La Isla de los Gigantes
Capítulo 72
El viento de aquella mañana no traía consigo el típico olor a maresía. Era curioso, pero entendible, pues desde un punto en el que Sigurd, Cris y Filius y Moon habían salido del puerto de los duendes Pixies, donde el agua era azulada, cristalina y salada, había sido transformada por aguas oscuras, casi como el petróleo pero sin ser espesa. Tenía las misma característica del mar, en relación al oleaje, pero se comprobó que el agua no era salada sino dulce, pero no dulce y deliciosa como las mencionadas en el Fin del Mundo, sino que tenía una mezcla de cobre y hierro, como si estuviera cargada de muchos metales.
El barco de color verde, con la forma de una hoja gigante, y estructuras del armazón con ramas de árboles, parecía un punto verde en medio de aguas negras. En este punto, no necesitaban del todo vientos para hacer andar el barco en una dirección, sino que Cris, desde el frente del barco, hacía conducir el barco con ayuda del agua misma. Pese a que no era un mar común, este al ser el rey del mar, controlaba las aguas a la perfección.
Moon estaba junto a Filius, en el bolsillo de siempre, mirando con curiosidad el exterior. Y Sigurd estaba sentada en el piso, esperando que terminaran de acabar el viaje.
—Tenemos casi dos meses en estas aguas —dijo fastidiado Sigurd.
—Bueno, al menos no hemos padecido por agua o comida, los pixies supieron muy bien como dotarnos para el viaje —señaló Filius, sentándose al lado de este.
—Todos los duendes pixies son sabios —comentó el pequeño Moon—, es normal que ellos hayan dado más que los cálculos hechos por la reina.
—sin duda, algo que deberíamos aprender los humanos —contestó con un suspiro, Filius.
Vieron la figura de Cris, desde ese ángulo, parecía alguien realmente interesante, no solo porque llevaba una corona tallada en coral sobre su cabeza, como parte de él mismo, sino que, con las manos alzada a sus costados, parecía admirarse así mismo, como un señor de los mares. Las aguas que ondeaban debajo de ello, parecían estar en pleno control.
De pronto, Cris detuvo el barco sin más.
—Al fin hemos llegado —dijo.
Sigurd y Filius se levantaron con brusquedad. Pero alzar la vista hacia todos sus lados, alrededor de ellos mismos, se dieron cuenta que no veían absolutamente nada. Lo que si les pareció curioso, es ver una densa niebla comenzar a desplazarse hacia ellos.
—¿Cómo sabes que hemos llegado? —Preguntó Sigurd.
—No logro ver nada, más que aguas negras y esa niebla perturbadora —añadió Filius.
—Está...
—Debajo de nosotros —completó Cris la oración que inició Moon.
Sigurd y Filius corrieron hacia los bordes del barco, mirando hacia las aguas, pero seguían sin ver nada. Y cuando la niebla barrió el barco, la visión comenzaba a ser un problema.
—Puedo sentir que hay más de doscientas criaturas debajo de nosotros —dijo—, todas gigantescas.
Cris parecía un poco nervioso, porque en base a eso, era como hablar de doscientos leviatanes. El rey del mar, siempre había podido controlar a una criatura de estas y con dificultad, pero doscientos era demasiado para cualquier rey del mar.
Cris no se veía realmente bien. Estaba pálido, sudoroso y con una expresión que, de no entender el contexto, se pensaría que era le expresión de las mil yardas.
Filius se dio cuenta de su preocupación, y alzando las manos, a los lados, un círculo mágico se formó en el piso, y en segundo, una defensa, en forma de una esfera, rodeó todo el barco. Era la defensa del trono de Gaia, que Aland le había mostrado.
Y justo en ese momento, observaron como las aguas se abatieron. tres criaturas gigantescas, una con decenas de tentáculos, otra parecida a una serpiente marina, y otra que de cuello alargado, y dientes filosos, se habían alzado. Parecían estar peleando por una presa que habían logrado. Las tres tenían en su boca, un pedazo de carne, de una criatura agigantada como ellos, pero con la forma de un pez con afilados dientes, que cuando en un movimiento de agonía esta abrió la boca, revelando la cabeza de otro pez que también abrió su boca y otra cabeza de pez se reveló, y así fue abriendo más y más boca, hasta revelar en un diminuto pez que, al abrir su boca, una lengua afilada salió y la clavó directo en el cráneo de la serpiente marina.
