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Capítulo 10.

¡Hola mis bonitos lectores! Muchas gracias por haberse tomado el tiempo y el cariño para leer esta pequeña historia, el capítulo de hoy lo narra Ash.

¡Espero que les guste!

Él no solo me dejó el corazón doliente, el esplendor en su sonrisa lo hizo trizas para que cayese como un mosaico. En medio de la desesperanza fue la gentileza destructiva de esas manos la que me ayudó a componerlo para acomodarlo en una oda.

Mis zapatos se arrastraron bajo la mesa, un pesado suspiro retumbó desde lo más profundo de mi garganta hasta el soporte de la lámpara, el frío se había colado por las persianas de mi estudio, mi mente era una vanagloria para el diluvio. Mis yemas acariciaron las páginas del libro, las ojeras colorearon desesperanza en la magnanimidad del marfil. Necesitaba encontrar el compuesto de esa droga, mis subordinados estaban pereciendo en una batalla cuando yo era emperador. Tirité, no podía dejar que él se metiese en mi cabeza, porque no existía placer que se equiparase con poseer a un alfa, ¿verdad? Asqueroso. Me froté el entrecejo, cerrando el décimo manuscrito. La impotencia se estaba deslizando hacia mis pulmones con una violenta suavidad, traté de respirar, sin embargo, solo acaricié el fondo. Un par de brazos se colgaron sobre mi pecho, protegiéndome con un abrazo, aquella punzante sensación se esfumó tras ser rodeado por tan deliciosa fragancia a girasoles.

—Eiji... —Fue imposible no sonreír al musitar su nombre.

—Te ves estresado. —Su mentón se había apoyado contra mi cabeza, mis palmas se aferraron al agarre que habían forjado las suyas—. Llevas días trabajando en esto, necesitas descansar. —El palpitar fue mortífero, me deshice para que él me volviese a componer.

—El número de víctimas se ha disparado durante estos días. —Sus dedos se deslizaron por mis hombros para quemar el gélido de mi piel, dolió cuando se apartó—. Nos quedamos sin tiempo. —Él se acomodó a mi lado, posando esos grandes ojos cafés en la montaña de manuscritos encima del escritorio.

—Ash... —Mi nombre chispeó en mi cabeza con un nuevo significado, las piernas me trepidaron hacia el soporte de la silla, la tráquea se me secó—. No tienes que actuar como si estuvieses solo en esto. —Su mano se deslizó por arriba de mis notas—. Porque no lo estás. —Tuve miedo de tomarla.

—Lo sé. —La tinta se corrió bajo sus yemas—. Pero no quiero cargar a la pandilla con esto, ellos confían en mí, soy su líder. —La melodía entre mis latidos fue un alarido desentonado y la bailarina en mi caja musical una figura quebrada. Ofrecerle eso al fulgor de la libertad sería humillante.

—No hablaba de ellos. —Pero él la tomó sin pedirme permiso—. Estoy hablando de mí. —Él la trató de arreglar, sin embargo, no funcionó. Habían cerraduras demasiado dañadas como para volver a girar.

—Mucho menos quiero cargarte a ti con esto, no te corresponde. —Temí que él me rompiese bajo la dulzura de su propia sinfonía.

—¿No confías en mí? —Que sus caricias se esfumasen tras convertirse en cenizas.

—Claro que lo hago, te confiaría hasta mi vida. —Él rompió la barrera de la inseguridad al entrelazar nuestros dedos—. Hasta mi corazón. —Al vislumbrar aquella mirada de enamorado supe que él lo haría. Era tan vulnerable cuando se trataba de Eiji Okumura, él me quebraría en una infinidad de pedazos—. Pero tu seguridad es lo más importante para mí, no puedo arriesgar eso.

—Yo... —Y eso estaba bien—. Lo entiendo. —Si tenía que perecer que fuese entre sus labios.

—Por fin estás siendo razonable. —Su puchero me hizo reír, le era tan fácil apartar las tormentas para llenarme el alma de sol.

—¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor? —Me di vueltas, quedando frente a su silla, mi mano se deslizó sobre su regazo.

—Puedes prepararme una ensalada de aguacate con camarones para que recupere energías, no he comido desde hace más de un día. —La picardía en su sonrisa me erizó la piel, él se inclinó, sus yemas se enredaron entre mis cabellos, el aire se tornó pesado.

