Capítulo 15.
¡Hola mis bonitos lectores! CamiUzumaki316 perdón pero sería una blasfemia no dedicarte este capítulo luego de todo lo que nos hemos burlado de este pobre hombre, ahora es nuestra broma, así que te pensé toda la bendita edición, ay, gracias por tanto, perdón por tan poco.
Muchas gracias a las personas que se toman el cariño para leer. El capítulo lo narra Eiji. ¡Espero que les guste!
Mi corazón lo reconoció antes de que mi mente lo hiciera. Como una vida no era lo suficiente para atesorar a tan sublime resplandor mi alma lo encontraría en la siguiente, lo adoraría en cada una de ellas.
El tenue bamboleo de su flequillo entre el dorado de sus pestañas fue un contraste excelso para el gélido invernal, sus labios yacían entreabiertos, un ligero suspiro de confort fue el cántico del alba, su rostro se encontraba oculto entre sus brazos, la sábana se hallaba acariciando su espalda con una impresionante delicadeza. Él era majestuoso. Presioné los párpados, dejándome envolver por tan exquisita bruma de feromonas, me encantaba su aroma, me profesaba seguro con él. Delineé su mentón con suavidad, el corazón me arremetió con violencia, la electricidad chispeó en el aire, el tacto fue risueño. Su camisa había forjado un refugio para mi cuerpo. Lo amaba lo suficiente para creer en las promesas y para tratar de protegerlo. Me sobresalté cuando él presionó un beso en mis nudillos con una sonrisa galante. Él era cautivador.
—¿Estás admirando la legendaria belleza del lince de Nueva York? —Sus palmas se deslizaron hacia mi cintura, el toque fue vicioso, tan mortificante. La respiración se me trabó en la garganta, el silencio de nuestros latidos reinó en la habitación.
—Pensé que tu mal carácter era el legendario. —Él chasqueó la lengua, su intento de mueca falleció bajo un bostezo. Este lado de él, adorable e infantil.
—Mejor que ser un torpe japonés. —Descuidado y orgulloso—. Mis heridas tardan el doble en cicatrizar cuando tú las cuidas. —También me encantaba—. Eres una enfermera terrible, onii-chan. —Él se dio vueltas, bastó un solo movimiento para que me acomodase sobre su pecho, pude sentir cada palpitar bajo la punta de mis dedos. Ensordecedores e intensos.
—¿Eso crees? —Encajábamos a la perfección.
—Claro que sí. —Mi puchero lo hizo reír.
—De todas maneras me escogiste como tu amante. —Él sonrió, un estridente sonrojo coloreó la melancolía cuando él depositó un beso sobre mi mejilla. El aire estaba vibrando.
—Es cierto. —Él dibujó una galaxia de estrellas en mis hombros, cosquilleó. Su respiración tuvo un embriagador magnetismo—. Yo te elegí para ser mi amante. —Sus dedos se deslizaron entre mis cabellos—. Y tú me escogiste para ser el tuyo. —El alma se me enterneció ante tan hermoso mohín, el tiempo se perdió.
—Así es. —No pude sostener una mirada con él. No pude evitarla. Nuestras piernas juguetearon debajo de las sábanas.
—Esta sensación de estabilidad es extraña. —Una chispa de añoranza cristalizó lo implacable—. No estoy acostumbrado a tener un lugar al cual pertenecer. —Él elevó mi mentón. Esos ojos: verdes, intensos y profundos.
—¿Qué hay de la pandilla? —Esos mismos que me ahogaron en un océano de impotencia. Esos mismos que me inspiraron a tener valor—. Los chicos te necesitan, ellos te consideran parte de su familia. —Fríos, solitarios y despiadados.
—No es lo mismo. —Lucían tan diferentes esta mañana—. Me da miedo volver a construir un hogar. —Nuestros dedos se entrelazaron—. Pero siento que pertenezco contigo —¿El aire? Lo perdí. ¿La cordura? La olvidé—. Supongo que así se siente cuando amas a alguien.
¿Mi alma?
Siempre con él.
—Ash... —Un nudo pendió en mi tráquea, mariposas retumbaron dentro de mi estómago.
—Supongo que esto es tener un alma gemela. —Su piel contra la mía fue una adicción peligrosa.
