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La Profecía

Capítulo 30

La pequeña cabaña de la bruja Urasue, resultó ser un lugar bastante acogedor. Era cierto que estaba lleno de estanterías con cosas extrañas, manos humanas y de otras criaturas, ojos, cabellos, uñas, incluso pequeños embriones de diferentes estadíos de maduración. Pese a eso, contaba con una pequeña sala de estar, con una chimenea al fondo, encendida que, cuando la miraron, todos se quedaron curiosos de ver que la madera nunca se consumía y el fuego no aumentaba ni disminuía. Desde ese punto, sentados todos ellos, se dieron cuenta que la otra habitación estaba un pequeño comedor de madera con sillas nada lujosas, pero limpias y relucientes, y con apariencia nueva. Más allá, creían que estaba la cocina. Y claramente, las habitaciones estaban por encima de aquella planta baja.

Aunque la sala era pequeña, solo Yami y Kimiko estaban sentadas en los sillones, Lance recorría la habitación con la mirada curiosa. Dani, solo estaba posado sobre uno de los muros, con el entrecejo arqueado y los brazos cruzados.

—Lamento la espera —dijo la bruja, trayendo con ella una bandeja, con bocadillos y tazas de té calientes para todos. Caminó hacia cada uno de ellos, para que lo tomaran.

Lance iba a decir que no, pero había insistencia en la mirada de la bruja. Por supuesto, miró a Kimiko y Yami, y cuando ellas asintieron, dando a entender que no había nada raro en aquello, fue que lo hizo. A Dani no le importó. De hecho, fue el primero en llenarse la boca y las manos, para tener más de los bocadillos. Lo que complació a Urasue.

—Entonces, pueden contarme con exactitud para qué requieren mi ayuda —dijo Urasue, sentándose en el único sillón disponible, con una sonrisa satisfecha.

—Necesitamos un ejército para combatir a los cazadores y soldados del reino Diamante —dijo Lance, mirándole fijamente.

—Eso suena a un asunto demasiado caro y complicado —dijo ella, con una amplia sonrisa.

—¿Está diciendo que no puede ayudarnos y que perdimos el tiempo? —soltó bruscamente, Dani.

—No, ella solo está diciendo que es caro y complicado —corrigió Yami, sin dejar de mirar a la bruja—. ¿Cuál es tu precio?

La bruja Urasue sonrió.

—La verdad es que están de suerte —respondió—. Me molestan demasiado esos cazadores y la supremacía absurda del rieno Diamante sobre las criaturas.

—Pero dudo mucho que hagas algo solo porque te moleste —dijo Kimiko, con rostro pensativo.

—Si me afecta de forma directa, resolveré el problema con mis propias manos de ser necesario —contestó ella.

—¿Qué tramas? —Preguntó Lance.

—Lo que tramo es de mi incumbencia —añadió la bruja—. Solo deseo conocer a alguien...

—¿A quíen? —Preguntó Kimiko.

—En su grupo, hay una chica llama Iris. A ella deseo conocerla. Tenemos asuntos de qué hablar y solo yo puedo ayudarla, y ella podrá ayudarme a mí.

—¿Por qué tenemos que confiar en ti? —Preguntó Yami.

—¿Qué hacen aquí entonces? Si realmente no confían, mi puerta siempre está abierta.

—Tú sabías que vendríamos —enfatizó Kimiko, fastidiada. Ella asintió.

Los cuatro chicos se miraron, y ninguno de ellos sentía comodidad con lo que se estaba planteando. ¿Pero qué oportunidad tenían ellos solos?

—Yami, ¿puedes comunicarte con Aland?

—No puedo —dijo ella, con angustia—. He intentado desde que llegamos al pueblo ese, pero parece que está infestado de los polvos alquímicos del reino Diamante y mi magia no fluye como debe.

—Hazlo acá en mi cabaña, estoy segura de que podrás... he limpiado la mayora parte del territorio de esos polvos asquerosos —dijo la bruja.

—¿En serio? —soltó Kimiko. La bruja asintió, y con un movimiento de su huesuda mano, una bola de cristal apareció en medio de la habitación, flotando. En su interior, se veía un humo que recorría una infinidad densa.

—Aland... Aland, ¡Aland! ¡Soy Yami! —comenzó a decir Yami, colocando sus manos alrededor de la esfera, sin tocarla.

