Capítulo 16.
¡Hola mis bonitos lectores! Muchas gracias a las personas que se toman el cariño para leer.
¡Espero que les guste!
Un alma gemela es quien colorea nitidez en lo tormentoso del corazón, despeja las tinieblas si las noches se llenan de terror, vanagloria la fortaleza cuando la serenidad se pierde bajo una tempestad violenta, es por quien la inspiración se tiñe de estrellas y te proclamas la mitad.
Es alguien a quien amarás y te amará de manera incondicional.
La habitación se encontraba cubierta por un delicado manto de oscuridad, el reflejo de la luna se había colado por el ventanal para alumbrar la utopía, mis piernas se encontraban entumecidas en el sofá, Bones se hallaba dormitando sobre mi regazo, sus brazos rodeaban mi cintura en una súplica mimosa, el resto de la pandilla yacía revuelta entre el suelo y los cojines frente a la televisión, una melancólica película de romance seguía siendo proyectada a las tres de la mañana, la atmósfera era agradable. La cabeza de mi novio estaba reposando encima de mi hombro, su mano fue una caricia de sol entre la mía, su aliento una bruma mortífera deslizándose por mi cuello. Eléctrico. Suspiré, ¿regresar a Japón? No podía, aunque Ibe tenía razón, ellos también eran mi familia.
¿Una vida sin Ash Lynx? Ni siquiera lo pensaría.
—Esta trama es demasiado cursi. —Su voz se derritió en mi oreja, me estremecí, la calidez de su piel se había fundido con el frío del destino para convertirme en un desastre, él se levantó con suavidad. Sus párpados se encontraban hinchados por el cansancio.
—Pensé que también estabas durmiendo. —Una de las piernas de Alex yacía apoyada en el brazo del sofá, los zapatos del más joven habían sido cubiertos por la espalda de Cain, él levantó una ceja, indignado.
—Entre ellos y los ronquidos de Shorter no podría dormir aunque lo intentara. —Un incoherente balbuceo escapó de la boca del nombrado antes de que se aferrase a una almohada. Reí despacio, la nariz del omega se restregó contra mi vientre, fue agradable.
—Fue tu idea juntarlos para ver una película. —Él se estiró, aún bajo la oscuridad esos ojos verdes se las arreglaron para lucir más vivos, reales y vibrantes que nunca—. Dijiste que era buena idea mantener relajado al equipo. —Feroces y seductores—. Dijiste que sería divertido. —Aunque recién despertaban eran las anclas en mi océano de ensueño.
—No pensé que elegirías una trama tan aburrida. —Ni siquiera me pude mover para no despertar a Bones, chasqueé la lengua.
—Tú no quisiste ver mi película de terror, esta era la segunda opción. —Un estridente carmín se le expandió hacia las orejas, la boca le trepidó, nuestras manos se mantuvieron unidas.
—La portada estaba llena de calabazas, solo la escogiste para fastidiarme. —Me encogí de hombros, él lucía adorable con las cejas tensas y un puchero a medio esbozar. Él era lindo.
—Tú trataste de que viésemos plaza sésamo, solo te devolví el favor. —La frustración palpitó bajo aquel enmarañado flequillo—. No es mi culpa que seas fácil de molestar. —Él empujó las piernas de Alex cuando se movió, las voces de los protagonistas perecieron apenas sus palmas se deslizaron por mis mejillas. El roce fue mortífero, me mareé en esa embriagadora tensión.
—¿Soy fácil de provocar, onii-chan? —Su frente se acomodó encima de la mía, mis brazos rodearon su cuello, él me inclinó en el sillón, el quejido adormilado de Bones fue ignorado.
—Lo eres. —Su aroma me intoxicó, fui prisionero de tan implacable fulgor—. De esta manera te amo. —Aunque el cuarto estaba cubierto de penumbra, pude vislumbrar cada una de sus facciones con una enternecedora nitidez. Él me arrebató la vida para dejarme con una sola certeza.
