque final, no obstante, caminaba y le temía. Me mentía y me decía que estaba orgulloso de ser un beta cuando lo daría todo por ser su omega. Maldición.
Ibe no estaría contento con esto.
—¿Sabes la clase de cara que estás poniendo? —El aire fue incomodidad, mis emociones gritaron pérdidas, aunque reí a él no pareció hacerle gracia—. ¿Cuánto tiempo llevan juntos, Eiji? —Presioné los párpados, agotado. Lo sabía, lo amaba más que a mi propia vida.
—Pero... —Ese era el problema—. Siento que es egoísta. —Cada alfa tenía a un omega. Mis dedos se hundieron en las mangas de mi camisa, el cabello me cosquilleó en el cuello como memorándum para el destino—. Cada día él está conociendo a más gente importante, ¿no tengo el derecho de sentirme inseguro con eso? —Las palabras que salieron de mi boca no fueron mías. Me sangró el corazón. La sangre fue brea.
—Aunque apareciera su omega destinado a él le daría igual. —Oh, pero a mí sí me importaría. Él frunció la boca, pensativo—. Esto es por el artículo que salió en esa revista de chismes, ¿no es así? —Mi atención se enfocó en la discrepancia de las luces contra el marfil de las baldosas.
—El alfa más codiciado de Nueva York. —La obsesión repasó aquel titular con una devoción religiosa, cada letra pronunciada fue una espina para mi garganta.
—Son unos estúpidos, ellos no saben nada.
—No pensé que la gente menospreciaría tanto que su pareja fuese un beta. —Que cruel, aun bajo las garras del destino mi existencia era suya—. No lo esperaba. —Y aunque no era el estilo de mi terquedad rendirse, esto era abrumador. Me daba tanto miedo perderlo.
—Sabía que estabas evitando el tema. —Sus dedos hicieron presión contra sus párpados, las pestañas le temblaron bajo las uñas—. Has estado actuando raro desde que salió esa revista. —Mis yemas juguetearon de manera nerviosa alrededor del anillo. El aire fue traición.
—Él ha comenzado a hablar de los niños con los que trabaja. —El gélido se deslizó en un susurro de escarcha—. Y no lo sé, parece emocionado con la idea de formar una familia. —Los hombros me pesaron, la cabeza me martilló, el color se perdió—. Siento que lo estoy privando de cosas. —No quise mirar su expresión. Me mordí la boca, angustiado.
¿Dónde había quedado el verdadero Eiji Okumura?
Su pértiga se había quebrado.
—Deberías hablarlo con Ash, el bruto no debe saber lo mucho que te afectó ese ridículo artículo.
—¡Yut! No lo llames así.
—Pero si es verdad, Skip lo delató, debió pensar antes de contratar al mocoso. —Suspiré, la inseguridad era un arma de doble filo, pero el doble filo estaba apuntando hacia el mismo lugar—. Deja de vacilar, el idiota interrumpió mi sesión fotográfica solo para verte. —Mi pecho fue una violenta tormenta—. Y tiene a toda la pandilla cuidándote, él te ama. —Reí, ellos eran pésimos asistentes.
—Mi estudio se irá a la quiebra si siguen rompiendo las cosas. —Eran buenos amigos—. Suerte que me pagarás bien por lo de hoy. —Los mejores. Yut-Lung Lee elevó una ceja con altanería.
—¿No me vas a hacer un descuento? —Negué.
—Me llamaste omega de segunda cuando nos conocimos y dijiste que tomaba malas fotografías. —Él se rio, melancólico.
—¿Nunca se te va a olvidar? —Si algo había aprendido de Yut-Lung Lee era a recordar. Lo sórdido y lo dulce, lo terrible y lo bueno.
—Jamás. —Los amaba a ambos, a la luz y a la oscuridad—. Pero quizás se me pase con la cena. —Y eso era lo aterrador.
El resto de la velada transcurrió bajo disonancia de gratitud y encogimiento de drama, el sonido de las latas de refresco frente a la calidez del ambiente creó una agradable sinestesia. Los ojos de Max Lobo centellearon con una emoción casi infantil al hablar de su nuevo proyecto mientras mi novio se limitaba a suspirar, una sonrisa mal disimulada se esbozaba entre sus labios cuando lo dejaban de mirar. Ash Lynx tenía un pasado doloroso, sangre estaba escrita en su corazón y violencia se había quemado en sus memorias, aunque la muerte de Dino Golzine le había conferido alas para volar, aquello solo fue la punta del iceberg. Nueva York era una ciudad descorazonada, fue una suerte haber tenido al periodista cerca para desentrañar la putrefacción y exponer a los verdaderos criminales. De los infinitos sacrificios, de los ambiguos ideales, él no permitió que nada de eso se destrozara para enfrentar a la justicia. Todo un líder. Cuando la noche se pintó sobre el cielo y el cansancio fue niebla de amparo, nos encaminamos a nuestro hogar.