—¿Sabes que es bueno para recuperar energías? —Cada músculo de mi cuerpo fue poseído por un delirante hormigueo—. El natto. —Reí, él era un oasis en medio de esta desolación. ¿Estaría bien mantenerse de esta manera? ¿Tenía derecho a anhelar la libertad cuando era prisionero del destino?

—¿Me estás tratando de intoxicar? —Su ceño fruncido fue un lienzo coloreado por el alba—. Le quitarás el trabajo a los sujetos que nos están atacando. —Sus dedos ascendieron hacia mi cuello para alzar mi mentón, los míos se deslizaron contra su cintura para atraerlo.

—Si ellos te quisieran atrapar de verdad usarían calabazas. —Las llamas se expandieron por mi rostro en una onda de destrucción masiva.

—¡¿C-Cómo sabes eso?! —Su carcajada me craqueló la cordura, las orejas me quemaron.

—Me lo dijiste un día que te emborrachaste. —Lo altivo en su mueca me fastidió—. Nunca pensé que el lince de Nueva York fuese tan lindo. —Apreté sus mejillas, ofendido.

—Esa historia es un secreto. —Las chispas danzaron en la mirada que intercambiamos, el frío se redujo a una mera casualidad en ese tacto. Su aliento se deslizó por la comisura de mi boca, la ansiedad nos embriagó en lo peligroso de la intimidad.

—De todas formas... —Él miró mis labios, avergonzado, el rubor en sus mejillas fue coqueto—. Me lo contaste a mí. —Al contemplar ese mohín desbordante de amor supe que no merecía semejante devoción.

—Eiji... —Pero la deseé de todas formas—. ¿P-Puedo besarte? —La ternura con la que me sonrió fue inefable, sus hombros se relajaron, la suavidad en sus ojos se tiñó de anhelo, él se acercó, mis dedos se deslizaron por su mentón, el tacto fue letal.

—Puedes besarme las veces que quieras, Ash. —Fue tanto que necesité de más—. Estoy enamorado de ti, me gusta que lo hagas, tienes mi permiso para hacerlo. —Mucho más. Moriría por culpa de aquel beta.

—Tú también, puedes... —Respiré hondo—. Está bien si eres tú. —Porque elegí darle cada uno de mis retazos en lo efímero de la infinidad.

La dulzura en sus labios fue inexplicable. Con movimientos lentos y delicados lo probé, él se levantó de la silla para quebrar la distancia, mis dedos se enredaron entre sus cabellos, el corazón me martilló en la garganta, la estática nos abrumó. Su sabor fue una mortífera adicción, su sensación un inolvidable purificador. Sus palmas se deslizaron debajo de mi cuello, él jadeó cuando profundice el contacto. No sabía lo maravilloso que podía ser esto hasta que lo conocí. Lo acuné, acomodando mis brazos alrededor de su cintura, nuestras piernas chocaron, nuestros latidos fueron sinfonía dorada. Fallecí en esos delicados toques para volver a respirar, al separarnos nuestras narices se rozaron, él me dedicó una tímida sonrisa mientras yo le respondí con un torpe balbuceo. Nuestros dedos se buscaron para protegerse del frío. No debería cuando esto acabaría en tragedia, sin embargo, era tan especial tener intimidad con él. Porque cada vez que él me acariciaba el dolor era reemplazado por una ternura desmesurada y la caja musical danzaba bajo el afán. Maldición.

Estaba tan enamorado de Eiji Okumura.

Esto era aterrador.

—Así que se reconciliaron, una lástima, realmente esperaba ver algo de drama por acá. —Atraje al japonés para evitar que se cayese por culpa de la sorpresa.

—Yut... —Como si estuviese en su propia casa el nombrado contorneó sus caderas antes de acomodarse al costado del escritorio, su sonrisa escurrió veneno.

—Supongo que me preocupé por nada. —El moreno lucía feliz con tan altanera presencia, chasqueé la lengua.

—¿Pudiste descubrir lo que era el compuesto? —Me cubrí la nariz, asqueado por el enfermizo dulzor en esas feromonas, no soportaba la esencia de las víboras, él rodó los ojos, dejando caer una gigantesca carpeta sobre la mesa.

