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Capítulo 2.

¡Hola mis bonitos lectores! Ya deben estar chatos de mis quejas, pero es que este capítulo tenía como kilos de párrafos repletos de faltas y eran densos a morir, y ¡ah! Ténganme paciencia hasta el capítulo 9 cuando esto se pone medio decente por favor. 

Muchas gracias a las personas que se toman el tiempo y el cariño para leer. Este capítulo lo narra Eiji.

¡Espero que les guste!

Le vendí inocencia a la noche para comprar piedad, le mentí a la pureza para satisfacer al placer. Le ofrecí un retazo de alma al amanecer pero su brillo me dejó vacío.

—Cierra los ojos.

Obedecí, un delgado pincel acarició mis párpados para deslizarse hacia mis mejillas, una pesada capa de polvo me cubrió desde la frente hacia la nariz, mis ojos se sintieron densos y pegajosos, la boca me cosquilleó bajo el dulzor, contuve el aliento antes de que Bones me permitiese mirarme en el espejo. Las luces del tocador fueron el enmarque perfecto para esta pesadilla. De rostro de marfil, labios tentadores, cuerpo delicado y seducción a flor de piel, mis palmas se convirtieron en puños contra mi regazo, de beta simplón había pasado a ser un omega digno para el lince de Nueva York, me mordí la boca, sabiendo que nadie lo era.

—Eiji, sino te quedas quieto no terminaré. —Suspiré, tratando de mantenerme en la silla, el estómago se me revolvió con el pestilente aroma de los polvos impregnados a las brochas. Pero la farsa se debía mantener de pie y la noche era un comprador exigente.

—¿Esto es necesario? —Él alzó mi mentón para poder repasarme las mejillas, el pincel trazó movimientos circulares para luego ir en diagonal—. Dijiste que yo era lindo así. —El colmillo sobresalió ante su repentina perplejidad.

—¡Claro que lo eres! —Sus manos hicieron un esfuerzo sobrehumano para no soltar las escobillas y abrazarme—. También odio estas formalidades. ¡Son degradantes para nuestro género! —Su puchero me hizo reír.

—Ash dijo que esto no era la gran cosa. —Evité al chico vacío al otro lado del espejo—. Que solo era por cortesía. —Sus hombros cayeron como buques en el océano.

—Esta es tu primera vez como su omega en la sociedad. —Un escalofrío me erizó desde la espina dorsal hasta la cordura, mis piernas se crisparon hacia el taburete—. Serás el foco de atención esta noche, puede que no lo parezca pero esos monstruos estarán atentos a tus errores, por eso debes verte perfecto y respetable. —Sin embargo, lo que me devolvió la mirada fue una muñeca quebrada.

—Pero él me dijo que esto no tenía importancia. —Me aferré a los bordes del tocador para no caerme, el polvo me hizo estornudar—. Él lo prometió. —Oh, pero él jamás estaba. El alma me dolió.

—Es cierto, estas fiestas nunca son importantes. —Él dejó las brochas de lado, una sonrisa repleta de orgullo iluminó tan aniñadas facciones—. Pero todos tienen curiosidad por el amante del lince. —Reí, incómodo, rascándome la nuca con una desbordante ansiedad.

—Ya veo... —Era mentira.

—Ahora necesito que te pongas el conjunto que el jefe te eligió. —Antes de que pudiese reclamar—. La fiesta comenzó hace un rato, todos te están esperando abajo. —La culpa me carcomió. Bones me entregó una sonrisa afligida antes de cerrar la puerta para que me ahogase en la soledad.

Suspiré.

