Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 12.

¡Hola mis bonitos lectores! La dinámica de febrero me consumió el alma pero ya se acabo así que acá estamos otra vez, muchas gracias a las personas que se toman el cariño para leer.

¡Espero que les guste!

Él surcó el océano con un velero de botella, él navegó las olas como si se tratasen de crisálidas, ahora que estaba sofocado en la profundidad de la desesperanza se dejó ahogar, porque si tenía que sucumbir lo haría en la espuma de su reminiscencia.

Las leyendas hablaban acerca del amor predestinado entre un alfa y un omega, las historias vanagloriaban la fortaleza de ese vínculo para conferirle un estatus embriagador, apasionado e inefable. Sí, hace latir el corazón con una angustia paralizante, la mente cae en una destructiva locura, no obstante, tortura es no condenarse en semejante demencia. Convierte al no creyente en un romántico empedernido, la codicia tienta con una caricia nocturna, la felicidad llega hasta el borde de la irrealidad. Tal vez todo eso era verdad, sin embargo, no necesitaba del destino si lo tenía entre mis brazos. Él solo llegó a la puerta de mi alma con una pértiga rota y un ramo de girasoles maltrechos para enamorarme, fue inevitable, él era mi razón para intentar pero tenía un presentimiento de mierda con la subasta de hoy.

Suspiré, dejando que el peso de mi cabeza fuese sostenido por mis palmas, mis hombres y los de Chinatown se encontraban en mi salón a la espera de un comando. La mano de Shorter se deslizó sobre mis hombros como un silencioso consuelo, mis pies golpearon el suelo en una compulsión. Una y otra vez.

¿Por qué tardaban tanto?

—Vas a poner nerviosos a todos si te sigues portando de esa manera. —Aunque sus palabras fueron recias la calidez de su expresión pintó una divergencia curiosa, crucé mis brazos encima de mi vientre, la presión en mis latidos me quemó.

—No me gusta tener que arriesgarlo de esa manera. —Dos veces fueron las que me asustó la muerte—. No es que no confíe en él. —Las dos eran por culpa de él.

—¿Entonces? —Mi garganta pereció bajo un nudo, el silencio reinó en el salón, la tensión entre las diferentes pandillas fue amarga.

—Si algo le pasa. —Me llevé la mano hacia el pecho—. Yo... —Aquella presión se deslizó hacia mis pulmones como pétalos de rosas—. Yo no. —Ni siquiera lo pude decir. Porque no sería nada sin él.

—Yut dijo que el lugar era seguro, no deberían estar más de dos horas allí dentro. —La codicia era un arma peligrosa—. Apóyate más en nosotros, Ash. —Lo atesoraba, no obstante, ahí estaba—. Podemos hacerlo juntos. —Poniéndolo en primer batallón como carnada. Estúpido.

—Tú también ten cuidado, Shorter. —La densidad de la noche resultó escalofriante—. Salgan lo antes posible del laboratorio, no los quiero dentro mucho tiempo. —La infinidad fue una carrera cuya meta era la línea de inicio. Él me revolvió los cabellos, divertido.

—No somos novatos. —Esos anticuados lentes de sol fueron retirados—. Mientras ustedes estén en la subasta nosotros dejaremos limpio ese laboratorio. —El resto de la pandilla se unió al vitoreo.

—No te preocupes, boss. —Bones se ató el cabello en una coleta—. Nosotros te traeremos una muestra de banana fish. —Traté de respirar, sin embargo, tenía un asqueroso dejillo impregnado a las pulsaciones.

—Claro que lo harán. —Sonreí, angustiado.

Porque mis presentimientos nunca se equivocaban.

—Chicos. —Aplausos entremezclados con un agudo taconear se impusieron en la habitación—. Ya terminé con mi obra de arte. —La mandíbula de Shorter se cayó anonada por la belleza de ese petulante, él balbuceó, sus nudillos temblaron contra su regazo.

—Yut... —Él quiso decirle algo, sin embargo, no lo hizo—. También ten cuidado.

—Podemos irnos. —Los hombres dentro de la casona recibieron gustosos la orden del omega para dirigirse a sus vehículos. Las mariposas dentro de mi estómago empezaron a agonizar, me acerqué a él.

