Capítulo 7.
¡Hola mis bonitos lectores! No pude subir mi actuación siempre fastidiosa pero bien intencionada el día que quería porque soy del porcentaje débil que se enferma con facilidad y tiene una salud bien precaria, pero estoy viva y acostumbrada.
Este fue el capítulo que más modificaciones le metí pero ya a nivel de historia, nada que cambie el curso pero quien lo leyó lo notará, estoy segura, perdón. Muchas gracias a las personas que se toman el cariño para leer, este capítulo es de Eiji.
¡Espero que les guste!
Me enamoré del mar pero ambos rompimos en llanto, fuimos de espaldas, sin embargo, me persiguieron los pedazos de la remembranza, ahora que soy un navío en el océano de la desolación puedo ahogarme en los susurros de la confusión.
Me alcé en la punta de mis pies, los huesos me tronaron cuando traté de llegar más arriba, di un pequeño salto solo para volver a caer, ni siquiera pude rozar la tapa del libro. Suspiré, buscando una escoba para empujarlo o algún taburete para subirme. Esa mañana me había escabullido en una de las habitaciones prohibidas del segundo piso tras haberle robado la llave a Ash. El cuarto constaba de un escritorio, decenas de libreros, cajoneras con folios de papeles y un ordenador, no había que tener 200 puntos de IQ para adivinar que ahí guardaban lo relacionado a la investigación. El aroma a suciedad me revolvió las entrañas, me volví a estirar solo para que una mano más grande me arrebatase el manuscrito.
—¿Este era el que querías? —Un escalofrío recorrió cada fibra de mi alma cuando su voz se amartilló contra mi nuca. Apenas me di vueltas la altanera sonrisa de Arthur me recibió bajo el murmullo del sol, el libro pendía con orgullo entre sus dedos.
—Ese era. —No vacilé antes de arrebatárselo, él elevó una ceja para encarnar la petulancia. Ególatra.
—No sabía que tenías permitido estar aquí. —Con una actuación de papel me dirigí hacia el escritorio para seguir apilando el material de mi investigación. La torre se tambaleó tras acomodar mi nueva adquisición, aspiré, orgulloso de esos documentos.
—No sabía que tú tenías permitido estar aquí. —Sus pupilas chispearon repletas de altanería frente a semejante confrontación—. ¿Lo tienes?
—No lo tengo. —Sus manos se deslizaron por mi cabello, la caricia fue reconfortante—. Pero te he estado siguiendo toda la mañana. —La estática se perdió bajo la tenue fragancia a cigarrillos camel entremezclada con gasolina. Ya se había vuelto costumbre ahogarme en tan masculina presencia, casi familiar.
—No sabía que eras un acosador, Arthur. —Mi atención pendió desde sus palmas ensangrentadas hasta sus ropas deshechas, hubo un mal presentimiento en la nitidez de ese añil.
—No lo soy pero me preocupaba que te metieras en problemas. —Lo supe por el palpitar taladrando mi cabeza, por el sudor corroyendo mi cordura y las desoladas palabras de un príncipe enjaulado en una niebla de compulsión.
—Que amable. —Pero él no era mío ni quería pertenecer a esta historia—. ¿Fuiste a patrullar hoy? —La boca se me llenó de óxido bajo tan juguetona mueca—. No recuerdo a quien le tocaba. —Su respiración se agolpó en mi frente, los nervios se me acribillaron en la espina dorsal, tenerlo tan cerca era extraño.
—Fui yo. —Tenía un presentimiento desastroso retumbando en mi mente, no obstante—. Pero no hemos avanzado mucho en la investigación. —No lo escuché.
—Shorter me dijo lo mismo. —Nunca lo hacía. Como si el piso fuese lo más interesante del mundo, lo contemplé.
—Creo que esto de los patrullajes no está funcionando. —Sus yemas se deslizaron por los folios para hojearlos—. Aunque tengamos al heredero de los Lee siento que no estamos yendo hacia ningún lugar. —Densas lagunas de fatiga habían coloreado mi piel, los engranajes de mi consciencia se hallaban corroídos, el estrés era delirante junto al dulzor del café.
—Creo lo mismo. —Necesitaba una inyección de adrenalina para seguir con esta tortura.