Durante mi estadía en la mansión apenas había visto al lince de Nueva York, él se había mantenido ocupado con asuntos de la pandilla para llegar en la noche cubierto de moretones, heridas y el olor de alguien más. Ya era una satírica rutina que yo le desinfectase las cicatrices mientras él se quejaba y me regalaba un abrazo forzado, los gritos eran implacables durante sus sueños, las sábanas se empapaban de terror mientras las pesadillas le desgarraban la garganta, pero él nunca me hablaba de eso. Él jamás me contaba nada. A pesar de la indiferencia me había ganado el cariño de Shorter y Bones, solía pasar el día con ellos, los géneros no parecían importar en nuestra relación, ellos me hacían sentir necesitado y querido, sin embargo, esos ojos verdes me seguían mirando desde arriba.

—Debe ser una broma. —Sostuve con desagrado las ropas sobre la cama, el conjunto consistía en una camisa de seda blanca, pantalones de tela y una pieza de joyería que pretendía ser un cinturón—. Por supuesto que sería ropa de omega.

Más que una pareja parecía un adorno.

—Su amante, ¿no?

¿Quién era el verdadero engañado?

Cuando él ni siquiera me miraba.

Los botones se deslizaron entre mis dedos, el toque de la seda fue un pétalo de rosa contra mi pecho, el aroma de las prendas me resultó embriagador, parecían nuevas y costosas. Caminé de regreso hacia el tocador, las luces estaban bajas y la atmósfera era pesada, cuando mis ojos se perdieron en el espejo, me desconocí. Con piel perfecta de porcelana, labios deseables, silueta estilizada, ropa translúcida y cabello de noche. ¿Este era el grandioso Fly boy? ¿Este era el chico que se enamoró de la libertad en un vuelo inquebrantable? Hice una reverencia, ¡bravo! Me había vendido por él. Escuché los aplausos.

—Estás despampanante. —Como si hubiese convocado al mismo diablo él apareció, la altanería en su sonrisa lo hizo ver aún más galante de lo que era.

—Ash... —Su silueta fue pura seducción.

—Bones hizo un excelente trabajo. —Él era la definición de elegancia. El marfil de su camisa contra el ébano del esmoquin creó un enmarque glorioso para sus ojos, su cabello estaba acomodado hacia atrás, un jade adornaba su oreja. Las mejillas me ardieron. Él lucía absolutamente maravilloso.

—Estuvo más de una hora en esto. —Mis brazos se tensaron contra mi pecho—. La idea era que quedase bien. —Pude sentir cada uno de mis latidos mientras él se acercaba. Sus pasos fueron lentos y suaves.

—Eiji Okumura. —Sus yemas se deslizaron por mis mejillas, el tacto fue aterciopelado e intoxicante, él se inclinó, examinándome con esos feroces ojos verdes—. Luces como un omega. —Su expresión fue tan bonita que me rompió el corazón, mis puños temblaron contra mis bolsillos.

—Gracias. —Pero no entendí la razón.

—Pero como debes ser mi omega... —Él apoyó sus palmas sobre mis hombros para empujarme hacia al espejo—. Debes seguir ciertas precauciones. —Él sacó de uno de sus bolsillos un collar, era negro y poseía un reluciente jade al medio. Era bonito y parecía lujoso. Él me cubrió el cuello porque era de su propiedad.

—Eso no es necesario. —No quería sentirme importante—. Nadie puede dejar una marca en un beta. —Pero lo hice. Su aliento contra mi oreja me erizó los latidos.

—¿Qué clase de alfa sería si dejara ir a mi pareja con el cuello desnudo a una fiesta repleta de otros alfas? —Acaricié la tela en frente del espejo, era tosca y me apretaba, no pude respirar—. Piénsalo como una promesa de amor eterno. —Él besó mi nuca para ahogarnos en esa farsa.

—Parece un collar para perros. —Mi queja lo desconcertó—. No me gusta. —Él parpadeó, aturdido, antes de liberar una estridente carcajada, el cuarto se llenó de sol.

—No eres para nada romántico. —Perdí el aliento—. Supongo que es verdad, no es un diseño agradable. —Él parecía una persona diferente con esa expresión, ese verde tormentoso lució mucho más bonito con tan cálida sonrisa.

—Y es incómodo.