—Supongo que sí. —Mi boca ardió por la hinchazón. Él se mantuvo en silencio, en busca de una confirmación—. Yo me siento de la misma manera. —Una que hace meses ya le había entregado. Él sonrió, sus yemas se deslizaron desde mi cuello hacia mi espalda, su camisa era de una suavidad violenta.
—Mañana nos iremos de este lugar. —La preocupación lo rompió—. Dino Golzine ha estado muy tranquilo, no me quiero confiar. —La voz le tiritó—. Tengo un mal presentimiento. —El destino siempre le daba la razón. Bajé el mentón, no podía quitarme de la cabeza aquellas repugnantes imágenes del laboratorio ni los recuerdos de la subasta. Había algo extraño, un muy mal sabor.
—También creo que deberíamos irnos pronto. —Algo destructivo que acabaría en tragedia—. ¿Hoy es la última reunión con las demás pandillas? —Pero no, ni siquiera lo pensaría, nada saldría mal.
—Sí. —Mientras él me amase—. Cuando estemos instalados en nuestro nido de amor planeáremos la emboscada. —Mientras él estuviese a mi lado, me aferré a él. Todo estaría bien—. Luces nervioso. —Una risa aligeró la tensión, fruncí el entrecejo.
—Claro que lo estoy, me preocupa que hagas alguna estupidez. —Un vibrante carmín se posó en la porcelana—. Mi novio es imprudente. —Mi mente era un naufragio y mis sentimientos no tenían derecho.
—¿A quién llamas imprudente? —Él tiró de mis mejillas, indignado, no pude evitar reír, estábamos demasiado cerca en aquella gigantesca cama. Se sintió correcto—. Tú eres quien me ha convertido en un desastre.
—No, ya estabas así antes de conocernos, la pandilla te delató. —No sabía que podía volar tan alto hasta que él me regresó mis alas.
—Esos habladores. —Él chasqueó la lengua—. Deberías aprender a ser una mejor esposa para cuando vivamos solos, no quiero morir de una intoxicación por natto. —La humillación me impulsó a sentarme en la cama, el colchón se hundió.
—O tú puedes aprender a ser una mejor esposa y cocinarme natto. —Como si fuese un niño berrinchudo él estiró la trompita y se cruzó los brazos encima del pecho—. Necesitas pulir tus tácticas de seducción si quieres conquistarme, Callenreese. —Punto para el beta. Me levanté de la cama.
—¿A dónde vas? —A veces él podía ser de esta manera, vulnerable y pequeño.
—A tomar una ducha, tenemos muchas cosas que hacer hoy. —Él resopló, su cabello era una infinidad de nudos y sus párpados un vestigio de sueño—. No estreses más a Shorter, suficientes problemas tiene con Yut. —Un berrinche fue contenido. Rodé los ojos, quién diría que el lince de Nueva York no sería más que un gatito enfurruñado.
—Al menos deberías tratar de seducirme para motivarme a trabajar. —Temblé ante semejante insinuación, una afilada risa fue su respuesta—. ¿Dónde está tu encanto? ¿Qué pasó con todo tu valor? —La sangre me ardió, la humillación fue lo suficiente para que me dejase llevar.
—Tú eres quien no tiene el valor suficiente como para seguirme el juego. —Su camisa se deslizó desde mis hombros hasta mi cintura, las palabras se le evaporaron en el escarlata de su rostro.
—Y-Yo... —La prenda se deslizó hacia mis muslos.
—¿Qué pasó con todo tu valor, Aslan? —Carcajeé, dejando que la camisa cayese hacia el suelo para incorporarme en el baño. Yo era mal perdedor.
—¡Eso es hacer trampa! —El amor nos había convertido en tontos.
Aunque el agua estaba fría el vapor me resultó sofocante, la ducha era pequeña, su respiración fue una oda para la ansiedad, sus latidos retumbaron desde las baldosas hasta la espuma, me alcé en la punta de mis pies, lavarle el cabello era reconfortante, una impropia timidez se adueñó de él, sus palmas se aferraron a mi cintura, era extraño tener esta clase de intimidad con alguien más. Tan especial. La indiferencia de esos jades fue la que rompió mi pértiga, la dulzura con la que me derritió fue lo que me salvó. Nunca me pude rendir con él, tal vez en el fondo era un romántico empedernido. Su aliento cosquilleó en mi nariz, sus feromonas fueron más potentes que el shampoo. Intoxicante.
