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Capítulo 4.

¡Hola mis bonitos lectores! Me da risa que hasta mis viejas notas hayan tenido faltas de ortografía. ¿Han sido días pesados? Yup, he estado con mucha ansiedad por ciertas cosas, pero no esperaba recibir mensajes tan lindos. Ay y yo tan torpe para andar respondiendo, merecen el cielo. De verdad mil gracias, no acostumbro a dejarme recibir cariño, por ende no sé hacerlo, ¡ah! Colapso.

Fuera de eso, este capítulo lo narra Eiji, muchas gracias a las personas que se toman el tiempo para leer.

¡Espero que les guste!

El miedo aplacó el esplendor de los girasoles para ahogarlos con tempestades. El terror se deslizó debajo de las grietas para atrapar los latidos en castillos sin princesas. Olvidado en el fondo de un palacio desierto el último pétalo se marchitó.

A veces regresaba con una turbadora vividez. La asquerosa sensación de sus colmillos contra mi piel, la putrefacta pestilencia de las feromonas, el moho entremezclado con sangre, la carne abierta bajo la navaja. Tres hombres trataron de retenerme, era lejano pero real. El sudor y las mordidas, los golpes y las burlas. Mientras más lloraba más les gustaba, él queriendo bajar la hebilla. Las imágenes seguían incrustadas en mi cabeza durante las noches, ellos me perseguían cada vez que estaba solo, las arcadas eran insoportables, mis entrañas estaban descompuestas, mi corazón lucía moribundo. Me llevé la mano hacia el pecho, de mi frente escurrió un escalofrío, la taquicardia me había quemado la cordura junto al terror. Esos sueños de disociación eran síntomas de estrés post traumático. Lo sabía porque eran los mismo que padecía el lince de Nueva York.

Suspiré, tratando de reincorporarme hacia la realidad, el día ya se había colado por las cortinas de la habitación, me removí sin éxito, Ash se encontraba aferrado a mi cintura debajo de las sábanas, sonreí. A pesar de esos tormentosos recuerdos, de la petulante fachada y los muros de espinas, él se reducía a esto, a un pequeño ovillo tembloroso pidiendo por comprensión. Acaricié sus cabellos, él restregó su nariz contra mi vientre complacido por la acción. Hubieron chispas.

—Ash. —Él no me respondió—. Ya es hora de que te levantes. —El calor de su respiración me hizo demasiado consciente de nuestra cercanía—. Oye.

—Eiji. —El alma se me electrizó cuando musitó mi nombre adormilado.

¿Cómo un alfa podía ser así de adorable?

—¡Ash, despierta! ¡Ya es hora! —Con un golpe contra su espalda traté de hacerlo reaccionar—. ¡He dicho que despiertes! —Su agarré se tornó aún más tensó contra mi cintura—. ¡Ya es más de medio día!

—No quiero.

—¿Cuánto tiempo más vas a pretender estar durmiendo? —Sus palmas descendieron hacia mi cadera, su peso me arrastró hacia el colchón. La estática fue insoportable.

—Solo un poco más. —Cuando el rubio alzó el mentón—. Hace frío y tu cuerpo es una buena fuente de calefacción. —Toda la cordura se me destruyó. Fue imposible despegar mi atención de esos intensos ojos verdes. A veces eran fervientes como el sol.

—Ash. —Otras se ahogaban en una soledad desmesurada pero desconocida—. Hablo enserio. —Él negó, apoyando su rostro contra mi vientre como si fuese un gato mimado.

—No quiero tener que soportar a Shorter hoy, él y la víbora se volvieron a pelear. —Mi mundo se paralizó dentro de ese mohín, mis palmas se crisparon antes de completar la caricia, él tembló, sofocado por la cercanía.

—¿La víbora? —Su cabello me cosquilleó debajo de la nariz, me encantaba su aroma.

—Yut-Lung Lee. —Mi risilla lo relajó—. Ellos tienen una larga historia, pero cada vez que se encuentran Shorter se vuelve insoportable. —Olvidé hasta mi nombre por él, mis yemas se enredaron en su flequillo, el toque centelleó.

—Lo dice el alfa más encantador. —El sarcasmo en mis palabras incitó un puchero, punto para el beta.

—Si lo soy. —Rodé los ojos.

—¿No dijiste que tendríamos que visitar al clan Lee? —Él se acercó hacia mi rostro. Tragué, su piel se deslizó contra la mía como seda, la sensación fue más eléctrica que agónica. Las sábanas se resbalaron por aquella fornida espalda, su aroma fue intoxicante, esa exótica galantería me atrapó.