—De todas maneras, no te lo puedes quitar. —Él me ofreció una mano.

—Lo sé. —Sin vacilar la tomé.

Ciegos y malaventurados bajamos hacia las fauces del lobo.

La música fue lo primero que percibí, lenta y seductora, era un vals el que inundaba la casa, con golpes de tacones y toques indiscretos en quienes lo bailaban, los invitados desprendían elegancia bajo ropas costosas y joyería estrafalaria. El primer piso había sido decorado con candelabros y cortinas de seda, los muebles de siempre fueron reemplazados por unos de marca, el jardín se hallaba decorado con farolas románticas y el comedor fundido con la cocina para tener más espacio. Me aferré a su brazo, queriendo retroceder cuando nos acercamos al pasamanos. Las luces y la atención se posaron sobre nosotros. Ash Lynx sonrió con la frente en alto y una ferocidad casi juvenil antes de bajar. Los murmullos no se hicieron de esperar.

Pero el hechizo solo duraría hasta la doceava campanada.

Bones me animó entre la multitud mientras el alfa hacía aquella caminata de escaleras eterna, su mano se apartó de mi brazo para tomar mi cintura, con un susurro me indicó que hiciera lo mismo, ignorando la vergüenza, lo obedecí. Su perfume cosquilleó debajo de mi nariz, la fragancia me resultó abrumadora. Un último escalón y me paralicé bajo los flashes de las cámaras y el parlotear de los periodistas.

—Gracias a todos por venir. —Los músicos se detuvieron frente a las palabras del pandillero—. Los he convocado en esta ocasión para que conozcan al omega que he decidido tomar. —Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, no supe si fue por las miradas, las risas o porque aquel hombre me trató como su propiedad.

¿Acaso no lo era?

—¿Por fin decidió engendrar descendencia? —Aquella perfecta fachada se craqueló en un sutil temblar de cejas.

—Si nuestro amor funciona. —Él nos acercó, la tela era tan delgada que pude sentir sus manos como si mi piel estuviese desnuda—. Y Eiji me hace el honor de tener a mis hijos. —La sensación fue agridulce—. Entonces sí. —Los murmullos se intensificaron.

Esa declaración desató el caos.

—Estúpido, te dije que no revelaras detalles así. —Shorter nos arrastró hacia la mesa de bocadillos mientras Alex y Kong lidiaban con la prensa—. ¿De qué me sirve ser tu mano derecha si nunca me haces caso? —Él lucía galante enfundado en una camisa escarlata y un traje hollín.

—Tus ideas son malas. —Más que una respuesta eso pareció un berrinche—. Esto es mucho mejor. —Él se rascó la nuca, desinteresado. Alcé una ceja, observando la catástrofe con la que estaba lidiando la pandilla detrás. El público clamaba hambriento.

—Tú me das la razón, ¿no es así, Eiji? —Esos despampanantes jades centellearon con bestialidad para que no lo contradijese.

—Te la doy. —Una sonrisa altanera nació al verlo frustrado—. Shorter dice la verdad, tu idea fue tonta e impulsiva. —No por ser un alfa él no lo escucharía.

—¿Desde cuándo un omega le habla así a su pareja? —La indignación me ardió entre las venas.

—¿Desde cuándo debo hacer todo lo que tú dices? No recuerdo haberte vendido los derechos de autor de mi mente. —Chasqueé la lengua, la expresión de Shorter fue de puro pánico, sus manos maltrataron a ese pobre mohicano con frenesí.

—Él no lo dice enserio. —Él me golpeó la espalda antes de arrojar una risa forzada—. ¿Verdad, Eiji?

—Si lo hago. —Tan solo lo enfadé más—. Él debió meditar más su plan, esta idea de lanzar una fiesta es tonta y caprichosa. —Ash suspiró, acariciándose el entrecejo en busca de paciencia cuando quien la necesitaba era yo.

—Evita que se meta en problemas mientras no estoy, que no me deje mal. —Sin volverme a dirigir la mirada, él desapareció entre la multitud. Pero esa era su manera de resolver los problemas ¿no? Dejándome de lado.

Me apreté el pecho, dolido, estaba hastiado por la actitud de mierda que él había tomado, por sus palabras de dominio y por solo desaparecer para luego actuar como si no hubiese pasado nada. Él fue quien me pidió este favor, él era quien me necesitaba, él debería tratar de arreglarnos. Y aunque yo lo hubiese consentido y no fuese más que un beta simplón, no aceptaría que me pisoteara como se le diese la maldita gana.

¿Quién diablos se creía que era?

—Eiji. —Mi mirada seguía fija por donde el lince se había esfumado.

—Ni siquiera volverá, ¿verdad? —Shorter se aflojó la corbata, angustiado.

—Sé que tienes un carácter fuerte. —La verdad escapó atropellada bajo tan hipócrita mohín—. Pero Ash sigue siendo el jefe y probablemente el alfa más poderoso dentro de esta área, así que no le deberías faltar el respeto. —Aquello me molestó, no debería, no obstante...

—Pero somos amantes. —Lo hizo—. ¿No debería tratarme como tal? Si quiere un sirviente le puede pagar a alguien más.

—Lo sé, pero... —La música se retomó en el salón—. Las cosas no funcionan de esa manera.

—¿Por qué? —Cuando sus labios se separaron con una decadente amargura, cuando sus lentes no lograron aplacar la pena, cuando me quedé esperando a un caballero que no existía, así supe lo que me quería decir, pero no se atrevería—. Ya veo. —Claro que no lo haría.

¿Cómo alguien osaría contradecir al lince de Nueva York?

—Las cosas no funcionan así porque soy un omega.

—¿Qué?

—¿Eso era lo que me estabas tratando de decir? —Sus hombros cayeron, rígidos e impotentes, sus cejas se arquearon con un lo siento taciturno escrito entre ellas.

—Es así. —Era vacío y no significaba nada.

—Necesito algo de aire.

—Eiji...

Porque lamentarlo no cambiaría nada.

Me ahogué dentro de la multitud. Habían copas de champaña junto a comida extravagante, habían vestidos largos, drogas de diseñador, mujeres bonitas y hombres galantes, las feromonas eran casi tangibles en la habitación, las saboreé, abriéndome paso entre rostros de papel. Me acaricié el entrecejo, de este no salió nada más que polvo, estaba en toda mi mano. Las risas y los murmullos se hicieron fuertes, la mezcla de olores me resultó putrefacta, me cubrí la nariz, la música subió de volumen, mis piernas olvidaron cómo caminar. Torpe e hiperventilado me arrastré hacia el pasillo.

No estaba listo para ser devorado por la sociedad. Sus miradas fueron focos calientes sobre mi piel, sus burlas agujas mefíticas y su falta una maldición. Nada de esto era verdad, sabía que la farsa solo duraría tres meses, no obstante, el orgullo quebrado se sentía demasiado real.

—Has hecho un excelente trabajo. —Una estúpida sonrisa se trazó entre mis labios al reconocer la voz del alfa—. Pensé que armarías un gran escándalo. —La seguí hacia una habitación, la tercera puerta del pasillo. La empujé y me arrepentí.

Se escucharon las doce campanadas del reloj.

Ahí estaba él, sentado en un sofá de terciopelo con una copa entre las manos y una sonrisa de triunfo en el corazón. Las luces se encontraban bajas, la habitación olía a perfume, a su lado había un hombre mucho mayor, hicieron un brindis. Me escondí detrás de la puerta, las manos me empezaron a temblar, mis rodillas fueron de cristal, tragué, los ojos de ese hombre eran los de un alfa hambriento, lo supe por cómo se relamió antes de acercarse al rubio, lo supe por cómo se deslizó sobre su piel.

Ash no hizo nada.

Él solo dejó que lo tocara.

