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El Fin Del Mundo

Capítulo 68

Poco después de haber luchado contra aquellas serpientes marinas. Un enemigo que, de no haber sido por Akudomi y su poder de transformación de Hydra, seguramente ninguno de ellos lo hubiera contado. Al menos, eso creían. Sin embargo, fue Lance quien comentó que toda esa victoria se debía a que Gaia había dispuesto del tiempo perfecto para que los sucesos salieran como debían haber ocurrido. 

Y después de mucho tiempo navegando, tal vez varios meses para nosotros —días en los que no se toparon ninguna otra tierra—, comenzaron a sentir que ya habían navegado hasta el Fin del Mundo. Todo era diferente. En primera instancia, notaron que pese a que llevaban tanto tiempo en el mar y se habían estado sintiendo cansados, en ese momento, la verdad es que estaban realmente espabilados. Las horas de sueños parecían alargarse, lo que les daba un mejor descanso, y la comida parecía multiplicarse por sí sola. Por lo que comer, y el razonamiento de la comida que llevaban desde que había pisado la isla del Lince, parecía que no iba a acabar nunca. Estaban muy tranquilos. Un pedazo de pan se multiplicaba en quince, un barril de agua parecía poder llenar un barco completo. Era demasiada abundancia. 

El sol ya no parecía verse tan rojizo, en realidad, se veía como si estuviera recobrando su color amarillento, y de paso, parecía hacerse cada vez más y más grande. Sin darse cuenta comenzaron a ver aves azuladas que no eran propias del mar, pero estaban allí cantando una melodía que sonaba como una ofrenda de paz, mezclado con una soledad profunda, pero no de esas que entristecen, sino de los que te hacen sentir pleno y alegre por encontrarte con lo más profundo de tu ser. 

—Es un Cabiú —llegó a decir Lance, cuando vio las miradas curiosas de Samael y Akudomi, y otros hombres de la tripulación.  

—Nunca había escuchado una melodía como esa —dijo Akudomi, extrañado.

Samael iba a dar otro comentario, pero se dio cuenta que de haber escuchado un único Cabiú se les unieron las demás aves, y sin darse cuenta, decenas y decenas de ellas, cantando distintas melodías que lejos de sentirse disonante y sin armonía, en realidad era una perfecta e única. 

Segundos después, en el mar divisaron montones de criaturas marinas que algunas lograron determinar, pero otras no tenían ni idea de lo que podían ser porque creían que se trataban de especies en extinción o seres que eran solo mitos. Entre las que reconocieron estaban: sirenas, dragones de aguas, delfines, tiburones, peces de muchos colores, espíritus del agua, ninfas, ballenas, pulpos, caballos de mar, reptilianos, y, del resto, no tenían ni idea de qué se trataban. Lo que sí tenían en común, es que  todos tenían semblantes alegres, felices y acompañaban el barco tanto como los cabiú a la misma velocidad del barco. 

El agua era otra cosa, no se veía oscura y densa como cuando se observaba en lugares realmente profundos. Al contrario, era tan claro que, aun cuando no sabían cuantos metros de profundidad realmente había, podían ver la arena que estaba debajo de ella. Lo grandioso era que estaba lleno de colores que resultaban ser formas de corales y de algas. Un bosque submarino. 

—Debe ser un lugar muy pacífico —comentó Samael, finalmente perplejo. 

—¿Por qué lo mencionas? —Preguntó Lance, intentando entender toda aquella locura.

—Verán... Cuanto más te adentras en el océano, más oscuro y frío se vuelve todo, y allí abajo, en la oscuridad y el frío, viven las criaturas más peligrosas: el calamar, la serpiente marina y el kraken. Los valles acuáticos son lugares inhóspitos y hostiles. Los habitantes de los océanos sienten por sus valles lo que nosotros sentimos por nuestras propias montañas —explicaba Samael—, Es en los lugares altos, o como diríamos "las regiones bajas", donde hay calor y paz. Audaces cazadores y bravos caballeros del océano descienden a las profundidades en busca de aventuras, pero regresan a las alturas para descubrir el ocio y el descanso.