Lo único que había logrado descubrir sobre la droga era que la habían probado de manera esporádica durante una guerra, hubo un soldado en Irak que enloqueció y mató a su equipo con su propia arma de servicio, lo único que hallaron fueron restos de dichosa sustancia corriendo por sus venas. A pesar de haberle diagnosticado estrés post traumático la violencia de los flashbacks era impropia, él acabó quitándose la vida por culpa de las pesadillas. Los homicidios de este mes parecían estar conectados, los omegas encontrados también habían asesinado de manera errática antes de suicidarse. Las entrañas me palpitaron en la decadencia de la ansiedad, me aferré a mi muñeca, aunque ya casi no quedaba rastro de esa mordida la podía sentir. Era asqueroso. Me llevé la mano hacia el vacío en mi corazón. Anhelaba protegerlo pero no sabía cómo, odiaba ser un beta.
—Eiji... —Mi nombre goteó como brea entre sus dientes—. ¿Qué harías si te dijera que encontré una buena pista? —Mi voluntad fue devorada por esos venenosos ojos azules. Las alarmas retumbaron otra vez, sus feromonas habían inundado la habitación, la putrefacción era desquiciada.
—¿Qué ganarías con decirme? —¿Importaba? No las olía.
—Un cómplice. —Sin embargo, se habían impregnado a mi piel—. Y quizás un amigo. —Él apoyó su brazo sobre mi hombro, divertido.
—Estoy interesado.
—En mi patrullaje me contactó un testigo afectado por esta mierda, él está dispuesto a hablar hoy. —Me mordí el labio, vacilante. Esta era mi oportunidad para salvarlo, no podía solo sentarme a esperar que Dino Golzine se lo llevase. Él estaba yendo alto, demasiado alto.
—¿Qué necesitas para ir? —No pude sostener el contacto visual con tan satisfecho mohín, la estática fue intensa y peligrosa, esto podía salir tan mal.
—La motocicleta de tu novio y tu compañía. —Él me extendió una palma, era grande y se encontraba manchada, las cicatrices alrededor de sus nudillos lucían garrafales, lo miré, aferrándome a mi suéter—. ¿Aún no confías en mí? —Pero el reloj carecía de perdón y olvido.
—Sí confío. —Y tiempo era lo que más me faltaba, no seguiría ignorando el llanto del niño perdido—. Hagamos esto. —Le extendí la mano. El velo le fue puesto a la novia, ahora la desgracia caminaría al altar.
Arthur me ayudó a reacomodar el material para evitar sospechas, ingresé a nuestra habitación. Ash aún se encontraba dormitando entre las sábanas, su frente se había empapado de sudor, su silueta no era más que un ovillo tembloroso bajo las frazadas, quejidos ininteligibles perecieron en su garganta. Lo había escuchado tantas veces, cómo él lloraba cuando dormía, hecho una bola, como un niño. Él lloraba pidiendo ayuda, a su madre. Yo fingía que no me daba cuenta. Me dolía. ¿Qué pesadillas eran las que lo atormentaban tanto? ¿Eran sobre cómo mataba? ¿O un recuerdo amargo de una infancia que desconocía? Su fría manera de liderar y su implacable fuerza de voluntad. ¿Era todo para cubrir su alma tan frágil?
—Si es así, es muy cruel. —Me senté a su lado, impotente mientras él sollozaba. Sus brazos se enrollaron alrededor de mi cintura, su rostro se hundió contra mi vientre, me aferré a él, deseando poderle arrancar la pena para quedármela yo.
—Eiji... —De repente los lamentos se esfumaron—. Eiji. —Acaricié sus cabellos, la tensión en sus facciones se evaporó bajo el contacto, él se restregó de manera mimosa contra mi regazo.
—Ash. —Chispas fulguraron en cada roce de piel, mis yemas se detuvieron sobre su espalda, me mordí la boca para evitar un grito, esas cicatrices eran terribles. ¿Qué clase de monstruo le podría hacer algo así? Cuando él era solo un niño.
—¿Eiji? —Perdí el mundo cuando él abrió los ojos.
—Lo siento. —Ese verde lucía realmente hermoso empañado por la inocencia—. ¿Te desperté? —Aunque sus mejillas se matizaron de un tenue escarlata por la cercanía, él no me apartó.
—No. —Sus dedos trepidaron contra mi cintura—. ¿Qué haces levantado tan temprano? —Como si tocarme fuese un pecado, él vaciló antes de deslizarse por mis grietas—. Deberías regresar a la cama, onii-chan. —Reí, encantado por el apodo.