Entonces, la imagen de este apareció. Parecía desconcertado.

—¿Yami? ¿De dónde me llamas? —La voz de Aland respondió, buscando a su alrededor de donde provenía aquella interrupción.

—Estamos en la casa de la Bruja Urasue... Necesitamos saber si podemos confiar en ella —dijo Yami.

—¡Urasue! ¡La Bruja de la tierra! Claramente no puedes confiar, pero el destino está atado a ella —respondió Aland.

—Maestro —La voz de Kimiko resurgió desde atrás, acercándose a la imagen de la esfera—. Tengo un mensaje de sus padres...

—Ah, hola, Kimiko... ¿Mensaje de mis padres? ¿Qué te han dicho?

—Esto... —dijo ella,y colocó la punta de su dedo índice sobre la esfera, y en un segundo la esfera se quebró en miles de partículas de vidrios que rodearon a la bruja Urasue—. El mínimo movimiento y seras mutilada con millares de cortes. ¿Quién te crees para mentirnos y con mi maestro? Si algo tiene Aland, es que lo sabe casi todo... ¿Crees que no sabría la diferencia de una conexión telepática a una llamada astral?

—No le conoces —dijo Yami, colocando sus manos sobre sus caderas—. Estaba actuando que te creía el rollo, peor Kimiko no se aguantó demasiado.

La bruja Urasue estaba sorprendida de lo que había ocurrido. Lance y Dani estaban tan tranquilos, que definitivamente les dejarían el asunto a las chicas.

Entonces, una flecha de fuego atravesó un ventanal y se posó sobre una pared. Tenía atado un pequeño frasco, y en un segundo explotó de tal forma, que abalanzó a todos contra los muebles y muros, dejando una cortina de humo. Todos estaban adoloridos, y con cortes debido a los vidrios que Kimiko había mantenido flotando pero que, gracias a la explosión, ahora estaban en el suelo.

Lo que fue peor, es que la Bruja Urasue, ensangrentada como estaba, se acercó a Kimiko, con una sonrisa siniestra y dijo:

—En realidad ya han hecho todo lo que necesito —con su mano tocó la sien de Kimiko, y sonrió—. No fue mentira cuando dije que me interesa que asesinen ese ejército, así que tomen esto como un pago del favor que me han hecho.

—¿Qué has hecho? —Preguntó en súplica Kimiko. Y vio como la bruja chocó sus manos, y seguido tomó la taza de Té que ella había estado usando mientras hablaban, y se teletransportó abandonando la casa.

—Son polvos alquimicos —dijo Yami, desde otro extremo.

—¡¿Dónde esta esa mujer?! —Gritó Lance.

—¡Se ha marchado! —Respondió Kimiko—. ¡Creo que conoce la ubicación de Iris!

—Menudo problema nos hemos metido —dijo Dani, removiendo todo lo que estuviera encima de ellos. Gracias a él, quitó el mueble que había atrapado la pierna de Yami, un estante que por poco aplastó a Lance y ayudó a levantar a Kimiko—. ¿Están todos bien?

—Lo estaremos cuando nos encarguemos del ejército —dijo Lance.

—Silencio —dijo Dani, de pronto. Parecía oir algo que los demás no, y es que, todo aquel que se movía a través de la caza en el bosque, debía afinar sus sentidos para hallar las presas.

Y Dani estaba seguro que, lo que escuchaba, parecían ser los cambios de una escopeta.

—¡Al suelo! —gritó, mientras empujaba con sus enormes brazos, a todos contra este. Por supuetso, todos chillaron por la brutalidad de su movimiento, pero segundos después, la cabaña fue llenada de disparos.

El ruido fue tan ensordecedor que todos tenían los oídos tapados con sus manos. El cuerpo de Dani estaba sobre Yami, Kimiko y Lance, como un muro fortalecido que buscaba protegerlos a los tres.

Cuando los disparos acabaron. Todos ellos estaban nerviosos de levantarse.

—Vamos a morir —dijo Kimiko, aterrada.

—No voy a permitirlo —dijo Lance, intentando zafarse del brazo de Dani, pero era imposible.

—No te hagas el héroe ahora —refunfuñó Dani, con malhumor. Aunque sus ojos, estaba sobre el rostro enrojecido de Yami que, por supuesto, al ser Clymuwaedes, el contacto corporal era una locura.

