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Capítulo 3.

¡Hola mis preciosos lectores! Primero voy a dejar un pequeño deshago emocional porque han pasado algunas cosas intensas por estos lares y prefiero decirlo antes que cualquier cosa pueda pasar. Los amo, de verdad muchas gracias por todo el apoyo que me dan, sé que lo digo siempre, pero es que aún no lo termino de creer, escribir para mí es sumamente importante porque lo adoro, me da miedo que alguien me quite esto porque es mi via de escape al estrés y sería bastante cruel, pero aún si llegase a pasar, poder estar acá y conocer a gente tan maravillosa ha sido lo mejor del mundo. Soy muy insegura, ansiosa y he tenido un millón de malas experiencias con personas porque soy hyper sensible, pero no les puedo expresar lo feliz que me siento acá. Eso, no los quiero alarmar ni nada, en mi corazón todo sigue bien, pero por cualquier cosa quería decirles que es un honor tenerlos acá. Hacen del fandom un lugar precioso en el que quiero estar.

Ahora sí, perdón, han pasado cosas intensas. Muchas gracias a las personas que se han tomado el tiempo para leer. El capítulo de hoy efectivamente lo narra Ash y esta vez me siento muy orgullosa de como quedo porque este era el capítulo más castroso del mundo.

¡Espero que les guste!

En un reino construido por las espinas del miserable y la sangre del pecador era el mentiroso quien se sentaría en el trono.

Me froté el entrecejo, tratando de juntar mis pedazos antes de ponerme la máscara de alfa, respetado y dominante, de feromonas imponentes y destino ya plasmado, estaba listo para ser temido en este infierno, no era un camino dichoso, sin embargo, debía atravesarlo.

—Tú eres demasiado poco hombre para ser un alfa.

Suspiré, dándome vueltas en las sábanas, ese beta no era más que problemas de ojos bonitos y silueta coqueta, mi atención se clavó en su espalda, sonreí, mi camisa le quedaba grande, hasta los cabellos más largos de su nuca se perdían dentro de la tela, extendí mi palma para tocarlo, no obstante, me paralicé. Desde esa noche no volvimos a hablar, él era demasiado orgulloso como para disculparse y yo estaba demasiado herido para siquiera tratar.

—Eiji. —Él no me respondió.

El colchón crujió cuando él se giró hacia mi lado, sus ojos se encontraban cerrados, sus labios yacían entreabiertos, sus pestañas se enredaron a su flequillo bajo el suspiro de la brisa. Mi mano pendió en el aire. Él era hermoso, de eso no cabía duda, él me embelesó con una sola mirada. La calidez de su cuerpo me resultó abrumadora, me incliné hacia él, deseando solo un poco más. Toqué su mejilla por mera curiosidad, los latidos se me acribillaron. Pero él no era un omega, así que esto estaba bien. Eiji bostezó tras ser agasajado por los primeros rayos del sol. Las orejas me ardieron cuando él se frotó los párpados para regalarme la expresión más adorable que alguna vez tuve el placer de contemplar.

—¿Por qué estás tan cerca? —La ilusión se quebró apenas sus cejas se arquearon.

—Tú fuiste quien me empezó a abrazar anoche. —Sus mofletes fueron teñidos por un delicado carmín—. Tú eres quien se debería disculpar. —Él bufó, levantándose de la cama, mi camisa le llegaba hasta los muslos, tragué, eran blancos y tonificados. Tan coqueto.

—Pues perdóname por tocarte. —La prenda cayó hacia el suelo—. Debió ser una verdadera tortura para ti que un simple beta te abrazara. —Su cuerpo era una oda para la tentación, masculino pero delicado, de silueta definida y curvas irreales.

—Yo no dije eso. —Traté de no mirar, de concentrarme en mis propias prendas.

—Pero eso fue lo que quisiste decir.

—¿Siempre eres así de rencoroso? —No obstante, aquello fue imposible con él.

—Cuando se trata de idiotas, sí. —La tensión chispeó en la atmósfera—. Así que estás bastante arriba en esa categoría. —Lo miré, él estaba usando el mismo suéter con el que había llegado, me froté el ceño antes de arreglarme la chaqueta. Su terquedad no tenía remedio.