—Esto no era lo que tenía en mente cuando te seguí. —Con la espuma amoldé dos orejas de gato en sus cabellos—. Yo quería una recompensa. —Él se inclinó, la tensión fue agobiante entre la ducha y tan intensa mirada.
—Hoy tienes mucho qué hacer. —Mi regaño fue sutil, mis jugueteos se congelaron cuando él alzó mi mentón.
—Eiji... —Tirité, odiaba que mi nombre se derritiese en su lengua—. Eres un terrible mentiroso. —¿A quién engañaba? Amaba que me provocase de esta manera. El fulgor en esos jades fue implacable.
—Lo sé, esta era solo una excusa. —Me acaricié el cuello, nervioso—. Pero quería probar hacer cosas de pareja contigo. —El alma se me erizó tras musitar la verdad. El palpitar se intensificó contra la puerta de cristal.
—Esto es extraño. —Fue magnético—. Nunca he confiado tanto en alguien pero me gusta que me toques. —Parpadeé, lo único que pude vislumbrar a través del vapor fue un adorable sonrojo.
—Di eso de nuevo. —Mis rodillas fueron barquitos de papel—. Me gusta cómo suena. —Él sonrió, sus palmas subieron hacia mi espalda. Fue eléctrico y destructivo. Él solo se deslizó por mi corazón para que este le perteneciera.
—Confío en ti. —Su nariz rozó la mía, apoyándome en sus hombros me alcé aún más—. Te amo, Eiji Okumura. —La razón pereció.
—Te amo Aslan Jade Callenreese.
Besarlo fue electrizante, sus manos se deslizaron entre las gotas y el calor de mis mejillas, su boca fue un delirio embriagador. Mi pulso arremetió contra su pecho, una densa bruma de electricidad se entremezcló con el shampoo. Pronto, la ducha fue una sinfonía de pasión: dulce, necesitada y excitante. Mis brazos rodearon su cuello, él me mordió el labio inferior antes de lamerlo, el agua se evaporó a nuestro alrededor. Lo besé hasta que perdí la noción de la realidad. Lo besé hasta que no pude pronunciar otra cosa más que su nombre entre jadeos. Un desvergonzado escarlata nos coloreó cuando nos fuimos a vestir, la torpeza del primer amor fue compartida, la ilusión también. Él se volvió a recostar en la cama, aunque ahora se hallaba vestido su cabello seguía empapado, me froté el entrecejo, cuidar de este hombre era agotador. Me tiré de las ojeras, sabiendo que el amor me había vuelto estúpido.
Él me lo había contagiado.
—Si te enfermas no te cuidaré en el apartamento. —Me senté a su lado, las sábanas se habían mojado por su culpa, sus brazos se encontraban reposando encima de su vientre. Pacífico y pensativo.
—Te acusaré con Shorter sino lo haces, onii-chan. —La indignación me carcomió las venas, me froté el ceño en una compulsión—. ¿Qué clase de novio cruel serías si hicieras eso? —Traté de respirar para calmarme, sin embargo, él sabía provocarme. Tan altanero.
—Deja de meterlo en nuestros asuntos de pareja. —Él sonrió, me mordí la boca, sabiendo que no tenía oportunidad, sus palmas rodearon mi vientre para poder empujarme a su lado, la cama crujió.
—Me gusta cómo suena eso. —No pude ocultar lo afanoso de mi palpitar, perdí el aliento ante tan sublime mirada. Él era un tramposo—. Pareja. —Me encogí de hombros, disimular la pena fue un martirio—. Es lindo. —Mi mente era una maraña de desconcierto cuyo dueño era Ash Lynx, ¿no era tonto?
—B-Bueno... —Un tartamudear se adueñó de mi voz—. Somos una pareja destinada después de todo. —La galantería en su expresión me conquistó, él se acercó para acomodarse arriba mío, su mentón se apoyó contra mi pecho, las gotas se deslizaron desde su cabello hacia mi cuello.
—Lo somos. —Mis músculos se encontraban poseídos por un agobiante escalofrío—. Aunque creo que almas gemelas nos queda mejor. —Él jugueteó con mi flequillo.
—Dijiste que no creías en cosas como el destino.
—Es verdad. —Suspiré, sabiendo que él podría romperme el corazón una infinidad de veces pero yo lo seguiría amando—. Pero siento que me entiendes mejor que nadie. —Sí, este hombre me había vuelto estúpido, torpe e impulsivo—. Tú me complementas.
