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El Despertar de los Recuerdos

Capítulo 31

El cuerpo de Saya estaba sobre los brazos de Aland.

Los ojos claros de Cristal, se volvieron blanco que mostraba una ceguera que no había poseído, pero que parecía el regalo que Gaia le había dado. Ese era el último destino de Saya. Entonces, Aland lo entendió.

—¡Madre Saya! ¡Madre Saya...! —eran los gritos de Donny, tendido al suelo junto al cuerpo inerte de la anciana. Estaba llorando.

Eileen estaba horrorizada, y no pudo evitar ocultar su rostro en el pecho de Sigurd, el cual la apretaba junto a ella, intentando protegerla del dolor.

Aland estaba aturdido, pero en ese momento no podía pensar claramente. Miró a Cristal, y le apreció verla envejecer delante de sus ojos. No porque se estuviera volviendo una anciana, sino que sus rasgos se hicieron mucho más mujer, un poco más adulta; Su cabello claro, era casi blanquecino con reflejos rubios, y parecía haber crecido unos centímetros.

—Ahora entiendo todo —dijo Cristal, mirándole—. ¿Cuándo esperaba decirlo? —Le preguntó directamente a Aland.

Este sabía su referencia, pues la rosa en su pecho ardía en ese momento.

—No esperaba hacerlo —confesó.

—¿Y has pretendido vivir de esa forma por tu propio egoísmo? —Le recriminó ella.

—He pretendido vivir egoístamente, si de esa forma te alejaría del dolor —contestó.

—El que ama sin sufrimiento, no ha conocido el verdadero amor —respondió ella—. Y aunque no ha pasado, puedo verlo ahora y siento una terrible angustia que parte en dos mi corazón.

—¿Y qué solución tengo para darte ante tu demanda? —dijo Aland, entristecido.

—¿También debo decirlo? ¿No eres tú la mente de Gaia? —añadió ella.

—Entonces, tenemos preparativos que hacer —respondió con una mezca de felicidad y tristeza al mismo tiempo.

—¿De qué están hablando? —chilló Donny, que no entendía como pretendían ignorar la escena delante de sus ojos.

—Ellos van a casarse —dijo Samael.

—¿Quién va casarse? —Una voz somnoliente y cansada, había hablado. Origami había despertado.

Samael, usando su gran velocidad se acercó a ella y profirió un largo beso en sus labios.

—Podría hacer esto por la eternidad —murmuró Origami, sonrojada al ser a su ser amado sobre ella.

—Y yo feliz de complacerte, incluso estando en el más allá —le contestó.

—No hablemos de la muerte que no se ha alcanzado, hablemos de la vida que se nos ha deparado —añadió ella, separando el beso para abrazarlo.

—Y creo que es buen momento para hacer tener tres celebraciones, entonces —dijo Aland, levantándose, mientras que con un movimiento de sus manos el cuerpo de Saya se elevó por encima de las tres rocas—. Donny, claramente no hemos ignorado la muerte de la Madre Saya, solo entendemos que los vivos deben dedicarse a la vida y los muertos deben ser recordados, con solo los aspectos positivos que estos hayan tenido. No sirve de nada fundamentar nuestra vida en aquellos que hemos perdidos y La Madre Saya lo sabía.

Dicho eso, el cuerpo de Saya sobre el aire se degradó en montones de mariposas, que revolotearon con dulzura. Eran centenas de mariposas que recorrieron y envolvieron a cada uno de los presentes. Incluso, una de ellas se posó en la nariz de Donny, que parecía perplejo de lo que veía, y mirando fijamente a la mariposa, este reconoció la figura de Saya sobre sus alas.

—Ella...

—Sí —dijo Eileen, interrumpiendo a Donny. Sostenía en su dedo índice una de las mariposas, con una sonrisa.

—¿Vivirá siempre aquí? —Preguntó Sigurd.

—Vivirá donde Gaia ha construido su hogar —respondió Aland.

—¿Y dónde es eso? —Preguntó Origami.

—¿Quién sabe? —añadió Eileen.