—¿Sabes? Puedes usar todo lo que está en mi armario. —Él se acomodó el cuello del chaleco.

—Prefiero usar esto por tres meses a pedir prestado algo tuyo. —La altanería me pintó una sonrisa, me agaché hacia la alfombra, tomando la camisa que él usaba como pijama.

—No es lo que piensas antes de dormir. —Él se cruzó los brazos contra el pecho, el gélido en esos grandes ojos cafés me quemó la cordura.

—No es como si tuviera más opción. —El día se coló por las cortinas para danzar entre sus pestañas—. No puedo salir a comprar cosas para mí. —Contemplarlo fue abrumador.

—No te estoy prohibiendo nada. —Él era diferente—. Además esto es solo por precaución. —Él aún tenía voluntad.

—Pero tampoco me dejas salir de este lugar. —Aquello me aterró, tanto los omegas como mis subordinados me alababan con respeto y me ofrecían sumisión. ¿Cómo debía reaccionar ante este chico? La curiosidad era implacable, sin embargo, el lince estaba maldito.

—Si quieres salir deberías empezar a comportarte como mi omega. —Tomé su mentón, examinando sus facciones, él aún tenía el cuello rojo a causa del collar, las entrañas se me revolvieron, ese sujeto era un sádico despiadado—. Ya me has dado suficientes problemas. —Y yo no era más que una marioneta.

—Ya hemos tenido esta conversación, Ash. —Podía sentir cómo me tiraba los hilos de las muñecas para hacerme bailar.

—Yo también. —Bajé los hombros—. Ya no quiero discutir más. —No obstante, tenía que ganar.

Boss! —Bones tiró la puerta antes de que pudiésemos decir más—. ¡Tenemos buenas noticias! —Shorter apareció por detrás, nervioso, un folio estaba siendo presionado contra su pecho.

—¿Qué es lo que pasa? —Tuve que parpadear una infinidad de veces antes de reincorporarme a mi papel de alfa—. Pareces ansioso. —Él se rascó la nuca luego de soltar una risa forzada, la columna se me erizó, la boca se me llenó con un asqueroso sabor, tuve un mal presentimiento.

—Tus reuniones se movieron para mañana. —El folio me fue extendido, lo repasé con desinterés, confiando en las habilidades de mi mejor amigo—. Tienes el resto del día libre, Ash. —Una sonrisa se dibujó mientras mis ojos devoraban las palabras escritas. Un descanso era un lujo para el reinado de la corrupción.

—Bien, así podemos planificar nuestro siguiente movimiento. —Arrojé los papeles hacia la cama, los huesos me crujieron tras estirarme por la habitación.

—Esa es una buena idea, pero... —Alcé una ceja, su expresión me revolvió las entrañas, un estrago pendió en la atmósfera.

—¿Pero?

—Bueno, yo y los chicos estuvimos hablando. —Aún bajo los lentes su mirada me evitó—. Y nosotros pensamos que quizás podrías usar el día para, ya sabes. —Él ni siquiera terminó la oración, la coherencia en sus palabras se vio aplacada por la verborrea.

—¿Para...?

—¡Deberías ir a una cita con Eiji! —El grito de Bones nos hizo enrojecer a ambos.

—¡¿Qué?! —Nos observamos con timidez, el brillo que fulguró dentro de esas obsidianas fue arrebatador.

—¡Sí! ¡Ustedes hacen una bonita pareja pero jamás están juntos! —El sonrojo en sus mejillas lo hizo lucir absolutamente adorable, mi pecho fue poseído por un desenfrenado palpitar—. ¿Entonces, qué dicen? —Aunque el terror era paralizante fue la ternura de su mohín la que me abrumó, sin siquiera notarlo acabé a su lado.

—Una cita. —Cada músculo me hormigueó cuando él me miró—. Yo... —¿Por qué tenía que ser tan bonito? ¿Por qué debía brillar tan ilusionado por una farsa?

—¿Qué dices, Ash? —Maldición, me encantaría pasar tiempo con él. Me apreté el pecho, recordando mi lugar, él era un simple beta.

—Tengo mejores cosas que hacer. —Y esto no podía estar pasando.

—Pero...