—Claro que lo hice. —Una de sus piernas se acomodó sobre la otra, su muslo se deslizó hacia la apertura del vestido con una coquetería fastidiosa—. Todo gracias a la muestra que me entregaste. —Los engranajes de mi mente dejaron de funcionar para aporrearme contra la realidad.

—¿Cómo conseguiste una muestra de la droga? —Esas sublimes obsidianas me evitaron, su cuerpo se tensó entre mis brazos—. ¿Eiji, tuviste algo que ver? —Él se acarició la nuca, nervioso, el tiritar en su mandíbula fue delator. Él era tan transparente.

—¿No le dijiste que trabajaste en el burdel?

—¡Yut! —Como si esas palabras me hubiesen arrebatado el aire comencé a toser, me toqué el pecho para encontrarlo cubierto por una asquerosa capa negra, la opresión fue implacable.

—¿Un burdel? —No debería importarme cuando no lo merecía—. ¿Cómo conseguiste los contactos para...? —¡Oh! Pero sí lo hacía—. Skipper. —Porque él me gustaba.

—También me sentí traicionado por ese mocoso, él me prometió exclusividad. —Traté de recolectar paciencia, sin embargo, no me quedaba.

—No te enfades con Skip, lo hizo porque estaba preocupado. —Era absolutamente fastidioso que él fuese tan encantador—. Además... —Yut-Lung Lee lucía complacido con esta patética discusión—. No puedo dejar que cargues el peso solo. —El rostro me ardió, mis puños se tensaron contra mi regazo. Eiji Okumura era la clase de persona por la que alguien podría caer con solo algunas palabras.

—Aun así, no deberías arriesgarte. —Cierto...—. Pero gracias. —Él no necesitó ni de eso para enamorarme, lo supe apenas nuestras miradas se conectaron, este beta solo era problemas.

—Es lindo que seas protector, Ash. —Era la catástrofe perfecta para un alfa tan quebrado.

—Tú eres lindo. —Él se inclinó, apenado, nuestras frentes se juntaron—. La próxima vez que quieras cometer una locura cuéntamelo, es más seguro si vamos los dos. —Su flequillo se deslizó hacia mis pestañas, su cintura se amoldó entre mis palmas.

—Es una promesa.

—Sí, sí, hacen bonita pareja, lo entiendo. —El quejido del omega rompió la atmósfera—. Pero tenemos que regresar a lo importante. —Sus uñas golpearon con compulsión la carpeta—. Esta droga no es cualquier cosa. —La abrí para examinar los documentos. Las entrañas se me revolvieron con un presentimiento grotesco.

—¿Banana fish? —La boca se me pudrió cuando musite aquello. Los días que pasé junto a mi hermano mayor fueron una bruma tortuosa. Esas malditas dos palabras...

Fueron lo último que él pronunció.

—¿Banana fish? ¿Cómo en el cuento de Salinger? —Eiji acomodó su mentón contra mi hombro para poder leer los papeles, su voz fue un velero en el océano de la desesperanza.

—Exacto. —El más joven se presionó la frente—. El relato dice que cuando una persona ve a un banana fish le entran intensos deseos por morir. —Sus manos colgaron hacia su regazo—. Los crímenes relacionados con Downtown suelen ser asesinatos erráticos que terminan en suicidio, justo como lo que pasó en el burdel. —Él empujó la carpeta—. Esta cosa parece inducirlo. —Los cabos sueltos de un pasado repleto de vulnerabilidad empezaron a cobrar sentido.

—Eso es macabro. —A veces olvidaba que era yo quien se lo había robado—. ¿Por qué alguien inventaría eso?

—Eso no es todo. —La afilada mirada que Yut-Lung Lee me arrojó gatilló un espasmo en mi columna—. La dueña del burdel descubrió que esta basura la está distribuyendo una de las empresas de Dino Golzine. —Palidecí. Una arcada se ahogó en mi pecho tras escuchar su nombre. Él siempre regresaba, una y otra vez, me sostuve la cabeza.

—¿Estás seguro, víbora? —La máscara se estaba cayendo de mi cara, la escuché agrietarse pero no la pude sostener.

