Llamado
Capítulo 53
—Así que eso fue lo que sucedió —mencionó un Sigurd, en su versión de hombre, a Dorzel, sobre la historia de los elegidos elementales y de ella misma, y de cómo llegó a este mundo.
Ambos seres estaban suspendidos sobre la nada, o más sobre una superficie de fuego que no parecía real. Por más que se movieran, flotando sobre aquel espacio, las llamas de todo su entorno parecían alejarse, ni siquiera transmitían calor. Dorzel, el guardián, estaba delante de Sigurd, pero no tenía la expresión fría y temerosa que hemos solido ver durante la historia, al contrario, parecía dócil, llena de amor y con una calma que Sigurd no había conocido en ella, ni siquiera en su forma de Eileen. Aunque todavía en su forma celestial se veía majestuosa.
Dorzel asintió.
—Tienes que volver, ellos te necesitan —dijo Dorzel, acariciando las manos de Sigurd con mucha delicadeza.
—No quiero volver si tu no estas —dijo Sigurd, con una mirada triste y profunda. Ni siquiera pestañaba por miedo a que desapareciera.
—¿Y quién dijo que no estoy?
—Sabes a lo que me refiero, Eileen —la llamó por su nombre humano, porque era la apariencia que más acostumbraba a ver. Sigurd hacía referencia al hecho de que la necesitaba físicamente.
Dorzel sonrió y se transformó delante de él en su forma humana.
—Es cierto que los espíritus ancestrales no existen —afirmó Eileen—, es cierto que una vez que se está muerto no hay vuelta atrás para muchas cosas, pero sí morimos con ella, también viviremos con ella, y allí está la esperanza de nuestro reencuentro.
—¿Los muertos, muertos están? —Preguntó Sigurd, escandalizado—, siempre creí que existían espíritus...
—Los espíritus existen, pero no de la forma en la que se nos ha enseñado. El espíritu es la parte de todo ser que le da vida misma, pero la que le da conciencia a esa vida, es algo tan puro que solo Gaia puede crear, el alma —contestó Eileen.
—¿Entonces tu conciencia permanece? —Preguntó.
—No solo mi conciencia —soltó Eileen—, no hay mucho que pueda revelarte, pero te puedo asegurar que no solo mi alma vive, aunque ciertamente he muerto.
—Es complejo —dijo Sigurd, triste.
—Lo es, pero lo entenderás cuando tú mismo lo veas —La cara de Eileen, cambió de inmediato a severidad por lo siguiente: —Ya estás pronto a volver, es necesario que menciones a los chicos que otro mal se está levantando en el océano. Ayuden a Cris.
—¿El reptiliano?
Eileen asintió a la pregunta de Sigurd.
—Pero si no hemos resuelto el problema del Nihilismo, ¿cómo vas a enfocarnos en un segundo problema? —volvió a cuestionar.
—No se trata de establecer un orden, sino de efectuar las cosas mientras están sucediendo —Sigurd se quedó confundido—, ¡Sigurd! ¡Solo tienen que hacer todo mientras van sucediendo el orden natural de las cosas! ¡Solo dile a Lance! —Concluyó, cuando Sigurd parecía no captar del todo—, dile a Akudomi que Diana está un buen lugar y que ahora es más feliz de lo que había sido, y a Cristal, que Aland por fin consiguió satisfacción para su curiosidad.
Sigurd sabía que no la volvería a ver, así que se abalanzó contra ella, la abrazó. Eileen se lo permitió, y respondiendo el abrazo, desapareció. Entonces, una brecha en aquella dimensión desconocida se abrió, y un brazo le tomó del brazo y le sacó.
Para cuando Sigurd despertó, todo su cuerpo estaba cubierto en una manta y tenía tamaño humano. Estaba acostado sobre la grama, en un monte lleno de colinas bajas y altas que, desde una vista periférica, parecía un lugar de ensueño, de no ser por las enormes huellas de pies, que Sigurd había dejado a su paso. Además, cada paso tenía barro derretido por el calor que emanaba sus pisadas. Cristal y Akudomi, estaba sentados a su alrededor, con una mirada hacia el horizonte. Y Filius, el señor que había conocido una par de años atrás, estaba de pie, con una criatura pequeña, de color verdusca que él no reconoció que tipo de criatura era.