—Fue amable de tu parte ayudar a Sing con su solicitud. —El silencio y la oscuridad reinaron sobre lo urbano, letreros de neón y timidez de estrella fulguraron como lumbreras en nuestro camino—. Él parece admirarte, Ash. —Su mano apretó la mía con fuerza. Estaba helado.
—No lo culpo por hacerlo. —Rodé los ojos, lo legendario no era su belleza sino su narcisismo—. Aunque no me agrada del todo. —Nuestros ojos se conocieron bajo el brillo del primer amor. Magnético y eléctrico. Casi ilusorio.
—¿Por qué? —Un tenue rubor se matizó sobre sus mejillas, él se acarició la nuca, incómodo.
—¿De verdad me harás decirlo? —Sus dedos fueron terciopelo para mi cordura, nuestros hombros se rozaron tras un lento caminar, la magia de la ciudad fue una fotografía—. Él parece estar enamorado de ti.
—¿Q-Qué? —Negué. Aquello no podía ser verdad—. ¿No te estas imaginando cosas? —La masculinidad se perdió en un puchero.
—Eiji te amo pero tu torpeza me desespera. —El viento revolvió sus cabellos, mi corazón fue un vuelco de irrealidad—. Es obvio que ese niño tiene otras intenciones contigo. —Ver al lince de Nueva York inseguro fue lindo. No era el único que se sentía así en esta relación. Me aferré a su brazo, divertido—. Nadie anda sin camisa por el apartamento porque sí.
—¿Tienes miedo de que él te haga competencia? —Las cejas le temblaron—. No parecías preocupado cuando él tenía 14 años. —Sus pasos se detuvieron en medio de una calle comercial, sus palmas se acomodaron sobre mis mejillas, con suavidad. Él me delineó como si me estuviese tratando de memorizar. El verde de esos ojos fue delirante. Perdí el aliento. Él era demasiado.
—No estoy preocupado. —Una mueca burlona fue su respuesta. Tan altivo como seductor—. Mientras no mires a nadie más que a mí de esta manera jamás me preocuparé. —Acomodé mi mano encima de la suya, con lentitud. Me mareé en lo efímero. Ash era una persona injusta.
—Solo puedo mirarte a ti de esta manera. —Su nariz se apoyó contra la mía, su aliento se deslizó por la comisura de mis labios—. Y lo sabes. —Mis latidos retumbaron con nervio en cada uno de sus movimientos. Las estrellas no le hicieron justicia a esas orbes, celestiales.
—Pero me gusta escucharte decirlo. —Mis brazos se deslizaron alrededor de su cuello, él amoldó sus palmas sobre mi cintura—. ¿No me darás el placer de escucharlo? —Me elevé en la punta de mis pies, el dorado se deslizó de sus pestañas hacia mi alma.
—Yut tenía razón. —Bajo el parpadeo de un cartel comercial y la sinfonía de un palpitar—. No te elegí para ser mi modelo por tu legendaria belleza, te escogí porque te amo. —Él me besó.
Sus labios fueron una peligrosa satisfacción. Me aferré a su cabello, con suavidad, sus manos se acomodaron sobre mi espalda para fundirnos en un abrazo. Sus movimientos fueron dulces y suaves, cálidos y adictivos, su esencia se impregnó en cada rincón de mi mente para llevarme hacia la locura. Nuestros latidos fueron una afanosa sincronía, la pasión fue un desborde de necesidad. Húmedo y chispeante. De un beso dejamos de contar. Pude saborear su risa contra mi boca, pude lisonjear el borde del éxtasis frente a tan sublime deleite. Cuando las luces se apagaron y nuestras caricias dejaron de ser suficientes para el rocío del invierno, nos separamos. Tenía la cara hecha verano y las emociones punzando en una viciosa ansiedad.
—Buddy debe estar hambriento. —Amar a esta persona era abrumador—. Y tú nos estás demorando. —Era un constante terror por perderlo.
—No te escuché quejarte cuando te besé. —Era un perpetuo anhelo por extender las alas para aprender a volar—. Además, tú fuiste quien me miró con esa clase de cara. —Era querer dejar de pensar en lo inevitable para trazarlo con él. En la penumbra de la ciudad nuestras manos se volvieron a buscar—. Me estabas seduciendo.