—Sí, pensé que tenías una buena relación con él, también me sorprendió. —Reí, saboreando la ironía, sabiendo que el tiempo se me había acabado.

—No lo suficiente.

—Este fin de semana hay una subasta en el Club Cod, si nos logramos infiltrar para tomar alguna prueba tendremos con qué defendernos. —El aire fue tormentoso dentro de la habitación, un espeso charco negro chorreó hacia mis pies, me estaba succionando, eran sus grotescas manos—. Podemos encontrar una debilidad. —Sin importar que tanto me limpiase estas no se desvanecían. Yo era de su propiedad.

—Iré. —Parpadeé, tratando de recuperar mis sentidos, sin embargo, la peste del semen no desaparecía—. No quiero que Ash tenga que enfrentar a ese sujeto.

—Ese es mi chico. —No lo entendí—. Yo y los hombres de Chinatown te respaldaremos. —¿Por qué alguien tan bueno como él...? Cuando yo estaba repleto de mierda.

—No. —Él podría amar a alguien mucho mejor que yo—. Yo también iré, no harás esto solo, no te perderé así.

—No tienes que hacerlo, Ash. —La ternura en esa sonrisa me devastó, porque no existió terror o arrepentimiento en ella—. No necesitas arriesgarte de esa manera. —Lo único que encontré fue una incondicionalidad infinita, me aferré a su mano, profesándome tan desamparado como un niño.

—Dijimos que lo haríamos juntos, ¿no? —Él se relajó.

—Supongo que sí. —Él era mi sol—. ¿No me dirás nada para que desista? —Y él nunca lo sabría.

—Eso no te impidió escabullirte en un burdel. —Su sonrisa estuvo repleta de petulancia—. Hablaré con Skip más tarde.

Él jamás entendería lo que significaba para mí. Traté de reprimir mis emociones, sin embargo, él cortó mis cadenas y me sacó hacia la superficie. Puse un muro de espinas pero él aprendió a amarlas. Mis manos estaban llenas de sangre, mi cuerpo era una prisión usada, el rencor había envenenado la última burbuja de inocencia. No podía seguir corriendo de quien era, no obstante, carecía de rostro. Debía apartarlo porque Dino Golzine no me perdonaría, sin embargo...Me toqué el pecho, el niño atrapado en esa caja musical rota estaba sollozando. Él me había convertido en un desastre, él me hizo creer en la salvación. Ahora lo necesitaba a mi lado, no tenía que ser para siempre.

Aunque solo fuese por ahora.

—Eiji... —La voz de Yut-Lung Lee fue un farol en la bruma de la perplejidad—. Tengo sed, ¿me puedes traer un poco de té? —El nombrado asintió antes de abandonar el estudio, la cortesía pereció apenas nos quedamos a solas. Tan desagradable.

—¿Qué es lo que me quieres decir? —Su espalda se deslizó contra la silla, su mano se contorneó para sostener una cínica expresión, su cabello se bamboleó hacia su hombro.

—Tú estás comprometido con la hija del comandante Fox. ¿Estás jugando con Eiji? —Mis manos se paralizaron como puños en mi regazo, el estómago se me retorció, la rigidez fue nociva.

—¿Por qué te incumbe mi relación? —La caja musical volvió a crujir para entonar una marcha fúnebre entre mis latidos.

—Porque él es mi amigo. —Tuve que frotarme los párpados para darle crédito a ese tenue rubor—. Él es la primera persona que confía en mí, supongo que lo odio menos que al resto. —Relajé mis hombros, sabiendo que él era esa clase de persona. Una que te arrebataba el corazón con una gentileza devastadora.

—No estoy jugando con él, daría mi vida con tal de protegerlo. —Su mueca se suavizó.

—De verdad estás enamorado. —Él sonrió, altivo—. ¿Quién lo diría? El gran lince de Nueva York fue domado por un conejito japonés. —Antes de que pudiese refutar la puerta resonó. Apenas Shorter Wong se asomó ese pestilente dulzor se expandió como un tifón, ambos compartieron una desesperanza silenciosa, rodé los ojos, sabiendo que eran unos idiotas.

—Ash, tienes una llamada en espera en la línea de emergencia. —El resto de la pandilla se encontraba detrás del alfa.