—¡Upsidupsi! —chilló Moon—, bienvenido a la tierra de nuevo, jovencito —la última palabra le causó gracia a Sigurd.
—Tengo —dijo Sigurd— doscientos años, pequeñín —soltó bruscamente Sigurd.
—Por eso —le miró Moon, con una sonrisa—, son trescientos años más los que te llevo.
Cristal miró a Sigurd primero, Akudomi también lo hizo, e incluso Filius. Todos, menos Akudomi, sonrieron. Entonces, Sigurd recordó todo, y dijo:
—Diana es feliz —dijo finalmente. Akudomi, cambió su expresión sombría en asombro.
—¿Cómo? —Preguntó.
—Diana es feliz —volvió a repetir—, Eileen o Dorzel, como sea, quería que lo supieras. Así que, si realmente la amabas, levántate del suelo y vive por ella, sabiendo que es feliz. Pero no será feliz, sino acabamos con este mal.
En ese instante, Akudomi saltó al aire y se transformó en un enorme dragón negro, rugió como nunca y comenzó a volar, emitiendo llamaradas de fuego en el cielo. Moon se ocultó detrás d ela nuca de Filius, pero este le dijo:
—Tranquilo, solo está soltando lo que no había podido soltar durante todo este año —aclaró Filius.
Sigurd miró a Cristal, la chica, le miraba expectante.
—Él sació su curiosidad y ahora está...
—Feliz —concluyó Cristal, con lágrimas en los ojos—, Lo sé... saciar la curiosidad, implica que se ha conocido todo, lo que necesitaba saber.
—¿Tiene el saber un límite? —Preguntó Sigurd, curioso, esta vez.
—Solo para los sabios que han conocido que el fin último de la existencia, es ser feliz, por eso la mayoría lo busca con todas sus fuerzas —dijo ella, sonriendo grandemente.
—Yo pensé que mi felicidad máxima era Eileen —dijo Sigurd, reconociendo las palabras de cristal—, pero ahora entiendo, que darle esperanza a otros para su felicidad, es mucho mayor, y que, al final, haciéndolo, llegaremos a ser felices.
—¿A qué te refieres? —Preguntó Filius, sin entenderle.
—Que volveré a ver a Eileen y junto a ella, veré a otros tan felices como lo estaré yo mismo.
Claramente, todos comprendieron que todavía había una esperanza, y una que debía ser llevada a todos. Y sí, Gaia les había escogido a ellos para cumplir la meta tan importante, debían asumirla con alegría, sin egoísmo y con mucha valentía.
No sabían cuánto tiempo había pasado, pero, aunque muchos habían hallado respuesta, los problemas seguían estando allí. Mas o menos, una hora o más pasó, cuando Akudomi volvió a su estado normal y Mina apareció delante de ellos para contarles todo lo que estaba sucediendo. Sigurd, les explicó a todos lo que Dorzel le había dicho para saber si algo de lo dicho, funcionaba ene se momento, y sí, funcionó. Ahora todos sabían que había algo más allá que la muerte. Sin embargo, se preocuparon del segundo mal que había mencionado Dorzel. ¿De quién o qué se trataba?
Mientras tanto, Fidel y Emilia estaban confundidos en el terreno de batalla. Hace unos diez minutos, las criaturas de los mares dejaron de aparecer, y las que estaban luchando, se habían retirado.
—Mi rey, ¿qué debemos hacer ahora que las tropas enemigas se han marchado? —Preguntó el nuevo soldado dorado, Dord. Los soldado hierro y bronce, estaba detrás de él.
—¿Qué has observado con tu ojo tecnológico? —Preguntó Fidel, analizando el asunto.
—Las criaturas se mueven a más de cincuenta kilómetros por hora, debajo del mar, es claro que no tienen piensos de regresar.
—¿Y la criatura que se alzaba debajo de nosotros? —Preguntó Emilia, la reina.
—Comenzó a desplazarse al mismo tiempo que los soldados acuáticos, pero su velocidad es mayor a la de estos, ya no alcanzo a verla —respondió el soldado, haciendo referencia a Clician que, había sido detectado por su ojo.