—Si esto sale mal tus hermanos recibirán tu cabeza en una caja. —Él me entregó un gesto aburrido junto a un bostezo fatigado—. Hablo en serio. —Él rodó los ojos ante una amenaza vacía, tirité, él era insoportable.

—Serás un lince enojado, lo entiendo. —La cólera corrió por mi sangre—. Eiji ya puedes salir, los hombres de tu estúpido novio se fueron. —Mis quejas fallecieron en mi garganta tras verlo.

El calor coloreó mi rostro, mi corazón pereció con cada uno de sus pasos, la boca se me secó, la mandíbula me tembló. Él estaba vistiendo un vestido chino, la seda era blanca, los grabados de flores de cerezos bordeaban desde sus rodillas hasta su cuello, una delicada orquídea pendía detrás de su oreja. Él se mordió el labio antes de entregarme un apenado mohín, perdí el aire. Chispas destrozaron mi cordura ante tan seductor rubor, el pulso se me congeló bajo esos encantos.

Eiji Okumura era la imagen más preciosa que jamás había vislumbrado.

—Ash... —Shorter empujó mi mentón para que cerrase la boca—. Disimula un poco. —Pero él era hermoso.

—No me gusta que él tenga que ir de esta manera. —Con el escarlata en mis orejas y la vergüenza en un tartamudeo reclamé.

—Ya basta de esto. —Yut-Lung Lee chasqueó la lengua—. Lo entiendo, él es tu amante, te preocupas por él pero la única manera de poder pasar es regalando un ejemplar para la subasta. —La indignación me corroyó las venas.

—¿Regalar? —La furia se contrajo en mis venas—. ¿Te parece segura esa parte del plan? —Los puños se me desencajaron, hablar de él como si fuese un objeto, apreté los párpados, adornarlo como si fuese una muñeca blanca. Esto era asqueroso. Cuando él era tanto.

—Ash. —Él había llegado a mi lado, sus dedos se deslizaron por mis hombros, su aliento pendió hacia mis labios—. Está bien. —Bastó una caricia para que el temor se esfumase—. Yo seré quien menos peligre, ustedes harán todo el trabajo. —Pero él no era de mi mundo y esta no era su responsabilidad. Lo sostuve con fuerza, su calidez destrozó mi alma con una mortífera lentitud.

—Es verdad. —Un largo mechón de cabello se deslizó desde los hombros de Yut-Lung Lee hacia su espalda—. Ya le indiqué al dueño que hay un comprador privado interesado en Eiji, no habrá problema. —La amargura en su voz quebró su máscara, su atención pendió hacia sus zapatos.

—Yut...

—No me quiero quedar tanto tiempo como para presenciar esa abominación, nos iremos antes de que la subasta comience. —La impotencia que fulguró en sus pupilas fue abrumadora, bajé mis hombros, sabiendo que no podía aborrecerlo si éramos lo mismo.

—Dijiste que mandarías a uno de tus hombres para que lo cuide, ¿verdad? —La melancolía que compartió junto a Shorter en esa mirada fue arrebatadora.

—Lo es. —Él quiso fingir que era mera casualidad, sin embargo—. Mandaré al nuevo líder de Chinatown. —El azar no existía en una historia ya escrita—. A diferencia de cierto traidor él es bastante confiable. —Los puños de mi mejor amigo tiritaron, el despecho en sus facciones fue destructivo.

—¿Me vas a resentir para siempre por eso? —Aunque Shorter Wong era un hombre inteligente haberse enamorado de una víbora fue una decisión imperdonable.

—Tal vez por un par de años. —La tragedia del destino era regresar al inicio—. En una década más lo sabré. —Que ironía más cruel—. Ahora vámonos, tenemos mucho que hacer. —Ambos abandonaron el cuarto inmersos en una infantil discusión, antes de que mi pareja pudiese seguirlos yo lo frené.

—Eiji... —Quería protegerlo pero era incapaz de resguardarlo, mis dedos temblaron contra las alas de la libertad. ¿Con qué derecho clamaba por un futuro a su lado si lo estaba arriesgando?—. Si las cosas se ponen difíciles por favor vete. —Sí, era estúpido, cruel y desalmado, no obstante, yo lo amaba.