—¿Por qué esperaron hasta ahora para decírmelo? —La mueca de Yut-Lung Lee me martilló el orgullo—. ¿Y por qué están todos juntos? —Humillarme parecía haberse convertido en el deporte olímpico dentro de este lugar.

—No quisimos interrumpir tu tiempo especial con Eiji. —La altanera carcajada del omega se acribilló en mi frente—. Parecías un gatito doméstico a su lado, fue lindo de ver. —La ira me hirvió en la sangre, los músculos me pesaron.

—¿Por qué tienen que husmear en mi vida personal? —Mis subordinados intercambiaron una mirada, ofendidos.

—¡Nosotros llevamos apoyando ese romance desde que empezó! ¡Merecemos verlo florecer! —El puchero de Bones me quemó el entrecejo—. Además es divertido ver la cara de menso que pone, boss. —La mofa grabada en el rostro de Yut-Lung Lee fue digna de una serpiente venenosa.

—No te preocupes por nuestra conversación, Shorter se quedara haciéndote compañía. —Sonreí victorioso antes de abandonar el desastre de feromonas.

La habitación se hallaba oscura, densas cortinas de plástico cubrían las ventanas, un viejo librero se encontraba acomodado junto a una olvidada línea telefónica, arrastré mis zapatillas hacia la mesa, una insoportable putrefacción pendió entre las telarañas, él solo llamaba a este número cuando quería comprarme. Tragué, sabiendo que necesitaba ser fuerte, mis dedos se crisparon contra el auricular antes de alzarlo. Tuve un presentimiento podrido en la cordura.

—¿Diga? —¿Lo trágico de mis presentimientos?

—Mi adorado Ash. —Era que el destino siempre me daba la razón—. Te he estado tratando de contactar estos días. —El terror goteó hacia el suelo, el charco se convirtió en un mar de brea, traté de contenerlo con mis manos, sin embargo, la noche se tiñó de escarlata.

—Hace mucho no usabas esta línea. —Me hundí hasta el cuello, traté de disimular mis nervios, sin embargo, ya era un ovillo contra la pared.

—Tuve que hacerlo, estabas ignorando mis otras llamadas. —Clavé mi mirada en el vacío, sin importar el tiempo que pasara, las vidas que tomara o las noches que él me ensuciara—. Sería un mal dueño sino controlase a mi mascota preferida. —Podía sentirlo arremetiendo contra mis entrañas, elevé el mentón, ido—. El coronel Fox me dijo que no llegaste a la reunión con su hija.

—No tuve tiempo para hacerlo. —Inspiré mentiras y exhalé terror—. Yo... —La máscara cayó—. Solo acabemos con esta farsa, se está haciendo difícil de sostener. —El niño lloró desesperado cuando lo abandoné. Su risa me erizó el cuello. Lo encontraba y lo perdía, ¿la razón?

Ya la había olvidado.

—Creí haberte educado mejor. —Mis yemas se deslizaron contra los botones del teléfono, deseando que esto no fuese real—. Te dije que fueras inteligente con tus decisiones, Ash. —Lo paternal de su tono me hizo reír. Que palabras más suaves para una prostituta.

—Supongo que no me educaste tan bien. —Me presumía como alfa pero me maltrataba como omega, me había tratado de marcar la nuca más veces de las que podía recordar.

—Supongo que no. —Cuando no lo consiguió me amarró con un collar—. Si te vas a poner en mi contra te meteré en el prostíbulo más repugnante que encuentre, nadie querrá volverte a tocar. —Las garras de la memoria se escurrieron por mi garganta para sofocarme.

—Pensé que solo recibías niños dentro de ese lugar. —Caí hacia el piso, reducido a una matita dorada, el sudor no me permitió reír. Oh, pero eran lágrimas—. Ya no calentaré a los clientes, no tengo ocho años.

—Puedo encontrarte algo más adecuado. —Me decía que lo había superado pero era mentira, a veces regresaba como un golpe de realidad—. No mostraré piedad. —Respiré hueco, las imágenes solo se proyectaron en mi mente como si fuese la vida de alguien más. Una pesadilla.

—Nunca la has mostrado. —Pero él estaba en mi piel, sin importar qué tan fuerte tratase de limpiarme la mugre no salía—. Si de esta manera lo quieres, aceptaré tu desafío. —¿Cómo entregarme cuando estaba podrido?