El rey fidel suspiró.
—Me alegra, no podríamos contra esa criatura —dijo este.
—¿Cuál es la orden, señor? —Preguntó esta vez, el soldado Hier.
—Por ahora, vayamos a descansar, comer y a asearnos, es posible que peores cosas surjan, y debemos prepararnos —contestó Fidel.
—¿No crees que deberíamos llamar a la triada? —sugirió Emilia a su oído.
El rey la miró con expresión nauseabunda, pero se relajó al ver la severidad en el rostro de su esposa y la verdad con la que soltaba sus palabras.
—Sabes que necesitamos de la magia para poder destruir a estas cosas que nos acechan —recalcó Emilia. Por supuesto, los soldados oro, hierro y bronce, se miraron entre sí.
—Si hacemos uso de la triada, nos contaminaremos, precisamente, con lo que luchamos —dijo él, pensativo.
—Solo estoy sugiriéndolo —finalizó su esposa.
Como habían sugerido, Clician se movía a gran velocidad por la superficie del suelo marino. Y lo que no pudo determinar el soldado de oro —la velocidad con la que viajaba—, nosotros sí lo sabemos: tardó en llegar al reino acuático, en solo cinco minutos.
La criatura surgió en el centro de la ciudad marina, y se alzó con ayuda de sus protuberancias inferiores por encima de las casas de corales, para admirar la grandeza del reino. Todo el lugar pudo haber estado en total oscuridad, pero no, estaba iluminado por plantas acuáticas que brillaban y que le daban un aspecto mágico. Ventanales altos, con techos coloridos, y numerosos peces que se desplazaban de un lugar a otro, con corales tallados como si fueran árboles, de diferentes colores. También habían tiburones, delfines, incluso apreció un par de orcas asesinas a un costado, iban hacia su dirección. Clician, les sonrió.
—Criaturas tontas —murmuró, y antes de que llegaran a ella, aquellas orcas fueron tomadas por decenas de brazos que, no solo sujetaron a las tres orcas asesinas, sino que, en segundas su cuerpo fue consumido hasta dejar el mero esqueleto.
En cuestión de momentos, las alarmas del reino aparecieron.
Cris había sido coronado. Desde que venció a Soula y reclamó el trono como legítimamente suyo, como cualquier reptiliano de su especie, de su cabeza surgieron ramificaciones, que no solo parecían se de madera, aunque no lo era, sino que asemejaba una corona natural. Cosa que Soula, no llevaba, no solo por no ser una reptiliana como tal, sino porque el trono no le correspondía. Al ver los seres acuáticos aquellos, no les fue difícil aceptarlo como el nuevo rey.
Estaba sentado sobre el trono, cuando las alarmas del reino se activaron.
—¿¡Qué ocurre!? —Gritó Cris, sin entender lo que estaba pasando.
—Mi señor, estamos siendo invadido por una criatura desconocida. Ha matado a todo aquel que ha intentado acercársele —contestó un soldado de la corte real.
Cris sintió la misma sensación de aquella vez, pero esperaba que no fuera lo que estaba pensando. En un momento, su apariencia cambió a la de un reptiliano, pero no tenía la misma forma que los chicos habían visto la primera vez. En ese instante sus escamas se habían vuelto de color verde oscuro, y se había alargado de tal forma, que parecía verle como un erizo, sus ojos amarillos seguían igual, con el iris de un reptil, pero sus manos tenían garras fuertes, y sus piernas eran mucho más musculosas y con garras más largas que la de sus manos. También, al contacto con la luz, desprendía un reflejo dorado, como el oro.
Salió del palacio real, y desde la salida, pudo ver a la criatura alzada por encima del reino. Entonces, su corazón lo sintió, estaba seguro: aquella presencia maligna era idéntica a la que había sentido cuando destruyeron el reino Rubí. Tragó grueso, pero estaba decidido en proteger el reino con su vida. Nadó apresuradamente hacia la criatura, un ejército de seres reptilianos y moluscos estaban alrededor de ella, eran más de una legión, y tenían lanzas y arpones en su dirección.