—Tú fuiste quien me preguntó. —Suspiré, sabiendo que aquel implacable miedo era porque lo amaba. Le había dado mi alma cuando me quedé en Nueva York, era normal estar aterrado—. Ash...
—¿Aceptas tu derrota, onii-chan? —Tonto, ¿no? Aunque sabíamos que esto podía terminar en tragedia estábamos dispuestos a perecer en el nombre del amor.
—No es eso. —Éramos sueños y anhelo—. Cuando lleguemos a casa necesitamos hablar.
—Bien. —Éramos cobardía y retazos—. Me estás poniendo nervioso. —Éramos lo que aún no había sido escrito y lo que ya había ocurrido pero no dejábamos de lamentar.
¿Qué es el destino? La amalgama del amanecer perdido, la fotografía olvidada y lo sórdido de la culpa.
Buddy nos estaba esperando en la entrada del apartamento, el gruñido de su estómago fue rabioso, sus ojos fueron un océano de pena, elevé una ceja, indignado, Ash no vaciló en alimentarlo. Me arrastré hacia nuestro dormitorio para dejarme caer encima de la cama. Aquel lugar era simple y modesto, decenas de imágenes adornaban las paredes como si fuesen el límite entre la reminiscencia y la fantasía, libros se encontraban esparcidos por doquier, un cuarto oscuro para revelar las instantáneas se hallaba al lado de su oficina. Anhelé, dejando que mi cuerpo se hundiese en el colchón. Su perfume en la almohada fue una adictiva bruma de tentación. Él me sonrió desde la puerta, sus brazos se cruzaron sobre su pecho, su espalda se dejó caer contra el marco. Desde el primer momento que esos ojos me encontraron supe que lo amaría por el resto de mi vida. Mis piernas se encogieron para hacerle espacio. Qué injusto era seguir tan enamorado.
—Buddy ya está durmiendo. —El sigilo de sus movimientos divergió con la destemplanza de sus pupilas—. Le di un poco más de alimento para que me perdonara. —Rodeé mis rodillas, mi atención fue temor. No codiciaba decirlo, no obstante, mi mente era un torbellino. Tan destructivo.
—Serías un buen padre. —No quise que mi sonrisa se encontrase impregnada de amargura, sin embargo—. Los niños se te dan bien. —Lo estaba. Él más alto se acercó, con lentitud—. Skip dice que sus pupilos te adoran.
—¿Por eso has estado actuando tan raro estos días? —Su mano se deslizó sobre mi nuca, el tacto fue ensordecedor, la tensión en la atmósfera me aplastó—. Esto es por el artículo que salió en esa revista de chismes. —Él no me dejó bajar la mirada. Mi mente se desconectó frente a tan intensa expresión. No pude tragar. No pude moverme.
—¿Escuchaste las cosas que se empezaron a decir de ti? —Un alfa no estaba completo sin un omega—. Aunque no quiera aceptarlo es verdad. —Un hijo fortalecía lo inefable del vínculo. Los betas no tenían destinado. La boca me supo a tristeza—. No quiero torturarme pensando en la posible llegada de tu persona especial, pero lo hago. —El alma me lloró por él.
—Eiji... —Mi nombre fue ternura y comprensión—. ¿No lo ves? —Sus palmas se acomodaron sobre mis mejillas. Él se inclinó, atravesando un muro de espinas que ni siquiera tuve la oportunidad de levantar—. Yo ya tengo a mi persona especial, eres mi alma gemela. —La clase de mirada que él me entregó fue indescriptible.
—Pero... —Como si todo el amor del mundo se hubiese pintado dentro de esos jades—. Quizás tienen razón, ¿no estamos construyendo castillos sobre el aire? —Y esos jades solo me pudiesen ver a mí.
—Shorter no soltó esa estupidez en serio. —Reí, dejándome acunar—. Y lo que dicen en las noticias o en esos programas de farándula es basura. —Aunque solo había tomado refresco me sentía completamente intoxicado—. La única persona cuya opinión me importa está justo al frente mío. —El rostro me hormigueó, la sangre me hirvió, las piernas me temblaron—. Es raro de ti dudar. —Me encogí de hombros, calmado.