—Sí. —Su voz escapó junto a una risita altiva—. La próxima semana tendremos que ir a la fiesta de los Lee. —Su sonrisa me paralizó los latidos, punto para él—. Oficialmente te presentaré como mi futura esposa. —Chasqueé la lengua, sin embargo, en el fondo estaba feliz. Era patético estar satisfecho con migajas de amor y mentiras melifluas.

—Debemos discutir ese título porque no dejaré que me presentes así. —Mis palmas se congelaron contra su espalda, había una decena de cicatrices grabadas en su piel, él actuó como si no tuviesen importancia, no obstante, sus ojos parecían a punto de llover.

—¿Qué tal la madre de mis hijos? —Él acomodó su rostro encima de mi pecho, mofándose de cada violento latir—. Ese nombre me gusta más. —Pero mis manos no querían soltar esas heridas, parecían viejas y dolorosas, eran profundas y llamativas.

—¿Quién querría ser la madre de tus hijos? —Sus yemas se deslizaron bajo mi mentón, mis dedos ascendieron hacia su cabello, estábamos demasiado cerca, nuestras respiraciones se fundieron en una bruma de estática—. Deberás buscar a alguien con mucha paciencia. —Su aliento me acarició la nariz, enrojecí, el sabor era adictivo y peligroso. Tan letal.

—No lo sé. —Él me contempló con intensidad—. Podrías ser tú. —Pero la realidad me atravesó el pecho con una despiadada espina—. Sería bueno que fueras tú. —El gélido de la crueldad me quemó el alma.

—¿Importa? —No lo miré al huir de la cama—. Solo soy un beta, no es como si pudiera hacerlo. —Lo escuché levantarse con el pisar de las alfombras y el rechinar de las tablas.

—No te lo tomes tan en serio. —Agarré un suéter de su closet para ponérmelo—. Solo era una broma. —Era negro y tenía el cuello alto, era feo, lo apreté, sabiendo que la realidad en este jugueteo me había comenzado a destrozar.

—No creo que tus bromas sean graciosas. —Él se vistió con torpeza, tratando de alcanzarme mientras se terminaba de subir los jeans.

—Eiji, no te pongas así. —No lo logró, giré la puerta, sin embargo, antes de que pudiese escapar la figura de un alfa me encontró.

—Alex. —El desconcierto fue transparente—. ¿Dónde está Shorter? —Lo amargo de la costumbre de tornó evidente. Pero no podía, esto tenía fecha de vencimiento y pronto sonarían las doce campanadas—. Él usualmente es quien trae las noticias. —El hechizo se rompería.

—Fue a la mansión Lee. —Ash rodó los ojos—. Ya sabes cómo es su relación con Yut-Lung.

—¿Te dejó a cargo? —Él asintió con dulzura a mi pregunta.

—¿Entonces, cuál es la situación?

—Encontramos algo sospechoso en Downtown, creemos que hay un testigo. —Me acaricié la muñeca, aterrorizado, seguía roja e hinchada, la marca parecía podrida—. Estamos juntando a un grupo para ir. —El aire me escurrió como brea entre los pulmones, las memorias fueron pesadas.

—Lo entiendo. —Esos hombres eran peligrosos, el ácido me destrozó la tráquea al recordar tan lánguida mueca. La transgresión, la violencia, las burlas, la desesperación. Tirité, su espalda lucía tan herida—. ¿Eiji? —Tuve que parpadear una decena de veces para comprender que me había aferrado al borde de su chaqueta.

—Yo... —Enrojecí. Pero había un mal presentimiento calando entre mis latidos, era doloroso.

—¿No quieres que me vaya? —La altanería en su sonrisa me pareció linda, me odié por pensarlo. Solté la mezclilla.

—No es eso, solo... —Él se acercó, la ternura con la que acunó mis mejillas fue mortífera—. Ten cuidado. —Mis manos se acomodaron sobre las de él, ese adiós se vio desbordado por la amargura—. Por favor. —Nuestros dedos se entrelazaron contra mi rostro.

—Regresaré pronto. —Él me lo prometió—. Solo es una misión de reconocimiento y llevaré a mis mejores hombres. —Dejé que su piel rozase la mía, el terciopelo fue embriagador. Cerré los ojos, memorizando su esencia, era sublime y placentera.