Cris se abrió paso entre ellos, y todos se impresionaron de verlo acercarse a la criatura. Por supuesto, Clician intentó sujetarlo con sus protuberancias como hizo con la orca, pero apenas se acercaron estas, escamas salieron del cuerpo de este, cortándolas. Clician admiró no solo su fuerza, sino la osadía de ver como escamas revoloteaban alrededor de él, para protegerse de cualquier ataque inesperado. Era obvio, el que se intentara acercarse a él, quedaría cortado en trozos.
—Me impresionas, rey —dijo la mujer, de rostro lamentado.
—¿Quién eres y a qué has venido?
—No soy nadie ni nada —dijo ella, con una sonrisa que, pese a hacerla, era una mezcla extraña de lamento y burla que no daba gracia, sino terror—. He venido a cobrar venganza por mi propia mano, en el momento que has demandado hacer retroceder a tu ejército. Me estaba alimentando esas pobres almas en desgracias.
—No hay necesidad de una guerra que no inició conmigo —respondió Cris.
—No, pero por causa del poder que está en tu interior —refirió Clician al tridente absorbido por Cris—, es que se ha iniciado. Yo, solo esperaba que agotaran fuerzas para acabar con el molesto reino Diamante. Quería divertirme. ¿Acaso, no les convenía a ustedes que acabara con un reino que les ha amenazado por tanto tiempo?
—¿No me has entendido? No tengo interés de seguir una guerra que no tiene nada que ver conmigo. Es mi reino, es mi turno de gobernar, y lo haremos en base a la paz —señaló a él—, ya han muerto demasiadas seres acuáticos.
—Y por ese motivo es que he venido —dijo ella—, lamento decirte que tu sueño de paz no se alinea con el mío, así que me llevaré tu reino.
—Sobre mi cadáver —contestó Cris.
Clician sonrió.
En un momento, Cris apareció detrás de esta, y con esa acción, se vio la cabeza de Clician decapitada. Todo fue tan rápido, que todos quedaron impactado de la victoria tan repentina que el nuevo rey había tenido. Sobre todo, porque ya había una centena de criaturas muertas, con el puro esqueleto, debajo de ellos, pues habían intentado atrapar a aquella fémina criatura.
***
Por encima de ellos, aquel barco pirata seguía allí. Los cadáveres de criaturas marinas estaban sobre la superficie de las aguas. y las llamas negras también permanecían sin consumirse, pese al montón de agua.
—¿Sienten eso? —sonrió Junier, ante la presencia que estaba debajo de ellos.
—Es atemorizante —dijo Azazel, acercándose al filo de la proa para mirar las aguas profundas—. ¿Qué es? No se siente igual como las dos presencias poderosas que estaban hace un momento.
—Este es mucho más siniestro, señor —dijo Darkz—, estoy seguro de que deberíamos irnos en esta oportunidad.
—¿Me subestimas? —Preguntó Junier, con un tono burlesco—. Estoy seguro de que ahora se puso más interesante. No conocen el miedo real, hasta que lo tienes enfrente, puedo decirte que hay cosas peores que una parte de esa misma cosa.
—Habla como si lo conociera —dijo Azazel, con los ojos achinados, sabiendo que ocultaba algo.
—Digamos que conocí la totalidad de esa esencia, pero que ahora sabremos que parte estaríamos viendo ahora —respondió. Por supuesto, Darkz y Azazel se miraron todavía más confundido.
Azazel se acercó a Junier y lo tomó con ambas manos por la camiseta de su cuello.
—¡Necesito que hables ahora mismo, de dónde vienes Junier! ¡¿No te bastó con tomar mi barco, a mi amigo y asesinar a toda mi tripulación?!
Junier sonrió, mostrando unos dientes demasiado blancos.
—Vengo del infierno. Cuando aquella mujer abrió las puertas dimensionales que llevaban al infierno, y el mismo Luzbel se alzó contra ella, en ese momento, decidí mirar desde lejos. Se supone, que la máxima autoridad del averno lucharía ¿qué necesidad había de que yo lo hiciera? Y cuando vi como todo el reino fue absorbido, comprendí la suerte que tenía de haberme puesto al margen, pero al mismo tiempo, entendí, la desgracia de haber sobrevivido, porque aquella criatura se alzó y nunca tuve tanto miedo, casi igual al que le tengo a la mismísima Gaia, como a eso —Hizo una pausa, cosa que logró que Azazel le soltara—, debo decir que encontrarlos a ustedes solo me permitió una oportunidad para alzarme como siempre he querido. La muertes de sus tripulantes, fue el costo de sus poderes ahora.
