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Lágrimas

Capítulo 54

Cris estaba llegando a las costas del reino Diamante, cuando se tumbó en la área para descansar. Estaba tan lleno de rabia que golpeó al suelo varias veces, emitiendo rugidos frustrados. Creyó que teniendo el poder del tridente de su lado, podía lograr cualquier cosa. En cambio, acababa de perder todo por lo que había pasado años sufriendo él y sus padres. Soula nunca había sido el problema mayor, solo era parte del problema, y no lo había visto venir. 

Mejor dicho, si lo había visto, en el reino Rubí, pero no quería asumir que lo que esos chicos le habían mostrado fuera una verdad. Levantó la vista en ese momento, y por primera vez, percibió el daño de la guerra que, no habían pasado ni horas de que hubiera terminado.  La imagen delante de él, era devastadora, cuerpos humanos y de otras criaturas marinas esparcidos en todo el lugar. Era una pena.  

En ese momento se sentía hipócrita. Él sabía que durante su tiempo como cazador, había hechos cosas tan atroces como la que veía, y de hecho, no le afectaba porque lo creía una causa necesaria. Tenía un fundamento y una convicción clara. Pero, ahora estaba quebrado. ¿Qué era bueno y qué era malo? ¿Qué debía hacer y qué no? ¿qué debía lamentar y qué no?

—Levántate, reptiliano —dijo una voz profunda. 

Cris, miró al hombre delante de él, un chico de cabello castaño oscuro, la piel tostada por el sol, y con cabellos lleno de risos cortos. Llevaba la armadura real del reino diamante. La expresión de este cambió a sorpresa, cuando miró a Cris, no solo por reconocer la corona real de un reptiliano, sino porque conocía a Cris. 

—Señor —dijo el soldado, arrodillándose delante de él—, le ruego que huya. Hay recompensa por su cabeza, porque se cree que nos ha traicionado y... —el chico detuvo sus palabras, se levantó bruscamente y desenvainó su espada y la colocó directo al rostro de Cris—, reconozco la corona real sobre su cabeza, eso quiere decir que tiene el poder del tridente y que usted ha enviado las tropas marinas para combatirnos, entonces...

—No es así, Dionis —le interrumpió Cris, con toda tranquilidad—, es cierto que le di la espalda al ejército. Pero lo hice, porque intentaron matarme cuando descubrieron quién era y qué era. No les importó mis años, mis vivencias, ni nada de lo que compartí en este reino a mis amigos y compañeros, solo me vieron como una escoria de las que quieren erradicar.

Dionis parecía confundido. Era de suponer que se estaba cuestionando qué hacer en ese momento. 

—Fui raptado por el enemigo que perseguíamos. Me llevaron al reino Rubí, vi caer al reino delante de mis ojos, y luego de meses de pasar con ellos, decidí irme para terminar lo que mis padres, los reyes anteriores —Dionis abrió, todavía más los ojos; sabía lo que eso significaba—, no pudieron hacer. Vencí a Soula, la señora de los mares, hace pocas horas, y fui quien decidió parar la guerra. Pero mi reino fue invadido por una criatura poderosa, y otras criaturas sacadas del infierno, y acabo de perderlo todo. 

—¿Entonces, has venido a recuperar este reino? ¿A despojar al Rey Fidel y la reina Emilia de su mandato?  —Preguntó Dionis, asustado. 

—No —dijo Cris, sinceramente—, no vine a quitarles nada, aunque es mío por derecho —recalcó—, acabo de entender que no sirven miles de legiones enteras contra el peligro real y genuino de este mundo. Somos polvos en comparación a otras fuerzas. 

—¿Otras fuerzas? 

Cris asintió. Con cuidado, apartó la hoja de la espada a un lado y se acercó a Dionis. El chico no retrocedió, solo se le quedó mirando por un momento, y Cris llevó un dedo índice a la sien de este. Y con ello, le implantó sus recuerdos de los minutos pasado. Dionis parecía en Shock cuando acabó de ver los recuerdos de Cris. Cayó en tierra. 

—¿Por qué me has mostrado eso? —Preguntó aterrado. 