—No te desanimes, Bones. —Sus hombros se encogieron, decepcionado—. ¿Quién querría ir a una cita con él de todas formas? —Él parecía herido, traté de detenerme, sin embargo...

—Hoy puedes hacer lo que quieras mientras no me estorbes. —El temor entreverado con la estupidez fue más poderoso. Él era un beta y yo tenía un deber como alfa, él no era especial y solo me molestaría.

—Ash, necesitamos hablar. —Sin esperar respuesta, Shorter me arrastró hacia el final del pasillo.

Odiaba esa parte de la residencia, los cuadros eran frívolos, la mancha roja que coloreaba el pavimento era mía, esa asquerosa voz aún retumbaba por las paredes de mi memoria como si fuese un lugar vacío, mis uñas se clavaron a mi antebrazo, Dino Golzine había escogido este lugar para que yo estableciese mi reinado, él me sobornó con promesas de libertad para mantenerme encadenado. ¿Y ahora? ¿Qué otra opción me quedaba además de actuar como un alfa?

—No deberías tratar a Eiji de esa manera. —Mi atención pendió desde los retratos hasta su rostro—. No quería decir nada frente a los demás porque eres el jefe, pero él tiene razón, tú fuiste quien lo dejó solo en su propia fiesta de compromiso.

—No fue una fiesta de compromiso. —Me acaricié el entrecejo, frustrado.

—Lo que fuese, no debiste abandonarlo ahí, parecía un conejito perdido. —El pecho se me comprimió ante la imagen mental. Pero mierda, Dino Golzine me atrapó antes de que pudiese escapar.

—Tenía asuntos más importantes que andar jugando con un omega. —La mueca que él me regaló fue de puro rencor.

—También saliste de la casa toda la semana. —Era verdad, una más cruda que cruel—. Si yo fuese Eiji ya te habría abandonado. —Esto era tan desgastante.

—Su único propósito es darme hijos, no tiene por qué haber un lazo emocional. —Él negó, ahogado por la desilusión, la atmósfera se tornó pesada, la máscara se me empezó a craquelar—. No tengo tiempo para ir a citas o cosas así, esto es más importante. —Le di las manos—. Shorter, esto es más grande que nosotros dos. —Él las soltó.

—Si ese es el único propósito con el que lo ves. ¿Por qué no lo has marcado? —La tráquea se me cerró, las mentiras escurrieron como brea, la vida me dejó una cicatriz—. ¿Por qué ni siquiera has intentado tocarlo? —Era negra y repulsiva.

—No he entrado en celo. —Me excusé. ¡Oh! Pero un alfa tan echado a perder como yo no podía entrar en celo, ¿verdad? No cuando lo forzaron a consumir tanta mierda.

—No esperaste el celo para sacar de la casa a tus otras parejas. —Él suspiró—. ¿Por qué lo estás tratando tan diferente? ¿Por qué es tu primer hombre? —Desvié la mirada, cansado de aquella fatídica conversación.

—Él no escucha nada de lo que le digo, no lo puedo controlar. —Mis pensamientos escaparon de manera automática—. Eso no me gusta. —Su sonrisa fue entretenida, la satisfacción chispeó bajo los lentes de sol. Tan arrogante.

—¿Por fin alguien domó al lince de Nueva York? —Rodé los ojos.

—No en esta vida. —Empezando a caminar

—Déjame corregirte. —No fue necesario mirarlo para saber que estaba desbordando petulancia—. Eiji no te molesta. —Aumenté la velocidad hacia las escaleras, haciéndome daño con la fricción del pasamanos—. Solo te da miedo que no tengas certeza con él, te pone nervioso.

—Es lo mismo. —Traté de huir de esas palabras, sin embargo, me rozaron como cadenas.

—Creo que no lo has notado pero pones una cara realmente tonta cuando se trata de él. —Tal vez, no obstante, lo manipulé para que usara ese grotesco collar y lo aparté con un muro de espinas.

—Si sigues así Alex será mi nueva mano derecha. —Porque yo no podía tener una debilidad.

No cuando la libertad era polvo de estrellas.