—Pero un destinado debe completarte. —Pero él también me había convertido en alguien valiente, intrépido y apasionado—. Estoy asustado de que encuentres a tu omega. —Sus yemas se deslizaron por mis mejillas para alabar la primavera.
—Yo no tengo miedo. —Su respiración acarició la comisura de mis labios—. Estoy seguro de que nunca podré amar a alguien como lo hago contigo. —Rodé los ojos, odiándome por profesarme tan contento ante semejantes cursilerías—. ¿No me dirás algo similar?
—Sabes que me siento de la misma manera, Ash.
—Me habría gustado conocerte en circunstancias más normales. —El aire estaba caliente—. Gracias por permanecer a mi lado. —El primer amor era inolvidable.
—¡Eiji! —Saltamos cuando Bones arremetió contra la puerta, sin importarle nuestra intimidad él se abalanzó hacia mis brazos para que mi novio cayese hacia el piso como un gato mojado.
—Te dije que no los interrumpieras de esa manera. —La parsimonia en la risita de Shorter fue sospechosa, el omega suspiró antes de negar, su mejilla se restregó contra la mía, la expresión del lince de Nueva York fue de pura saña.
—No es cierto, me dijiste que entrara porque tú no los querías interrumpir. —El alfa se cubrió la cara con ambas palmas—. Dijiste que tenías miedo de que ellos estuviesen cogiendo. —Le tapé la boca con fuerza, la cabeza me ardió por la vergüenza.
—Shorter. —Mi novio se levantó del suelo, la mirada le había empezado a palpitar por la rigidez en su ceño—. ¿Por qué diablos están acá? —La nariz de Bones recorrió con descaro mi cuello, temblé.
—Apestas a Ash. —Ahora era yo quien se cubría la cara—. ¡No me gusta! ¡El aroma de Eiji es más agradable! Este da náuseas, huele a egocentrismo.
—Deberías acostumbrarte. —Ash arrojó a Bones sin piedad hacia el suelo—. Como es mi pareja apestará a mí mucho más. —Rodé los ojos, sabía que las feromonas eran el talón de Aquiles para el ego de los alfas. Un colmillo le sobresalió tras un puchero, él era lindo, tan buen amigo.
—Cain y los demás ya llegaron. —El ambiente cambió—. Esta será la última reunión que tendremos acá. —El más joven asintió para que los cuatro bajásemos hacia el salón.
Decenas de hombres se encontraban esperando al lince de Nueva York alrededor de un imponente tablero, la atmósfera era amarga, las miradas fúnebres y vengativas. Antes de que pudiese adentrarme una mano se aferró a mi muñeca para arrastrarme hacia el jardín. La mueca de Yut-Lung Lee me quitó las palabras antes de que las pudiese articular, sus cejas fueron una oda de perplejidad, sus labios se hallaban temblorosos, aquella delicada silueta dejó de pretender ferocidad para denotar fragilidad.
—Ven conmigo.
Con un tenue susurro él me pidió que lo acompañase hasta la ciudad, negarse no parecía ser una opción ante el reflejo de esos fatídicos ojos. Tan suplicantes. Solo me subí al auto y me dejé arrastrar. Las calles del centro se encontraban vacías, un extraño presentimiento se anudó en mi tráquea, me mordí la boca, entrelazamos nuestros dedos sobre las fundas del asiento. La decepción era un arte y nosotros éramos expertos. El vehículo se estacionó a las afueras de una cafetería, el local era rústico y pintoresco, elegantes mesas de madera decoraban el interior junto a sillones individuales, las bebidas se servían en tazas desbordantes de crema, la suavidad de la música era un contraste curioso con la alegría de los comensales.
—Eiji. —Él me volvió a detener apenas cruzamos la puerta del negocio, él me sostuvo de los hombros—. Estoy haciendo esto porque quiero que sea tu decisión. —La angustia en su mirada me incitó a tiritar—. Mereces saberlo. —Un escalofrío me abofeteó, cientos de ellos, miles más.
—¿Saber qué? —Él bajó su mentón, el valor parecía habérsele atorado en la garganta—. ¿Yut? —La amargura me revolvió el estómago.
—Eres mi primer amigo. —La vergüenza nos impidió sostener una mirada, la dulce melodía del fondo fue opacada por la delicadeza—. No sé si estoy haciendo lo correcto. —Sus pensamientos fueron un nudo laxo: vago y complicado—. Pero si yo estuviera en tu lugar me gustaría saber.