—Supongo que a todos nos toca sentirnos inseguros de vez en cuando. —Apoyé mi frente sobre la suya—. Además, mi amante es una persona hermosa. —Y lo era, en toda la magnificencia de la palabra, Ash Lynx era el amanecer más sublime que alguien podía contemplar. Su sonrisa enterneció mi corazón. Sus dedos juguetearon entre mis hebras.
—Te está creciendo el cabello. —Su risilla fue un temblor nervioso, sus labios sobre mi nariz un cosquilleo—. Se te ve bien. —El ímpetu delineó su mentón. Áspero y rasposo.
—Y a ti te está saliendo barba. —Reí, dejando que él me apoyase contra la cama—. A este paso te parecerás a Max. —Su ceño tenso fue divertido. El golpe entre nuestros anillos hizo eco en la tensión.
—No me ofendas de esa manera. —Él acomodó un mechón detrás de mi oreja—. Eiji... —Me limité a asentir, embelesado por tan majestuosa imagen—. Tú eres la persona con la que escogí pasar el resto de mi vida. —Nuestros dedos se entrelazaron sobre el colchón, sus piernas se deslizaron entre las mías, su latido fue delator—. No vaciles cuando ya me diste el acepto. —Él besó mis nudillos, con suavidad.
—Lo haces sonar como si ya no hubiese marcha atrás. —Él se inclinó, su respiración detuvo mi realidad.
—Porque ya no hay marcha atrás. —Mi corazón arremetió contra lo inevitable—. Prometiste quedarte a mi lado por siempre, ¿verdad?
—Lo hice, dos veces. —Y como si fuese lo más fácil del mundo él convirtió el destino en siete letras, tres sílabas y una palabra. Nada más—. Pero aun así...
—Supongo que necesito demostrarte lo mucho que te amo de otra manera. —Saboreé el éxtasis suspendido en su espiración.
—¿Qué estás esperando para hacerlo? —Me aferré a su espalda—. Muéstrame lo mucho que me amas, Aslan. —Sus labios le devolvieron el color a mi alma.
Nuestras lenguas se enredaron en un descarado vaivén, sus palmas se convirtieron en fuego sobre mi piel e ímpetu para mi corazón, mi mente pereció embriagada por el lince de Nueva York. El hambre entre nuestros labios fue desvergonzada, mis dedos se hundieron entre sus cabellos, con ansiedad, la estridencia de sus latidos fue irreal en aquel desborde de libido. Sus besos fueron la encarnación de la pasión. Implacables, adictivos y peligrosos. El colchón rechinó cuando él se sentó sobre mi regazo para poder alzar mi camisa y dejarme expuesto a un brillo casi animal. Su sonrisa fue coqueta, su mirada fue color de obscenidad. El tacto fue magnético, cada curva de mi silueta él la coloreó, intoxicado por sus caricias y las feromonas suspendidas en el cuarto, quise que me tocase aún más. Cuerpo y alma. Todo era de él. La cordura se me erizó cuando él se inclinó, su respiración fue un mortífero escalofrío. Sin dejarme de mirar, él bajó.
—¿Tan pronto te pusiste así? —Sus labios presionaron uno de mis pezones, con lentitud. El verde de aquellos ojos me envenenó—. Eso es lindo. —Todo el estómago me cosquilleó con una tortuosa ansiedad cuando él me mordió.
—A-Ash ya deja de jugar. —Aquellas palabras lo complacieron. Me paralicé bajo tan dominante expresión. Peligrosa y feroz.
—No seas tan impaciente. —Sus dientes me volvieron a rozar, mis piernas fueron espasmos—. Déjame tomarme mi tiempo para amarte. —Su lengua me arrastró hacia un éxtasis delirante.
Mientras sus dedos jugaban con uno de mis pezones su boca se encontraba devorando el otro, la sensación fue fiebre para mi cordura, mi respiración fue agujas contra mi pecho, su lengua una deletérea satisfacción, el ambiente en la habitación fue asfixiante, mis pies se enroscaron contra las sábanas ante tan desvergonzados movimientos, una dolorosa y escabrosa presión me hizo darme cuenta de lo excitado que me sentía. Maldición. La sinestesia de lujuria y amor atrapada en aquellos jades me mareó. El lince de Nueva York era un hombre sumamente sensual. Años con él y no me lograba acostumbrar. Como si fuese su lienzo, él succionó alrededor de la aréola hasta teñirla de púrpura.
—¡Ah! ¡A-Ash!
