Voluntad de Acero
Capítulo 14
—¿Por qué ocultaste todo esto? —Preguntó Dani al ver las orejas de elfos de Rocío que habían estado ocultas.
—Para protegerlos —dijo la mujer, mirando en especial a la chiquilla Eileen.
—¿Protegernos de qué exactamente? —Preguntó Eileen.
—En este mundo hay fuerzas más oscuras que las criaturas que rodean nuestro mundo. Los seres humanos también pueden mostrar su oscuridad —añadió esta vez Richard.
—¿Las cosas extrañas que me suceden, entonces, tienen que ver con el hecho de que tú seas una elfina? —Preguntó Eileen con una mueca.
—Sí, en teoría —dijo ella—. La magia en los seres humanos, el cosmos que recorre en su sangre proviene de la combinación de un humano con una especie del cosmos. Tu padre y yo, al engendrarlos a ustedes, les hicimos seres mágicos por naturaleza de sangre.
—¿Espera, dices que soy tan raro como ella? —Inquirió Dani asustado, sin poder creer lo que escuchaba.
Si de algo estaba seguro Dani es que él era normal. Se sentía humano y eso era un orgullo que no cambiaría. Las cosas raras eran de su hermana menor, no para él.
—Eileen no es una chica rara. Decir eso es ofender a tu madre y dudo mucho que mi paciencia aguante tanto, Dani, así que mide tus palabras con ellas —añadió con rudeza Richard, levantándose del asiento.
—¿Por qué dejaste que me trataran todos aquí como una loca, si ustedes sabían la verdad? ¿Saben las veces que Dani me molestó por ser diferente? Hizo de mí, con los niños del pueblo un infierno —Tenía los dientes apretado Eileen y la ira corría por sus ojos.
Dani agachó la cabeza. Richard y Rocío solo se miraron. No conocían del todo las burlas que Dani y sus amigos habían hecho sobre ella, pero ahora parecía ser claro el dolor de Eileen.
—Lo siento —dijeron los dos.
Rocío caminó hasta la chimenea, y susurró algo en lengua antigua. Un carbón encendido se levantó hacia la mesa, y estando allí, llamas salieron a flote mostrando la figura de una mujer.
—Cuando vivíamos en el reino Amatista una maldición de muerte se alzó sobre todos aquellos que eran diferente. Arremetieron en todos los reinos contra aquello que los humanos temían. Vinieron a nuestra casa y me llevaron a la ahorca. Con magia, pude sobrevivir y fingir mi muerte. Tu padre debía huir con ustedes al bosque pero, en el camino, arrebataron a su hermano más pequeño.
—¿Por qué no lo recordamos? —Preguntó Eileen confundida.
—Porque borré todo de sus memorias —dijo ella, tomando a Dani para descubrir sus cabellos y evidenciar un pequeño símbolo en su cráneo.
Eileen se llevó su mano allí y sintió el mismo grabado en su cuero cabelludo.
—¿Qué es? —Preguntó Dani.
—Es un símbolo que borra los recuerdos de las personas y hace otra cosas más atroces —afirmó Richard.
—Hicieron eso con nosotros, ¿las cosas atroces? —Indagó Eileen escandalizada.
—¿Cómo crees? —dijo Rocío queriendo acercarse a ella, pero esta la detuvo, mirándola con asombro y miedo—. Somos sus padres.
—Pero han mentido —dijo Dani.
—La mentira nunca será una herramienta que ayude a proteger a otros. Cuando se conoce a la luz la verdad, esta es una flecha impenetrable que acaba con todo lo que ha tocado —agregó Eileen.
—¿Dónde está nuestro hermano? —Preguntó Dani—. ¿Por qué no fueron a buscarle durante todos estos años?
—Porque el reino Amatista poseía a magos y hechiceros poderosos que usan la gema Amatista contra aquellos que se alzan al reino —dijo Richard, queriendo defender a su esposa.
—¿Qué tiene que ver esto con lo que veo en mi mente? —Cuestionó Eileen, sin entender.