—Solo trata de no hacer algo estúpido. —Su risa fue genuina y bonita. A veces él me miraba de esta manera, no como un alfa, sino como Ash Lynx. La garganta se me desgarró con espinas. Esos jades no me dejaron de vislumbrar.

—Eiji. —Y yo no pude dejar de anhelarlo a él—. ¿Me darías un beso de buena suerte? —Las rodillas me temblaron como botes de papel bajo esa petición.

La sangre me hirvió cuando él se deslizó sobre mi cintura, la fricción fue delicada y suave, tan irreal. Nuestros alientos se fundieron, nuestros ojos lentamente se cerraron, la violencia de un latido chirrió bajo las tablas. Mis palmas se acomodaron contra su cuello, el estómago me cosquilleó para que me embriagase de él. Cada pieza de mi vida, cada parte de mi ser. No supe el momento en que me entregué, no obstante, la codicia era una adicción mortífera. Me incliné, intoxicado, sin embargo, mis dedos se volvieron a detener sobre su espalda y comprendí que no sabía nada. Cubrí mi boca para sabotear el beso. Miré el piso y me encontré en pedazos. Ash se apartó, confundido, la incertidumbre en sus facciones fue tan molesta como adorable.

—Cuando regreses. —Promesas blancas e ilusiones de estrellas—. Quizás ahí lo considere. —Él frunció el ceño, infló las mejillas y se cruzó los brazos contra el vientre para tener una pataleta digna de un niño de cinco años.

—Ahora no quiero ir. —Alex contuvo un grito silencioso.

—Eiji por favor, ayúdame con esto. —Suspiré, tomándolo del hombro antes de pararme en la punta de mis pies para darle un beso en la mejilla. Aunque el roce fue efímero, morí abrumado. Ash se acarició la cara, anonadado, un intenso escarlata cubrió desde sus mofletes hasta su nariz.

—Eres lindo. —Una sonrisa tonta empañó su galantería, la torpeza fue compartida—. ¿Me das otro? Aún no me siento motivado.

—Se acabó el romance, boss. —Alex lo tomó de los hombros para empujarlo hacia el pasillo.

—Pero...

—No hagas enfadar a Alex. —Él se limitó a asentir antes de que desapareciesen por el corredor.

Cuando me llevé la mano hacia el pecho me percaté de lo brusco que se había tornado mi palpitar. Vulnerable como un niño, frágil como una rosa, él no era más que un hombre hecho tormentas con un paraguas quebrado. Ash Lynx no era lo que aparentaba. Él se deshacía entre mis brazos con temblores violentos, los gritos de las pesadillas los mitigaba contra mi cuello, me apreté la muñeca, odiaba no poder hacer nada mientras los lamentos le desgarraban la garganta. Aunque sabía que éramos una farsa con caducidad prescrita no podía dejarlo. ¿Cuántas veces lo abandonaron? ¿Cuántos pedidos de auxilio ignoraron? No huiría también. Me miré la marca para darme valor.

Pero solo era un beta.

Arrastré mis pies hacia la planta inferior, el ronronear de los motores me avisó su partida, paseé la mirada por la residencia, había quedado prácticamente vacía. Los planos se hallaban desparramados en la mesa, las carpetas estaban tiradas sobre las alfombras, habían algunas bolsas con polvo blanco contra el sillón, me acerqué para mirarlas, no obstante, el aroma me indujo una arcada, arrugué la nariz, simplemente asqueroso, era una mezcolanza entre putrefacción y óxido. El hedor me fue familiar.

—¿Eiji? —Una sonrisa cosquilleó entre mis labios tras escuchar su voz—. ¿Eres tú? —Mis zapatillas me llevaron hasta su habitación.

—Sí. —Me afirmé del marco de la puerta—. Yo aún sigo aquí. —Bones se encontraba descansando dentro de su cama, el remordimiento se me atragantó en los pulmones, su rostro seguía morado, su cuerpo se hallaba vendado, él lucía tan delicado bajo esa frazada.

—Me alegra, no me gusta estar solo.

—¿Cómo te sientes? —El colchón se hundió cuando me senté a su lado, su colmillo sobresalió en una dulce sonrisa, pero su labio seguía partido y era mi culpa que estuviese postrado.

—Alex es un exagerado, estoy mucho mejor de lo que me veo. —Su atención se enfocó en mis manos—. Yo... —Él jugueteó con la colcha—. Escuché que te trataron de marcar. —Olor a inmundicia sometida a muerte. Llanto oscuro, soledad desgarradora, burlas vacías y colmillos helados. Me abracé a mí mismo.