Una sonrisa lasciva se trazó sobre esas galantes facciones cuando él se apartó. Mis pezones quedaron hinchados y erectos, mi vientre repleto de chispas, mi mente ahogada en placer. Antes de que él pudiese reaccionar cambié la posición. Él quedó contra la cama y yo sobre su regazo. Su mirada fue de pura expectación. No pude respirar. Como si disfrutase de aquella repentina sumisión él me dejó hacer lo que quisiera.
Desabotoné su camisa para dejar su pecho a mi merced. Él era hermoso. Su silueta era fornida e imponente. Tan atractiva. Mis dedos lo recorrieron con ansiedad, mis labios se inclinaron para dejar pequeños y nerviosos besos sobre esa blanquecina piel, su esencia se deslizó hacia mis pulmones para emborracharme, él se estremeció cuando llegué a su pantalón, el rostro me ardió, la locura me sedujo tras contemplar su erección. Besé su miembro sobre sus pantalones, con lentitud, un ronco gruñido escapó de lo más profundo de su garganta. Sonreí, despojándolo de sus prendas, él estaba duro. Envenenado por el deseo mis labios rozaron la punta de su pene. Él palpitó, haciéndose más grande. Mientras mi boca acariciaba desde glande hasta el prepucio, mis manos se dedicaron a estimular la base y los testículos. La densidad en la atmósfera fue infierno. La oscuridad de la noche fatalidad. Tragué, repasando la magnificencia de su erección con la punta de mi lengua. Grande, palpitante y caliente.
—E-Eiji... —Sin poder contenerse más él se sentó, sus dedos enredados a mis cabellos fueron éxtasis. Que excitante era tener el control—. D-Deja de jugar conmigo. —Sonreí, él ya estaba húmedo entre mis labios.
—No seas tan impaciente. —Fue lo que musité, lamiendo la punta de su pene con lentitud—. Y déjame tomarme mi tiempo para amarte. —Tras pronunciar esas palabras metí su erección dentro de mi boca.
—¡Ah!
No pude cubrir toda su hombría, mi mandíbula era pequeña y mi experiencia temblorosa. Mis nervios no me dejaron respirar, comencé a repasar con mi lengua desde la punta de su erección hasta lo más lejos que pude llegar, roncos jadeos escaparon de su cordura mientras él comenzaba a marcar el ritmo de aquella felación. Mis dedos se hundieron en sus muslos bajo la intensidad del sabor, la sensación fue caliente y excitante, aumentando la profundidad de la estimulación su miembro me tomó. Todo Ash tembló antes de correrse en mi boca, el salado sabor a semen entremezclado con la satisfacción en su expresión fue ensordecedor. Él me recostó contra la cama. Su sonrojo fue un contraste violento para el sudor, él estaba empapado por mis besos y sus feromonas. Él me quitó el pantalón antes de inclinarse hacia mi cuello. Su respiración me erizó la piel.
—Ya tuviste mucha diversión. —Él mordió mi oreja, con descaro—. Ahora es mi turno. —Alcanzando el lubricante del velador él se apartó.
Bajo la bruma de su esencia y la letalidad de la oscuridad, aquellos ojos me atraparon, con una sonrisa altiva él vertió el líquido entre sus dedos y mi entrada, la sensación fue fría y pegajosa, apreté las sábanas al sentir la primera intromisión. Sus dígitos eran largos y gruesos. Ávidos y obscenos. Salté cuando él presionó mi punto de placer. Mi cabello fue un revoltijo de candor, las piernas me tiritaron apenas él surcó en mi interior. Sin quitarme la mirada de encima él continuó con aquella delirante estimulación. Implacable, apasionada y hambrienta, mi mente se vio envuelta por un éxtasis insoportable. Me encogí antes de tocar el goce con una segunda intromisión. Tan placentero.
—Vaya. —Sus movimientos fueron implacables—. Te corriste solo con mis dedos. —Me incliné sobre el colchón, contemplando mi propio semen hecho un desastre en mi vientre. Tan vergonzoso.
—Es tu culpa. —Él no me dejó cubrirme con el antebrazo, él tomó mi mano para lamer desde mi muñeca hacia mis dedos con una increíble sensualidad. El anillo rechinó entre sus dientes. Tan embriagador.
—Eiji... —Dejé de pensar—. No te puedes imaginar lo erótica que es tu expresión en estos momentos. —Solo me entregué—. Realmente me sabes enloquecer. —Un jadeo escapó cuando él sacó sus dedos de mi interior. Mis caderas se removieron con incomodidad, ansiosas. Lo necesitaba.
—Ash. —Lo quería—. No me hagas esperar más. —Lo deseaba.
Sucumbimos.
—¡Ah! ¡A-Aslan! —Su erección se abrió paso en mis entrañas.