—Ash... —Lo amaba tanto.

—Si algo te llegase a pasar. —Mis yemas lo grabaron a fuego lento en la eternidad, desde la punta de sus pestañas hasta sus labios, yo se lo arrebaté al destino—. No quiero ni pensarlo.

—Oye. —Sus palmas ascendieron hacia mi mentón, él me acunó con una dolorosa ternura—. Si las cosas se ponen difíciles lo resolveremos juntos. —Él no era capaz de sostener un arma, la blancura de su inocencia era peligrosa—. Así que deja de pedirme que te abandone. —Sin embargo, aquí estaba, sosteniéndome otra vez como siempre lo hacía.

—A veces olvido lo terco que eres. —Una sonrisa trémula fue la única respuesta que le pude entregar, dejé que mi cabeza cayese encima de su hombro, me aferré a él como si mi vida dependiese de ello. Cierto...

Porque la mejor parte de mi alma era este chico se sentía de esta manera.

—Cuando regresemos te puedo preparar un delicioso plato de natto como recompensa. —Reí, era impresionante la facilidad con la que él lograba apaciguar la tormenta en la desolación.

—Sino me muero en la misión tú me matarás con una intoxicación. —Su cuerpo se tensó por la ofensa, sus quejas revolvieron mis cabellos, tan lindo, su dulzura me incitó a acercarme aún más.

—Sino lo quieres se lo puedo dar a Arthur. —Chasqueé la lengua, fastidiado.

—De todas las personas que pudiste llevar como refuerzo. ¿Por qué elegiste a ese sujeto? —La indignación en mis palabras fue grosera.

—Dijiste que era de tus mejores hombres, además Shorter no pasa muy desapercibido con ese peinado. —La tensión en el aire me intoxicó, aunque la noche estaba fría yo me estaba quemando.

—Pudo afeitarse esa ridícula cresta de gallina. —Él rodó los ojos, divertido—. Pero tienes razón, supongo que ese sujeto se sabe mezclar con la multitud. —Mis dedos delinearon desde su nuca hacia su espalda, él estaba junto a mí, él me amaba.

Él era todo lo que importaba.

—Eres lindo cuando aceptas tu derrota. —La naturalidad de sus burlas me resultó contagiosa—. Ahora vámonos. —Él se elevó en la punta de sus pies antes de presionar un tímido beso contra mis labios, la electricidad chispeó por mi cordura—. Tenemos una misión que completar, boss. —Él tomó mi mundo para convertirlo en un desastre.

—Tienes razón. —Su fragilidad era una debilidad imperdonable.

—Ash... —No obstante, aquella delicadeza—. No olvides que te estoy esperando. —Era la que me hacía fuerte—. Así que no hagas ninguna estupidez. —Tanto que me llenó de coraje para que intentase alcanzar mi propia libertad.

—Prometo ser prudente. —La eternidad era demasiado fugaz dentro de esos grandes ojos cafés.

Sin intercambiar otra palabra subimos al auto de Yut-Lung Lee, un joven beta se hallaba acomodado en el asiento del copiloto, él me extendió una mano antes de presentarse como el actual jefe de Chinatown: Sing Soo-Ling. Me aferré a mi novio entre las fundas del asiento, el frío empañó las ventanas polarizadas, su nuca se deslizó encima de mi hombro, su respiración acarició los bordes de mi cuello, me mantuve firme, deseando que un por siempre calase en esta sensación. Apenas llegamos tuvimos que resguardarnos detrás de máscaras, la elegancia era la fachada con la que Dino Golzine disimulaba la monstruosidad, mi antifaz era verde con hilos dorados, me mantuve estático cuando se llevaron al japonés hacia la puerta posterior del recinto, él pronunció mi nombre con una suavidad desoladora, me aferré a mi pecho, aterrorizado. Debía sacarlo pronto.

—No le pasará nada mientras Sing se mantenga a su lado. —Con esa promesa vacía nos adentramos a la subasta. Los trajes de gala, los disfraces de diseñador, las risas empedernidas y los cócteles de corrupción, paseé mi mirada por el salón, las cortinas impedían el paso de la luz, una banda estaba tocando en el salón.