—Mañana solo seremos nosotros dos en nuestro nido de amor. —Sin importar lo que ocurriese—. Estoy nervioso. —Yo lo seguiría amando bajo la promesa de la incondicionalidad.
—Pareces más impaciente que nervioso. —Su risa me despojó de la cordura, sus pestañas se enredaron en mi flequillo, su aliento se fundió en una ansiosa calina. Tenerlo tan cerca era abrumador.
—Tienes razón. —Con un roce aterciopelado él me pintó como si fuese un lienzo. La belleza de Aslan era sublime, el marfil de su camisa era una mímesis perfecta para la porcelana de su piel, ese rebelde dorado era un enmarque etéreo para semejante galantería, sus jades fueron la puerta hacia mi perdición—. Es extraño pensar que esto se acabará tan pronto.
—¿Te molesta? —Los colores de la película fueron un espectáculo estrambótico atrapado en su iris.
—No. —Él se mordió el labio, sus piernas trepidaron hasta que logró patear a Cain.
—¿Entonces? —Me acerqué aún más, la ferocidad de mi palpitar opacó la canción de la película, él se había deslizado por todo lo que yo era para dejarme varado en su infinidad.
—Es extraño tener esta clase de estabilidad. —Una leve capa de vergüenza tiñó sus mofletes.
—Ash... —Le acomodé un mechón, él era tan injusto.
—No hay nada que quiera más en el mundo que una vida normal contigo. —Él bosquejó una galaxia de besos encima de mis nudillos—. Nunca pensé que alguien como yo tenía el derecho a ser correspondido. —Mi espalda se hundió en el sillón, que me contemplase con semejante ternura fue agobiador.
—¿Alguien como tú? —Porque él me hizo sentir como la persona más importante en la faz de la tierra—. ¿Sabes qué clase de persona eres? —Cuando esa era él. Sonreí, sabiendo que él ni siquiera lo entendía—. Alguien completamente hermoso, Aslan. —Por eso yo me encargaría de confesárselo. La sorpresa le quitó la respiración, él desvió la mirada solo para volverme a encontrar, la tensión fue delicada.
—Decirle eso a un alfa no es halagador. —Acaricié los cabellos de Bones, los ronquidos de Shorter fueron una armonía omnipotente durante toda nuestra conversación—. Hieres mi orgullo. —Rodé los ojos, mi novio trató de quitarme al omega de encima solo para fracasar.
—Entonces te lo diré más seguido. —Su molestia fue una farsa de papel ante tan adorable mohín—. Todos los días para que lo recuerdes bien. —Esa sonrisa era incapaz de mentir. Él acomodó su brazo alrededor de mis hombros, mis rodillas crujieron gracias al peso de Bones, las emociones se me enredaron por él.
—Con esa misma dedicación deberías practicar tu inglés. —Me dejé acunar, presioné mis párpados, deseando que su esencia fuese lo suficiente para aplacar la tormenta.
—Ei-chan, los betas no tenemos a una persona destinada.
Su voz fue un letárgico golpe de realidad.
—Él encontrará a un omega, es lo normal. No puedes impedirle su felicidad.
Había un boleto de avión sobre la mesa.
Ibe tenía razón, las personas como yo no teníamos a una pareja destinada a la cual anhelar. Era probable que él tuviese su futuro enlazado al de un omega, era innegable mi incapacidad para darle prosperidad, sin embargo. Me dejé sofocar por tan exuberante calidez, su tacto me erizó la piel, su existencia me embriagó el corazón. Yo no necesitaba de esas leyendas para mantenerme a su lado, porque lo amaba mi única añoranza era que él encontrase su felicidad. Así que estaba bien, si él elegía construir su fortuna a mi lado no lo detendría, si llegaba a conocer a tan fatídico destino me movería, no obstante, no vacilaría. Aunque yo me fuese mi alma siempre estaría con él, era mi otra mitad, me era imposible no adorarlo con una atronadora incondicionalidad. Haría lo que fuese para que esa sonrisa floreciera.
