Devil eyes.
¡Hola mis bonitos lectores! Estoy actualizando temprano así que ya saben lo que significa, sigo atrapada trabajando en el hospital, that so sad, la vida de estudiante es dura. Pero bueno, aproveche de robarme un computador y de acceder a las magias del drive. Este es el primer extra de la historia, fue muy interesante de escribirlo porque no solo ame escurrir veneno desde el punto de vista de Yut, sino que abarca el antes, durante y despúes del fic, fue el medio trabajo sacarlo. Este se centra en el WongLung, desde la perspectiva de nuestro Yue, el siguiente extra vuelve con el AshEiji.
Aphroditeinyourheart Mi niña, te tengo que dedicar este extra infinito porque tú me subes el hype con esta pareja hasta el techo, no puedo evitar recordarte cuando los pienso, así que este capítulo esta escrito para ti con todo el amor del mundo. Te prohibo leerlo estresada eso si, no te presiones, mujer, este coso feo se quedara para siempre arriba, si quieres leelo en un año más, solo descansa y cuidate.
¡Espero que les guste!
¿Qué es una pareja destinada?
Una relación amorosa perfecta entre un alfa y un omega que nacieron para fundirse en la locura de la complementariedad.
Supe que Shorter Wong era mi persona predestinada apenas él se presentó en la mansión del clan Lee. La primera mirada fue nuestra advertencia para la tragedia. Aun con aquellos ridículos lentes de sol lo pude sentir, mi mente se desconectó para ahogarse en la irrealidad que desprendieron esos ojos, mi corazón se desgarró entre lo absurdo de lo lóbrego y la violencia del momento, las manos se me llenaron de una tórrida ansiedad, mi alma se impregnó con esas feromonas, las piernas me tiritaron para que una nauseabunda sumisión me escurriese por los muslos. El aroma de ese alfa me intoxicó para que todo mi ser se estremeciese. Y yo lo odié. Aborrecí la idea de conocer a Shorter Wong apenas él esbozó una sonrisa nerviosa y trató de acercarse como el nuevo guardaespaldas traído por mis hermanos, por eso lo evité.
Un omega no debía sublevarse a los alfas ¿no? Solo éramos máquinas para parir y prostitutas de medio dólar.
—Asqueroso.
Me arreglé el cabello frente al espejo, la tonalidad del rubor fue la misma carcajada de la muerte, las sombras fueron el coqueteo entre el veneno y el engaño, el beso de la agonía tuvo forma de labial, lo deslicé con lentitud sobre la palidez de la serpiente. No, yo nunca permitiría que alguien de ese repulsivo género me hiciese sentir así, prefería tragar dos litros de lejía durante mi celo a pasarlo con uno de ellos, ¿pareja destinada? Ni una mierda, me emborracharía con un cóctel de pastillas antes de ser marcado como omega. Mis manos alisaron la tela de aquel ceñido vestido, la belleza plasmada en el cristal no fue más que una muñeca quebrada, me mordí el orgullo, manchando mis dientes con carmesí. Solo por ahora sería esto, me abaniqué el rostro para evitar llorar, no podía romper aquella cortina. Que nadie lo viese, que nadie lo supiese. Los destruiría y luego el odio me acabaría. Sonreí, acomodando una margarita sobre mi oreja, irónico, la inocencia de esa flor perecería en tan putrefacta alma.
—Eres el vivo reflejo de tu madre. —La voz de Hua fue un maldito escalofrío, lo rancio de sus feromonas inundó la habitación—. Nunca me dejas de sorprender con tu belleza. —Sus manos se acomodaron sobre mis hombros, el macabro reflejo de su sonrisa me erizó la razón.
—Me alegra que mi apariencia sea de tu agrado, querido hermano. —Su pecho se apoyó contra mi espalda, mis piernas trepidaron en aquel taburete de terciopelo, él se inclinó para tomar de mi tocador un collar de diamantes y oro.
—No te vayas a olvidar de tu correa. —La joya fue suspendida contra mi cuello, su aliento acarició mi nuca en un espasmo, el roce entre sus dientes y mi piel me hizo contener una arcada—. No quiero que nadie te marque aun. —Aquella gargantilla no estaba lo suficientemente apretada como para colgarme de ella.
—Casi parece que tú quieres ser mi alfa cuando lo dices así. —Acomodé mis manos encima de mi regazo antes de mirarlo, una violenta brutalidad se encontraba suspendida dentro de sus pupilas y la tensión del perfume. La danza entre la inocencia y la seducción lo embelesó—. Deberías tener cuidado para que no lo malinterprete. —Bastó un suave aleteo de pestañas para que él suspirara. Estúpido.
—Lo he llegado a considerar. —Sus palmas se deslizaron alrededor de mis hombros, con lentitud, la frialdad de la seda contra mis huesos fue paralizante—. Después de todo somos de diferentes madres. —Su nariz se acomodó en mi cuello, un perverso jadeo escapó de lo más profundo de su garganta cuando él me olfateó—. Y tú hueles delicioso. —Pero qué deleite más grande era ser rebajado a la prostituta de Hua. No en esta vida. La risa del cinismo fue suave e hipnótica. No en la siguiente.
—Me halagas. —Las entrañas se me revolvieron para forjar un corsé—. ¿Hay algo que quieras que haga esta noche? —¿Qué importaba? Era todo un primor.
—¿Recuerdas la leyenda que solía contarnos nuestro padre?
—No.
—En uno de los pueblos que él visitó un día apareció una hermosa mujer, todos los hombres se volvieron locos por ella ¿sabes? Comenzaron a matarse entre ellos para hacerla suya. —Posé frente a lo efímero del fulgor para pretender que me importaba—. Cuando hasta el último hombre estuvo muerto hubo una tormenta. —Sus yemas se deslizaron por mi cintura, su rostro fue una mancha difusa en aquel tocador de bronce. La música de la fiesta se coló como una delicada bruma de mentira.
—¿Y luego? —Él me dio vueltas para que lo mirase al rostro.
—Ella rio bajo la lluvia. —La pestilencia de los cigarrillos fue sofocante, el sudor tuvo sabor a alcohol. Adicto de mierda—. Entonces sus ojos se tornaron del color de la sangre. —La obscenidad cargada en sus pupilas me presionó el pecho para cristalizarme en esa farsa—. Ella era el mismo diablo. —Elevé una ceja, acomodando un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—¿Tu punto? Vamos a llegar tarde a la fiesta. —Sus uñas se clavaron a mis mejillas, la aspereza de su palma fue desagradable. Tan grotesco.
—Tú tienes esos mismos ojos de puta. —Él no me dejó apartarme de su cara, la manía en su expresión fue tristemente cotidiana—. Quiero que uses tu encanto para ayudarme con Dino Golzine esta noche, tenemos que aprovechar que trajo a su mocoso. —Su hálito me enfermó, las risas de aquella ostentosa fiesta me marearon —. Usa tu naturaleza de omega e intenta ser de utilidad.
—Claro. —Me levanté del taburete, él repasó mi silueta con un descaro animal—. ¿Buscas entrar en una guerra o mantenerlo como aliado? —Su mano se acomodó sobre mi cadera. Ante sus ojos no era más que una muñeca.
—Ya veremos.
Una escalinata de marfil fue mi puerta hacia la perdición. Cuando mis zapatos hicieron eco y la apertura de mi vestido fue lo suficientemente obscena como para exponer la finura de mis muslos, cada una de las máscaras que se hallaban charlando en el gran salón dejó la monotonía para venderse a la lujuria. El brazo de Hua fue mi guía hacia el infierno. Los murmullos, la envidia, lo lascivo, la admiración, era un cóctel, ¡salud! La muñeca preferida del clan Lee, el único hijo nacido omega, jodida suerte. Mi hermano se inclinó cerca de mi oreja, con la sutileza de un asesino él me pidió que mirase hacia el centro en la pista. Mi garganta fue un nudo al reconocer a tan célebres figuras. Dino Golzine se encontraba presumiendo a su adorado lince, las piernas me tiritaron en el último escalón, la frialdad atrapada en esos ojos era bestial, casi inhumana. Una bonita chica lo estaba acompañando, chasqueé la lengua, no era un secreto que el magnate de la ciudad le estuviese buscando a su mascota una pareja destinada. Ash Lynx tenía tanto interés en su acompañante como yo en las estupideces que balbuceaban los de élite. Un fastidio.