Mis hombres se encontraban reunidos en el primer piso, la mesa de estrategias se hallaba atiborrada con mapas y documentos acerca de Nueva York, tomé el mando, ellos contuvieron la respiración, observando cada movimiento, esperando mis órdenes, como si mis palabras fuesen ley, como si yo fuese su rey, símbolo de respeto, miedo y autoridad absoluta. Supuse que era verdad, nada se comparaba con el placer de poseer un alfa. Concentrarse cuando sus feromonas seguían impregnadas en mi piel fue una odisea, sin importar que tan fuerte tallara estas jamás se esfumaban. No era momento. Aunque estuviésemos batallando con el clan de los Lee por el centro, una tercera banda había comenzado a causar estragos con robos y asesinatos. Me acaricié la frente, saboreando el estrés. También encontraron drogas e inhibidores, esto sería un problema.

Estuvimos una eternidad repasando los archivos, tratando de idear un plan. Para proteger a nuestro territorio empezaríamos con patrullajes aleatorios con el objetivo de recolectar información, atacaríamos a quienes fuesen sospechosos y si era necesario, nos aliaríamos de manera temporal con el enemigo. Aunque Yut-Lung Lee no tuviese un alfa yo me ganaría el título con mis propios méritos.

Boss. —Kong llamó mi atención, con un asentimiento le permití quebrar el silencio—. Sé que esto es importante, pero... —La multitud se miró de manera ansiosa—. Nosotros nos dimos cuenta de que no ha progresado con su amante. —Aquello debía ser una maldita broma.

—No sabía que tenía un plazo para intimar con él. —Oh, pero sí lo tenía, un par de meses y sería el adiós.

—Nosotros no queremos faltarte el respeto ni decirte qué hacer. —Los nervios fueron omnipotentes en el salón—. Pero... —Alex caminó al frente de la multitud con un ramos de girasoles entre las manos—. Deberías darle esto a Eiji para crear el ambiente.

—Él no es una chica. —La mueca fue ávida.

—¿No lo sabías? —Fue Shorter quien tomó la palabra—. Él pasa mucho tiempo en el jardín, todos lo hemos visto cuidando las flores. —Vergüenza y amargura—. Él dijo que solía plantarlas con su hermana.

—No, no sabía. —Humillación y cólera—. No tengo tiempo para andar perdiendo con cosas como el romance.

—Pero...

—Pero nada, esto es mucho más importante que jugar a la casita. —La decepción fue compartida por aquella multitud de papel, sus suspiros fueron casi tan melancólicos como el océano en mi alma.

—Ash, esto te lo estoy diciendo como tu mejor amigo. —La mesa se encontraba repleta de apuntes y horarios de patrullajes—. Pero nos tienes preocupados a todos, tiendes a encerrarte demasiado entre tus muros cuando estás asustado, esta es tu oportunidad para derribarlos.

—No me dejaran en paz hasta que vaya, ¿no es así?

—Si quieres encontrarlo él debe estar jugando con Bones en el jardín. —La imagen del omega restregándose contra al japonés me quemó la remembranza, chasqueé la lengua—. Él le ha tomado mucho cariño a Eiji, lo sigue como un cachorro. —Acuné el ramo de flores.

—Cuando vuelva quiero que se pongan a trabajar sin quejarse. —Aquella fue mi última advertencia.

Yes, boss! —Pero quien cayó rendido fui yo.

Apreté los girasoles al incorporarme en el jardín, la tarde se estaba asomando con timidez bajo las copas de los árboles, el aroma de las flores me llenó los pulmones, el rostro me cosquilleó. Él era un problema. Lo supe apenas lo contemplé por primera vez, el chico era tan sincero que me resultó desgarrador. Porque la preocupación que suspendía en esos ojos era pura, inocente y dulce, eso me hizo darme cuenta de lo manchado que estaba, la porquería escurría mi cuerpo junto a ese nauseabundo aroma a alfa, era adictivo ahogarse en el dolor, no obstante, él me acunaba con una ternura desmesurada en las pesadillas y esas heridas se hacían más blancas bajo sus brazos, tal vez ese era todo el alivio que necesitaba.

Por eso él no podía ser importante.

Ese sujeto era capaz de llenarlo de mierda con tal de mantenerme controlado, solo serían algunos meses y me desharía de él, la taquicardia en mi corazón definitivamente no era por ese beta simplón.

¿Verdad?

