El Poder de los Elementos: Los Objetos Mágicos
Capítulo 39
—Veo que falta muy poco para su mundo, mi Señora Gaia —La voz de un chico, joven, pero no infantil, se escucho en medio del salón principal del trono de Gaia.
Gaia estaba sobre esta, mirando al centro donde todos los presentes estaban viendo también. Se trataba de un pozo enorme que mostraba las imágenes que en el mundo de nuestros aventureros vivían. Cerca del pozo, estaban ocho chicos, todos con la misma apariencia etaria. Cuatro chicas y cuatro chicos. Sentada sobre los pies de Gaia, como una niña, sonriendo a los ocho chicos, estaba una hermosa chica de cabellera blanca y ojos blancos, como si mirara el Infinito.
—Estás en lo correcto, pequeño Arma —respondió Gaia, con mucha amabilidad—. Pero ese no es el problema real. Todo lo que se ha corrompido debe ser purificado, y el mal, para que se termine, debe ser extinguido por completo.
—La pregunta es si ellos lo entienden —añadió una jovencita a su lado, que se acercó al estanque de forma juguetona.
—Dudo mucho, Skaitlis —dijo la chica sentada sobre los pies de Gaia—, todavía tienen camino por recorrer, y creo que solo dos han despertado realmente.
—¿¡A qué te refieres, Saya!? —Gritó otro jovencito, con el ceño fruncido.
—¿Y por qué te alteras, Roderick? ¿Tantos años en este lugar y todavía no observas que se aproxima el fin de todo? —La chica de cabello crespo, le reprendió delante de todos. Por supuesto, la multitud a su alrededor soltaron algunas carcajadas inocentes por eso.
—¡Nadie te ha preguntado nada, María! —enfatizó el otro.
—¿Por qué no mejor seguímos mirando? —Preguntó Gaia, con la dulzura de una madre y la paciencia benigna que, ante las cosas malas, parecía que todo estaba bajo en orden, aunque aquel mundo reflejaba lo contrario.
***
Como han de suponer —siguió narrando Aland—, la fama de aquellos cuatro chicos se hizo grande en la zona. Era increíble que aunque no disponían de esferas de cristal como nosotros, los rumores parecían correr mucho más rápido de la que nosotros pudiéramos oír.
Esto hizo que en todos los lugares se cobraran recompensas por estos críos. Lo que les llevó a un montón de batallas innecesarias, en apariencia, y poco agradable en su camino.
En aquel momento se encontraban dentro de una pequeña posada de piedra, con un bar ruidoso debajo de ellos, en donde el algarabío, las copas y botellas sonando, más la música, parecía acompañar a los chicos en aquella acalorada discusión:
—¡Deja de reírte, Roderick! —Chilló Arma, enviando una enorme y pesada almohada que Roderick evitó, golpeando un espejo al otro lado, el cual se vino y se hizo añicos.
—¡Oh, vamos, en serio van a seguir comportándose como niños! —Gritó Skaitlis.
Era de esperarse que, en una época como aquella y en sitios donde la violencia reina, chicos de la edad de estos, creyeran que eran adultos.
—¡Es que no entiendo cúal es su problema! Yo solo me reía porque he recordado esa frase, "un cerdo comió arena y en la barriga le quedó tierra"...
Por supuesto, Arma puso los ojos en blanco. Skaitlis miró a Arma severamente, este infló sus mejillas, quería golpearlo por ser tan idiota, pero se dio cuenta que Skaitlis no le parecía bien la forma en la que él quería corregir a Roderick.
—Mientras más les prestes atención a sus tonterías, más lo seguirá haciendo —dijo María, con un pequeño libro viejo, sentada cerca de una de las ventanas que daba hacia la ciudad en la que estaban.
—¡Bien! —Se rindió Arma, y se sentó sobre la cama, enojado.
Roderick iba a decir "victoria", pero se vio cacheteado por Skaitlis.
—Sí llegas a hacer el mínimo gesto, o a intentar articular la mínima palabra, juro que haré explotar tu cabeza. Ya es suficiente de este comportamiento —La chica, era mejor verla razonando que enojada, Roderick solo asintió asustado.
María, seguía con la misma expresión aburrida sobre su libro. Lo menos que hubieran creído, es que la chica del desierto fuera tan desinteresada. Solo hablaba cuando era necesario.
Roderick se relajó cuando Skaitlis se alejó, para comenzar a arreglar su propio bolso. La chica era tan precavida y ordenada, que había sacado todo lo que llevaba encima, para colocarlo en perfecto orden. Roderick sabía que, su equipaje era tan ordenado, como el nido de un pájaro.