—No es tan temprano. —Él me ignoró—. Eres algo lindo cuando estas con sueño, ¿sabes? —La electricidad se agolpó en mis latidos apenas él restregó su nariz contra mi suéter—. Eres mucho más dócil y mimoso a esta hora. —Pero él no encontraría feromonas como consuelo.
—Solo cuando estoy contigo. —Él no las hallaría jamás—. No le digas a la pandilla o me molestarán. —Bufé, trazando círculos en sus hombros para que él se relajase.
—Ya me han contado algo de eso. —Él alzó el mentón, adormilado.
—¿Cosas buenas? —Poder contemplar al imponente Ash Lynx siendo tan vulnerable fue extraño. Gracioso, ¿verdad? Él era mucho más inteligente, grande y fuerte que yo, sin embargo, sentía que debía protegerlo.
—Sí, solo cosas buenas. —Me mordí el labio. ¿Protegerlo de qué? Tal vez de su futuro, porque su destino lo estaba arrastrando como una inundación. Lejos de mí.
—Me alegra, odiaría que me dejaran en ridículo frente a ti. —Esa imagen se quemó a fuego lento en mis percusiones.
—¿Por qué?
—Porque me gustas mucho. —Su abrazó perdió fuerza contra mi cintura—. Y quiero gustarte aunque este mal.
—Ash...
—Deberías regresar a la cama conmigo. —Sus palmas trataron de subir hacia mi pecho, no obstante—. No puedo descansar sino te estoy abrazando, eres mi cucharita pequeña. —El cansancio lo venció. Un estridente palpitar pendió en la habitación, una infinidad de estrellas fulguró en mi interior ante tan inocente confesión.
—Eiji... —Arthur captó mi atención desde la puerta—. No tenemos todo el día. —Le acaricié los cabellos con ternura, estaba tan cerca que ya me había embriagado, su aroma era demasiado agradable. Me incliné para besar su frente.
—Prometo volver. —Me aparté de él, no tuve que buscar mucho para encontrar las llaves en la cajonera—. Volveré a ti. —Moríamos por promesas y nos asfixiábamos con mentiras. La sonrisa que Arthur me arrojó me heló la sangre, traté de evitar sus ojos, sin embargo, fue imposible bajo tan incandescente azul. Había algo en él que jugaba con mi cordura.
—Él te debe gustar bastante para poner esa clase de expresión. —Y aunque yo era el maestro del engaño ya no podía seguirlo negando.
—Sí. —No lo volvería a hacer jamás—. Él me gusta bastante. —Por esos besos que perdieron el tren a media noche y esas marcas que perecieron en fotografías.
—Ya veo. —El rubor fue insoportable, un escalofrío centelleó en mi sangre frente a aquella mueca ensombrecida—. Es una cara bastante linda. —Ninguno volvió a hablar durante el resto del camino.
Entrecerré los ojos frente a tan despampanante motocicleta, el escarlata fue un contraste estridente contra los rayos del sol, Arthur me cubrió con su chaqueta de mezclilla para proteger mi identidad antes de partir el viaje, me aferré a su cintura, permitiendo que él me ahogase en el trayecto. Los pedazos de mi alma crujieron tras recordar a la imponente silueta del alfa tiritando entre las sábanas, no quería dejarlo. Me odiaba por anhelarlo, sin embargo, el ímpetu era imposible de disimular. Deseaba cubrirlo con ternura para esconderlo de la maldad, era yo quien añoraba su calidez, su corazón encajaba como una llave en la cerradura del temor, por mucho que le diese vueltas no podía escapar, ni eso quería. A veces las señales eran confusas, él me apartaba con un odio implacable mientras sus jades se empañaban de llanto en una súplica silenciosa. Quería entenderlo. Llegamos a Downtown en un parpadeo. Él me cubrió la cabeza con la capucha antes de ingresar a un café.
—¿No es peligroso estar acá? —El local era rústico y bonito, las mesas eran de madera y las meseras portaban sonrisas gentiles. Habían pocas personas para el horario laboral.
—Valdrá la pena. —Él me tomó de la mano para poder arrastrarme hacia la butaca del fondo—. Es él. —Parpadeé, confundido. Un niño se encontraba sentado con un vaso de Coca-Cola entre las palmas, sus piernas estaban colgando contra el asiento, una sonrisa iluminó su rostro apenas nos vio.