—Suena lógico para mi —dijo Akudomi, encogiéndose de hombros—, nosotros los dragones siempre preferimos las alturas, no solo para evitar los peligros, sino para obtener paz. 

Lance estaba escuchando la explicación, pero su curiosidad por la claridad del agua era demasiado. Casi podía compararlos con aquellos pequeños riachuelos de los ríos. Así que, se atrevió a humedecer primero su dedo y probarla, y abrió los ojos como platos por la sensación. Frunció el ceño, puesto que no podía creer que aquello fuera cierto. Esta vez, tomó agua con ambas manos y la probó nuevamente.  

—¡Dulce! —chilló—. ¡Es dulce! 

—¿De qué estás hablando? —El viejo Noa preguntó, creyendo que se había vuelto loco el muchacho—. ¡Y no tienes que sacudirme el agua! 

—Les digo que el agua es dulce —volvió a  mencionar Lance, esta vez con una sonrisa en el rostro—. Dulce, potable. ¡No es salado! 

Todos, absolutamente todos en el barco corrieron para corroborar aquella información. Por supuesto, todos se maravillaron cuando el sabor atravesó sus gargantas, sabiendo que Lance tenía razón. ¿Pero cómo era posible? 

—Una vez escuché que cuando se está en un lugar sagrado, cosas asombrosas podrías llegar a ver, sentir, escuchar y oler —dijo Samael, pensativo.

Él, siendo un vampiro al que no lo apetecía para nada el agua, se vio disfrutándola cuando la probó. Volvió a sentirse humano. Entonces, fue cuando notó que no sentía sus colmillos. Se miró sus manos y ya no eran pálidas. Tenían un aspecto rojizo, como aquellas manos en la que fluye correctamente la sangre. 

Estaba tan sorprendido que no podía creerlo. Sintió el calor del sol, y allí sonrió. 

—Soy humano —dijo. 

Su declaración hizo que toda la tripulación le mirara. 

—¿De qué hablas? —Preguntó Akudomi, sin poder creer lo que había escuchado. 

—¡Soy humano! —volvió a repetir, esta vez con más alegría y más convicción. 

Lance sacó la daga de su bolsillo, se acercó a este pidiéndole que le mostrara la mano, y justo en el centro, hizo un pequeño corte. En otros tiempo, aquello no le hubiera hecho nada a su piel endurecida, pero en ese instante, comenzó a borbotear sangre, de la más roja que hubieran visto. 

—¡Auch! —chilló.

—Eres humano —dijo esta vez Lance, realmente sorprendido, viendo a Samael con aquella mueca de dolor. 

—¿Qué está pasando? —Preguntó Akudomi, al darse cuenta de los efectos de aquel lugar sobre él mismo—, no puedo transformarme en dragón —confirmó. 

Lance lo meditó un momento, con una sonrisa ladina, y agregó: 

—También eres humano —concluyó—, sin duda estamos ya muy cerca del Fin del Mundo. 

Aquello parecía una locura, pero era cierto, ciertísimo. 

Durante mucho tiempo todos estuvieron en silencio, sintiéndose casi bien y lo suficientemente fuertes para soportar todo; al rato de seguir bebiendo agua, se dieron cuenta que no necesitaban comida incluso. Y el agua se veía cada vez más y más clara, casi parecía que estaban bebiendo de la luz misma, de lo claro que era.  Y en otro momento, se dieron cuenta de otro efecto: Como se había dicho, había un exceso de luz; el sol era lo suficientemente grande —pero no tenía un calor insoportable, al contrario era una temperatura perfecta para los amantes del frío o los amantes del calor—, el océano lo suficientemente brillante y el viento parecía ser luaz también. 

¿A dónde estaban llegando? 

Entonces la luz se hizo más fuerte, no más débil, pero pudieron soportarla y mirar directamente al sol sin pestañear. Podían ver más luz que antes. Y la cubierta, las velas y sus propios cuerpos se volvieron más y más brillantes, e incluso cada uno de ellos parecía resplandecer. 