—Eiji... —Él parecía absorto en la escena de romance de la película—. Está bien si quieres volver a Japón con tu familia. —Sus puños tiritaron encima de sus rodillas mientras su atención perecía en el boleto de avión—. No te sientas obligado a quedarte. —Dijo eso pero parecía a punto de desmoronarse.
—Ash... —Suspiré, a veces él era así, la clase de hombre que nunca entendía.
—No te quiero hacer escoger. —Acomodé un mechón detrás de su oreja, la suavidad del tacto nos arrulló.
—Aunque amo a mis padres y a mi hermana. —La tensión fue frágil—. Mi vida no se siente completa sino estás en ella. —Nuestras palmas se entrelazaron en el aire, encajaron tan bien que al soltarnos solo seríamos la mitad—. Te necesito a mi lado. —Él se relajó, la noche fue un cuadro de irrealidad bajo tan vibrantes ojos.
—No se siente correcto pedirte que lo dejes todo por mí. —Negué, aquella decisión la había tomado hace mucho tiempo—. Me parece injusto. —En un parpadeo ya me había engatusado. Estábamos perdidamente enamorados.
—No lo estoy dejando todo por ti. —Me removí entre los brazos de Bones para poderme acercar, el sofá crujió—. Estoy construyendo algo nuevo contigo. —La perplejidad lo coloreó de pena, nuestras manos se apoyaron encima de sus rodillas, hasta la más despiadada tragedia era una oda de beldad bajo tan galante risita.
—Apenas acomodemos el apartamento nos pondremos a trabajar. —El optimismo centelleó desde sus palabras hasta la voz del protagonista—. Estamos cerca de vencerlo.
—¿Es necesario quemar esta casa antes de irnos? —Él asintió.
—Si la dejamos en pie Dino Golzine la puede usar en nuestra contra, hemos sido descuidados. —Decenas de cajas desechables se encontraban repartidas entre el jardín y las esquinas de la sala, algunos barriles de gasolina se hallaban acomodados en el ventanal, traté de respirar, este era un buen plan.
Esto iba a funcionar.
¿Verdad?
—Quizás solo se cansó de perseguirnos. —La tráquea se me acribilló con pétalos—. Estas semanas hemos estado tranquilos. —Un putrefacto presentimiento se me impregnó en las palabras.
—Él no es esa clase de persona. —Su atención se volvió a posar en la pantalla—. Y aunque ese fuese el caso, solo necesitamos un par de pruebas más para exponerlo y ponerle final a esta mierda. —Mi concentración se enfocó en la película, un risueño Don Juan trataba de explicarle sobre el amor a una estrella extinta—. Esta es la única manera.
—El amor es como el oxígeno. —Repetí las palabras del protagonista—. El amor nos eleva a nuestra esencia. —Las leí, viví y memoricé. Aunque fuese un discurso ridículo en estas circunstancias—. Todo lo que necesitas es amor. —Se las creí. El filme también era sobre un romance imposible en una mafia. ¿Por qué no? Quería creer en un final feliz en Japón.
—¿Estás tratando de seducirme, onii-chan? —Él elevó una ceja mientras contenía una carcajada—. Me conmueve que mi belleza te inspire tanto como para decir eso.
—¡Ash! —Él apretó con fuerza su estómago, las mejillas se le habían inflado, lo golpeé en el hombro, completamente humillado—. Eres malo.
—Y tú eres lindo. —El sonrojo fue contagioso, mi vientre fue un revoloteo de ansiedad—. Tanta felicidad me asusta. —Él me abrazó, Bones terminó cayendo hacia el suelo gracias al ajetreo entre nosotros dos, pero nadie despertó.
—¿Qué vamos a hacer con ellos? —La pandilla había cubierto la totalidad del piso, algunos dormitaban encima de sus compañeros, otros sobre los muebles o encorvados en las baldosas. Eran un cuadro bizarro y tormentoso, sin embargo, eran mi familia.
—No los quiero en nuestro departamento. —Su berrinche fue encantador—. No quiero más interrupciones cuando estoy contigo. —Sus palabras fueron peligrosas. El carmesí convocó a la primavera, aunque estuviese ahogado en la oscuridad pude vislumbrar a través de esos jades, eran hipnóticos y letales.