—Trataron pero no pasó nada. —La impotencia en su rostro me dejó en blanco, sus piernas se crisparon bajo las frazadas, él se inclinó, tratando de tomar mis manos, sin embargo, no lo hizo.

—Perdón. —Su disculpa fue barata y linda—. Fue mi culpa que te llevaran, yo no te cuidé bien. —Fue sincera y despechada, no obstante, ¿importaba? Estás nunca arreglaban nada.

—Nos tomaron por sorpresa a los dos. —No me arreglaron a mí—. No debimos bajar tanto la guardia. —Bones sonrió, con amargura y melancolía.

—Es fácil bajar la guardia contigo. —Me acaricié la nuca, deseando encontrar las palabras correctas para arreglarnos. El día estaba soleado, el calor golpeaba por la ventana, ese suéter me estaba asfixiando con una brutalidad infernal.

—¿Tan débil me veo como para que seas tan confiado? —Habían siete cicatrices de mordidas debajo de mis prendas—. ¿Me lo tomo como un halago? —Cada una más nauseabunda que la anterior.

—¡No es eso! —Pero la más importante—. El jefe baja la guardia cuando está contigo. —Era la de mi corazón—. Así que para el resto de nosotros es natural confiar en ti. —Era grande, profunda y escurría escarlata.

—Él no baja la guardia cuando está conmigo. —Mis hombros fueron buques hundidos en la infinidad de la añoranza—. Él no la baja con nadie. —Mis latidos perecieron por unos ojos destructivos y bonitos. Tan insolente.

—No es verdad.

—Sí lo es. —La expresión que él me entregó fue tan dulce que no supe qué responder, sus manos finalmente me alcanzaron.

—Eiji, llevo años sirviéndole al jefe, pero jamás lo había visto así, él parece una persona completamente diferente cuando está a tu lado. —No lo quería escuchar—. Pienso que eres especial para él. —Bajé la nuca, sabiendo que aunque lo anhelase no era verdad. Ni siquiera debería atreverme a ambicionarlo, sin embargo, lo hacía.

Y me aborrecía por hacerlo.

—Creo que estás confundiendo las cosas. —Las mentiras eran un mortífero veneno—. Él parece enojado todo el tiempo cuando está conmigo. —Y yo era un adicto. Lo aspiraba y me lo bebía.

—Creo que te estás subestimando. —Una tercera voz—. Ash puede ser un bruto para el romance, pero Bones tiene razón. —Me heló la cordura—. Eres especial.

—Shorter. —El nombrado se incorporó a la habitación, aun bajo esos gruesos lentes de sol pude vislumbrar unas ojeras púrpuras acompasadas por una mueca extenuada.

—Supuse que se quedarían solo ustedes dos. —Bones se cruzó los brazos contra el pecho, ofendido, aquel puchero infantil fue un contraste estridente para tan inquebrantable voluntad. Ellos eran especiales, sonreí, aliviado.

—Fue Alex quien no me dejó ir. —Shorter le revolvió el cabello, aquella trenza se convirtió en una vieja escobilla bajo tan brutos toques—. Odio que me trate como un omega.

—Eres su pareja destinada, es lo normal. —Las palabras del alfa solo lo molestaron.

—¡Pero es un fastidio! —Él golpeó la colcha—. ¿No es así, Eiji?

Mis manos se acomodaron sobre mis muslos, sus expresiones se grabaron a fuego lento en mi corazón. Fue amargo. Quise hablar, sin embargo, el tiempo careció de perdón. Porque lo único real en esta mentira eran los gritos corroídos durante las pesadillas, después de todo, yo solo era un beta. No pude hacer nada para defender a Bones además de sollozar, era incapaz de darle hijos a un alfa, ni siquiera podía actuar. Era un problema pero no uno bonito. Suspiré, con el caer del sol él encontraría a alguien más, seguramente él tenía una pareja destinada.

Un omega.

—Si yo no le puedo dar descendencia. —La preocupación me cortó la garganta—. ¿Él conseguirá a otro omega? —Aunque él había perjurado dominio autónomo, no confiaba en esa pretenciosa conexión de destinados. Sin confianza no hay amor.

—¿Por qué de repente te preocupa eso? —Sin amor no hay nada—. ¿No te hicieron nada más en esa bodega? —Mis yemas se congelaron sobre mi muñeca. Debería ser un alivio, ¿verdad? Porque no era especial estaba a salvo.