—¿Eiji? —Su nombre escapó suavecito, casi con vergüenza—. ¿Dónde estás? —Mis zapatillas se arrastraron sobre los rosales antes de que golpease algo—. ¡¿Bones?! —Con un grito histérico dejé caer los girasoles.

La sangre manchó los pétalos, los moretones eran violentos, una herida abierta sobresalía de su jardinera, su ropa era un desastre, un quejido le cortó las cuerdas vocales cuando se trató de levantar, me agaché a su lado, presionando lo que lucía como una puñalada contra mis palmas, cuando él alzó el mentón una mueca descorazonada me fue entregada.

—Perdón. —Su mano se aferró a la mía—. Pero se lo llevaron. —Y por primera vez, temí.

—¡Shorter!

La realidad se me quebró con ese grito, mis subordinados corrieron hacia los jardines para socorrerme, los latidos arremetieron como vidrio quebrado contra mi interior. Alex se abrió paso para rodear al omega, sus brazos lo sostuvieron con fuerza mientras sus labios dejaban escapar dulces palabras de amor. Así que esta era una conexión de destinados. La vida se me fue con esa imagen.

—Estoy bien. —La voz se le apagó—. Pero Eiji no. —Alex liberó sus feromonas para tranquilizarlo, aquel azul vidrioso fue aplacado por una tormenta.

—¿Quién te hizo esto? —La ferocidad en sus palabras fue digna de un alfa, un escalofrío recorrió mi columna vertebral—. ¿Quién los atacó?

—No lo sé. —Su semblante se suavizó cuando lo volvió a mirar—. Pero dijeron que se lo llevarían hacia las bodegas en Downtown. —Alex lo cargó hacia el interior de la casa. Una mirada gélida me fue compartida.

—Nos iremos ahora. —Gruñó.

—Entiendo. —Shorter me acarició el hombro, indicándole a un grupo que fuesen por sus armas.

—Sé que debes estar preocupado porque es un omega, pero iremos por él. —El alma se me fue en aquella mentira.

Porque Eiji solo aparentaba ser un omega para ayudarme.

El mundo era sádico con los de género inferior, la respiración se me clavó como espinas, el sudor me escurrió cual ácido corrosivo, las imágenes de Dino Golzine me forzaron a contener una arcada. Apreté mis puños hasta que las uñas se me incrustaron, me mordí la boca para sangrar. Muerto y usado. Dañado y olvidado. No quería que él quedase tan quebrado como yo. La respiración me quemó las fosas nasales, él no me debería importar cuando solo era una herramienta ¿verdad? De todas maneras corrí a armarme mientras el horror se acrecentaba con cada latido. Dolió. Porque por orgulloso lo perdí.

Los girasoles se marchitaron entre mis manos pero solo pude mirarlos.

—Estará bien. —Sin embargo, no lo estaba.

Con un grupo armado irrumpimos en las bodegas de Downtown, un punto ciego de droga y prostitución. Tuve un presentimiento de mierda tras incorporarnos en un callejón, tuve un presentimiento mucho peor al no tenerlo entre mis brazos. Estúpido, me lo reprocharía mil veces más. Apenas nos bajamos los disparos no se hicieron de esperar.

—¡Una emboscada!

Cuando desenfundé mi arma el infierno se desató, Shorter me cubrió para que pudiésemos entrar, los cartuchos retumbaron contra el metal, la sangre escurrió como un grifo, el aroma a óxido se perdió bajo la pólvora, me tragué la adrenalina sin dejar de pelear. Un disparo, una patada, una puñalada, no me importó, lo único que necesitaba era avanzar más, los gritos de mis subordinados pasaron a segundo plano, el retumbar de mi corazón se asentó en mi garganta, los heridos forjaron una alfombra escarlata, el sudor me quemó. Un golpe en la nuca me tiró hacia el suelo.

—Vaya... —Mi agresor era tan grotesco como masivo—. Por fin tenemos la atención del lince de Nueva York. —Los disparos a la distancia se entremezclaron con su voz.

—Si la querías, no debiste esforzarte tanto. —Él me pisó el pecho, impidiendo que me levantara—. Me siento avergonzado por tanta atención.

—Que arrogante para ser una puta. —Las costillas me crujieron bajo su bota.