—Hua-Lung. —La hipocresía se dio la mano—. Gracias por invitarnos a tan magnífica velada, las reuniones de su clan siempre son una exquisitez. —Con una palmada de espalda él me arrojó a los brazos de los demonios—. ¿Esa despampanante belleza es tu hermano menor? —La mirada de ese pederasta me revolvió las entrañas, sudor ácido se deslizó por mi razón, él tomó mis nudillos para depositar un beso sobre la luna.
—Yut-Lung Lee es nuestro más grande orgullo. —No pude evitar reír ante tanta falsedad, él no me dijo eso anoche luego de abofetearme. Con un movimiento coqueto me dejé envolver por Dino Golzine.
—Usted es todo un caballero, los rumores no le hacen justicia. —Oh, pero los rumores decían otras cosas, cerdo—. Es un galán, monsieur.
—Me avergüenza. —Un alfa interesado en jugar con otro de su especie—. Que chico más educado. —Eso significaba que tanto Ash Lynx como yo estábamos al final de la cadena alimenticia. El rubio me arrojó una mirada aburrida antes de regresar a su vacío.
—Su lince tiene una presencia bastante imponente. —Mis manos se hundieron sobre mis codos—. Se ve como todo un caballero. —Qué monstruosa era aquella frialdad en alguien con semejante belleza.
—Me he encargado de entrenarlo bien. —El parpadear del candelabro derritió mi maquillaje para que pereciese la magia—. Sino se lo hubiese prometido a la hija del coronel Fox me atrevería a pedir la mano de su hermano. —La amabilidad en el rostro de Hua se deformó. Me froté el ceño. Joder no.
—¿Ya está planeando enlazarlo con ella? —El verde de esos ojos fue una muerte anunciada. Si para un omega ya era degradante ser tratado como un trozo de carne...
—Estoy muy seguro de que esa chica es la pareja destinada de mi preciado lince. —¿Qué tan grande debía ser la humillación para un alfa? Al aludido no le importó—. Serán una pareja poderosa. —Le pedí a mi hermano que mantuviese la calma con un agarre de manos. Éramos una casa de muñecas.
—Eso es una lástima, estaba pensando que podríamos resolver la disputa de territorios con un matrimonio. —Oh, pero él jamás me lo consultó. Rodé los ojos para ser descubierto por Dino Golzine.
—Creo que eso sería un tanto... —Él frunció la boca, divertido—. Aburrido. —La paciencia de mi hermano se agotó con las cuerdas del reloj—. ¿Por qué no mejor convertimos esto en una amigable competencia? —Esa fue la primera vez que vi a Ash reaccionar. Esto tampoco le gustaba.
—¿Una competencia? —Trofeos para presumir—. ¿De qué tipo? —Un lince y una víbora, nos encerrarían en un matadero por mera diversión
—Quien tenga un descendiente primero se quedará con el dominio de la ciudad. —Se me heló la cordura al escuchar eso, traté de retroceder, sin embargo, Hua ya había clavado sus garras sobre mi muñeca—. Así le pueden empezar a buscar un alfa a Yut-Lung Lee. —No, no, ¡no! Me suicidaría antes de que eso pasara.
—Creo que es una excelente idea, monsieur. —Las feromonas que él desprendió me quemaron los pulmones. Grotescas y agrias. Cenizas y mugre—. De hecho tengo a un candidato perfecto. —La ansiedad me escurrió por los huesos, los diamantes de mi corazón fueron falsos, ¡no!
—Bien, entonces es un trato. —Ash Lynx ni siquiera se inmutó. Víctima. Éramos la misma clase de basura, él debería apoyarme en esto.
—Se te corrió el maquillaje. —Sus yemas se deslizaron por mis mejillas, lágrimas se me habían pegado encima del rubor, me acaricié la cara para impregnarme del color de la pena—. Deberías irte a arreglar. —Mi mente se quebró con tan espeluznante expresión.
—Entiendo. —Este acuerdo tendría un mal final para mí. El cliché de una tragedia.
—Ni se te ocurra hacer alguna estupidez. —Él me gruñó entre dientes—. Pronto tendremos un vínculo aún más especial, hermanito. —Tragar fue imposible en semejante masacre, mi muñeca cayó contra mi vientre. Me limité a asentir para poder escapar hacia el segundo piso.
La pesadilla se cerró con un portazo, mis piernas me arrastraron hacia el tocador, me dirigí frente al espejo, todo el maldito delineador se había escurrido con tan patético llanto, me acomodé las pestañas en su lugar, repasé el labial en una boca ya hinchada de tanto morderse para callar, respiré veneno, pensé cadenas, estaba bien, ¡sí! Claro que lo estaba. Mientras nadie viese a través de la inmundicia del clan Lee ellos me podían seguir vendiendo, era grandioso ser reducido a un trozo de animal. Temblé, mis puños se acomodaron contra el tocador, mi espalda se vio cargada por la crueldad del destino en una puñalada, el carmín escurrió hacia mi pecho para anunciarme la agonía. Un hijo. Un heredero. Era momento de ir pensando en mi suicidio. No dejaría que Hua me marcara. El estómago se me revolvió, las lágrimas se me acumularon entre los mofletes, todo por esta estúpida cara de omega. Oh, pero se me estaba corriendo el maquillaje, me lo limpié con fuerza, mis manos se empaparon de base, el carmín fue una sórdida mancha de sangre. Ellos me matarían como lo hicieron con mi madre.
Ja.
Que mal final.
—Idiota. —Fue lo que balbuceé sin fuerza frente al espejo. Los músculos me tiritaron en una dolorosa convulsión, intente tranquilizarme, no obstante, la presión se había estado acumulando por años. Me quebré—. ¡Idiota! —Solo arremetí con violencia contra el tocador deseando que uno de esos cristales acabase luego con mi miseria.
El fondo de la cadena alimenticia ni siquiera podía aspirar a una pareja destinada.
Patético ¿no?
—¿Hola? —Su voz me erizó la cordura, contuve la respiración cuando la puerta se abrió—. Escuché un ruido y... —Los lentes de sol se le cayeron por culpa de la impresión—. ¿Yut? —Genial, lo que me faltaba. Los pedazos del espejo crujieron bajo mis pies.
—¿Puedes largarte? Necesito estar solo. —Sin embargo, él entró, la violencia de lo inevitable estrujó mi frente.
—Es peligroso estar ahí. —Él me extendió una mano. Bajé mi mirada hacia el suelo, decenas de vidrios se encontraban repartidos entre mis pies y los restos del tocador—. Ven con cuidado. —Cientos de rostros iguales al mío yacían sobre una alfombra manchada con escarcha e inocencia robada. Presioné mis párpados con fuerza, el cuadro era una maldita pesadilla. Era un omega.
—¡Lárgate! —Mi cara era una monstruosidad, me la cubrí con nervio, deseando que el aire dejase de pasar para poder asfixiarme con la pestilencia de mis propias feromonas—. Debo terminar de arreglarme. —Mis manos estaban embarradas de base y lápiz labial—. Vete. —Un don nadie como él no debía desafiar a un Lee, si era inteligente correría.
—Eres tan terco. —El crujir del vidrio contra sus suelas fue espeluznante, sin pedirme permiso él llegó a mi lado para tomarme entre sus brazos. La tensión fue angustiante—. ¿Por qué no solo aceptas mi ayuda?
—¡Hey! —Poco le importó mi reclamo—. ¡Esto es una falta de respeto! —Él solo me alzó para sacarme de aquel charco de cristal molido.
—Estas usando un vestido, es peligroso. —Sus pantalones se habían pegado con algunos trozos, la tela se desgarró—. No te preocupes, mi traje es resistente —Reboté cuando él me dejó caer sobre la cama.
—¿Quién se está preocupando por ti? —Él rodó los ojos antes de arrodillarse para tomar mi tobillo entre sus manos—. ¿Siquiera sabes con quién te estás metiendo? —El áspero toque de sus yemas en mi pierna me escarchó la cordura. Me cubrí la nariz, el cuarto apestaba a él.