—¿De qué hablas?
—¡Ei-chan! —Perdí el aliento, una infinidad de pasos hicieron eco contra las baldosas antes de que un par de protectores brazos me sostuviesen con fuerza. Su corazón estaba latiendo con desenfreno, su respiración se sintió caliente encima de mi cabeza, su rostro estaba empapado, parpadeé, tratando de reaccionar.
—¿Ibe? —El nombrado sonrió, sus mejillas se hallaban húmedas por la aflicción, su barba lucía más larga que la última vez, me dejé mimar en ese abrazo, me aferré con fuerza mientras él trataba de recuperar el aliento.
—¿Tienes idea de cuánto tiempo te he estado buscando? —Pronto—. ¿Tienes idea de lo preocupados que hemos estado durante estos meses? —Comprendí el porqué de la expresión de Yut-Lung Lee.
—¿Ash lo sabía? —Él no me miró, solo se rodeó a sí mismo, agotado.
—Vamos a sentarnos primero.
Ninguno tocó las bebidas que nos dejaron en la mesa, las tazas eran de porcelana con bordados florales, las risas de los demás comensales eran risueñas, el clima agradable, él estaba frente a mí. Me sostuve la cabeza, tratando de lidiar con una repulsiva opresión. Ibe me había buscado. Me encorvé en el asiento, dejando que el peso de la realidad fuese sostenido por dos inútiles manos, me tiré del flequillo saboreando la impotencia, una dolorosa grieta me desgarró el alma, solo me quebré permitiendo que esas espesas emociones se deslizasen para que me ahogara. A veces las tormentas de los vasos eran más destructivas que un huracán, él me hizo pensar que no era amado. Él sabía lo que significaba para mí y me mintió. Él me miró a los ojos el día que le dije que lo amaba y me lo juró. Carcajeé, pero estaba bien, ¿no? Sin importar las veces que él me rompiese el corazón yo...Mis manos se convirtieron en puños. Presioné mis párpados, aunque no había llorado me sentía como si me hubiese desbordado en llanto. Esto era una mierda.
—Desde que desapareciste él ha estado yendo a mi casa todos los días para preguntar por ti. —Una puta mierda era esta situación—. No me quería meter en esto, pero ayer me dijo que iba a traer a tu familia. —Él dijo que confiaba en mí—. Eso es peligroso. —Negué con la cabeza, sin querer saber más. Excusas y patrañas. Disculpas y mentiras. Amor barato con sabor a cenizas.
—Lo entiendo. —No, no lo hacía. Debería estar feliz de tener a Ibe cerca, no obstante, me profesaba miserable. Tan traicionado.
—Ei-chan. —Él extendió sus palmas sobre la mesa, el sillón era mullido y suave—. Nunca te dejé de buscar. —Él deslizó un recorte del periódico con mi fotografía entre las tazas, la fecha era de hoy.
—Pero... —Hubieron tantas cosas que cobraron sentido en aquel parpadeo, aquella protección que Ash me ofrecía, las caricias de miel y los besos de terciopelo. Arrugué la hoja entre mis puños.
—Incluso busqué a un viejo amigo para que me ayudase. —La cabeza me fue azotada por una insoportable jaqueca, el estómago se me pudrió con náuseas, los pedazos de mi amor me apuñalaron desde dentro—. Max Lobo, él me aconsejó hacer presión —¿Qué era real?
—No lo sabía. —Mis palabras tiritaron más que mi alma—. Pensé que te habían informado. —Me apreté el pecho, el aire no me pasaba, fue sofocante y destructivo, me lo golpeé hasta que quedó una cicatriz grabada.
—¿Es cierto lo que el joven Lee me dijo? —Su semblante cambió—. ¿Eres el amante del lince? —Había aprendido a vivir completo con él, pero él...
¿Qué diablos estaba haciendo?
—Es verdad. —¿Quién se creía que era Ash Lynx? Recolectando los trozos de mi corazón para colocarlos en su colección—. Lo siento por no avisarte. —No, no lo pensaría—. Pensé que sabías. —Yo lo amaba, ¡sí!, claro que lo hacía. Empecé a respirar con fuerza por la boca. Medio vivo. Medio muerto.