Y cuando eso ocurrió, escucharon un grito aterrador bestial que hizo temblar las aguas. Y segundos después, la serpiente soltó una parte del pez, y cayó muerta en el agua. Y al otro parpadeo vieron como la criatura de cuello alargado soltó su presa, y arremetió contra la serpiente muerta para devorarla. Dejando a la bestia llena de tentáculos aquel pez monstruoso moribundo que, cuando intentó hacer lo mismo con la otra criatura, un tentáculo le atrapó una de las cabezas de su interior, hasta romperla. Ese era el fin de aquel pez finalmente.
La expresión de horror de Cris, estaba reflejado en Moon, Filius y Sigurd. Jamás en su vida habían visto unas criaturas como aquella. En medio del caos, observaron una pequeña isla, de hecho, realmente diminuta, tal vez cabían unas diez personas y ya la llenaban, y cuando comenzaron a moverse hacia ese punto, se encontraron que, lo que parecía ser una isla, en realidad era la punta de la cabeza de uno de los monstruos, diseñado para atrapar a marineros como ellos estaban a punto de caer.
el monstruo se alzó, revelando una enorme boca con dientes afilados, del color de la arena, y cuando abrió la boca para tragarse a estos, se encontró con que no podía romper la defensa que Filius había colocado.
—¡Esto es una locura! —gritó Filius, tratando de mantener tal defensa.
—¡Ni se te ocurra anciano dejar caer esa defensa! —chilló el pequeño Moon, comenzando a revolotear por el barco, pensando qué hacer.
—¡Cris! ¡Vamos! —Comenzó Sigurd a gritarle, al ver como este parecía paralizado.
Al ver que no parecía reaccionar. Sigurd se acercó a este, y le dio un golpe que lo lanzó a otro lado del barco.
—¡Paralízate cuando te mueras, pero mientras no lo estés, reacciona! ¡Te necesitamos! —Le gritó Sigurd, señalándole con el dedo.
Cris pareció servirle aquel golpe. Porque se levantó de inmediato, y mostró la palma de su mano hacia el monstruo. Los fuertes movimientos de esta con su boca para destruir el barco, de la nada, se detuvieron.
—Listo —dijo Cris, recuperando el habla.
El barco comenzó a retroceder, y todos vieron la criatura, detenida en aquel momento como si hubieran paralizado el tiempo. Todos sabían que se debía al control mental de Cris sobre la criatura. Pero en una zona como aquella, lo mejor era estar en movimiento y no permanecer inamovible, porque era una especie de anzuelo para las criaturas. Antes de que pudiera hacer algo, vieron a otra criatura monstruosa y con tentáculos —pero a diferencia de la anterior que no poseía brazos, este tenía brazos y garras—, salir de las aguas y tomar por el cuello a la criatura paralizada, y con otro movimiento, ver como una de sus garras le permitió decapitarla. Sin pensarlo, le habían dado de comer, gratuitamente a esa criatura.
—Creo que fue un error venir aquí —chilló Moon, asustado.
—¿Qué creaturas son esas? —Preguntó Sigurd, intentando entender que los atacaban.
—Hay de todo —dijo Cris—, acabamos de ver a dos Kraken, una serpiente marina, la bestia del lago, el pez trampa, y la isla monstruosa.
—¿Crees que tenga oportunidad si peleo? —Le preguntó Sigurd, dudando un poco.
—No veo otra solución de salir de aquí si no peleamos —añadió Filius.
Cris se encogió de hombros. La verdad, por mucho que Sigurd fuera un titán, aquellas criaturas no le temían a nada.
—¡Bien! —se golpeó las mejillas con ambas manos—, ¡Vamos a hacerlo! ¡Filius, quita la defensa en 3... 2... 1... —aquel conteo lo hizo, mientras tomaba impulso para saltar del barco hacia las aguas.