—Tal vez nada —dijo su madre—. Pero quería explicar porque surgen esas cosas que ves. Lo que estás teniendo es un presagio del destino. Debes ayudar a esa criatura.
—¿Cómo? —Rugió ella, sin entender nada—. Solo sé cocinar y hacer las tareas de la casa, nunca me enseñaste nada.
Roció asintió, ahora con lágrimas en los ojos.
—¿Por qué lloras? —dijo esta vez Dani.
—Porque le fallé a tu hermano, a ustedes y a mi pueblo... Yo debí prepararles para todo esto, no darle la espalda. Tarde o temprano, siempre, tu destino te alcanza —añadió.
—Sigo sin entender por qué lloras —dijo Dani—. Hacerlo no ayudará a recuperar las lágrimas que Eileen tuvo cuando me burlaba de ella con los chicos del pueblo, tampoco recuperará las miradas que le dábamos por ser la rara de la familia, no recuperará a nuestro hermano y no hará que el dolor acabe por no conocer la verdad. Entonces, mamá, ¿por qué lloras?
En un segundo, Richard le envió un puño directo al rostro. Dani cayó al suelo, pero rápidamente Rocío tomó a su esposo para calmarlo, mientras Eileen tomaba a su hermano.
—¡Te dije que moderaras la forma en la que les hablabas! —rugió enojado—. ¡Tú no sabes nada!
Dani se levantó, limpiando la sangre de la comisura de sus labios, y sonrió con ironía.
—Tienes razón, yo no sé nada, pero voy averiguarlo —se quitó a Eileen de un lado y salió por la puerta.
Eileen tomó su capa, y suspiró.
—¿A dónde irás? —Preguntó Richard sin entender.
—Iré con él. Puede traer una desgracia si va solo. Además, debo hacer lo mejor que sé hacer, ¿no? Cocinarle...
Sus padres se miraron, y su madre le alcanzó a la salida.
—Ve al reino Diamante, tal vez allí halles respuestas. Tu visión describe un lugar como ese —dijo ella—. Y toma esto —de su mano, apareció un Libro inscrito que decía: "La magia de los elfos" —. Esto podría ayudarte a aprender lo que no te he enseñado. A ambos.
Eileen asintió y se llevó el libro consigo, pero antes de marcharse del todo, se volvió a sus padres.
—¿Cómo se llama nuestro hermano?
—David —respondió Rocío.
***
El salón imperial de la montaña en donde habitaban los cambiantes a dragones estaba forjado el piso de mármol por completo. Las paredes eran rusticas, de rocas puntiagudas, y el techo era adornado por pieles. Y pese a la fachada que esta poseía, tenía un extraño lujo propio de esas tierras.
La multitud estaba alrededor del trono, como si todos fueran parte de la misma corte del líder de aquella raza. Diana debía admirar lo que se presentaba delante de sus ojos. Akudomi estaba a su lado.
—Mi señor, he venido con la reina Diana del reino Esmeralda —dijo Akudomi, con una pequeña inclinación de respeto.
—¿Diana? ¿Y qué haces tú con una humana? —La voz gruesa del enorme hombre sentado que, todos, en comparación a aquel sujeto eran figuras pequeñas, sonó.
Estaba constituido de muchos músculos y su altura, aun sentado, destacaba sobre todos los que estaban de pie. Diana llegó a pensar que a lo mejor estaban emparentados con gigantes.
—Es mi Clymugwaed, Señor —dijo Akudomi mirando fijamente a los ojos de su líder.
El hombre alzó las cejas, y por primera vez se levantó de aquella silla para acercarse a la muchacha. Medía casi tres metros de altura.
—¿Estás seguro de lo que dices? —Preguntó el hombre.
—Si mi señor —Akudomi le mostró el pecho revelando el símbolo que estaba tallado en este. Los murmullos comenzaron.
Por algún motivo, Diana se sintió intimidada y pequeña. Ahora que estaba en ese lugar, pensaba que había sido un error venir sin ninguna guardia real por petición de Akudomi. Si ellos querían podían apresarla y secuestrarla en ese lugar. Había sido una estúpida al confiar en aquel hombre.
