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Lo que Gobierna al Mundo

Capítulo 03

-El niño tiene potencial, rey Lucius -reiteró el general de la brigada principal-. Ha dominado el arte de la espada en el menor tiempo que todos mis hombres, y, no solo eso, los ha vencido a todos. Me cuesta creer que era un chico de la calle que estaba muriendo de hambre. Hubiera sido un desperdicio, Majestad.

-Y pensar que así fue como lo hallé, Lord Reynolds. Me contenta saber que la inversión que he hecho ha valido la pena -respondió el rey con una sonrisa, complacido de las grandes noticias.

-Señor, estoy muy seguro que también tiene habilidad con el cosmos... ¿Puedo probarle si me lo permite? -añadió Filius, el sabio ancestral y principal de la corte del rey Lucius.

Filius, era el principal encargado en entrenar a todos aquellos chicos que nacían con la habilidad de controlar el cosmos, la única fuente de Magia que los humanos, hasta ahora, habían podido usar y controlar.

-Filius, ¿entiendes lo que me pides? -Preguntó el rey.

-Sí majestad, y no me atrevería en hacerlo sino estuviera seguro.

-Podría morir como los otros -afirmó Lucius, ahora con el ceño fruncido.

-Podría, pero no lo hará Señor. Los chicos que me traen de las calles y de los lugares más remotos, con el perdón de usted majestad, no son traídos por mí, sino por hechiceros de bajo nivel. Apenas reconocen un hada de un elfo, Señor -aclaró.

-Más te vale, Filius, que no te equivoques. Sí el chico muere por tus métodos, entonces serás tú el segundo en morir. Una vida por una vida sería lo justo.

El rey posó su mirada en el general Reynolds, y añadió:

-¿Crees que no necesita de más adiestramiento con la espada? ¿Está listo?

-Sí, Señor -dijo el general Reynolds.

-Llévalo con Filius, ahora -ordenó.

El general salió, y cuando estuvo a solas con Filius, el rey se dirigió a este con la misma presunción que lo caracterizaba. Hizo señas a un siervo para que la trajera vino, y cuando la copa estuvo en sus manos, luego de que un copero lo probara primero, habló:

-Ya sabes lo que debes hacer... quiero que borres todos los recuerdos del muchacho, que olvide a sus padres, a sus amigos, a todo el que tuviera contacto con él. Colócale el recuerdo que he vendido a todos aquí: Fue hallado en las calles muriendo de hambre y le rescaté. Quiero que sea lo único que el chico necesite. Quiero que sin mí, él no pueda vivir.

-Lo haré mi Señor. No recordará lo valioso que realmente es.

***

El sonido de una carreta y el golpeteo de las ruedas de esta, fue lo que levantó a Tsukine. Estaba aturdido y, por alguna razón, todo su cuerpo le dolía, incluyendo su cabeza.

Se dio cuenta que estaba en la parte de atrás de una carreta de heno. A un lado, estaba el esclavo Lance dormido. El collar amatista estaba entre sus manos, Tsukine se tentó en quitárselo, pero el solo acercamiento a este le hizo que una fuerza sobrenatural le enviara una descarga eléctrica.

-No hagas eso, Lord Tsukine -una voz conocida le habló-. Si te acercas demasiado, otra vez serás expulsado por su magia, y, es posible que esta vez no despiertes como lo has hecho ahora.

Tsukine miró a la persona encapuchada, y que gracias al sonido de su voz, percibió en realidad que se trataba de una mujer. Pero no era cualquier mujer.

-Madre Saya, ¿qué haces aquí? -inquirió.

-Cumpliendo con el destino, muchacho -respondió, volviéndose un instante hacia el sonido de la voz de Tsukine. Evidentemente, había alguien más conduciendo la carreta pero estaba cubierto por una capa que impedía ver de quién se trataba-. En este momento, ya debes haber visto un atisbo de la verdad.

-¿Fue real? -No dudó en preguntar con una tristeza profunda.

-¿El qué? -Replicó ella.

-Mi sueño -dijo él, ahora mostrando signos de desesperación. Esperaba que todo fuera mentira.

-Todo depende de lo que quieras reconocer como verdad Tsukine. En este momento te debates si lo que pudiera decir te llevará a tener convicciones reales. Pero es importante que seas fiel a tus propias creencias no porque alguien te lo diga, sino porque has experimentado lo suficiente como para que nadie pueda negar tu experiencia. La base de una verdad son las pruebas que la evidencian.

-Quiero creerte Madre Saya, pero me es difícil -dijo finalmente, llevando una de sus manos a su frente.

Debía ser una mentira. Tenía que serlo.

-Tsukine -llamó su atención la mujer de nuevo-. No sé qué viste en tus sueños, pero sé lo que ocurrió en el pasado, porque estuve en ese momento. Si en algo ayuda, entonces toca detrás de tu cabeza.