¿Quién se creía que era para hacerme sentir tan amado? Cuando éramos una farsa.
—¿Tienes idea de en qué está involucrado ese hombre? —La espuma de la taza se rebalsó para manchar la mesa—. ¿Meterte con la mafia? ¿Estás loco? —Sus regaños se profesaron ásperos y lejanos—. Le prometí a tu familia mantenerte a salvo cuando te traje a América. —El omega permaneció al margen con una mueca constipada.
—Él no es así —¿No lo era? Ya ni siquiera estaba seguro para defenderlo, mis puños se aferraron a mis rodillas, esto era doloroso—. Él quiere salirse de eso. —Mi voz fue un hilo tembloroso de excusas. La mirada de Ibe se suavizó.
—Ei-chan. —Sus manos se deslizaron tan cerca que me rompieron—. ¿De verdad crees que alguien como él puede cambiar? —El destino me martilló la cabeza, contuve una arcada, borré las memorias—. Él es un asesino.
—¡No es verdad! —Le dije que no era un leopardo—. Él puede cambiar. —Los ojos del fotógrafo rebosaron perplejidad—. Él quiere cambiar. —Yut-Lung Lee se levantó de su asiento para inclinarse a mi lado.
—Oh, Eiji. —Sus brazos se acomodaron sobre mis rodillas, él me extendió una mano, cerca—. Si crees eso de verdad... —Sus dedos rozaron mis pómulos con una suavidad destructiva—. ¿Por qué estás llorando? —Me llevé las palmas hacia la cara, estaba mojada y fría.
—Yo no... —Pero el llanto no me dejó continuar, él se levantó para acunarme entre sus brazos, me aferré a su vientre, empapando aquel delicado suéter con arrepentimiento. Amarlo era una agonía.
Ash Lynx era bueno, él cambiaría, tendríamos una bella vida en Japón. Me mordí la boca hasta saborear el óxido. El aire fue un martirio entre aquella delicada cintura y tan violenta tormenta, me sostuve con fuerza, mis dedos se crisparon, la jaqueca se me extendió hasta el alma para que esos jades me carcomiesen. ¿No era injusto? Yo era un desastre. Necesitaba de un segundo para respirar, sin embargo, él había encerrado mi tiempo en su colección de fragmentos. Él me había herido incontables veces, sin embargo, no importaba, el amor lo podía contra todo, yo...
Pensé que éramos almas gemelas.
Pero él me mintió.
Me dejó afuera.
—En una semana nos iremos. —Ibe extendió dos boletos de avión encima de la mesa, Yut-Lung Lee no se apartó de mi lado—. Esto se salió de control. —No quedó atisbo de gentileza en tan gélidas palabras. La grieta de mi pecho se convirtió en un abismo, solo goteó llanto.
—Nosotros somos una pareja destinada. —Fue lo que balbuceé—. Yo lo amo. —A pesar de todo le entregaría de nuevo mi vida, era un masoquista.
—Ei-chan. —No existió piedad en esa mirada—. Los betas no tenemos una persona destinada. —La verdad era cruel y el amor insuficiente.
—Pero... —Hacía tanto frío en esa conversación que temí morir por la escarcha de mi llanto.
—Él encontrará a un omega, es lo normal. No puedes impedirle su felicidad. —El aire se me esfumó del tiempo, tragué, ahora todo parecía tan incoloro, me miré las manos, habían roto mi final de cuentos—. Estoy haciendo esto por tu bien.
—Eso no nos importa, nosotros estamos construyendo un futuro juntos. —No era más que los restos de un triste humano entre los brazos de Yut-Lung Lee.
—Nosotros no somos especiales, debería haberte quedado claro con el salto de pértiga —Bajé la cabeza, humillado—. Tienes una verdadera familia a la cual regresar, no hagas que ellos se preocupen más, tienes una hermana a la cual darle el ejemplo. —Fui pequeño y vulnerable.
Fui un inútil y torpe beta.
—¿Ellos han estado bien? —Su espalda se hundió en el sillón, unas pesadas ojeras saltaron bajo la luz.
—Estuvimos a punto de darte por muerto. ¿Cómo crees que han estado? —Aunque tenía más que decir en aquella conversación—. Esto ha dejado de ser tu decisión. —Sentí que ninguna palabra lo cambiaría.
—Entiendo. —Ninguna de mis mentiras sería lo suficiente para confrontar la realidad—. Lo siento por preocuparlos. —Amar al lince de Nueva York era un sinfín de desabridas decepciones.