—No es eso. —Shorter se quitó los lentes de sol, sus ojos fueron una oda para la aflicción—. Solo estoy pensando tonterías, no me hagan caso. —Bones me acarició la espalda de manera mimosa. El toque no me relajó.

—No quiero que llegue nadie que no sea Eiji. —La determinación chispeó en sus pupilas—. Además, entre omegas nos debemos apoyar. —Pero no era verdad.

—Sí... —Porque yo era una farsa.

—Y esas otras chicas que intentaron ligarse al jefe eran realmente desagradables. —El bufido de Bones aligeró la tensión—. Ellas no solo actuaban como si la casa les perteneciese, nos trataban como basura. —La furia entrelazada a sus palabras fue curiosa—. Eran unas terribles pretendientes.

—Es cierto. —Los lentes se hundieron en la cama—. Ash ha sido abandonado incontables veces por sus parejas, nunca nadie había durado más de una semana. —La hinchazón en mi muñeca fue mi ancla hacia la realidad. Ese aroma a putrefacción, esa desagradable sonrisa lánguida, sus colmillos por mi piel.

Alto.

—Ash es una persona difícil. —Rocío de pena bañaba el marfil mientras los aullidos de soledad eran ignorados—. Ellas debieron ser bastante tontas sino supieron apreciarlo.

—Tú has soportado mucho más que la mayoría pero sigues acá. —Esperaba que él quisiese regresar a mi lado—. Supe que eras la elección correcta desde que te enfrentaste a Yut en la entrevista. —Los miré a los dos, agradecido por sus palabras, fueron lindas.

—¡Es cierto! Él da miedo. —El ambiente era grato y la atmósfera desprendía dulzor por culpa de esos dos. Sonreí antes de tomar una máscara de omega, de rostro bonito y comportamiento agraciado.

—Entonces... —Me engañaría a mí mismo—. Supongo que daré lo mejor. —Bajo un foco demasiado fuerte y un escenario encarecidamente grande.

Me vendería a la noche por el lince de Nueva York.

Dejando que esos dos siguiesen jugando a la enfermería salí de la habitación. Los jardines eran mi lugar favorito en esa mansión, apenas crucé el ventanal el sol me recibió con un fulgor etéreo, el suéter se me pegó a la piel por culpa del sudor, el viento acarició las flores y le susurró a los árboles mientras me acomodaba sobre una banca. La sombra era agradable y los tormentos se fundían con aquella farsa. Dejé que el peso del mundo me cayese sobre los hombros.

Él era un dilema.

Sabía que nuestra relación no era real, sin embargo, esto me estaba consumiendo. Era como si con cada una de sus miradas una mariposa colorease mi interior, sin importar qué tanto tratase de aplacar sus aleteos, estas ya estaban craquelando el frasco en mi corazón. Mi espalda golpeó las tablas, las palabras se me ahogaron en un nudo, el cuerpo me pesó. Aunque no entendía los problemas que lo asechaban sabía que el sufrimiento era desmesurado. Cada vez que me acercaba esos despampanantes jades se llenaban de terror y se empañaban con una dolorosa disonancia. Un lado de él me apartaba con palabras filosas y verde tormentoso. El otro se aferraba a la desesperanza mientras lloraba, una parte tan quebrada que no la podía tocar o se esfumaría como cenizas.

¿Cuál de los dos era el verdadero Ash Lynx?

—Te ves patético. —Mis vértebras se clavaron a la banca bajo esa voz—. Hey. —Él extendió sus palmas en el aire—. No vine a pelear.

—Eso es raro en ti. —Arthur me sonrió, intimidado.

—¿Puedo sentarme? —Elevé una ceja, indiferente.

—¿Por qué? —Él suspiró antes de revolverse el cabello, lucía desastroso—. ¿Vas a honrar a un simple omega como yo con tu presencia? —Él no pareció molesto con mis palabras, los músculos se me tensaron contra las tablas, una alarma retumbó en mi cabeza, fue roja y estruendosa.

Un mal presentimiento.

—Eres bastante rencoroso, ¿no es así? —Él no esperó una respuesta para acomodarse a mi lado, me tuve que correr, su silueta era demasiado imponente para esa pequeña banca, casi podía ver las feromonas que él desprendía.

—Se podría decir que sí. —El aroma a tabaco me cosquilleó bajo la nariz, mis manos juguetearon contra mi regazo mientras la alarma mental retumbaba—. El día está agradable. —La atmósfera fue incómoda.