Esa día acabó, y se dieron cuenta que nunca hubo noche, y aunque todos se fueron a descansar en un punto, con haber dormido una hora había sido suficiente y se dieron cuenta que no hubo luna ni oscuridad. Aquel sol, ahora era cinco o seis veces más grande que antes, y estaban seguro que ya no era rojo en absoluto, ni siquiera podían decir que era amarillo, pues era simplemente luz.  Lo miraron fijamente, y hasta distinguieron las plumas de los pájaros que se alejaban volando. 

Notaron que muchas criaturas en el océano seguían nadando junto a ellos, y al igual que los que estaban a bordo, nadie parecía animado en hablar durante mucho tiempo. Era como si no hiciera falta.  Nadie quería comer nada, pues el agua era suficiente para ellos.

Entonces, el viejo Noa comentó: 

—No entiendo. No hay brisa. La vela cuelga sin vida. El mar es plano como un estanque. Y, sin embargo, conducíamos tan rápido como si una tormenta estuviera detrás de nosotros. 

—Yo también lo pensé —dijo Lance—, sin duda estamos atrapados en una corriente bastante profunda. 

—¿Acaso El Fin del Mundo no será un precipicio? —Preguntó Samael, pensativo.

—¡¿Cómo?! —Chilló Akudomi.

—Es que, se dice que no es tan bueno que vayamos tan rápido cuando no hay una tormenta. Imagínate una mesa a la que se le desborda agua en toda su extensión plana, naturalmente esta agua buscara expandirse por toda la superficie hasta comenzar a botarse por sus bordes —comenzó a explicar Samael—, ahora imagínate que colocamos un barco en esa mesa, en el centro, comenzará a ir lentamente, pero cuando está a punto de acercarse al borde, por la presión que no conoce, será arrastrado con más velocidad hacia el precipicio.... 

—Quieres mencionar —dijo Lance—, ¿de qué podríamos caer por él? 

—Sí, sí —exclamó Samael—, Así lo he imaginado siempre: el planeta como una gran mesa redonda, de cuyo extremo brotan incesantemente las aguas de todos los mares. El barco subirá, trepará por la proa, y por un rato podremos ver por el borde... y luego caeremos y caeremos, como un torrente, a toda velocidad... 

—¿Y qué nos estará esperando al final? —Preguntó Noa, no tan contento, aunque se desvanecía aquel sentimiento negativo al instante.  

—No tengo idea —mencionó Samael, sinceramente. 

—Pero es muy raro —dijo Lance, no muy convencido—, una vez escuché a Kimiko decir que nuestro mundo, y todos los mundos, eran redondos... 

—¿Redondos? ¿Cómo un círculo o como una esfera? —Preguntó uno de los tripulantes.

—Como una esfera —aclaró Lance—, tal vez se haya equivocado —dijo.

—Eso suena descabellado —dijo otro tripulante—, si el mundo fuera así, entonces las aguas que estan debajo, deberían caerse...

—¿Peor cómo sabrían que es abajo y que arriba? —Pregunto alguien más.

—Exacto, si el planeta fuera una masa circular, entonces no existiría ni Norte, ni Sur, ni Este ni Oeste, y las brújulas responden a esos puntos —explicó alguien más.

—Tu amiga debe estar equivocada, el mundo es plano —agregó Noa. 

—Bueno, muy pronto vamos a descubrirlos —dijo Samael.

"¿Alguna vez han estado en lugares donde la población vive al revés?", escucharon las voces preguntarse en el fondo, riéndose de la duda que había surgido. 

¿Se habría equivocado Kimiko?

—¡Capitán! —Preguntó Lance a Noa—, '¿qué nos depara adelante?

—Amigo Lance —respondió—, solo veo blancura a lo largo de la línea de horizonte de norte a sur, hasta donde alcanza mi vista.

—Eso es lo que veo también, y no puedo imaginar lo que es en realidad.

—Si estuviéramos en latitudes más altas, mencionaría que estamos hablando de una zona helada. Pero eso es imposible; aquí no. 

—Deberíamos detener el barco en este punto y usar los botes, ¿no crees? —Sugirió Lance.