Filius no tuvo tiempo de pensar demasiado, sino que simplemente actuó: quitó la defensa en un instante, vio a Sigurd lanzarse sobre las agua, y volvió a colocarla. Y justo cuando lo hizo, vieron a Sigurd transformarse en aquella criatura colosal. Cuando eso ocurrió, se dieron cuenta que, las aguas, apenas le llegaban un poco más del ombligo, pero no alcanzaban a cubrirle. Obviamente, la fuerza de tal criatura sobre las agua, creo una poderosa ola que hizo tambalear el barco. De no haber tenido la defensa por parte de Filius, era obvio que se hubiera volcado y, por consecuencia, hundido.
Lo magnifico y aterrador de ver fue, como tentáculos comenzaron a rodear el cuerpo de Sigurd.
—¡Los Kraken! —Chilló Cris.
Sigurd comenzó a intentar quitarse los tentáculos, pero cuando removía uno surgían dos más.
—Van a derribarlo si sigue así —dijo Cris, viendo el problema en el que se había metido. ¿En qué pensaban cuando decidieron mandar a Sigurd a pelear.
—¡Filius, quítala de nuevo! —gritó Cris, corriendo para saltar del barco.
La misma acción que con Sigurd hizo el anciano mago, pero a diferencia de Sigurd que nadó un poco, las aguas atraparon a Cris en un torbellino. Filius y Moon observaron, como el rey de los mares, transformado en su totalidad en un reptiliano, creaba con las aguas una especie de titán colosal a base de esa misma materia.
Jamás en la vida, con los años que Filius podía tener, había visto tal majestuosidad.
—Es el rey de los mares al fin y al cabo —dijo Moon, con una sonrisa y expresión de asombro al ver aquello.
Cris, usando su cuerpo de agua, logró usar la fuerza del mar, para repeler las criaturas que sujetaban a Sigurd. Y no solo eso, con mucho esfuerzo, este logró alzar a las gigantes criaturas, unas doce de ellas, en masas de aguas hacia el cielo. En comparación a Sigurd, aquellas criaturas parecían una mascota delante de él. Sigurd vio la oportunidad que Cris le presentaba, y con movimientos bruscos, comenzó a golpear a todas las criaturas directo a sus cabezas. Estas chillaban, y una por una iban cayendo en las aguas derrotadas.
—¡Si! —gritó Filius con alegría, al ver que hallaron la forma de ganar— ¡Así se hace!
—¡Oh no! —chilló Moon, halando los harapos del anciano, señalando hacia todas las direcciones.
—¿Qué mierd...?
Filius no pudo culminar su improperio de asombro, pues las palabras se les fueron cuando vio, al menos un centenar de cabezas surgir de las aguas.
—¿Qué hemos despertado?
Entonces, antes de que pudieran hacer algo más, una criatura abrió las fauces debajo del barco, aun cuando este tenía la defensa de Gaia puesta, y un segundo después, se vieron a estos devorados por una enorme boca que cubrió toda la esfera.
Sigurd al ver aquello, rugió, golpeándose el pecho. Cris intentó hacer uso de su fuerza para alzar aquella criatura que se había tragado a sus amigos, pero cuando intentó hacerlo, vio como una serpiente marina se internalizó a través de su cuerpo de agua agigantado, e intentó devorarlo. No lo consiguió, pues Cris deshizo el cuerpo de agua y saltó nuevamente al mar. Cuando se asomó a la superficie, vio nuevamente a Sigurd luchando con cada criatura, una por una que buscaban hundir a este. Le escuchó rugir de dolor algunas veces, y supo que seguramente le estaban atacando por debajo de sus pies.
Nuevamente con mucho esfuerzo, Cris concentró su energía, y gritando mientras hacía uso de todo su poder, logró separar las aguas alrededor de Sigurd, revelando todo lo que estaba debajo de él. Con eso, logró que Sigurd pudiera moverse mejor, además, que observó a su atacante: se trataban de un pez trampa que había enterrado su aguja en uno de sus talones, y unos tres kraken sostenían con sus tentáculos las piernas de este. Sigurd con un movimiento feroz, logró aplastar la cabeza del pez primero, y con ayuda de sus manos, desgarró los tentáculos que le sostenían. Cris estaba en aquel suelo húmedo, con las manos extendida a sus costados para mantener el agua alejada de Sigurd, y creyendo que habían tenido victoria con ello, se dieron cuenta que solo habían atrasado las cosas.