—Y eso que no has escuchado nada. —La ira le tiñó la piel.

—No sabes lo mucho que me gustaría atravesarte la cabeza con esto. —El cañón de la pistola rozó mi frente, su sonrisa fue perversa y afilada—. Pero tengo órdenes de no matarte. —Los gritos se tornaron aún más potentes, esto era una pesadilla.

—¿Entonces? —Una bolsa blanca me fue arrojada, era pequeña y adentro había polvo.

Drogas.

—Para que recuerdes tu lugar, este es un regalo. —Él apartó el arma—. Tienes suerte de que él sea piadoso. —La funda crujió cuando escondió la pistola.

—¿Dónde está Eiji? —Su carcajada fue desquiciada, temblé, levantándome del suelo. Aún en estas circunstancias debía mantener mi papel como alfa.

—Te acordaste de él. —Él abrió la puerta de metal a su costado—. No te preocupes, llegaste antes de que nos pudiésemos divertir, pero no prometo lo mismo para la próxima.

—Enfermo.

—Gracias. —Solo corrí hacia el contendor.

El alma se me desgarró en millones de pedazos cuando lo encontré ahí adentro, convertido en un ovillo tembloroso y demacrado, su rostro lucía herido, sangre escurría desde su cabello hasta su frente, su ropa se hallaba rasgada. Las venas me erupcionaron por culpa de la furia. ¡Pero debí saberlo! ¡Maldición! Este era el final para todos los que me importaban. Los ojos me ardieron, me ahogué con mis propias feromonas mientras caía de rodillas frente a él.

—Eiji... —Pronuncié su nombre bajito, casi con temor a que despertara—. Oye. —Sus ojos se abrieron en aquel caos.

—Ash... —Las lágrimas se agolparon en sus mejillas.

—Es hora de irnos. —Pero él se lanzó hacia mis brazos.

—Tenía miedo. —Y aquella imagen—. ¡Tenía mucho miedo, Ash! —Me rompió el corazón.

—Lamento haber llegado tan tarde. —Mis manos vacilaron antes de rodear su espalda, su frente se apoyó sobre mi hombro, él se restregó contra mi cuello como si mi aroma lo pudiese consolar, la pena le tembló, lo sostuve con fuerza, aferrándome a él.

Fue agridulce.

—Todo pasó tan rápido. —La electricidad fue compartida en aquel roce—. Ni siquiera pude proteger a Bones, lo siento. —Escucharlo solo intensificó mi furia, pero en vez de temer, odié a quienes le hicieron daño.

—Él está bien. —Y quise preguntar, sin embargo, no lo hice—. Lo siento por hacerte pasar por esto. —Su corazón latió rápido en contra de mi pecho, el mío más. Estaba enojado. Lo traté de separar, no obstante, su rostro fue cruel.

—¿Podemos irnos a casa? —Sus palabras me rompieron cuando traté de aborrecer.

—Sí. —Lo tomé por la cintura, ayudándolo a pararse—. Nos vamos a casa. —La pólvora entremezclada con feromonas se me agolpó en los pulmones. Cuando Shorter nos vio, él dio la señal para la retirada.

La libertad fue una quimera hundida.

La angustia no desapareció en el auto, él solo clavó su mirada en la ventana, ido. Mis manos se entrelazaron a las suyas como un consuelo barato, él no dejó de temblar, sus ojos se encontraban rojos, habían marcas de lágrimas alrededor de la suciedad. Aunque él estaba cubierto de heridas los colores se me esfumaron tras ver una mordida, era profunda y parecía infectada. ¿Cuántas horas permití que se lo llevasen a causa de mi terquedad? Sus pantalones tenían las rodillas gastadas, aquel suéter se había reducido a hilos.

Mierda.

Llamé a un médico para que lo atendiese en mi habitación. No me pude alejar de él, como si fuese un animal enjaulado me dediqué a caminar detrás de su puerta, ansioso. Shorter no se apartó de mi lado en aquella aflicción. Saboreé culpa y quise vomitar, sentí impotencia entremezclada con frustración y me odié por haberlo involucrado.

Si el rey estaba maldito...

¿Por qué me permití tenerlo a mi lado?

—A pesar de todo, no lo mordieron en la nuca. —En lugar de tranquilizarme—. Aún puedes hacerle la marca. —Esas palabras explotaron mi frustración.