—Si alguno de los dos merece una felicitación eres tú. —Su voz escapó grave y profunda, dominante, sus dedos se entrelazaron a esas hebras doradas—. Pensé que serías más escandaloso con esta fiesta, pero resultó ser de buen gusto. —Su sonrisa fue filosa—. Y vinieron las personas más importantes de la sociedad. —Ash cruzó una de sus piernas sobre la otra, lento, con una mirada traviesa. Lo odié

¿Con qué derecho sino éramos nada?

—Subestimaste mis habilidades, como siempre. —La altanería en su tono me molestó, quise correr, sin embargo, mi corazón era un buque roto de papel—. Además, esta semana he estado bastante ocupado con todo el trabajo que me has dado. —Yo era estúpido y necesitaba escucharlo.

—Son necesarios si queremos expandir el imperio. —El aire fue insoportable en aquella habitación, se hizo más oscura.

—No me puedes mandar a hacer tu trabajo sucio siempre, ya no tenemos esa clase de relación, viejo. —Él se acercó con violencia al más joven, sus muñecas fueron apretadas con brutalidad.

—Eso... —Él le rozó la boca con las yemas—. Lo hablaremos más tarde. —La cercanía fue asquerosa—. Por ahora centrémonos en la velada. —Ash alzó su copa antes de tragarse el vino, el contrario le acarició los labios, limpiándole las gotas cárdenas.

—¿Algo te preocupa?

—El omega. —Denigrado y humillado—. ¿Ese omega te ha dado problemas? —Un escalofrío recorrió cada centímetro de mi piel ante lo despectivo que fue su tono.

—¿Eiji? —Me pesó el alma escuchar mi nombre con esa clase de expresión, no lo pude comprender—. No, él ha sido sumiso y obediente. —¿Por qué él sostenía esa copa con tanta alegría? ¿Por qué le permitía tocarlo con semejante confianza? ¿Estaba siendo amenazado por ese alfa?

—Como todo omega debe ser. —¿Estaba en problemas y no podía escapar?

—Incluso se puso el collar que me pasaste. —¿Era divertido burlarse de alguien más?—. Puedes ser muy retorcido a veces. —Me acaricié el cuello, con el peso del mundo golpeándome el estómago, con una insoportable presión en la tráquea, retrocedí.

—Lo que es tuyo también es de mi propiedad.

—¿Aún me tratas como tu propiedad? Cuando tienes a tantos omegas. —No pude respirar.

—No hay nada que se equipare con el placer de poseer a un alfa. —Me arranqué el maldito collar para que una fea marca roja me quedase sobre el cuello.

—Tienes razón. —No pude seguir viendo o escuchando—. Es mucho mejor que un omega. —No me odiaba lo suficiente como para hacerlo.

Fue asqueroso.

Corrí lejos.

La mandíbula me rechinó hasta dislocarse, mis uñas se clavaron dentro de mis puños mientras sostenía aquel collar. La frustración se me agolpó en la cabeza con cada pisada, empujé a la multitud para arrastrarme hacia el jardín, traté de tomar aire, no obstante, mis pulmones estaban llenos de espinas. Los ojos me ardieron. ¿Para qué? ¿Para qué involucrarme si las cosas iban a ser de esta manera? Pero no me importaba. La furia me ardió en la sangre al recordar su voz. Porque Ash Lynx no significaba nada para mí.

¿Quería tratarme como a una mascota? Bien, me daba igual, no me rebajaría a eso.

Con todas mis fuerzas arrojé lo más lejos que pude el maldito collar, aunque no pude verlo estrellarse lo escuché romperse. Ojala fuese tan fácil deshacerme de mis emociones por él, porque fui tonto y me sentí importante, porque pensé que podía convertirme en alguien especial cuando era un beta. Ridículo, ¿no?

—Esa es una insana cantidad de rabia. —Su voz me erizó la cordura—. Lástima, era un collar bonito, ese jade costaba más de un millón de dólares. —Me volteé, encontrándome con la silueta del omega que había entrevistado apoyada contra el barandal.

