⚘ 03: Minho.
Cuando Chan despertó, salió de casa lo más rápido que pudo, Dios sabía cuánto odiaba correr, pero ahora lo hacía como si la vida se le fuera en ello. No sabía qué diablos hacer porque... ¿quién iba a creerle? Estaba seguro que sus amigos pensarían que solo les estaba gastado una broma, que nada de aquello era real y que solo se había convertido en un paranoico por creer que algo así.
¿Cómo podría explicar toda la situación sin lucir como un psicótico?
Cuando bajaba las escaleras del edificio a toda velocidad se golpeó de frente con alguien que no vio, quiso seguir su camino sin siquiera ver quién era u ofrecer una disculpa por el golpe que se habían dado por su causa, pero un jadeo un tanto ahogado salió de su garganta cuándo fue tomado por los hombros y pegado a la pared del pasillo.
Miró hacia el frente para encontrarse con los preocupados ojos de Minho, no lo aguantó más y las lágrimas corrieron por sus mejillas, pegó su rostro al pecho del menor, abrazándolo con fuerza.
Minho estando atónito, trató de recordar la última vez que Chan le abrazó.
—Todo es real, maldita sea —habló con un tono desesperado, apretando con fuerza la tela gruesa del suéter de Minho, clavando sus blancuzcos dedos en ella—. Y-yo... Conté mal y todo se puso feo, él dice que debo estar con él porque... Porque así se lo prometí, en algo así como una vida pasada. ¡Seguro está mintiendo! Lo único que quiere es volverme loco.
Minho veía perplejo el comportamiento de Chan, antes había llegado a pensar que era solo una mala broma de su parte, pero al ver el estado alarmado en que se hallaba, aceptó que decía la verdad.
Le recorrió una oleada de temor, pues después de todo aquel ente quienquiera que fuese venía de un plano diferente y desconocido al suyo. Por otro lado, no pudo evitar que cierta emoción le recorriera casi por completo, desde que era un niño siempre le atrajeron el tipo de historias y sucesos paranormales.
Al muy masoquista no le importaba que al caer la noche terminaba durmiendo con una luz en su habitación y sin ser capaz de salir de la cama hasta que el sol se colase por la ventana, además de los incontables credos que murmuraba cuando se asustaba demasiado.
—Vamos a ver —tomó de la muñeca a Chan para hacerlo caminar escaleras arriba hacia su departamento.
No podía ir tan rápido como quería, las piernas de Chan temblaban y sus pasos eran lentos porque no quería volver, mientas subía pensaba en que no era una muy buena idea.
Cuando se hallaron frente a la puerta de madera, Minho reparó que estaba fría. Gélida. Como si en lugar de estar en los meses cálidos del año se encontraran en uno muy frío o como si la noche anterior hubiese llovido a lo largo de toda su duración.
Tragó saliva y empujó la puerta con una corriente eléctrica recorriendo su brazo. Las luces estaban apagadas, al encenderlas todo estaba en su lugar. El departamento parecía recién aseado, pero sí advirtió un inusual aroma impregnando en el ambiente.
—Qué asco, parece que algo murió aquí —comentó Minho adentrándose en la habitación con un Chan temeroso caminando detrás de él, sujeto de su suéter, luciendo como un pequeño niño temeroso.
Al entrar, Chan cerró la puerta detrás de él, separándose de Minho sin saber muy bien qué hacer. Tenía miedo de que él apareciera de un momento a otro por allí ¿sería que solo él podía verlo?
—¿Dónde están las cosas con las que hiciste el ritual? —preguntó Minho mirando de un lado a otro.
No veía nada inusual, pero desde que entró al departamento se sentía extraño, con pesadez, leves náuseas. Lo curioso es qué Chan no percibía nada en particular, solo sentía temor, no más.
—Están en ese armario —señaló la habitación en cuestión.
Minho se dirigió allí. Chan pensó que era muy valiente; pero claro, Lee no había visto las cosas que Bang sí. Tampoco le cortaron en la espalda, sintiendo el dolor agudo, la sangre tibia, y después desapareciera dejándolo desorientado poniendo en duda su cordura.
—¿Seguro que tú no rompiste el espejo al levantarte o por error? —cuestionó Minho agachándose a la altura del espejo, viendo su propio reflejo fragmentado.
Pero al espejo le faltaba una pieza de las trece en las que se dividió.