—¿Qué quieres hacer conmigo cuando estemos a solas, Aslan? —Él se inclinó, un escalofrío azotó mi columna vertebral cuando me dejé caer encima del sillón, él se acomodó arriba mío, la tensión pereció ante tan altiva sonrisa. El magnetismo fue insoportable.
—¿Realmente lo quieres saber? —Mis dedos se crisparon en sus hombros, las rodillas me trepidaron—. ¿Puedes asumir la responsabilidad de tus coqueteos? —La piel se me erizó en un derroche de sensualidad, me acerqué.
—Puedo hacerlo. —Él se inclinó con satisfacción antes de besarme.
Sus manos se acomodaron en mi nuca, las mías se aferraron a su espalda, pude sentir cada uno de sus latidos desde mis yemas hacia mi cordura, sus rodillas se deslizaron entre mis muslos, la atmósfera fue una bruma de persuasión, sus labios se deshicieron como seda entre los míos, sus movimientos fueron codiciosos e implacables. Cerré los ojos, apretándolo con fuerza, un jadeo fue contenido cuando su lengua me devoró, nuestras esencias se mezclaron en un mortífero vaivén, fui envenenado por tan peligrosa adicción. Mi pulso retumbó sobre la película, ni siquiera la oscuridad pudo ocultar lo mucho que nos deseábamos, el sabor de la cafeína me mareó. Sus feromonas me atravesaron el cuerpo entero. Fue tan caliente que sucumbí en el sol pero tan frío que me perdí en las estrellas. Su pulgar presionó mi boca apenas el aire se nos acabó, él sonrió con satisfacción, aunque mi cabeza estaba al extremo del sofá, mi mente había dejado de funcionar.
—Vaya... —Él se volvió a inclinar—. Estas hecho un desastre. —Enredé mis brazos alrededor de su cuello. Claro que lo era, estaba clamando por más.
—Que gracioso. —Él enrojeció por la cercanía—. El desastre pareces ser tú, Aslan. —Él bufó, nuestras frentes se volvieron a juntar.
—Quiero quedarme a tu lado por siempre. —Los latidos se me agolparon en la garganta—. Sé que dije que por ahora era suficiente, pero... —Lo silencié con un roce en su boca, la sorpresa fue ingenua, aquella adorable expresión me incitó a besarlo mucho más.
—Para siempre. —Acomodé su palma encima de mi pecho—. Me siento de la misma manera. —El primer amor era torpe e ingenuo, dulce y memorable.
—Eiji... —Antes de que él pudiese decir más, un estrepitoso bostezo quebrantó la atmósfera.
Shorter se levantó, sus lentes se habían perdido entre los empaques de botanas, él estiró sus brazos hacia el techo, sus piernas rechinaron cuando las trató de usar, él se tiró la cara para limpiarse la saliva, él nos miró, atontado. Un violento escarlata se le extendió por las mejillas luego de que entendiese la situación.
—¡Búsquense una habitación! ¡Par de animales! —La expresión de mi novio escurrió molestia—. No coman frente a los pobres. —Traté de empujarlo, sin embargo, ni siquiera vaciló—. ¿No ven que estoy solito? —Contuve una carcajada ante tan penosa excusa, aquella despeinada matita dorada cayó sobre mi pecho, su cuerpo entre el mío, nuestras piernas enlazadas.
—Si fueses menos estúpido ya te habrías arreglado con la víbora. —El ceño del moreno palpitó—. Deberías aprender de mí, mira lo felices que somos. —Las personas a nuestro alrededor comenzaron a despertar, los créditos de la película ya se estaban proyectando.
—Tienes suerte de que tu novio tenga paciencia. —Shorter se levantó en vano, sus tobillos eran la nueva almohada de Bones—. Si te llega a molestar tengo algunas calabazas escondidas en la bodega. —La noche fue suave, las risas contenidas una sinfonía de serenidad. Esto era felicidad.