—E-Eiji...Iré despacio. —Fue lo que susurró antes de que su lengua se volviese a enredar a la mía.
Me aferré a su espalda, mis labios se intoxicaron con él, una húmeda sinfonía de deseo llenó la habitación. Sus estocadas fueron calientes y despiadadas, las piernas no me dejaron de tiritar mientras él tomaba todo lo que yo era. Fundirme con Ash fue una sensación indescriptiblemente placentera. Nuestras palmas se entrelazaron arriba del colchón. Una eternidad de gemidos fueron contenidos por un desborde lujuria. El estómago me cosquilleó en un insoportable ardor. Como si yo estuviese incompleto sin aquel hombre clamé por más, pude sentir la estridencia de su corazón en cada roce de pecho. Me tensé. Los movimientos aumentaron de intensidad. El rechinar del colchón me ahogó la cordura. Profundo. Demasiado hondo. Estaba lleno.
—¡Ah...! ¡Aslan! —Mi nuca cayó sobre la almohada frente a tan intenso arremeter. Sus labios acariciaron desde mi cuello hacia mis mejillas mientras perecía—. V-Voy a correrme.
Los ojos me lloraron, el cabello se me pegó por culpa del sudor, él tomó mis caderas antes de arremeter en un desborde de erotismo. Pronto, una ensordecedora, abrumadora y excitante sensación tomó toda mi mente para que me sofocase en el instante, las rodillas me convulsionaron, mis manos se clavaron a las suyas, un sediento gemido escapó de mi garganta para que me corriese entre nuestros vientres. Perecí. Ash pronunció mi nombre con una increíble sensualidad antes de acabar en mi interior. Semen escurrió desde mi trasero hacia mis muslos cuando él salió. Él se apoyó de manera mimosa encima de mi pecho, ambos tratamos de regularizar nuestras respiraciones bajo la complicidad de la noche, el cuarto tenía aroma a sexo y feromonas, me dediqué a repasar su espalda, con suavidad, esas cicatrices eran una noche estrellada de Van Gogh. Con una repentina timidez nos miramos antes de reír. Ambos estábamos avergonzados. Ridículo ¿no? Llevábamos años en esta relación pero aún nos daba pena.
—Si mañana estoy cansado para la inauguración de la muestra será tu culpa. —Él se aferró a mi cintura, su oreja se apoyó contra mi pecho para robarme sueños y matices—. No te sientes ni un poco culpable, ¿verdad? —Suspiré, vislumbrando como nuestras almas flotaban bajo la magia de la habitación. Melifluo.
—Tú fuiste quien me sedujo, yo solo me hice responsable. —Rodé los ojos, deslizando mis yemas por la curva de su espalda, el roce fue eléctrico y aterciopelado—. Mañana deberías llevar tus lentes a la exposición, tu miopía cada día parece estar peor. —El ceño se me tensó, mis mejillas fueron un hormigueo repleto de humillación, mi palpitar fue delator.
—No todos podemos tener una vista perfecta. —Él se rio, sus párpados se presionaron con suavidad mientras nuestras piernas se enredaban debajo de las frazadas. Altanero.
—Eiji... —En una densa niebla de incertidumbre—. Me enamoré de ti porque eres tú. —El calor de Ash Lynx fue abrumador—. Eres el compañero que estuve esperando toda mi vida. —Sus brazos se cruzaron sobre mi estómago, su rostro se acomodó frente al mío, su esencia fue un paralizante resplandor.
—Pero...
—Jamás imaginé que sería tan feliz al lado de alguien, nunca quise vivir tanto como lo hago hoy. —Sus dedos se deslizaron alrededor de mi cabello, el tacto fue dulce y juguetón. Íntimo y delicado. La clase de mirada que me entregó Aslan Jade Callenreese esa noche... —. No me perdonaría perderte. —Detuvo el destino entre nosotros dos. Qué enternecedor.
Mi alma siempre estaba con él.
Y la suya siempre estaba conmigo.
—Lo siento, dejé que ese artículo me afectara de más. —Nuestras historias se entrelazaron en el aire—. Es algo gracioso considerando que yo fui quién insistió casi todo nuestro noviazgo. —Nuestras pieles perecieron en una tímida caricia de corazón.
—Y si algún día llegamos a considerar hacer nuestra familia más grande, hay muchos niños que estarían felices de tenernos como padres. —Sonreí, apoyando mi mano sobre su rostro. Perderse dentro de esos ojos fue guardarnos en una fotografía. Éramos una serie de instantes y anhelos—. Empezando por Skip, sigue siendo un mocoso.