—Él ni siquiera es de aquí... —Me lamenté—. Eiji nunca había pasado por algo así. ¿Ahora cómo lo miraré? —Shorter me abrazó en silencio, tratando de sostener mis pedazos, sin embargo, fue demasiado—. Él es mi amante, yo debí protegerlo. —La voz se me cortó, la cólera se me atoró para asfixiarme con un escalofrío—. ¡Maldición! ¡Siempre es lo mismo!

—Esta no es la primera vez que pasa, a cada una de tus omegas se las han llevado. —La sangre, el rencor, los golpes, esto era una maldición.

—Pero... —Deseaba que la maldición se fuese con él—. Nunca habían llegado tan lejos. —Impotente permití que sus palmas me consolaran. Trémulo y patético.

—Lo sé. —Debería estar acostumbrado a ser odiado por mis pareja, no obstante, la idea de que él me aborreciese—. Pero no fue tu culpa. —Era aterradora.

—No lo entiendo, el clan Lee ha estado jugando sucio con mis demás omegas, pero este fue un nivel de violencia completamente diferente. —La droga seguía en mi bolsillo—. No tiene sentido que actúen así luego de asistir a la fiesta.

—No creo que hayan sido los Lee, Ash. —Las pesadillas me persiguieron.

—Yo tampoco lo creo... —Cada noche me asechaban, el peso del mundo se posó sobre mis hombros cuando el doctor salió de la habitación—. ¿Eiji?

—Él estará bien. —Su mirada me lo aseguró—. Aunque aún debo darles algunas indicaciones, él pasó por mucho.

—Ve a verlo, yo las escucharé. —Sabiendo que estaba en buenas manos, me incorporé a la habitación.

La oscuridad pendió junto a la amargura dentro del cuarto. Una pequeña silueta se encontraba acomodada sobre la cama, me apreté el pecho, mi camisa era lo único que cubría su cuerpo, había una serie de vendajes desde su cuello hasta sus costillas. Me acerqué, anticipando el rechazo. Él me miró, inexpresivo. Me senté a su lado, recordando el rencor de cada una de las omegas tras ser secuestradas, pero no las podía culpar, después de todo, mi voluntad estaba repleta de espinas.

—Supongo que ya no voy a poder usar ese suéter. —Una trémula sonrisa me fue entregada—. Es una lástima, realmente me gustaba... —No lo comprendí.

—¿Te parece que es momento para estar bromeando? —Un melancólico suspiro rozó mi nariz, la sensación fue embriagante e intoxicante.

—¿Qué quieres que te diga, Ash? —Él se encogió de hombros, afligido, no soporte aquella expresión—. Yo... —Sus manos sostuvieron su frente, había un parche sobre esta—. ¿Cómo está Bones? El médico me dijo que también lo atendió.

—¿Lo primero que haces es preguntar por alguien más? —Sentí cólera e indignación—. ¿Qué tan descuidado puedes ser contigo mismo? —No me atreví a tocarlo, los centímetros de la cama fueron una infinidad entre nosotros dos.

—Bones es mi amigo. —Hubo firmeza en el trepidar de voz.

—Él está bien. —El pecho se me comprimió—. Tú... —Sabiendo que esta era una pregunta redundante—. ¿Cómo estás? —Marqué la grieta en mi sentencia final.

—Ash... —Negué.

—Entiendo sino quieres hablar de ello. —El colchón crujió cuando me aparté de él—. Puedes tomar tus cosas e irte cuando te sientas mejor, te dejo en libertad de esto.

—¿Irme? —Sus palabras erupcionaron bajo su ceño tenso—. ¿Así quieres arreglar las cosas? ¿Huyendo otra vez? —Me di vueltas para conocerlo por primera vez.

—Es lo que haría cualquier persona cuerda. —Perdí el aliento, su rostro se encontraba deshecho por la pena, de esas hermosas obsidianas no dejaba de llover.

—¿Así lo quieres solucionar todo? —Sus puños tiritaron contra la colcha —. ¿Corriendo? Eso es tan cobarde.

