¡Hola mis bonitos lectores! Muchas gracias por tomarse el tiempo para leer.
Anécdotas que a nadie le importan, acabo de cachar por los comentarios que personas a las que amo y escritoras que admiro mucho leyeron la versión vieja y yo ni enterada, que caso más feo. Por favor mándenme su dirección para enviarles un chocolate o algo. No sé como siguen acá. Me siento haciéndole cirugía plástica al fic.
Fuera de mis traumas de Vietnam, este capítulo lo narra Eiji.
¡Espero que les guste!
Sus ojos eran jades contra el amanecer, de resplandor cegador e iridiscencia feroz. Su cabello era oro sobre porcelana, su risa era la melodía más meliflua jamás pronunciada. Fue tanta la belleza que de repente quise llorar, porque los rayos de ese sol no eran más que tinieblas.
Era un alfa. No fue necesario oler las feromonas para saberlo. El sudor corrió desde mi cuello hasta mi cordura, traté de retroceder, sin embargo, estaba a la merced del lince. El colchón rechinó cuando él se subió a la cama, sus movimientos fueron elegantes pero imponentes, el corazón me retumbó hasta en la cabeza, él se inclinó, despacio. Sus dedos se deslizaron con suavidad hacia mi nuca, un violento espasmo me recorrió la columna vertebral.
—No lo entiendo. —Sus palmas se deslizaron por mis pómulos, su aliento chispeó entre mis labios, su nariz rozó mi cuello como si fuese terciopelo, estaba cerca—. Me han traído omegas bellos y exóticos. —Una sonrisa traviesa se pintó sobre la galantería—. Tú eres un tanto simplón. —El ceño se me tensó. La vanidad y la vergüenza aletearon entre mis mejillas.
—Eso es porque no soy un omega. —Azoté su mano lejos de mi cara, él parpadeó, constipado, su boca se separó, no obstante, las palabras no escaparon.
—¿Q-Qué? —Rodé los ojos—. ¿No eres un omega?
—No lo soy.
Tan decepcionante.
Él fue exactamente lo que esperaba encontrar pero no deseaba, de aroma a tabaco, supremacía y problemas. Comprar omegas para utilizarlos como mercancía, abusar del estatus y deleitarse con dinero sucio, ese petulante era un digno heredero para Dino Golzine, mis puños se hundieron entre las sábanas, él recorrió mi cuello con un descaro inconcebible, fruncí la nariz, acomodando mis manos contra su pecho para apartarlo, fuegos artificiales retumbaron en aquella caricia. Por muy intoxicante que fuese el perfume que él desprendía, la pestilencia del engaño se encargó de mitigarlo. Electricidad me quemó la piel cuando él tomó mi palma, incrédulo.
—¿De verdad no eres un omega? —No pude pensar bajo ese verde tan tormentoso.
—He sido un beta toda mi vida. —Su risa me acarició la oreja, el espasmo fue inminente—. Me habría dado cuenta si fuese un omega. —El verano tiñó mi rostro cuando él hundió su nariz contra mi clavícula. Fogoso y despiadado.
—Hueles demasiado dulce para ser uno. —No pude sostener el peso de su cuerpo contra el mío, ambos caímos de espaldas contra la cama. Hubo un brillo peligroso atrapado en esa mirada, la boca se me secó, me mordí el labio, sabiendo que nunca antes había estado debajo de un alfa.
—¿Puedes quitarte de encima? —Traté de desviar el rostro, sin embargo, no pude dejar de contemplarlo. Esos ojos verdes eran casi tan embriagadores como letales.
—Esto es perfecto. —Fui envenenado por él—. Te tengo una propuesta, beta. —Alcé una ceja, incrédulo—. Quiero que finjas ser mi amante. —El calor se agolpó con violencia en mis mejillas, el ardor fue infernal, sus yemas me envolvieron en la expectación.
—¿Qué?
—¿Por qué pareces tan avergonzado? —Sus labios se acercaron hacia mi cuello, su aliento rozó mi oreja con coquetería, sus palabras me derritieron—. ¿Nunca has tenido un amante? —Me cubrí el rostro con el antebrazo. Un despiadado traquetear craqueló las cicatrices de mi alma.