—¿Y eso qué es? —Preguntó Roderick, señalando una enorme estructura que se alzaba por encima de una colina, más allá del centro de la ciudad.
—Esta ciudad se llama Vadit —Comenzó hablar María, por primera vez con una sonrisa—. Ese es el templo de Vadit. El lugar más antiguo y recóndito de Vadit.
—¿A quién veneran? —Preguntó Arma, acercándose a la misma ventana para mirar a través de ella.
Por supuesto, Skaitlis había dejado de ordenar para acercarse a mirar.
—Veneran al Gran Esesmu —dijo María—. Se dice que quien conoce a Esesmu y percebera en Él, todos sus caminos llevan a bien.
—¿Esesmu? No habia escuchado nombre igual —dijo Skaitlis, interesada.
—Yo tampoco —susurró Arma.
—¿En serio? —Roderick miró a ambos chicos, tan perplejo como María en ese momento—. Se considera a Esesmu, Dios de dioses. Se dice que en otros mundos, posee otros nombres.
—Deberíamos acercarnos —dijo María, emocionada—. Creo que es algo que valdría la pena de ver de Vadit.
Como deben de saber, los chicos aquella tarde decidieron visitar el templo de Esesmus. Lo que no estimaron, es que se encontraba entre las fronteras de Vadit, y que el camino empinado por aquella montaña, sería tan largo que la noche les tomó por sorpresa. Como era de esperarse, las chicas estaban sonrientes y con ánimos, debido a la enorme curiosidad de conocer aquel sitio, a diferencia de Arma y Roderick que parecían realmente irritados. Claro, estaban hambrientos.
Por eso, todo el camino fue una eterna quejadera, un tortuoso momento que, por poco, Skaitlis y María no se veían tentada en enterrarlos vivos a muchos metros debajo del suelo, donde sus quejidos no se escucharan. Pero, claramente no lo hicieron.
Cuando llegaron finalmente, lo primero que observaron es que el templo estaba creado de Marmol, aquel color grisáceo y cuarteado, bajo la luz de luna parecía resplandecer. Tenía enormes bases que se alzaban a varios metros hacia el techo, el cual tenía aspecto piramidal, y enormes bases que sujetaban este. Pasillos interminables, iluminados con antorchas, y al final, un enorme muro con la inscripción "Nezināmajam Dievam" que significaba "Al no conocido Dios" —Claro, para nosotros que leemos, sería una estructura muy parecida a los templos griegos, con un techo azteca—.
—Es impresionante —murmuró Skaitlis.
—Más de lo que creí —confesó María, enrojecida de la alegría.
Roderick y Arma, ante tal majestuosidad, se habían quedado sin palabras.
—Puedo ayudarlos —una voz rasposa, cansina y gruesa, se escuchó desde un lado, a la base de las escalinatas que daban hacia la entrada del templo.
—Hola, mucho gusto —soltó María, sonriente—, somos viajeros lejanos. Solo hemos venido a conocer el gran templo de Esesmu.
—Entiendo —dijo el anciano, caminando hacia ellos, con pasos lentos. También mostraba una sonrisa, pero que borró en un segundo—. Pero lamento que no podré dejarlos pasar, llevo mucho tiempo esperando una visita profetizada y debo comprobar a cada visitante.
—¿A qué se refiere? —Skaitlis preguntó, intentando entender.
—A que necesito probarlos —respondió el anciano, tajantemente—. Luchen contra mí. Todos juntos...
No pasó ni un minuto, cuando Arma y Roderick soltaron enormes carcajadas, burlescas. Era obvio, aquel anciano a primera vista, se veía no solo envejecido, sino que temblaba y casi parecía que, en cualquier momento caería muerto por un infarto.
—Dejen de reir —dijo María con firmeza—. Subestimar a un combatiente es el primer paso para morir.
—Además, miren su posición —añadió Skatlis, al ver la postura de Arte Marcial que este había tomado.
—Vamos, seguro se muere con solo un soplo... —decía Roderick, cuando el anciano apareció delante de él y le propinó un golpe en su quijada, mandándolo a volar.
Arma, al ver aquello, no dudó en abalanzar sobre aquel, intentando propinar un golpe directo al cuello de este, pero vio como este se agachó evitándolo, para luego recibir un puño en su estómago. Aquel dolor fue tal, que chilló, volando por los aires.
Las chicas fueron mucho más precavidas: Skatilis había dibujado una decena de pájaros que se arrojaron contra este, y aunque esto parecían haber impactado, justo cuando la explosión ocurrió, un arco de tierra se formó, justo cuando el anciano había aparecido por encima de ellos, sin daño alguno y buscaba golpearlas desde arriba con una patada. Obviamente, aquel golpe lo recibió la tierra.
—¡Es muy rápido! —dijo skatilis, impresionada.
—No es un viejo ordinario —señaló María.
Justo en ese instante, el anciano apareció detrás de las chicas, pero otro muro de tierra se alazó delante de él. El anciano miró aquello curioso. Comenzó a correr alrededor de estas, pero vio como cuatro paredes más un techo se había formado. Era una defena absoluta. Además, picos de tierras filosos se habían formado. "Inteligente", pensó el anciano, con una sonrisa.
—¡Drákos fotiás! —gritó Roderick.
—¡Diátmisi anémou! —Le acompañó Arma.
Era un ataque combinado poderoso, en el que el viento de Arma se unió a un dragón de fuego que rugía, como si estuviera vivo. El anciano comenzó a correr a una enorme velocidad, pero pese a que se movía de derecha a izquierda, intentando salir del paso de aquel ataque, este parecía seguirlo. Sabiendo que no podía hacer mucho, entonces, se detuvo. Y en ese momento, aquel ataque le alcanzó.
El anciano gritó de dolor, Arma y Roderick chocaron las palmas, por la victoria. Hubo una explosión.
María y Skaitlis habían bajado uno de los muros, pero precavidas de que pudiera haber otro ataque. Aunque, angustiada de que los chicos hubieran asesinado a aquel viejo, pero... Cuando las llamas y el polvo no habían desaparecido todavía, vieron al hombre salir con quemaduras severas, pero que parecían curarse por sí solas.
—Me ha sido suficiente para probarlos —dijo el anciano—. Ustedes son los chicos de la naturaleza. Mi nombre es Teddi Honrie, y soy el sacerdote de este lugar, tengo algo que entregarles.
El hombre comenzo a caminar nuevamente al templo, con la misma paciencia y velocidad que al principio, y los chicos se miraron. Casi no podían creer que, aquel anciano lento, podía ser el mismo que les recibió y el que les había dado una paliza a Arma y a Roderick.
—¿Cómo es que has sobrevivido a nuestro ataque? —Preguntó abrumado Roderick, mientras le seguió.
—Tengo el don de la regeneración —dijo el anciano.
—Grandioso —admitió Arma, caminando a la par de Skaitlis y María.
—Tampoco fue un ataque poderoso —añadió el anciano. Roderick y Arma iban a replicar, pero Skaitlis y María se encargaron de taparles las bocas, y negaron con la cabeza.
El mensaje de que se calmaran y se quedaran tranquilos, estaba claro en los ojos furiosos de las chicas. Rendirse, era el asunto más sabio que ellos podían hacer en ese momento.
Increíblemente, el pasillo por el que les conducía Teddi, era más largo de lo que parecía. Llegaron hasta el enorme muro, y María se atrevió a leer:
—Al no conocido Dios...
—¿Qué significa? —Preguntó Arma, sin entender aquella inscripción.
—Significa que, ante un mundo regido por tantas creencias, hay un ser no conocido —dijo Teddi, mirando el muro con orgullo y una sonrisa.
—¿Pero este no es el templo de Esesmu? —Cuestionó Roderick.
—Lo es —afirmó Teddi—, pero que lo sea, no significa que ustedes le conozcan, ¿o sí?
Roderick frunció el ceño por un momento, pero era cierto, solo conocía la fama de este, al igual que María, pero no sabía nada sobre este. Arma y Skaitlis, tan siquiera le habían oído.
—¿Y que se debe hacer para conocerle? —Preguntó María, curiosa.
—La fe es lo primero y la disposición es lo segundo —respondió el anciano, con la misma amabilidad.
Se acercó a la muralla de piedra, y sacó de esta varios objetos que estaban incrustados en ella, y que apenas los cuatros chicos notaban. Se acercó a Arma primero, y entregó en sus manos unos brazaletes de oro.
—Estos brazaletes aumentarán tus poderes cuando tengas la fe y la disposición real de conocer a Esesmu.
Se apartó de este y entregó a Roderick un cintrurón de oro:
—Llévalo contigo, y cuando dispongas de su ayuda, tus llamas arderán como el fuego divino purificador.
Luego fue hacia María y entregó una tiara.
—Colócala sobre tu cabeza, es la tiara del topo, tú ya tienes todo para usarlo. Solo debes determinar el momento exacto para ello.
También, entregó cuatro objetos más en las manos de esta. Todos eran de oro: un collar con un talismán azul, otro era una gargantilla con forma de rayos, un anillo con el sello de un árbol, y zarcillos con la forma de un átomo.
—Estos cuatro objetos pertenecen a los otros chicos...
—¿Siete? —Corroboró María—. ¿Siete objetos?
—Siete objetos para siete niños nacidos el mismo día —confirmó Teddi.
Entonces, el muro se iluminó delante de ellos, con un resplandor que los cegó a todos por un segundo, y delante de Skaitlis, otro objeto se formó: un pincel de oro. El muro dejó de brillar, y Skaitlis notó este flotando delante de ella.
—Tómalo —dijo Teddi, con una amplia sonrisa—. Parece que alguien ha sido llena de gracia.
—Pero, yo no...
—Lo sabemos —la interrumpió Teddi—, pero parece que eres necesaria para el camino de estos que han sido elegidos. Ese objeto te ayudará en tu camino, y estoy seguro de que no necesitarás de papel y tinta para usarlo.
Skaitlis abrió los ojos, y ante esa explicación, decidió tomarlo. Aquel día no terminó así, por supuesto se quedaron a dormir, y llenaron sus estómagos gracias a Teddi. Pero el viaje debía continuar.
Como era de esperarse, desde el momento en que salieron de la ciudad de Vadit, los ataques por maliantes y cazarecompensas continuaron. Pero Roderick y Arma, como siempre, buscaban llevarse la gloria de todas aquellas batallas. Skaitlis y María no estaban, tampoco, tan interesadas en luchar. De hecho, consideraban que todo aquello servía de experiencia para ellos más que para ellas.
Pero, aunque las chicas no decidieran pelear, no significaba que no estaban luchando. Y es que la luchas en la vida, a veces no es una sitación física. Y Skaitlis lo sabía muy bien.
—¿Qué te sucede? —Preguntó sin más, María, al acercarse a Skaitlis que estaba sentada sobre una enorme roca de río. Miraba a Arma y a Roderick, compitiendo quien pescaba más y quien obtenía el pez más grande.
Skatilis miró avergonzada a María, como si hubiera sido descubierta en algo.
—¿A mí? La verdad es que nada, porque dices que...
—Por que soy mujer —dijo ella, sentándose a un lado de ella, mirando también a los chicos, aunque la verdad no le prestaba atención a lo que hacían—. Sé que en algo estás pensado.
—¿Alguna vez has imaginado tener una vida distinta? —Preguntó devuelta Skaitlis.
—No me lo he planteado, pero a veces pienso qué hubiera sido de mí sin ser parte de la aldea Akmens —María suspiró al final.
—Si viviéramos en el reino Elemental, ¿crees que habría tiempo para amar? —Skaitlis estaba ruborizada, pero parecía sentirse en confianza con María para hacer aquella pregunta.
—¿Quién dice que el tiempo para amar no es ahora? —María le contestó, pero claramente Skaitlis no entendía. Ella tomó una bocanada de aire y añadió—. Verás, Skaitlis, creo que si viviéramos en el reino Elemental, y suponiendo que lleváramos una vida de ensueño, que no creo... —enfatizó pensativa—, es posible que la puerta del amor estuviese latente. En este momento, estarían preparándonos para que en un par de años consigamos a un marido, pero siendo sincera, no extraño ese tipo de vida.
—¿No quieres casarte? —Preguntó Skaitlis, sin etenderlo.
—No es eso... en realidad deseo amar a algún hombre en algún momento, pero es que el amor no se traduce solo en un romance. El romance solo es parte del mismo amor que, unas veces deseamos manifestarlo y otras veces, simplemente nos damos cuenta que no tiene ese sentido. Por ejemplo, el amor que tenemos hacia nuestros amigos, familiares, mascotas o a las cosas.
—Entiendo... el amor es solo amor —dijo Skaitlis con una sonrisa.
—Así es... Pero supongo que lo dices porque estás enamorada —concluyó María, sin verla.
Skaitlis se ruborizó, sintiéndose sorprendida. Iba a negarlo, pero al mirar a María, se dio cuenta de que su expresión no era de juicio, sino de alegría.
—¿Es tan notorio?
—No, de haberlo sido, ellos lo hubieran sabido —María señaló a Arma y a Roderick.
Skaitlis soltó una carcajada. María tenía razón. Arma y Roderick ni siquiera estaban atentos de aquello. Al contrario, no parecían ni tener la más remota idea.
—Yo solo espero tener conciencia de buscar mejores opciones —reconoció María divertida, pero no de forma exagerado como cualquier otra chica, más bien recatada y con simpleza. Algo que Skaitlis admiraba.
—Gracias —dijo finalmente—, sentía que que me ahogaba si no lo comentaba.
—Ocultar las cosas que sentimos, es el trabajo más fuerte y difícil que tiene un alma en este mundo. En Akmens, creemos que para vivir libres y felices, debemos decir lo que pensamos, si es necesario.
—No estaría mal pensar vivir allí —dijo Skaitlis, y María solo le sonrió.
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