—Lo está. —Sus palmas lucían heridas, en su ropa aún se apreciaba la sangre seca, no lo quise mirar.

—Sí. —Tan solo enfoqué mi atención en la danza de los pétalos y los rayos del atardecer.

—Eiji... —Él batalló con sus propios pensamientos antes de seguir—. Escuché que te trataron de marcar. —Rodé los ojos, aquello ya parecía ser una maldita sátira en esta casa, la brisa fue crueldad.

—¿Te importa si lo hicieron? —Él vaciló antes de responder.

—No realmente. —Me sobresalté cuando trató de tomarme las manos—. Pero quiero comprobar algo, tranquilo. —La violencia de sus feromonas no ayudó, aunque no las podía oler el letargo era omnipotente.

—Si estás tratando de molestarme está funcionando. —Pero de repente él cambió. Su rostro se suavizó, sus toques fueron gentiles. Parpadeé, confundido, sus ojos eran azules, nunca me había fijado en la finura del tono. La alarma siguió sonando, no obstante...

—Tranquilo. —Ya no la escuché. Él levantó la manga de mi suéter para revelar aquella mordida, la marca se encontraba hinchada, ennegrecida y palpitante—. Esto no va a cicatrizar con la medicina que estás tomando. —Sus dedos recorrieron los dientes grabados en mi piel antes de hacer presión, dolió.

—¿Entonces?

—Esta es la mordida de un alfa que estaba consumiendo alguna mierda, hay que desinfectarla apropiadamente o quedará una gran cicatriz. —Sus yemas se detuvieron en mi muñeca—. Yo te puedo dar una crema antiséptica.

—¿Cómo sabes eso? —Él se rio, un escalofrío se agolpó en mi columna vertebral. Hubo algo en esa expresión que me resultó genuino, casi dulce.

—Pasé toda mi juventud en peleas clandestinas. —Él se bajó el cuello de la polera para que pudiese contemplar varias cicatrices de mordidas escritas en su piel—. Tengo mucha experiencia en esa área. —Me acerqué para tocarlas, aunque los dientes ya no se sentían la forma seguía intacta. Un alfa marcado. ¿Quién lo diría?

—No lo entiendo. —Sus ojos se me hicieron bonitos y su sonrisa agradable—. ¿Por qué me estás diciendo esto de repente? Parecías bastante empeñado en molestarme hace algunas semanas. —Él se acarició la nuca, constipado. Sus cabellos se mecieron bajo la brisa, una hoja cayó sobre ellos.

—Lamento eso, tengo la mala costumbre de odiar todo lo que se relaciona con Ash Lynx. —La sinceridad en esa confesión me hizo reír—. Pero creo que me agradas. —Levanté una ceja, divertido.

—A juzgar por nuestro primer encuentro creo que tienes otra razón. —La estática fue extraña cuando nos volvimos a mirar.

—Me atrapaste. —Curioso, aunque este hombre era peligro no estaba asustado—. La verdad sí tengo otra razón. —Porque yo no era un omega no tenía que temerle a un alfa, ¿verdad?

—¿Entonces? —En ningún instante el contacto visual se quebró.

—Creo que eres interesante, samurai boy. —Él apoyó su rostro contra su palma. Escuché los motores y olí la gasolina cerca de los jardines, seguramente la pandilla había llegado—. No sé si es porque eres un omega masculino o porque tu personalidad es muy mala. —Carcajeé con sarcasmo antes de arquear las cejas.

—La tuya tampoco es encantadora. —Humillado y ofendido.

—No sé muy bien por qué pero captaste mi atención. —La alarma se hizo presente bajo la magnificencia del atardecer.

—¿Esto es una tregua? —Él asintió. Su imagen fue ridículamente inofensiva, sus piernas estaban encogidas contra la banca, el azul de su mirada era más suave que un bizcocho, la gentileza en esa sonrisa se tornó adictiva.

—Considera esta mi manera para pedirte que seamos amigos. —Habían armas en sus pantalones, moretones en sus nudillos, sangre en su camisa, filo en sus colmillos, fue escalofriante, sus feromonas me ahogaron hasta los pulmones. Tuve un presentimiento de mierda.

—Bien. —Pero yo era estúpido e imprudente—. Eso me gustaría. —Él me extendió su palma para que selláramos con un roce la eternidad del contrato. Solo me condené.