—Eso es correcto amigo mío —dijo el viejo Noa, muy alegre—, de habernos conocido en otras circunstancias, creo que te hubiera traído conmigo al mar. Tienes madera para eso —agregó el capitán. 

Una parte de la tripulación debía quedarse, entre ellos Noa, pero el viejo capitán no se perdería ninguna aventura, así que después de pelear con todos sus tripulantes, compañeros, colocaron a alguien provisional para cuidar el barco, eso sí, no faltaron las amenazas de su parte si intentaban robar el barco y él llegara a quedar vivo todo eso. 

Cuando se disponían a bajar un único bote en el que irían Samael, Akudomi, Lance y Noa, vieron sombras por encima de ellos. alzaron la vista para ver de qué se trataba, resultó no ser un qué, sino quiénes. Obviamente, algunos estaban pasmados de miedo, pero Lance, Akudomi y Samael, estaban más bien curiosos de ver a Kimiko y Tsukine con siete personas más.

—¿Cómo es que han llegado hasta acá tan pronto? —alzó la voz Lance. 

Las nueve personas descendieron al barco. 

—Lamentamos mucho haber irrumpido en su barco, capitán —dijo Kimiko—, haciendo una pequeña reverencia con el cuello por respeto—. Le prometemos que este asunto será por poco tiempo. 

—¿Quién eres? —Preguntó el viejo Noa, maravillado de la belleza de aquella mujer. 

—Mi nombre es Kimiko, y él —señaló a Tsukine—, es mi esposo. Soy la misma a la que cuestionaban de que todos los mundos son redondos.

—¿Cómo es que sabe...? ¿¡Esposo!? —Noa no sabía cómo es que sabía sobre sus conversaciones hacia ella en el barco, pero lo que más lo derrumbó fue saber que tenía esposo, y era el joven de aspecto estirado a su lado.  

—Sí, tenemos un años de habernos casado en el reino Carbón —dijo—, no lo invité, porque no era el momento —soltó una risita. 

Pero el viejo Noa parecía decepcionado. 

—Solo sé que nos levantamos en el aire, y en un segundo llegamos aquí —dijo Tsukine, como si estuviera a punto de vomitar—, nunca había volado tan rápido. 

—Con el segundo viaje, quizás te acostumbres, amor —dijo Kimiko, con una sonrisa. 

Tsukine no le hizo gracias. 

—¿A qué velocidad volaron? —Preguntó Akudomi, sin poder creerlo.

—Vamos, no vinimos a ellos —dijo Kimiko, poco interesada en aquel tema—, les presento a Arma, Annerys, Roderick, André, María, Kev y Agatha, esta vez se sumarán a nuestro viaje que, por cierto, no será en ese bote, lo haremos en el barco. 

—¿Acaso ellos son?...

—Sí —le contestó Kimiko, con una amplia sonrisa a Lance. 

—¿No se ven un poco mayores? —Preguntó Lance, en un susurro—, además, ¿dónde está Skaitlis?

—Skaitlis la veremos luego, y por lo otro, ¿no crees que lo más natural del mundo es que las personas se vean mayores con el tiempo?

—De hecho, deberíamos ser ancianos —dijo Arma, demostrando que le habían escuchado. Lance se avergonzó. 

—Señorita, ¿puede explicarme porque debemos viajar en el barco? ¿Qué si esa blancura que está delante de nuestros ojos es hielo? Podríamos hundirnos —dijo el capitán.

—Correcto, si eso fuera hielo, este barco se hundiría si golpeara esa cosa —contestó Kimiko—, de hecho, ni tiene idea de las historias que hay de barcos hundidos en otros mundos, inclusive oí de uno que se hundió porque dijeron que el metal con el que lo habían construido, ni Gaia misma podría hundirlo. ¿Y qué cree? no sobrevivió apenas dio su primer viaje... —todo aquello lo dijo tan rápido, que Noa no le dio tiempo de procesarlo. Además, que le apreció curioso que hubieran barcos de metal, ¿dónde sería eso?—En fin, mi capitán, eso que usted tiene enfrente no es hielo, imposible de que crezca algo así en una zona como esta, en realidad,  son lirios y rosas blancas, de todo tipo, de hecho, llegamos justo para verlos florecer. 