—Kimiko... —susurró Yami, entonces la otra vió como le señalaba un pequeño círculo mágico tallado en el suelo.

Kimiko abrió los ojos, y dijo:

—Esto es a lo que ella se refería, como su ayuda.

"Flor que da poder... —comenzó Kimiko

—...Y que da vida a la tierra... —añadió Yami.

—...da vida en este momento...

—... y muestra tu poder eterno...

—...que sean iguales para no tomar ventajas...

—...que sean iguales para no burlar la justicia de la injusticia desarmada...

Cuando las dos chicas terminaron de leer aquello, el pequeño círculo mágico se iluminó, y la tierra comenzó a temblar. De tal forma, que la cabaña comenzó a derrumbarse por completo. Y por arte de magia, aparentemente añadido como el efecto mágico plantado, los chicos quedaron fuera de peligro.

Enconces, con la casa derrumbada, el bosque estaba a la vista de todos ellos. El ejército del reino Diamante estaba enfrente. Todos con armaduras metálicas, pero con una pelicula brillante sobre ellos, que denotaba que estaba recubierto con alguna sustancia. Los cazadores eran la primera línea de combate, y allí en medio estaba un joven chico que les miraba con la misma ferocidad de hace unos días atrás.

—Otra vez ellos —dijo Dani.

—¿Les conocen? —Preguntó Kimiko, intentando entender.

—Los tres soldados sobre los caballos, les enfrentamos en el reino Diamante cuando rescatábamos a Sigurd —dijo Dani—. Se hacían llamar, Dord, Hier y Bron —señaló a los caballeros dorados, hierro y bronce.

—Pese a lo que cuentas, me preocupa más ese cazador —dijo Yami, señalando a Cris.

—Es una criatura mágica —añadió Kimiko, con el ceño fruncido.

—¿Estás segura de eso? —Preguntó Lance, sin entender.

—Estoy segura —dijo ella, mirándole fijamente. El chico pareció reconocer los pensamientos de esta, porque en ese momento rugió de rabia, y apuntó con su ballesta una flecha directo a la frente de ella.

Sin embargo, cuando la lanzó, del suelo salieron criaturas de aspecto humanoides, enblanquecidos. Uno de ellos recibió el impacto de la ballesta.

Claramente, todos se quedaron atónitos y pasmados al ver como al principio eran decenas, luego una centena, seguido de miles de estas criaturas.

—¿Qué son? —Preguntó Dani, curioso, y aterrado de que fueran parte del enemigo.

—Son los hocumunculos de Urasue —dijo Yami, con una sonrisa.

Entonces, aquella criaturas humanoides y emblanquecidas, una vez resurgidas de la tierra, tomaron las mismas apariencias de cada uno de los hombres que conformaban el ejército Diamante. El que había recibido la flecha de Cris, adquirió su forma. Ambos se miraron por un momento, entonces, el hocumunculo cambió su apariencia por completo: su piel se volvió azulada, con escamas que recubrían su piel por completo. Los ojos eran amarillos y reptilianos, las manos se cubrieron de una membrana que asemejaban aletas. Emitió un chillido bestial, y de su boca una onda sonora salió mandando a volar a decenas del ejército diamante, incluyendo a Cris y a los tres soldados.

—¿Eso qué es? —Preguntó Lance, mirándo confundido a Yami y a Kimiko.

—Eso es lo que ese cazador es —dijo Kimiko, sorprendida.

—Es un reptiliano —dijo Yami—, criaturas oceánicas con la capacidad de adoptar una forma humana en la superficie terrestre, pero si lo desean, pueden revelar su verdadera forma en combate.

—Parece que a alguien se le ha revelado su secreto —dijo Dani, con una sonrisa—. Ahora veamos que bando toma cuando el ejercito se dé cuenta de lo qué es realmente.

***

La noche había caído sobre el reino Esmeralda, pero estaba tan iluminada que era casi irreconocible. Todas las zonas, desde los estratos más bajo hasta lo más alto, tenían antorchas y velas decoradas en sus ventanas. Y Había guirnaldas que adornaban las calles y los faroles en dirección al palacio. Había luces tan imponenten, que alumbraban el mismo cielo pese a la oscuridad. Cada quien como podía, iba vestido de forma elegante, y por primera vez, parecía que no importaba demasiado que estratos bajos y altos se mezclaran para la máxima celebración.