—De haberlo dicho antes... la hubiera recibido de otra forma —dijo el líder, viendo a la muchacha haciendo lo que nunca ella hubiera esperado: una reverencia—. Será un honor para nosotros contar su presencia reina Diana. Debe saber que aunque no buscamos emparejarnos con humanos, respetamos la ley de los Clymugwaed.
—Quiero un trato de ustedes con mi reino —dijo ella, por primera vez, alzando el mentón—. He venido con ese propósito para formar alianza.
El líder le sonrió, se carcajeó y volvió a su enorme silla.
—¿Una alianza? Eso ya lo tienes. Debes casarte con Akudomi si quieres esa alianza. Mejor hablemos de lo que realmente quieres, ¿no? Dudo mucho que los humanos hagan cosas solo por... ¿amor?
—Tiene razón, señor...
—Beigard —enfatizó el líder—. Llámeme por mi nombre, reina Diana.
—Beigard —aclaró ella—. He sido deshonrada por dos reinos y no tengo la fuerza suficiente para destruirlos. Desearía usar el odio que tienes sobre los humanos para cumplir mis propósitos.
—Aunque les odiemos, el odio nunca es una opción para caminar reina Diana. Debería saberlo... —dijo el líder.
—Lo sabría si tuviera miedo —replicó ella sin dudar—. El miedo es lo que nos hace débiles y nos hace retroceder antes nuestras convicciones. Tengo información que la gema amatista pertenecía a este lugar. ¿Le parecería un trato justo si le ayudo a recuperarla si me colaboran para recuperar nuestra gloria?
—¿Cómo sabes eso? —rugió Beigard, mostrando los dientes.
Akudomi le rugió también, colocándose delante de ella. Beigard quedó desconcertado. El vínculo debía ser fuerte pues estaba siendo capaz de enfrentarse directamente a él.
—Señor, no me obligue...
—Calla Akudomi. Tu mujer tiene una voluntad desafiante y determinante. Será la perfecta esposa de mi hijo. Y ella ahora tiene un trato.
Diana sonrió con la picardía reflejada en su rostro, y agregó:
—Ahora si podemos hablar de la boda. Me vestiré con pieles de dragones...
***
—Entonces, ¿solo debemos confiar en ti? —Preguntó Lance, con el ceño fruncido.
—Sí —respondió Aland, sentando sobre el enorme sofá lleno de pieles, con los collares y sus gemas expuesto sobre su cuello.
Estaba en la misma cabaña que, con ayuda de Aland, aunque por fuera se veía diminuta, en su interior era tan grande como el salón de uno de los palacios. Origami y Samael estaban reposados en una esquina, sobre las cortinas reales mirando desde ese punto. Kimiko estaba sentada en el aire, mientras Lance y Yami también, pero enfrente de estos dos.
—No puedo simplemente dejar que nos guíes —dijo Yami, sin poder creer lo que le pedía Aland.
—No, ese no es mi trabajo —respondió él—. Ese es el trabajo de él —señaló a Lance.
—Sí él es el guía, entonces ¿cuál es nuestro próximo movimiento? —Preguntó Kimiko inocente.
—Estaba pensando en ir al reino Zafiro, pero por lo que nos has contado, creo que...
—¿Y sí pasamos a las cosas no obvias? —dijo Aland aburrido.
—Usted siempre de descortés con la gente que no conoce, al menos déjele hablar —le reprendió Kimiko, pero Aland se inmutó.
—Si va a seguir diciendo obviedades como que no deberíamos ir a Zafiro, entonces mejor dejo que hable contigo y me iré a dormir. Solo asegúrense de levantarme cuando la conversación salga de ese punto —agregó.
—Y después hablan de que yo soy la loca —dijo Yami, con una mueca—, pasando entonces la parte donde me caes bien por tu ironía pero que te odio al mismo tiempo por lo mismo, debo decirte que nuestro amigo Lance no tiene ni idea de qué hacer. Al menos, no conociste al amargado que abandonó el grupo.
—¿Tsukine? —indagó Aland con una sonrisa.
—Sí, ese mismo... ¡Espera! ¿Conoces al amargado? ¿¡Cómo!? —Preguntó Yami impactada.