—¡Eiji! —Shorter fue quien me llamó desde el ventanal—. ¡Los chicos ya regresaron! —Me levanté de la banca, nuestras manos seguían entrelazadas, lo miré, un tanto angustiado.

—Ve con tu alfa. —La burla en sus palabras me revolvió las entrañas—. Habláremos en otro momento. —Suspiré, encaminándome hacia el caos que se había desatado en la residencia.

El grupo clandestino resultó ser el proveedor de una nueva droga que estaba cobrando popularidad en Downtown, al parecer una dosis era suficiente para hacerse adicto y generar tolerancia, lo que Ash hipotetizó fue un estimulante con efecto alucinógeno, sin embargo, faltaba información, los viajes que producía dicha sustancia solían ir acompañados de una violencia desmesurada que terminaba con asesinato o suicidio. Los incidentes se estaban extendiendo tanto hacia el territorio del lince como al del clan Lee, la reunión de la próxima semana sería la excusa perfecta para establecer una alianza. Cuando la asamblea concluyó, él me miró, nervioso, de sus labios escaparon una infinidad de suspiros silenciosos antes de volver a callar. La pandilla parecía expectante, retrocedí, intimidado por ser el centro de atención. Alex se acarició el entrecejo antes de irrumpir.

—Eiji. —Asentí—. Nuestro jefe te quiere decir algo. —Con un empujón el aludido fue forzado a caminar hacia mí.

—Yo... —Él se dio vueltas para ser alentado por sus subordinados, chasqueó la lengua, la expresión de vergüenza que esbozó fue absolutamente adorable—. No te estoy invitando porque quiera, son ellos los que no me han dejado en paz, pero...

—¿Pero?

—Hay una gran televisión en el segundo piso y quería... —Él se rascó el cuello, ansioso, sus dedos acariciaron de manera frenética su cabello antes de congelarse—. Ya sabes.

—¡Él te quiere invitar a ver una película! ¡Como una cita! —Las mejillas se le encendieron con ferocidad bajo el grito de Kong—. Eiji por favor dile que sí, ya no soportamos más esta humillación. —No pude hacer otra cosa más que reír.

—Supongo que podría ver algo. —Los festejos no se hicieron de esperar en la multitud. Sonreí, esa sensación, me acaricié el pecho, las mariposas en mi interior golpearon su frasco. Era extraño ser protagonista de tanto dulzor.

Bajo los gritos extasiados subimos hacia el segundo piso. La habitación principal era espaciosa y elegante, un librero se encontraba al costado de un pretencioso sofá, una gigantesca pantalla led cubría toda la pared del frente, las cortinas eran pesadas y púrpuras, la mesita tenía algunas botanas. Él se acomodó en el sillón, con una torpeza inexplicable me removí a su lado. Fue curioso verlo de esa manera, él casi lucía como un adolescente nervioso tratando de poner la película. Tan vulnerable. Él eligió «la guerra de las galaxias» antes de apagar las luces.

—Tus hombres te deben querer mucho. —Aunque él no despegó su atención de la televisión las orejas le enrojecieron—. Son como tu barra personal. —El ambiente era ligero y la estática agradable.

—Son un fastidio. —Las cejas le temblaron—. Están desesperados para que consiga descendencia cuando les he explicado incontables veces que me quiero ganar el centro por mis propios méritos. —Subí mis piernas hacia el sillón, creando un refugio para mi mentón con mis rodillas, lo miré.

—Creo que solo están preocupados. —La boca se me secó, él lucía majestuoso bajo las luces—. Son buenos amigos. —Su piel fue una oda para la porcelana contra el dorado de sus cabellos, de alguna manera él se las arregló para hacerse aún más guapo bajo la risa de Luke Skywalker.

—No lo entiendo. —La trama se perdió dentro de ese verde esplendoroso—. ¿Preocupados de qué? Estoy bien. —Su ceño se relajó cuando nuestras miradas se entrelazaron, ya no las pudimos separar.

—Preocupados de que estés tan solo. —Pude sentir una intoxicante calidez a través de su chaqueta de mezclilla, de repente el sofá me pareció demasiado pequeño para nosotros dos—. Ash, ellos me lo han dicho varias veces, solo quieren verte feliz al lado de alguien. —Sus ojos entonaron melancolía acompasada con soledad.

—No tengo esa opción. —Su palma trepidó sobre su regazo, la mía se acomodó a su lado—. Esta es la vida que me tocó. —Sus feromonas me cosquillearon con una electrizante nitidez, su aroma fue adictivo.