—Pero ni siquiera nos preguntaste si queríamos tal costo —añadió Darkz.
—¿Hubieran aceptado de todas formas? —Azazel y Darkz se negaron—, me lo imaginé, y por eso no pregunté.
—¡No tenías derecho! —volvió a gritar a Azazel.
Pero, sin que nadie se diera cuenta , si es que hubiera alguien en el barco más que ellos tres, Azazel salió disparado contra el timón, por una onda de energía por parte de Junier. El hombre, tenía los ojos tan rojos que se veían incandescentes. Azazel golpeó contra la madera. Le miró por un segundo y le sonrió, la verdad es que estaba deseoso de verle morir en cualquier momento. Junier, conocía sus pensamientos, pero se divertía en ver la agonía de su querido pirata. Darkz, tenía las manos en las caderas y negaba con la cabeza, pero realmente estaba preocupado por Azazel.
—¿Qué les parece si pasamos a la acción? —Preguntó, tratando de enfocar las energías en otra cosa.
—¿Puedo? —Le preguntó irónicamente Junier a Azazel.
Azazel escupió al suelo, y le dio una mirada sin importancia, aunque sus hombros estaban encogidos.
Junier, nuevamente de un salto subió al palo mayor del barco, donde debería estar izada una bandera, pero no la tenía. Y allí, concentrando la energía en su palma, hizo que el mar debajo del barco se apartara, formando un remolino. Las aguas comenzaron a rodear el barco, pero a una distancia de 20 metros de circunferencia, y en vez del barco caer en picada por no tener nada que lo sostuviera debajo de él, en cambio, descendía lentamente hasta la profundidad. Esa acción, impresionante y poderosa, fue lo que sentó a Darkz y a Azazel en reconocer la abismal diferencia de poder que había entre ellos y Junier. Maldijeron por debajo.
Por supuesto, en su descenso observaron montones de criaturas marítimas, todos con rostros de asombros, especialmente los de apariencia humanoide, porque el resto parecía seguir nadando en el mar, como si nada estuviera pasando —los peces—. Sin embargo, cuando el barco llegó a posarse sobre un enorme coral color rosa, lograron divisar un ejército de reptilianos, medusilianos, pulpolianos, entre otros más, limitados entre el agua. Algunos, intentaban atravesar la pared de agua para quedar entre el centro del evento que estaba seco.
Pero, Junier no tenía tiempo para perderlo en esos seres inferiores, sino en las preciosas criaturas que estaban en el centro. Allí, estaba una parte de la criatura que había divisado hace un tiempo; aunque era una parte, seguía siendo tan poderosa que la admiraba. Enfrente, estaba un reptiliano que, debido a las protuberancias de su cabeza, reconoció que se trataba del mismísimo rey.
—¡Saludos a todas las criaturas marinas! —gritó Junier, alzando las manos, en señal de un saludo cálido.
—Un demonio —dijo Clician, con una expresión divertida—. Creí que habían sido erradicados por completo. Lamento, no sentirme alagada por tu llegada, Junier.
Cris, al oír aquello, se dio cuenta del problema que estaba aconteciendo. ¿Cómo era posible que existiera un demonio, si había escuchado que el mismo averno había sido absorbido por la nada? Lo peor, es que hace un momento creyó que había acabado con la batalla en el momento que decapitó a Clician, pero no contó con la capacidad de regeneración de esta. Además, debía evitar a toda costa ser tomado por alguna de los brazos, pues podía absorber todo ser vivo que le tocase.
Junier, al escuchar su nombre, colocó una mirada divertida y juguetona.
—Veo que conoces mi nombre. Supongo que al absorber todo mi mundo, has absorbido su conocimiento también —aclaró este.