—Eres el chico que debería cuidar pero me ha estado evitando. —Relajé los hombros, prestándole atención. No era tan tonto como lo aparentaba.
—Te diste cuenta.
—No eres tan sutil como crees. —Electricidad recorrió mi columna vertebral ante tan galante expresión—. No deberías caminar sobre vidrio sino vas a tener cuidado. —Sus manos estaban empapadas de escarlata.
—Yo... —¿Cuándo me corté? Me mordí la boca—. Fue un accidente. —Qué triste era estar tan acostumbrado al dolor. Pero era un omega, no había otra forma de resistir
—¿Pasó algo? —Él soltó esa pregunta con una hilarante familiaridad. Como si no existiesen vendas el idiota se mordió el puño de la camisa hasta rasgarlo para improvisar una gasa—. Te veías realmente mal ahí abajo. —Hua notaría que llevaba el aroma de otro alfa. Me aferré a mi nuca, frustrado.
—¿Sabes? —Ese collar para perros me mantenía a salvo, esto era una mierda—. Si lo dices de esa manera casi parece que tienes interés en mí. —Lo altivo de mi declaración lo puso nervioso. Lindo. Él terminó de vendar mi tobillo con un lazo digno de un niño de preescolar.
—Es normal que tenga interés en mi pareja destinada. —Esa fue la primera vez que nos miramos a los ojos—. Eres la persona que está hecha para mí. —La mente se me aturdió bajo la magnificencia del momento, mis latidos fueron buques de hierro, la suavidad con la que él se acomodó a mi lado fue terrorífica. Las palmas me sudaron, mi vestido se manchó, mi rostro perdió la belleza.
—¿Lo sabes? —Que desastre. Esto no era digno del apellido Lee—. ¿Desde cuándo?
—Desde que nos conocimos. —Pero para ser digno debería dejar de ser Yut-Lung Lee. Esto era mucho.
—¿Por qué no dijiste nada si lo sabías? —La vacilación en sus pupilas fue reconfortante, al menos no era el único perdido, aquel masculino aroma de pronto no fue tan desagradable—. ¿Me estabas tratando de tomar el pelo?
—Quería darte tiempo para procesarlo, no parecías muy feliz con la idea de tenerme cerca. —Sus palmas tiritaron antes de acomodarse sobre las mías, aunque el roce fue inocente electrizó hasta el último de mis hálitos—. Pero no pude evitar seguirte al verte tan miserable en esa fiesta. —Sus latidos se sobrepusieron a los violines de la luna, sus nervios se matizaron en un estridente carmín, su sonrisa fue torpe y encantadora. Me relajé.
—Entonces no fue casualidad que me encontraras. —Que alfa más extraño, casi parecía humano. Él negó, el reflejo de las estrellas contra los trozos de vidrio pintó una infinidad de luces en el cuarto.
—Me preocupé cuando te vi llorar. —Sus yemas se deslizaron entre mis pómulos, con suavidad. La constipación le frunció los labios antes de repasarme con los restos de su manga—. Mucho mejor. —Parpadeé, atónito, al vislumbrar mi maquillaje sobre su prenda. El orgullo me ardió.
—¡No me veas! —Pero él no me dejó esconderme al sostener mis manos. Los omegas tienen cara para seducir, labios para hacer felaciones, cuerpo para ser usado y alma para sufrir. No hay nada más.
—Me gusta más cómo te ves así. —Venganza y dolor. El rencor era lo que me había mantenido resistiendo a los menosprecios de mis hermanos. No pude tragar—. No necesitas esconderte con eso. —El pecho me sofocó. Esto no me gustaba. Respiré brea y perdí tiempo.
—Con esta apariencia nadie me sacará a bailar. —¿Cómo podían presumirme sino era deseado? Una muñeca barata. La suavidad con la que Shorter se levantó de la cama fue atronadora.
—Pues yo te estoy invitando a bailar ahora. —La mente se me enredó frente a tan galante expresión, debía ser una broma, lo último que necesitaba era de una escoria como un alfa. Temblé cuando traté de correr. Mi razón me gritó que no. Tenía que arreglar la abominación que era mi cara y limpiar la falsedad del cuarto.
—Una sola pieza. —No obstante, mi corazón se sublevó para tomar las riendas. Su palma se acomodó encima de mi cintura, su aroma emborrachó mis grietas, la atmósfera fue magia bajo el reflejo del vidrio quebrado. La calidez de su sonrisa se deslizó por la comisura de mis labios.
—Entonces será una larga canción. —Y en lugar de comportarme a la altura de mi clan actúe como un idiota. No regresé a la fiesta para seducir a Dino Golzine, poco me importó Ash Lynx, lo único que quise hacer fue moverme entre sus brazos con la música del silencio como testigo y aquellos ojos como guía.
Y pasó lo que se supone que debía pasar en una pareja destinada.
Estar cerca de Shorter Wong se volvió más indispensable que el mismo oxígeno. Dejé de evitarlo para comenzarlo a buscar a escondidas de mis hermanos. Era extraño, yo nunca había tenido la oportunidad para establecer una relación normal, al ser el más joven del clan Lee ni siquiera se me permitía salir sin una escolta. No se lo admitiría, sin embargo, la felicidad que me provocaba escuchar su risa, saber de su día, perderme en sus anécdotas o entrelazar nuestras manos por accidente en los jardines, me dejaba sin barreras. A veces olvidaba que él era una alfa, a pesar de sus feromonas me resultaba agradable, casi seductor. Pero no. No podía olvidarlo, no cuando Hua me estaba constantemente presionando para hacerle competencia a Dino Golzine. Tener descendencia para complacer a su amo era el colmo para una mascota, no obstante, eso les daría el poder sobre Nueva York. No quería que el moreno viese esa parte de mí.
Asqueroso.
—Escuché que Ash volvió a rechazar a un pretendiente. —La profundidad en su voz fue intoxicante, el suave bamboleo del césped complementó la belleza del jardín, los rayos del sol fueron un rompecabezas bajo la sombra de los árboles.
—Ya se ha vuelto una noticia común. —Rodé los ojos, mi muñeca se dejó caer encima de mi frente, mi espalda cosquilleó al estar contra hojas secas—. Nadie parece ser lo suficiente para el gran lince de Nueva York. —Su respiración fue un tierno arrullo. Sus piernas se encogieron cerca de las mías.
—Él es una persona exigente. —Reí, mi cuerpo se giró para buscar su calidez, la punta de su nariz acarició la mía. ¿Cuándo lo empecé a querer tan cerca? No.
—Lo dices como si lo conocieras. —Él se restregó de manera mimosa para que el mundo se detuviese.
—Desde la correccional juvenil. —Las palabras no me escaparon por culpa de la sorpresa—. Él era un chico realmente grosero. —Su sonrisa cesó—. Él dijo cosas muy duras para alguien tan joven, parecía solitario, por eso sentí que debía hacerme su amigo. —Las entrañas se me revolvieron con acidez, la lengua se me enredó, el cuerpo me pesó. Otra vez él lo estaba haciendo.
—Lo estimas demasiado como para estar trabajando en mi clan. —El sol opacó la luna, por eso la noche se empeñó en odiarlo.
—Sus ojos me recuerdan a los de un ángel. —Las palabras de Hua me abofetearon como cadenas—. Ash es una persona interesante. —La luz y la oscuridad, el blanco y el negro, el sol y la luna. Fue en ese instante cuando comprendí que yo y Ash Lynx estábamos destinados a aborrecernos.
—Ya veo. —Éramos lo mismo—. Así será. —Pero éramos diferentes.
—No te lo tomes a mal Yut, él es mi mejor amigo. —El maldito alfa se podía dar el lujo de vitrinear pretendientes como trozos de carne mientras yo vivía aterrado de que el psicópata de mi hermano hiciese un movimiento contra mi nuca.
—No me importa lo suficiente. —Injusto hasta en el fondo de la cadena alimenticia. La tensión fue insoportable, él carraspeó para captar mi atención.