—Habla de este mar como si fuera un estanque —mencionó el capitán, sin poder creerlo. 

—Si no me cree, vamos a verlo —dijo ella, haciendo que el barco comenzara a moverse, cuando esta alzó las manos. 

Todos los tripulantes quedaron maravillados de las sietes personas que Kimiko había invitado. Sobre todo porque sus cuerpos resplandecían. Casi parecían seres celestiales. 

Como era de esperarse, Akudomi, Samael y Lance, estaban reunido en la punta del barco La Doncella, teniendo una conversación larga y tendida con los chicos elementales. Primero, quisieron corroborar detalles de la historia que conocían que, en realidad, resultaron ser ciertas, con la decepción de los chicos de presentar a una Jezabel y Sharia demasiado amables, según ellos. La realidad, es que estas habían sido más crueles y despiadadas que lo que había oído, pero se alegraban de que no hubieran dado tantos detalles sobre la naturaleza de esas mujeres pues eran demasiado viles, incluso para los adultos. 

Cuando llegaron al centro de lo blanco que observaban, efectivamente comprobaron que Kimiko tenía razón, habían montones de lirios y rosas en el agua, blancas, comenzando a florecer como si les diera la bienvenida a ellos. Pero, lo más curioso lo había previsto Samael. 

—Esas rosas, se parecen... —se calló un momento y se miró el pecho, justo donde está el sello de amor de Origami y él—, ¡Es la misma rosa del símbolo Clymuwaed!

—Eso significa que estamos rebosando en las aguas del más puro amor —respondió Kimiko, alegre. 

—Parece que usted sabe mucho, señorita —dijo Noa, mirando con asombro aquellas flores. 

—No tiene ni idea de las cosas que sé —dijo ella, con seguridad—, pero le aseguro que mi maestro sabía más. 

—Bueno, dicen que hay pupilos que lograr superar a los maestros —comentó este, amablemente.

—Eso solo ocurre si el maestro ya cree que lo ha alcanzado todo, pero si sigue viva su pizca de curiosidad, difícilmente pueda ser superado por el alumno. La única forma que eso suceda es que el maestro ya no tenga formas de aprender.

—¿Cómo la muerte? 

—Si, capitán —dijo Kimiko, con una sonrisa por la perspicacia del viejo. 

—¿Y está su maestro vivo? 

—Ahora más vivo que nunca —dijo ella, todavía mucho más alegre. 

Entonces, en un punto, definitivamente el barco no podía continuar más, pues las agua habían perdido profundidad. 

—Es aquí —dijo Arma.

Cuando alzaron la vista enfrente, notaron que se alzaba una enorme montaña que, por un momento, parecía cubrir toda la tierra entera, en el centro un enorme túnel del que se proyectaba una luz que, a diferencia del sol que lograron ver directamente sin lastimarse los ojos, esta vez les era imposible mirar demasiado hacia ese punto. Y los pocos minutos que lograban fijar la vista, hacía que se sintieran doblegados a bajar el rostro al suelo. 

Arma rodeó a sus compañeros con aire —a los seis restante de su mundo—, y volaron por encima del barco hasta el suelo arenoso que daba hacia la enorme montaña. Y al tocar suelo, estos se postraron con los rostros hacia la arena. 

Kimiko saltó desde el barco hasta el suelo, seguido por el resto, incluyendo a Noa y todos los tripulantes, y se detuvieron, justo cuando Annerys se volvió a mirarles, antes de que tocaran el suelo:

—Deben quitarse el calzado si van a pisar esta tierra. Suelo sagrado es —dijo ella, amablemente.

Todos hicieron casos, sin importarle si estos llegaran a perderse, y cuando estuvieron libre de ellos continuaron. Y apenas pisaron el suelo, una fuerza sobrenatural les obligó a postrarse de la misma forma que estaban el resto. claro, para Kimiko, Lance y Samael no fue una obligación, pero para Akudomi, Noa y los demás tripulantes, si se sintieron impuestos. Querían quejarse, pero no salió palabra alguna de ellos. 