Fierce, había abandonado la armadura, para llevar un traje elegante de un noble típico del reino Esmeralda. Llevaba la misma barba recortada, con la postura valiente que eso, sumado con el traje de color azul cielo, le hacía ver apuesto. Tenía medias largas blancas y una túnica celeste. Llevaba una chaqueta blanca, con calzas oscuras y pantalones hasta la rodilla. Tsukine, había preferido presentarse con las mismas ropas, aunque Iris insistió demasiado.

El caballero creyó que no iba a ceder, pero no fue necesario, Iris al final decidió vestirle aunque no se lo pidiera, y le colocó el mismo estilo de Fierce, solo que su traje no era celeste sino de un rojo vino, que le hacía ver como todo un conde. Tsukine se enojó, pero a diferencia de las otras veces, decidió no prestale atención puesto que sabían que habían cosas más importantes.

Por otro lado, Iris llevaba un elegante vestido blanco, con tonos oliváceos y encajes de piedras esmeralda que, sumado a su cabellera rubia y su piel blanca, le hacía parecer una nativa real del reino. Las zapatillas, incluso eran demasiado rimbombates, pues eran de cristal. Era la versión vanidosa que tenían todas las hadas.

Cuando llegaron a la entrada del palacio, el lujo era mucho mayor de lo que creían. Todo el palacio estaba iluminado, y a diferencia de lo que iris hubiera creído, tenía un aspecto cordial, rusticos comedido y el lujo propio que había visto en sus años de encarcelada.

—Cambiaformas a la derecha —susurró Tsukine, al ver un grupo de hombres alegres, con copas alzadas y mujeres nobles y de la plebe entre sus brazos.

—Algo no encaja aquí —dijo Fierce, con el ceño fruncido al ver que no había un comportamiento propio a lo que él, como soldado, había experimentdo en años anteriores.

—Recuerda que todo ha cambiado por aca —le dijo Iris, tomándole de la mano para relajarle.

—¿Creen que llegamos tarde? —Preguntó Tsukine, debido a que había derroche de vino.

—No lo creo —afirmó iris—. Lo que pasa es que los cambiaformas son más tolerantes a sustancias tóxicas como esa. Los humanos son demasiados sensibles para ese tipo de sustancia.

—Ya veo —dijo Tsukine, con el ceño fruncido al ver como los soldados del reino, se rebajaban de aquella forma sin pudor—. No hay honor en este lugar.

—Concuerdo contigo —dijo Fierce, avergonzado.

Atravesaron el jardín hasta las puertas del palacio. Y al entrar, vieron velas que iluminaban todo el interior. Lo bueno de aquel momento, es que todos estaban tan ensimismados entre ellos, y que había demasiada gente, que nadie parecía notarlos en realidad. O al menos eso es lo que ellos creían.

Fierce, Iris y Tsukine fueron hasta el vestíbulo principal, donde la mayoría de los nobles estaban, y se dieron cuenta que, en realidad, la entrada era para los nobles, el estratao bajo tenía permiso de estar solo en el jardín. Por eso, el comportamiento de las personas en el jardín y la del interior del palacio, eran notoraimente distinta. Era más estilizados, con copas de champagne, bocadillos pequeños que se movían de un lado a otro, por pares de camareros y camareras del lugar, conversaciones prudentes y casi privadas que la minia risa podía romper el silencio extraño que se tenía en esas reuniones.

Aunque, pese a eso, había música que resonaba en uno de los pasillos. Cuando lo atravesaron, vieron que se presentaban un baile con caballeros y doncelas que se movían a la par, y de forma tan sincronizada que Iris estaba maravillada y encantada de lo que sus ojos observaban.

—¿Creen que podamos bailar un poco?

—Si me concede esta pieza, majestad —dijo Fierce, con una amplia sonrisa e inclinándose con todo los modales de un caballero noble.

Iris que no sabía de las costumbres, aplaudió como niña dando brinquitos, y le tomó de la mano.

—Claro mi señor, todo lo que usted desee —le contestó.

Tsukine enrojeció de vergüenza. Era impropio el comportamiento de Iris. Pero entendía que no era de su propia raza, y se notó desde el momento en el que entraron a la pista. Y aunque Tsukine quiso decirles que no hicieran tal bochorno porque tenía cosas que hacer, no pudo evitarlo pues Fierce le dio una mirada de odio que le heló por completo.