—¿Qué haces acá? —Yut-Lung Lee me sonrió, sus palmas se deslizaron contra el soporte del balcón, con un movimiento coqueto su pierna quedó expuesta por la abertura del vestido—. Pensé que eran rivales. —Su cabello se resbaló desde su hombro hasta su espalda, él me miró.

—Por esa misma razón él me invitó. —La parsimonia en su tono me gatilló un escalofrío—. Es una advertencia.

—Yo... —Su expresión fue firme pero juguetona, los nervios me erizaron la piel—. No tuve la intención de faltarte el respeto cuando te conocí. —Él se acomodó un mechón detrás de la oreja, dándose vueltas para apoyar sus caderas contra el barandal y observar hacia el salón.

—Lo sé. —Sus brazos se cruzaron contra su vientre—. Sobrereaccioné porque mi familia estaba mirando la entrevista, mis hermanos son unas hienas hambrientas. —Sus pestañas fueron aleteos de luna bajo las farolas del jardín.

—No lo sabía. —Él se encogió de hombros.

—Fue una manera patética de reafirmar mi poder. —La tenue luz de las estrellas fue una disonancia majestuosa para el matiz de sus ojos—. Me comporté como un alfa, ¿no es así? —Reí.

—Sí, lo hiciste. —Hubo una molestia mal disimulada entre sus cejas.

—Estoy tratando de ser cortés, al menos podrías valorarlo. —Otra risa escapó ante aquel inesperado berrinche—. ¡Hablo enserio!

—Lo siento. —Me acomodé a su lado en el barandal, relajado. Él olía dulce, casi a jazmín—. Pero eres inesperadamente amable. —Él chasqueó la lengua antes de inflar las mejillas.

—Ahora eres el amante del lince. —La noche se tiñó de amargura—. Supongo que estamos al mismo nivel. —La amargura se pintó en un rostro maquillado—. Somos damas de compañía elegantes. —La belleza pereció en la decepción.

—Sí... —Miré mis zapatos, fatigado—. Supongo que lo somos. —Estaban lustrados y parecían caros.

Yut-Lung Lee dejó escapar un suspiro antes de acariciarme la espalda, su consuelo fue forzado e incómodo, sin embargo, me hizo sentir mejor. No dijimos más en el frío de la noche, Ash ni siquiera apareció en el salón. Me toqué el cuello, repasando las heridas que había dejado aquel collar, esta noche fue demasiado dolorosa. Quería regresar a casa.

—Que desperdicio de belleza. —Mi cuerpo trepido tras reconocer la silueta del alfa—. Los dos omegas más bonitos marchitándose en un rincón. —Inconscientemente busqué protección en Yut-Lung Lee, él no me apartó.

—Piérdete, Arthur. —Su sonrisa fue altiva, sus pasos imponentes—. No queremos compañía de una basura como tú. —La cólera en su rostro fue obvia. De traje negro y cabello despeinado.

—No vine a hablar contigo. —Una mano me fue extendida, el tiempo se detuvo en aquella sonrisa—. Vine a invitarlo a bailar a él.

—No. —Ni siquiera lo pensé.

—¿Enserio? —Él esbozó la misma expresión que el hombre que estaba con Ash—. Pero te podría interesar. —Filosa y dominante, sádica y hambrienta. Mi mano se aferró a mi camisa, convirtiéndose en un puño contra la tela—. ¿Estás en condiciones de perder una oportunidad como esta? —No era un omega para estar asustado.

—Bien. —Tampoco tenía nada que perder—. Bailemos.