—Estoy seguro, Lee. No estoy loco, si es eso lo que insinúas —se dejó caer en el sofá, tomando un cojín y presionándolo contra su rostro.
—Oye, calma. Nunca dije eso —refutó el menor.
Minho seguía sin sentirse bien del todo dentro del departamento, pero no parecía existir ninguna razón tangible en particular. Fue él quien propuso el ritual cuando Félix le cuestionó si conocía una penitencia; pero nunca había sido testigo de una manifestación, resultaba escalofriante. No sabía cómo solucionarlo a ciencia cierta.
—Solo sé que aquí huele muy extraño y se siente extraño, Chan —respiró hondo, sentándose al lado del pálido quien tenía la mirada perdida en la pared—. Nunca pensé que esto pasaría, no sé muy bien qué se puede hacer, no te haría mal ir a algún lugar para que te expliquen algo mucho mejor sobre esto. No deberías quedarte aquí solo porque sea lo que sea que contestó a tu llamada, está aquí. Según las distintas historias que he leído, visto y escuchado, tendrás que hacer otro ritual para despedirlo y cerrar la puerta que abriste, pero los procedimientos dependen del ente y la invocación.
—¿Pero entonces a dónde voy a ir? —se pasó las manos por el rostro, una vez que las tuvo allí negó con la cabeza.
Suspiró recostándose completamente en el sofá, echando la cabeza hacia atrás para mirar al techo. Se sentía perdido, extraño, ansioso.
—Puedes venir a mi departamento, si quieres —extendió la mano para llevarla hacia el cabello ajeno, hundió los dedos en las espesas hebras negras de Chan dándole masajes en el cuero cabelludo.
—¿Estás seguro? No quiero que te sientas incómodo porque estoy allí o llevo al diablo conmigo —dijo en tono de broma, aun así, no se trataba de una pregunta retórica y su broma contenía algo de verdad.
—Claro —afirmó el menor con una leve curvatura en los labios, tirando un poco del cabello del mayor quién solo sonrió y asintió repetidamente—. Es que ya sabes, si mueres o te lleva el diablo, no tendré arrepentimientos por no haberte ayudado.
Ambos rieron por la broma de Minho, pero había un tercero en la habitación que no se encontraba nada contento. Ni por la broma, ni por el plan que recién surgido, mucho menos por la cercanía entre los dos chicos.
—Bueno... Recogeré mis cosas. Me haría bien ir temprano contigo para hacer algunos deberes que debo entregar pronto —se pasó las manos por el rostro antes de ponerse de pie y se fue directo hacia la habitación principal.
Tomó una mochila vacía que estaba sumergida en el armario, sin más, guardó la ropa que llevaría consigo. Lo suficiente para quedarse unos días donde vivía Minho.
Cuando pensó que estaba listo para irse, se fijó en la bolsa que le fue entregada en la tienda dónde compró los artículos usados para la sesión; estaba en la cama, pero él no recordaba haberla puesto allí. La tomó con intención de tirarla a la basura, pero al tenerla en la mano sintió un peso extra, una bolsa vacía no debía pesar nada.
Al adentrar la mano en busca de lo que contenía, atrapó entre sus dedos el collar que tanto le llamó la atención pero que olvidó tras tanta conmoción. Lo extrajo, inspeccionándolo, lleno de curiosidad.
Una vez más se sintió hipnotizado por dicha pieza, pero no entendía el por qué, se vio en el espejo mientras lo aseguraba alrededor de su cuello. Ni una palabra más fue dicha y terminó de recoger sus cosas para salir de la habitación, se encontró a Minho sentado en el sofá con el celular en la mano.
—Ya podemos irnos —avisó mientras se colocaba un abrigo, revisó los bolsillos de dicha prenda donde tanteó las llaves del departamento.
Al abandonar la vivienda, ambos se percataron de un cambio de temperatura del que no se habían dado cuenta hasta ahora; en el interior el frío era abundante mientras que, al salir, la calidez los abrazó.
Ninguno de los dos hizo un comentario al respecto, no se sentían cómodos. No se sentían solos. Chan cerró la puerta con llave antes de irse escaleras abajo para salir del edificio lo más rápido que sus piernas le permitieron.
Minho se sentía más aliviado conforme se alejaban de la edificación.
Pero Chan no dejaba de sentirse vigilado, acompañado y no solo por Minho.
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