Capítulo 5.
¡Hola mis bonitos lectores! Sé que solo pase un día sin hacerles spam pero creo que a estás alturas agarre cierto ritmo y acostumbre así que lo sentí como mucho más, perdonen la insistencia, es con amor.
Bueno, me gusto mucho como quedo este capítulo considerando sus horrores iniciales. Muchas gracias a las personas que se toman el tiempo para leer.
¡Espero que les guste!
Dentro de sus ojos se hallaba suspendido el océano de su alma, lo tormentoso de la paz era un contraste sublime con las cicatrices de la remembranza, si pudiese recuperar mis alas las convertiría en botes para arrastrarlo hacia la orilla.
Ash Lynx lucía exactamente igual a la primera vez que hicimos esto. Aquel esmoquin negro era una oda para lo galardonado de la porcelana, esos rebeldes mechones dorados enmarcaron su atractivo junto a un pendiente de jade, un corbatín negro le confirió una chispa de masculinidad contra la finura de la camisa. Él llevaba una sonrisa juguetona entre los labios y el corazón en la manga. Tan guapo, tragué, sintiendo como sus dedos se bamboleaban contra los míos para calmarme en el auto. La estática fue una infinidad de estrellas atrapada en mí pecho.
—Trata de no verte tan tenso. —Él no me miró cuando musitó aquello, esos resplandecientes ojos se encontraban inmersos en la magnanimidad de la noche por la ventana del vehículo. Él los paseó desde los postes hacia los rascacielos.
—No estoy tenso. —Su calidez destrozó hasta mi último poro contra las fundas de terciopelo—. Estoy bien. —Era imposible respirar al lado de él. De repente esta farsa se sentía demasiado tentadora.
—Quizás estás nervioso por lo atractivo que se ve tu amante el día de hoy. —Él volteó el rostro con esa sonrisa—. ¿Es eso? —Sí, esa que me derretía el corazón por lo dulce que era.
—No. —Él me acarició el mentón, con suavidad.
—¿Por qué no solo admites que estás embelesado con la legendaria belleza del lince de Nueva York? —Las mejillas se me incineraron, rodé los ojos antes de apartarlo, intentando mantener mi cordura en su hilo.
—A nadie le gustan los narcisistas, boss. —La mofa de Bones me llenó de cosquillas, él se veía absolutamente adorable en su traje de tela rosa con su humita blanca. Ash chasqueó la lengua, fastidiado.
—No lo estaba diciendo por eso. —El gesto me hizo reír, verlo comportarse como un adolescente berrinchudo en lugar de un jefe de mafia se había vuelto una mortífera costumbre.
—Se escuchaba como si quisiera ser halagado.
—¿Por qué lo trajiste a él cuando podías traer a quien tú quisieras? —Bones enarcó las cejas antes de apegar sus mofletes contra los míos, el roce fue agradable y delicado—. Alex habría sido más útil. —Desde esa última conversación nuestra amistad se había fortalecido con gestos empalagosos y secretos íntimos.
—Estás celoso porque Eiji me quiere más a mí. —Éramos dos omegas: uno mentiroso y otro en ruinas—. Eso te pasa por malhumorado. —El más bajo le sacó la lengua.
—¿Si? Pues... —Él me arrebató la mano para acomodarla contra sus labios—. Nosotros somos amantes. —El mundo giró al revés bajo tan embriagadora seducción, el pulso se me atoró en la tráquea, su expresión fue un estrago. El auto se detuvo en medio de un exuberante jardín.
—Ya llegamos. —Shorter se dio vueltas desde el asiento del conductor—. Vamos tarde por culpa del cabello de alguien. —El rubio se encogió de hombros para restarle importancia. Las venas tiritaron bajo los lentes de sol en un ademán de tedio, esa amistad era una transparencia extraordinaria. El ambiente cambió cuando esos jades me volvieron a atrapar.
—Eiji. —Su boca tembló para volverse a cerrar, sus dedos se crisparon contra sus rodillas, la frustración pendió en un suspiro.
