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Los Caminos de Pain


Capítulo 43

El desierto estaba tranquilo. Increíblemente la temperatura que este podía llegar a tener cuando era de noche, era en extremo distinto a plena luz del día. Dani estaba titiritando ante la corriente de aire que les cubría. Por ello, Yami se colocó a un lado de este para abrazarlo. Fue una idea tierna, pero ineficaz. 

Kimiko hizo aparecer un pequeño libro de hechizos, y susurrando algunas palabras, creó conatos de fuego a su alrededor que no se apagaban con el aire y que danzaban alrededor de la alfombra voladora, como si se tratara de montones de luciérnagas. Por supuesto, el fuego nunca llegó alcanzarles, sino que parecían repelerse contra la piel de ellos. 

El calor había llegado. 

Lance miró agradecido a Kimiko, y la misma Mina le sonrió. 

La historia sobre los chicos elementales se seguía narrando, pero se detuvo cuando Dani se quejó, debido a un fuerte dolor detrás de su nuca. 

—¿Sucede algo, amor? —Preguntó Yami, extrañada. 

Dani tenía los ojos abiertos como platos, redondeados, aunque no lo supieran los demás, en ese momento estaban llegando algunos recuerdos que, estaba seguro, que en menos de un minuto no había tenido. 

—Creo que ya sé quién es mi hermano —dijo este, mirando la sorpresa reflejada en el resto—, es Tsukine... 

—¿Estás seguro? —Preguntó Lance, sin poder creer aquello. 

—Él tiene razón —dijo Kimiko, con expresión amarga—, algo está sucediendo, puedo sentir a Tsukine bastante alterado... No creo que sea algo bueno, él... Debo ir con ellos... 

—¡Kimiko! —le interrumpió Yami—, deja de preocuparte, mejor veamos que está sucediendo...

Yami hizo aparecer de entre sus manos una enorme bola de cristal y comenzó a murmurar palabras en otras lenguas. 

—Parece que hay una fuerza mágica poderosa en ese sitio... no puedo acceder...

—¿Y si te ayudamos? —sugirió Mina, con una sonrisa, extendiendo su mano. Yami, parecía no entender—. Cuando varias criaturas mágica se toman de la mano y comparten su esencia, es posible amplificar la magia y aumentar la energía cósmica. 

—En ese caso ayudaré —dijo Kimiko, tomando la mano de Mina, asustada. No podía pensar con claridad. 

—Tu también grandote —dijo Mina, señalando a Dani—, puedo oler sangre élfica en ti. 

Dani arrugó el entrecejo, era la primera vez que alguien le decía algo como aquello. Claro, ahora tenía sentido el campo protector que podía generar de la nada. Ahora resultaba que él era tan raro como su hermana. 

Tomó la mano de Yami.

Kimikó miró a Cris, la criatura marina que estaba silenciosamente sentado. Cris sabía lo que estos querían tratar de hacer. Suspiró y solo asintió. Con ello, Dani tomó su hombro al igual que Kimiko. 

Mina miró a Yami para que lo intentara de nuevo, Lance miraba desde afuera el pequeño circulo mágico que habían credo en el centro de la alfombra, y entonces, allí pudieron verlo todo: Primero observaron las calles del reino Esmeralda en pleno caos, seguido de una enorme explosión en un punto del palacio, cubierto de llamas negras. 

—Las llamas del infierno —dijo Mina, con el entrecejo marcado—, quien las use está haciendo uso de la magia más corrupta que existe en este mundo. 

Yami se sintió mal, pues sabía que lo que había hecho la última vez, le había hecho perder su magia natural. 

—¿Esa es Eileen? —Preguntó Dani, cuando observaron a una chica que volaba en los cielos junto a Aland, y luchaba contra otra mujer. Pero su apariencia era angelical y divina.   

—Parece que no solo tienes sangre élfica sino angelical —dijo Mina, mirando curiosa a Dani, pero con extrañeza. 