—Típico de él. —En el segundo piso yacía una corrida de asientos para que se tuviese una mejor vista hacia el escenario, repugnante—. Deberíamos ver quién más está involucrado. —El sarcasmo en su risa me fastidió.

—No me trates como a un novato, no es la primera vez que hago esto. —Él se arrojó el cabello hacia atrás, la ternura de los violines fue un contraste estridente para el cinismo de las carcajadas—. Separémonos por una hora para explorar, encontrémonos frente a la oficina del viejo. —Me aferré a su hombro, era tan delicado.

—Eres importante para Shorter y para Eiji así que no dejes que te atrapen. —Pude vislumbrar la vergüenza debajo de aquel antifaz púrpura, su boca tembló con ansiedad.

—Yo no... —La fragilidad se le atoró en las mentiras—. Esa debería ser mi línea. —Ambos habíamos nacido bajo las estrellas equivocadas, hermanos de maldición—. No mueras, no quiero tener que consolar a esos dos. —Éramos lo mismo.

—Tú tampoco, víbora. —Éramos diferentes.

—Nos vemos en una hora. —Solo por esta noche.

Me encaminé hacia el ala derecha del Club Cod, el aroma de la champaña entremezclado con feromonas, las meseras siendo reducidas a muñecas de exhibición, los omegas servidos en bandejas de plata y las risas bañadas en oro. Mis uñas se clavaron dentro de mis palmas, traté de respirar, sin embargo, fue inevitable recordar la primera vez que él me trajo a una celebración como está, él solo me puso una correa antes de que pudiese entender lo que era la crueldad, los niños tendrían que estar jugando a esa edad, no atendiendo a diez hombres por noche. Me froté el ceño, aborreciendo este carnaval de humillación, aunque habían diversos rostros célebres ninguno era el recuerdo que me atormentaba, me aparté para tomar aire, no obstante, una mano sobre mi cintura me congeló.

—No sabía que estaba invitado el lince de Nueva York. —La pestilencia de ese hombre me revolvió las entrañas—. Tu dueño no me dijo nada. —Con una sonrisa traté de encubrir una arcada, porque en el arte del cinismo yo era un experto.

—Él no suele informar esa clase de cosas. —Apoyé mi cadera contra la mesa, crucé mis brazos sobre mi vientre—. Además, esta es una instancia social coronel Fox. —Él balanceó una copa entre sus dedos, el alcohol chorreó hasta el suelo.

—Pensé que no te interesaban los omegas. —Las arrugas en su frente sobresalieron con violencia—. Por eso rechazaste a mi hija, ¿no es así?

—No creo que ella disfrute ser tratada como mercancía. —Su carcajada me heló la sangre—. Ni creo que su padre deba estar acá.

—Tienes una lengua bastante afilada para ser una prostituta. —Él dejó la copa encima de la mesa—. Pero puedo entender por qué te mantiene a su lado. —Él se inclinó, su mano se deslizó hacia mi cintura, negué, claro que me estaba tocando como si fuese una puta—. Eres bastante hermoso para ser un alfa. —Eso siempre sería para los demás.

—¿La única razón por la que se acercó fue para decirme esto? —Él me atrapó con el peso de su cuerpo, el ambiente era una fachada—. Si es así le pediré que se largue. —Pero él deslizó su boca por mi cuello como si fuese propiedad pública, mis hombros se hundieron, las piernas me temblaron. Asqueroso.

—No lo sabes, ¿verdad? —Él levantó mi mentón para examinarme, esa putrefacta mezcla de feromonas resbaló hacia mis pulmones—. Ese viejo te está poniendo en venta, hasta donde me han informado tú estarás en el escenario en el siguiente evento. —Las luces bajaron, la música cesó, quise desmoronarme cuando él deslizó su mano hacia mi cadera, no obstante, yo era un alfa.

—Él ladra mucho pero muerde poco. —Lo empujé, ignorando ese temeroso niño que con tanto esmero traté de sofocar—. Tuvimos una pequeña pelea por el compromiso pero lo arreglaremos. —No bajé la mirada ante él. Mientras el mundo estaba en llamas mi alma era una lluvia torrencial.