—Solo dilo. —Traté de disimular el despecho, sin embargo, fue inútil—. No eres tan bueno como crees guardando secretos. —Porque era tan vulnerable cuando se trataba de él que me rompía en la gentileza de una caricia.
—Sé que esta idea no te gusta para nada, pero... —Él sacó un collar de su chaqueta—. No puedo arriesgarme a que te marquen. —Era de plata negra, grueso, algunos jades se encontraban incrustados como ornamentos.
—Un collar para perros. —Tonto, ¿no? Nadie querría marcar a un patético beta, ni siquiera me debería importar.
—No te lo tomes así. —Sus hombros cayeron—. Sabes que es solo por apariencia. —Pero siempre lo era con Ash Lynx. Él no dijo nada, sin embargo, deseé que lo hiciera.
¿Por qué me ilusionaba?
Yo no era un omega.
Mis palmas temblaron cuando tomé el collar, el aroma que esa joya desprendió fue asquerosamente empalagoso, lo apreté con fuerza, tenía feromonas impregnadas para disimular la aberración de un beta. Mi pecho fue un buque hundido, las olas azotaron la añoranza con violencia, sin embargo, no tenía razón para ahogarme en la desolación. Yo debía mantenerme dentro del papel. Serían doce campanadas y la magia caducaría, serían un par de semanas y él se iría. Me mordí la boca, evitando esos despampanantes ojos. Porque me dolerían.
—Lo entiendo. —El collar se me incrustó a la garganta, era pesado, fruncí la nariz al tener encima tan desagradable peste, quizás le gustaría si pudiese producir ese agresivo dulzor—. ¿Feliz? —Pero él no lo parecía.
—Lo lamento. —Fue tan miserable en esa disculpa.
—Yo también. —Él me ofreció su mano para salir del vehículo e ingresar a tan extravagante fiesta.
Las puertas hacia la fantasía nos recibieron junto a una sinestesia de lujo. Cientos de estrafalarios adornos con el logo de los Lee se encontraban repartidos en los ventanales y las baldosas de la pista. La discrepancia entre la plata y el oro fue una chispa de exquisitez para el bienaventurado. El techo se hallaba adornado por un delicado mosaico de flor de loto bajo un extravagante candelabro de cristal. El vals tenía embriagado a cada uno de los invitados, el aroma a vino fue una bruma intoxicante contra las feromonas de sedas. Me aferré a él, el toque fue eléctrico, tan agonizante. Aunque ya había estado en aquel lugar, la mansión parecía haber surgido de las cenizas como una oda para la vanagloria. Bones soltó un silbido mientras nos abríamos paso entre la multitud.
—No pensé que realmente vendrías. —Como si hubiese sido convocado por el diablo Yut-Lung Lee se hizo presente, su vestido tradicional era una delicia para lo majestuoso de su silueta, una larga trenza encuadraba lo delicado de su rostro. Ese era un omega.
—Con lo que está pasando en Downtown no me quedó más opción que venir a negociar. —La mueca del más joven desprendió vanidad—. Quiero que formemos una alianza. —Él estaba sosteniendo una copa vacía con elegancia.
—Jamás imaginé que llegaría el día donde el lince de Nueva York le pediría ayuda a alguien más. —El aludido se tensó, sus puños se arrastraron bajo sus mangas, la mandíbula le crujió—. Te has vuelto patético con los años, no eres apto para gobernar. —Sus feromonas estimularon la tensión.
—No me provoques, víbora. —Su sonrisa se ensanchó.
—Todo esto sería mucho más sencillo si me dejaras gobernar el centro. —Mi mano se deslizó por su espalda para captar su atención.
—No dejes que te altere, Ash. —Y como si fuese una persona completamente diferente—. Él también necesita de tu ayuda, no lo olvides. —Él se suavizó. La ternura que me entregó en ese mohín fue desmesurada, las mejillas me cosquillearon. No era justo.
—Tienes razón. —Sus palabras se me deslizaron bajo la cordura para emborracharme—. Gracias Eiji. —¿Por qué mi nombre se tenía que escuchar tan especial con su voz? La estática fue insoportable, tanto la música como los rostros de papel se perdieron en la intimidad del tacto.