—¿De qué están hablando? —El omega se restregó los párpados antes de esbozar un puchero—. ¡Yo estaba arriba de Eiji antes! ¡No es justo! —Su grito terminó de despertar a la pandilla, él se acercó, frustrado—. Yo quiero ser mimado. —Mi novio le sacó la lengua con una madurez digna de un niño de cinco años.
—El único que puede estar encima de él soy yo. —No existió descaro cuando hundió su nariz en mi cuello—. Soy su amante. —Las quejas del más bajo fueron silenciadas cuando los ventanales estallaron.
Ocurrió en un segundo.
Cientos de balas agujerearon las paredes, la pandilla despertó desorbitada, Ash me abrazó con fuerza para protegerme con su cuerpo, los vidrios entremezclados con escombros crujieron bajo el alarido del caos, algunos hombres cayeron heridos, había sangre, habían golpes. Las entrañas se me pudrieron, mis palmas trepidaron sobre él. Esto...
—¡Es una emboscada! —Cain se arrastró hacia la otra habitación para arrojar una maleta repleta de armas—. ¡Debemos movernos ahora! —Alex empujó el sillón lejos de la ventana. El estruendo de los motores, los violentos aullidos de la muerte a las afueras de la casa. Parpadeé, ido, no entendía.
Sangre en el piso, sedimentos de techo, libros destruidos, chorros de gasolina, una pared humana se redujo a una pila de carne, el estruendo de los disparos fue insoportable, la pólvora me perforó los pulmones, el combustible escurrió por el suelo de mis memorias. Esto era un desastre. La noche se tiñó de escarlata bajo el sollozo de los caídos. El más joven me arrastró hacia donde se encontraban los autos, la mugre le había pegado los cabellos, sus manos tiritaron encima de mis hombros, él me miró, despechado, descorazonado.
Y lo supe.
—Ash... —No, no, no. Por favor no.
Esa mirada era un adiós.
—Shorter, ya sabes qué hacer. —Apreté su palma con fuerza, como si mi cordura dependiese de este momento. Oh, pero era de esa manera.
—Puedes confiar en mí. —Él era mi alma, él era mi otra mitad. No. No. No. ¡No lo dejaría!
—Eiji... —Mi mandíbula crujió, la cabeza me punzó, los gritos fundidos con los disparos fueron asfixiantes, el estómago me rebalsó náuseas. No lo quería. Los ojos me ardieron, el corazón se me quebró.
—¿Por qué no puedo acompañarte? —Él se rompió con esa pregunta—. ¿Por qué me tienes que dejar? Dijiste que estaríamos juntos por siempre. —Shorter acomodó sus palmas encima de mis hombros para retenerme, él nos apartó con brusquedad, las lágrimas fueron ácido corrosivo escurriendo hacia mis mejillas.
—Ese viejo me está buscando a mí, correrás peligro si me acompañas. —Pataleé con fuerza tratando de zafarme del agarre, sin embargo, el moreno no cedió. Él se iba. Él me estaba dejando. ¡Lo perdería!—. Nos encontraremos en el punto acordado dentro de dos horas. —El torso se me empapó de sudor frío, el temor fue una navaja en la garganta. Quemó.
—¡Ash! —Aunque tembló cuando pronuncié su nombre, él no se detuvo, él se estaba esfumando, estiré mi mano, sin embargo, no lo alcancé. Él había subido demasiado alto—. ¡Vuelve a salvo! —¿Cómo podría bajar? Mi corazón se convirtió en un nudo sobre mi pecho, no pude respirar, no pude sentir. Le encomendé mi alma a Dios—. ¡Te estaré esperando, siempre!
Pero mi alma siempre estaba con él.
—Shorter, cuida bien de él. —Su agarre fue bruto—. No lo dejes solo ni un segundo. —El alfa asintió, abriendo la puerta de una camioneta para meterme a la fuerza. Los demás vehículos ya habían comenzado a arrancar, nuestra casa fue irrumpida, mi mundo se redujo a escombros y miseria.
Los gritos de la pandilla, la sangre, los golpes...
—¡Ash! —Sin embargo, él ya no estaba.