—Si estás tan empeñado en escoger a ese omega sobre mí, quién te ha entregado el mundo entero y te ha criado como un padre. —Reí, en blanco—. Prepárate para las consecuencias. —¿Cómo romperme más cuando ya no quedaba nada que salvar?

—Sabes dónde encontrarme. —No era más que un niño sollozando—. Pero a Eiji lo dejas fuera de esto. —Uno con un arma y un corazón incapaz de gritar.

—Ese omega vulgar fue la causa por la que humillaron a la familia del coronel. —La furia se hundió en mis venas—. Yo mismo me encargaré de él. —Su voz se deslizó en un escalofrío—. Aunque si me ruegas y me tratas de complacer podría buscarle un trabajo en algún burdel.

—No es tu estilo hacer las cosas de esta manera. —Él carcajeó, sin gracia.

—El infierno que pasará ese niño será tu culpa. —No pude respirar—. Disfruta este par de días, porque son los últimos que tendrán. —Él colgó. Me tomó un par de minutos entender el pitido del otro lado de la línea, seguía tirado contra las alfombras, aborreciendo ese infantil y desconsolado llanto.

Esta era la primera vez que tenía que lidiar con una debilidad, la idea de que le hiciesen daño era paralizante. Quise encoger mis piernas hacia mi pecho, sin embargo, mis tobillos tenían anclas y estaba ahogado en ese charco de miseria. Me apreté el pecho, quebrando un poco más esa lastimera tonada. Él me lo había quitado. Ese japonés se había convertido en la parte más pura de mi alma, él era mi pequeño girasol en un campo de espinas, mi luz, mi único retazo de felicidad en esta tempestad. Si lo perdía...

—¿Ash? —Ni siquiera supe cuando la puerta se abrió.

—Eiji. —Él se acomodó a mi lado en el suelo, sus brazos me rodearon, mi nariz se hundió contra su hombro para que pudiese memorizar su esencia. Su palpitar se acribilló contra mi chaqueta, él me extendió su paraguas en medio de la tormenta.

—¿Qué fue lo que pasó? —La gentileza con la que delineó mis mejillas me quebró en una infinidad de pedazos—. Shorter me dijo que estabas aquí. —Volví a mirarme el pecho, había un profundo agujero en su interior.

—Dino Golzine está detrás de mí. —La culpa inundó la habitación, quise aferrarme a él, sin embargo, ya lo había manchado—. También de ti. —Suplicaba para que él fuese como los demás y me abandonase, eso era lo correcto.

—Si ese es el caso. —Sin embargo—. Ambos nos podemos cuidar. —Él no lo era.

—Yo te estoy tratando de proteger a ti, no al revés. —Ese japonés tenía palabras imprudentes y sentimientos traslúcidos—. No quiero ahogarte en esto. —Él sostuvo su corazón entre sus manos, era frágil y hermoso. Tan resplandeciente que me cegó.

—Pero Ash... —Él me lo extendió—. Elegí ahogarme en esto contigo porque me importas. —Algo tan delicado se marchitaría entre mis palmas, moriría en la crueldad de mi tempestad, lo sabía—. Además Arthur me puede enseñar a usar un arma si tú no quieres. —Pero fueron tantos mis deseos por acunarlo y aceptarlo.

—Eiji... —Que lo hice.

Aún sino era lo correcto.

Aun sino lo merecía.

Quería pensar que tenía el derecho de amar a alguien tan maravilloso como Eiji Okumura.

—No me gusta la idea de que aprendas a usar un arma. —Era impresionante la facilidad con la que sus palabras me deshacían, era casi una mofa haberme permitido caer en la costumbre con él, a sus labios sobre mis cabellos—. Pero si tanto quieres aprender a defenderte yo te enseñaré. —A su gentileza en la suciedad. Nunca lo entendería.

—No seas tan duro contigo mismo. —Él era la clase de persona que solo se encontraba una vez en la vida—. Está bien tener miedo.

—Me estás tratando como un niño. —Y de todas las personas que existían en el mundo, él me había escogido amar a mí. Sonreí, permitiendo que sus brazos acunasen mi cuerpo, mi mentón se apoyó contra mis rodillas, sus palmas se hallaban acariciando mi espalda, fue eléctrico. Lo miré.