—Arthur, hola. —El nombrado me invitó a tomar asiento, me limité a obedecer, pasmado. Este no podía ser el cómplice, ¿verdad?—. Hace mucho no sabía de ti. —La mueca del aludido se suavizó con dulzura.
—Yo no esperaba que estuvieses trabajando con Jessica, te dije que fueras cuidadoso con los negocios donde te metías. —Como si fuese poca cosa, él se encogió de hombros antes de darle un profundo sorbo a su bebida.
—No eres mi jefe. —La mesera dejó dos tazas de café sobre la mesa—. Las pedí para ustedes, supuse que llegarían cansados. —Su mirada fue vivida y sagaz. Él era demasiado joven para estar involucrado en la putrefacción de la sociedad, ni siquiera llegaba a los diez años.
—Acertaste. —El aroma a cafeína me renovó la cordura, la danza del vapor fue un coqueteo desvergonzado—. Aunque tengo la impresión de que hoy estás siendo especialmente educado por nuestro invitado. —La sonrisa de ese niño se agrandó frente a mi incertidumbre.
—Soy Skipper, un antiguo amigo de la pandilla. —Él me extendió una mano, orgulloso.
—Pero eres un niño... —Él alzó los hombros.
—Tengo una familia que cuidar. —Su agarre fue energético y cándido—. Puedes decirme Skip. —Asentí, atontado, él ni siquiera podía saber su género todavía. Esto no era justo, las infancias debían ser atesoradas no violentadas—. ¿Tú eres...? —Enrojecí, que desconsiderado.
—Eiji Okumura, un gusto. —Arthur me revolvió los cabellos sin quitarme el gorro, esos ojos cafés se hicieron aún más grandes frente a la conmoción.
—¿Él es? —El alfa asintió—. ¡Eres el amante del lince! —Un potente rubor se extendió desde mi nariz hacia mis orejas, los latidos me arremetieron contra la razón, apreté la taza, apenado—. Sabía que Ash encontraría tarde o temprano a alguien que soportara su terrible carácter, pero no esperaba a un omega tan bonito. —Esa palabra fue una espina en la reminiscencia.
—Gracias. —Con un sorbo traté de adormecer el dolor, sin embargo, solo lo expandí.
—¿Entonces qué tienes para nosotros, Skipper? —El nombrado arrojó una bolsa con polvo blanco sobre la mesa, la tensión asfixió la beldad de Nueva York, tragué, angustiado. Arthur tomó aquella muestra para analizarla.
—Esto se hizo masivo en el burdel, Jessica estaba como loca. —Una vieja y desgastada libreta fue puesta encima del mantel—. Yo estaba lavando los platos cuando una de las trabajadoras mató a un cliente importante, un ministro, encontramos esta basura entre sus cosas. —Tomé las notas, en su interior yacía grabada una lista con algunos nombres tachados y otros encerrados en círculos.
—¿Crees que la pudieron haber drogado con esto? —Me mordí el labio, arrepentido por haber dejado escapar mi insolencia. Tan imprudente, las luces me marearon.
—No lo sé, también pudo pasar dentro del prostíbulo, los trabajadores están obligados a tomar alcohol para desinhibirse, pudieron ponerlo en su bebida. —El más joven se estiró antes de darle otro ruidoso sorbo a su bebida—. Pudo ser una emboscada, no lo sabemos, Jessica le pidió ayuda a su marido pero no está dando resultados. —Sus codos chirriaron contra la mesa.
—Pensé que sería más simple. —Pero nunca lo era.
—Nada de esta información nos es útil. —El gruñido del alfa cortó la tensión—. Todo esto ya lo sabíamos. —Como si Skipper hubiese estado esperando esa pregunta, él sonrió, sus dedos se arrastraron hacia la taza de Arthur para arrebatársela. Él sacó la lengua bajo la amargura del café.
—Nosotros creemos que hay un infiltrado en el burdel, la otra noche vi a unos sujetos sospechosos intercambiando paquetes detrás del local, estaba demasiado oscuro como para reconocer sus caras, pero podría jurar que uno de ellos llevaba nuestro uniforme. —El mal presentimiento se ahogó en la espuma, la música me reventó los tímpanos en un alarido desesperado de realidad.