Lo había perdido.
Tenía las palmas heridas y el corazón hecho pedazos, Arthur estaba al volante del vehículo, apenas aceleró la casa empezó a ser consumida por las llamas. El click de una detonación. Una explosión. Mis muñecas se habían mojado, me toqué la cara, estaba llorando, me cubrí la boca, no podía dejar de temblar, no era capaz de respirar, tenía unas insoportables ganas de vomitar. Shorter me abrazó con ternura.
—Él estará bien. —Todas las memorias y las personas a quienes había atesorado se estaban desvaneciendo en el silencio de la noche—. Ash sabe cómo actuar en estas situaciones. —La tragedia no era el terror en esta historia.
—Lo sé. —Sino la inevitable llegada del amanecer.
—Es un idiota, pero tiene habilidades. —La sonrisa de Arthur fue reconfortante desde el espejo retrovisor—. Ha manejado peores cosas, puede con un par de hombres. —Estaba mareado, no podía ver bien, tenía la frente ardiendo y mojada, la sangre me estaba hirviendo mientras la vida se me esfumaba.
Esos ojos...
Esa mirada fue un adiós.
El corazón me lloró.
—¿Cuándo lo volveremos a ver? —Él no me quiso dar una respuesta—. Él dijo que pronto, ¿verdad? —No pudo dármela. Una imponente capa de humo era lo único que se podía vislumbrar a través de la ventana, los gritos y los disparos perecieron en la lejanía. Él había escalado demasiado alto en el Kilimanjaro.
—Deberías dormir un poco. —Pero le dije que no era un leopardo, él podía cambiar—. Esto no te hace bien. —Sus manos se enredaron en mi cabello, me aferré al alfa, vacío y desecho. No era una persona sin él.
—Pero... —Ya no era nada.
—Shorter tiene razón, él nos golpeará si te ve cansado. —No tenía alma.
—Supongo que es verdad. —La calidez de ese mohín congeló la tristeza, estaba varado en medio del destino. ¿Cómo saldría a la orilla?—. Deberíamos descansar todos. —El silencio en la autopista me resultó macabro. La luz de las estrellas se aplacó bajo los reflejos de la ciudad y los carteles de la carretera.
—Pronto estaremos con los demás. —El optimismo de Arthur fue en vano, la tensión fue fúnebre, los movimientos de la camioneta un reconfortante bamboleo.
—Es cierto. —Sus yemas trazaron círculos en mi espalda como consuelo—. Ni te darás cuenta y ya estarás escuchando otra pelea entre Ash y Bones. —Suspiré, su risita de alivio fue mi buque de papel.
—Supongo. —Su expresión se deformó. El corazón me palpitó en las orejas, el horror fue contenido en un grito, él me abrazó con fuerza, él me llevó hacia su pecho—. ¿Shorter?
—¡Arthur cuidado! —Ni siquiera tuve tiempo para reaccionar.
Sentí a la camioneta darse vueltas, sentí un estridente y doloroso golpe, mi cabeza chocó con algo duro y afilado. Cerré los ojos, parpadeé, mareado, mi frente dolía un infierno, había algo incrustado en ella, un vidrio. Tenía las piernas atrapadas entre la puerta y el asiento del conductor, un chorro escarlata escurrió bajo mi nariz, Shorter se había estrellado contra la ventana del costado, su chaqueta se había rasgado al igual que su cara. Arthur se hallaba inconsciente sobre el volante, tres hombres bajaron del vehículo contrario, por mucho que traté de enfocar mi atención no los pude reconocer. El cuerpo me pesó, las palmas del alfa pendieron en la poza de mis rodillas, la sangre era de alguno de nosotros dos, no me pude mover. Reí, debí usar el maldito cinturón de seguridad.
¿Verdad?
Cerré los ojos.
¿Qué es un alma gemela?
—Quiero que pretendas ser mi amante solo por tres meses, luego te dejaré ir. —Es quien colorea nitidez donde rompe la impotencia.