—Definitivamente nadie —respondió Aland—. Lo importante no es en dónde, sino saber que hay un hogar.

—Como nosotros —dijo Cristal, acercándose en ese momento a Aland.

Por un momento, se miraron a los ojos y Aland sintió que el mundo se le iba a derrumbar en cualquier momento.

—La criatura más poderosa no es aquella que tiene como doblegar a todos. Las más poderosa es, en realidad, aquella que tiene la capacidad de transformar un corazón endurecido —dijo él.

Cristal le sonrió, y tomó la mano de su hermano.

—Tú serás, claramente, quien agazaje este momento, a fín de cuenta, serás el Rey de Amatista que hará renacer nuestro reino —dijo ella.

—¿Y tú quién serás? —Preguntó Donny, como cuando estaban pequeños y preguntaban que rol iban a tener en el juego que iban a inicar.

—Yo seré la reina del reino Zafiro.

—¿No necesitas un rey para eso? —Cuestionó su hermano, todavía sin entender.

—Por eso debes agazajar esa hazaña, porque marido he encontrado —dijo ella, señalándo a Aland, que por primera vez, todo le vieron enrojecido y avergonzado.

Donny abrió los ojos. Por fín había caído en cuenta. Vio a Origami sonreír junto a Samael, Eileen junto a Sigurd, y a su hermana la vio acercarse a Aland.

—He sido un completo idiota todo este tiempo. Siempre creí que solo eran hermanos —confesó.

Samael puso los ojos en blanco.

Aland se carcajeó, y en ese momento, con solo hacer un aplauso, todo el escenario cambió en un instante:

El campo que los rodeaba, se llenó de Tulipanes de colores carmín, mezclados con lirios que delimitaban el campo, dejando entrever una caminata que se llenó de rocas de ríos, nuevas y relucientes que conformaban un camino hacia el Pico de las Tres Rocas. En el aire, revoloteaban dientes de leones que nunca caían al suelo. Obviamente aquello era parte de la magia.

Las mariposas que, se suponían era la representación de la Madre Saya, se posaron por todo el jardín. Un Arco ceremonial de cerezos y margaritas se había formado delante de todos ellos. Las prendas de todos, también habían cambiado: Origami, vestía un vestido de novia ceremonial de color plata, las mangas de sus brazos asemejaban enormes alas que caían hacia el suelo y eran mas larga que su cola. Era ajustado al cuerpo y sus hombros estaban descubiertos. Su cabellera estaba suelta. El vestido de Eileen era blanco, pero no tenía mangas en sus brazos. Sin embargo, el borde superios que cubría sus hombres y parte de su cuello hacia abajo, era dorado. Tenía tres pequeños girasoles de oro en su pecho y a un costado. Debajo de este, el vestido blanco se entreabría, y en su interior, telas doradas la adornaban. Su cabello, iba recogido en un moño que antes no tenía.

Por su parte, Cristal llevaba un vestido más sencillo. Era de un cielo tan claro que, a simple vista podría confundirse con el blanco. Tenía mangas hasta sus codos, y de allí telas que colgaban pero no tan largas como el vestido de Origami. El borde del vestido era de color negro, y una tiara de Amatista salía desde su frente. El resto de los chicos, llevaban trajes elegantes, típicos con túnicas, e incluso del mismo estilo. Lo que variaba, era el color. Donny, era pupura con telas blancas, y era el único que llevaba telas reales como un rey, al igual que Aland. Solo que el de Aland, era de color amarillo con dorado. El de Sigurd era azul rey con plata, y el de Samael carmín como la sangre, con blanco.

—¿Podemos empezar? —Preguntó Aland, halagado de ver los rostros de los demás atónitos.

—Comienzo a envidiar la magia —dijo Donny, carraspeando un poco—. Nunca he oficializado una boda —confesó.

—Menos mal no es una, sino tres —corrigió Samael, bromeando.

Pero eso pareció empeorarlo, porque Donny no se veía tan bien. Por suerte, Sigurd se apresuró para llevarlo a un costado, donde comenzó a vomitar.

