El Fénix del Renacimiento
Capítulo 27
Pasaron un buen tiempo aquella familia de pelirrojos hablando con los chicos en la cima de aquella cueva que estaba tenuemente iluminada. Los dibujos en las paredes, que se movían mágicamente, estaban tan expectantes en lo que ellos tenían que decir, que los niños y los micones dibujados, estaban sentados en la piedra para escuchar, como cuando un niño está expectante a un cuento fascinante.
Resultó, que el padre de todos ellos se llamaba Pult, el hijo más grande era, Polt, los otros tres más pequeños, en orden de edad eran, Pelt de catorce años, Pilt un chico de doce años, con la misma edad de Palt, pero esta era la única chica. Mordisquitos, que era un micon que estaba apegado a la familia, había sido el menor de ellos, con tan solo ocho años, y se había llamado Pultoni, era la mezcla del nombre del padre y de la madre, quien se había llamado Oni cuando estaba viva. Murió, cuando se ofreció ella misma a ser un sacrificio para el Fénix del Renacimiento. El apodo "Mordisquitos" del micón se lo ganó, debido a que tenía costumbre de morder todo lo que consideraba atractivo para él. En ese momento, mordía la bota del zapato de Dani; el le veía con cara de pocos amigos, pero no dijo nada.
—Por eso, algo no me cuadraba cuando vimos los polvos alquímicos en la entrada —dijo Kimiko, pensativa.
—Yo también noté que en algo nos mentían —añadió Lance.
—Yo también lo vi —afirmó Yami.
El único del grupo que no había notado era Dani, y parecía avergonzado en ese momento, de que fue el único que no lo vio venir.
—Yo siempre pienso lo mejor de la gente —se defendió, cuando las miradas acusatorias de sus amigos le vieron—. No tengo la culpa de tan buena naturaleza que poseo.
—Voy a creer que siempre estás hablando babosadas —dijo Kimiko, fastidiada de su actitud.
—¡Hey! ¡No me lo maltrates, solo es pronto para la ira y tardo para pensar! No es su culpa...
Lance y Kimiko vieron a la chica, y suspiraron resignados. Eran un caso perdido ambos. Pult, en ese momento decidió levantarse de donde estaban reunidos, y notificó que iba a dormir a los chicos. También, comentó que aquella cueva nadie la conocía, así que era un buen lugar para descansar tranquilos. Los demás miembros, excepto Polt, se retiraron para dormir.
—Eres un chico bastante apuesto —dijo Yami, con una sonrisa.
Bajo la luz de la lámpara mágica que Kimiko había creado, el chico aunque tenía diesciseis años, era grande y fuerte, con ojos brillantes y una sonrisa encantadora que no dudaba en mostrarle a Kimiko.
—Gracias —dijo el chico avergonzado—. ¿Existe la posibilidad de que pueda reclamarte? —Le preguntó directamente a Kimiko, delante de todos. Por supuesto, nadie entendió la referencia, así que estaban desconcertados con su pregunta.
—¿A qué te refieres? —Le preguntó Kimiko.
—Qué si existe la posibilidad de que te conviertas en mi mujer —fue mucho más directo esta vez.
Lance y Dani se vieron, y no pudieron contenerse en soltar risotadas. Claramente, Yami y Kimiko trataron de aminorar las risas de los chicos, comentándoles lo mal educado que ellos eran. Pero pese a la burlas de ellos, Polt estaba firme en lo que decía. Avergonzado, pero firme. Y fue algo que tanto, Yami, como Kimiko, aprecieron de él.
—Dejen de rierse ¿quieren? —dijo Kimiko—. El chico tiene más valentía y honor que cualquiera que he conocido.
—¿Más que Tsukine? —silbó Dani, aguantando una risa.
—No lo sé, no le conozco lo suficiente como para dar un juicio —afirmó ella, con el ceño fruncido.
Luego miró a Polt, que parecía esperar respuesta. Kimiko se removió un poco la ropa que estaba sobre su pecho, y le mostró el símbolo circular de espinas con la rosa abierta. El chico abrió los ojos al verlo.
—Aunque no puedo por esto —dijo ella con tristeza—. Debo decir que, de haber sido antes, hubiera dejado que lo hicieras. Ningún hombre me había hablado con la misma valentía que lo has hecho. Además, que tú y tu familia se estén enfrentando por sí solos con un pueblo que tiene un sistema de creencias distinto al de ustedes, me habla de la nobleza y el amor que tienen hacia Gaia y el valor de sus corazones. Hubiera sido un honor ser tu esposa, Polt.