—Eso no es de tu incumbencia. —Traté de apartarlo con la rodilla, no obstante, acabamos más hundidos en el colchón, el crujir del reloj quebró el temple de la contemplación—. No creas que puedes pasar a llevar a los demás solo por ser un alfa. —Frío y distante.
—Interesante. —Él era hermoso—. Creo que nos llevaremos muy bien. —Tan desagradable. Apreté mis párpados con fuerza cuando él se inclinó.
—No te acerques. —Sin embargo, la cama volvió a rechinar y su calidez se esfumó. Él se había levantado para buscar algo en la cajonera.
—Solo por tres meses. —Una camisa verde de cuadros negros me fue arrojada contra el rostro—. Quiero que pretendas ser mi amante solo por tres meses para engañar a mis hombres, luego te dejaré ir. —Más que una pregunta aquello se asemejó a una orden, la atmósfera se tornó densa, inhalé, estaba repleta de feromonas, típico de los de su clase.
¿Era necesario que presumiera así su género?
¿No podía tratarme como un igual?
Por supuesto que no.
Ninguno lo haría.
—¿Por qué estás siendo tan insistente con esto del amante? —Su espalda se deslizó contra la cajonera, sus brazos se cruzaron frente a su pecho, él frunció los labios, vacilante—. Si quieres que te ayude sería conveniente saber. —Sonreí triunfante cuando él chasqueó la lengua, punto para el beta.
—Mis hombres me han estado fastidiando para que consiga una pareja y tenga descendencia. —Su cabello lució aún más dorado cuando lo echó hacia atrás, junté mis rodillas sobre la cama para poder apoyar mi mentón. Incluso quejándose lucía guapo, digno alfa de élite.
—¿Es por la disputa de territorios? ¿Con el clan Lee? —La sorpresa en sus ojos me llenó el pecho de pétalos, el puchero en su semblante me coloreó un suspiro.
—¿Cómo lo sabe alguien como tú? —Mis uñas se clavaron en la camisa, lo despectivo de su tono me frustró. Él era insoportable.
—Soy un reportero. —A Ibe le encantaría esto—. O al menos lo fui por un par de horas. —Las mentiras florecieron blancas e inocentes, las canciones de cuna fueron afligidas marcas sin consumar—. ¿No sería más fácil aceptar a uno de los omegas que te ofrecieron? —Sentí asco de mis propias palabras.
—No. —Él era como una rosa, excelsa para observar, destructiva para acariciar—. Si voy a obtener el territorio quiero que sea por mis propios méritos, no porque conseguí una pareja. —Me deslicé entre las sábanas para bajarme del colchón—. Es cuestión de orgullo. —La habitación pendió en una oscuridad letárgica, a pesar de la distancia pude escuchar a su respiración entrelazarse con la mía. Di un paso ciego hacia él.
Primer error.
—Entonces... —Di dos más—. Como soy un beta puedo fingir ser tu amante sin ninguna clase de riesgo a una mordida o a verme afectado por las feromonas. —Con un tercero llegue hacia él—. Luego puedes decirles a tus hombres que lo nuestro no funcionó y ganar como se debe. —Hubo una pequeña pizca de vergüenza sobre sus facciones. Suspiré, él era absolutamente despampanante.
—Es la única manera para que ellos me dejen de fastidiar, ya no los soporto. —Sus palmas me acunaron con su camisa—. Prometo que estarás seguro y cómodo, yo hablaré con tu familia, solo tienes que actuar un poco frente a ellos y fingir ser mi omega.
—¿Tan importante es esto para ti?
—Lo es, esta es mi única salida. —Vacilé antes de posar mi palma contra sus pómulos.
Tocarlo fue extraño, aunque él era cálido el tacto fue una caricia de mármol, aquello me recordó a una escultura, bonita pero vacía. El pecho se me comprimió cuando vislumbré a una desmesurada angustia empañando a tan esplendoroso verde, una que goteaba tormentas y se rompía en espinas, no obstante, era imposible de ver a través de una máscara tan indiferente. Ridículo, ¿no? Yo era quien estaba perdido en un país desconocido, había sido arrastrado contra mi voluntad hasta este lugar, además era un mísero beta sin futuro, sin embargo, con esa clase de expresión él lució mucho más aterrado que yo. Era como si fuese una última y desesperada señal de auxilio enviada en silencio, suplicando para ser escuchada.