—Si lo piensas tiene sentido. —Las divagaciones de Arthur retumbaron por el local—. ¿Qué mejor lugar para experimentar con esa mierda que un nido de ratas? —El más joven infló las mejillas, ofendido, sus puños trepidaron contra su jardinera—. Además la gente que trabaja ahí suele hacerse adicta, no es fácil soportar la prostitución sino pregúntale a Ash. —La sangre se me heló.
—¡Arthur! —Skipper lució realmente furioso con esas palabras, él tomó el vaso para amenazarlo—. ¡No hables así de él! ¡Sabes que no tuvo elección! —La verdad fue una venda de espinas contra mis párpados.
—Perdón. —Él extendió sus palmas como defensa—. Se me salió. —Quise poner mis pensamientos en orden, sin embargo, mientras más sabía de ese alfa más herido acababa. Porque era cruel plantar ese muro entre nosotros dos. Necesitaba alcanzarlo, porque lo sublime de esa soledad era desalmado.
—Los sujetos tachados en la libreta son las sospechosos que he descartado y los nombres en círculos quienes me quedan, sería mucho más fácil hacer esto si tuviese un poco de ayuda, después de todo yo solo trabajo en la cocina, no tengo acceso completo. —Mi mente se paralizó tras un click.
Podía hacerlo. Sabía que no tenía la fuerza de un alfa ni el encanto de un omega, sin embargo, él me importaba, por eso estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de protegerlo. Por él me daría el valor para tomar una última pértiga y saltar hacia el travesaño más alto que me hubiese imaginado. Él no solo me impulsó a volar, él encendió la palidez de mi corazón para que me atreviese a caer a ciegas. No permitiría que Dino Golzine aplastase a nadie más, además Skipper era solo un niño, no tenía por qué cargar con esto cuando las infancias debían ser fantasías de cristales y mimos de terciopelo. Como nadie marcaría a un beta era perfecto.
—Yo puedo infiltrarme dentro. —Arthur se atoró con su café cuando me escuchó musitar aquello.
—¡Wow! ¡Eres realmente valiente Ei-chan! —Skipper saltó de su asiento para quitarme la libreta y escribir un par de garabatos en la página final—. Puedo entender por qué le gustas tanto a Ash. —Las chispas en mi vientre fueron insoportables.
—¿Estás loco? Él me matará si algo llega a pasarte. —Él se frotó el entrecejo, abrumado—. Ni siquiera formas parte de la pandilla, no tienes que hacer esto. —La realidad se hundió como un navío abandonado en mi estómago, sin embargo, la razón era letárgica—. Ya tenemos la información, solo vámonos. —Por eso no podía dejarlos.
—Justo porque nadie más lo hará es mi responsabilidad, Arthur. —El más joven me volvió a extender sus notas—. Sino quieres ser cómplice en esto puedes hacer la vista ciega. —Él pareció genuinamente aturdido por mi terquedad.
—Vaya, ni siquiera las feromonas de ese sujeto te hacen temblar, eres bastante especial. —Irónico que todos se empeñasen en glorificarme cuando era tan simple que me rompía—. Jessica será quien te recibirá si quieres seguir con esto. —El bufido del alfa fue pesado e imponente.
—Lo entiendo.
—Arthur. ¿Por qué no vas a pagar la cuenta? Es lo mínimo por haberme hecho venir hasta acá. —El nombrado rodó los ojos antes de levantarse de la mesa—. Ei-chan. —La sonrisa que la inocencia matizó—. Sé que Ash puede ser una persona difícil pero por favor tenle paciencia. —Destrozó la cuerda de la incertidumbre—. Él está realmente herido, ha pasado por mucho.
—¿Cómo lo conociste? —Sus piernas se retorcieron frente a la butaca, la fachada de sol se llenó de tormentas.
—Cuidaba a su hermano mayor antes de que falleciera. —La garganta se me cerró—. Nadie sabía de su existencia, ni siquiera Shorter así que no te sientas mal, le es duro hablar del tema. —Los latidos me lloraron escarlata—. Él ha perdido mucho... —Y los barquitos de papel se vieron rebalsados por la pena.
—Lo sé. —Sus palmas llegaron hasta las mías—. Él me duele, Skip. —Su risita fue una sinfonía para la melancolía.