—No te he visto muy interesado en conseguir un alfa. —Los celos entrelazados a su voz no apaciguaron mi rabia, mis puños se hundieron contra la tierra, el corazón se me inundó de náuseas—. ¿No tienes pensado ver algunos pretendientes? —Me levanté, colérico. Claro que él no entendía.
—Mis hermanos ya hicieron esa elección por mí. —Los bendecidos con opciones jamás lo podrían ver. Estúpido. Él apretó mi muñeca antes de que me pudiese escapar, la desesperación trazada en sus facciones fue paralizante.
—¿Por qué presiento que ese alguien no soy yo? —No pude liberarme de su agarre. Maldije su fuerza, pero el mundo era así ¿no? El más débil solo podía encogerse y llorar en medio de la tormenta.
—Porque no lo eres. —Le bastó un tirón para que yo regresase a su lado—. Esto se sale de nuestro control. —¿Pareja destinada? Alguien como yo no tenía esa posibilidad.
—Yut... —Alguien como Ash Lynx tampoco debería tenerla—. No me gusta el rumbo que está tomando esta conversación. —Estábamos hechos con la misma clase de mierda.
—A mí tampoco pero no me puedo dar el lujo de pensar en otra cosa. —Mis huesos crujieron frente a semejante desolación—. Eres un alfa, estarás bien, puedes conseguir otro omega. —Mi consuelo lo fastidió. El rechinar de su mandíbula fue una provocación.
—No quiero que tú seas quién tome el control de Nueva York. —Reí. Pero que directa era su traición, al menos él tenía agallas—. Hacer eso sería atarte para siempre al clan Lee. —El dolor le arrebató mi muñeca, no quise comprender la punzada que desgarró mi corazón—. Ash ya tiene experiencia manejando pandillas, es el mejor candidato. —El sarcasmo se mofó, si quisiese decepcionarme me miraría en un espejo, que inútil era tener una pareja destinada.
—Esto ya no es tu asunto. —Obediencia ciega y lealtad absoluta. ¿Dónde estaban esos presuntos lemas? Que él no me dejase ir fue un fastidio.
—Es Hua, ¿cierto? —El alma me tiritó al escuchar su nombre, la garganta se me cerró en lo agresivo de los recuerdos, la piel me quemó para que me la quisiese arrancar. La violencia de sus feromonas se suavizó—. Es él. —El cambio en la atmósfera fue abrupto y amargo. No era un ángel, era un diablo.
—Lo es. —Como si estuviese a su merced él me deshizo para convertirme en un lío. Los latidos no fueron suficientes esa tarde. No éramos poemas, éramos trenes perdidos.
—Yut... —La determinación con la que él pronunció mi nombre me heló la sangre. Alcé mi rostro para encontrarme con un desconocido—. Deja que te marque en tu siguiente celo. —Mi carcajada se paralizó en el tiempo, me borré en el fulgor del pecado—. Es lo mejor, así que tus hermanos no podrán hacerte nada. —No debía olvidarlo.
—Si es lo que quieres. —Él era un alfa.
—Es lo que quiero. —Y yo era un omega.
El celo llegó.
Las feromonas suspendidas en aquel viejo cuarto de motel sofocaron la adicción, la oscuridad en la decadencia fue la chispa de peligro con la que él me sedujo, él se encontraba parado al frente de la cama, nervioso. Crucé una de mis piernas, divertido ante tan repentina timidez, sus manos vacilaron sobre los botones de su camisa, su expresión fue un poema contenido de deseo, suspiré. Yo nunca había querido pasar el celo con alguien, sin embargo, si iba a ser follado por Shorter Wong me aseguraría de tener un poco de diversión. Su aroma hizo que mis muslos se empaparan, me relamí, sintiendo como la cordura poco a poco se esfumaba, todo mi ser comenzó a arder para clamar por él. Alfa. Tan irreal. El corazón me punzó para que la piel me quemase, las palpitaciones en mi ano fueron ansiosas y molestas, el roce de mis pezones contra la camisa fue un recordatorio animal. Ya estaba erecto. Me incliné contra las sábanas.
Quería que él hiciera un desastre en mí.
—¿Qué estás esperando? —Separé las piernas para dejar expuesta mi entrada, el lubricante me escurrió del trasero hacia las sábanas, aquella camisa abierta no dejó nada a la imaginación.
—¿Estás seguro de esto? —Su rostro fue escarlata y lascivia—. Yo no quiero que te arrepientas, y... —La voluntad tembló frente a la tentación, dejé que la prenda cayese un poco más, su atención se enfocó en mis pezones, duros y necesitados, el pene me había empezado a gotear, el hambre era palpable entre nosotros dos.
—Entonces. —Me incliné un poco más—. ¿No me vas a follar? —Los restos de cordura que quedaban dentro de esas orbes se esfumaron. Después de todo...
Él era un alfa.
Él destrozó la prenda con la que me había cubierto, sus palmas acariciaron cada rincón de mi piel con una desbordante lujuria, la fuerza con la que me aferré a él fue atronadora. El vaivén entre nuestras lenguas fue excitante y caliente, su boca devoró la mía con una locura animal, sus dientes rozaron mi labio para clamarlo como suyo, sus ansias se deslizaron por mi cintura para aferrarse a mi trasero, jadeé cuando él lo apretó, el aroma de Shorter Wong era un éxtasis delirante. Perdí la razón cuando llenamos el cuarto con sonidos húmedos.
Sin romper la impudicia de aquel beso me deslicé hacia la hombría del más alto, sonreí, él estaba excitado, liberar aquella majestuosa erección solo intensificó el ahogo de las feromonas, mis dedos repasaron con una tortuosa lentitud su glande, un ronco y sensual gruñido fue pronunciado desde lo más profundo de su garganta, separé mis piernas para acomodarme encima de su regazo y así poderlo comenzar a masturbar. Su pene era la fantasía sucia de todo omega: largo, ancho y vigoroso. Mis yemas se deslizaron hacia su escroto, la electricidad poseyó cada una de mis venas, encerré su falo para empezarme a mover, él se hizo más grande. Sus dientes rozaron mi cuello con un exquisito erotismo, sin cambiar de posición él atendió mi excitación. El roce entre nuestros miembros fue caliente y obsceno, una sinfonía de libido se enredó entre nuestras lenguas, una placentera sensación me cosquilleó en el estómago para convertirse en fuego, la estimulación del moreno me hizo enloquecer. Mierda, se sentía bien.
—Y-Yut... —Eyaculé solo con escucharlo pronunciar mi nombre—. Voy a correrme pronto. —La chispa negra atrapada en esos ojos fue excitante. Un orgasmo delicioso. Me restregué en él.
Aumenté la intensidad de la masturbación, mi mano estaba completamente empapada con blanco, el salado sabor del sudor se había colado en lo candoroso del beso, el colchón rechinó cuando él se corrió para mancharnos de semen a ambos. No tuve tiempo para reaccionar, lo último que supe fue que estaba contra la cama con él entre mis piernas, la entrada me palpitó con una desquiciada ansiedad, apreté las sábanas, expectante, lo quería dentro de mí. Necesitaba que ese alfa me destrozara. Cerré los ojos, dejándome envolver por la esencia del moreno, todo el cuarto apestaba a él. Tan obsceno. Moví las caderas en el aire para exigirle atención.
—¿Qué estás esperando? —Aun en la irrealidad del momento pude pronunciar aquello, la amalgama de erotismo y ternura que fue Shorter Wong me paralizó, el rostro me quemó, los latidos me hormiguearon.
—Debo prepararte antes. —Separé aún más las piernas. La oscuridad dentro del cuarto hizo brillar el sudor perlado en su pecho. Fornido, masculino y galante. Joder, ¿siempre fue tan guapo?
—¿No ves lo mojado que estoy por ti? —Dije cosas que un omega diría—. Te deseo, Shorter. —Abandoné mi orgullo para rendirme a mi naturaleza.
—Yut... —Temblé ante lo sensual que fue esa expresión.