—¿Lo harás? —Sus manos se congelaron en el aire, como si tuviese miedo a tocarme y traspasar el centímetro de suplicio que nos separaba. Sus labios escribieron un «por favor» de manera taciturna, me maldije otra vez.
—Tres meses nada más. —Su sonrisa fue lo suficiente para acelerarme el corazón.
—Lo prometo. —Relajé mis hombros, permitiendo que él me envolviera con la camisa—. Tienes que oler a mí, no te la quites. —Me aferré a la prenda—. Por cierto, soy Ash Lynx.
—Ash. —Un gesto iluminó sus facciones—. Como las cenizas.
—Tienes una pronunciación graciosa. —Él me extendió la mano antes de salir de la habitación.
Entrecerré los ojos tras ser expuesto a la luz del día. Un escalofrío recorrió desde mis piernas hasta mi cabeza al encontrarme con una multitud hambrienta al otro lado de la puerta, a juzgar por sus contexturas y sus actitudes tuve el presentimiento de que la mayoría eran alfas. Tragué duro, apretando con fuerza la mano de Ash. Quise sentirme seguro, sin embargo, no lo hice.
—¿Y bien? —Fruncí el ceño al reconocer al guardia del peinado ridículo—. ¿Qué opinas? —El público se inclinó hacia nosotros, expectante, el aliento fue contenido, el redoble mudo.
—Chicos... —Él carraspeó—. ¡He escogido a este hombre como mi omega! —Ante tan desvergonzadas palabras y gritos de celebración no pude evitar enrojecer, de rabia y vergüenza. En la tristeza del verano él me arrebató a mi primer amor.
—Buena elección. —El pasillo se llenó de abrazos, chiflidos y felicitaciones—. Sabía que un omega masculino y exótico llamaría tu atención. —Su mano se deslizó hacia mi cintura—. Supuse que la heterosexualidad no era lo tuyo luego de rechazar a tantas chicas. —Su palma tomó la mía para llevársela hacia los labios y depositar un beso contra mis nudillos. El tacto fue aleteos de mariposas.
—Apenas lo vi supe que era él. —Mentiroso, rechiné la mandíbula—. Él es lo más hermoso que mis ojos han visto, fue amor a primera vista. —Alcé una ceja. Un beta simplón, ¿aquellas no fueron sus palabras? Todos los alfas eran unos hipócritas manipuladores.
—¿Cuál es el nombre de tu amante, boss? —La tonta sonrisa del rubio desapareció ante la pregunta de su compañero. Reí, satisfecho y expectante por una respuesta.
—Bueno... —Él se acarició el mentón—. Estuvimos un poco ocupados en la habitación, así que no tuve tiempo para preguntarle. —Su mano bajó hacia mi cadera—. ¿Verdad, sweetie? —Un guiño coqueto me fue arrojado junto a un agarrón. El ceño me tiritó, apreté los puños, deseando jamás haberme subido a ese avión para poder seguir deprimido por mi lesión, aquello sería mejor que estar sometido a esta tortura.
—Oye. —El hombre del mohicano llamó mi atención, él se quitó los lentes de sol para enseñarme una mueca afligida—. Pequeño, lamento lo que pasó antes.
—¿Lamentas el secuestro? ¿El mal viaje? ¿O por emparejarme con un hombre que no conozco? —Aquel alfa parpadeó atónito antes de liberar una estridente carcajada y golpearme en la espalda.
—Tienes mal carácter, me agradas. —Él me extendió su palma de manera gentil—. Soy la mano derecha de tu novio, Shorter Wong. —Resignado a permanecer dentro de aquella actuación y a embriagarme por los aplausos, decidí confiar en él.
—Eiji Okumura.
—Eiji. —La curiosidad con la que Ash musitó mi nombre me resultó infantil, como si hubiese cosquilleado desde sus labios para revolotear hacia mi alma—. Es un nombre bonito. —Esas eran las palabras más amables que él me había entregado desde que nos conocimos, enrojecí.