—¿Están seguro de esto? —Preguntó Aland a todos.

—Si no es ahora, no será nunca —dijo Origami.

—No tengo porque dudarlo si ella lo desea —añadió Samael.

—Yo estoy aterrada, ¿pero no hay más opciones o sí? —Con nerviosismo habló Eileen. Por supuesto, Sigurd se volvió a verla un poco asustadizo de que se arrepintiera.

—Si no lo hacemos ahora, no habrá tiempo —dijo Cristal, entristecida.

—No sé a lo que te refieres, pero tengo la sensación de que así debe ser —dijo Aland, mirando a Cristal con tristeza. Ella le sonrió.

Finalmente, Sigurd regresó con Donny. Este aprecía más tranquilo.

—Yo estoy listo. No necesito esperar 200 años más —dijo.

Eileen le sonrió.

—En ese caso —prosiguió Donny—, los hombres a mi costado izquierdo y las mujeres a mi costado derecho.

Diciendo eso, todos obedecieron.

—Bien, es cierto que no estamos bajo un momento habitual para oficializar una boda —comenzó Donny, recorriendo su mirada a cada uno de los presente. Se quedó pensativo un momento, al ver como todas las mariposas estaban expectativas de lo que ocurría sobre las flores, no tentadas por su néctar. Incluso, vio algunos animales del campo entre el jardín, como si fueran los invitados reales que Gaia había enviado—. Se supone que se debe establecer un acuerdo jurídico entre el contrayente y el padre o patria potestad de la mujer, para constar de dos actos de derecho: esponsales y boda, tras la que la mujer se entrega y pasa a habitar la casa del marido.

Aland, Samael, Cristal y Eileen fueron los únicos en asentir a lo que Donny decía, pero Sigurd y Origami, no tenían ni idea de lo que este mencionaba, pues no vivieron bajo las tradiciones humanas. Al ver el desconcierto de estos, Donny se puso nervioso, enrojeció por un momento, y carrespeó diciendo:

—Los esponsales, o también denominado Verterlo o esponsalicio. Se refiere al momento en el que se establece el acuerdo jurídico, mediante un pacto contractual entre el padre de la novia y el marido, para así, el novio pagar una dote a cambio de la obtención de la patria potestad sobre la mujer con la que se estaba casando.

—Ah... —silbó Origami—. Definitivamente los dragones asumimos el casamiento con el acto sexual —recordó jocosamente.

—Nosotros solo devoramos el dedo meñique de nuestra pareja y eso se establecía como pacto de sangre y conyugue —soltó a risas Sigurd.

Todos se sonrojaron por el comentario de Origami, pero se sorprendieron al escuchar a Sigurd. Obviamente, Eileen no dejó pasar el momento para aclarar:

—Ni creas que voy a perder mi dedo meñique por ti. Si me amas, deberás amarme tal cual entera como estoy.

—¿No tengo porque dudarlo. Estoy aceptando las leyes humanas —dijo Sigurd, sin entender porque parecía escandalizada.

Donny carraspeó nuevamente.

—Entendido esos puntos y diferencias entre los humanos y los que no —agregó— debo decir que este matrimonio sigue siendo legal, bajo muto consentimiento. Estos son casos —comenzó a explicar al ver el desconcierto de Origami y Sigurd, otra vez—. En que los contrayentes no han conseguido obtener el consentimiento de la familia de la mujer, y en cuyo caso los esposos se prometen matrimonio ante testigos, sin más necesidad que la palabra mutua de casarse. Por eso, cada uno de los presentes en este momento, fungen como testigos, incluyéndome de esta unión.

Todos asintieron.

—En este caso, es momento de que escuchemos sus promesas antes de establecerlos en casamiento —afirmó Donny.