—Claro que lo conozco, te llamas Junier Mefisto, eres hijo de un Demonio Terrestre llamado Jun, los cuales suelen ser confundidos con hadas y hombres lobo, pues acostumbran a cambiar de forma y proyectar ilusiones, fue así como se enamoró de tu madre, Erin, un súcubo, un demonio que seduce a los hombres adoptando la forma de una mujer. Sin embargo, mi pregunta de interés es: ¿A qué has venido, criatura inferior? —dijo Clician, de la misma forma en la que los seres del averno se sentían sobre los terrenales.
Junier frunció el ceño. Aquello le había ofendido.
—Vengo a acabar con una de tus partes —dijo Junier—. Y a absorber el poder del tridente marino.
Cris, al oír aquello, no perdió tiempo. Emitió un chillido poderoso que todo el ejército marino entendió. Comenzaron a dispersarse hasta dejar abierto una zona del agua, y justo por ese canal, venía la colosal criatura conocida como el leviatán.
—¿Puedes pescar a Leviatán con un anzuelo, o atarle la lengua con una cuerda? ¿Puedes ponerle un cordel en la nariz, o perforarle la quijada con un gancho? ¿Acaso amablemente va a pedirte o suplicarte que le tengas compasión? ¿Acaso va a comprometerse a ser tu esclavo de por vida? ¿Podrás jugar con él como juegas con los pájaros, o atarlo para que tus niñas se entretengan? ¿Podrán los mercaderes ofrecerlo como mercancía, o cortarlo en pedazos para venderlo? ¿Puedes atravesarle la piel con lanzas, o la cabeza con arpones?
» Si llegas a ponerle la mano encima, ¡jamás te olvidarás de esa batalla, y no querrás repetir la experiencia! Vana es la pretensión de llegar a someterlo; basta con verlo para desmayarse. No hay quien se atreva siquiera a provocarlo; ¿quién, pues, podría hacerle frente? ¿Y quién tiene alguna cuenta que cobrarme? ¡Mío es todo cuanto hay bajo los cielos!
» No puedo dejar de mencionar sus extremidades, su fuerza y su elegante apariencia. ¿Quién puede despojarlo de su coraza? ¿Quién puede acercarse a él y ponerle un freno? ¿Quién se atreve a abrir el abismo de sus fauces, coronadas de terribles colmillos? Tiene el lomo recubierto de hileras de escudos, todos ellos unidos en cerrado tejido; tan juntos están uno al otro que no dejan pasar ni el aire; tan prendidos están uno del otro, tan unidos entre sí, que no pueden separarse.
» Resopla y lanza deslumbrantes relámpagos; sus ojos se parecen a los rayos de la aurora. Ascuas de fuego brotan de su hocico; chispas de lumbre salen disparadas. Lanza humo por la nariz, como olla hirviendo sobre un fuego de juncos. Con su aliento enciende los carbones, y lanza fuego por la boca. En su cuello radica su fuerza; ante él, todo el mundo pierde el ánimo. Los pliegues de su piel son un tejido apretado; firmes son, e inconmovibles. Duro es su pecho, como una roca; sólido, cual piedra de molino. Cuando se yergue, los poderosos tiemblan; cuando se sacude, emprenden la huida.
» La espada, aunque lo alcance, no lo hiere, ni lo hieren tampoco los dardos, ni las lanzas y las jabalinas. Al hierro lo trata como a paja, y al bronce como a madera podrida. No lo hacen huir las flechas; ve como paja las piedras de las hondas. Los golpes del mazo apenas le hacen cosquillas; se burla del silbido de la lanza. Sus costados son dentados tiestos que en el fango van dejando huellas de rastrillos. Hace hervir las profundidades como un caldero; agita los mares como un frasco de ungüento. Una estela brillante va dejando tras de sí, cual si fuera la blanca cabellera del abismo. Es un monstruo que a nada teme; nada hay en el mundo que se le parezca. Mira con desdén a todos los poderosos; ¡él es rey de todos los soberbios!
Cuando Junier terminó de citar la descripción genuina del leviatán, sonrió. Claro está, que para nosotros, aquello era un asunto bíblico, pero para otros como los personajes de esta historia, era una verdad genuina.