—Si tú lo dices. —Él depositó un beso contra mis nudillos antes de apartarse—. Pero deberías conocer mejor a quien le abres las piernas, porque venderte no es lo único que ha hecho para amarrarte. —Contuve un golpe contra la pared. Los pasos sobre el escenario, los murmullos en la multitud.

—¿Cómo debo interpretar eso? —Aplausos sin rostro retumbaron por el salón.

—Cuando te quieras acostar conmigo lo conversamos mejor. —Este era un ciclo de mierda para una muñeca rota. No pude decir más al haber sido silenciado por la estática del micrófono.

La subasta comenzó.

El presentador dio a conocer el horario mientras los comensales se acomodaban en las elegantes butacas del segundo piso, con el corazón en la garganta me abrí paso hacia los palcos, me quedaba sin tiempo pero necesitaba sacarlo de aquí, no podía permitir que estos sentimientos me consumiesen, no obstante, al final yo no era diferente a esos omegas.

—Esperaba mucho más de ti. —Mis pasos se congelaron al reconocer esa voz, me apegué a la pared, mi frente estaba escurriendo nervios mientras mis latidos agonizaban.

—Sé que lo hacías pero debo pensar más con una propuesta tan arriesgada. —Contuve la furia en un apretar de dientes.

—Muchacho tonto. —Con una risa cínica—. No te queda mucho tiempo para pensar. —Dino Golzine se apartó de ese lugar para hacer una entrada espectacular en el escenario.

—Arthur. —La palidez en su rostro fue macabra, él ni siquiera me escuchó—. ¿Qué hacías hablando con él? —Le tomó tiempo regresar a sí mismo.

—Mi trabajo es vigilarlo, ¿se te olvida? —La fragilidad en su mueca fue desconcertante—. Ash... —Él se llevó una mano hacia el pecho para tratar de equilibrarse—. Quiero sacar pronto a Eiji de este lugar, no tengo un buen presentimiento. —Con ese nombre todo lo olvidé.

—Sí. —No tenía más opción que confiar—. Vigila que no venga nadie, yo iré con la víbora. —Él se limitó a obedecer.

Mi marcha se convirtió en una carrera hacia la oficina, el tiempo se me esfumó entre los dedos como inocencia perdida, Yut-Lung Lee ya me estaba esperando frente a la puerta con una mueca agobiada, sus rodillas estaban temblando por la ira, su cara parecía a punto de estallar, sus labios se encontraban repletos de mordidas, alcé el mentón, frente a ese pasillo se podía contemplar el escenario a la perfección, aplastaban la dignidad como si fuesen colillas de cigarrillos, pero daba igual ¿verdad? Ser un alfa podía justificar las atrocidades más grotescas.

—Terminemos pronto con esto. —La impotencia en su voz fue cruel—. Por favor. —Él se cubrió el rostro al ver a una niña pequeña ser subastada. No tuve palabras de consuelo para él, no las habían.

—Bien. —Agradecido por la vanidad de Dino Golzine saqué una llave de mi bolsillo, una sonrisa fomentó la petulancia tras verla girar, él nunca cambiaba las cerraduras por nuestras peleas—. Entra. —Él lloró cuando esa joven fue vendida, era un mundo de mierda del que no había salida.

Tal vez en otra vida.

—¿Seguro este es el lugar correcto? —La habitación apenas contenía un sofá, un escritorio y una mesilla—. Esto no parece tener mucha información. —Antes que él se pudiese seguir quejando levanté la alfombra para dejar al descubierto una compuerta de madera, tomé la manilla de metal para alzarla.

—A él le encantan las fachadas. —Del otro lado nos esperaba una endeble escalera que llevaba hacia un cuarto hermético, descendimos.

—Puedo ver eso. —Una gigantesca computadora se hallaba al centro de un escritorio junto a cientos de folios con recopilaciones de sus movimientos.

—Esta es su verdadera oficina. —Yut-Lung Lee dejó escapar un silbido tras vislumbrar una corrida de libreros con información—. Yo me ocuparé de hackear los sistemas, tú busca cualquier documento que nos pueda ser de utilidad. —Aún bajo tierra la música se escuchaba a través del piso.