—Quédate a mi lado, no tiene que ser para siempre, aunque solo sea por ahora. —Es quien aleja las tinieblas cuando las camas son demasiado pequeñas para esconderse de los monstruos.
—Amarte me da miedo. —Te inspira a surcar la libertad con una pértiga oxidada, te hace creer en finales felices mientras te ayuda a recolectar tus pedazos.
—Vivo con temor a despertar y que ya no estés a mi lado. —Sin quien solo eres la mitad.
—Shorter, cuida bien de él. —Yo nunca te enseñé a decir adiós.
¿Por qué tenías que encontrar la manera de dármelo?
Abrí los ojos sin saber cuánto tiempo había pasado, me traté de tocar la cabeza, sin embargo, mis manos estaban atadas, el cuarto se encontraba vacío y oscuro, el aroma a musgo fue repulsivo, la humedad se me deslizó debajo de los huesos, me levanté del suelo, tenía la cara sucia y raspada, podía sentir la sangre pegada a mis cabellos, tenía el corazón trepidando y el alma agonizante.
—¡Eiji! —Shorter estaba en aquella desbaratada habitación, sus muñecas se encontraban amarradas a su espalda al igual que sus tobillos, la desesperación fue horrorosa dentro de esas pupilas. Aterradora y sincera.
—¿Qué...? —Gotas cayeron del techo.
—No te preocupes, moriré antes de dejar que te toquen. —Él se trató de arrastrar a mi lado, no obstante, un quejido le desgarró la garganta—. Es una promesa.
—¿Qué fue lo que pasó? —Tenía los párpados hinchados y adoloridos, mi labio estaba roto, la vida me hería. No pude respirar—. ¿Otra emboscada? —Cuando me moví una insoportable punzada se hizo presente en mi vientre, tenía el suéter mojado y pegado al estómago. Estaba lastimado.
—Los malditos debieron pensar que estábamos con Ash. —Su mandíbula crujió, él se trató de levantar solo para caer de bruces—. Mierda, ¿puedes venir a mi lado? Me siento intranquilo si estas tan lejos. —No obstante, mis tobillos también se encontraban amarrados. Estábamos a miles de kilómetros en aquella decadente y apestosa bodega. Tragué con dificultad. Esto era familiar.
—Esto... —El cuerpo me tembló, mis palpitaciones fueron tan erráticas que atragantaron mis pensamientos, un escalofrío, mi cordura se vio nublada por una insoportable angustia. Me estaba asfixiando, no podía inhalar. Maldición. Tendría un ataque de pánico—. Esto se parece a esa bodega. —Al primer secuestro que sufrí, iba a vomitar.
—¿Eiji? —Esto no podía estar pasando, ¿verdad? Que gracioso, debí haberme quedado dormido durante la película, seguramente seguía entre sus brazos, mañana nos mudaríamos a nuestro nido de amor y tendríamos un final feliz.
—Shorter —Pero no...Esto estaba sucediendo, traté de respirar, sin embargo, la tráquea se me había cerrado, sentí náuseas y fatiga—. Tenemos que salir de aquí. —Un gigantesco portón de metal se abrió entre nosotros dos. Asco. Pánico. Miedo. Rabia. Odio.
—¿Cómo están mis invitados? —Dino Golzine—. Lamento que mis hombres los hayan traído de esta manera. —Una lánguida sonrisa se trazó en sus labios—. Pero los necesitaba. —Él entró al cuarto, habían varios alfas uniformados a sus espaldas. La tensión era sofocante, el aire era gélido.
—¿Por qué? —Ni siquiera me dejó armar una frase coherente, él apretó mis mejillas con saña, me estaba ahogando.
—Te dije que te apartaras de él. —Había una desgarradora opresión dentro de mi pecho. Quemaba. Dolía. Ardía. Yo estaba muriendo—. Te dije que saldrías perjudicado sino lo hacías. —Sus garras se incrustaron en mi piel.
—¡No lo toques! —Él hizo presión, divertido.
—Pero no lo hiciste. —Su mirada me erizó la cordura—. Deben haberse divertido bastante intruseando entre mis cosas. —Él se apartó, su séquito ingresó a la habitación, la luz era artificial y tenue.