Un interruptor se activó dentro del alfa, un escalofrío me acarició la cordura, no pude respirar ante tan endemoniado atractivo. Una larga sonrisa se dibujó entre sus labios mientras recorría con sus yemas el interior de mis muslos, sus dientes rozaron mi piel como si fuese suya, su lengua fue una chispa placentera hacia la locura. El aire me aplastó ante tan violenta tensión, el deseo con el que fulguraron sus ojos me dominó. No me pude mover en aquel desborde de pasión, lo único que pude hacer fue aferrarme a las sábanas mientras su pene me llenaba. El aroma a sexo fue más oscuro que los gemidos.
Sus embestidas fueron despiadadas, la magnificencia de su miembro ahondó hasta lo más recóndito de mis entrañas, las piernas me tiritaron con cada movimiento, los pies se me enroscaron contra las sábanas, su palma se aferró con fuerza a la mía para que nuestros labios tomasen el control de la locura. Su sabor era vicio. Su aroma perdición. Él arremetió con violencia. El corazón me quemó, la piel me punzó con decenas de agujas que clamaron por él. Un placer venenoso. Todo mi cuerpo fue cubierto con una capa de su esencia, lo decadente del cuarto le confirió un toque sensual a esos ojos. Tiré de su labio, exigiendo atención, el dolor en mi pene me indicó que otra vez estaba erecto. Me estremecí cuando él golpeó mi próstata, él aprovechó aquel jadeo para lamer mi pecho. Se sentía demasiado bien. No pude soportar tanto placer.
—S-Shorter... —El nombrado arremetió con vigor en mi interior—. No te contengas. —Me di vueltas para quedar con el pecho contra la cama y darle un acceso completo hacia mi trasero.
—Eres tan sensual. —Sus labios acariciaron mi espalda con un sofocante magnetismo, sus palmas se aferraron a mi cadera como si fuesen terciopelo, ya no soporté más el calor de la habitación. Estábamos embriagados.
Una peligrosa, caliente, vibrante y dolorosa sensación consiguió que las piernas me trepidaran, ya no pude sostenerme ante tan intensas estocadas, todo mi ser tiritó con él, su lengua me saboreó para erizar mi voluntad, los músculos me cosquillearon, la sangre se me derritió, la tensión fue sofocante. Perecí. Antes de que pudiese procesar lo delicioso de aquel orgasmo sus dientes se clavaron sobre mi nuca para que su semen llenase mi interior. Fue como si el mundo se hubiese detenido. En lo efímero de aquel segundo y lo obsceno de un jadeo, mentes y almas se conectaron en una inexplicable unión. Sus latidos fueron míos, mi aliento tuvo su sabor, sus marcas fueron un deleite. Este lazo me uniría a él para siempre. Sangre goteó de mi nuca cuando él se separó. El ambiente cambió. En un cuarto de motel barato con aroma a sexo y condones viejos, ambos nos miramos con una dulzura infantil antes de acariciarnos. Gracioso ¿no? Por alguna razón ese se sintió como nuestro primer beso.
Pasamos cinco días de la misma manera.
—Eso fue increíble. —Su voz fue el aleteo de los sueños, sus latidos fueron la melodía de la hipnosis, me restregué contra su pecho, queriendo escuchar muchos más de sus secretos.
—No sabía que un celo se podía sentir así de bien. —El orgullo con el que sus yemas recorrieron su marca me quemó las mejillas.
—¿Nunca antes habías pasado uno con alguien? —Me limité a negar, mi cabello era un lío de sudor. Que desastre. El silencio en aquella habitación fue agradable.
—Siempre los reprimía. —Él se acercó, sus labios dejaron ilusiones sobre mi frente, el corazón me punzó. Shorter Wong era un alfa, fue extraño ser tratado con semejante delicadeza, deslicé mis yemas por los bordes de su cara. Tan guapo como torpe. Supuse que por eso él me gustaba.
—Yut. —Me limité a asentir, memorizando aquellas facciones con una devoción profana—. ¿No puedes olvidarte de esta estúpida disputa por los territorios y cedérselos a Ash? —La magia se quebró antes de que naciese entre nosotros dos. Retrocedí, herido.
—¿Por qué estás hablando de esto ahora? —Mis uñas se clavaron a las frazadas. Aquellas facciones que tan galantes me parecían ahora lucían patéticas bajo la nostalgia del sol. Él se acarició la nuca, constipado.
—Él me pidió que me uniese a su pandilla. —El mundo fue una maldita ironía, la sangre me hirvió para destruirme las venas, el alma me quemó con una ácida crueldad, no pude articular una sola palabra en ese jadeo, tomé una de sus camisas para arrojársela contra la cara.
—¡¿Y esperaste hasta este momento para decírmelo?! —Las lágrimas se agolparon en los ojos del diablo. Él trató de acercarse, sin embargo, aquella conexión dejó de ser importante.
—Ven conmigo, él dijo que podía acogerte si eso era lo que querías. —Lo golpeé antes de que me pudiese tocar—. No eres feliz en esa casa, tus hermanos abusan de ti. —Lo aparté antes de que me hiriese más. Mis dientes rechinaron, la razón se me gastó, el pecho me sangró, ¡cierto! Ahora tenía una maldita marca. Negué, levantándome de la cama.
—¿Tu lealtad está conmigo o con Ash? —Él no tuvo que decir nada para que yo lo supiese.
—Yut... —Él no tuvo que levantarse de la cama para romperme el corazón.
—Bien. —Él solo me lo quitó para dejarlo caer—. Así serán las cosas. —Y en lugar de ayudarme a recogerlo él se fue.
Los meses sin él fueron amargos. De alguna manera me las ingenié para evitar a Hua y su enfermiza obsesión con marcarme, el aroma no fue difícil de ocultar para un experto en química, sin embargo, Wang se convirtió en un problema, la cabeza del clan Lee se había interesado de manera delirante en algunos suicidios y asesinatos que estaban atormentando el corazón de la ciudad. No era propio de él prestarle atención a los omegas, éramos contendores de semen ¿no? Algo se traía entre las manos. Y justo cuando pensé que la vida no podía ser más irónica lo conocí.
Odié a Eiji Okumura desde aquella fatídica entrevista. El chico no solo era un rostro simplón, sino que además tenía la lengua demasiado suelta.
—¿No te molesta ser usado de esa manera? Eres un omega y has hecho cosas destacables para tu edad.
Aborrecí la estupidez que se trazó en sus facciones, me enfermó el nervioso tiritar de sus manos sobre su regazo, me dio gracia el pánico de Shunichi Ibe al no poderlo callar. Lo detesté. ¿Quién se creía que era?
—¿Esa es la forma en que quieres conseguirlo? Puedes hacerlo mejor.
Sí, yo realmente lo odié. Como sino fuesen nada él hizo reales las cadenas que yo había intentado contener por años
¿Molestarme? ¡Claro que me asqueaba! Al carajo que fuese importante para mis hermanos obtener esa mugrienta parte de Nueva York, estaba más que enfermo de ser su fachada bonita, el aroma de los cosméticos me revolvía las entrañas, lo terminal de la peste infectó mi alma para desgarrarla, aquella maldita marca solo era un recordatorio de lo que no pude mantener. Porque todo el mundo elegía a Ash Lynx sobre mí, él era tan especial, él poseía los ojos de un ángel, ¡ja! ¿Qué tenía de grandioso el imbécil? Se la había pasado degradando a los de mi género al rechazarlos como putas de a dólar. Así que grande fue mi sorpresa cuando conocí al amante del lince. Lo escalofriante de esa relación fue que aquellas barreras desaparecían cuando se trataba del japonés, eso llamó mi atención. Y aunque al principio solo me acerqué para fastidiarlo, acabé recibiendo a mi primer amigo. Eiji Okumura era una persona extraña. Quizás lo que nos hizo encajar fue su naturaleza de beta, tal vez aquella intrínseca bondad fue lo que me robó el corazón, probablemente me gustaba que él no temiese confrontarme a pesar de mi apellido ni repudiase la idea de tratarme como su igual. Con él, ser el fondo de la cadena alimenticia no parecía ser un tema.
—¿Estás seguro de querer hacer esto? —La estridencia del cierre fue el broche de oro para aquel vestido, el resplandor en el cuarto fue melancólico, la noche tuvo un sabor delicado—. La subasta puede ser peligrosa. —La suavidad con la que se dio vueltas en aquel tocador me erizó la sangre.