—Lo sé. —Detrás de ese juvenil brillo—. A mí también. —No hubo más que compasión—. Pero por eso me sigo manteniendo cerca. —Reí, mareado. Tomé las plumas a mi alrededor tratando de reparar mis alas para surcar la libertad, sin embargo, estaban demasiado rotas y manchadas.
—Creo que entiendo el sentimiento. —Y aun así quería intentar volar con él. Tonto, ¿no? Se supone que un alfa carecía de humanidad, no obstante, Ash Lynx era tan humano que me resultaba doloroso de contemplar.
¿Quién era en realidad?
Arthur no me dirigió la palabra durante el viaje de regreso. La tarde ya había coloreado el cielo de naranja en la autopista, el aroma a gasolina se había fundido entre mis líneas, el gélido me quemó la piel, me aferré a su espalda, sin embargo, un abismo fue zanjado en esta temblorosa relación, me hundí contra su chaqueta, tratando de apaciguar el mortífero agujero que pendía en mi pecho, no obstante, mis latidos estaban escurriendo dorado y mi alma yacía atiborrada de jade. Que curioso podía ser el amor, ni siquiera me dio la oportunidad de evitar el golpe. Le devolví su ropa apenas llegamos a la residencia, él me evadió, incómodo, quise decir algo pero las palabras correctas eran un arte y yo era un fracasado resentido.
—¡Eiji! —Antes de que pudiese reaccionar Bones se arrojó contra mí, ambos caímos hacia el suelo, el porrazo me aplastó los huesos—. ¡No puedes irte! ¡No es justo! —Con la fatiga a flor de piel me levanté del pasto, mis caricias no apaciguaron el lloriqueo del omega, su trenza era un desastre.
—¿Irme? —Sus ojos lagrimearon con aún más fuerza.
—¡Aunque apestes a Arthur no te puedes ir! —El nombrado chasqueó la lengua y tensó el ceño. Shorter apareció por detrás con un folio entre las manos y el corazón destrozado. Él me los extendió.
—¿Qué está pasando? —Tuve un presentimiento repulsivo frente a esa carpeta—. ¿Shorter? —Pero la curiosidad me había vuelto tonto y de todas maneras la recibí.
—Mejor hablemos adentro. —Bones no me soltó hasta que nos acomodamos en el comedor. Él se restregó con apremio contra mi pecho, como si quisiese impregnarme de su presencia y su presencia fuese mi ancla hacia la realidad. Ambos estamos sentados en ese pequeño sofá.
—¡Si Eiji se va yo renunciaré a la pandilla! —Esa desesperación fue una muerte anunciada, mis dedos se contrajeron contra el folio. Tragué, dándome el coraje para abrirlo.
—Esto... —Los ojos se me agolparon de congoja, los latidos se me llenaron de rosas, apreté la imagen con terror, era una chica bonita y delicada—. ¿Qué es esto?
Ella era una omega.
—Lo siento. —Los lentes se le cayeron cuando la compulsión le frotó el entrecejo, el ventanal a sus espaldas tiñó de nostalgia esos afilados ojos cafés, las piernas se me tensaron, traté de no romperme, sin embargo.
—¿Qué significa esta fotografía? —Me acabé desmoronando en los brazos de Bones.
—Ash va a ir a un acuerdo matrimonial este fin de semana. —Porque mi mundo perdió el sentido antes de encontrarlo—. Lo escuché hablar por teléfono, lo comprometieron con esta chica. —El tiempo se paralizó, traté de tomar esas desgastadas plumas de amor, sin embargo, se las llevó el viento.
—Yo... —Una arcada me quemó la voluntad. Me miré el pecho, desesperando, carcajeé al encontrarlo vacío. ¿Hubo alguna vez algo para llenarlo?
—Nosotros tampoco lo entendemos. —El alfa se dejó caer contra la pared, el despecho en su voz goteó veneno—. Las cosas parecían estar yendo bien entre ustedes dos... —Me mordí la boca, apreté los párpados y cerré las palmas. Porque él solo me usó. Debí saberlo, un camino de pena me quemó la mejilla, los pedazos de mi corazón se quebrantaron contra el suelo.
—Lo único importante es que él tenga descendencia, ¿no es así? —Lo había seguido demasiado alto, ya no era capaz de regresar. Perdido y olvidado. Asustado con una pértiga rota a los pies, moriría congelado en este amor.