—Es porque a veces te comportas como uno. —Cada vez que me hundía en esos ojos de eternidad me permitía creer que existía la salvación. Él era mi luz—. Aunque eso es lindo. —Él se había convertido en la mejor parte de mí. Él era...

Lo amaba.

Realmente lo hacía.

Fue paralizante.

—Eiji... —Porque tendría que mostrarle qué tan sucio estaba para que él comprendiese—. Hay algo que quiero que sepas sobre mí. —¿Seguiría sosteniéndome con tanta fragilidad cuando se enterase que había estado con un millón de hombres?

—Puedes contarme lo que sea. —¿Cuándo supiese que la muerte era el consuelo más misericordioso que había anhelado? No obstante, estaba demasiado profundo en la locura de este amor para frenar—. Puedes confiar en mí. —No quería que me dejase pero merecía saber.

—Es algo que nunca he dicho en voz alta. —Él acomodó su rostro contra sus rodillas, imitando mi postura en una triste y polvorienta historia de tormentas. Sus ojos iluminaron la crueldad mientras su sonrisa se llevaba el invierno.

—Te escucho. —No había marcha atrás.

Este era el final.

—Tuve un hermano mayor, Griffin Callenreese. —Mi mirada se clavó en el teléfono, los tímpanos se me rompieron bajo tan desafinada melodía, el pitido seguía sonando—. Él me cuidó, lo amaba mucho pero mientras servía en Irak le dieron a probar una mala droga y... —La boca se me secó—. Él se suicidó cuando yo era un niño, él me dejó. —Y yo jamás lo perdoné por hacerlo.

—Ash...

—Tenía ocho años cuando Dino Golzine me encontró y me empezó a prostituir. —No quise ver su rostro cuando musité aquello—. Con el tiempo capté su atención, fue ahí cuando decidió que merecía ascender de prostituto a su mascota personal. —Mis puños se fruncieron contra mis rodillas, las palabras me cortaron la garganta, me toqué el agujero en medio del pecho.

El pequeño niño olvidado estaba sollozando.

—Ash. —Él trató de tomar mi mano, sin embargo, lo aparté. Estaba temblando, estaba tan aterrado que lo único que pude hacer fue continuar.

—A los catorce años él me convirtió en un asesino. —Cerré los ojos, permitiendo que el pasado me sofocase. Traté de llorar, sin embargo, no salió nada—. Él sabe que no escaparé de él, por eso me dio la libertad para trabajar con la pandilla a su lado. —Porque yo estaba vacío.

—Oye. —Ni siquiera lo deje seguir.

—¿Lo entiendes ahora? —Nuestras miradas se volvieron a encontrar en la estática. Los ojos de Eiji Okumura fueron tanto—. Esto es todo lo que soy, no hay más. —Su expresión fue triste.

—¿Por qué me lo estás diciendo ahora? —Tanto que me rompió el corazón.

—Tú dijiste que querías saber más de mí. —Sentí los pedazos a mis pies mientras deshacía mi ovillo—. Deberías entregarle tu amor a alguien más. —Sus palmas se acomodaron contra mi cabeza para acercarme hacia su pecho.

—Debió ser muy difícil para ti. —Perdí el aliento cuando la lluvia se desató, las gotas cayeron calientes y saladas hacia mis cabellos, me aparté de él, atónito—. Que lo digas tan a la ligera es cruel. —Él estaba llorando—. ¡Lamento no haber podido hacer algo! —No lo pude entender.

—¿Qué estás diciendo? ¡También eras un niño! Ni siquiera me conocías. —No quise hacerlo—. Deberías darle tu amor a alguien que sí valga la pena.

—Si eso es lo que piensas. —Su cuerpo pendió hacia el mío—. Si realmente quieres que te deje. —Sus manos sobre mi rostro—. ¿Por qué estás llorando? —Se habían empapado. Me toqué la cara, contuve un tiritar de labios, traté de levantarme pero terminé desmoronado.

—Yo... —Estaba sollozando, lo enfrenté, sabiendo que la farsa se había quebrado—. Es porque me duele verte triste. —No quería que él dijese nada, ambos sabíamos cómo acabaría.