Todos se miraron avergonzados, pero Sigurd fue el primero en tomar valentía:

Carught more filem dio bapt pensum lovie at mont pinsin ot mor jam julien doli. Quiet red pomcifet, tolo irish da quiec tod ¿Opsel deblim? ¿Rumen fit consier daulte? ¿Cuik selim toufit real?... —La voluntad de amar comienza desde el momento en el que decidimos pensar en otros más que en nosotros mismos. Tú eres la sangre que el corazón necesita para estar vivo. Eres la dulce mañana que refresca a las plantas, aun cuando hay sequeía. Eres mi libertad y mis cadenas, eres la fuerza que me impulsa a vivir en eternidad, aunque las noches se alarguen y el sol tarde en alumbrar nuestras vidas. ¿Cómo no amarte? ¿Cómo no entregarme? ¿Cómo no ser parte de ti aunque el meñique no me entregues?...

Claramente, aquellas palabras dichas en idioma titánico aunque nadie las entendió, Eileen si supo lo que hacía referencia. Cada una de esas palabras y sus sentimientos resonaron en su cabeza, con tanta claridad que su propia rosa en el pecho se iluminó. La última pregunta le hizo reír sin remedios.

—Aunque el meñique no te entregue, te tengo algo mejor —comenzó ella, ruborizada y viéndole directamente a los ojos—. Mi alma y mi corazón. Y si eso no fuera suficiente, entonces te entrego mi tiempo y todos mis años, mi servicio y mis pensamientos; te entrego mis risas y mis lágrimas, mi fidelidad y mi amistad; y si nada de eso alcanzara, hazme polvo con tus manos, porque en otras no quiero vivir. Ayúdame a encontrar todos mis sentidos, en el calor de tus besos y el calor de tu amor, que no solo vivifica mis días sino que hace de los dolores de la vida, un bálsamo de esperanza para un día después de mañana.

—¿Eso no es trampa? —Chilló Samael—. Se supone que todos deberíamos haber entendido lo que han dicho. Y hasta ella habló en idioma titánico.

Y así había sido, aunque Eileen no supo como las pronunció, lo había hecho. De hecho, de no haber sido por la queja de Samael, no se hubiera enterado.

—Lo que dijeron tuvo que ser bueno, porque siguen sonriendo —dijo Donny, avergonzado.

—¿Cómo podemos ser testigos de algo que no hemos oído? —volvió a quejarse Samael.

—Di la verdad... solo querías copiarte —le respondió Sigurd, burlonamente.

—¡Oye! —Samael iba a darle un golpe, pero Aland le detuvo.

—Puedes simplemente decirle a tu mujer lo que quieres decirle...

Samael miró a Origami. La chica parecía aturdida con la reciente escena. Pero fue su rostro dulce y grácil, lo que le hizo olvidar el zarandeo que quería hacerle a Sigurd.

—¿Decirte unas palabras? Creo que en esta vida lo he dicho todo. Pero creo que viviría solo para hablarte.

—Sé que siempre hay algo que tienes que decir —no se contuvo Origami en responder.

Ambos soltaron risas.

—Te amo.

—Yo también te amo —dijo ella.

—Quiero ser el padre de tus hijos.

—Y yo la madre de los tuyos, la abuela de los suyos y la bisabuela después de los hijos de cada primer nieto.

—No he visto mejor plan pensado que el que has dicho mi amor sempiterno —añadió Samael.

—Y no he visto mejores palabras dichas en nuestro idioma, que el que has pronunciado mi señor —contestó ella.

Se abrazaron y se besaron.

—¡Oigan! ¡Todavía no! —Gritó Donny, saltando de inmediato para separarlos—. Irreverentes, puercos y sin glamur —gimió.

Origami y Samael, se miraron confundidos y asustados de que fueran anular la boda, pero los demás, excepto Donny solo soltaron carcajadas.

—Definitivamente esta es la boda más rara que he visto —dijo el chico.

—Solo sígamos, es tu primera boda así que podrás saber que cambiar para la próxima —dijo Eileen.

—Empezaremos porque no sea una boda de a tres y un curso para las criaturas no humana —respondió.

Cristal le miró con severidad en ese momento.

Donny volvió a carrespear.

—Será mejor que Aland y Cristal den sus votos para finalizar.

Ambos asintieron.