Las criaturas comenzaron a abalanzarse de un lado de las aguas a las otras, saltando como si se trataran de delfines y que jugaban con su presa, y, con cada salto que hacían, usaban todo su cuerpo para golpear a Sigurd. Vio el primero impactarle en el pecho, el segundo lo devolvió a otro punto golpeándole la espalda, y así fueron abalanzándose uno a uno. Sigurd lograba golpear algunos, pero no era tan rápido como para evitarlos a todos.
Cris, al ver eso, se dio cuenta que necesitaban más. Tomó una bocanada de aire, y comenzó a acumular la energía interna del tridente. Su cuerpo se envolvió un aura dorada, y, al abrir los ojos, contó que, al menos cincuenta criatura de ellas rodeaban a Sigurd. Hizo un movimiento con los dedos de su mano, y con ello, las criaturas en el interior comenzaron a explotar en montones de carnes. Sigurd al ver aquello, se dio cuenta que Cris había logrado cortar en pedazo, haciendo uso de especies de cuchillas de agua, a las criaturas que le rodeaban.
El asunto con aquello era, que montones de carnes de criaturas eran alimento para las otras que habían sobrevivido. Así que las guas comenzaron a agitarse aún más, desesperadas por comer el alimento que se les había proporcionado. Y lo que fue peor, Cris no contó con el desgaste de energía, así que cayó desmayado.
Sigurd vio aquello, y fue cuestión de segundo de ver otra vez como las aguas le cubrían otra vez. Y como si fuera peor, observó que, en la niebla, había un tumulto de sombras como a más de un kilómetro. ¿Acaso venían más criaturas?
No pudo pensarlo demasiado porque nuevamente fue rodeado por criaturas que usaron uso de todo lo que tenían para morderlo, atarlo y aprisionarlo. Lo sabía, él era la presa mayor para todos ellos. ¿Este sería su muerte?
Sonrió. Si era así, entonces vería a Eileen lo más pronto posible. Se entregó a las criaturas para ser alimento, rindiéndose, cuando voz brotó desde la flor marchita en su pecho, pero que ene se momento brilló.
"¡No seas idiota, todavía no es tu hora! ¡Pelea!"
Aquella voz, no podía asegurarlo, pero era ella. Eileen.
Eso hizo que abriera los ojos de nuevo, y sin poder controlarlo, su cuerpo se incendió en llamas, como cuando había estado como un titán errante en la tierra. Pero a diferencia de aquella vez que, había perdido por completo la razón, esta vez, estaba consiente. Se vio a sí mismo en un cuerpo hecho de fuego y tierra, como si lava brotara de él mismo, y oyó a las criaturas chillar de dolor que se había sujetado en su cuerpo. Cada parte de estas que le había apresado, había sido derretida y chamuscada.
El agua por sí sola comenzó a evaporarse a su alrededor, y la fuerza del vapor que desprendía separó las aguas. Entonces, vio a Cris todavía en el suelo. Al menos, seguía con vida.
"¡A tu costado!"
Volvió a escuchar la voz de Eileen, y obedeciendo, vio al enorme tiburón que se había tragado a los chicos. Sin pensarlo demasiado, tomó a aquella criatura, y alzándola al aire, viendo como esta se retorcía tratando de salir pero sin éxitos. Comenzó a chillar, pues la carne comenzó a cocinársela mientras seguía con vida, y con un movimiento fuerte, partió en dos a la criatura. Por suerte, vio como el barco, envuelto en una esfera todavía estaba intacto.
El barco cayó a un costado del pie. Moon y Filius estaban aterrado ahora por ver a la figura llameante delante de ellos. Creían que este se había vuelto incontrolable ahora, pero se alegraron al ver como la criatura les habló:
—Tomen a Cris, yo me encargo.
—¿Está consiente? —Preguntó Moon impresionado.
—Lo está —sonrió Filius.
Entonces, Moon moviendo sus deditos hacia el cuerpo de Cris en el suelo, hizo desaparecer a este y aparecer en el interior del barco. Pero cuando este cayó sobre el barco y cuando Moon lo intentó despertar al tocar su frente, vieron que los ojos de Cris se iluminaron como el sol. Una corriente de agua atrapó el barco y lo llevó otra vez hasta la superficie del mar, y agotándose la defensa de Gaia, pues Filius ya no podía más. Vieron como Cris, nuevamente formó aquella criatura colosal de agua.