—No es lo mismo para nosotros ahora.
—Bones tiene razón. —La frustración se le marcó en las venas—. Eres uno de nosotros Eiji, no podemos reemplazarte con otra persona. —Sonreí, con un velo negro en el rostro y un pañuelo blanco entre las manos. La crueldad de la ironía me pareció dulce, ni siquiera como falso amante le era de utilidad. Sino el Fly boy, sino era un omega, sino Eiji Okumura.
¿Quién diablos era?
—Gracias por decir eso. —Él quiso acercarse para consolarme, sin embargo, los brazos del omega ya me habían acaparado. Alguien se hizo trizas en esa habitación, parpadeé, contemplando mis piezas.
—Algo no anda bien, él ha sido mi mejor amigo por años, no tiene sentido que haya cambiado de parecer así, he sido testigo de cómo se miran. —La ternura en sus mentiras se deslizó hacia mi tráquea en una pastilla, sin embargo...
—Supongo que encontró a alguien mejor. —Aquellos ojos verdes me dejaron varado. No pude sostenerme sobre mis propios pies. Esto era decepcionante, me había perjurado ser especial pero al final no era nadie. ¿No era injusto?
Él era mi todo.
—Eiji...
—Lo entiendo. —Claro que no lo hacía—. De verdad lo hago. —Pero sino mentía me desmoronaría y si eso pasaba perdería la poca dignidad que sostenía.
—Por favor hablen las cosas. —El hipeo en la voz de Bones fue desfallecido—. Ambos se gustan. ¡Nosotros los hemos visto! Debe haber algo raro, el jefe jamás aceptaría a una omega de alcurnia solo porque sí, él luce muerto desde que recibió esa llamada.
—Es verdad. —La expresión del alfa fue una hoja blanca—. Yo nunca lo había visto tan asustado como cuando contestó el teléfono pero cada vez que le pregunto me ignora. —Me levanté del sofá, deseando poder escapar hacia el país de las maravillas cuando me estaba encaminando hacia una neblina mortífera.
—Veré qué hacer. —Era estúpido, no obstante, no huiría.
Porque realmente me gustaba el lince de Nueva York.
Él era terco, orgulloso e insensible. Era un alfa con complejo de superioridad quien se empeñaba en cargar el mundo sobre sus hombros mientras se metía las heridas en los bolsillos, sin embargo, él se deshilachaba bajo las garras de la soledad. El asesino de sangre fría, el niño que sollozaba convertido en un ovillo llamando a su mamá, el hombre que se aferraba a mi pecho como si me pudiese esfumar, el mocoso que me molestaba cuando él le temía a las calabazas. Los quería cuidar. Amaba cada uno de esos pedazos. Era como si él fuese un espejo roto, mientras más lo miraba más fragmentos encontraba y aunque no tuviese la imagen completa me arrodillaría a su lado para ayudarlo a buscar. Suspiré antes de abrir la puerta, Ash se hallaba sobre la cama revisando una serie de documentos.
—Eiji... —Mi nombre jamás se escuchó tan triste como hoy.
—Ash. —Crucé mis brazos contra mi vientre, herido y humillado—. ¿No hay nada que me quieras decir? —Con un velo muerto sobre la cara y latidos de luto en el altar.
—¿Hay algo que esperes que te diga? —Él dejó los documentos sobre las sábanas, los pulmones se me llenaron de amargura frente a tan inmutable expresión.
—Ya lo sabes. —Sobre su oreja pendía un jade y en su cuello resaltaba un collar dorado.
—No hay nada que te pueda decir. —Me traté de acercar, no obstante, él había escalado demasiado alto—. Ya lo sabes, ¿verdad? —Aunque su tono me congeló, esos ojos no dejaron de rebosar desamparo, era como si él estuviese usando toda su fuerza para no llorar.
—¿Buscaste otro omega? —Él era hermoso—. ¿Por qué? —Solo para contemplar.
—Eiji... —Sus pupilas llovieron angustia, sus manos se redujeron a nudos contra las frazadas, él me trató de encontrar, sin embargo.
—Dilo. —Ninguno se pudo tocar.
¿No había sido de esta manera desde un inicio?
—Perdón. —Reí, destrozado por esa simple palabra—. Yo tampoco quería esto. —Porque aunque fuese bonita no arreglaba nada.
—Dijiste que yo era suficiente. —El alma me lloró—. Dijiste que me necesitabas. —Tomé los pedazos de mi corazón, contemplando horrorizado como estos se marchitaban—. Dijiste que... —Se los extendí, desesperado para que los tomase—. Ash...
—Las cosas han cambiado. —Él los dejó caer—. Serás una carga, deberías regresar a Japón. —Sus brazos se trataron de cruzar contra su pecho, sin embargo, él careció de fuerza.
—No puedo negarme, ¿verdad? —Pero eso no evitó que la vida se me desgarrara—. Ni siquiera puedo protegerme a mí mismo, todo lo que he hecho es retrasarte, he sido un pésimo amante.
—No es verdad. —Alcé el mentón—. Tú me trataste de salvar en la fiesta de los Lee y también protegiste a Bones. —Los colores se apagaron.
—Pero eso fue...
—Esa fue la primera vez que alguien me ayudó sin pedirme nada a cambio. —Sus dedos juguetearon contra los folios, él me contempló como si lo más valioso del universo estuviese frente a sus ojos—. Los que me alimentaban o me daban un lugar para dormir siempre querían algo a cambio. Como sexo. —Él bajó sus muros en un grito silencioso.
Pero cuando traté de acercarme una tormenta nos separó.
—Solo tengo una pistola y aprendí a disparar porque era la única forma de sobrevivir, te envidio por no haber necesitado de un arma en tu vida. —Él se apretó el collar, frustrado—. Tú y yo vivimos en mundos diferentes. —Sus orbes me suplicaron, sin embargo, se nublaron de letargo.
—Puedo entender eso. —Mi infinito se quemó en la tempestad de su belleza—. Pero dijiste que querías ganar el centro con tus propias manos, no tiene sentido que busques a una omega, Ash confía en mí. —Mis súplicas escaparon mudas, sus hombros se hundieron como anclas.
—Me quedé sin tiempo. —Él se levantó de la cama, una máscara altanera presionó con fuerza su cara, no obstante, las grietas eran colecciones de heridas.
—¿Alguien te está forzando? —Él tembló antes de mirarme al rostro.
—No. —Su aliento entre mis labios, sus ojos contra los míos, su cuerpo clavado a mi tragedia, estaba destrozado—. Pero tú solo eres un beta, no me sirves. —Me toqué el pecho y lo vi sangrar, nuestro amor estaba en el suelo, él lo estaba pisando. ¿Cómo lo arreglaría sino me dejaba recogerlo?
—¿Eso es todo lo que me tienes que decir? —Ese verde más intenso que bonito no significó nada porque estaba hueco—. ¿Realmente quieres terminar así las cosas? —Mis manos quisieron acunar tan desmesurada pena, sin embargo, me mantuve estático. Me estaba quemando bajo el tifón.
—Deberías estar agradecido, ya no tendrás que lidiar con un problema como yo. —Una carcajada me zanjó la garganta. Me agaché para tomar entre mis palmas los restos de nuestra relación pero era polvo.
—¿Nunca se te ocurrió pensar que estoy a tu lado porque me importas? —La sorpresa en sus facciones fue desalmada—. ¿No se te ocurrió que tal vez me preocupo genuinamente por ti? —Ninguno pudo respirar entre tantas mentiras.
—Yo... —Por supuesto que no.
—¿Qué quizás te considero un amigo? —Dentro de aquel amargo silencio—. ¿Qué tal vez te quiero apoyar? —En una lluvia torrencial con un paraguas agujereado—. ¿Nunca se te ocurrió pensar que te quiero? ¿Qué me gustas? —Ambos nos dejamos ahogar.
—Eiji... —Mi mano se acomodó contra su pecho para apartarlo, el tacto fue dulce y agradable.
—Pero tú eres demasiado cobarde como para quitar esos quizás y yo estoy demasiado cansado para hacerlo por ti. —Me aparté de él, sofocado—. Si eso es lo que quieres no me opondré, después de todo un alfa debería buscar a su pareja destinada.
¿Cómo un corazón tan roto se podría enamorar? Tal vez la desolación era la música de las almas abandonadas.
El capítulo siguiente es el que me trae paz mental así que se sube mañana. Muchas gracias a las personas que se tomaron el cariño para leer. Nos vemos pronto.
¡Cuídense!
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