—Efectivamente es Eileen, pero ¿qué es lo que está ocurriendo?  —Kimiko no podía entender. Sus ojos estaban sobre su maestro. 

Entonces, en un parpadeo, una enorme explosión ocurrió que devastó toda la zona. Kimikó se agarró el pecho, estaba asustada por la muerte de su maestro. Sin embargo, la bola de cristal evidenció que habían usado un poderoso escudo. 

—¡Por Gaia! —gritó Lance— ¿Qué fue eso?

—Parece obra de un poder más allá de lo que conocemos —admitió Yami. 

—Ese reino ha quedado hecho polvo —comentó Cris, por primera vez—. Por eso creo que la magia, debería...

—Esto no es culpa de la magia, es culpa del corazón de quien la usa —le corrigió Mina de inmediato, sin saber quién era Cris como los demás conocían. 

Dani le miró con cara de: "Otra más que te lo dice". 

Vieron a Sigurd unirse a la batalla, seguido de su pronta derrota; seguido la aparición de Urasue e Iris. 

—Con que allí fue esa maldita bruja —dijo Kimiko, apretando los dientes. 

—¿Pero qué hace Iris con ella? —Preguntó Yami, sin entender. 

—Miren ese hocumunculus —señaló Cris, a la mujer que estaba al lado de Iris y Urasue—, no se parece a las mismas criaturas que ustedes invocaron... 

Entonces, antes de que pudieran decir algo, vieron como esta absorbió el alma de la bruja con la que luchaban e Eileen. 

—¡Eileen! —chilló Dani, acercándose con tanta imprudencia a la bola de cristal, que casi hizo que todos se voltearan de la alfombra voladora— ¡Debemos ayudarles, debemos...!

Dani se calló, justo cuando vio el cuerpo de su hermana sobre el suelo completamente inerte. Todos se miraron horrorizados. Y Mina sintió una profunda pena por el miembro más grande de ellos. 

Nadie dijo nada. 

Y aunque seguían procesando lo que habían visto, los horrores no terminaron: vieron la absorción de Urasue, las de miles de almas, la apertura del inframundo, la destrucción de este junto a Luzbel, la muerte de los padres de Dani y el arrebato de Tsukine, vieron la muerte de Diana y el lamento de Akudomi, y por último el despertar del Nihilismo y la muerte de Aland. 

Todos estaban tan absortos de lo que había ocurrido, que el silencio reinó por mucho. Cris sonreía, y fue el primero en hablar: 

—Ahora si me creen que las criaturas con poder solo traen dolor a los suyos...

—¡Cállate, maldita escoria de...! 

Dani se había levantado con tanta violencia y con el hacha directo a su cuello, que Mina no solo notó el peligro de lo que iba a suceder, sino que observó la conmoción de Kimiko al perder su maestro, el dolor expuesto en Yami pues podía sentir todo lo que su Clymawed sentía, y a un Lance completamente perdido sobre qué deberían hacer. Tenía toda la pinta de que terminaría mal. Así que, no dudó en colocar sus manos sobre la alfombra. Y de esta, decenas de setas aparecieron. Y con ella una nube de polvo se levantó. 

Para cuando la cortina de polvo acabó, todos los chicos estaban desmayados. 

—Lo siento, pero deben llegan al reino Rubí antes de que el Nihilismo venga por nosotros... Somos los siguientes... que Gaia nos ampare...

***  

Fierce llevaba a Tsukine desmayado sobre su hombre. Cristal y Donny iban detrás, marcando el paso de este. 

Se detuvo, apretó su pecho con una de sus manos a la altura de su corazón, cuando sintió un profundo dolor proveniente de Iris. Comenzó a llorar sin razón, pero sabía que ese sentimiento provenía de su amada. Creyó que los chicos no lo notarían, pero se sorprendió de ver la mano de Cristal sobre su hombro. 