Un tango comenzó a sonar para nosotros dos. Las cuerdas fueron suaves, lentas y armoniosas, las luces chispearon en un mortífero dulzor, la multitud se abrió paso para que el ritmo subiera, los violines empezaron a tocar, una de sus manos se acomodó sobre mi cintura, la otra encima de mi hombro. Sus dedos se sintieron fríos contra aquella blusa transparente. Tragué duro, sin bajar el mentón. Nuestros pies se deslizaron sobre las baldosas, nuestras piernas se enredaron en una mirada desafiante. Él me sonrió. Guitarra, piano y bandoneón entretejieron nuestros movimientos. Retrocedí guiado por él, mi cadera fue tomada con fuerza bajo los susurros del público.

—Dijiste que me querías decir algo. —Caminé hasta él, tratando de guiar en vano.

—La noche es joven. —Mis zapatos se arrastraron hacia adelante, hacia el cruce, hacia atrás. No funcionó. Con fuerza él me acercó—. ¿Cuál es la prisa, samurai boy? —Sus ojos fueron estática entremezclada con peligro. El ambiente se tensó, sus feromonas me cosquillearon debajo de la nariz, eran fuertes.

—Estoy hablando en serio. —Sus dedos recorrieron de manera traviesa mi cintura, lo tomé de la espalda, había demasiada diferencia de altura. Sus ojos sobre mi cara, sus manos en mis palmas.

—Lo sé. —Su aliento contra mi cuello—. ¿Ash estaba con otro hombre? —Su voz se derritió con esas palabras, él me bajó, con un movimiento suave, sus dientes rozaron mi mentón, el corazón me lo advirtió en el miedo.

—¿Cómo lo sabes? —Los pasos se tornaron más rápidos e intensos.

—¿Uno viejo y gordo? ¿Sin cabello? —Me bajó otra vez para que la vida me fuese arrebatada por esa mirada.

—Sí. —Arthur sonrió antes de subirme de regreso.

—Ese es Dino Golzine. —La cordura se me quebró en aquella vuelta—. De seguro el nombre te suena. —Su susurro fue fogoso, su aroma venenoso, su mirada sospechosa. Rencor y electricidad chispearon entre las cuerdas.

—¿Qué relación tiene con él? —Sabía que no me incumbía, sin embargo, no quería quedarme fuera. Su satisfacción se ensanchó cuando Ash se hizo presente entre la multitud—. ¿Por qué estaban juntos? —Arthur tomó mi rostro con una de sus palmas, divertido.

—¿No lo sabes? —Él se acercó—. Ash es la mascota favorita de ese sujeto.

—No es cierto.

—Ese alfa puede actuar todopoderoso y petulante. —Sus dedos bajaron hacia mi cadera—. Pero no es más que el muñeco con el que Dino Golzine juega, a él le encanta abrirle las piernas. —Fue más de lo que pude soportar. El corazón me pesó.

—¿Eso en que te convierte a ti? Eres su subordinado. —En una vuelta final, la música me embriagó. Arthur apartó sus manos con satisfacción, sacando una rosa de su esmoquin para colocarla detrás de mi oreja.

—Esa no es la pregunta correcta. —Sus yemas acariciaron mi rostro— ¿Eso en qué te convierte a ti, Eiji? —Lo frotaron con fuerza—. Te ves mejor sin todos esos kilos de maquillaje. —Fue el último susurro que me entregó antes de alejarse.

Me había vendido al mejor postor.

El lince de Nueva York me tomó de la muñeca para sacarme de la multitud, sus pasos y su respiración se sintieron erráticos. La atmósfera se quebró, la fiesta perdió la magia. Como si fuese un niño berrinchudo, él subió las escaleras enfurruñado, no fue necesario ver su expresión para saber que se encontraba furioso. Con un empujón él me metió dentro de la habitación donde me había cambiado.

—¿Qué diablos fue eso? —Su rostro se hallaba rojo a causa de la humillación, sus brazos se extendieron—. ¿Sabes lo mal que se ve que mi omega este bailando con Arthur? —La hipocresía me revolvió el estómago bajo tan bonito verde.

—¿No se supone que es tu subordinado? —Mi pregunta lo molestó aún más—. ¿Qué tiene de malo?