—¡Bastardo! —El insulto de Shorter no lo alteró—. ¡Sácanos de aquí! —Una risa indiferente fue su única respuesta—. Sino estuviese atado te daría una paliza. —Dino Golzine le aplastó la herida en la pierna, él se mordió la boca para no gritar. Me traté de mover, sin embargo, no podía reaccionar, mi corazón estaba palpitando demasiado rápido, estaba helado por el temor. La peste fue insoportable.
—Los felicito por meterse en la subasta, no esperaba verlos allí. —Él hizo aún más presión en la carne abierta, su planta se empapó de carmín, los párpados de Shorter enrojecieron por la irritación, él se dejó caer en el piso de golpe, agotado—. Pero quemar el Club Cod me salió bastante caro, ahora me tendrán que ser de utilidad. —Con una burda señal él les indicó a sus hombres que se acercaran.
—¿Utilidad? —Esa asquerosa sonrisa me erizó la piel. Solo fui consciente de la gravedad de mis heridas cuando me traté de arrastrar hacia el lado de mi amigo. No pude, clavé mis uñas en el suelo sin avanzar. Mierda.
—Tú fuiste la razón por la que pude ganar. —Abrí los ojos de golpe, no pude hilar un pensamiento coherente, los olvidé.
—¿Yo? —Él asintió.
—Gracias a ti tuve un as bajo la manga. —Mi respiración se cortó, las mentiras fueron una navaja sobre mi cuello. Esas feromonas, contuve una arcada. Una noche en una subasta, un forcejeo, una mordida, lo conocía—. Gracias. —Lo conocía bien. Sus pasos fueron estridentes sobre la humedad del cuarto.
—Arthur. —Él no me miró—. T-Tú... —Él estaba bien—. No es verdad. —Pero lo era.
—Le ofrecí dos cosas que él no pudo rechazar. —Él acomodó sus palmas sobre los hombros del rubio, ni siquiera alzó el mentón. Pero éramos amigos—. Tener la posición que originalmente le pertenecía a Ash Lynx. —Un guardia me retuvo contra el piso, mi cara se hundió en una poza de mugre, la piel abierta me quemó contra el cemento—. Y al amante del lince. —Estaba de espaldas, expuesto.
—No es verdad. —Arthur se acercó, él se agachó a mi altura, no pude descifrar esa mirada—. ¿Tú eras el alfa de la subasta? —Ya no entendía nada.
—Lo siento. —Temblé.
—Éramos amigos. —Ni siquiera tuve energías para llorar—. ¡Confié en ti!
—Tu compañero por otro lado, me ayudará con un par de pruebas. —Con un asentimiento los guardias levantaron a Shorter, él pateó con violencia, rojo chorreó desde sus jeans hacia el suelo, la desesperación me cortó la cordura y la vida.
—¡Eiji!, ¡Eiji!, ¡Eiji! —Aunque él me llamó una infinidad de veces la voz no me salió, no era más que un estropajo usado—. ¡Eiji! —Apreté los párpados con fuerza, impotente y pequeño. Inútil. El guardia apoyó su rodilla sobre mi espalda, el dolor fue insoportable, el vientre me sangró, había vidrio incrustado en mis entrañas.
—Gracias por la ayuda. —Ellos salieron de la habitación.
—Hago esto por tu bien. —Arthur se inclinó, él sostuvo mis cabellos para empujar mi cara contra el piso, tenía mugre en la nariz, su aliento me heló el cuello, fue repugnante. No lo quería.
—Por favor no lo hagas. —Esto se sentía asqueroso.
—Aunque no lo entiendas ahora me lo agradecerás después. —Lo último que sentí fueron sus colmillos sobre mi nuca.
Lo trágico de las almas gemelas era que no siempre estaban destinadas a terminar juntas.
Su servidora se va a morir un rato porque le dio una fiebre terrible, si sigo con vida nos vemos en dos días, muchas gracias a las personas que se tomaron el cariño para leer.
¡Cuidense! (No sean como yo)
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