—Le haces justicia al título del lince de Nueva York. —Que tontería sería preocuparse por algo sobre lo ninguno de nosotros dos tenía el control—. Me siento orgulloso de ti. —Que ridiculez más grande sería atormentarme cuando tenía la felicidad en la punta de mis dedos. Él besó el interior de mi palma, con ternura.
—Es lo mínimo luego de tantos años de terapia, sino iría a pedir un reembolso. —Suspiré, concibiendo la violencia de mis latidos entre cada uno de mis pensamientos.
—No creo que eso funcione así. —Curioso, antes creía que el amor entre dos personas tenía límite y fecha de caducidad—. ¿Le dices esas cosas a los niños con los que trabajas? —Sin embargo, con él cada día me profesaba mucho más. Más enamorado, valiente, fuerte y decidido. Este hombre era injusto.
—Tienen que enfrentar el mundo real alguna vez. —Me perdí en el resplandor del oro. ¿Cómo podría haber regresado a Japón cuando mi alma le pertenecía a él? Sin mí él habría hecho alguna estupidez. Sin él yo estaría incompleto.
—Este fin de semana quiero ir a Cape Cod. ¿Por qué no vienes conmigo? Podemos llevar a Buddy. —Él asintió, emocionado antes de inclinarse.
—¿Estás pensando en tomar fotografías alrededor de la cabaña? —Me encogí de hombros, consintiendo que sus latidos me erizasen la cordura y se robasen mi color.
—Se ha convertido en un lugar hermoso, valió la pena que lo arregláramos. —Él elevó una ceja, divertido.
—¿Necesitas de un modelo increíblemente guapo para posar?
—Ahora que lo mencionas sí lo necesito. —La oscuridad en la habitación fue embriagadora, la ilusión dentro de esos ojos efímera—. Le pediré a Sing que venga con nosotros. —No pude contener mi carcajada ante semejante indignación. Me apreté el estómago con fuerza, él era un niño haciendo pucheros.
—Creo que no tuviste suficiente. —Él empezó una guerra de cosquillas—. Tendré que restregarme contra ti hasta que apestes a mis feromonas.
—¡Ash! ¡No! —Sus labios contra mi cuello fueron una electrizante sensación.
—¿No era tan gracioso molestarme? —Le seguí el juego—. Ahora tendrás que aguantarme toda la noche.
—¡No seas infantil! —Sin embargo, lo dejé hacer lo que quisiese conmigo.
¿Qué es el destino? Es la antítesis del amor.
El día de la exposición llegó. Caos fue lo que reinó dentro de aquella galería, inmensos cuadros con fotografías y títulos de metal fueron acomodados en paredes de vidrio y soportes de acero, la incandescencia de las luces le dio un toque mágico a la exposición, casi irreal. El contraste entre la luz y la sombra, lo hermoso y lo decadente la hicieron especial. Amaba Nueva York, por eso mis imágenes eran una contradicción. Podía haber amabilidad en lo sórdido así como penumbra en la dulzura. Ash Lynx era prueba de eso. Suspiré, terminando de arreglar algunas flores en la entrada de la muestra, girasoles y rosas, que mezcla más extraña. Un par de brazos se aferraron a mi vientre, un peso extra cayó encima de mi hombro, sonreí, dejándome ahogar por la calidez de mi pareja. Tan reconfortante. La melodía de su corazón fue relajante bajo el desastre que había creado la pandilla.
—Shorter me escribió, ya están afuera. —Su voz fue un suave escalofrío contra mi piel, la mente se me paralizó frente a tan sofocante vitalidad. A veces él era así—. La fila se ve inmensa, pareces ser todo un éxito, onii-chan. —Me di vueltas para enredarme en su cuello, orgullo fue lo que se grabó en sus facciones—. Sí te pusiste los lentes. —Inflé las mejillas, dejando jugase con mi coleta.
—No fue porque tú me lo dijiste, fue por si tenía que firmar algo. —Él rio, memorizando mis facciones con sus yemas—. Yut se va a enojar porque no le dimos acceso privilegiado.
—Es porque me prefieres a mí. —Apreté sus mejillas como regaño, tan infantil—. Las ventajas de ser tu amante. —Su nariz se acomodó sobre la mía, el tacto fue chispeante y tibio. El aire supo a adicción.
—Jefe. —Bones rompió la tensión—. Ya pusimos el último cuadro, deberías irlo a ver. —La rigidez en el ceño de Ash fue graciosa.