—Ash... —Sus palmas fueron una bruma eléctrica sobre mi cintura, me acerqué pero había una pared repleta de espinas entre nosotros dos.
—Ustedes son una pareja bastante peculiar. —La transparencia del desagrado centelleó contra la copa—. Como Tarzán y Jane, pero ese sería un insulto para los salvajes. —Él frunció la boca—. Como la bella y la bestia quizás. —Las carcajadas fueron inminentes.
—Eres insoportable. —Él dejó su vaso contra la mesa, sus dedos se enredaron entre la punta de sus cabellos.
—Tal vez, pero Eiji no se parece en nada a tus otros pretendientes. —Aquello me dolió, enfoqué mi atención en mis zapatos antes de suspirar, no había razón ni tenía derecho, sin embargo, lo hizo y fue amargo—. Él sí me gusta.
—Claro que sí, él es adorable. —Shorter dejó que su brazo reposase sobre mi hombro—. Largo tiempo sin verte Yut. —El nombrado alzó una ceja, indignado.
—Traidor. —El despecho se forjó en una pared contra su pecho.
—¿Vas a seguir enfadado? Ya me disculpe. —Su risa fue histriónica.
—Yo no estoy enojado. —Él se acarició la trenza con violencia—. Pero quiero que sepas que Sing lo está haciendo mucho mejor de lo que tú lo hiciste. —Bones me tomó de la muñeca para acercarme.
—Shorter originalmente le servía al clan Lee. —Su susurro fue letal bajo las luces de la tensión—. Pero luego de conocer al jefe no pudo regresar, por eso Chinatown se encuentra dividida. —Aunque él estaba escondiendo su dolor debajo de esos lentes fue destructivo contemplarlo. Su corazón parecía a punto de quebrarse.
—Ya veo. —Las verdades fueron crueles y las mentiras danzaron bonitas.
—Yut...
—¿Vas a ayudar o no? —Ash interrumpió lo que parecía ser una pelea marital—. Sé que esos traficantes también han estado jodiendo tu territorio. —El omega chasqueó la lengua.
—Bien. —Su mirada se suavizó cuando se posó sobre Shorter—. Pero los negocios los arreglaremos después de la celebración, las paredes tienen oídos en esta casa, recuérdenlo.
—Tus hermanos son un fastidio. —Él se frotó el entrecejo antes de esbozar una sonrisa maliciosa.
—Ahora que lo pienso fue una lástima no verlos bailar juntos en su propia celebración. —Lo fatídico de la belleza suspendió en dos brotes amatistas, el carmín se le corrió tras una mordida, curioso, él era realmente hermoso, no necesitaba maquillaje—. Aunque Arthur no lo hizo tan mal.
—Yut... —El nombrado lució complacido con la frustración acumulada en el ceño del alfa—. No sigas. —De personalidad torcida entreverada a un complejo de inferioridad. La música era embriagadora, la multitud una obra cuya coherencia se perdió. Eran de papel.
—Pero como Eiji me agrada, les daré otra oportunidad. —Con una seña él le indicó a la banda que cambiaran de tonada, una suave y romántica melodía inundó la habitación—. Más te vale estar a la altura de mi chico. —Fue la amenaza que le arrojó antes de rozarle los hombros con las uñas.
—¿Desde cuándo eres su chico? —Encogí mis hombros, apenado.
Yut-Lung Lee permaneció al lado de Shorter y Bones, sus brazos se cruzaron sobre su pecho con una impresionante coquetería, su pierna quedó expuesta por la apertura de su vestido cuando apoyó la suela de su zapato contra la pared, una sonrisa gentil me fue obsequiada con un «buena suerte» silencioso. Le sonreí de vuelta, sabiendo que hasta la rosa más afilada necesitaba que alguien apreciase su belleza.