—Necesito que le indiques al rey Fidel y la reina Emilia lo que has visto. Que el reino Diamante decida, al final, cuáles serán las piezas que desean usar, pero que sepan, que solos no podrán contra mal como ese. 

—¿Y usted que hará, mi señor? 

—Tengo que reunirme con los únicos que pueden vencer estos males. Y espero, con suerte, que Gaia me guíe hasta ellos. 

Dicho eso, Cris hizo desprender de su propia piel humana, escamas de reptiles que se agruparon de tal forma, que se convirtieron en una especie de alfombra voladora. Idea que tuvo al recordar sus aventuras en el reino Rubí. De un salto cayó sobre la alfombra de escama voladora, y con ello comenzó a volar hacia el suroeste. 

Dionis corrió en dirección al reino. El reto estaba, en que le creyeran lo que había visto. Pero, se cuestionaba de que fuera real lo que había visto. Al final, podía ser una trampa del que tenía recompensa por su cabeza en su reino. 

*** 

—¿Estás bien? —Preguntó esa noche Iris a Luna Delphinus, la sirena que había rescatado hace unas horas. La chica estaba envuelta en mantas húmedas, y con un tazón de sopa muy fría. 

—Sí, solo necesito un poco más de tiempo —dijo esta, tartamudeando. 

Claro, a ojos de nosotros, pensaríamos que su condición se debía a las mantas húmedas, la sopa fría y la temperatura del desierto por las noches, pero no, era precisamente eso lo que ayudaba a una sirena. Y es que su cuerpo estaba costumbrado a temperaturas muy bajas que solo se encuentra en las profundidades de los mares, y que todo su problema había estado por llevar días en un desierto, sin agua. 

—Me han salvado —añadió, con mucha gratitud, Luna. 

Fierce, en ese momento, entró a la casa, sudado, bañado en sangre y tierra, y con una expresión sombría. 

—¿Están todos bien? 

—Sí —dijo Iris, preocupada por él, intentó acercarse, pero se apartó— Iré a tomar un baño. ¿Y Asahi? 

—Está durmiendo. Decidí bajar una vez que se durmió para atender a Luna —señaló a la chica—, parece que está enferma, pero la manta húmeda y la sopa fría parece ayudarla. 

Fierce le apreció aquello descabellado, pero no quiso indagar algo, en un mundo de locos. Asintió, y se fue al fondo del corredor para hacer lo que había dicho que necesitaba. 

Iris, se sentó en la misma mesa de Luna, impotente de poder ayudar a la chica, pero quería, al menos, que su presencia fuera suficiente. 

—¿Qué te sucedió? —Preguntó, sorpresivamente, Luna a ella—. Se supone que eres una hada, ¿dónde están tus alas? Había oído que llevaban alas.

—Las perdí por ambicionar lo que no se puede ambicionar —respondió Iris, entristecida.

—¿Qué ambicionabas? —Volvió a indagar, la sirena que, con temblores buscaba llevarse un poco de sopa a la boca. 

—Deseaba revivir a la mujer que se convirtió en mi madre en un tiempo en el que viví encerrada por décadas —Luna la miró, impresionada—, por humanos crueles que solo deseaban extender su poder y sus victorias en guerra.

—Escucharte, me hace pensar que tuve suerte —dijo ella. 

—¿Cuál es tu historia? —Preguntó Iris, solo por mera curiosidad, aunque sabía que debía ser dura, porque cuando le colocó la manta húmeda, observó cicatrices en su espalda. 

Ella tomó una bocanada de aire, y por un momento pareció haber perdido el apetito, pero no, tomó otro sorbo y empezó: 

—Las sirenas y los tritones vivimos hacia los mares sureste del continente, alejados por completo de las criaturas hostiles como los reptilianos, medusilianos y pulpianos; no es que no nos las llevemos bien con ellos, sino que no toleramos su hostilidad e intolerancia. Cuando una sirena o un tritón cumplen los dieciocho años de edad, adquiere la capacidad de tener piernas, que puede usar en el mundo de los terrestre. Una edad que todos deseamos tener, para conocer y viajar —las palabras sonaban, al principio con mucha ilusión y nostalgia, pero cargada de tristezas. 