—Nunca hubiera creído verme una posición como esta. De hecho, mi aventura en esta locura inició, rechazando una oferta de encadenamiento tortuoso —Aland soltó una risita nerviosa. Cristal solo le observaba—. Siempre he creído que tengo la personalidad de un águila, mezclado con la de un gato.

—Un ser que le gusta volar alto, bajo la libertad del viento. Un ser que mira por encima y espera el momento, pero al mismo tiempo uno que tiene una curiosidad infinita, la elegancia innata y la astucia revestida —señaló ella.

—Sí —dijo Aland, curioso de esas palabras que ella había dicho—. Y tú eres el patito que resultó ser un cisne. No eres un águila, pero si una criatura incierta que tiene la propiedad de volar no por encima de mí para dejarme resagado, tampoco por debajo para depender de mí, sino a mi lado para compartir la misma vista. No eres curiosa, sino precavida para poner limite a mi curiosidad; y aunque eres elegante, eres la misma criatura que confecciona su propia elegancia y conoce la humildad de ello, y tu astucia no se remite en inteligencia, sino en sabiduría plena que complementa mi inteligencia.

—¿Tan distintos somos? —Preguntó Cristal con una enorme sonrisa.

—Como un cuervo y un escritorio —dijo él.

—¿De dónde has sacado eso?

—No tengo ni idea —le contestó—. Tal vez de otros mundos.

—Benditos mundos que aportan esencia —respondió ella.

—¿Me capetas tal cual soy? —dijo él, sonriendo y no con pesar esta vez.

—¿Tu me aceptas tal cuál soy? —le contestó ella.

—Si antes dudaba, ahora no lo hago —dijo él.

—Y yo nunca he dudado —respondió ella.

Los tres vieron a Donny en ese momento, como si el mundo estuviera por acabarse. Y él, sonriendo por primera vez, añadió:

—Por el poder del reino Amatista, por el poder de mi propio poder designado por Gaia, los declaro marido y mujer, pueden besarse y pactar esta ceremonia real.

Dicho eso, las tres parejas consumaron un enorme beso que desde la perspectiva de este narrador, pareció ser eterno; sin tiempo y sin apuros, y con un amor derramado que tu y yo que estamos leyendo, seguramente anhelamos...

Entonces, como se había predicho. Las tres rocas brillaron. Un fuerte aire se hizo presente, tan potente, que todos los animales e insectos que presenciaban la boda huyeron. Algunas flores fueron arrancadas de raíz, y los dientes de león en el aire se dispersaron. El cielo se oscureció, con nubarrones y truenos, y dos rayos cayeron. Uno sobre Eileen y otro sobre Aland. El impacto mandó a volar a Cristal y a Sigurd al otro lado. Fue tan rápido, que ninguno entendió que estaba pasando. Aunque, la verdad es que Cristal lo había visto.

Entonces, una voz de ultratumba surgió de la boca de Eileen que, en ese momento, su apariencia cambió por completo: se transformó en una criatura alada, con dos pares de alas, semejando a de ángeles; su piel y su cabello se tornó dorado y brillante.

—El juicio divino ha comenzado. Bestias y seres, inclínense ante Gaia quien ha hecho cumplir hasta el fin de los tiempos, su propia voluntad.

Dicho eso, un portal apareció por encima de ella y desapareció.

'Por otra parte, el cabello de Aland se emblanqueció y posándose sobre el pedestal de la roca, y haciendo uso de sus manos, curó las heridas ocasionadas en Sigurd y Cristal. Estos despertaron, y, por supuesto, Sigurd enloqueció:

—¡Eileen! ¡Eileen! ¡Eileen!...

—Debemos movilizarnos —dijo aland, finalmente—. El tiempo ya ha llegado.

—¿Cómo debo llamarte, amado? —Corrió Cristal hasta su regazo.

—Decidí seguir siendo Aland.

—¿Pero eres realmente Aland? —Preguntó Origami confundida, y que buscaba olfatear su olor—. No hueles a él...

—Sigo siendo Aland, pero también sigo siendo lo que he sido. Debemos vernos como un todo, para poder realmente comprender la magnitud compleja de lo que Gaia ha creado.  

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