—No, no lo conozco, solo sé que en este momento va camino al reino Diamante porque tiene pensado robar la gema de ese lugar. Podríamos ir allá o simplemente ir directamente al reino Rubí.
—¿Cómo sabes eso? —Preguntó Lance, sin poder creerlo.
—Tengo mi fuente de información en otros mundos —dijo Aland tranquilamente—. Puedo darles información, pero la decisión debes tomarla tú, Lance. ¿Qué deberíamos hacer?
Lance miró a Yami, y esta se encogió de hombros.
—Entonces, si conoces mucha información... sabes si él está en peligro.
—¿Quién Tsukine o Sigurd?
—¡Tsukine! Espera... ¿quién es sigurd? —Preguntó Lance.
—Tsukine no, pero lo estará. Sigurd ha estado en problemas por muchas décadas pero respirará un poco de libertad dentro de pocos. La cuestión es si llegará a tiempo para cuando...
—Señor, no se pierda —dijo Kimiko—. Recuerde que ahora usted no está al mando y es por órdenes de Gaia.
Origami y Samael por primera vez se acercaron, y fue la chica dragona la que habló:
—¿Y si nos separamos y abarcamos ambos reinos?
—Yo iré donde ella vaya —aclaró Samael.
Aland, Yami y Kimiko, no respondieron miraron a Lance.
—¡Por las faldas de Saya! —gritó fastidiado—. ¿En qué momento escogieron a un esclavo, ladrón y fugitivo para tomar decisiones importantes? Y claro, añádanle el hecho de que soy un cobarde de primera y...
Se calló. Justo en ese momento su mirada se posó hacia una de las ventanas en dirección al bosque. Y allí vio algo que no esperaba ver: El bosque se iluminó de pronto y portales se abrieron el cielo. De ellos descendían cosas que volaban que no identificó muy bien.
—¿Y eso qué es? —Preguntó.
Aland si mirar por la ventana, agregó:
—Eso es obra del Destino y los planes de Gaia —suspiró, colocando los ojos en blanco.
—Es magia oscura —susurró Yami, aterroriza—. Es un ejército completo.
—Bien, es momento de luchar. Andando Kimiko —dijo Aland, levantándose.
De inmediato la habitación enorme desapareció, mostrando el tamaño habitual que Lance y Yami habían estado usando antes de su llegada. Las puertas fueron abiertas, y estos al salir, vieron en el cielo una luz que cayó en medio de aquel patio.
Dos personas habían caído en ese momento. Una, claramente era una hada por las enormes alas que revoloteaban detrás de ella, y el otro era un soldado del reino Esmeralda.
—Lance, entonces, qué deberíamos hacer. Te doy una pista —dijo Aland—. Esos dos de allí, debes protegerlos y aunque huyamos estaremos bajo el rastro de las criaturas oscuras que desciende en los cielos. Guíanos entonces.
Lance miró a Aland. Kimikó le sonreía en una forma de querer apoyarle animarle a cumplir su cometido, y dijo:
—Samael y Origami, ustedes protéjanlos a ellos. Yami, Kimiko, Aland y yo lucharemos —dijo.
—Permíteme corregirte una vez más, amigo —añadió Aland—. Tú debes quedarte con ellos para dirigirnos a todos. Si perdemos la lámpara que guía nuestros pasos, ¿cómo caminaremos a través de la oscuridad?
—¿Me pides que sea un cobarde? —le cuestionó.
—No, Lance —respondió esta vez Kimiko con una sonrisa—. Te está pidiendo que seas inteligente. Eres el más importante aquí de todos nosotros. No se puede recorrer un camino, si lo único que guía el sendero se llegara a perder.
—Voto por el montón de palabras que ellos dicen, niño —dijo Yami, cruzando los brazos—. Se necesita de más valentía confiar en ellos que luchan por todos nosotros.
—Bien, entonces lo haremos de esa forma —dijo—. ¿Cómo nos comunicaremos a largas distancias?
—Eso déjamelo a mí —dijo Yami, con una sonrisa.
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