—Yo, como cualquier otra sirena, ansiaba ver el mundo. De modo que cunado cumplí 18 años de edad, quise celebrarlo en la orillas de las costas terrestres. Lo que no esperábamos, es que justo ese día, había un barco pirata pescando. Y fue cuestión de segundos cuando redes pesadas, huecas nos rodearon a mí, a mi familia y amigos; nos golpearon, nos amordazaron, y nos rociaron con polvos brillantes que nos quitó nuestra capacidad para cantar. Todavía recuerdo las risas y las burlas —dijo ella—. Recuerdo los gritos de mi madre y mis amigas que, al sacarnos a la superficie, las aletas se volvieron piernas, y parecía ser un asunto lujurioso para esos hombres, fueron... atroces —Luna se cayó un momento, e Iris entendió lo que pasaba por su mente. Era la misma mirada y sensación que ella tuvo, cuando recordó la ilusión que Mim colocó en ella hace unos años atrás. Aquella en la que era violada por un centenar de hombres. 

—Lamento que hayas tenido que vivir...

—Lo cierto es —la interrumpió Luna, como no queriendo la lástima de esta—, que a mí no me pasó nada, como a mi madre, mis hermanas y mis amigas, mientras yo fui azotada por no quedarme tranquila, ellas fueron violadas y asesinadas, porque resulta que hay humanos que sienten jugosa la carne de sirena y tritón.   

—Mi padre se alzó, pero terminó muriendo en el intento. Mi único hermano y yo, al llegar a tierra, fuimos vendidos a esclavistas. Nos separaron a mí y a mi hermano hace meses, y desde entonces, he estado viajando  con los esclavistas hasta que llegué aquí. 

Iris se contuvo de mostrar su compasión, por la reacción anterior, y se lamentó de que no pudiera ayudarla con magia. 

—Si pudiera hacer algo para hacerte sentir mejor, solo dímelo —dijo ella, finalmente. Viendo como Fierce, aparecía reluciente y limpio, en la cocina. 

—Ya lo has hecho —dijo Luna. 

—Veo que te sientes mejor —dijo Fierce, al ver que la chica había dejado de temblar. Luna asintió—, he enterrado los cuerpos lejos de este lugar. Revisé la carreta y he liberado a los demás esclavos, la mayoría eran humanos del reino Diamante, y uno de ellos era un Leprechaum.

—¿Y lo dejaste ir? —Preguntó Luna, horrorizada. 

—Sí —respondió Fierce, sin entender. 

Luna e Iris se miraron. Iris se levantó y le abrazó. 

—Los Leprechaum, son criaturas mentirosas, escurridizas y ambiciosas que hacen cualquier cosa por dinero. Es posible, que ahora esté pensando en cómo sacar provecho de la situación que hemos vivido —Iris, sentenció. 

—Debemos irnos ahora —dijo Luna, levantándose, dejando caer la manta. Estaba desnuda. 

—Creo que comenzaremos por vestirte, y tú por empacar lo necesario —dijo Iris, lo primero a Luna y lo segundo a Fierce, que parecía avergonzado por la escena.  

Por supuesto, usarían la carreta de los esclavistas que habían sido una buena ganancia después de sus muertes. 

Iris llevaba a Asahi, dormido, en sus brazos. Luna y Fierce se encargaban de meter el equipaje de la casa al interior de la carreta, cuando algo cayó sobre la carreta. Obviamente, Luna, Iris y Fierce se sobresaltaron de ver un hombre, con ropajes oscuros, piel escamada, ojos amarillos y protuberancias en la cabeza. 

—Esto tiene que ser una broma —murmuró Fierce, al ver tal criatura. 

Luna, que reconoció aquella apariencia, no dudó en comenzar a cantar. La criatura la miró directamente y le sonrió con gracia, y con un movimiento de sus manos, hizo cerrar la boca de la sirena. 

—Lo siento, pero el canto de una sirena no es nada contra el poder del tridente real —dijo, saltando al suelo. Sus escamas cambiaron a piel, y la apariencia de Cris estaba allí. 

—¿Tú? —Preguntó Iris confundida—. ¿Por qué has venido? 

—Sabía que estaban aquí desde que pisé tierra firme. Parece que, ahora tengo la capacidad de saber y reconocer en donde están las criaturas de los mares, incluso cuando están en tierra. Sabía que había una sirena cerca y me sería util para mi viaje. 