—No tiene que ser así. —Su sonrisa me rompió.

—¿Y quién se supone que será mi compañía? —La realidad fue despiadada—. ¿Tú? —No quise escuchar la súplica en su pregunta, porque el mundo era imposible para un beta simplón.

—No, pero deberías abrirte más con la pandilla, ellos realmente se preocupan por ti y eso te haría sentir menos solo. —Mis palabras lo desconcertaron—. Además, aún puedes conocer a alguien y enamorarte, eres un alfa, tienes una pareja destinada, no te cierres a esa posibilidad. —Decirlo me destrozó.

—Eiji. —Nuestras manos se entrelazaron sobre los cojines, nuestros labios se anhelaron en un suspiro—. Sé que dijiste que no me dejarías, pero... —Mi mundo se paralizó bajó esos ojos verdes, él lo destruyó todo para volverlo a moldear.

—¿Pero? —Su respiración se derritió contra mi cuello como cálido terciopelo, él se inclinó en el sofá, mi espalda chocó contra los almohadones, mi corazón fue una odisea.

—Tú... —Él hundió su nariz sobre mi hombro—. Hueles a Arthur. —La magia se quebró. Sus piernas temblaron contra mis rodillas, él me acorraló, su rostro estaba cerca, las puntas de su cabello me rozaron las pestañas—. ¿Por qué apestas a sus feromonas? —Estaba encandilado por él.

—Nosotros estuvimos hablando un poco. —Quise desviar la mirada, sin embargo, el despecho en su expresión no me lo permitió.

—No me gusta que te encuentres con él. —El hálito me acarició los labios—. Te lo he dicho. —Fui presa del lince de Nueva York.

—Shorter me dijo que es de tus mejores hombres. —Eso lo molestó aún más. Las voces de la película se perdieron contra mis latidos, la oscuridad pereció ante tan masculinas facciones—. ¿Es verdad? —El aire se me fue en tan íntima cercanía.

—Lo es. —La voz le tembló—. Pero eso no lo convierte en una buena persona. —Él se dejó caer contra mi pecho, pequeño—. Cada una de las chicas que traje él me las quitó o las asustó. —Le acaricié el cabello, dejando que sus retazos fuesen acunados por la fragilidad.

—¿Me parezco a una de tus lindas omegas? —La amargura en mi pregunta me dolió—. Yo solo soy un beta así que no te deberías preocupar. —Él lo notó, pero no porque doliese o lo ignorase dejaría de ser verdad, él alzó el mentón.

—Tú eres mucho mejor que esas omegas. —El rubor se anidó en mi alma—. Eres mucho mejor que cualquier persona que he conocido. —La explosión en mi palpitar creó una infinidad de galaxias solo para verlo sonreír.

—Aun así. —Sus yemas acariciaron mis mejillas para destruir quien era—. No deberías prestarle mayor atención si soy un beta.

—Lo sé. —Él se enredó a mi cintura de manera mimosa—. Pero no quiero que te acerques a él, no confío en sus intenciones. —Yo le rodeé la espalda, deseando que el tiempo se paralizase y este momento fuese lo único que pudiese revivir. Una y otra vez.

—Entonces me mantendré alejado. —Se lo prometí.

—Gracias. —Y él lo creyó.

Ninguno se movió de aquella posición para prestarle atención a la película, en algún punto de la trama Ash se durmió, la tranquilidad en su rostro me resultó inefable, él jamás me soltó. Era como si nuestras manos se hubiesen escogido pertenecer y nuestros cuerpos encajasen a la perfección. Éramos dos hombres adultos, con las piernas enredadas, con un abrazo empalagoso en un sofá ridículamente pequeño, sumergidos en la oscuridad. Eso me agradó. Y fue terrible que me gustase porque sabía que el frasco en mi pecho no podría soportarlo mucho más.

La esperanza coloreó la belleza de los girasoles. La confusión se deslizó debajo de las grietas para atrapar a los latidos en castillos sobre nubes. Olvidado en el fondo de un palacio desierto el último pétalo floreció.   

La pandilla los shipeaba y yo me di cuenta recién ahora cuando lo hicieron todo el fic, jajaja amor eterno a su jefe. El siguiente capítulo se viene un encuentro más intenso *Inserte música de suspenso* Oh sí, se vienen los capítulos más fuertes.

Muchas gracias por haberse tomado el tiempo para leer, seguramente les hare spam mañana.

¡Cuídense! 

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