Tsukine lo hizo. Y en ese momento se dio cuenta que nunca se había tocado la cabeza por encima de su nuca. Cuando metió los dedos entre su cabello hasta tocar el cuero cabelludo, delineó con las yemas de sus dedos un pequeño símbolo: era circular, pero tenía un patrón en forma de "X" que lo atravesaba. Abrió los ojos. Él sabía lo que significaba.

En sus estudios de magia, ese símbolo era uno prohibido. Capaz de doblegar la voluntad humana y destruir el ser de la persona, pues borraba quienes eran y lo hacían conforme a los deseos del invocador.

-¿Quién soy? -Le preguntó a Saya.

-Es la pregunta que todos nos hacemos y nunca terminamos de encontrar. En un momento somos almas libres, en otros almas que sienten penas, y en otro somos solo lo que queremos ser, y la mayor parte del tiempo, tristemente somos lo que otros quieren que seamos y fingimos, Tsukine -añadió ella, de forma tan lacónica y enigmática como siempre solía hablar.

-¿Quiénes son mis padres? -preguntó.

-Me temo que no puedo responder eso.

-¿Qué puedes decirme que me ayude entonces, Madre Saya? -dijo ahora con los puños cerrados, y tan confundido que, de no haber sido por aquella escena, el hombre determinado y arrogante que Lance le apreció ver, parecía haberse quebrado o una mera y simple utopía en ese momento.

-Debes ayudar a Lance. Como te has dado cuenta, la gema Amatista lo ha escogido como su portador para protegerlo. El cosmos mismo sabe que vienen cosas terribles para nuestro mundo, Tsukine. Y tú has sido destinado para grandes cosas que pueden alumbrar un rayito de esperanza en este penoso momento de oscuridad.

-¡Pero él es un esclavo! -La cuestionó.

-¿Y qué? ¿Acaso no tuviste una oportunidad de cambio cuando te hallaron en las calles muriéndote de hambre? -le contradijo.

-Eso no fue real -agregó.

-Pero tú decidiste vivir creyéndolo hasta ahora. De igual forma tuviste un cambio.

-¡Fue un cambio obligado, no una elección! ¡Yo no elegí vivir esta vida! Me la impusieron con magias y mentiras. ¡Tengo una familia!

-Entonces, veo que ahora estás en condiciones para entender a Lance cuando te habló esa noche sobre nuestras supuestas "opciones" -dijo ella, ahora con una sonrisa en el rostro. Hubo un silencio-. No hay ser humano más triste que aquel que se cree libre sin serlo. Y así somos todos, Tsukine. ¿Por qué luchas entonces? ¿Qué convicción real tienes para ser responsable de tus actos?

Por primera vez, Tsukine no tuvo nada que decir. Al contrario, vio el cuerpo de Lance y sintió pena por los moretones y el corte en su mejilla. Él parecía ver la cortina de mentiras, y aunque no lo sabía, estaba más sumergido en la realidad de lo que él estaba.

El sonido de los animales del bosque, y pese a la densidad de este, se dio cuenta que estaba en horas del día. Pequeños reflejos de luz atravesaban las hojas del lugar y el sendero se veía más solitario de lo que había acostumbrado de ver.

-¿A dónde vamos? -preguntó Tsukine, ahora interesado en quién era el conductor.

-Iremos a la casa de una amiga...

Tsukine no supo cuánto tiempo pasó, pero se dio cuenta que había sido mucho, pues habían llegado a la oscuridad de la noche. Tenía mucha hambre, pero no era lo más importante. Todavía le daba vueltas al sueño tan real que había tenido. Lance, todavía no había despertado, y era normal, había tenido contacto con la magia, tal vez, por primera vez. Sabía el sentimiento de eso. Él mismo pasó por eso y duró semanas durmiendo cuando tuvo sus primeros contactos con la magia. Si bien dominar la espada no fue un problema, la magia había sido otra cosa, y Filius había sido duro con él siempre.

De hecho, odiaba a ese sujeto, aunque nunca se lo dijo. Solo llegaba para las prácticas y nada más, nunca le consoló cuando fallaba, ni tampoco le celebró cuando aprobaba, solo estaba allí para cumplir la orden del rey. Y fueron sus hechos lo que le hizo creer que debía ser tan convincente y leal como Filius lo era. Por eso era así.

Cuando la carreta se paró en una pequeña cabaña del bosque, irregular, con una madera deteriorada pero funcional, luces prendidas, una chimenea humeante y luciérnagas que adornaban el jardín improvisado, pero perfectamente cuidado, se dio cuenta que, o bien era la cabaña de una bruja o la de un hechicero.