Polt asintió. Ante aquella respuesta, por supuesto Lance y Dani habían dejado de reírse, y Yami miraba a Kimiko con orgullo. Era una respuesta que, aunque destrozaba el corazón de Polt en ese momento, era una verdad que le daría ánimos al joven para encontrar una buena mujer. Una que le valorara.
—¿Podemos ser amigos, al menos? —susurró el chico, levántandose.
—En realidad, ya eres amigos de todos nosotros —afirmó Kimiko, viendo como el resto asentía.
Con eso, Polt decidió retirarse hacia el punto en donde estaban su padre y sus hermanos, durmiendo en el suelo.
Pasó, más o menos una hora, para que el resto quedara dormido allí en la cueva. Lo que no sabían, es que siempre habían tenido espectadores en el exterior que esperaban una oportunidad para realizar sus planes. Gorgo tenía a más de veinte hombres consigo, esperando que las voces se callaran y que la luz se apagara. Y cuando ocurrió, no dudaron en escalar el monte aquel, hasta la cueva que, claramente al estar a oscuras, ni siquiera notaron los dibujos que, en ese momento, estaban asustados por los intrusos que, de poder oler, hubieran olido el matiz de violencia que corría por sus venas.
Gorgo, tenía un puñado de polvos alquímicos que roció con delicadeza, en la entrada de la cueva. Eso, mezclado con la fuerte brisa que azotaba el lugar hacia el interior, hizo que el puño de polvo se convirtiera en una espesa niebla de esta. Por supuesto, en el momento que todos inhalaron aquello, comenzaron a toser, y aunque habían despertado, apenas notaban o entendían lo que estaba ocurriendo:
Primero, se deshacieron de las armas de todos ellos. Segundo, les rodearon y lo tomaron a la fuerza, para luego atarles las manos, los pies, y dejarlos colgando sobre gruesos troncos; quedando el resto del cuerpo suspendidos en el aire, como si fueran animales que cocinarían dentro de pocos, incluyendo a Mordisquitos. Palt, Pelt y Pilt, lloraban y gritaban, pero aquellos hombres se reían del lamento de estos. Los demás se removían con fuerza, buscando una forma de zafarse de aquellas ataduras, pero nada de lo que hacían parecían funcionar. Lance, que sabía que tenía un cuchillo guardado en su bota quiso tomarlo, pero simplemente no podía.
Yami y Kimiko estaban frustradas por que su magia no funcionaba, pero lo peor estaba por suceder. Desde la cueva, los arrojaron a todos hacia el suelo, por supuesto, todos gritaron y chillaron de dolor cuando cayeron, y como si no hubiera sido suficiente, algunos recibieron fracturas en las costillas, y numerosos cortes se habían hecho en todo el cuerpo al golpear algunas partes sobre las rocas.
De esa forma, atados entre los troncos, aquellos hombres los cargaron y lo llevaron hasta la aldea. Claramente, ninguno entendía que era lo que estaba pasando.
—¡Vamos! ¡Teníamos un trato! —gritó Lance, furioso.
—Trato que incumplieron en el momento en el que se aliaron con esta gentuza del pueblo que no obedece ni se somete a las órdenes del Fénix del Renacimiento —soltó Gorgo.
—Además —acotó—, teníamos planeado hacer esto fuera que atendieran el problema de los micones o no. El sujeto grande dijo que era el más fuerte de todos ustedes, así que, tendrá que ir en el centro del sacrificio.
—¿Sacrificio? —Preguntó Kimiko, enrojecida. Le dolían las muñecas y los tobillos por el peso de su propio cuerpo.
—Sí, todos ustedes serán el tributo que el Fénix nos ha pedido —dijo Gorgo con orgullo.
—No estoy seguro que al Fénix le gusta la mierda —dijo Dani—. Sé lo que dije al principio, pero ahora estamos de acuerdos todos en que no valemos ni la mierda —añadió.
—Deben valer mucho más de lo que tú crees, porque nuestro dios nos ha pedido su sacrificio en honor a él, y eso haremos —respondió Gorgo, y todos gritaron de júbilo ante ese comentario.
—¿Cuándo se los pidió? —Preguntó Yami, sin entender.
—Apenas fueron llevados a la casa podrida en la que le enviamos que... por cierto, gracias por las reparaciones —dijo Gorgo, burlonamente.
