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Hydra

Hola chicos, estoy emocionado porque la historia ha alcanzado ya 3K de lecturas. Espero que suba a más, y otros puedan disfrutar de este proyecto que surgió de muchas mentes, muchas ideas y que las letras hablaron por sí sola, con una convicción filosófica y teológica de mi parte. Espero que les guste, como tanto me ha gustado a mí. 

Para que no olvidemos las discordias entre Yami y Tsukine.

Ahora sí, al capítulo. 


Capítulo 61

La gruta de los cambiaformas dragón ese día estaba decorada lujosamente. Habían lavado los pisos, las paredes y los techos, y habían adornado estas con oro, telas y velas. Desde la entrada hasta al salón principal de reuniones, estaba todo decorado y limpio. De hecho, los mismos cambiaformas estaban bien arreglados, duchados y limpios. Origami, por primera vez estaba sentada en la silla del alfa, cuando la gente comenzó a reunirse en aquel punto. Por supuesto, todos hacían una leve reverencia, no como las que le hacían a los reyes de rodillas, sino con una leve inclinación con la cabeza que mostraba sumisión. 

Origami era la primera mujer alfa de la historia de su raza. Era un acontecimiento importante, porque no solo era de las primeras, sino de las que no recibiría el poder de la hydra. Origami, sabiendo que no podía hacer esto solo, había mandado a colocar una silla  de la misma altura que ella a su costado, en donde estaba sentado Samael, con toda la elegancia de un vampiro milenial. 

Por supuesto, la pequeña Eileen tenía también su propia silla a un lado. Y aunque estaba muy emocionada, la niña se mantuvo quieta en su lugar. La verdad de ella era, que se sentía tan importante como su madre y su padre. Para ese momento, parecía ya una niña de siete años.  

Cuando todos se habían reunido, incluso Norma Reyna, la mestiza que había llegado para darle esperanza a Origami y convertirse junto a Fiorela como las nuevas guardianas de Eileen, todo dio a inicio. El antiguo alfa, Beigard, como solía ser la tradición, se convertía en el consejero principal del Alfa. Por ello, se mantenía de pie, justo al lado de la silla de Origami. Las puertas se abrieron, y con un poderoso gruñido y fuego que iluminó la entrada, apareció Akudomi transformado en un hermoso dragón negro.

Akudomi siempre había sido una de las tantas envidias de la gruta de dragones. Esto se debía a que pocos eran seleccionados para convertirse en las verdaderas armas letales de la manada. Debían demostrar fuerza, ímpetu y mucha valentía para convertirse en tales dragones. Y sí, aunque era cierto que todos los dragones tenían su "propia magia", y que todos eran necesarios, algunos tenían preferencias con cierto tipos de dragones. Y aun dragón negro, jamás se le negaba nada.   

—Bienvenidos todos a esta ceremonia de sucesión del poder de la Hydra —habló Origami, puesta en pie hacia toda la manada—, como muy bien saben, estamos en una era de cambios. Sé que la manada ha vivido durante muchos años con tradiciones que, estoy seguro que muchos de ustedes no quieren romper, les entiendo y, siendo honesta, yo misma hubiera deseado que se mantuvieran. A veces, las tradiciones nos recuerdan quienes somos. Sin embargo —dijo ella, con el mentón levantado, y que, con el vestido de plata, largo y brillante, le hacía ver más que como una alfa, una reina—, la tradición nunca puede estar por encima de lo importante. Nuestra familia, nuestros amigos, la manada y nosotros mismos —señaló—, cuando la tradición se coloca por encima de lo que nos importa, amamos más las costumbres y las prácticas, que a nosotros mismos, que nuestros familiares, nuestros amigos y la manada. Nos hace tan cruel, como aquellos que nos odian. 

Un grito de júbilo iba a pronunciarse, pero ella lo cortó de inmediato alzando la mano para que supieran que no había terminado. 

—La tradición nos llevó a que un hombre reclamara la autoridad del alfa, y hoy ese mismo hombre que fue reclamado, ahora ha colocado la tradición y las costumbres a un lado por amor a la manada —miró a Akudomi transformado en dragón—, mi hermano debía ser el alfa —dijo—, pero tiene compromisos más importantes que atender, que involucran la necesidad de combatir por un bien mayor. Bien, que hará que nuestra raza no sea extinta. Y por eso, mi padre me ha escogido a mí para honrar ese legado. Para cuidarles a ustedes. Sé que soy mujer —añadió—, pero también sé que tengo lo necesario para llevar la manada. No a través de la fuerza, sino de la inteligencia, no a través de costumbres, sino de adaptación para la supervivencia. Debido a los acontecimientos que arropan el mundo, hoy no solo mi padre —señaló a Beigard que se había colocado a un lado de ella—, me entregará la autoridad del alfa, sino que dará el poder de la hydra a mi hermano. Y sé que, por siglos tal poder lo ha llevado el alfa, pero no es momento para apegarnos a esa costumbre esta vez. De ahora en adelante, el poder del alfa lo tendrá no quien preceda en autoridad, sino que demuestre amor, lealtad y fuerza a la manada, como para sacrificarse por ella. Y ese es mi hermano...

Origami sonrió. Y con ello, los aplausos y gritos comenzaron sin ser detenidos. Samael se levantó orgulloso para aplaudir, y Eileen le imitó, viendo con el mismo orgullo que su padre a su madre. 

—Los que estén de acuerdo, alcen sus manos —dijo Beigard, esta vez. 

Y la sorpresa más grande, es que no faltó nadie que alzara la mano. El mismo Akudomi levantó una de sus patas delantera en señal de apoyo y control de su dragón, mientras que la pequeña Eileen levantó sus dos manos. 

En ese instante, su padre dejó salir las garras y clavó está en la cervical de Origami. La chica emblanqueció sus ojos, emitió un chillido que asustó a la pequeña Eileen, la cual se colocó detrás de las piernas de su padre, pero este le dijo que se tranquilizara. Seguido, Beigard emitió un gruñido, casi como un alarido, donde mostraba que perdía el poder del alfa. Cuando acabó, Samael se encargó de sostener a Origami que, en principio parecía débil, pero sus ojos, ahora de color rojo, demostraban su fuerza. 

—Todos muestren sumisión a la nueva alfa —dijo Samael, recordando lo que tenía que decir cuando eso pasaba. 

Por un momento, las personas parecían estar en shock, todos habían sentido en ese momento la muerte de su alfa y, nunca creyeron que se sentirían de tal forma. Incluso Akudomi, llegó a taparse las orejas con sus patas para no escuchar, sin éxito. Samael frunció el ceño al ver que no obedecían a lo que había dicho, entonces Origami se alzó de la silla, tomando fuerza y emitió un rígido que tambaleó el interior de la gruta. Para cuando terminó, todos tenían la cabeza abajo, incluso la de Beigard, en señal de rendición. Se había completado el mandato. 

Samael sonrió. 

Beigard, con un semblante pálido miró a su hija. Ella parecía angustiada. Y él le sonrió. 

—Ahora sabes lo que viene. Conoces el secreto del alfa —dijo su padre. 

—Lo lamento mucho yo...

—No te preocupes, fue mi elección —dijo su padre, interrumpiendo a Origami—, he vivido más lunas de las que ustedes han vivido, y son el mejor orgullo para un dragón. 

Dicho eso, Beigard que, si bien era un hombre imponente que transmitía fuerza, en ese momento se veía desgastado y anciano. Se acercó a Akudomi. El dragón inclinó la cabeza, Beigard colocó su mano en el cráneo de este y le dijo: 

—Eres mi hijo amado, no tengo más complacencia contigo como la que siempre he tenido por ti. Afirma tu legado como el poder de esta manada. ¡Devórame! 

Akudomi abrió los ojos, aquella orden hizo que sus ojos se volvieran oscuros como la noche, había perdido el conocimiento. Y antes de que hubiera una protesta, Akudomi devoró a su padre. 

Beigard había sido un dragón negro como su hijo. Era cierto que en fuerza, ímpetu y valentía, Akudomi había sacado todo eso de él, pero su templanza, convicciones fuertes y su liderazgo, allí, justo en eso, Origami se había llevado todo. 

Como era de esperarse, la gruta era del tamaño suficiente para contener criaturas como aquellas. Por lo que no solo hablábamos de una hueca gruta de una caverna, sino un salón imperial que podía almacenar a una hydra. Por eso, Akudomi cuando sufrió la transformación de aumentar su tamaño, tres veces que la de un dragón negro, con forma policéfala —con sus siete cabezas—, no fue difícil que la gruta lo mantuviera. Todos echaron pasos para atrás cuando la enorme criatura se alzó, y muchos llevaban las bocas abiertas de la impresión. La verdad es que era inmensamente bella y terrible, una criatura como ella.  

La hydra rugió hacia Origami, y esta sin pensarlo dos veces saltó al aire y se transformó en un dragón blanco, casi plateado. Pero a diferencia de su transformación anterior, había ganado el tamaño de un dragón negro y su musculatura, ese era el efecto del poder del alfa. Y aunque todos en aquella forma podían retroceder ante la hydra, ella no lo hizo, sino que emitió un rugido más poderoso que este. Akudomi pareció aclarar su mente, y sus siete cabeza se postraron delante de ella. La ceremonia estaba completada.

Todos volvieron a la normalidad. Vestiduras fueron reemplazadas por las anteriores. Y cuando creían que solo quedaba celebrar, Lance apareció en el centro del lugar. 

—Buenas noches, mis señore s—dijo, haciendo una reverencia torpe como solía hacer a sus señores. Tenía al joven Asahi en sus brazos.

Obviamente, todos se impresionaron al ver a un extranjero entre ellos, y segundos después le habían rodeado. 

—¿Cómo has entrado? —Preguntó Akudomi, haciendo señas de que estuvieran tranquilos.  

—Toda mi vida he sido un ladrón, atravesar el acantilado del Fin de los Mundos, no iba hacer un problema —dijo, sonriéndole—, he venido con urgencias. 

—Creí que les vería nuevamente en el reino Carbón —dijo Akudomi sin entender. 

—Deja que se explique, hermano —dijo Origami, acercándose a ellos—, ¿de quién ese ese niño que traes contigo? 

—Es de Iris —Akudomi emitió un rugido que se guardó luego, cuando vio el rostro del pequeño Asahi—, he venido a traerlo al único lugar donde puede ser resguardado. Pero comienzo a dudarlo después de ver semejante ceremonia, ¿se comió a su...?

—Era necesario —dijo Origami, intentando evitar que su pregunta ofendiera a todos en la manda. Ya era suficiente el dolor que sentía al ver su padre morir por su hermano, como para hacerle recordar el fatídico evento—,  tiene el cabello de Iris, peor los rasgos son de su padre —dijo ella, al acercarse al rostro de este—, puedo oler magia en su interior. Será una hada, al final. 

—Si, así lo creo... —dijo Lance, entregándole al niño—, no puede pasarle nada. 

—No le pasará nada si ustedes cumplen con su trabajo —dijo Origami, tocando su vientre. Lance, apenas notó que estaba embarazada de nuevo. Así que abrió los ojos como platos, cuando cayó en cuenta.

—Así que la familia se alarga —agregó—. Bueno, no solo he venido por eso, resulta que muchos planes han cambiado, y solicito que Samael y Akudomi puedan acompañarme. 

—No dejaré a Origami...

—Hablemos en el despacho del alfa —le cortó en seco Origami—, no estamos en posición en este momento de tomar las cosas a la ligera, Samael, conozcamos cuales son esos planes de los elegidos...

—Pero tú también eres una de nosotros —dijo Lance, con el ceño fruncido. 

—Con mayor razón debo saber qué planean —dijo ella, indicándole que le siguiera.   


La ceremonia había continuado, pero sin Origami ni Samael. Eileen se había quedado con Asahi, Fiorela y Norma, las cuales gustosamente aceptaron cuidarles. Por supuesto, Samael les dijo que tuvieran cuidado de dejar a Eileen con el pequeño, lo menos que querían es que el niño saliera lastimado o peor, desangrado. 

Cuando Lance terminó de contar todo lo que sabía, Samael se encontraba pensativo en el sofá, mientras que Akudomi estaba sentado sobre el escritorio de Origami, la cual se sentaba en la silla del alfa. Ella suspiró: 

—Así que la era de los dioses está por llegar —comentó—, esto complica muchas cosas. Siempre creí que se trataban de mitos y cosas que buscaban opacar la verdadera luz de Gaia...

—No son mitos, pero si son seres que buscan opacar su luz —afirmó Lance—. No tengo pruebas pero creo que Tsukine, o más bien Kimiko, sabe que es necesaria mi presencia en el Fin del Mundo.  

—Pero nadie ha ido allí —dijo Samael, que tenía todo los años para decirlo—, algunos dicen que es la perdición de toda criatura. Nadie ha vuelto de allí. 

—Podríamos ser los primeros en volver —dijo Akudomi—, seguramente los que dijeron esas cosas nunca han ido. Y los que no han regresado, pues tienen dos opciones: o realmente han muerto o han encontrado algo mejor de lo que nosotros conocemos.  

—Y todo eso se resume en que deben ir —concluyó Origami.

Todos asintieron, incluyendo Samael que le miró, con los ojos tristes. 

—Te perderás un poco del crecimiento de Eileen y, tal vez el parto de nuestro pequeño, pero es necesario por ellos... 

—lo sé —dijo Samael, en respuesta a las palabras de Origami—. Iré...

—Bueno, el momento ha llegado, Akudomi y Samael te acompañarán. Yo me encargaré de contactar a los cambiaformas que todavía existan, con el fin de que se unan a la misma causa. Al final, estamos en peligro todas las criaturas. Y la guerra asoma su aliento en nuestra nuca. 

***

Iris y Fierce habían llegado al sendero que, sin saberlo hace un par de años, era el sendero hacia la propia perdición de Iris. Se suponía que debía llegar a la aldea Rojiña primero. Como aquella vez, notó os árboles adonado en oro, con rostros pintados en el tronco, y una pequeña población de techos puntiagudos, como sombreros de brujas, era notorio una vez atravesabas la densidad del bosque. 

Sin embargo, cuando Iris llegó a un par de metros de la aldea, un centenar de hombres aparecieron, con hachas, lanzas, arcos y flechas, dagas y espadas, pero ninguno de ellos era propio de la aldea. Iris lo sabía porque ninguno tenía el cabello rojo. 

—¿¡Quiénes son ustedes!? —Preguntó con la voz alzada. 

Por supuesto, Fierce había sacado su espada. Ahora, la emoción de aquella escena era, que una vez más, gracias a Donny, Fierce había vuelto a usar una armadura real, como solía hacerlo cuando estaba en Esmeralda. La misma Iris había cambiado sus ropas, y ya no parecía una chica común del desierto, sino la chica noble que siempre había sido. 

Los hombres no hablaron. Iris se dio cuenta que, por la expresión en el rostro de estos, parecían más bien poco pensantes, casi sonámbulos. La multitud comenzó a abrirse paso, y allí vio a la chica que le alegró el corazón en ese momento: Luna.

—Ya sabía yo que podías cuidarte sola —dijo Fierce, todavía con la espada alzada. 

—Deberías guardar esa espada —dijo Luna, con una sonrisa. Detrás de ella, estaba una familia de cabellera roja que Iris saludó con alegría. 

—¿Tengo que guardarla? Estamos en tiempos oscuros y tú nos acabas de recibir con un centenar de estos hombres sin conciencia propia —Le respondió Fierce, sin bajar la guardia. 

—lo siento —dijo Luna, suspirando— recientemente estos hombres vinieron a nosotros a saquear la aldea. Según algunos, dicen que vienen del reino Hierro y que estaban en expedición para conseguir recursos. Esta aldea cuenta, principalmente, con productos como las setas, la madera, el oro y ciervos, muchos ciervos de hecho. Solo la defendí de quienes le oprimían —dijo. recordando lo que aquella voz le había dicho: "...a ti te digo, serás la causa de liberar a los oprimidos, así como te han liberado a ti"—, yo solo cumplí mi cometido y, ahora ellos serán el ejército que esta aldea necesita. 

—¿Una voz? ¿Qué voz? —Preguntó Fierce.

—Una voz tan potente como los truenos y tan dulce como la miel, para amansar y hacer temer a cualquier criatura —respondió ella.  

—Gaia —soltó Iris con una amplia sonrisa—, tenemos que hablar ahora más que nunca. 

—¿Qué es lo que está ocurriendo en el mundo terrestre? —Preguntó ella, curiosa y angustiada.

Claro, Luna no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo. Siempre vivió en el mar y, cuando intentó ir a la superficie, su mundo cambió por completo. Las desgracias empezaron y fue esclavizada por Rupper. Y lo último que conocía del mundo terrestre, era lo que había vivido hasta ese momento. De hecho, había ocultado para muchos aldeanos sus dotes, pero tuvo que demostrarlo cuando soldados del reino de Hierro aparecieron para saquear la ciudad. Ella creyó que sería repudiada, pero, en vez de eso, fueron gente agradecida que dio gracias a Gaia por la bondad de traer a una chica como ella. 

De no haber estado, definitivamente toda la aldea hubiera sido destruida. Por eso, cuando Iris y Fierce la colocaron al día a ella, y a todo el pueblo de lo que estaba ocurriendo, Iris aprovechó el momento de contarles su intención para la gran guerra, señalando que, de unirse o no, existía siempre el peligro de desaparecer de este mundo. Fierce, enfatizó que el enemigo no era el reino de hierro, ni ningún otro hombre, el enemigo era una fuerza superior que ameritaba, precisamente, de entender el valor de la humanidad y las criaturas sobre este mundo, para demostrar quién era Gaia ante los poderosos.  

—Entiendo —dijo Luna pensativa, cuando terminó de escuchar toda la situación—, pero no puedo abandonar esta aldea por ahora. 

—Y no te pedimos que lo hagas —dijo Iris, implorando—, les pido que se unan a la misma causa de lucha, contra los enemigos reales. 

—¿Y qué haré con ellos? —dijo Luna preocupada de que, al liberar a los hombres del reino Hierro quieran tomar venganza contra ellos—, podrían masacrar a todos ellos. Conozco la mirada de los hombres malos, y ellos lo son. 

—Todos somos malos Luna —dijo Fierce, viendo que la chica no entendía nada—, ¿Crees que haces bien doblegando la voluntad de los hombres? ¿Está bien quitarle el derecho a  una persona de decidir sobre su vida? ¿La misma que Gaia dio? Tú querías ser libre, tú querías decidir por ti misma, y justo lo que deseaste, es la opción que le quitas a estos hombres...

—Pero ellos... si no lo hubiera hecho, ellos...

—No enjuiciamos lo que has hecho —la interrumpió Iris—, yo misma he cometido errores, pero lo que si creemos es que tienes el poder ahora para hacer lo correcto. Y si ellos escogen todavía el camino del mal, tu sabrás defenderlos porque ya lo has hecho. Con eso, sabrás como actuar si buscan el camino del error. 

Luna se mordió el labio. Estaba dudosa, pero Iris y Fierce tenían razón. Ni siquiera se había dado cuenta que estaba siendo tan igual como lo fue su captor, Rupper. Miró a la familia que le había acogido, y estos asintieron. 

—Creo que es un deber para todos hacer lo correcto siempre, incluso cuando no se conocía el error —dijo Pult, el padre de toda la familia de rojos. 

—Bien, lo haré —dijo ella finalmente, pero pensando de una forma en la que se quedara tranquila, al menos por un gran tiempo.

Con su voz, hizo que todos los hombres del reino Hierro se volvieran a ella, en una sincronía perfecta y allí dio la orden: 

—Regresarán al reino Hierro, recordando todas las palabras de Iris y de Fierce sobre la situación del continente. Y solo cuando lo hayan contado a los reyes del reino Hierro, y solo cuando todo el pueblo lo sepa, es que serán liberados de mi poder. ¡Marchen ahora! 

Los hombres comenzaron a  andar, saliendo fuera de la aldea, para seguir los lineamientos de la sirena. 

—¿Cómo podremos ayudar si no somos guerreros? —Preguntó Polt, esta vez, el hijo mayor de Pult. 

—Envíen un mensaje al reino Carbón, estoy seguro de que el Rey Donny sabrá qué hacer —añadió Fierce, con una amplia sonrisa. 

—¿Deben salir ahora mismo? —Preguntó Pult—, sería bueno que pasaran esta noche y mañana continúen con su camino.

—Creo que podemos tomarnos esta noche —dijo Iris—, de igual forma no quiero llegar a mi destino, aunque lo haré si Gaia lo permite. 

—Qué bueno, quería preguntarte sobre Kimiko —dijo Polt, animado. 

Luna escuchó aquello y sonrió. Era obvio que entre ellos no podía haber nada, mientras su corazón estuviera dividido. Y ella sabía que nadie puede luchar contra lo que su corazón siente del todo. Se necesita de fuerzas mayores para poder doblegar aquella voluntad. Sin embargo, estaba feliz por él. 

—¿Te pasa algo? —Le preguntó el joven Pultoni.

—No, no me pasa nada... —dijo ella sonriente, aceptando la mano del niño—, parece que es otro día para averiguar el misterio del amor —dijo ella, caminando por el sendero hacia la casa de la familia de los Rojos.

—Creo que eso debe esperar —dijo Pultoni—, tenemos que enviar una lechuza con un mensaje. 

—Eso es correcto querido amigo...

Modelo de las casas en la Aldea Rojiña

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