La multitud nos abrió paso hacia el centro de la pista, los reflectores enmudecieron la realidad para que solo existiésemos nosotros dos. Él acomodó su palma contra mi cintura, el descaro del roce me hizo temblar, mi mano se apoyó sobre su hombro. Sus ojos me contemplaron con una nitidez inefable, los latidos se fundieron con los violines, nos movimos con una perfecta sincronía, su respiración fue un pétalo de sol contra mis labios, mi cuerpo se derritió bajo sus toques, dejé que él tomase el mando. Su aroma caló hacia lo más profundo de mis pulmones para convertirme en un adicto. Bailar con él era enamorarse de una oscuridad tan plena que no necesitaba de estrellas para fulgurar. Peligroso, mortífero y feroz. Él se inclinó hacia mi cuello, su respiración me erizó hasta la espina dorsal.
La atmósfera fue deliciosa.
—Eiji. —Su aliento cosquilleó contra mi oreja—. No estés tan tenso. —Nuestros pasos hicieron eco en aquel imponente salón. Las cuerdas perecieron en tan romántica tonada. Chispeante y magnético.
—No puedo evitarlo. —Cuando él se apartó nuestras narices se tocaron, mis dedos se contrajeron sobre su camisa—. No estoy acostumbrado a bailar. —Aunque la noche estaba fría las mariposas en mi vientre se profesaron como un incendio. Un atisbo de puchero opacó la galantería.
—Con Arthur parecías bastante cómodo. —Él me dio vueltas, su mentón se acomodó contra mi hombro, sus manos se posaron en mi vientre. El baile ni siquiera era así, sin embargo, me dio igual. Estaba intoxicado. Me dejé coquetear por el toque.
—¿Vas a seguir con lo mismo? —Sus pasos fueron una oda para la seducción, su sonrisa bamboleó al costado de mi mejilla, esa melodía me consumió—. Porque pareces un niño berrinchudo. —Él me volvió a dar vueltas para que quedásemos de frente. Esta cercanía era peligrosa, presioné mis párpados, deseando que él no pudiese escuchar la estridencia de mis latidos.
—Pues perdóname por ser tan infantil. —Sus pupilas se encendieron como fuego en lo efímero de la canción—. Pero lucías más cómodo con él. —Traté de bajar el mentón, no obstante, fue imposible dejar de admirarlo. La atmósfera tuvo un espeso y aterciopelado sabor.
—Tú eres quien me pone nervioso. —No pude respirar ante tan adorable expresión, las mejillas me explotaron con fuegos artificiales—. No él... —El burbujeo en mi vientre fue delirante—. Ni nadie más en realidad.
—Tú también. —Poder ver al implacable lince de Nueva York con un tenue sonrojo sobre los mofletes—. Me pone nervioso hacer esto contigo. —Perdí la vida dentro de esos jades. Ni las estrellas centellearon tan fuertes como ese verde esplendoroso.
—Eso no lo hubiera esperado de ti. —Su perfume me hormigueó bajo la nariz, tan masculino—. Ya sabes, eres un alfa. —Mis dedos rozaron aquella pieza de joyería.
—Yo no quería que usaras ese collar esta noche. —Sus manos trepidaron contra mi espalda, los reflectores me abrumaron en una sinfonía dorada—. Yo tampoco quería que usaras uno la vez pasada pero no tuve opción. —De repente él era un caos enfundado en un traje de diseñador.
—Ash... —Acomodé mi palma contra su mejilla—. Lo entiendo. —Él no me apartó—. Y está bien. —La incandescencia del carmín fue absoluta entre nosotros dos. Él se relajó antes de esbozar la expresión más linda del mundo.
—Ahora que lo pienso nunca me diste ese beso cuando regresé. —Reí, bajito, tratando de ocultarme contra su pecho. Si él me seguía vislumbrando de esa manera podría leer mis latidos. Y qué problema sería que lo hiciera.
—Estás siendo codicioso. —Él alzó mi mentón.
—Quizás. —La suavidad en sus facciones congelaron la belleza, mi atención pendió sobre sus labios—. ¿Estaría mal pedírtelo ahora? —Deseé besarlo.
—No. —Y me odié por hacerlo—. Quiero que lo hagas.
—¡Ash! —Antes de que nos pudiésemos acercar—. ¡Él está en la fiesta! —Shorter apareció para sumirnos en el caos. La música se apagó, los aplausos no se hicieron de esperar junto a una tempestuosa admiración.