Lo que fue peor, es que cuando llegaron a la entrada del pruebo. Vieron a mucha gente, mujeres, niños y hombres, formando lo que iba hacer un enorme holocausto. En el centro de aquel lugar, estaba una roca cuadrada, con una estrella dibujada con nueve puntas. Debajo de ella, había montones de madera aceitadas. Alrededor de estas, había nueve piedras rectangulares, con madera aceitada debajo de esta al igual que la del centro, y cada uno representaba una punta de la estrella dibujada. En ese sitio, todos los hombres de la aldea se encargaron de atarlos, completamente abiertos sobre la roca. Y como si no fuera peor, habían sido desnudos todos para humillarlos públicamente.
Dani estaba en medio, pues como había dicho que era el más fuerte, este era el que se suponía tenía más valor de todos ellos. Los demás, eras su punta, pero él era el centro de todo. No obstante, la imagen fue más aterradora, cuando Palt, Kimiko y Yami, lloraban por aquel hecho. Claro que todas ellas intentaron lo imposible para que esto no ocurriera, pero las tres recibieron bofetadas que no solo les partió el labio, sino que el golpe había sido tan fuerte que las mareó, y las nauseas se aproximaron, aunque no vomitaron.
—¡Infelices! ¡Los mataré a todos! —gritaba Dani, cuando vio la forma en la que deshonraban a las chicas, pero en especial a Yami—. ¡Los mataré!
Estaba enrojecido como una fiera salvaje, y casi los espectadores que, estaban alrededor, temieron que las cuerdas no pudieran contener a aquel animal hecho hombre. Lance estaba igual de impotente, pero no se veía tan atemorizante como Dani, quien por donde se le mirara, era un hombre fuerte y grande. Y aunque, Dani y Lance se quedaron sin habla de tantos alaridos, todavía en murmullos repetían lo mismo, pero con lágrimas en los ojos.
Claro, en los primeros años de la era "medieval" de nuestro mundo, la desnudez no era vista con perspectiva pudorosa o lasciva; se veía más como algo positivo. De hecho, la desnudez pública era común. La asociación de la desnudez con la vergüenza y la ansiedad se volvió ambivalente en el Renacimiento en Europa. El arte y los escritos redescubiertos de la antigua Grecia ofrecían una tradición alternativa de desnudez como símbolo de inocencia y pureza que podía entenderse en términos del estado del hombre "antes de la caída". Posteriormente, las normas y comportamientos que rodean la desnudez en la vida y en las obras de arte divergieron durante la historia de las sociedades individuales.
El significado de la desnudez en Europa también cambió en el siglo XVI (16) por los informes de los habitantes desnudos en las Américas, y los esclavos africanos traídos a Italia por los portugueses. Las esclavas estaban desnudas cuando eran compradas, luego vestidas y bautizadas por sus nuevos dueños. Tanto la esclavitud como el colonialismo fueron el comienzo de la asociación moderna de la desnudez con el salvajismo. La época victoriana se considera a menudo totalmente restrictiva de la desnudez.
Sin embargo, en este mundo en el que se narra, la desnudez era un punto crucial de deshonra, en un hombre y una mujer, cuando estos no habían accedido y cuando no habían sido casados. Por lo que, en aquel momento, lo que representaba aquello era uno de los actos más atroces que alguien podía vivir.
—Es momento que estos paganos del Fénix, sirvan como tributo ante nuestro dios el Fénix del Renacimiento —gritó Gorgo, y todo el pueblo gritó de euforía y de alegría.
Desde la posición de los que servirían de sacrificio, el rostro de los aldeanos parecían distorsionados. Sus rostros parecían ser pequeños monstruos, de aspectos depravantes, malignos, como si se tratara de una colonia de demonios que disfrutaban del dolor ajeno. En los ojos de estos había no solo soberbia impune, sino la pura maldad reflejada. Sátira, burla, complaciencia y risas maliciosas mostraban el reflejo de los habitantes, desde el más pequeño hasta el más anciano. Todos parecían ser lo mismo desde aquella perspectiva.
Entonces, varias personas del poblado llevaron cubos llenos de un líquido negruzco, donde todos los aldeanos metían sus manos y pintaban sus rostros de un color oscuro como el azabache. Luego de que todos, incluyendo a Gorgo hicieran eso, sacaban una daga, la cual enterraban en el centro de su mano derecha y alzaban a los cielos. La tierra se llenó de gotas y gotas de sangre. La luna llena todavía alzada, y hacía que el reflejo de su luz sobre los rostros de todos los habitantes, asemejaran espectros malignos que esperaban ofrencer las almas de aquellos que azotaban. Y entonces, diez personas con antorchas encendidas se acercaron y lanzaron las antorchas a la base de cada roca.
En segundos todos allí se incendiaron. La madera aceitada se encendió primero, y luego agarró a las demás en cuestión de segundos subían, hasta llegar a los cuerpos de todos ellos. La gente gritaba de euforia, al ver todos los cuerpos incendiándose.