—Ahora debemos planificar una fiesta para anunciarlo. ¡Todos los distritos lo deben saber! Incluyendo a las víboras de los Lee.
—Sí, pero primero tengo asuntos que atender. —El rubio presionó su camisa contra mis hombros, haciendo un ademán para que no me la quitara—. Shorter, quiero que lo cuides hasta que regrese, ayúdalo a familiarizarse con el lugar. —La prenda olía a él. Tan intoxicante.
—Cuenta con ello. —Los ojos de Ash Lynx eran los más bonitos que había conocido, eran distantes, tristes y si te miraban lo suficiente eran capaces de romperte el corazón. Pude escuchar al mío caerse cuando él me dio la espalda y se marchó.
Me acaricié el entrecejo, dándome cuenta de lo vulnerable que era bajo los encantos de ese alfa. Shorter me abrazó por los hombros para guiarme hacia el salón. No me había percatado de lo gigantesco que era ese lugar hasta que él me lo mostró: de ventanales amplios, muebles lujosos, baldosas con diseño y pilares de marfil. Era un sitio extravagante, el contraste de la exquisitez con el descuidado estilo de la pandilla fue violento, casi parecía la casa de alguien más. Las alfombras eran de pieles, los libreros tallados a mano, había una gran mesa rodeada de sillones, aquello parecía ser un centro de operación, lo supe por la montaña de papeles y libros, por la pestilencia de la deshonestidad rondando como un fantasma.
Dejé que me llevase a donde quisiese en ese recorrido. Mis manos se empaparon de sudor, la angustia se me agolpó como vidrio molido en la tráquea, cada uno de los subordinados posó su atención en mi sombra cuando recorrimos la casa, quise esconderme dentro de la camisa del rubio, deseé cerrar los ojos para regresar a Japón, sin embargo, no pasó. Y porque él ni siquiera estaba acá me dolía el corazón. Hubo un eco furioso de pisadas. Ansiedad.
—¡¿Él es el omega del jefe?! —No tuve la oportunidad para reaccionar antes de que alguien se abalanzara hacia mis brazos, mi cuerpo se tensó—. ¡Es mucho más lindo de lo que dicen los rumores!
—¿L-Lindo? —Las mejillas me ardieron, él restregó su cabeza contra mi pecho, de manera mimosa—. ¿Yo?
—¡Claro que sí! —Sus manos repasaron mi rostro, con suavidad—. ¡Eres el omega más lindo que he visto! ¡No! ¡El chico más lindo que he visto en la vida! —El verano se tornó insoportable bajo semejantes palabras. Nunca me las habían dicho, solo era un beta bueno para nada.
—¡Bones, ya déjalo! —Un hombre de cabello castaño, alto y fornido, tomó por la jardinera al aludido—. Lamento su comportamiento. —Era impropio de un alfa hacer una reverencia frente a una clase inferior—. Di que lo lamentas. —Forzado a imitarlo, el nombrado obedeció. Sonreí, tal vez esto no sería tan malo.
—Eres malo, Alex. —Un colmillo sobresalió tras ese puchero—. El jefe consiguió a un chico bonito por primera vez y no me dejas saludarlo, pensé que moriría solo por amargado.
—Justo los estaba buscando. —Las manos de Shorter se acomodaron sobre mis hombros, la ternura del roce me dio seguridad para mantenerme firme—. Él es Eiji Okumura. —Hubo expectación y ansias atrapados en los ojos de esos dos—. El amante del lince. —Los gritos de celebración no se hicieron de esperar.
—Todos parecen felices con esto... —Me acaricié el cuello, incómodo, buscando cualquier punto del salón para evitar esas ilusionadas sonrisas.
—¿Bromeas? ¡Es algo gigante! —Su trenza quedó hecha un desastre cuando saltó—. Nosotros llevamos meses trayéndole omegas al jefe para que nos dé descendencia. —Él lucía lindo e inofensivo, era difícil pensar que se encontraba ahogado en el mundo de la mafia.
—Les dije que Ash bateaba para el otro lado. —Alex rodó los ojos—. Me deben cincuenta dólares cada uno. —El lloriqueo de Bones me hizo reír. Parecían agradables.