—¿Quién?
—Blanca. —Su rostro se tiñó de melancolía tras escuchar tan curioso nombre. La sensación fue más agridulce que aquella imperceptible sonrisa, lo tomé de los hombros para captar su atención.
—Ve. —Se lo aseguré, sin embargo, no lo miré—. Yo me quedaré con Bones y con Yut. —Porque no me sentí con el derecho a hacerlo.
—Gracias. —Él besó mi frente antes de perderse en la multitud.
Los busqué por la habitación, Bones se encontraba riendo al lado de Yut-Lung Lee mientras este trataba de arreglarle la trenza con una orquídea, la brisa del balcón los había convertido en un cuadro de belleza e irrealidad, suspiré, cruzando mis brazos sobre mi pecho. Él lucía tan diferente al omega que entrevisté, casi parecía un niño avergonzado bajo los halagos, debió ser duro sobrevivir en esa familia. Vendido, marginado y usado. Ni siquiera parecía tener interés genuino en tomar el mando, su búsqueda de alfa era nula y esa competencia de heredero no se concebía como libre albedrío. Caminé hacia ellos, sin embargo, una mano sobre mi hombro me frenó. Mi mundo cambió cuando me encontré con ese hombre, tirité, a pesar de ser un beta esas feromonas me pudrieron las entrañas.
—Acompáñame a tomar un trago, chico. —Él me arrastró hacia una habitación.
Al final de un extenso y solitario pasillo, con el eco de la música pendiendo en la remembranza junto a los alaridos de la multitud, fui atrapado. El cuarto estaba oscuro y era pequeño, lo único que había en su interior era un ostentoso sofá junto a una cubeta con una botella de champaña. Él ni siquiera me habló, tan solo apuntó hacia el rincón en una orden muda para que me acomodara. Obedecí, el chirriar del corcho retumbó por un lago vacío, mi cuerpo quiso huir, sin embargo, no pude.
—No tienes que estar tan nervioso.
—No lo estoy. —Él vertió la champaña en dos copas de cristal.
—Ya debes saber quién soy. —Una me fue extendida.
—Sí. —La otra pendió bajo sus labios—. Lo sé. —Dino Golzine se acomodó a mi lado.
—Eso facilitará las cosas. —De figura robusta e imponente, sus feromonas ahogaron la habitación, tragué el líquido de un sorbo—. Eres valiente. —La burla fue amarga.
—¿Me trajo para hablar de Ash? —Su mueca fue macabra y lánguida, él se acercó.
—Te traje para asegurarme de que no seas una amenaza. —Traté de retroceder, no obstante, el mueble se me acabó. De repente esto ya no lucía como una buena idea—. Todas las omegas con las que él ha salido lo han abandonado. —Sus yemas se deslizaron debajo de mi mentón, él me forzó a mirarlo, el tabaco en su aliento me mareó.
—Eso he escuchado. —Las palmas me sudaron, las piernas me crisparon, cada fibra de mi alma se hundió en un inmundo presentimiento.
—Pero tú pareces ser diferente. —Sus ojos me erizaron la piel—. Pareces ser mucho más problemático. —Sus garras se clavaron en mis mejillas—. No eres feo. —Una arcada se atoró en mi garganta, quise vomitar pero sus dedos me estaban presionando.
—Está demasiado cerca, por favor apártese.
—Aunque no eres tan lindo como mi preciado lince. —Él rozó el collar para desabrocharlo, el eco fue duro y frío contra el piso—. No te ha marcado. —Sus dedos se deslizaron contra mi nuca, la vida me fue robada por esa asquerosa mirada. El miedo se me agolpó en las entrañas.
—Por favor apártese. —Pero él me agarró de las muñecas.
—Quizás lo hayas escuchado pero soy el anfitrión de subastas clandestinas y también tengo algunos burdeles bajo mi poder. —Temblé cuando sentí su boca contra mi cuello—. Estoy seguro de que alguien pagaría muy bien por divertirse con un conejito. —Sus garras se hundieron en mi nuca—. Serías un buen niño, ¿no es así? —Quise gritar de impotencia, no obstante, no salió más que un patético gimoteo.