Reí, dolido. ¿Con qué derecho él me llamaba cobarde cuando lo había perdido todo? Dino Golzine se encargó de encerrarme en un infierno, él me moldeó entre garras y feromonas, bajo sangre y lágrimas para que pretendiese ser un gran alfa, pero la verdad era que yo odiaba. Sí...Estaba lleno de rencor, esos sentimientos me mantenían vivo pero eran autodestructivos, porque cada maldita noche regresaban y ya no sabía cómo lidiar con tan desmesurada soledad. No sabía amar y no podía darme el lujo de hacerlo.

¿Cobarde?

—Tienes razón, supongo que soy un maldito cobarde. —No pude controlar mi voz, la muerte me había sobrepasado en esta masacre—. Supongo que debí decírtelo antes, esto les pasa a mis parejas. —No pude controlar mis emociones, quería enterrarlas hasta ahogar, quería que todo el dolor desapareciese pero no parecía tener final.

—Ash...

—¿Qué? ¿No lo sabías? —Sonreí, abrazando la ironía—. ¿Nadie te lo contó? Cada vez que traigo a una chica le pasa algo malo. —Celos, ira, dolor, rencor y soledad.

—Nadie me lo dijo. —La impotencia me carcomió de golpe.

—Ahora lo sabes, cada vez que me gusta alguien está condenado. —Solo me rebalsé—. De hecho así terminó mi primer amor, con una bala entre los ojos. —No pude descifrar la expresión que esbozó—. Así que vete mientras te estoy dando la opción.

—¿Sabes? —Su voz tiritó—. Ellos me trataron como a un omega. —Palidecí.

—¿Un omega? —Él asintió.

—Yo estaba aterrado en esa bodega, pero aun así... —Él me enseñó su muñeca, una profunda mordida le había llegado hasta los huesos, parecía infectada. Él contuvo las lágrimas—. No dejé que me mordieran la nuca porque quería regresar a ti. —Y bastaron esas palabras para que él me terminase de devastar.

—¿Por qué tenías que decirme eso? —La vida me pesó, no pude respirar, la soledad me ahogó sin que pudiese alcanzar la superficie—. ¿Qué tan idiota tienes que ser para regresar? Te estoy dando la oportunidad de huir, aprovéchala. —Pude escuchar el crujir de la cama. Temblé.

—Pero no quiero huir de ti. —Pude sentir cómo él se acercaba mientras me tiraba el flequillo con furia.

—Vete. —Se lo supliqué, despacio—. ¿No ves que estoy maldito? —Un cálido hilo rodó hacia mi mejilla, me la toqué, pero mis manos aún estaban repletas de sangre seca—. Solo vete. —Con el rostro y el cuerpo herido—. Por favor, déjame. —Él me abrazó, electricidad recorrió desde mi espina dorsal hasta mi cordura cuando él me acarició el cabello.

—Estás a salvo. —Mis hombros cayeron—. Ash, no tienes ninguna maldición. —Me aferré con desesperación a él, sabiendo que me desmoronaría si lo perdía.

—Si la tengo. —Sus caricias no se detuvieron—. ¿No escuchaste nada de lo que te dije? —Sus palmas acunaron mi rostro, me terminé de derrumbar, la máscara se me cayó hacia el suelo cuando comencé a llorar.

—Debiste haber sufrido mucho tiempo solo. —Él me limpió las lágrimas, la ternura en su mirada me resultó abrumadora. ¿Cómo podía mirar así a semejante monstruo?—. Ash, yo no me iré. —La boca me tembló, el corazón me palpitó contra la cabeza.

—Pero... —Su sonrisa.

—Pase lo que pase. —Fue todo lo que necesité—. Mientras me quieras a tu lado, no te dejaré. —Y escogí creer aquellas bonitas mentiras por primera vez.

Tonto, ¿verdad?

En un reino construido por las espinas del niño herido y la sangre del inocente era el quebrado quien se sentaría en el trono. 

Me da risa dejar anuncios tan desordenados pero son las mismas pobres personas a las que acoso con las actualizaciones, así que como los últimos capítulos que he subido han estado muy intensos emocionalmente, mañana tratare de subir algo soft en otro lado y ya del miércoles en adelante esta historia se actualiza a diario porque me estresa lo lento que va.

¡Muchas gracias por el cariño!

¡Cuídense! 

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