Creyeron que las criaturas no dudarían de atacarle nuevamente. Pero antes de que pudieran comprenderlo, vieron estas paralizados a su alrededor.
—Sigurd, es suficiente —dijo Cris.
Sigurd por un momento no entendió, hasta que vio como las criaturas estaban allí sin hacer nada. Todavía podía ver un centenar de ellas.
—¿Estás seguro? —Le preguntó.
—Lo estoy —dijo Cris—, y creo que he encontrado una forma de tomar ventaja en esta guerra. Tendrán que continuar ustedes hacia la isla de los gigantes, yo tengo algo que hacer.
Cuando Sigurd volvió a la normalidad y se encontró en el barco. Vieron como la niebla comenzó a despejarse. El tumulto de sombras que Sigurd había visto y que había creído que se trataban de más monstruos, en realidad, provenía de una Isla enorme, en el que, en sus orilla, había montones de personas que, si no entendías hacia donde iban, no te hubieras dado cuenta de lo grande que eran, pues podían observarse desde aquella distancia.
—Los gigantes —dijo Sigurd, con una sonrisa.
Moon y Filius observaron aquello con alegría. Lo habían conseguido. Y antes de que pudieran preguntar, Cris y las criaturas habían desaparecido.
—¿Qué creen que hará? —Preguntó Sigurd a Filius y Moon.
—No lo sé —dijo Filius—, pero hemos visto al más grande rey de los mares que ha existido. Uno capaz de controlar un centenar de bestias como estas.
—Bendita sea Gaia —susurró Sigurd, dejándose caer en el suelo del barco.
Continuaron el viaje, esta vez, debido a que Cris ya no se encontraba con ellos, les tocó a Moon y a él hacer uso de magia para hacer mover aquellas aguas estancadas. Por increíble que pareciera, las aguas ahora parecían tomar más un color más azulado, una vez los monstruos habían desaparecido.
Cuando llegaron a la isla, en aquella playa de arenas dorada, se encontraron con un centenar de gigantes, de diferente género y edades, y contexturas, desde muy delgados a muy gordos. Cuando pisaron suelo, se vieron sorprendidos de ver como estos se arrodillaban delante de ellos.
—Sean bienvenidos, dioses titánicos —dijo uno de ellos—. Nunca en nuestro tiempo habíamos visto seres capaces de vencer a esas criaturas, excepto a ustedes.
Sigurd entendió, que los que había visto a través de la niebla, solo eran todo este grupo de gigantes observando la feroz lucha que habían tenido.
—No somos dioses —dijo Moon que, delante de todos ellos, sin duda era insecto—. Somos tan creados como ustedes.
Todos miraron curioso, achinando los ojos intentando enfocar la vista en la cosita verde que revoloteaba.
—¿Una mosca que habla? —Preguntó uno.
—No, el verde es muy chillón —dijo otro.
—¿¡cómo!? —Chilló Moon, ofendido.
—Mis queridos amigos, lamento informarles que esto que ven y aprecian como una mosca, en realidad es un duende pixie. Los mismos que habitan al otro lado de esta Isla, a unos dos meses en barco desde acá —mencionó Filius, con mucha educación, intentando calmar a Moon.
—¿Duendes? ¿Cómo ustedes? —Preguntó una mujer.
Obviamente, los duendes en ese punto, parecían ser ellos.
—No mi señora —prosiguió Filius—, en realidad, los gigantes son ustedes. Nosotros somos... —dudó un poco en cómo decirle sin ofender—, la estatura promedio de la mayoría de las criaturas existentes, y este —señaló a Moon—, es un auténtico duende, los más pequeño de su clase.
—Entendemos, entendemos, entendemos —escucharon varias voces repitiendo lo mismo.
—Bueno, aclarado ese punto... —dijo Sigurd, transformándose en titán de nuevo, pero en su forma normal. Escuchó numerosos sonidos de sorpresa, incluso le pareció gritar a una niña de susto—... necesitamos que nos ayuden con un asunto.
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