—No te preocupes, al menos ella está viva —dijo ella, con una profunda tristeza reflejada en el rostro. 

—Está cerca, puedo sentirla —dijo Fierce.

Cristal le asintió. 

Siguieron caminando, cuando un rugido por encima de ellos hizo temblar el lugar. Esto hizo que elevaran sus vistas al cielo, y allí vieron el cuerpo de alguien caer, y un dragón negro que perdía su forma. Seguido, detrás de ellos, venía un dragón plateado y a quienes reconocieron como Samael. 

El dragón negro no era más que Akudomi, quien lloraba desconsoladamente. Había atrapado el cuerpo de una mujer en el aire. Lo cubrió por completo aunque sabía que se sentía frío y que no había vida en él. Incluso, a pesar de que su cuerpo estaba siendo golpeado por las ramas de los árboles, hasta golpear contra el suelo, no parecía dolor comparable. Todavía así, sintió un profundo dolor en su columna. Sabía que estaba sangrando, pero nada de eso se igualaba al dolor que sentía en su alma, por la perdida de aquel ser que estaba en sus brazos. 

—Por favor, por favor, por favor... —suplicaba entre jadeos y lágrimas—, despierta... por favor, despierta... todavía tenemos mucho qué hacer, una vida que llevar, hijos que compartir, todavía... yo... 

El hombre como pudo se sentó y cargó el cuerpo al altura de su pecho, y lo apretaba sobre él. 

—Te amo, Diana... despierta, tu eres la mujer más fuerte que he conocido... tú, ¡tú no puedes dejarme! Mi amor... yo prometo protegerte mejor... Yo puedo protegerte, si, realmente puedo... Yo...

—Akudomi —la voz de Origami la escuchó a un costado...

—Hermana, dile que despierte... dile que los dragones somos los mejores protectores, dile que...

Origami comenzó a llorar y miró a un lado a Samael, quien estaba a un costado, junto a Fierce con Tsukine, Donny y Cristal que miraban la escena. Ella se acercó y se inclinó al lado de Akudomi, y le tomó el hombro. 

—Akudomi, ella... 

—¡No! ¡No! —le rugió tan fuerte que Samael se preocupó y casi se colocaba delante de ella para protegerle, pero se detuvo cuando la mano de Cristal tomó su hombro. 

—Los lazos familiares son más fuerte cuando se enfrentan juntos al dolor —dijo Cristal, mirando a Samael. 

El vampiro se detuvo. 

—¿Qué ocurrió? —Preguntó Donny, sin entender todavía. 

—Lo mismo que ocurrió con los padres de Tsukine—respondió Fierce—, pero... ¿cómo es que ustedes?...

—Los dragones son inmunes a ciertos tipos de magia —dijo Cristal— Y tú ya estás muerto —añadió, al mirar a Samael qué parecía no entender cómo es que él seguía allí. 

—¡Diana, Diana, Diana! —los alaridos de Akudomi continuaron—..

—Akudomi ella está...

Origami no pudo terminar de decir la frase, cuando un agujero oscuro se abrió, expulsando a Sigurd y a Iris de ellos. Sigurd estaba desmayado e iris no se veía nada bien. Por supuesto, Fierce al ver a Iris, no dudó en soltar a Tsukine a un lado y correr hacia ella. 

—¡Iris, mi dulce flor...! —Vociferó, pero se detuvo cuando ella le miró por un momento. 

Sintió el remordimiento de su corazón, pero luego su voz se volvió un hilo, cuando vio el cuerpo de Diana sin vida, Akudomi llorando junto a Origami, Tsukine desmayado, y al resto: 

—Yo no sabía que... Lo lamento mucho, yo... 

—¿De qué hablas? —Preguntó Samael, sin entender. 

Claramente, todos parecían tan desconcertado como este. 

—¿Iris y tus alas? —Preguntó Fierce, dando un paso más hacia adelante, pero ella retrocedió dos más. 