Fierce e Iris, miraron a Luna, y la chica se colocó detrás de Iris. Temía ser secuestrada de nuevo. 

—Ella no puede ir contigo. ella justo acaba de salir y...

—Vengan conmigo —dijo Cris, interrumpiendo a Iris—. Es obvio que tienen planes de irse, y yo no tengo piensos de vivir en un desierto como este.  

—¿A dónde deseas ir? —Preguntó Fierce.

—Buscaré reunirnos con los otros —dijo Cris, y esta vez fue Iris la que se horrorizó. Fierce sabía lo que eso significaba. 

—Lo siento, pero mi mujer no está en condiciones...

Las palabras de Fierce se callaron, cuando con una gran velocidad, Cris apareció delante de ellos, y colocando la punta de sus dedos en la frente de esto, les mostró los mismos recuerdos que le enseñó a Dionis. 

Iris y Fierce se tensaron. 

—¡No puede ser! —chilló Iris—. ¡Tenemos que hacer algo! 

Fierce miró a Iris. 

—Será duro para ti —dijo este. 

—¡No importa! —volvió a decir—, ¡Asahi, Fierce!, ¡si este mundo acaba, mi Asahi, él no podrá!... ¡oh no, prefiero acabar con mi vida si eso alarga la suya!

Fierce miró a Cris, y con severidad añadió:

—Bien, te acompañaremos, pero si alguno de esos idiotas le recrimina algo a Iris, los mataré yo mismo si es necesario... Y... Luna, debe decidir si acompañarnos o no, ella no es una esclava. 

Luna miró a Fierce, incrédula de lo que oía. ¿Acaso la estaban dejando libre? 

—Bien —dijo Cris—, igual necesitaba a la sirena para hacerlos convencer a ustedes y los demás de juntarse. 

—¿Ibas a manipularnos? —Preguntó Iris escandalizada. 

—Si es necesario para que dejen sus diferencias, sí —respondió Cris, con la misma altanería de siempre—. No puedo perder tiempo con sus tonterías. 

Fierce dio unos pasos, estaba decidido a golpear al enano delante de él, pero se detuvo gracias a que Iris colocó una mano sobre su pecho, indicando que no valía la pena.

—Lo siento, pero no iré —dijo finalmente Luna—, he esperado este momento para estar libre y, si hay una amenaza que destruirá el mundo, prefiero conocer todo lo que este tiene. No hay garantía de que ustedes puedan salvarlo. 

—inteligente —dijo Cris—, por mí no hay problemas. 

Iris y Fierce se miraron, y asintieron. 

—Iris, gracias por todo —dijo—, por cómo se han portado conmigo, toma —la chica sacó de sus vestimentas, prendas y baratijas que había robado de la casa de Iris—. Lo siento, tengo la tendencia de querer las cosas que brillen. 

—Y vanidosa —murmuró Cris, risueño. 

Iris estaba impresionada de ese hecho, y Fierce se dio cuenta de la buena idea de que esa chica se alejara de ellos. 

—El perro que muerde al dueño, es un mal perro —dijo Fierce.

Luna se encogió de hombros sin importancia y besó a Iris en la mejilla.

—Si necesitas mi ayuda, toma —agregó, dándole una pequeña concha de caracol de mar—, por allí podremos hablarnos. Las conchas de caracoles, son la voz misma del mar.  

—¿A dónde irás? —Preguntó Iris, sorpresiva de sentirse tan identificada con alguien desconocido. 

—Creo que iré al norte. No conozco nada más que esta arena asquerosa. Supongo que allí habrá mejor tiempo —le respondió. 

—Bueno, podemos darte el paso —dijo Cris—, justo el norte queda nuestro próximo destino. 

—¿Sabes dónde está el resto? —Preguntó Fierce, curioso. 

—No lo sabía, pero llevo escuchando una voz que me dice que debería hacer, y me acaba de decir que fuera al norte. ¿Estoy loco? 

Iris y Fierce se miraron, otra vez, y sonrieron. 

—No, y más vale que obedezcas siempre a esa voz, incluso cuando no pareciera ser que está hablando —añadió Iris. 