—¿Por qué le dices jefe a él? Yo sigo siendo el líder de la pandilla. —Alex apareció detrás de Bones, él acomodó un brazo alrededor del cuello del omega, con confianza. Hace poco lo había marcado.
—Eiji es quien nos paga. —Me encogí de hombros, sin poderlos contradecir.
—Tienen un buen punto. —Mi novio se presionó el entrecejo, colérico—. Ya pueden ir a descansar. —Como si el soplo fuese paciencia, él tomó una profunda bocanada de aire—. Gracias, hicieron un buen trabajo chicos. —Le extendí mi mano al lince de Nueva York, invitándolo a caminar entre lo surrealista de los paisajes y el fulgor de las luces—. ¿Vienes?
—Claro. —Él la tomó.
Al final de la galería acomodé una última fotografía. El joven de la imagen se encontraba sentado sobre el marco de una ventana, con la frente contra la rodilla y su silueta al borde de la realidad. El modelo parecía tranquilo, como si estuviese durmiendo o tal vez rezando. Parte de su rostro estaba suavemente iluminada por el sol de la mañana. Sonreí, guardando aquel instante en mi bolsillo. Él era realmente hermoso.
—¿Amanecer? —La atmósfera fue ilusoria entre nosotros dos.
—Encontré esa vieja fotografía y supe que debía ponerla. —Hasta las orejas se le pintaron de vergüenza, su mirada me evitó solo para volverme a encontrar, nuestras manos se deslizaron frente a aquella imagen—. Para que no digas que jamás capté la legendaria belleza del lince de Nueva York. —Él sonrió, conmovido, sus ojos fueron el amanecer más hermoso que jamás pude surcar.
—Nunca me dejas de sorprender, ¿no es así? —Sus labios la tentación más dulce en la que alguna vez pude perecer—. Eiji... —Un mechón de cabello fue acomodado detrás de mi oreja, presioné mis párpados, dejándome mimar—. Para tu siguiente exposición deberías poner una fotografía de nosotros dos. —Encantador y magnético.
¿Qué es el destino?
—Debería. —Siete letras, tres sílabas, una palabra—. Aslan. —Es lo irrevocable de la tragedia, es lo intangible en el amor, es la ironía de un misterio ya escrito—. Realmente te amo. —Es lo que nos hace perecer entre lo inefable de una mirada y lo sublime de una sonrisa para extraviarnos bajo la bruma del olvido por mero capricho.
—Y yo te amo a ti, Eiji. —Nos hace entregar el alma para recibir una daga. Nos hace pensar en el final antes de encarnarlo—. Luego de la exposición vayamos a comer algo para celebrar. —Es cruel, es omnipotente y amargo.
—¿Me estás invitando a una cita? —Es algo por lo que nos arrastramos los seres humanos.
—Lo hago. —Es todo lo anterior, pero sobre todo...
—Bien. —Es algo que escribo con él—. Lo estaré esperando. —Y mientras me mantenga a su lado no me puede importar menos el destino. Porque tenemos alas para volar, no para romperlas, seguiríamos intentando.
Después de todo, los seres humanos estamos hechos para escribir y soñar nuestros propios finales. Somos protagonistas y autores del destino, no sus víctimas.
¿Como que así no va the garden of light ? Bueno ahora va así.
Este fic es chiquitito y yo lo sé, pero consumió un año y dos meses de mi vida así que dejaré unas palabras finales, otra vez. Banana fish es una historia sumamente especial para mí, marcó un antes y un después muy grande en mi vida, estaba terriblemente asustada de escribir de esto por lo mismo. Cuando hay algo tan perfecto te da miedo echarlo a perder, además este fandom esta lleno de talento e historias increíbles entonces no sabía dónde existir. Estuve aterrada cuando publiqué esta historia, escribo porque lo amo, me faltan muchas cosas que mejorar, incluso con la edición, estoy consciente de eso, pero igual cuando uno publica una historia espera que le guste a alguien. Y no puedo agradecerle lo suficiente a quien la leyó. Al final acabe muy metida en el fandom, me encariñe con muchas personas y volví banana fish mi nueva religión, la prueba yace en el spam de fics en mi perfil.
Mil gracias a las personas que se tomaron el tiempo para leer. Espero que haya sido de su agrado, ha sido mi honor tenerlos en esta historia, lamento si hubo alguna incoherencia o decepción, pero cayendo se aprende y se mejora.
¡Cuídense! Nos vemos esta semana con los dos extras.
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