Estaba asustado.
Él empujó mi cara contra el sillón, sus uñas se incrustaron en mis cabellos con violencia, presioné los párpados con fuerza, su respiración se agolpó contra mi piel desnuda, la sensación fue asquerosa. Pude sentir cada una de sus palabras arremeter contra mis entrañas. Me paralicé bajo su cuerpo, sintiéndome pequeño e inútil.
—¿Qué no ves que estoy maldito?
La fricción me quemó, el ácido me rompió las cuerdas vocales, la respiración me erupcionó en el tórax. Era verdad, este hombre era el culpable de que Ash se quebrase todas las noches. La ira me burbujeó. Mis ojos estaban a punto de romper en llanto por el terror, cada músculo me temblaba como si fuese gelatina, era un mísero ovillo en el sofá, sin embargo, no pude concentrarme en el miedo. Porque odié a este alfa y me dejé consumir por tan destructiva emoción.
—No dejaré que me uses para manipularlo. —Aunque la voz se me desgarró no vacilé—. No dejaré que hagas esto. —Él pareció entretenido por la actuación.
—¿Qué no me dejarás? —Él empujó con brutalidad mi cara contra el sofá, el terciopelo me quemó las fosas nasales—. ¿No escuchaste nada de lo que te dije? —La atmósfera me estaba aplastando como si fuese cristal molido, los latidos perecieron. Él apestaba a alcohol.
—No tengo idea de lo que ocurrió entre ustedes dos. —Su rodilla presionó mi cadera, los huesos me crujieron bajo la barbarie del movimiento—. Pero no permitiré que lo sigas lastimando. —Su carcajada fue desquiciada y aburrida. ¿Esto era lo que siempre debía pasar Ash? Las pupilas me ardieron.
—Creo que he sido muy amable contigo. —Como si me quisiese arrancar el cuero cabelludo él me asfixió contra un cojín—. Tal vez te debería marcar yo para que aprendas. —El corazón me bombardeó horror, las piernas me trepidaron, la cara se me empapó de miedo. Contuve un alarido cuando sus dientes rozaron mi nuca. Pero estaba bien, ¿verdad?
Yo no era un omega.
Cerré los ojos, las lágrimas se me agolparon en las mejillas, me mordí el labio para no gritar. Mi estómago se retorció con náuseas, el sudor me quemó en escalofrío, me ahogué con esas podridas feromonas. Esto estaba bien, seguramente Ash Lynx lo había tenido peor, debía ser fuerte. Esperé sus colmillos contra mi nuca, sin embargo, no llegaron. Una suave risa me acarició la piel magullada antes de que él volviese a tirarme de los cabellos para obligarme a mirarlo. El sadismo que chispeó me congeló.
—¿Sabes? —El alcohol que escupió en esa pregunta fue asqueroso—. Odio a los omegas. — El sudor me escurrió en los latidos—. Son débiles y le entregan el trasero a cualquiera. —Él pareció recobrar la compostura—. Por eso prefiero a los alfas, ellos son criaturas majestuosas, son dignas de admiración. —Pero él no la tenía.
—Eso es enfermizo. —Él jamás la tuvo para empezar. Apreté los párpados con fuerza cuando él se acercó, pude sentir su aliento sobre mi cara.
—Devorarte lento es una idea mucho más inteligente para manejarlo a él.
—¿Lento? —Él se levantó del sillón, me acaricié la cabeza cuando finalmente fui libre.
—Sí. —Él se acomodó la corbata del traje, sin prestarme atención—. Eres insolente y eso no me gusta. —Él me dio la espalda, la pestilencia seguía pendiendo en la habitación—. Me aseguraré de saborear cada segundo de sufrimiento que pasen. —Retrocedí—. No sobrevivirás en esta clase de mundo.
—Yo... —Mi instinto me redujo a un ovillo en el sofá.