Vieron a la criatura atravesar la barrera de agua como si nada, de sus fauces, parecía salir un inmenso calor que hervía las mismas aguas que le rodeaban, se posó sobre el suelo, sin necesidad de que le faltara el agua para respirar, y se alzó sobre ellos con soberbia. Todo el mundo marino se quedó en silencioso por un momento, como si la sola presencia de aquella criatura, parecía ser suficiente para gobernar sobre la tierra por sí sola. Por supuesto, desde que había aparecido, los animales no pensantes, habían huido a toda prisa del lugar, y el ejercito entero se cuestionaban por qué seguían allí.
—Buen movimiento, rey —dijo Clician, admirada y nada temerosa sobre la criatura.
Y antes de que pudiera responder alguien, la criatura emitió un poderoso gruñido de furia, en el que relámpagos y fuego salieron de sus fauces, paralizó a todas las criaturas. Junier admiraba la belleza de tal criatura tan majestuosa.
—Azazel, Darkz —dijo Junier—, encárguense de esa criatura.
—¡¿Nosotros?! —Le cuestionó Darkz—, estás de broma, ¿no?
—Yo paso —dijo Azazel.
Pero antes de que Junier los reprendieran, vieron a la criatura embestir el barco. Darkz se transformó en los seres espectrales para poder huir del ataque, mientras que Azazel se abalanzó contra el suelo para huir hacia la derecha. Allí el caos comenzó. Junier fue el único que se quedó allí, y aunque todo el barco se destruyó por completo, vieron a Junier sostener con uno de sus brazos, el cuerpo del leviatán. Sin embargo, el levitan convirtió sus escamas en púas, como un erizo y giró su cuerpo sobre sí mismo, convirtiéndose en un taladro viviente.
—Imposible —murmuró Cris, asustado de que este saliera ileso. Tenía que ser imposible. No había criatura más poderosa que el leviatán. Él solo podía controlarlo con el poder del tridente, pero era por un tiempo limitado, todos lo sabían.
—Majestuoso —susurró Clician,
"Huye"
Una voz que Cris no reconoció, apareció en su mente. "Huye"
"Huye"
Escuchó nuevamente. Aquella voz era como el trueno, estruendosa y poderosa, pero trasmitía paz y verdad. Entonces, lo comprendió: Junier estaba masacrado en el suelo. Sin embargo, cuando el leviatán se dirigió a Clician, esta extendió sus manos y tomó a todos sus soldados y seres del reino. Y lo entendió. Clician, solo estaba jugando con él. Ella se había adueñado de toda la corteza de la tierra. Vio a sus soldados, sirvientes y su pueblo ser absorbido por esta, y luego vio todas sus manos dirigirse hacia la colosal criatura. Y aunque sus manos fueron atravesada por las agujas del cuerpo del leviatán, esta no le importó. Y cuando el leviatán comenzó a rugir de dolor, saltó hacia las aguas para comenzar a nadar.
Clician estaba tan extasiada por la absorción del leviatán que solo se reía a carcajadas.
—No vas a huir —dijeron Azazel y Darkz, interponiéndose en el camino de Cris.
Cris les sonrió, y golpeando los saquitos a su costado, apareció una cortina de polvos alquímicos que no solo le permitió ocultarse con este, sino que evitó el efecto mágico que hacía que Azazel y Darkz se transformaran. De modo que comenzaron a sufrir los efectos colaterales de ser un simple mortal.
Y aunque Cris logró escapar, y todo el reino acuático había sido destruido en un momento, y el leviatán estaba siendo consumido, no significaba que todo había terminado. Al contrario, todo marchaba según el plan de Junier, el segundo mal mayor que Dorzel había mencionado. Pues si algo sabía Junier, es que la debilidad de los poderes absorbentes estaba, en una fuerza mayor de absorción. Así que, por eso, había hecho creer que había muerto en aquel ataque, para así aparecer detrás de Clician y colocar su mano en su espalda, en donde efectuó su poder demoniaco para absorber aquella parte del Nihilismo. Su plan había funcionado por completo.
No necesitaba del poder del tridente, porque reconoció que habían poderes mayores, e iba por todos ellos ahora.
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