—Al fin han llegado —escucharon una voz, pero aunque sabían de quién se trataba, sabían que no era la voz de una mujer. Seguía siendo dominante, poderosa como los relámpagos del cielo, pero que transmitía paz y tranquilidad, inundado de temor al mismo tiempo. 

—Kimiko y Tsukine han cumplido con su misión, mi señor —la voz de Arma, se escuchó adelante. 

Kimiko todavía con la cabeza en tierra, miró de soslayo a Tsukine. Este parecía realmente contento, al escuchar que había terminado con su misión. Él, que siempre estuvo confundido sobre las cosas que debía hacer, parecía ahora complacido y entendido en ese momento. 

—Sí, lo han hecho —respondió Él—, la mente y la inteligencia, junto a la valentía, es una combinación poderosa.  La verdad es que cuanto más inteligencia, más inconvenientes; cuanto más se sabe, más se sufre. Pero el que concentra su atención en mí, supera las dificultades de la tristeza y el sufrimiento. Por otro lado, mi hijo Tuskine, tan pronto como cruzaste las aguas y has aceptado mi compañía en tu camino; en cuanto cruzaste los ríos, te diste cuenta que las aguas no te cubrieron; Y ahora que pasas por el fuego, ¿qué has entendido de todo ello?

Tsukine se tensó, nunca esperó una pregunta directa de Él. Vio a Kimiko, y ella parecía feliz de escucharle hablar.

—No he sido ni seré quemado por las llamas. Porque he entendido que existe un salvador y que esa salvación que ha propuesto, la he obtenido como un regalo de amor de su parte. 

Hubo un silencio, pero sabían que había una sonrisa en Él. No sabían cómo asegurarlo, pero fue como si sintieran de forma tangible la complacencia de este.

—Todos, exceptuando a los naturales, Lance y Akudomi, pueden venir a mi país si así lo desean —añadió Él—, sus corazones han sido purificados hasta la perfección desde que iniciaron este viaja hasta acá. Pudo haber sido peor de lo que lo han llevado, pero para cada quien es una historia diferente. 

—¿Por qué no puedo ir? —Escucharon la pregunta de Akudomi, con aquel tono desesperado, y casi creían que estaba a punto de romper en llanto—, yo sé que sabes que espero verla, no tengo nada que conseguir aquí. 

—Lo tienes —le afirmó Él—, y lo sabes... Solo puedo prometerte que llegado el tiempo, te encontrarás que el principio de una larga vida con ella.

—¿Cómo es que llegó allí? Ella no era... no era... bueno...

—¿Buena? —Le cuestionó Él a Akudomi—, la medida con la que miden los seres creados todas las cosas, para determinar "bueno y malo" algo, no se acerca a la realidad de esta. Están tan confundidos que le es imposible reconocer una cosa de la otra. Pero, hijo Akudomi, ha habido un sacrificio, único, que aun cuando lo que se ha convertido contra naturaleza, ha sido capaz de ser purificado. Ella aceptó ese hecho, y por eso ha podida entrar a mi país. ¡Y mira que está feliz! 

Akudomi comenzó a llorar y a reír, era una mezcla de todo, pero por encima de todas esas emociones, había realmente alegría. Diana estaba bien, realmente bien.  

 —Iré —se escuchó decir por parte de Tsukine—, si hemos terminado la misión, ¿qué sentido tiene seguir? 

—¿Sabes lo que eso representa? —Le cuestionó.

—Lo sé —respondió—, y sé que sueno egoísta porque mis amigos están por hacer frente una batalla...

—Que ellos deben llevar por su cuenta —respondió Él—, desde lo largo de esta gran aventura, todos han cumplido su parte en este asunto. Aun así, les doy oportunidad de decidir. 

—Iré —esta vez dijo Kimiko—, miró hacia adelante y ya no veo nada en este mundo. Pero mi curiosidad me lleva a saber mucho más de su país, estoy seguro que mi maestro se me ha adelantado. 