Bajó de la carreta, y en pocos segundos el conductor encapuchado de la carreta pasó a su lado con la capa ocultándole el rostro todavía. ¿Escondía algo? Llevaba sobre sus hombros el cuerpo de Lance, y sin tocar, se adentró a la cabaña. Tsukine miró a Saya, pero esta parecía tan pérdida por su ceguera. ¿Qué iba hacer? ¿Preguntarle si había visto su falta de educación en tocar? Hizo una mueca por su propia estupidez.

-¿Debo seguirlo? -Preguntó a Saya dudoso.

-Debes, solo si crees que aquí y con ellos hallarás respuestas -respondió ella.

-¿Ellos? Creí que seríamos Lance y yo -replicó.

-Ves, y ya hablas con aceptación -soltó una carcajada la mujer.

-¡Madre Saya!

-Lo siento, eres tan serio que necesitaba buscar una forma de hacerte reír, aunque no funcionó -tomó una bocanada de aire-. Lance, tú y otros, son los destinados para hallar una solución a este mundo. ¿Crees que estos asuntos son para alimentar tu propio ego, Tsukine? ¡Por Gaia, asi no funcionan los asuntos del destino! -Soltó otra risa-. Y hablando de integrantes, te presento a Yami Kuyuki, una Elfa oscura.

Tsukine se volvió sobre sus pies para darse la vuela, y allí estaba, una criatura alta, con el cabello tan oscuro como su propia espada y tan larga como las sacerdotisas de la Iglesia de Gaia. Su piel, a diferencia de los elfos de la luz, era morena, y, al igual que ellos, tenía una complexión física fuerte. Sus vestimentas se simplificaban en una camisa blanca, pantalón café y botas de cuero negro.

Se acercó a Tsukine hasta la altura del rostro, dejando un pequeño espacio entre ellos que, si no hubiera sido el espadachín, otro se hubiera intimidado pues la mirada de esta demostraba curiosidad, pero con un toque de malicia y una sonrisa que dejaba ver unos dientes perfectamente blanco.

-Interesante... Eres el primer humano que no tiene miedo de mi presencia.

-El miedo es para aquellos que no conocen el verdadero peligro.

La elfina se dio cuenta que la postura del chico iba dirigido a una espada casi desenvainada, y un resplandor oscuro sobresalía de este.

-¡Bellísimo! -Gritó eufórica, alejándose un poco-. Así que usas el cosmos de la oscuridad. Es la mejor magia ¿Cierto? Destruirlo todo, acabar con las míseras vidas que penan por este mundo, no dejar rastro de lo que fue... ¡Sí, tú debes ser mi alma gemela, sin duda! ¿Dónde estuviste todo este tiempo, picaron?

Tsukine miró a Saya, pero esta seguía con la misma mirada perdida de siempre. A veces se preguntaba si lo hacía a propósito.

-Yami, él es Tsukine, un soldado especial del reino Amatista. Un escogido como tú y Lance.

-¡¿Me dices que ella es parte de la salvación de este mundo?! -cuestionó Tsukine aquello.

-No lo digo yo, ha sido el mismo destino, Tsukine.

-Estamos perdidos -añadió él.

-Sí, también creo lo mismo que él. ¿Conoces al destino? Es decir, ¿Sabes dónde trabaja? Podríamos hablar con él y decirle que lo cambien a él... Ya sabes, se ve un poco, no sé, falto de amor y de esas cosas por la que los humanos se vuelven malos y míseros -esto último, en un salto, se lo dijo en un murmullo a Saya que, evidentemente, fue un fracaso pues Tsukine pudo oírlo.

-¡Hablaba de ti, no de mí! -Se quejó él. La elfina colocó una mano en su pecho ofendida.

-Pero si soy una belleza y competente además. También sé cocinar, estoy segura que ni tú ni el hombre durmiente de la sala, ni el alto siniestro que entró sin llamar a la puerta saben hacerlo. En definitiva, soy buena para este trabajo, al menos de hambre no van a morir. Tengo ratas enjauladas en mi sótano...

-No puede ser -dijo Tsukine, evidentemente arrepentido de lo que pasaba.

-Bueno, veo que ya comienzan a llevarse bien. Tsukine, recuerda lo que te dije. Yami es la mejor para hacerte descubrir quién eres...

Saya no había terminado de decir eso, cuando un resplandor oscuro apareció al lado de Saya, mostrando al conductor que, por breves segundos, Tsukine se dio cuenta que el sujeto se trataba del mismo Filius. Quiso preguntarle tantas cosas, pero de la nada, Yami se colocó delante de él, sus ojos estaban negros como la noche en su totalidad, y con una voz en forma de trance y con el aspecto de ser muchas voces al mismo tiempo, dijo:

-El día de la destrucción se acerca. El portal de la destrucción está listo.

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Yami y Tsukine be like 👆

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