—Me hiciste ver débil. —Él se acercó, retrocedí por inercia hasta chocar con la pared, sus brazos me acorralaron y ya no hubo escape de esos ojos—. Dijiste que no me causarías problemas con esto, que me ayudarías.

—¿Lo hice? —En contra de todos mis instintos me negué a bajar la mirada—. Fue hace tanto tiempo que ya ni siquiera lo recuerdo. —Altanero y colérico—. Supongo que no has puesto lo suficiente de tu parte para sostener esta farsa. —De esa manera estábamos los dos.

—¿Sabes con quién estás hablando? —Las feromonas se expandieron por toda la habitación, los ojos me ardieron, la garganta me picó—. ¿Tienes idea de con quién te estás metiendo? —Pero no era su omega, ni tampoco cedería.

—No, no lo sé. —Mis cejas tiritaron—. No sé absolutamente nada de ti, aunque se supone que eres mi amante.

—Además te quitaste el collar que te di. —Reí, fascinado por aquel bonito cinismo—. Pusiste mi reputación en juego, me arriesgaste frente a quien no debías. —Le golpeé la mano para apartarlo, despechado.

Perder la pasión y ser despreciado eran cicatrices a las que estaba acostumbrado, carecer de talento para ser dejado atrás, eso estaba bien, nací siendo un beta miserable, no obstante, era enfermizo ser menospreciado por Ash Lynx. Apreté los puños contra su pecho, herido por esa lastimosa mirada, si tuviese la cabeza fría habría querido entender el desmesurado dolor que goteó esa expresión, sin embargo, estaba famélico. Por el engaño, por las burlas y por verlo con otro hombre. ¿Por qué tenía que lucir tan triste? Parecía a punto de llorar, pero no importaba, no me dejaría pisotear.

—Volverás para arreglarlo. —Él era más fuerte, pero yo más terco—. Mi lugar sobre Arthur debe quedar claro.

—No lo haré. —Me aparté de él, caminando hacia la puerta de la habitación—. No me trates de echar la culpa por tus errores, tú fuiste quien no me dijo nada y me obligó a asistir a esa extravagante fiesta con gente falsa. —Con la manga de la camisa me arranqué el resto del maquillaje—. Tú fuiste el único que me dejó solo.

—Pero...

—Nada de esto hubiera pasado si te hubieses quedado a mi lado. —Llevado para ser exhibido, exhibido para ser vendido, vendido para ser abandonado—. Estabas con alguien más, ¿no es así? Apestas a perfume.

—Estás cruzando la línea. —La frustración le palpitó entre las venas—. Te crees demasiado para ser un beta. —Había sido víctima de esas palabras una infinidad de veces en mi tragedia.

—¿Sí? —No obstante, escucharlas de Ash Lynx fue especialmente cruel—. Y tú eres demasiado poco hombre para ser un alfa. —Y yo no era más que un histérico despechado.

Me miré en el reflejo del tocador antes de salir, la base se encontraba esparcida y dispareja, mi ropa era un lío, mi cabello estaba pegado con sudor y pétalos de rosas, mi cuello lucía hinchado. Me miré orgulloso por primera vez de quién era para dejarlo solo en la habitación.

Le vendí inocencia a la noche para comprar piedad, le mentí a la pureza para satisfacer al placer. Le ofrecí un retazo de alma al amanecer pero su brillo me dejó vacío. Y cuando su fulgor me dejó sin nada supe que ese sol no era más que tormentas. 

Perdón por el medio spam de esta historia, pero es que no soporto que estén en este punto sabiendo a donde van, quiero que lleguen a la dinámica que más me gusta y me estresa que no sea así, así que here we are.

Como algunos sabrán, el siguiente capítulo lo narra Ash. Muchas gracias a las personas que se tomaron el tiempo para leer. Nos vemos en dos días o mañana en otro fic feo pero hecho con amor. 

¡Cuídense!


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