—¿También me vas a subestimar como Ash? —No lo admitiría en voz alta, sin embargo, Eiji Okumura era toda una belleza. Mis yemas dejaron brillo sobre su arco de cupido.
—No te estoy subestimando. —Irónico. Hace un par de días era yo quien le estaba dando un discurso moralista al lince de Nueva York sobre por qué debía ser este beta quien fuese a recolectar información sobre banana fish, no obstante—. Pero me preocupa que te sientas presionado. —No quería perderlo. Le di la mano para que se parase del tocador.
—Quiero ser de utilidad en esto. —Si a Ash no se le caía la mandíbula al verlo vestido así le buscaría un pretendiente más decente al japonés, mis manos alisaron la seda sobre sus curvas. Lindo.
—¿Por qué insistes tanto con él? —Sus ojos fueron la ilusión hacia la ingenuidad—. Él se ha portado como todo un idiota contigo. —Para mí desgracia había acabado demasiado involucrado en la decadencia de la ciudad. Sino me vendía a la cautela mis hermanos sospecharían de aquella traición.
—¿Cómo puedes saberlo? —Crucé mis brazos antes de elevar una ceja—. Suenas bastante confiado. —La indignación tuvo sabor a cenizas de cigarrillos.
—Las paredes tienen oídos. —Bones tiritó del otro lado de la puerta, rodé los ojos.
—Solo queríamos despedirnos de Ei-chan. —El quejido de Skip fue infantil.
—¡Es verdad! ¡Queríamos desearle buena suerte! —El resto de la pandilla apareció al haber sido delatada. Que suerte tenía ese idiota al estar rodeado de tanta lealtad, las yemas se me deslizaron por los huesos, los finales felices no existieron para dos de los géneros.
—También encontramos a alguien más en el camino, Yue. —El japonés se tensó al desconocer aquella pequeña silueta, acomodé mi palma sobre sus hombros antes de presentarlos.
—Él es Sing Soo-Ling. —Lo único bueno que había salido de aquel caos en Chinatown fue conocerlo a él—. Él será el encargado de cuidarte. —Contuve una carcajada contra el dorso de mi mano al vislumbrar tan atontada expresión en mi subordinado. Sus mejillas se encendieron, las pupilas se le dilataron, el aire se le atoró. Mi chico era todo un rompecorazones.
—Mucho gusto. —El de ascendencia china se inclinó—. Haré un buen trabajo como guardaespaldas. —El golpetear de la puerta volvió a captar nuestra atención.
—Señoritas, ya va a ser hora de la subasta. —La aspereza en las palabras de Frederick Arthur fue un maldito escalofrío—. Dejen de parlotear para que se puedan ir. —Había algo en esos ojos que no me gustaba.
—Vamos enseguida. —La luna aborrecía al sol porque le había robado toda la atención, sin embargo, ese alfa era como un agujero negro. Succionaba vida, arrasaba con la realidad, robaba colores. El tipo de envidia que él sentía hacia Ash no se parecía a la mía.
—Ustedes... —Su sonrisa fue larga y lánguida—. Se ven bastante apetitosos. —Chasqueé la lengua antes de cerrarle en la cara la puerta. Que fastidio. Aunque aborrecía al lince de Nueva York él era una persona importante para el japonés. Suspiré, repasando por última vez aquella obra de arte.
—No confíes tanto en Arthur, puedes salir lastimado. —La suavidad con la que mis dedos se deslizaron lo enterneció—. No todos saben recibir la compasión. —La dulzura en su sonrisa me destrozó.
—Tú tampoco sabías recibirla pero aquí estás. —Él acomodó un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Deberías ser un poco más compasivo contigo mismo y hablar con Shorter. —Mi carcajada fue pesada y sarcástica, la oscuridad en el cuarto fue una ilusión, el perfume suspendido me quemó.
—No tengo nada de qué hablar con ese traidor. —Mis brazos fueron barreras—. Sing dirige mucho mejor Chinatown. —Mi corazón un ancla con lluvia. Mis yemas se hundieron sobre la marca, mi garganta se cerró en un nudo de plomo. ¡Mierda no! No admitiría que lo extrañaba.
—Yut.... —Él hizo su elección.
—Vamos. —Y yo hice la mía.
La desesperación que consumió a Ash cuando Eiji se subió al escenario fue algo que nunca podré olvidar. Ese hombre no le temía a la muerte, sin embargo, cuando se trataba del japonés caía al borde de la desesperanza, el idiota ni siquiera se había percatado de lo enamorado que estaba. Un disparo, un plan de escape, risas, cigarrillos, murmullos, caricias. Todo perdió importancia al confrontar al verdadero enemigo.
Dino Golzine y su preciado banana fish.
Hua se enteró de mi traición hacia el clan Lee y me vendió como la puta que era a aquel proxeneta. Las semanas que pasamos encerrados como conejillos de indias no fueron más que quimeras. El llanto de Eiji mientras suplicaba por piedad, las constantes visitas de Arthur a su celda, la intensidad de mis propias feromonas arrastrando mi cordura hacia el colapso, el terror de perder a Shorter Wong por esa sustancia de mierda. La mente creaba cajas para que pudiésemos guardar los problemas. Las únicas imágenes que recordaba de aquel infierno eran las súplicas de mi alfa para que permaneciese a su lado. Ash Lynx se pudo haber demorado menos en el rescate, que servicio más deficiente, sino me hubiesen convertido en una máquina para parir yo lo habría hecho mejor. Salir de ahí nos dio la oportunidad para fabricar un suero. Lo hilarante de la vida perdió gracia cuando contemplé por primera vez vergüenza en el japonés. Él estaba consciente de lo terrible que era ser un omega, él había encarnado el desprecio y el vicio al hacerse pasar por uno. Estúpido ¿no? Aun sabiendo eso él sufría porque anhelaba ser la pareja destinada del rubio. Fue ahí cuando entendí que Eiji Okumura no era especial por ser un beta, él era especial porque era él.
Tenía miedo de admitir lo mismo con Shorter Wong.
¿Qué pasaría si lo dejaba de ver como un alfa para empezarlo a mirar como una persona?
No.
Claro que no.
Él solo era un alfa.
El destino volvió a hacer de las suyas cuando Eiji fue confirmado como beta en una última prueba, maldición, nuestra única opción fue probar el suero con Shorter. Peligroso. El efecto que aquel derivado de banana fish tuvo jugaba con las mismas zonas que atacaba el estrés post traumático, por lo que luego de neutralizar esa mierda debía considerar en buscarle una terapia cognitivo-conductual para atenuar los síntomas, sin embargo, lo primero era sacar esa basura de su organismo. Fueron días difíciles para el alfa, alaridos desgarradores me mantuvieron despierto hasta las tres de la mañana, aún en una clase de delirium él se negaba a soltar mi mano, ese era el poder del vínculo de un destinado, la cordura del más alto estaba eclipsada por el instinto y aun así me llamaba con la inocencia de un niño.
Ash jamás lo visitó.
El lince de Nueva York parecía haber tomado una especie de decisión suicida luego de la muerte de Ibe. Él miraba a Eiji como si estuviese listo para darle un adiós. Él era un jodido problema, pero tenía cabeza para una sola cosa y por el momento el moreno era mi prioridad. No me pagaban lo suficiente para trabajar tanto, sin Sing habría enloquecido. Suspiré. Aunque ahora ambos éramos fugitivos del clan Lee. Brillante. Despediría al guionista de mi vida por hacer un trabajo tan mediocre.
—¿Yut? —Esa fue la primera vez que él me logró llamar, la humanidad dentro de sus pupilas volvió a fulgurar—. ¿Qué fue lo que pasó? —Él se hizo pequeño frente a la magnanimidad del laboratorio, la intravenosa en su muñeca lo hizo tiritar.
—¿Qué es lo último que puedes recordar? —Sus movimientos fueron lentos y torpes. Me mordí la boca antes de acomodarme a su lado. Le haría un examen mental.