—Por supuesto que me siento mal, la persona que amo está sufriendo. —Él era una parte de mí que desearía no tener que necesitar. Era insistente, terco y malhumorado.

—Después de todo esto... —Él me hacía pequeño y humano—. ¿Aún te gusto? —Tan humano que me despedacé tras una sola mirada

—¿No lo entiendes? —Él limpió mis pómulos con sus pulgares, el roce fue eléctrico y suave, dulce pero chispeante—. Nada de lo que digas podrá hacer que deje de estar enamorado. —Él había recolectado las piezas de mi corazón para juntarlas en un mosaico.

—Entonces deberíamos ir a comprar más de esos horrendos suéteres de Nori Nori. No te haré volver a casa. —Él era mi luz.

—¿Puedo quedarme? —Mi razón para creer.

—No te irías aunque te dijese que no. Además, parece que es mejor para mí si te quedas. —Por quien había caído

—Pero...

—Aunque te mandase de vuelta a Japón, seguiría estando preocupado por ti. Así que prefiero tenerte aquí, donde puedo verte. —Sus ojos fueron una apología para la belleza bajo la bruma de la perplejidad—. ¡Di algo! —Perdí el alma en esa caricia—. ¿Quieres que te vuelva a pedir que te quedes a mi lado? —Él parpadeó, apenado—. ¿Qué pasa?

—¡Eso me ha gustado! ¡Dilo otra vez! —Pude saborear su aliento cuando él se inclinó.

—No bromees. —Me tensé—. Tienes un terrible gusto en hombres, ¿lo sabes? —Él se rio, nuestras manos se encontraban entrelazadas, seguíamos en el piso de la habitación, su aroma cubrió la amargura, su sonrisa llenó las grietas de sol.

—De hecho me gustan las personas gentiles, como Shorter o Arthur. —Chasqueé la lengua.

—Tu gusto acaba de empeorar. —Si él era la clase de persona que se conocía solo una vez en la vida.

—Tienes el ego demasiado alto para haber estado llorando hace poco. —Lo amaría hasta la siguiente.

—Eiji... —Él me derrumbó con esa expresión, sí, esa que me hacía creer en finales felices y romances empedernidos—. Se mi novio.

—¿Q-Qué? —El rubor se extendió desde sus mejillas hacia sus orejas, el aire se perdió, sus pupilas temblaron en la expectación—. ¿Qué fue lo que dijiste?

—Estoy enamorado de ti. —Mi palpitar fue una caja musical quebrada y mi mente una figura de porcelana. Tal vez bajo las manos correctas esta podría volver a tocar.

—Ash...

—¿Serías mi amante? —Él se inclinó, su nariz se acomodó sobre la mía, sus pestañas pintaron un sinfín de estrellas, sus labios esbozaron una dulce sonrisa mientras se acercaba.

—Te demoraste en preguntar. —Sus brazos se acomodaron detrás de mi cuello, él estaba sobre mi regazo—. Pero acepto, te dije que me quedaría a tu lado por siempre, ¿no? —Con un beso aquellas palabras quedaron escritas en la eternidad.

Sus labios entre los míos fueron fuego, sus manos en mi piel una adicción, su sabor un mortífero veneno. Lo besé como debí haberlo besado desde el primer día que lo conocí, como deseaba hacerlo lo que nos quedaba de vida. Lento, dulce y apasionado. No como el imponente lince de Nueva York ni como un asesino despiadado o el alfa en su reinado, sino como Aslan Jade Callenreese.

En medio de la desesperanza fue la crueldad de su ternura la que me ayudó para que escuchase al sollozo abandonado. 

Aviso de utilidad publica porque soy un desastre actualizando: De acá al 14 de febrero el 99% de mis actualizaciones serán de este fic y del "Manual para un papá soltero" porque este es un desafío que debe acabar antes del 14 de febrero y yo quería un AshEiji fluff, entonces en mi mente subo un día este y el otro esa otra cosa, tal vez alguna otra historia por el medio, pero estos son mi prioridad. 

Se viene una de mis escenas favoritas en el siguiente capítulo así que estoy nerviosa, espero que les haya gustado, muchas gracias por el tiempo que se tomaron para leer.

¡Cuídense! 

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