—Yo... las perdí... quise traer a Sybil de vuelta e hice un trato con esa maldita bruja, pero me engañó, ella me usó y robó la vida de Eileen y los demás, y...

Iris no pudo continuar, pues justo en ese momento Akudomi se había transformado en dragón. Fierce supo que lo que esta había confesado, había hecho detonar la ira de Akudomi. Fierce sacó la espada de su armadura, y se colocó delante de ella, pero Akudomi de una sola brazada arrojó a Fierce al otro lado del campo. 

Iris estaba pasmada por la escena. Intentó hacer algo, pero su magia no funcionaba. Se asustó. Se lo merecía. Ella tenía que morir para poder expiar sus propios pecados. ¿pero de qué servía una muerte, en comparación a todas las vidas llevadas por esa criatura que estaba segura no podía ser Sybil? Esperaba su muerte, cuando un dragón plateado se interpuso delante de ella y rugió al dragón negro. 

Akudomi envió un zarpazo a Origami que impactó directo a las fauces de esta hasta llevarla contra el suelo. Iba a morder directo a su garganta, cuando Samael se interpuso y tomó con sus manos los colmillos de este, deteniendo la mordedura mortal hacia su amada. 

—Serás mi cuñado, pero tendrás que matarme a mi también para dejarte que asesines a mi esposa —jadeó Samael.

Lo que parecía ser imposible sucedió: Samael aferró sus pies al suelo, y haciendo uso de toda su fuerza, hizo retroceder a Akudomi, suficiente para que Origami se levantara. 

Akudomi comenzó a sacudir la cabeza como una bestia enloquecida, moviendo a Samael de un lado a otro que parecía aferrado a soltar el dragón. Entonces, una vez de pie Origami, sacudió su cabeza para reponerse un poco. Aunque ella era fuerte, no podía hacerle frente a su hermano, al menos no a través de la fuerza. Se asustó de ver a Samael siendo zarandeado de un lado a otro, como un trapo, y con ello emitió una cortina de escarcha de sus fauces.

Samael, finalmente salió volando por los aires y cayó contra el suelo. estaba dispuesto a volver a luchar contra ese dragón, aunque sentía toda las de perder, pero cuando se repuso, vio al dragón tambalearse de un lado a otro, rugiendo con lamentos, mirando con suplicas a su hermana. Seguido de ellos se destranformó y cayó dormido al suelo. 

Cuando Origami volvió a la normalidad. Se encontró a Fierce abrazando a  Iris en el suelo, desconsolada. Segundos más tardes, otro grito desgarrador sucedió: El de Cristal. 

La chica cayó al suelo con alaridos de muerte y un llanto profundo y genuino que empapaba la tierra. Casi era la misma imagen del dolor que las mujeres sentía en el parto,  pues estaba se había doblado sobre esta misma. Donny intentaba ayudar a su hermana. Y lo vio, la rosa dibujada en el pecho de Cristal había desaparecido. Arrugó el entrecejo, miró a su hermano desnudo en la tierra, se acercó a este, lo giró y vio que su rosa tampoco estaba. Miró a Sigurd, a un lado de Iris y este tampoco lo tenía. 

Se espantó.

Ella aunque se hacía una idea de lo que podrían estar sintiendo, le fue imposible imaginarlo por completo, pues no podía pensar en vivir sin Samael.   Vio a su esposo por un momento, y dijo: 

—Han perdido a su Clymuwaedes...

—Imposible —dijo Samael, mirando a los tres cuerpos que sufrían—, eso significa que no solo Diana, sino Eileen y... No... Aland...

—Parece que ahora somos libres de nuestras vidas —dijo Origami, con mucha pena. 

—O fuimos los peores protectores —respondió Samael. 