—¿A qué te refieres? —Preguntó Cris sin entender. 

—Que a veces no se necesita hablar o pronunciar palabras para dar un mensaje, sino de un corazón dispuesto a escuchar —añadió ella.        

Cris le pareció una respuesta coherente, miró a Luna y esta aceptó la oferta. 

***     

Dos cuerpo estaban en la orilla de la playa, completamente desmayados, cuando la tropa del reino Diamante los encontró. Ellos no lo sabían, pero se trataban de los mismismo Darkz y Azazel. Habían sobrevivido, no por capacidad humana, sino por la resistencia demoniaca que Junier les había dado. Sin embargo, todavía así, no pudieron sucumbir ante la fuerza natural del océano. 

—Están vivos —dijeron los primeros que le revisaron.

—¡Son humanos! —añadió un cazador, cundo les inspeccionó. 

Claramente, la tecnología del reino Diamante, estaba diseñada para, ese momento, en saber diferenciar a los humanos de las criaturas mágicas. De esa forma, no volverían a cometer los errores del pasado, cómo con cris, precisamente. Tecnología que obtuvieron, al secuestrar a un ingeniero del reino Carbón, conocido como Billy Cooper. 

Billy Cooper, para nuestro entendimiento, sería una persona con estudios en biotecnología, bioingenería, químico, biólogo y médico. Para ellos, era el sabio Billy Cooper. En un principio, Billy creyó que había caído en desgracia cuando fue secuestrado, sin embargo, no fue así. Resultó que su secuestro solo contribuyó a tener que hacer más investigaciones, pero sin la limitante de tener que competir contra muchos, dentro del reino carbón. El único problema estaba, en los objetivos terribles del reino Diamante.   

Por eso, cuando recibió en su sala los cuerpo de Azazel y Darkz, no solo confirmó que eran humanos, sino que estaban atados a una maldición que él, no sabía en qué consistía. Esto compadeció al rey Fidel y a Emilia, pues ellos había vivido malditos, por una larga temporada gracias a Soula. 

—¿Dónde estoy? —Preguntó Darkz, con ensoñamiento, cuando se vio acostado en una lujosa habitación. 

—Por qué mejor no preguntas, ¿por qué estamos durmiendo en la misma cama? —la voz de Azazel, se escuchó justo al lado de Darkz. 

Darkz saltó del susto. Y por el movimiento brusco, se mareó, y cayó justo encima de Azazel. Obviamente Azazel, lo pateó a un costado. 

—¡Auch! —chilló el otro. 

Azazel se levantó hasta la ventana, de la habitación y pudo ver la vista del reino. 

—Estamos en el reino Diamante —confirmó—, pudiera creer que nos secuestraron, de no ser que nos dieron una habitación dentro del palacio real. 

—¿Sabrán lo que somos? —Preguntó Darkz, levantándose del suelo. 

—¿Y que somos? hasta donde sé somos humanos atrapados con un demonio —dijo Azazel. 

—¿Atrapados? No veo a Junier por ningún lado, y dudo mucho que el reino Diamante se doblegue ante un demonio —añadió Darkz. 

—¿Qué sugieres? —Preguntó Azazel, confundido, mirando a su compañero directo a los ojos por primera vez. 

—Creo que nos hemos liberado de Junier —dijo, con una amplia sonrisa. 

—¿Y después de lo que vimos, crees que temería a un reino de mortales? ¿qué te dice que no tiene controlado a todos en este reino? 

La sugerencia de Azazel, heló a Darkz. Esa posibilidad no parecía descabellada, pero si escalofriante. 

—Creo que tenemos que huir entonces —dijo Darkz—, va asesinarnos si sabe que no cumplimos sus órdenes. 

—Él no quería que la cumpliéramos —dijo Azazel, calmado—, todo estaba planeado. Cuando robó las almas de nuestra tripulación, tuvo el poder suficiente para convertirnos en una especie que le ayudara a él a hacer el resto. Por eso, fuimos a la isla pirata luego, donde devoró a todos nuestros compañeros, paisanos, rivales, amigos, todo... Necesitaba el poder suficiente para poder encargarse de esa criatura maligna debajo del mar. ¿Cómo es posible o temerle al leviatán?