—Aléjate de Ash Lynx, él es de mi propiedad. —Sus manos se deslizaron sobre el marco de la puerta—. O ambos lo pagarán. —Antes de salir de la habitación. Saboreé el shock, ido, mis dedos temblaron cuando recogieron ese horrible collar antes de volverlo a soltar.
—Ash.
Contuve otra arcada, mis piernas me levantaron del sofá, aún estaba tiritando, mis ropas yacían empapadas de sudor frío y mi cuerpo corroído por una asquerosa capa de feromonas. Con el rostro descompuesto volví a acomodarme el collar antes de salir de la habitación, me apoyé contra la pared, tratando de recordar cómo respirar, la cabeza me palpitó bajo la música, estaba mareado, la mirada me punzó. No permitiría que lo lastimasen otra vez, mientras él me quisiese a su lado yo lo protegería. Las rodillas se me quebraron por culpa de la angustia, me mordí la boca con frustración. Débil e inútil.
Era un simple beta.
—Te ves fatal. —Nunca me había profesado tan aliviado de encontrarme con Arthur.
—¿Esas son tus frases para ligar? —Él sonrió, acomodando mi brazo encima de su hombro para que me pudiese levantar, la mueca de asco fue inminente en sus facciones.
—Apestas a Golzine. —Una de sus manos se deslizó hacia mi cintura—. ¿Te hizo algo? —Lo transparente de sus palabras me removió el corazón. El diablo tenía encanto.
—Nada que no haya esperado. —El rostro se me descompuso junto al estómago. Su palma se acomodó sobre mi frente para retirar una espesa capa de sudor, la preocupación entremezclada con náuseas fue una imagen graciosa. La música me golpeó la cordura cuando salimos del pasillo.
—Si sigues siendo así de imprudente te va a pasar algo.
—Según recuerdo no fui tan imprudente en nuestro primer encuentro y de todas maneras me amenazaste. —Él rodó los ojos—. Es un tanto sospechoso que ahora me quieras tan cerca. —Azules y bonitos. Mentirosos y embusteros.
—Pues la gente cambia.
—No lo hace en realidad. —Hubo tensión entre nosotros dos. La expresión que él me entregó, con violines coloreando el fondo y celeste melifluo—. Perdón. —Me mordí la boca, dejando que él me acomodase en las sillas cerca del banquete—. Ando con la guardia alta.
—No te culpo por hacerlo. —Él tomó asiento a mi lado, cerca. Aunque él todavía apestaba a peligro fundido con violencia—. Deja que te revise la herida. —Esto se estaba convirtiendo en una costumbre amena.
—No quise ser grosero. —Le entregué mi muñeca, él arremangó mi camisa para descubrir una venda—. Lo siento. —La hinchazón había bajado y el escarlata había transmutado a un magullado morado. Lo miré, una sonrisa de alivio entreverada con orgullo se posó sobre esos labios.
—Los japoneses se disculpan demasiado. —Él volvió a cubrir mi muñeca con el vendaje.
—Supongo que sí. —El tacto fue extraño.
—Has sido obediente y te has aplicado la crema que te pasé. —La petulancia en su voz me martilló la dignidad—. En un par de semanas ya ni siquiera la recordarás. —Pero las pesadillas seguían envenenando mis sueños.
—Gracias. —Porque ser transgredido de esa manera era imposible de olvidar—. Arthur... —Me acaricié la nuca, ansioso, la música nos envolvió con cuerdas de electricidad—. ¿Cómo es que Ash conoce a ese sujeto? —Su mueca se desfiguró ante la interrogante. Lo supe por cómo las mentiras cubrieron los acordes.
—Solo he escuchado rumores. —Fue una excusa bonita y barata.
—No importa, quiero saberlo. —No se la compré. Él se frotó el entrecejo antes de encarnar la impotencia.
—Yo llegué a la pandilla cuando ya estaba formada así que no sé tantos detalles como Alex o Shorter. —Él acomodó su mentón contra su palma—. Lo que escuché fue que Dino Golzine lo recibió desde muy joven como una especie de hijo adoptivo. —La sangre se me heló—. Creo que lo quiere como heredero para sus negocios. —La boca me tembló.