—Dejémoslo vacío. —Con una impresionante facilidad él se sacó un broche del cabello para romper los candados.

¿Estaba tratando de bajar o de subir más alto? De cualquier manera, ese leopardo sabía que nunca volvería.

Los calambres contra las teclas convirtieron a mis dedos en agujas quebradas en lugar de piel, cada una de las carpetas, las investigaciones y los códigos de seguridad, los tomé. Dino Golzine era un hombre precavido con su dinero, no obstante, el maldito me había educado bien. Con un pendrive robé toda la información del ordenador principal antes de dirigirme hacia las trabas del sistema, la atmósfera tuvo sabor a tensión, un nudo se hundió en mi estómago, el desgarrar de los papeles junto a un compulsivo golpetear fueron la melodía de los caídos. El olor de la gasolina esparcida en las baldosas nos incitó.

—¡Nos ha estado espiando desde hace años! —Él arrojó una carpeta repleta de fotografías del clan Lee hacia el suelo—. Estos ataques no son un accidente. —Las venas le sobresalieron de la frente—. Él nos quiere exterminar.

—Él es demasiado ambicioso para detenerse ahí. —En la pantalla del monitor había una barra con el porcentaje cargado—. Esto va mucho más allá de nuestras pandillas, él está apuntando hacia los políticos. —Él escupió tras ver una imagen de su hermano mayor.

—Está loco. —El temblar en su voz fue paralizante—. Nos acorraló. —Tan sofocante.

—No necesariamente. —Saqué el pendrive del ordenador—. Con esta información podemos congelarlo. —Antes de introducir un virus en su computador principal, ¿le gustaba tanto menospreciarme por ser una puta? Le mostraría lo que era capaz de hacer su preciada mascota—. Podemos ganarle.

—Bien. —Él guardó algunas carpetas antes de sacar un encendedor—. Vámonos de aquí, este lugar está a punto de arder. —La llama se encendió apenas fue arrojada a una montaña de papeles, no quedarían más que cenizas dentro de aquel lugar, subimos por la escalera sabiendo que ya no había marcha atrás.

—Tenemos que ir por los demás. —Cerré la compuerta del suelo, la subasta seguía en marcha cuando logramos salir hacia el pasillo—. Vámonos. —Las luces estaban bajas, las risas me erizaron la piel, hacía calor dentro de tanta hipocresía.

—¡Siguiente artículo! —No obstante, Yut-Lung Lee no se movió, la palidez en su rostro me resultó macabra, su mandíbula se había caído, su mirada se encontraba clavada en el escenario.

—¡Vámonos! ¡Tenemos poco tiempo! —Lo traté de tomar, sin embargo...

—Ash...

—Acá tenemos a un omega japonés. —El alma se me marchitó, me aferré a la baranda—. Damas y caballeros, este es el amante del lince. —El corazón me dejó de palpitar. No. No. ¡No! Desde el segundo piso pude observar cómo Eiji se tambaleaba sobre el escenario, él estaba temblando, empapado, su mirada yacía perdida.

—¡Treinta millones de dólares! —Los grotescos chiflidos entremezclados con las pujas no se hicieron de esperar, había una correa en su cuello, sus muñecas lucían heridas por las esposas, respiré miedo.

—N-No importa, ¿verdad? —El terror en mi voz fue hilarante—. Dijiste que había un comprador listo, esto es parte del plan. —Mi risa histérica solo empeoró la atmósfera, perdí el aliento con esa mirada, la cabeza me ardió, las manos me escurrieron temor. No podía perderlo, yo...

—Él no debería estar ahí. —Las pujas aumentaron, la boca le tembló—. Algo está muy mal. —Sudor frío me corroyó la piel, las rodillas me fallaron, un trozo de corazón me apuñaló por dentro—. Ash, él no se ve bien. —Sus palabras me cortaron como si fuesen vidrio molido.

—¡Vendido al joven alfa! —Una suma obscena le puso final a esta tragedia, él cayó contra el escenario cuando lo jalaron de la correa, lucía completamente dopado. Lo encuentro pero lo pierdo, apreté mis puños, sin entenderlo.