—Mir rufn ir got fun di riborn finix tsu voynen in aundzer dorf aun bakumen dem spetsyel krbn far ir —Te invocamos dios del fénix renacido a morar en nuestra aldea y recibir esta ofrenda especial para tí, dijo Gorgo en un idioma que no era el usual para la magia.
Entonces, la luna se oscureció de momento y una figura humanoide, rojiza, llameante bajaba con cuidado desde el cielo. Tenía rostro de hombre, pero en vez de boca tenía un pico largo, como la de un cuervo. Tenía brazos, pero eran recubiertos de alas, con plumas rojas y llameantes. En vez de pies, eran garras como las de un ave de rapiña. Y estaba completamente desnudo, pero sin sexo alguno. Entonces, un chillido como de un pajarraco de inframundo se escuchó, e hizo temblar toda la aldea. Los habitantes se asustaron por un momento, pero luego gritaban eufóricos, pues era la primera vez que veían a su dios posándose por encima de ellas, con el fuego de los sacrificios, que ahora eran enormes llamas, rozando sus garras.
—Han hecho como he pedido —rugió, con una voz chirriante, tan molesta como el sonido de los dientes crujir—. Merecen su pago...
Las palabras se callaron, cuando un Águila, completamente blanca y mucho más grande que las comunes, chilló desde los cielos. Su chillido fue tal, que asemejó truenos en el cielo. Por supuesto, todos, incluyendo el Fénix del Renacimiento se taparon los odíos, como si aquel chillido fuera mortal.
Entonces, el Águila bajó hasta las llamas, ignorando por completo a la criatura aterradora delante de ella, y se posó sobre el cuerpo de Dani, todavía en llamas. Con un aleteo de sus alas, las llamas no solo se extinguieron, sino que la luz de la luna volvió aparecer y brilló, casi semejante o tal vez más, que el sol en ese momento. Los cuerpos de todos los sacrificios, no solo no estaban quemados, sino que llevaban vestiduras blancas y resplandecientes. Las cuerdas habías sido las únicas chamuscadas y, Mordisquitos, había dejado de ser un micón, para convertirse en el niño que había sido antes.
Todos reconocieron la figura delante de ellos y enfrente de Dani. El Águila se tranformó en un parpadeo en un enorme León, y en otro parpadeo adoptó la forma de una mujer albina, de traje azulado y brillante como el sistema solar completo, con el espacio y sus estrellas, y cabellera rubia y brillante. Miraba severamente a Dani.
—Perdón... —dijo Dani, inclinándose inmediatmente. Los demás, Kimiko, Lance, Yami, y la familia de Pult, estaban inclinados con majestuaosidad sobre la figura de Gaia.
—Desear la muerte de otros nos hace tan malignos como los que asesinan. No se necesita cometer el acto, para asesinar —afirmó ella, con voz imponente—. El que hiera de muerte a otro, ciertamente morirá. Porque el que derrame sangre de una criatura, por una criatura su sangre será derramada, porque a imagen mía he hecho a las criaturas. Todo el que aborrece a mis criaturas, a cualquiera de ella, es un asesino, y ustedes saben que ningún asesino tendrá la vida.
—Perdón —volvió a decir Dani, mientras lágrimas corrían por su mejilla—. Perdón...
—Eres perdonado —dijo ella, ahora con una amplia sonrisa. Sus manos acariciaron el rostro de Dani, para borrar sus lágrimas.
En ese momento, Gaia volvió su mirada hacia la criatura repugnante que volaba sobre ellos, pero que en su rostro había pánico reflejado.
—Les pedistes a estas criaturas que asesinaran para ti. Les pediste que te veneraran como si fueras El gran Yo Soy. Pero he aquí tu verdugo y tu justicia —afirmó ella, volando por encima, hasta colocarse por encima de aquella critura.
—Ninguna de esas criaturas merecen tu amor, tu perdón y tu misericordia. Tu mismo has visto que lo son capaces de hacer si solo se les complace sus necesidades primitivas y básicas, no comprenden la naturaleza que está por encima de lo que es observado en este mundo —dijo, con odio, y de forma tan mordaz señalando a todos los aldeanos.
—Si tan solo se les diera a conocer de la verdad, sin tanta influencia de ti y de los tuyos, entonces ellos al menos tendrían una oportunidad para salvarse, pero tú... están tan envanecido, que no existe salvación que degustes de mi —Gaia, no titubeó para hablar.