—Que estaba en la camioneta con Arthur y Eiji antes de que nos chocaran. —Bien, la narración de Shorter era ordenada y concreta, no quedaron problemas en el habla—. Ash... —Lenguaje coherente y fluido, parecía padecer de bradipsiquia leve al recién despertar. Él se frotó el ceño, frustrado. Problemas de memoria.
—Él está bien. —Acomodé mi palma sobre su hombro, él se trató de encoger, sin embargo, el cuerpo no le respondió bien. Problemas de psicomotricidad y labilidad emocional. Bien, pudo ser peor.
—No lo entiendo. —Al menos el juicio y el sentido de realidad quedaron intactos, podía trabajar con eso—. ¿Qué estás haciendo tú aquí? —Me senté a su lado en la inmensidad de la camilla, él entrecerró los ojos bajo el enfermizo parpadear de las luces, su palma se aferró a la mía.
—Arthur los traicionó y trató de hacer a Eiji su omega con banana fish. —La perplejidad en su mueca detuvo las manecillas de mi reloj, mis dedos se deslizaron alrededor de su muñeca, aún con la intravenosa se podían vislumbrar las marcas de esos psicópatas—. También la probaron contigo.
—¿Le hice daño a alguien? —Cada persona tenía una reacción diferente a las sustancias de adicción, por eso los tres tuvimos síntomas residuales tan distintos, el género también influyó. Me sobresalté cuando sus yemas se deslizaron sobre las cicatrices de mi piel.
—No.
—Tú... —La tristeza con la que él pronunció eso no la quise comprender—. ¿Por qué estuviste ahí? —Él estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantenerse coherente. Relajé mis hombros, subí mis rodillas hacia la camilla, su calidez fue atronadora.
—Mis hermanos descubrieron que estaba ayudando a Ash. —No dejé que él bajase el mentón al acunarlo entre mis palmas—. Pero yo parecí ser el menos afectado en todo esto, quizás ya tenía algo de resistencia desarrollada a esa clase de mierda. —Injusto ¿no? Trataba de odiarlo pero él ponía esa clase de expresión.
—¿Eiji está bien? —Asentí, el silencio en el laboratorio nos arrastró a un oasis de irrealidad—. ¿Tú estás bien? —Lindo. Cuando él se portaba de esta manera casi parecía un humano más.
—Sino fuese un omega ellos no me habrían despreciado así. —Con un suave movimiento él negó en la fantasía de un poema, la estridencia de sus latidos golpeó sus yemas, la melancolía atrapada en sus ojos me arrastró—. Si hubiese nacido diferente sería respetado.
—¿Sabes qué fue lo que me dijo Ash cuando recién nos conocimos? —El desagrado en mis facciones provocó una risa, la garganta se me cerró frente a tan reconfortante sonido.
—¿Qué fue lo que te dijo? —Lo había extrañado. Aunque llevaba semanas apestado con sus feromonas las necesitaba más que nunca.
—Las personas hieren solo para lastimar a los demás, ellos solo quieren poder y alguien a quien pisar. —La tensión en el aire fue delicada—. Los débiles encuentran a alguien incluso más débil que ellos y lo lastiman. —Su sonrisa me comprimió el corazón—. Él tenía solo 14 años cuando lo conocí, y a pesar de ser un alfa pude adivinar por lo que había pasado. —El aire se hizo estática dentro de esos ojos.
—Pero... —Necesitaba odiar a los alfas.
—Yut... —Necesitaba aferrarme al rencor con dientes y garras. Vivir para aborrecer, destruirme para acabarlos, resentirlos para poder respirar—. A tus hermanos nunca les importó tu género, ellos habrían encontrado otra excusa para herirte porque son esa clase de escorias. —Necesitaba odiarlos para tolerar la idea de ser un omega. Bajé la barbilla y apreté mis puños.
Necesitaba odiarlos para no odiarme.
—¿Realmente crees que habría sido así? —Aún con la voz torpe y los movimientos retraídos él acunó mis mejillas.
—Lo creo. —Necesitaba a quien odiar para mantenerme vivo. La mirada me punzó, el corazón se me desgarró, la jaqueca me destrozó—. Así como yo me habría enamorado de ti aunque fueses un beta o un alfa. —El hálito fue un buque hundido, no pude soportar tanto amor en la finura de una mirada.
Fue en esa confesión que entendí que Shorter Wong era mucho más que un simple género.
—Tú... —Todo el rostro me enrojeció—. Estas diciendo idioteces. —¿Qué tan fuerte me había pegado la estupidez para que lo encontrase irresistiblemente atractivo?
—No estoy seguro de lo que pasará con todo esto o con Dino Golzine. —Su palma se entrelazó a la mía, sus pestañas cosquillearon sobre mi cordura—. Por eso no quiero arrepentirme, llevamos mucho tiempo peleados, no vale la pena. —Supuse que él era igual a Eiji en ese sentido.
—Tenemos otras cosas de que preocuparnos antes. —Quizás el sol también le tenía miedo a su propio brillo. Él no me dejó levantarme de la camilla al aferrarse a mi muñeca.
—Yo no escogí a Ash sobre ti. —En el tiritar de sus párpados vislumbré el esfuerzo que él estaba haciendo para mantenerse consciente, él estaba adolorido—. Pero creí que esa sería la manera más efectiva de mantenerte lejos de tu familia.
—Lo estás interpretando a tu conveniencia.
—No lo hago. —Habían cosas que no debían ser dichas y pensamientos que jamás debían ser formulados—. Tú no quieres el control de la ciudad, ¿no es así? —Porque luego de hilarlos la realidad ya no podía salir de su país de las maravillas.
—Tienes razón. —Odiaba admitirlo, sin embargo, Nueva York nunca me importó. Mis planes se encontraban enfocados en derrumbar al clan Lee y luego interceptar el gobierno chino. Me mordí la boca, recordando la fatídica expresión de Ash—. Shorter... —En un par de días Eiji regresaría a Japón—. ¿Quieres aprender acupuntura anestésica?
—¿Esas agujas raras que usas? —Rodé los ojos antes de asentir—. ¿Por qué? —El cuerpo del moreno no regresaría a la totalidad de sus capacidades a tiempo para evitar una masacre.
—Precaución. —No pude quitarme la sensación de que por Eiji Okumura el lince buscaría su propia muerte.
Y sucedió lo que tenía que pasar.
La relación entre Shorter y yo adquirió un rumbo natural, aunque su presencia siempre fue una maldición indispensable que traté de evitar, esta vez sentí que ya no podía perderlo. El moreno aprendió con una impresionante maestría sobre acupuntura anestésica, Sing fue quien me ayudó a mantener el orden en Chinatown durante semejante caos. Cuando Eiji se fue supe que Ash Lynx estaba listo para morir. Luego de una charla fúnebre donde ambos compartimos el dolor y el vacío que dejó la presencia del japonés el rubio se escabulló en medio de la noche para escribirse un punto final. Si bien no confiaba en la completa recuperación del alfa y dudaba severamente de las capacidades de su pandilla, enviarlos fue mejor que no hacer nada. ¿Qué sería del beta si algo le llegaba a pasar al idiota de su amante? Ni siquiera quería tener que imaginar la angustia que esbozaría. No podía perdonarme el quedarme de brazos cruzados. Y gracias a una genialidad que nadie me atribuyó el imbécil se salvó.
Y así como Ash Lynx escogió vivir, yo elegí dejar de odiar.
Eiji tenía razón, yo era impresionante a pesar de ser un omega porque el género no significaba nada.
Aunque el japonés debía regresar a su país natal su corazón no pudo abandonar a su alma gemela. Y como si estuviesen dispuestos a dejarlo todo por el otro, ellos escogieron amarse. No como alfa y beta, sino como Eiji Okumura y Aslan Jade Callenreese. Ellos me ayudaron a comprender la verdadera naturaleza de un vínculo destinado.
¿Qué es una pareja destinada entonces?