Nunca lo hacía.

—¡Eiji! —Pero no podía volverlo a perder—. ¡Eiji! —Él alzó la mirada, el llanto se había agolpado en sus mejillas—. ¡Voy por ti! —Sin embargo, antes de que él me respondiese múltiples disparos retumbaron en la planta inferior.

—Vamos a buscarlo rápido. —No lo terminé de escuchar al haber empezado a correr.

El caos gobernó el primer piso, los guardias se habían acribillado contra la multitud, saqué la navaja que tenía pegada al vientre para emergencias, me abrí paso con cortes ágiles, la pestilencia del humo sofocó el lugar, los alaridos se ahogaron bajo los cartuchos, el mundo enloqueció esa noche. El piso se tiñó de escarlata, los latidos se me escaparon por la garganta, corrí por el salón, la elegante multitud se había reducido a una montaña de cadáveres. Un omega con una metralleta era el responsable del caos, sus pupilas se hallaban completamente desorbitadas, la cabeza de varios políticos había sido agujereada para pintarrajear la pared, él me regaló una mirada vacía antes de apuntarse el arma contra su propio mentón y dispararse, me limpié su sangre de la frente.

Esto era banana fish.

Tomé aire antes de pasar por ese grotesco cementerio, la escena se repetía en diferentes puntos del Club Cod, me abrí paso rasgando tráqueas o apuñalando entrañas, necesitaba llegar hacia él, su nombre retumbó entre las grietas de mi alma como una tormenta. Eiji, mi Eiji, que por favor no me lo quitasen, que Dios me llevase en su lugar. Aspiré pavor para exhalar dolor, me detuve, bajo esa asquerosa putrefacción percibí su aroma, corrí hacia los cuartos de atrás, sabiendo que no le temía a la muerte sino a algo mucho peor.

—¡Eiji! —Me aterraba la muerte de él.

—¡Ash! —La vida me dio un vuelco tras encontrarlo, ahí estaba—. Ash... —Se me comprimió la razón ante la imagen.

Él se hallaba tirado en un rincón de la cocina, su vestido estaba rasgado, sus párpados hinchados, su cuello tenía marcas moradas, él estaba tiritando, empapado, había sangre en el piso, Sing yacía inconsciente en la otra esquina de la cocina junto a un grupo de trabajadores. Mi amante estaba encogido en contra de las dos paredes, lucía tan frágil. Él me hizo una seña, quise correr hacia él, no obstante...

—No vengas por mí. —Al bajar la guardia no me percaté de un tercer hombre dentro del cuarto, él estaba caminando hacia el japonés con una pistola en la mano—. Yo estoy bien. —Aún lleno de miedo él me sonrió.

—Entiendo. —Mis palabras fueron mudas, aquel omega estaba tan concentrado en mi pareja que no se percató de mi presencia, me moví rápido hacia él, lo tomé por la nuca—. No mires. —Antes de abrirle la yugular con mi arma. Un charco de sangre pintó mis pies, el sonido de su cadáver retumbó en mi consciencia, caminé hacia él, asustado.

—Ash. —Y aunque había matado a incontables personas esa noche, él me recibió entre sus brazos. La suavidad del tacto fue insoportable—. Estoy bien. —La impotencia destrozó mi barco de papel, verlo así, tan magullado por mi culpa.

—Lo siento. —No me lo podía perdonar, porque estaba bien si me herían, yo me deleitaba con la crueldad pero él...—. Esto no debía pasar. —Mierda.

—No fue tu culpa. —Me rompería otra vez.

—¿Qué fue lo que pasó? —Acuné sus mejillas, tratando de ocultar mi aflicción—. Se supone que no debías subir al escenario. —Estaba enojado—. ¡Teníamos un plan! —Estaba famélico por no haberlo podido proteger.

—Alguien me reconoció como el amante del lince. —Sus muñecas se encontraban cubiertas de sangre seca, los hematomas eran violentos—. Pensaron que podrían sacar buen dinero conmigo. —No existieron las palabras para lamentarme por haberlo permitido.