—Tú ganas. —Un suspiro fatigado retumbó de lo más profundo de su garganta.
—Pero es verdad, estuvimos a punto de darnos por vencidos y cederle el territorio a los Lee. —Liberé una risa maniática, queriendo cortar los hilos que me mantenían unidos al alfa, la inocencia era un arma silenciosa—. Pero llegaste tú y ahora tenemos esperanza otra vez. —Como si fuese un imán, Bones me volvió a abrazar para restregarse contra mi pecho.
—Él es así. —Me explicó el más alto—. Aunque sí estamos felices de tenerte aquí. —Con un golpe orgulloso sobre su pecho—. Nosotros cuidaremos de ti. —Traté de creer.
Y con esas palabras los tres me enseñaron el resto de lo que parecía ser una mansión. El primer piso era utilizado para las operaciones y las reuniones de los hombres de Ash, había una gran cantidad de libros con datos de las diferentes facciones y una bodega con armas. Shorter me tranquilizó, explicándome que yo jamás tendría que usar una de ellas, no por eso mi corazón se calmó. Las ansias se ahogaron bajo el óxido, la sangre se perdió en la paranoia, las feromonas de alfas aplacaron el llanto de los omegas. ¿Eso era lo que me esperaba? Cuán desalentador.
El segundo piso se encontraba reservado para el rubio, habían siete puertas cerradas, de pomos dorados y cursivas ilegibles, al ser su omega yo solamente tendría acceso a su habitación y al primer piso. Una máquina de descendencia nada más, ¿verdad? Apreté mis manos y forcé mi mandíbula, esto era ser usado, este era el precio por ser especial. Bajé los hombros, sabiendo que yo me había puesto el arma contra la cabeza, tal vez solo buscaba un propósito que reemplazase el salto de pértiga, quizás estaba desesperado por volver a volar.
Esta no era la manera.
—El jefe también tiene una gran cantidad de clubes. —Las palabras de Bones me generaron repulsión—. Ahí se ofrecen servicios para los alfas.
—¡Bones! ¡Ni siquiera son suyos! —Alex lo golpeó en la nuca, él le devolvió una expresión enfadada.
—Yo también soy un omega y no me ofendo por eso. —Aquello me tomó por sorpresa—. Muchos somos usados solo para satisfacer a los alfas, ¿no es así Eiji?
—Sí. —Balbuceé, repasando su silueta. Él era pequeño pero fuerte, de rostro ingenuo aunque con cicatrices. Sentí lástima del beta que me regresó la mirada en el reflejo del ventanal, tantos años excusándome con haber nacido simple y haberme rendido nada más. Existían personas realmente increíbles.
—¿Es cierto que él es el protegido de Dino Golzine? —Los alfas intercambiaron miradas, nerviosos, Shorter balbuceó una infinidad de incoherencias antes de acomodarse los lentes de sol.
—Lo es. —Fue Alex quien rompió la tensión—. Se podría decir que ante las cámaras Ash es como el hijo de Golzine. —Ninguno fue capaz de mirarme al rostro, el aire me supo a podrido, las excusas no mitigaron la curiosidad. Crucé los brazos con una mueca de impotencia. No sería más que una dama de compañía barata, supuse que no me correspondía cruzar ese límite.
—Creo que eso es mejor que se lo preguntes directamente a él. —Reí.
—No me lo dirá. —Estaba cansado e irritado—. Él tiene esa clase de personalidad. —Yo no la tenía.
—Eiji... —Él ambiente cambió.
Las piernas me tiritaron, la garganta se me secó, la cabeza me punzó, una grotesca amargura inundó la habitación, me cubrí la nariz, casi pude tocar las feromonas de ese alfa. Una imponente silueta se hizo presente desde las sombras, su sonrisa fue altiva, sus cabellos rubios y desordenados, sus manos se deslizaron por los bolsillos de sus jeans para guardar una navaja, su ropa se encontraba empapada de sangre. Fue paralizante. Me resguardé con el antebrazo. Los betas eran incapaces de percibir las feromonas de los demás, a menos que estas fuesen realmente poderosas. Así lo supe.
Él era muy peligroso.