Las estaciones cambiaron con una impresionante velocidad. La vida se me fue como páginas de libros. No todo fue sencillo en la promesa del futuro, el lince de Nueva York era una persona repleta de heridas y traumas, tal como yo, él tuvo que someterse a años de terapia para permitirse una vida normal, sin embargo, el petulante se las arregló para entrar a Harvard y convertirse en el icono de la ciudad, ya no como monstruo, sino como ojos de ángel. Mi chico predilecto se atrevió a desarrollar su talento con la fotografía, sus imágenes eran toda una inspiración, y como era de esperarse de alguien tan terco y bondadoso él acabó entrenando a la pandilla para convertirlos en sus asistentes. Él fue una segunda oportunidad para todos nosotros.
Shorter y yo éramos puntos suspensivos...
—He estado pensando en ponerme a trabajar en el restaurante de Nadia ¿sabes? —Al no tener a dónde más ir ambos acabamos rentando un departamento en el centro de Chinatown, él estaba sentado en un viejo y roñoso sillón—. Aunque Ash me sigue delegando cosas tengo demasiado tiempo libre. —Yo estaba acomodado sobre su regazo, mis piernas colgaron en el brazo del asiento, mi nuca se apoyó contra su cuello.
—Tu cocina es horrible, eso sería todo un insulto para la cultura china. —Las palabras de Sing fueron filosas y despiadadas. En los últimos años aquel beta había crecido un metro y cinco tallas. El ceño el moreno se tensó.
—Si tanto desprecias mi sopa deja de pedirla en el restaurante. —El más alto despegó su atención de los libros que tenía encima de nuestra mesa.
—A Eiji parece gustarle tu sopa. —El sonrojo en sus mejillas me enterneció. Mi chico era todo un rompecorazones, que orgullo más grande—. Por eso la sigo ordenando... —Él ni siquiera pudo terminar de hablar, la vergüenza lo abrumó.
—Que Ash no te vea poner esa clase de cara cerca de su amante. —El más joven chasqueó la lengua, colérico. Su corazón batallaba entre la admiración y el amor, a pesar del dilema él quería ser como el aludido. Ash Lynx era todo un personaje. Que mente más enigmática
—No me molestes. —Shorter dejó caer su espalda contra el respaldo, sus manos se aferraron a mi cintura. ¿Cuándo mi dulce Sing Soo-Ling se convirtió en un adolescente malhumorado?
—Pero se te nota tanto que babeas por Eiji, al menos deberías disimularlo. —El carmín fue hilarante—. Tienes suerte de que él sea despistado. —Aquello era parte de su encanto. El más joven se levantó de golpe de la mesa, sus palmas se clavaron sobre los libros, el rechinar de su mandíbula se deslizó con el viento.
—¿Y qué hay de ustedes dos?
—¿A qué te refieres con eso? —El mentón de Shorter reposó contra mi hombro, sus palabras me erizaron la piel—. Nosotros estamos bien. —El bricolaje de feromonas suspendidas en la habitación fue embriagador. Magnético.
—Ustedes ni siquiera son pareja pero se la pasan pegados. —Las mejillas me cosquillearon con una violenta electricidad, el corazón me arremetió la cordura hasta destrozarla, sus caricias fueron fuego contra mi piel. Shorter parpadeó, confundido.
—¿No lo somos?
—¡Claro que no! —No existió léxico suficiente para expresar mi indignación, tomé un cojín para arrojárselo a Sing del otro lado del cuarto, su carcajada fue un fastidio, su mueca una burla.
—Pero nos gustamos y vivimos juntos, pensé que ya éramos novios, hasta pasamos los celos como amantes. —Las cejas me temblaron, la mandíbula me pesó. Humillante
—¡¿Cuándo he dicho que me gustas?! —Él no me dejó escapar al estar poseído por el pánico, sus brazos convirtieron en oportunidades el espacio entre nosotros dos. Sus ojos fueron sueños. Sus labios expectación.
—¿No es obvio? —¿Quién diablos se creía que era?—. Pones una cara muy linda cuando me miras, es adorable. —No dejé el clan Lee para ser rebajado a esto.
—¡Cállate! —La lentitud con la que sus labios rozaron mi cuello me hizo tiritar. No lo aceptaría.
—No seas así conmigo, cariño. —Claro que no lo haría—. Tarde o temprano tú y yo terminaremos juntos. —Tenía un orgullo que proteger.
—No en esta vida.
Pero el autor del destino parecía odiarme y aquella profecía se cumplió.
Estar juntos era algo tan agradable que ni siquiera me percaté de lo enamorado que me sentía hasta que un día desperté casado a este idiota y con una hija. Qué extraña era la estabilidad, tener que aferrarme a alguien no me dejaba de asustar. Y acá estábamos ahora. Dos personas que se amaban con una locura misteriosa y habían elegido formar un vínculo. Mis manos se acomodaron sobre su camisa, mis dedos terminaron de arreglar el desastre que él había dejado en esa corbata, alisé sus hombros, con lentitud. Shorter Wong era un hombre realmente guapo.
—Vamos a tener que pagarle extra a Nadia por hacer de niñera. —Su sonrisa fue un vuelco para mi corazón, contuve la respiración, mirándome por última vez en el espejo. Perfecto.
—¿No se nota? —La suavidad en las facciones de mi amante fue un delicado velo de calma. Él se inclinó para dejar un beso sobre mi vientre. Lindo.
—Aún no se nota. —Sus palmas repasaron con suavidad mi estómago—. Y aun con pancita te ves adorable. —Esa expresión no me dejaba de fastidiar. Suspiré, permitiendo que sus brazos me acunasen. Sus feromonas eran toda una adicción.
—No quiero que se lo digas a nadie todavía. —El roce de sus latidos tuvo una dulzura gentil, cerré los ojos, dejándome embriagar por la melodía de su pecho—. Y quiero que Eiji sea el primero en saberlo. —Su risa me arrastró a un océano de tranquilidad. La noche tuvo un sabor agradable.
—Ni siquiera intentas disimular tu favoritismo por él.
—Es mi mejor amigo y mi fotógrafo exclusivo, tengo derecho a hacerlo. —Sus labios dejaron ilusiones sobre mis mejillas, la caricia fue inocente y coqueta. Viciosa.
—Sing nos va a encontrar allá, ¿cierto? —Los tacones rechinaron cuando me di vueltas para poderlo mirar, mis brazos se enredaron alrededor de su cuello, mis piernas me alzaron para tocar el cielo.
—Él quería pasar a comprar flores antes de la inauguración. —Su nariz se posó contra la mía, nuestras pieles se clamaron con la misma intensidad que nuestras almas—. Me siento orgulloso de que se haya decidido a publicar un libro, mi Eiji es un chico talentoso, el mundo debe saberlo. —Él me acomodó mechón detrás de la oreja, el cuarto perdió realidad bajo el fulgor de esos ojos. Ni siquiera esos ridículos lentes de sol lo lograron opacar.
—¿Cómo me dijiste que se llamaba el libro, Yut? —Una relación amorosa perfecta entre un alfa y un omega que nacieron para fundirse en la locura de la complementariedad. Aquello ni siquiera se acercaba al significado de tan vasta conexión.
—New York Sense. —¿Entonces qué significaba tener a una persona destinada?
—Me gusta, capta bien la esencia de sus fotografías. —Era un vínculo entre dos almas que se encontraron por accidente mientras recogían sus pedazos. Era incondicional, era eterno, era tanto que sería un insulto reducirlo solo una conexión entre géneros.
—Ya deberíamos irnos. —Y así como Ash Lynx y Eiji Okumura escogieron hacer su propio destino y convertirse en la complementariedad del otro.
—Sí. —Shorter Wong y yo elegimos ser las piezas que se completaban—. Lo malo de estos eventos es que no puedo ser tan empalagoso como quisiera contigo. —No porque éramos alfa y omega.
—Codicioso. —Él se inclinó para robarme un beso, la galantería en su sonrisa fue abrumadora mientras dejábamos el apartamento.
Sino porque éramos él y yo.
—Solo por ti.
Y ser nosotros estaba bien.
Ese era el verdadero significado de una pareja destinada.
Dos personas que se amaban lo suficiente como para que les dejase de importar el destino.
¿Adivinan como finaliza esta historia? Con el extra de New York Sense, como debe ser~ El cual lo subire el fin de semana y con esto se nos va el fic, muchas gracias por todo el cariño.
¡Cuidense!
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