—¿Desde niño? —Asco, cólera, temor e ira—. ¿Un niño pequeño? —Mis uñas se incrustaron contra mi pecho para que me pudiese arrancar el corazón.
—Escuché que el tutor de Ash falleció en la guerra y estuvo vagando en las calles hasta que Golzine lo encontró. —Las entrañas se me llenaron de cristal quebrado—. Debió tener unos ocho años cuando lo recibió. —El mundo se detuvo en esas palabras.
—No hay nada que se equipare con el placer de poseer a un alfa.
—¿Eiji? —Su mano se acomodó contra mi rostro—. ¿Estás bien? —Me toqué las mejillas, incrédulo, estaba llorando. Porque él era un niño cuando fue arrastrado hacia el infierno y yo no hice nada para ayudarlo.
—Él debió haber sufrido mucho. —Los ojos de Arthur desbordaron perplejidad, la música fue lenta, los recuerdos agujas venenosas, su tacto fue dulce y comprensivo.
—Deberías preocuparte más por ti que por él. —El regaño fue tan suave que me pareció lindo—. En verdad eres un idiota. —Me limpié la pena con la manga antes de buscarlo.
Quería estar a su lado.
Ash y Yut-Lung Lee estaban charlando de manera amena cerca de la banda en el escenario, ambos lucían complacidos con el contrato verbal que estaban llevando a cabo, Bones parecía estarme buscando entre la multitud para presumirme lo linda que lucía su trenza con la orquídea, sonreí, profesándome afortunado. Arthur había tomado una copa de vino mientras se relajaba bajo los acordes. La melodía era agradable, el salón espléndido, la noche memorable, me levanté de la silla, sin embargo, el pandillero me apretó de la muñeca.
—Espera. —Él dejó el vaso de lado—. Hay algo mal con esta atmósfera. —Sus manos se deslizaron detrás de su chaqueta para palpar su arma—. Tengo un mal presentimiento.
—¿Un mal presentimiento? —La realidad me cayó como un balde de agua fría.
—Creo que...
—¡Ash!
La vida fue una cámara lenta luego de ese grito. La aflicción suspendida en ese verde tormentoso, la expresión de confusión en el rostro de Yut-Lung Lee, los gritos de Arthur al fondo del salón. Me abrí paso en medio de la multitud, el sudor me quemó la sangre y el corazón se me cayó de las manos. Se escuchó un disparo antes de que una infinidad de alaridos llenasen el salón. Caí sobre su pecho, mis palmas se aferraron a su camisa, llegué hasta él. Estaba a salvo, Shorter había logrado dispararle al francotirador para desviar la bala hacia el ventanal. Los vidrios estaban sobre el suelo y mi chaqueta, aquel despampanante traje se había arruinado.
—¡Idiota! —Aunque él me gritó me sostuvo como si tuviese el mundo atrapado entre sus brazos—. ¡No corras directo a un disparo si lo ves venir! —Me aferré a su espalda, me ahogué en sus latidos, cerré los ojos, deseando memorizar semejante calidez.
—Estás bien. —Cada músculo se le tensó bajo esas palabras—. Estás bien. —Fue lo que repetí para mí.
—Eiji. —La estridencia de su pulso fue una tonada peligrosa—. No vuelvas a hacer algo así, por favor. —Como si él pudiese esconderme de la maldad me acunó bajo su pecho—. Si te llego a perder...
—Lo sé. —Su voz se deslizó entre las grietas de mi corazón—. Es lo mismo para mí. —Lo sostuve con fuerza, deseando arrastrarlo hasta el borde en esta perdición.
Porque quebraría mis alas para hacerle un bote y sacarlo hacia la orilla, sin embargo, solo era una caña de pescar sin un anzuelo.
¿Odio a Dino Golzine? Yup, siempre.
A partir de esta semana volvemos a la programación habitual donde este fic se sube día por medio y los otros alguna otra historia para que nada muera en el olvido. El siguiente capítulo lo narra Ash y creo que se esperan lo que viene.
Muchas gracias por haberse tomado el tiempo y el cariño para leer.
¡Cuídese!
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