—No quiero discutir contigo, en una semana esto termina.
Aunque hace meses no sabía quién era, llevaba una vida muriendo por él.
El viaje de regreso fue incómodo, un par de pasajes pendían en mi bolsillo, dejé que mi cabeza reposase contra el hombro del omega. Él debió haber tenido sus razones para engañarme, lo sabía, sin embargo, él dijo que confiaba en mí pero esto se profesaba como una maldita farsa. Pensé que estaba cerca, me juré ser importante, no obstante, mi amor no fue lo suficiente como para que él se sincerase en algo que sabía que me heriría. Ahora me concebía lejos, a kilómetros, a vidas de distancia, estaba sosteniendo los restos de mi corazón dentro de un frasco, él los había puesto ahí. La tarde ya se había teñido de dorado cuando llegamos, mientras la pandilla planificaba la ofensiva en la sala, él se había encerrado en su oficina. No pude dar un paso más.
—Ash... — Él me sonrió para quitarse los lentes, él estaba sobre un escritorio. ¿Mantenerme a base de mentiras era amor? Retrocedí, sabiendo que eso era egoísmo.
—No te vi en la reunión. —Por cada paso que se acercó yo me alejé dos, la atmósfera era fría, el despecho en su expresión me despedazó—. ¿Pasó algo? —¿No era linda la ignorancia? Él se detuvo, la habitación estaba repleta de libros y polvo, había un computador encima de la mesa. Me acaricié el brazo, agotado.
—¿Desde cuándo has sabido que Ibe me estaba buscando? —La perplejidad apagó la belleza de esos jades, aunque sus labios se abrieron una infinidad de veces ninguna excusa me pudo regresar.
—Desde siempre. —Él bajó el mentón, arrepentido. Me abracé a mí mismo, me enfermaría bajo el hielo de su alma—. Lo he sabido todo el tiempo. —¿Pero quién se creía que era? Comprando con mentiras mi amor.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Estábamos a kilómetros de distancia—. ¿Sabes lo mal que me sentí? Dijiste que te ocuparías de ello. —Él no cambió de expresión, solo se mantuvo estático.
—Lo sabía. —Las mejillas se le agolparon de tristeza—. Lo siento por lastimarte. —Pero a él ni siquiera parecía importarle, él solo iba coleccionando fragmentos de corazones, jugando con un final feliz en Japón.
—¿No tienes nada más que decir? —Y como un estúpido yo le había entregado mi vida en un instante.
—¿Qué quieres que te diga? —La boca me quemó, los ojos me ardieron, mi cuerpo se sintió pesado—. Estaba aterrado.
—Yo igual. —Me di vueltas—. Dijiste que confiabas en mí. —El que se enamora primero pierde, a juzgar por el corazón roto dentro de la habitación...
—¿Vas a regresar a Japón? ¿Te vas a ir con él? —Yo había sido un gran perdedor. Le di la espalda, la hincharon en mis párpados me tenía mareado, la impotencia se me había atorado en la garganta. Me agaché para recoger mis pedazos.
—¿No es eso lo que quieres? —Pero no pude encontrarlos todos—. ¿No es eso lo que has querido todo este tiempo? —Él se había quedado con la mitad.
—Eiji... —Él estaba temblando, sus ojos se habían bañado por una frágil capa de desesperación, él estaba respirando rápido, parecía tan aterrado, no era más que un niño herido. Negué con la cabeza, ya no quería caer.
—Iré a hablar con Shorter, necesito arreglar algunas cosas antes de volver. —No otra vez. Sabía que estaba exagerando, sin embargo, estaba cansado de ese muro entre nosotros dos.
Sin confianza no hay amor.
—Eiji. —Sin embargo, él nunca me daba la opción—. Tienes razón, debí decírtelo, lo siento. —Él se aferró a mi cintura, su nuca se hundió en mi espalda, ¿no era injusto?—. Por favor no te vayas. —Él iba engatusándome con mentiras como si no fuese nada. Comprimí con fuerza mi pecho. Esto dolía tanto.
—¿Por qué me lo escondiste? Sabías que me lastimarías. —Él me apretó con miedo, no me pude mover de ese lugar, su corazón estaba golpeando con violencia mi chaqueta, mi cuello se había humedecido, él se veía frágil y pequeño. ¿Esto era real?