—Le temía —aclaró Darkz, esta vez sensato—, solo actuó como si no le temiera. La otras criatura sabían que no había oportunidad, y dejaron que el tiempo lo demostrara, pero no contaban con la capacidad de ilusión de Junier. Ese hombre, al final de cuentas era un demonio...

—Emparentado con un demonio terrestre y un súcubo —aclaró Azazel—, el perfecto padre de la ilusión y las mentiras.  

—Con su poder, hizo creer que la bestia nos había atacado, y no fue así, si lo hubiera hecho, todos hubiéramos muerto en ese instante. Eso hizo que aquella criatura maligna actuara, y Junier aprovechó su debilidad, para usar todo su poder y obtener lo que quería. El rey de los mares se dio cuenta y por eso decidió huir. 

—Fuimos tontos al creer que podríamos contra él, ¿no? —Preguntó esta vez Azael—, no solo era el rey, es un cazador de este reino, por eso, esos polvos...

—Casi nos mata —completó Darkz. 

—¿qué sugieres que deberíamos hacer? —Preguntó Azazel. 

—Creo que deberíamos ocultarnos aquí. averiguar qué es lo que quiere el reino Diamante con nosotros, o si es cierto la sugerencia que diste de Junier sobre este lugar, y si están en contra de nosotros, entonces tendremos que ensuciarnos las manos, una vez más y tomar el poder del reino. 

—¿Te imaginas? ¿Tú y yo de reyes?

—No, pero solo hablamos de probabilidades, ¿no? Esperemos que haya un mejor camino para nosotros —dijo Darkz, un poco entristecido. 

—¿Crees que merecemos perdón? 

—No —refutó Darkz a Azazel—, pero no hay necesidad de aumentar nuestros pecados. 

—Cómo si hubiera una medida realmente —dijo Azazel, con asco. 

La puerta se abrió sin previo aviso, y una de las sirvientas gritó, cuando vio que los chicos estaban apenas con ropa. 

—Yo, lo siento —se disculpó.

—¿¡Qué insinúas, mujer!? —chilló Darkz, escandalizado. 

—Nada, mis señores, solo he venido a ver si estaban bien y si había despertado. Los reyes le esperan a la mesa —dijo ella, avergonzada, con el rostro al suelo—, en ese mueble de allí —señaló un ropero elegante a un costado—, hay ropas para ustedes, con permiso, estaré esperando una vez se hayan cambiado para guiarles. 

La chica salió y cerró la puerta.

—Menuda muchacha... —se quejó Darkz, fastidiado de lo que parecía pretender. 

Azazel parecía inmutada en todo el drama. 

Cuando se vistieron, con ropas, por primera vez finas, fueron guiadas por la misma sirvienta hasta el comedor real. Se impresionaron de ver, que no se trataba de la famosa mesa larga que algunos mencionaban, sino una redonda y pequeña, como para doce personas. Azazel saludó como se debía, pero tuvo que obligar a Darkz a inclinar la cabeza delante de los reyes, para evitar un alboroto innecesario con la alta sociedad. 

—¿A qué se debe este honor? —Preguntó Azazel, una vez estaban sentados y platos habían llenado la mesa. 

Emilia y Fidel le miraron, con una mirada suave y cortés. 

—Les hemos encontrado en las playas del territorio enemigo. En principio, creímos que se trataban de otros enemigos, pero fueron inspeccionados por nuestros sabios, y señalan que son humanos...

—Pero que están maldito —agregó Emilia, interrumpiendo al rey—. ¿Queremos confirmar su presencia en este lugar y si su maldición es a causa de los acontecimientos de los mares?

—¿Así que lo saben? —dijo darkz. 

—¿Saber qué? —Preguntó el rey, tranquilo, dando un bocado de su comida. 

—Lo que somos —dijo Azazel. 

—¿Y qué son? —Indagó Emilia, con los codos apoyados a la mesa. 

—Humanos —dijo Darkz, recordando la respuesta de Azazel en la habitación—, humanos malditos por un demonio. 

—¿Un demonio? —Preguntó Fidel, como si fuera la cosa más natural del mundo. 

—Así es, uno que fue capaz de hacer huir al rey de los mares y atrapar al leviatán en una de sus trampas —añadió Azazel, forzando una sonrisa. 

Darkz, había terminado el primer plato, aunque nadie lo notó, y estaba sirviendo más comida en este.  El rey hizo señas a uno de sus soldados que estaba en la puerta, este asintió, y al cabo de unos segundos Dionis apareció. 

—Mi señor —dijo, inclinándose un poco hacia los reyes. 

—En principio no te creíamos, pero estos hombres acaban de confirmar lo que dices haber visto —agregó el rey, mirando al muchacho. 

—Primero, que Soula había sido destruida y, en su lugar, un rey había tomado ahora el puesto y había hecho retroceder el ejército. En segundo lugar, la aparición de una criatura que, según nuestros soldados oro, hierro y bronce, han confirmado su existencia en el frente de batalla y esperábamos su aparición, pero en cambio se le vio viajando al fondo del mar. Tercero, la aparición de un demonio, en barco, de la cual el rey tuvo que hacer uso de la bestia más temible, conocida como el leviatán. Y, según nuestros invitados —la reina señaló a Darkz y a Azazel, con elegancia—, nos confirman tus hechos. 

—La duda que tenemos, ¿quién es el demonio y quién es el actual rey de los mares? —Fiedel, dio un sorbo al vino. 

—No tengo idea de quién era el rey —dijo Dionis, mintiendo, pero con una convicción tan genuina, que Azazel y Darkz, quienes sabían de quién se trataba, se miraron. 

Ellos sabían que por alguna razón, este estaba encubriendo a Cris. 

—El demonio se llama Junier —empezó Azazel—, hijo de un demonio terrestre y un súcubu—, tiene el poder de invocar las llamas del infierno mismo, de robar las almas de las criaturas para aumentar sus poderes, y de crear las ilusiones más realistas que pudieran existir. Así engaña a su objetivo y cumple sus propósito. 

—Así que un súcubo, un demonio que toman la forma de mujeres atractivas para seducir y acostarse con los hombres o mujeres, en especial a los jóvenes, introduciéndose en sus fantasías. También, son los causantes de la parálisis del sueño —dijo el rey—, se dicen que pueden absorber la sangre o energía vital del hombre y así alimentarse, a diferencia de los íncubus, que atacan sexualmente a su víctima y suelen aparecer cuando está a punto de perder su virginidad.

—¿Y los terrestres? —Preguntó su mujer, curiosa del enemigo al que parecía que debían enfrentar. 

—Los demonios terrestres son el tipo más peligroso, pues fueron expulsados del averno y moraron en la tierra, entre la humanidad, hasta que se decidió crear a la humanidad. Muchas personas confundieron estos seres con hadas u hombres lobo, pues acostumbraban a cambiar de forma y proyectar ilusiones, y claro, los más débiles poseían cuerpos de animales, creando bestias demoníacas, mientras los más poderosos se hacían pasar por seres humanos y fomentaban o fomentan a la corrupción en secreto. Si un demonio terrestre muere, queda verdaderamente muerto. La combinación de un terrestre y un súcubu, no puede ser más que, problemas. No veo la manera de crear un ser demoniaco más terrible que este. 

Darkz y Azazel se miraron. Era impresionante como este parecía saber de demonios. 

—¿Cómo es que le conocen ustedes? —Preguntó esta vez, la reina a Darkz y Azazel. 

—Porque mató a toda nuestra tripulación y nos maldijo —contestó Darkz.

—También asesinó a toda la isla pirata —complementó Azazel—, y logró atrapar al leviatán y a la otra criatura maligna haciendo uso de su poder ilusorio.  

La reina y el rey se miraron un momento. El rey suspiró, y dijo: 

—Creo que esta batalla no has sobrepasado. No podemos contra criaturas infernales y de otros mundos, sin ayuda. 

—¿Qué sugieres? —Preguntó la reina a su rey. 

—Creo que tendremos que mancharnos las manos con la triada maldita, también, es momento de hacer alianzas con el reino Carbón. 

—¿Qué pasará con la cacería de criaturas mágicas? —Preguntó Dionis. 

—La pausaremos —dijo el rey con una sonrisa—, por ahora, solo debemos defendernos de lo que quiere destruirnos. Esa es la prioridad.     




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