Y lo que lo hizo menos pasable, es ver como comenzaron las murmuraciones, cuando los dos se presentaron en aquella pista. Ahora, de todas las barbaridades que decían de sus amigos, hubo algo que lo alarmó, realmente:

"¿No ese el soldado desertor del que se pedía recompensa?"

"¿Qué hace aquí? ¿Cómo se atreve?"

Y antes de que pudiera acercarse a los chicos, vio como estos fueron envueltos por caballeros que alzaron sus espadas. Fierce e Iris, dejaron de bailar y miraron a su alrededor.

—¿No podían solo mirar? Ah no, tenían que ponerse románticos en un lugar como este —ironizó Tsukine, sacando la espada de su costado, dciiendo—. Darkoragon...

De inmediato un humo oscuro envolvió el filo de la espada, y con un ondeo de esta, un enorme dragon negro y humeante apareció y arrasó con los caballeros que envolvieron a Iris y a Fierce.

Los gritos iniciaron y el pánico comenzó a correr en la zona, y fue cuestión de momentos para que el lugar se viera envuelto de todos los cambiaformas que habían visto en el jardín.

—Perdónenme —dijo Iris, avergonzada al ver como habían complicado las cosas.

Tsukine, de haber podido le hubiera dado el regaño más grande de su vida a esos dos, pero no era el momento.

—¿Quiénes son ustedes? —rugió un hombre que, les intimidó al dar los primeros pasos pues era el más grande de todos ellos.

—¿Padre? —escucharon detrás de él, y observaron a un joven de cabella oscura y ojos oscuros. Debía ser el novio, porque llevaba trajes reales, como la de un rey.

—¿Conoces a estos, Akudomi? —respondió el gigante hombre, y Akudomi les miró por un momento. Frunció el ceño.

—No sé quiénes son...

—¡Aténlos! —ordenó el padre de Akudomi.

Tsukine por primera vez, quiso matar a alguien de verdad en ese momento. Iris y Fierce, parecían sentirse culpables, pero de nada ya valía en ese momento.

***

La Madre Saya, Samael, Aland, Eileen, Sigurd, Cristal y Donny estaban todavía en el pico de las tres rocas. Origami estaba en el centro, completamente dormida, pero sin ningún rasguño que la bruja le había causado.

—Así que finalmente has conocido a tu antítesis —dijo Saya, mirando a Aland.

Aland negó con la cabeza.

—Soy más fuerte que ella —dijo sin preocupaciones.

—Es cierto —afirmó Saya—. Pero lamento informarte que eso no implica que ellos estén seguros. Se vienen momentos decisivos de esta historia.

—¿Podemos saber qué será? —Preguntó Samael, quien estaba a los pies de Origami, acariciándola como si fuera el bálsamo que ella necesitara. Y parecía que si, porque a pesar de que Origami estaba dormida, ella sonreía en ese momento.

—¿Tiene que ver con el mal que escapó de aquella dimensión? —Preguntó Sigurd, abrazado de Eileen.

—Tiene que ver con todo —contestó Saya.

Entonces, sus ojos se emblanquecieron más de lo normal, con un aspecto brillante, y dijo con aquella voz en trance, de las cuales aprecían haber miles de saya hablando al mismo tiempo, pero en armonía al mismo tiempo:

"Cuando muera uno de los Clymawaedes, cuando los recuerdos lleguen y la resurrección del caos y la sabiduría despierten, los destinos se cruzarán y la puerta del Nihilismo será abierta por aquella que controla la tierra y un contrato impuro. La bruja milenial crujirá los dientes por el caos, y la muerte de la sabiduría estará destinada. Pasada las tormentas, la luz del amanecer restablecerá el daño que la ambición ha dejado."

—¿De qué está hablando? —Preguntó Donny, sin entender.

—Es una profecía —La voz juvenil de Cristal se escuchó al fondo.

Todos le miraron, y en ese momento los ojos de las chicas se emblanquecieron. Aland, abrió los ojos con demasía. Supo lo que eso significaba. Miró a la Madre Saya, y no pudo evitar llorar y abalanzarse sobre el cuerpo de la anciana que caía hacia el suelo.

—¡No mueras!     

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