Las voces se callaron, cuando una enorme sombra les cubrió. Miraron al cielo, y aunque las nubes tapaban la criatura que estaba por encima del cielo, se dieron cuenta que aquella cosa había despertado. Lo que no sabían, es que se tratara de una criatura imperial. La sombra de muchos tentáculos se alzaba, y en un segundo, con el ondeo de un solo tentáculo, las nubes fueron barridas y un poderoso viento apareció. Lo que se supo más adelante, es que aquel suceso destruyó la cuarta parte del mundo.  

***

La tierra no solo estaba deshabitada. Sino que la corteza terrestre estaba muerta por completo. Era un desierto árido, en un lugar plano, con grietas que dejaba entrever un flujo de lava que iba desde el exterior hacia el interior del suelo. Sobre aquel lugar de muerte, habían seis presencias sentados en el aire, contemplando la obra de su destrucción: 

—¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que nos hicieron aparecer? —preguntó un hombre de calavera, y orejas puntiagudas como un conejo. Llevaba un traje blanco, dos pistolas en sus manos, y detrás de su espalda, espadas.   

—Quinientos millones de años, Lucian —respondió un humanoide sin sexo, sin boca, sin orejas y desnudo; de tez blanca y ojos amarillos con forma asiática. 

—Una vez más estamos los seis impuros. No lo recordaba, Mucian —respondió, con un risilla detrás—, solo tú te detienes en detalles como esos.

—Detalles que nos mantienen vivos siempre —respondió este sin más. Su tono de voz era monótona. En cambio, la de Lucian parecía juguetona y burlista.

—Creí que seríamos usados aquel día en el reino Elemental —rugió un gigante esquelético, con cuernos llenos de ojos, todos de color rojos, y con brazos alargados que alcanzaban más allá de sus rodillas. a diferencia de los otros dos, este parecía ser mucho más sangriento y oscuro.

—¿Cuántas almas nos llevaremos esta vez? —Preguntó otro gigante, compuesto basicamente de músculos y muchas manos. Su postura era animal, como la de los gorilas, con brazos delanteros fuertes y otros más finos detrás. Alrededor de su cuerpo, brazos y manos se extendían, y todo el rostro estaba formado por más manos que, con algunos de sus dedos formaban las comisuras de sus ojos y sus fauces. 

—Calculo más de cien millones de almas, Rician —respondió Mucian, en un segundo. 

—Yo solo deseo alimentarme de los gritos de las almas —dijo una criatura de apariencia femenina que parecía fusionada con el suelo, esquelética, cabellera negra y alargada, sin ojos, pero con una expresión en el rostro de lamento. Su parte inferior parecía estar compuestas de raíces fibroídes musculares que daban un aspecto nauseabundo. 

—No me interesa conocer los deseos de ninguno de ustedes —acotó otra fémina, de cabellera plateada, corto, traje sacerdotal blanco, y un enorme amuleto de oro estrellado que cubría gran parte de su rostro, exponiendo solo sus labios. Debajo de sus vestidos, todos sus miembros eran compuestos de serpientes blanquecinas. En sus brazos, llevaba un arco y flecha de oro—. Lo que deseo es convertir este lugar en polvo de una vez por todas.

—Típico de Vician —soltó una risotada Lucian—, pero lamento decirte que esta vez somos más lo que deseamos una destrucción lenta, ¿o no, Clisian?

—Yo estoy de acuerdo —dijo aquella mujer de cabellera oscura, de nombre Clisian—. La lentitud en el dolor, causa mucho más sufrimiento y llanto.

Los demás admitieron la razón de esta. Vician no demostró ninguna emoción, solo miró con odio a Lucian. 

—¿Por donde empezamos entonces? —Preguntó Vician, sabiendo que había perdido.

—Según los recuerdos de los absorbidos, todavía quedan reinos imperiales por destruir —argumentó Mucian—, de los humanos, solo queda el reino Rubí. 

—Entonces comencemos —agregó Ducian, mostrando una sonrisa que revelaron un dientes filosos.     

Pd: Aquí los seis impuros

Lucian 

Mucian

Ducian

Rician

Clician

Vician

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