—Perdón. —Pero él se recostó sobre mi pecho, haciéndome creer que esa disculpa era suficiente.

—No tuve miedo. —Él rodeó mi cuello con lentitud, todavía temblando él me estaba tratando de consolar.

—Eiji... —Él era mi girasol: efímero, hermoso y delicado.

—No tuve miedo porque sabía que vendrías por mí. —Mis yemas se crisparon contra su espalda, no debía tocarlo, lo mancharía si lo acariciaba, lo condenaría en esta porquería—. Porque prometiste que lo harías. —No obstante, no pude hacer otra cosa más que abrazarlo con fuerza mientras contenía el llanto, porque a pesar de todo él seguía aquí.

—Claro que lo prometí, te amo. —Y sí, sabía que era sumamente egoísta lo que yo estaba haciendo, sin embargo, quería convertirme en un hombre digno para él—. Nunca más irás de encubierto en una misión. —Él dañaba mi razón con una destructiva locura, sin embargo, era tortura no sucumbir a esa seductora demencia.

—Entendido. —Él me hacía cometer estupideces, coloreábamos nubes cuando rompían las tormentas—. Cambié de parecer sobre cocinarte natto como recompensa, quiero que tú me mimes a mí. —Tarareábamos finales felices mientras nos embriagábamos de pasión—. ¿Puede hacerlo el americano delicado?

—Puedo hacerlo, onii-chan. —Quería una historia con él—. Ahora salgamos de aquí. —Aunque los disparos habían cesado el aroma a humo era tan intenso como el calor.

—Ayúdame a levantarme. —Él se apoyó en mis hombros, me aferré a su cintura para convertirme en un soporte—. No podemos dejar a Sing o a los trabajadores. —Antes de responderle esos relucientes ojos cafés se llenaron de horror—. ¡Cuidado! —Lo quise arrojar luego de escuchar un disparo, sin embargo, él fue quien me apartó.

—¡Eiji! —El alma se me fue cuando lo vi caer hacia el piso, estaba sangrando, me desmoroné.

—¡Ash! —Yut-Lung Lee le agujereó la cabeza a aquel hombre con una sola bala—. ¡Tenemos que salir de aquí! —Él se acercó a Sing para musitar una infinidad de palabras que ya no pude escuchar.

—¿Eiji? —Me incliné sobre él, lluvia fue lo que cayó encima de sus mejillas, me toqué el rostro, eran mis lágrimas, no lo pude ver bien a través de semejante tormenta. No. No. No—. ¿Eiji? —Te lo suplico, no me lo quites.

—Ash.... —Su sonrisa fue opaca—. Estás a salvo, menos mal. —Un quejido escapó de sus labios, mis manos estaban tan temblorosas que fui incapaz de tomarlo. A punto de quebrarlo.

—Yo... —Él acomodó su palma sobre mi boca para silenciarme.

—Estoy bien. —Lo acuné entre mis brazos, me aferré con desesperación a él, Yut Lung-Lee gritó algunas cosas inteligibles, Arthur también.

—Por favor no te duermas. —El alma me estaba siendo arrebatada mientras esos bonitos ojos se cerraban.

—Aslan. —Él era mi sol, mi razón de ser, mi vida—. Te amo. —Él era la pieza que me hacía falta—. Nunca lo olvides. —Él era mi alma.

—¡Eiji! —Una bofetada de Yut Lung-Lee fue lo que me regresó a la situación.

—¡Hombre! ¡Reacciona! El lugar está en llamas, toma a Eiji y vámonos. —Él ya no se movió más, solo cerró los párpados. Lo levanté, cerca de mi pecho. Y aunque su corazón seguía latiendo, el mío ya no lo hacía.

En un océano de lágrimas sino podía sucumbir a su lado me ahogaría en mi propia pena. Porque si él se iba ya no quedarían pedazos suficientes para que navegase sin él. 

El siguiente capítulo o es mi favorito o es mi segundo favorito pero lo amo, así que me siento nerviosa por volverlo a escribir, ahora volvemos a nuestra programación habitual así que nos vemos en dos días, muchas gracias a las personas que se toman el cariño para leer.

¡Cuídense! 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro