El Poder de los Elementos: La Impresión de Arma
Capítulo 35
—¿Dónde estamos? —La pregunta de Origami, eran las mismas que tenían Samael, Sigurd, Cristal y Donny.
Alrededor de ellos, se veía una especie de vórtice infinito, brillante y con muchos colores con tonalidades pasteles. Era una especie de luces que viajaban a gran velocidad, y si no se miraba a detalle, casi eran imperceptibles al ojo. Todos volaban hacia una dirección que, en realidad no controlaban, pero era la primera vez que viajaban a través de un agujero dimensional en el que se veía su recorrido.
—Esto se le conoce como el centro de todo —dijo Aland—, en este lugar no existe el tiempo. Se supone que nadie lo ve.
—¿Cómo es que es la primera vez que lo vemos? —Preguntó Samael, curioso.
—Porqué así lo he decidido... —respondió con tranquilidad Aland—. Tengo una historia que contar...
—Con que esa historia, eh... —murmuró Cristal, mirando hacia el frente pero a nada en particular—. Debes saber Aland, que una vez contada esa historia, el fin estará cerca.
—Lo se —contestó él—, pero es parte de lo que debe ser cumplido.
—¿A qué se refieren? —Donny, estaba seguro de que él no era el único que comprendía.
—Lamento informarte, hermano, que hay cosas que solo se entienden una vez que ocurren —añadió Cristal.
Al igual que Jezabel, Aland inició la historia que esta estaba narrando en el salón del palacio real. Lo que ninguno sabía, es que la narración que hacían, estaba ocurriendo en el mismo curso del tiempo, solo que con perspectivas y matices distintos del narrador:
...Delante de ellos, una vez atravesado todo el bosque de la región Blizzard, estaba un pequeño pueblo, pero definitivamente mucho más grande que la pequeña aldea en la que Skaitlis y Arma habían vivido. Era colorido y con personas gentiles, trabajadoras y humildes. El lugar era concurrido, y además, todos parecían conocerse uno a otros pues los saludos de una calle a otra fueron el primer recibiento que estos tuvieron. Claramente, las miradas de los demás estaban sobre ellos y no necesariamente eran amigables por parte de todos.
—¿Por qué nos miran de esa forma? —Preguntó Skaitlis, inquieta.
—Tal vez porque somos forasteros —contestó él, secamente.
—¿Crees que sea buen lugar para pernoctar? —Volvió a indagar.
—Puede que sea un buen lugar para conseguir algo de dinero y recaudar información importante —señaló él.
—¿De qué forma podremos hacerlo?
—De la mejor manera que sé hacerlo —agregó Arma, sonriéndole, mientras le señalaba una pequeña plaza que estaba en el centro del pueblo. Por supuesto, era mucho más concurrido por personas que las calles que habían dejado atrás. El algarabío era ensordecedor.
Arma si sabía hacer algo, era dar una buena demostración. Asi que, con un pequeño impulso de aire debajo de sus pies, cayó en el centro de la plaza, donde atrajo todas las miradas. Sonrió al ver el desconcierto de todos, y haciendo su mejor interpretación, comenzó a hacer malabarismos con el aire, en la que se resumía en: crear una esfera de aire en el que se sentaba y rodaba por el suelo, y a su vez, pequeños tornados que arrastraban las hojas secas de los arboles danzaban a su alrededor. Estuvo así un rato, juguetando incluso con los aldeanos que reían cuando enviaba una onda de aire que levataba una que otro delantal, o cuando hacía correr a algunos hombres persiguiendo sus sombreros, para luego finalizar con una onda de aire que dejó atónitos a todos.
Cuando acabó, se llevó el aplauso merecido del pueblo, incluso Skaitlis estaba aplaudiéndole con impetú. Era natural que para un chico de su edad, se sintiera realmente agradable que otros le observaran o que fuera el centro de atención, pero pese a eso, había olvidado una cosa: El pueblo en el que estaban, no era precisamente el más rico.
De modo que cuando Skaitlis pasó con un pañuelo improvisado en forma de una bolsa sobre las filas de personas, no recibió más que unas pocas monedas.
—Estoy segura de que esto no nos servirá para pasar la noche en algún sitio. ¡Ni siquiera para comprar comida! —Skaitlis estaba impresionada de ello.
—Parece que son tan ricos como la Aldea Blizzard —añadió desalentado Arma.
—Tendremos que hacerlo a la antigua —dijo Skaitlis. Arma solo asintió.
Como cualquier pueblo de cualquier otro mundo, Arma y Skaitlis comenzaron a buscar algún oficio o trabajo que pudieran hacer en el día y recibir el pago de ese día trabajado. Con suerte, tal vez podían conseguir un sitio para dormir con alguno de los jefes e incluso comida. Pero, aunque fueron de casa en casa por horas, el pueblo parecía perturbado más por el hecho de que estos fueran extranjeros. En realidad, ellos lograron percibir el miedo que estos reflejaban en el rostro.
Tal vez ustedes se pregunten el por qué, pero ellos los descubrieron justo cuando reposaban y descansaban del día perdido debajo de la sombra de un árbol. Y por supuesto, todos sabemos lo que significa estar bajo la sombra de un árbol cuando el día ha sido realmente agotador.
Aquel sitio en el que estaban, se trataba de un enorme campo verdoso, lleno de delicados y deliciosos pastos que un redil de ovejas degustaba. Desde lejos, se podían observar que eran miles de estas. Pero algo pareció asustarlas, pues, en un momento, comenzaron a correr despavoridas en una estampida incontrolable en dirección a ellos.
Un anciano estaba detrás de ella, con pequeño baston intentando captar la atención de las ovejas pero no parecía funcionar. "¡Qué alguien me ayude! ¡Mis ovejas!" vociferaba el anciano.
Lo que no esperaba Arma, fue ver corretear a Skaitlis con un pergamino sobre su brazo en dirección a las ovejas. ¿Estaba loca? Podían arrollarla. Arma asustado, colocó las manos al suelo y dijo:
—¡Aftokratorikó enaério frágma!
De inmediato, una barrera de aire rectangular y alargada, como una pared invisble se levantó delante de Skaitlis, interponiéndose contra las ovejas que, cuando las primeras impactaron con esta, salieron volando hacia atrás. Eso hizo detener al resto de ellas.
—¡Tenía todo bajo control! —chilló Skaitlis.
—Todo fríamente calculado para morir —le reprendió él, con fastidio.
Skaitlis enrojeció de la rabia, y estaba preparada para decir más cosas, pero el anciano que hace un momento corría detrás de las ovejas se había acercado.
—Muchas gracias —dijo, y se inclinó a ellos en señal de respeto, revelando la nuca—. No sé que hubiera hecho sin la ayuda de ustedes.
—No tiene porque agradecer —dijo Arma, sin más—. ¿Por qué no contrata a alguien que le ayude con las ovejas? ¿No cree que está muy anciano para este trabajo?
Skaitlis, esta vez si no se contuvo, asi que le dio un jalón de orejas que no pudo evitar disimular no sentir dolor. El grito que pegó, llamo la atención de las ovejas.
—¿¡por qué haces eso!?
—Debes aprendes a respetar a tus mayores —murmuró ella, con los dientes apretados.
—No se preocupe joven —interrumpió el anciano con amabilidad—. Sé que soy viejo ya. He intentado contratar a alguien que me ayude con mi rebaño, pero no he conseguido a un candidato valiente.
—¿Valiente? —Cuestionó Skaitlis, sin entender.
—Deben ser forasteros para no saber lo que ocurre con mi granja. Mi rebaño está maldito. La gente le teme a este trabajo por la criatura que se come a mis ovejas.
—¿Una criatura? —Arma le miró sin entender, y este hombre asintió.
—Sí, permítanme presentarme, soy Ichibi Akimiro, pastor de ovejas por mucho tiempo. Vengan a mi casa y les contaré todo.
Como sabrán, ellos acompañaron al anciano hasta su hogar. No era más que un enorme establo, con un corral lo suficientemente grande para que estas pudieran permanecer. Al lado, estaba una vieja cabaña que, a simple vista se veía cómoda, con una chimenea humeante. Cuando estaban a la mesa, con varias tazas calientes de lo que parecía ser té, el anciano comenzó su historia:
—Todo empezó cuando una tormenta muy fuerte vino a este pueblo. Al principio, temíamos que fuera como el evento Fada que ocurrió muchos años atrás, posiblemente ninguno de ustedes había nacido... Ese momento fue uno de los peores para los que sobrevivimos y quedamos con vida, tanto, que todavía tenemos secuelas de pánico cuando hay tormentas.
—Mi madre decía, que pensar en la muerte cuando eso ocurrió parecía ser una opción razonable —dijo Skaitlis apenada.
El anciano asintió. Arma, se dio cuenta de lo perdido que estaba sobre asuntos como ese. Y es que nunca le preguntó a su padre, sobre ello, aunque si había escuchado lo terrorífico que había sido. Y tenía que serlo, pues muchos evitaban recordar ese suceso.
—Cuando la tormenta acabó, resulta que se presentaron soldados reales del rey Zunubi. Iban en dirección al norte hacia la región Blizzard. Todo el pueblo temió, pero aquel ejército parecía tener otros objetivos pues solo usaron el pueblo de paso. Sin embargo, días después regresaron por el mismo camino pero traían con él un cadáver putrefacto atado de sus tobillos de la cola del caballo de uno de los generales.
—Obviamente, eso llamó la atención de todos nosotros y nos acercamos a ver que era lo que sucedía y, cuando vi el cadáver, reconocí el cuerpo del hombre como uno de los líderes de la aldea Blizzard. Lo supe, porque él solía importar madera a nuestro pueblo, a cambio de comida para el suyo. Además, era mi amigo.
—Así que este pueblo es Dinamo —intervino Arma, con el puño apretado. Evidentemente, el relato le estaba afectando
—Sí, Dinamo es conocida como el pueblo de provisión eterna. No solo tenemos muchos arboles frutales, sino que criamos ovejas, cabras, vacas, gallinas y otras especies para el comercio —Le contestó—. ¿Cómo es que nos ha reconocido?
—Venímos del pueblo blizzard y ese hombre que vio era mi padre —respondió, con asco ante la imagen que se le presentó en la mente. Estaba siendo humillado.
—¿Reconoció a la persona que se llevó al cadáver? —Preguntó Skaitlis.
—Es un general muy fuerte del Rey Zunubi, pero no sé más. Yo... bueno, al reconocer que era tu padre, intenté arrebatárselo. Plucky, fue el hombre más valiente que había conocido, no podía déjarselo asi nada más. Pero que idiota fui al creer que este general tendría honor de su parte, en vez de aceptar mi enfrentamiento por su cuenta, decidió que uno de sus subordinados se suicidara en ese momento, y ante esa muerte, transformó aquel cadáver en una criatura infernal. Estaba seguro, se trataba de una magia oscura y de mundos impuros.
—Trate de pelear contra aquella bestia, pero no le costó demasiado vencerme. Ya no soy el joven pastor que luchaba contra criaturas feroces, leones, osos, zorros para evitar que atacaran a mis ovejas. Todos se burlaron de mí por mi estupidez. Pero, eso no fue suficiente, sino que condenó a la criatura a que devorara a una de mis ovejas cada noche. De esa forma, arantizaba mi angustia diaria, el miedo a mi granja, de los aldeanos y que me quedara sin ninguna oveja. Mi granja se acabará de ser así. Y hasta ahora, la criatura se come una de mis ovejas cada día. Tenía perros pastores que me ayudaban contra los lobos de ser necesario, pero aunque trataron de pelear contra la criatura, esta los asesinó.
—¡Eso es terrible! —dijo Skaitlis, sin poder creer lo que escuchaba.
El anciano le dio la razón a la muchacha.
—Veo que tienes un don increíble —miró a Arma—. Nunca antes había visto un don elemental. Se dice que solo pertenece a las formas de vida más puras.
—¿Más puras? —Preguntó Arma, sin entender.
—Verás niño, todos los que han sido dotados con un don particular, son del linaje de Ágape, del reino Elemental. Todos los nacidos allí, poseen dones, pero, se dice que solo unos escogidos serían dotados del poder mismo de la naturaleza. Tú eres uno de estos, por lo que veo.
—Nunca había escuchado algo como eso —dijo Skaitlis, pensativa.
—Mi padre no mencionó nada de ellos. Sabía que era del reino Elemental y que mi padre, bueno... relamente no era mi padre, pero nunca quise saber sobre el lugar en el que me desecharon desde niño —confesó Arma.
—Lamento tu situación. En verdad, no sé lo que has experimentado hasta hora, pero me pregunto sí ustedes podrían ayudarme con este trabajo. Al menos por un día.
—Viejo Ichibi, tenga por seguro que en este día se acabarán sus problemas —respondió Arma, con gran energía.
—No lo sé Arma, no estamos seguro con lo que estamos tratando. Si es una criatura hecha de magia infernal, entonces estamos tratando con cosas fuera de toda regla del cosmos.
—¡Eso no será problema alguno! nada puede contra la fuerza de un huracán
Arma estaba demasiado confiado. A veces, para los hombres está muy bien escuchar el consejo de una dama, podría ayudarnos a cometer menos errores o a salvarnos de un final amargo.
Al caer la noche, y luego de una acalorada discusión entre Arma y Skaitlis por el hecho de que este no la quería consigo en esa misión —discusión que el chico no ganó—, estaba en todo el pórtico del enorme corral de Ichibi. Las ovejas dormían en el suelo, plácidamente.
—¿Por qué traes contigo tinta y pergamino? No crees que no es momento para dibujar —La voz de Arma era demandante.
—No entiendo porqué te inquietas, si al final tú, Gran Señor del Viento, podrás contra la criatura —ironizó Skaitlis, malhumorada.
Arma fastidiado de la actitud de ella, decidió no seguir con aquel asunto. Pero, eso hizo la noche mucho más larga. Sin embargo, cuando se hicieron las doce de medianoche, y los párpados de estos comenzaban a luchar por ganar la batalla del sueño, un gruñido nada natural, que no se comparaba al peor gruñido animal que pudiera existir, apareció.
Así como en el bosque, Arma alzó sus manos a la altura de su nariz y una ventisca apareció y recorrió desde el pórtico, hacia el campo en dirección al bosque que se extendía enfrente de ellos. Skaitlis noto el leve fruncido de cejas de Arma, y supo que algo era peor de lo que creía.
Y así era, en un momento, apareció una criatura de tres metros de alto, encorvado, con brazos alargados, de tono rojizo sangre, y con protuberancias esqueléticas que asemejaban una especie de armadura. Sus patas traseras eran como las de un lobo, con 2 pares de garra filosas. Desprendía un olor putrefacto y sangre chorreaba de los musculos expuestos de la criatura. Esta miró fijamente a los chicos y emitió un chillido gutural e infernal, que erizó los vellos de los dos.
Nunca habían visto algo más aterrador.
La criatura salió corriendo en cuatro patas hacia ellos, a una gran velocidad. Y Arma no dudó en levantar las manos hacia ella, y decir:
—¡Apótomi kopí aéra!
La misma ventisca que impactó a los bandidos en el bosque, surgió de las manos de Arma e impactó a la bestia, impulsándola hacia atrás. Generó los mismos cortes sobre los musculos ensagrentados de la bestia. Lo que creyó como una victoria, le pasmó de inmediato cuando vio que la criatura se regeneraba. Allí, por primera vez, se dio cuenta que esta no poseía ojos, pero si un gran sentido del olfato que, captó los olores de esto.
—Te dije que no debíamos confiarnos —afirmó Skaitlis, horrorizada de lo que veía.
Cuando la criatura se volvió a levantar, tomó impulso y volvió a correr hacia ellos. Arma, nuevamente intentó impactar otras ventiscas hacia esta, pero comprendió que esta tenía capacidad de pensar y aprender, pues comenzó a evitar cada uno de sus ataques. Sin darse cuenta, la criatura estaba a un metro de ellos.
—¡Oh no! —gritó.
Y aunque le dio tiempo para levantar un campo protector de aire, como cuando le enviaron las cuatro flechas los bandidos, la barrera no fue suficientemente fuerte pues el enorme brazo de esta la penetró y golpeó a Arma hacia atrás, derribado el pórtico del corral. Claramente las ovejas despertaron y entraron en pánico, corriendo desorientadas la mayoría.
Arma hubiera prestado más atención a las ovejas, sino fuera por el asombro de ver que, Skaitlis había evitado el ataque de la bestia en un salto. Y estando todavía en el aire, propinó una patada tan fuerte a la criatura que le hizo retroceder tres pasos hacia atrás. Suficiente para desorientarla un poco.
—¿Estás bien? —Le preguntó Skaitlis al caer al suelo, mirándole de soslayo.
El asintió, más por orgullo que por ser verdad, pues la verdad es que sentía que tenía unas costillas rotas. El dolor era insoportable.
—¿Crees poder continuar? —Le volvió a inquirir.
Arma la miró sin responderle. No dejaría que fuera avergonzado por ella.
Así que, como pudo se levantó, pero por la forma en la que se encorvaba y la mano a su costado, no le fue difícil a Skaitlis saber que no estaba del todo bien. Vieron a la bestia sacudir la cabeza.
Se abalanzó contra ellos de nuevo, Skaitlis se dio cuenta que la bestia aquella había ganado un poco más de velocidad, puesto que por poco no la evitaba saltando a la derecha. Sin embargo, comprendió que su objetivo real era Arma. Había sido un error de su parte tomar a la criatura como tonta, pues estaba demostrando inteligencia de combate. Y era lógico, en realidad luchaban contra un humano muerto, con todos sus recuerdos de combate.
Arma, sabiendo que no podía hacer las mismas acrobacias de Skaitlis, solo envió aire a sus pies, y evitó por poco la estocada de aquella criatura.
Al caer, sabía que debía usar el mismo poder que usó para proteger a su aldea de aquella tormenta. Lo meditó un poco, pues la última vez había caído inconsciente.
Pero al ver, la resistencia de la bestia que, se había dirigido aquella vez hacia Skaitlis, propinando embestidas, zarpasos, y movimeintos bruscos que, Skaitlis esquivaba, pero se notaba el esfuerzo que poseía. Lo peor, es que consideraba que el pergamino que tenía debajo de su brazo y el tintero, le estorbaban demasiado para dar un golpe de vuelta.
—¡Anemostróvilos!
Skaitlis abrió los ojos cuando observó como un tornado se formaba desde el cielo a su posición. Al ver aquello retrocedió a gran velocidad. No podía creer que Arma intentara aquello una vez más. Le miró alzando las manos hacia el cielo, y vio como el tornado devoraba a la criatura por completo.
La criatura chilló de dolor. Y Skaitlis no podía negarlo, al menos era una buena medida que valía la pena correr el riesgo. Los gritos de la criatura se escuchaban desde el interior, debido a que cuchillas capaz de amputarle atravesaban su cuerpo.
—¿No fue una medida arriesgada?
—Lo fue —dijo él, sudando y agotado—. Pero no había otra manera.
—Al menos esta vez no te desmayaste —afirmó ella.
Él le asintió con una sonrisa.