—Ese hombre —soltó una risa Él—, no ha dejado de preguntar por todo, de indagar por todo y de leer todo. Definitivamente tendrás un buen rival.   

Hubo un carraspeo, y todos supieron que se trataba de Noa. 

—¿Hay barcos y mares en su país, Señor?

—Los hay, mucho mejores de lo que has vislumbrado en este lugar, incluso, podrás respirar debajo del agua y hablar con los animales, para descubrir sus profundidades. 

—¿Sin branquias? —Preguntó otro.

—Sin branquias —afirmó Él—. Y pueden llevar La Doncella con ustedes, no habrá tierra o arena que impida que esta se mueva.  

—Muchachos preparen el barco —dijo—, los siento mucho amigo Lance, pero aquí nos despedimos.  Ahora comprendo porque nadie regresa. 

—Los seres han hecho muchas cosas atroces por su propia existencia y supervivencia, ¿qué necesidad hay de cambiar un mundo como ese, por uno en el que se tiene todo, sin necesidad de la violencia? —dijo Lance, con una amplia sonrisa. 

—El guía de los hombres —Él se dirigió esta vez a Lance—, comenzaste siendo un esclavo y mira en lo que te has convertido. Gracias por haber aceptado esa misión y haber entregado tu corazón a ese servicio. ¿Sabes lo que depara ahora? 

—Lo sé, y lo haré con todo gusto —dijo Lance. 

—Por eso, serás el único de los que tendrás permiso en verme —añadió Él. 

Lance, se emocionó y levantó la vista, pero sin dejar su postura en el suelo, solo tenía que levantar la cabeza. Y al hacerlo, en realidad, no podía ver demasiado detalle, la luz era demasiado para sus ojos mortales, pero distinguió en un momento la forma de un león, luego un águila, pero se dio cuenta que se volvió un hombre, una mujer, y muchas formas más, incluso una gallina le pareció ver. 

—El tiempo ha llegado —dijo Él—, quienes deseen venir conmigo, caminar, correr o naveguen hacia el túnel.  

—¡Arriba muchachos! —escucharon gritar el viejo Noa.

Risas, gritos y pitidos de sus hombres se oyeron, todos emocionados.

Ahora que podían levantarse, Lance abrazó a Kimiko y a Tsukine, iba a hacerlo con Samael, pero este dijo: 

—Yo regresaré con ustedes.

—¿Cómo es posible? Yo queriendo irme y tu queriendo regresar —dijo Akudomi, creyendo que se había vuelto loco.

—Necesito ver a mi hijo Aland, Él me ha mostrado que no solo nació, sino que está creciendo como Eileen, no puedo perderme de verle con mis ojos —dijo complacido—, aunque perderé mi humanidad —dijo.

—Ya la recuperarás —dijo Kimiko, abrazándole. 

Aquella era una feliz y triste tarde o noche, o mañana, no se sabía que tiempo era en realidad Pero una que muchos anhelaban, otros ansiaban, y otros no conocían, pero que fuera cualquier caso, era lo más asombroso que sus ojos iban a ver y que su corazón iba sentir. Y allí, ahora con los pies en el agua, Samael, Lance y Akudomi vieron a Tsukine y Kimiko marcharse, tomados de la mano, con los talismanes brillando, también vieron el barco volar sobre la superficie de la arena hacia el túnel, mientras su sombra en vez de perderse, se convirtió en luz como la del resto, hasta no visualizar nada. 

—Ahora entiendo porque Tsukine no volvería a sentirse mal viajando de esa manera —una lágrima cayó de la mejilla de Lance, la cual limpió.

aunque a diferencia de otros momentos, los tres hombres lloraban, cada uno por motivos distintos: Samael por renunciar al mejor lugar por su familia, Lance por tener que aguantar un tiempo más para verle a Él, y Akudomi por tener que esperar reencontrarse con ellas. Los elementales estaban detrás de ellos, pero ninguno dijo nada, sabía que era un tiempo íntimo y personal que no volverían a vivir jamás. Además, todos allí, incluyéndoles a ellos, extrañarían la felicidad del Fin del Mundo. 

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