—Arthur, no hagas esto otra vez. —Las palmas de Shorter evitaron que yo me golpease en contra del suelo—. Sabes que tenemos omegas en esta casa. —Bones había caído inconsciente entre los brazos de Alex. Asqueroso.
—Es cierto. —Aquel hombre era repugnante, sus palmas se limpiaron contra su camisa, dejando restos de grasa y sangre seca impregnados a la tela—. Tenemos desgracias en esta casa. —Petulancia y maldad. Me puse a la defensiva.
—Ya espantaste a los otros omegas, deja a Eiji en paz. —El más alto se paró al frente mío, traté de sostener la mirada para desafiarlo, sin embargo, me fue imposible mantenerla. Aquel hombre...
—Eiji. —Debí correr—. ¿Ese es el nombre de la nueva puta? —Lo golpeé antes de que me tocase—. Es altanero. —Con un brusco movimiento él me apartó de Shorter para acorralarme en contra de la pared—. ¿Nadie nunca te enseñó tu lugar? —Sus manos eran grandes y estaban frías, se apoyaron sobre mi cuello, del otro lado había un muro de marfil. La vida se me escapó dentro de esos afilados ojos azules.
—Bájame. —Él sonrió.
—¿Me lo estás ordenando? —Su aliento supo a pólvora—. ¿Un omega me está ordenando? —Traté de patearlo, no obstante, mis piernas fueron de papel. Sus feromonas me ahogaron, las mejillas se me agolparon con lágrimas.
—Por favor.
—Los otros omegas no me sirvieron para jugar. —Su voz se vio ennegrecida por el sadismo—. Pero creo que contigo será diferente. —Su aliento chocó contra mi oreja, tomé un bocado de aire antes de presionar mis párpados, mi cuerpo no fue capaz de reaccionar.
—¡Ya déjalo! —Shorter lo empujó, caí al suelo para toser, aspirando más de aquel desagradable aroma—. Ash ya te lo advirtió una vez, no te vuelvas a meter con sus parejas o te costará la otra mano. —Su carcajada estuvo repleta de ironía.
—Porque tenemos un líder tan débil no somos capaces de ganar más territorio. —Aquel alfa se dio vueltas para sonreírme por última vez—. Espero que nos encontremos pronto, samurai boy. —Fue lo que me susurró antes de incorporarse hacia otra habitación.
—Ese idiota. —Shorter me ayudó a levantarme, pronto la vida volvió a tomar color, mi garganta y mis ojos lentamente se reincorporaron hacia la realidad—. Aunque eres el primero que no se desmaya con sus feromonas. —Con un golpe en la espalda, él me felicitó—. Definitivamente he elegido a un buen novio para mi mejor amigo. —Y el peso del mundo fue cargado sobre mis hombros. De piernas frágiles y pasos torpes.
—¿Él es uno de los hombres de Ash?
—Es el mejor. —La culpa entreverada con terror recorrió mis venas.
—Fantástico.
El mundo se ahogó en una descorazonada confusión, jamás había sido atacado por las feromonas de un alfa, la impotencia nunca me había golpeado con tan desmesurada crueldad, tan solo me congelé, como si tuviese las manos atadas y las palabras se me estuviesen acumulando en los pulmones, el menosprecio que él me arrojó fue casi tan grotesco como el que la pértiga me devolvió. Contuve el llanto, tal vez estaba memorizando con demasiada perfección mi papel de adorno. Ni siendo beta ni siendo omega era capaz de conferirme una mísera gota de valor.
¿Cuánto más?
¿Qué más tendría que pasar para que pudiese despertar?
—De ahora en adelante seremos más cuidadosos con Arthur. —Alex cargó a Bones entre sus brazos, la aflicción suspendida en sus facciones me comprimió el corazón—. Esto pasa con demasiada frecuencia, no podemos seguirlo permitiendo. —Lo traté de tocar, sin embargo, no me atreví a hacerlo. Lo arruinaría.
—¿Él estará bien? —El moreno se presionó el entrecejo, angustiado.
—Esto pasa más seguido de lo que nos gustaría admitir, Arthur es un tema difícil. —Él se mordió el labio—. Ese sujeto odia a Ash.
Me limité a asentir mientras la figura del omega se desvanecía por el pasillo, el alfa me dio un consuelo silencioso con una sonrisa floja para seguir con el recorrido. Cuando los rayos del atardecer tiñeron de refulgente los ventanales y los cánticos melifluos perdieron sus alas, fui llevado hasta la habitación del lince de Nueva York, antes de que pudiese tomar el pomo Shorter me detuvo con un agarre en la muñeca. La tensión fue atronadora.
—¿Ocurre algo? —Los lentes le temblaron debajo de las cejas, sus pies se enredaron para que chocase con la pared, lucía nervioso.
—Trata de dormir con Ash. —Los ojos se me abrieron de golpe, el calor azotó desde mi rostro hasta mi columna vertebral.
—¿Qué? —Claro que esperaban eso, se supone que era su amante, retrocedí, incómodo.
—Esta noche trata de dormir con él. —La segunda vez se escuchó aún más degradante, el aroma de Ash me intoxicó cuando me aferré a su camisa, el vientre me explotó con pirotecnia. Esto era un caos.
—Yo... —Solo era un beta que no servía para nada. ¿Cómo diablos haría eso?—. Ninguno está en celo, no resultará. —Aquella mentira escapó con una escalofriante parsimonia de mi mente.
—¡No! —El rostro de Shorter se incendió en cuestión de segundos—. Yo lo decía de manera literal. —El mío se contagió por aquel violento carmín.
—¿L-Literal? —Me cubrí la cara, sintiéndome como un idiota.
—Él sufre de muchas pesadillas. —De repente el ambiente cambió—. Nunca habla de ellas porque es demasiado orgulloso, pero todos lo hemos escuchado gritar. —Él se retiró los lentes, constipado—. Además aparece con ojeras todas las mañanas, en este punto es obvio.
—¿No quieres que él duerma solo en la cama? —La petición me resultó tan infantil como adorable—. Eso es lindo.
—Es mi mejor amigo, me preocupa, además todos dependemos de él. —Sus brazos se cruzaron contra su vientre—. Él aborrece el contacto físico, pero como eres su omega creo que será diferente. —Reí, con amargura.
—No creo que él piense así, es una mala idea. —Sus manos tomaron las mías.
—Sé que te forcé a estar en esta situación y no tengo derecho a pedirte más, pero... —Sus párpados se presionaron con fuerza antes de que él se inclinara con una reverencia—. ¡Por favor cuida de él! —Esos mechones púrpuras se hicieron aún más rebeldes con el movimiento, mis hombros cayeron como anclas, los latidos me desbordaron conmoción. ¿No era injusto? El ave muda aún tenía canto.
—Daré mi mejor esfuerzo. —Él me sonrió antes de que tocase la puerta de la perdición.
Mis ojos se pasearon por el cuarto, el silencio entremezclado con la oscuridad fue una sinestesia peligrosa, no había mucho dentro del lugar, cortinas sedosas enmarcaban una pequeña ventana, una cama se hallaba junto a un velador, una mesita de noche y un gran librero decoraban las esquinas. Me incorporé por inercia, mis yemas acariciaron los diferentes manuscritos con lentitud, mi atención se congeló en una fotografía. Los latidos se me llenaron de sol, un adorable niño sonreía junto a un hombre de expresión bonachona, ambos estaban sosteniendo bates de béisbol, la ternura en la imagen me resultó desmesurada, esa era la encarnación de la inocencia.
—Qué lindo.
—¿Tan guapo soy? —Me sobresalté tras escuchar su voz—. Me siento halagado de que hayas caído por mi belleza. —Dejé la imagen en su lugar.
—Para nada. —El corazón se me detuvo cuando me di vueltas. Ash Lynx tenía la camisa tan rasgada como manchada, sangre aún brotaba desde su pecho hasta el piso—. Estás herido. —Corrí hacia él para examinarlo, no lo pensé ni reaccioné, tan solo dejé que el instinto me manipulara—. ¿Cómo te hiciste esto?
—No es de tu incumbencia. —Gruñí cuando me quitó su brazo.
—¿Dónde está el botiquín?
—Estás siendo histérico. —No obstante, esas heridas lucían profundas y dolorosas, sangre le goteó hacia el regazo.
—¿Dónde está el botiquín?
—En el primer cajón. —Siguiendo sus instrucciones saqué un frasco con alcohol y vendas para poder limpiarle las cicatrices, él chasqueó la lengua, fastidiado, dejando que mis manos lo atendiesen en la parte superior del brazo.
—¡Duele!
—Perdón. —Aparté el algodón con suavidad—. ¿Te duele? —Sus cejas se tensaron, sus labios se fruncieron, la indignación se hizo presente.
—¡Claro que sí! No sé tú, pero yo tengo un cuerpo muy delicado. —El ceño se me quebró frente a tan aniñada queja—. Duele mucho si lo haces sin cuidado. —¿Pero quién se creía que era? Le estaba haciendo un favor al sanar sus heridas y se daba el lujo de criticarme. Le estampé con más fuerza el algodón, su grito fue agudo.
—¡Lo siento! Soy un beta muy descuidado, así que no puedo hacerlo de otra forma. —Él se quejó más fuerte, sonreí, satisfecho por la obra maestra que le había dejado como vendaje. Eso le enseñaría.
—Eres un amante terrible. —Le saqué la lengua—. ¿No me vas a preguntar cómo me los hice? —La atmósfera cambió, mis yemas repasaron con lentitud la gasa, los latidos se me aturdieron frente a tan gélida calidez. Había algo en ese alfa que no alcanzaba a comprender.
—No parece que quieras contarme.
—No. —Su mirada me evitó, dolido—. No quiero. —Asombro genuino se encendió en sus pupilas cuando miró el vendaje, su curiosidad fue una oda para la beldad—. ¿Cómo pudiste hacer esto tan rápido?
—Tengo una hermana pequeña que es muy imprudente. —Volví a poner el alcohol y el resto de las vendas en la caja blanca—. Debo saber hacer estas cosas. —Él se apoyó sobre la cama, la mueca que trazó fue pura satisfacción entremezclada con petulancia.
—Eso no lo hubiera esperado. —Me quité la camisa y los zapatos—. Oye, no te iba a pedir que cumplieras con tus responsabilidades como amante, pero si tantas ganas tienes... —El rubio se recostó de manera seductora sobre las sábanas, él golpeó el colchón—. Yo no seré quien te decepcione.
—¡No es eso! —Le tiré la camisa en la cara—. Pero pareces cansado y deberíamos dormir.
—Tú puedes tener un cuarto para ti solo si así lo deseas. —Vacilé antes de acercarme a tan solemne figura, un estridente palpitar se arremolinó desde mi estómago hacia mi mente, su aliento me acarició como seda la nariz.
—Me da miedo dormir solo. —Me metí entre las sábanas para que él no leyese mis mentiras—. Y como tú fuiste quien me arrastró a esto deberías hacerte responsable. —Sus brazos me rodearon entre las frazadas, sus manos recorrieron mi nuca, su mentón se apoyó sobre mi cabeza, mi rostro se hundió contra su pecho, aspiré su aroma. Él olía como a un amanecer en Izumo, dulce y reconfortante.
—Esto no es tan malo. —Su cuerpo se relajó cuando mis palmas lo acunaron—. Gracias. —Él era un alfa de contextura imponente y presencia dominante.
—No es nada. —Él era una leyenda servida y amada—. Descansa. —Él era un niño acurrucado entre mis brazos.
Sus ojos eran jades contra el amanecer, de belleza efímera y matices soberbios. Sus facciones eran una oda para la beldad, su llanto era la música más descorazonada jamás recitada. Y aunque sentí el impulso de consolarlo, no lo hice, después de todo ese sol no era más que tormentas.
Sigo muerta de risa porque sé cómo termina esto y los veo y es como: "Awwww, sigue pensando así cariño, a ver cuanto te dura"
Como las pobres personas que me leen suelen ser mis víctimas en más de un fic, aprovecho de decirles que el siguiente capítulo estará mañana sino alcanzó a terminar flyboy o el viernes si es que alcanzo a subir ese. Sip, soy muy cuadrada con mi feo calendario de actualizaciones, así ningún fic muere en el olvido.
Muchas gracias por el cariño.
¡Cuídense!
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