—Lo siento. —Él se terminó de quebrar—. Estaba asustado de que no me eligieras. —Me mordí la boca, mi cabeza palpitó con una estrepitosa jaqueca—. No quería que tuvieses que elegir entre tu familia y yo, no sabía si la policía estaba involucrada, ni siquiera si podía confiar en ese fotógrafo. —Estaba mareado, me di vueltas, su rostro se había desbaratado en llanto—. Estaba aterrado de que te fueses.
—Ash...
—Nunca he amado tanto, si te pierdo... —El tiempo se acabó—. Dijiste que tendríamos una vida juntos en Japón. —Él cayó al suelo, haciéndose trizas bajo la realidad.
—Tú dijiste lo mismo. —Me incliné a su lado, despacio—. La diferencia es que yo sí dije la verdad. —Él apretó mi mano como si su misma cordura dependiese de eso. Verlo de esa manera era desgarrador—. ¿Creíste que los escogería sobre ti? —El aire estaba caliente, su llanto era fuerte, el amor era amargo.
—Ni siquiera quería hacerte elegir, sé lo importantes que son ellos para ti. —Esto era terrible, porque sin importar las advertencias del beta—. Estoy asustado de perderte como me pasó con Griffin, pensé que te estaba protegiendo, pero... —Yo lo seguía amando—. Lo siento. —Así había sido desde el inicio.
—¿Puedes ser sincero conmigo esta vez? —Los sueños eran pequeños y fugaces—. ¿Qué es lo que quieres que haga? —Los corazones se vendían en fragmentos dentro de frascos. Él bajó la barbilla solo para elevarla, su mirada se mantuvo firme entre la mía, fue intoxicante y embriagadora.
—Tengo miedo de no poder cambiar. —Sus palabras fueron una amarga sorpresa—. Vivo con terror a que te pase algo por mi culpa, no me lo podría perdonar. —Este hombre se quebró en pedazos, los escuché caer y los vi desplomarse—. No quiero que veas lo repugnante que soy. —Él me los extendió entre un par de heridas y gastadas manos.
—Ash... —Yo los tomé.
Siempre lo hacía.
—Amarte me da miedo. —Nuestras frentes se juntaron, los nervios pendieron junto al olvido—. Para sobrevivir aprendí a no aferrarme a nada, pero te necesito tanto. —¿Quién se creía que era? Enamorándome cuando estaba tratando de dejarlo—. Odio ser vulnerable, me siento frágil a tu lado. —Haciéndome creer que existía un final feliz.
—Si quieres que esto funcione tienes que entregarme tu confianza de verdad. —Él asintió, un tímido beso fue presionado contra mis nudillos, cosquilleó—. Siento que todavía hay una pared entre nosotros dos porque tú sigues sin dejarme entrar. —Sus dedos se deslizaron por mis mejillas, la tensión estaba caliente. Sus ojos eran mortales.
—Lo haré. —El primer amor era fugaz e inolvidable—. Pero es difícil. —Sonreí, resignado.
—Lo sé. —Aunque Ibe me arrastrase hasta el aeropuerto no me iría—. También lo es para mí. —No mientras él me quisiese a su lado.
—Te confío mi alma. —¿Pero quién se creía que era?
—Eres lindo cuando te sinceras. —Aunque hace un par de meses no sabía quién era—. Vayamos a limpiarte, eres un desastre. —Sentía que lo llevaba amando una eternidad. Él sonrió, los latidos fueron delatores, la ilusión un fatídico error.
—Gracias. —Las promesas eran frágiles e insignificantes—. Daría mi propia vida con tal de mantenerte a salvo, no dudes de ello. —Y una infinidad sería la que lo amaría.
—Lo sé. —Miles más—. Me siento de la misma manera.
¿Explicaciones innecesarias? Siempre. Aunque puede sonar un poco exagerado, para Eiji fue grande conseguir la confianza de Ash, es algo que ha estado tratando todo el fic, entonces enterarse el mismo día que él le ha mentido por meses, sí duele. Pero son una pareja fuerte y ya lo aclararon así que estamos bien. El siguiente capítulo es importante, es de los primeros que pensé y henos aquí, el lunes lo tendremos sin falta porque estoy ansiosa por sacarlo. ¡Muchas gracias a las personas que se tomaron el tiempo para leer!
¡Cuídense!
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