En ese momento, detrás de todos los aldeanos, aparecieron centenas de micones de todos los tamaños. Los aldeanos se asustaron al verlos, y se agruparon entre ellos, pues se vieron rodeados.
Gaia levantó sus manos a sus costados, y de inmediato, los miciones volvieron a ser humanos. Cada uno, volvió hacer lo que habían sido anteriormente, como si se hubiera roto una maldición sobre ellos. En cambio, los aldeanos con rostros pintados de negro, se transformaron en micones, que al darse cuenta de lo que había ocurrido, no dudaron en huir hacia el bosque. El Fénix del Renacimiento emitió un poderoso chillido, con enojo y furia expresada, pero Gaia abrió la boca emitiendo el chillido poderoso de un águila que ha visto su presa, y el cuerpo de este se desintegró.
—Mi señora —dijo Lance, sin atreverse a mirarla directamente a los ojos, aún incliando por respeto—. ¿Volverás a irte? De más está decirle que difícil labor nos has encomendado y no sentimos caminando por un precipio sin tu presencia constante con nosotros.
—¿Y quién les ha dicho que no estoy constantemente con ustedes? —dijo ella, mirándole con mucha amabilidad. Hubo un silencio.
—Perdóneme —dijo finalmente Lance, al reconocer que no había tal verdad en aquello.
—Es una dura labor, y ciertamente caminan por un precipio, pero aun cuando tengan problemas en el mundo ¡Y vaya que lo habrán! Deben saber que estaré con ustedes hasta el fin de este mundo.
Miró a Dani, otra vez, y entaizó ella:
—Debes dejar de ser tan grosero —comentó—. Diles a ellos porque te comportas de esa forma, son tus amigos y lo entenderán. Dejarás la vergüenza de tu pasado y podrás seguir adelante, mostrándote como realmente eres, Dani.
Por supuesto, Yami, Lance y Kimiko le vieron, y este asintió avergonzado.
—Nos veremos más cerca de lo que ustedes creen —dijo ella, transformándose en la misma águila completamente blanca, que se fue volando directamente a la luna que, en la medida que esta se alejaba volvía a su luz natural.
"¡Salve Gaia!", gritó el nuevo pueblo de aldeanos que, al igual que el otro, llevaban el cabello rojo; había niños, jóvenes, adultos y ancianos; a diferencia de los otros, sus rostros reflejaban piedad, misericorida y bondad. Los mismos rostros que Pult y su familia.
Los cuatros chicos de la profecía, cuando bajaron de los peldaños que habían sido usado para su sacrificios, solo se abrazaron entre sí. Los aldeanos, trabajaron toda la noche, no solo para desmantelar el altar pagano hacia el fénix del renacimiento, sino que sacaron de las casas todo aquello que fuera alucivo a este y los quemaron. Por supuesto, atravesar el pueblo para seguir el camino ya no sería un problema para los chicos. Y después de haber descansado finalmente esa madrugada, salieron al caer casi la tarde para continuar.
Sin embargo, cuando salieron del pueblo, en el camino, estaba una figura con una apariencia muy similar a los clásicos relatos de una bruja de los cuentos que los niños leen. Es decir, de avanzada edad, cabello canoso, ojos grandes con pupilas rojas, nariz en punta, mentón sobresaliente, y una enorme cantidad de arrugas, con manos huesudas largas, uñas afiladas; una voz de anciana con tono agudo y rasposo. Su vestimenta no distaba mucho de la común de la época Sengoku de nuestro mundo, aunque destacaba un manto de color azul con motivo de estrellas que usaba junto sobre su kimono.
Todos se detuvieron, en una distancia prudente.
—Creí que seríamos nosotros los que debíamos hallarte, Urasue —dijo Yami, con el sembalnte serio.
—Estaba ansiosa de verlos —dijo ella, con una sonrisa—. Admiré con notable grandeza la parición de la eterna Gaia y el despreciable Fénix.
—¿Por qué no hacer algo con esa gente corrupta si sabías lo que hacían? —Preguntó esta vez Kimiko.
—Porque vivo solamente para servirme a mi misma, niña —respondió—. Además, si hubiera hecho algo, entonces lo que aconteció unas horas atrás no hubiera ocurrido, y creo que era parte de lo que estaba escrito. Así que, no tengo porque culparme de un asunto en el que no era la protagonista de la historia, querida.
—Suena egoísta de tu parte —aseguró Dani.
—Tal vez lo sea, pero ¿vinieron a juzgarme o apedirme ayuda?
—Definitivamente necesitamos tu ayuda —contestó Lance, con el ceño fruncido.
La mujer asintió, y les indicó que la siguieran...
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