Cuando el efecto del tornado acabó, la criatura se observó desmembrada en el pasto. Todo el verdor de este, estaba manchado de su propia sangre. Aquello, era una visión bizarra de sangre, carne y entrañas en el lugar. Y la pudredumbre fue mucho peor.
—Definitivamente debe venir del infierno —comentó Arma, asqueado.
Entonces, cuando creyeron que todo había acabado, vieron como las partes de las criaturas se movieron una primera vez, y a la segunda comenzaron a reagruparse por sí solas.
—No solo se regenera, sino que cada parte del cuerpo debe estar conectado a su sistema nervioso central lo que le permite pensar con cada una de ellas —explicó Skaitlis.
En cuestión de un momento, vieron como la criatura volvía a unir su propia carne.
—¿No tienes nada más fuerte? —Preguntó la chica, tragando grueso.
—Esa era mi técnica más fuerte —se avergonzó él.
—Lo que veo es que los cortes no son suficientes para matarlo, me pregunto ¿qué pasara si le pulvirezamos por completo?
—¿De qué forma? —Cuestionó Arma.
—Solo necesito inmovilizarlo para poder intentar algo —dijo ella.
—¿Inmovilizarlo? ¿Qué harás? —Arma estaba tan confundido, que no entendía para nada las intenciones de ella.
—Ya verás... ¿tienes algo para ponerlo quieto?
Arma asintió. Por suerte, lo pensaron justo en el momento en que la criatura se había vuelto a armar. Sin embargo, la bestia, parecía estar precavida esta vez, porque emitiendo un rugido ensordecedor, lanzó huesos afilados en dirección a ellos.
Skaitlis tomó a Arma, y así, evitó que ambos fueran empalados, moviéndose en zigzag.
—¡Si vas hacer algo, debes hacerlo ahora! —Le sugirió ella cuando se sintió a salvo.
—¡Bien! ¡Alysídes tou ouranoú!
De inmediato, un viento se concentró alrededor de la bestia, y una fuerza invisible pareció detener todos los movimientos de esta.
Skaitlis al ver aquello, tomó su pergamino y dibujó 5 enormes pájaros, con dos pares de alas en tinta negra, y vociferó:
—¡Peinasména schédia!
De inmediato los dibujos que había hecho, cobraron vida y resurgieron del pergamino, en tamaños que superaban un ave cualquiera. Las aves volaron a gran velocidad, y al rodear a la bestia, se adhierieron al cuerpo de esta, extendiendo sus alas, y ella señaló:
—¡Exploten!
Entonces una enorme explosión cubrió el campo en ese momento. La bestia chilló, pero en cuestión de segundos todo su cuerpo se volvió cenizas delante de sus ojos.
Arma no podía creer lo que había visto. Nunca creyó que la chica que jugaba a las canicas con él, era una persona tan asombrosa. No solo sabía de artes marciales, sino que tenía un don como el suyo. Miró a esta, y sintió real admiración por ella en ese momento. Incluso, un poco de celos. Estaba siendo superado por ella.
Skaitlis, al ver la expresión de su amigo, dijo:
—Ese era mi secreto. Tengo el poder de darle vida a mis dibujos y hacerlos explotar. Por eso, mi pergamino y mi tinta me son indispensables en tareas tan serias como esta.
Ichibi celebraraba desde fuera de su casa, pues, cuando escuchó la explosión no pudo evitar salir de su granja. Pero, lo que fue menos probable y pasó, es que gran parte del pueblo se había acercado a ver lo que había ocurrido. Esa noche no terminó allí, sino que decidieron celebrar por la victoria.
Cuando partieron del pueblo al día siguiente, por la tarde. Ichibi se encargó de mencionarle a Arma que procurara poner atención lo que la jovencita tenía para enseñarle. También añadió, que la humildad era una cualidad valiosa para ganar, pero más grande que la humildad, era tener amigos que dieran la vida por él. Y así siguieron su camino...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro