Caminos Cruzados ¡Al Fin!
Capítulo 18
—¿Cómo te llamas? —Preguntó la chica alada enfrente de la enorme criatura.
—Sigurd —dijo este, mirando aquella chica, con tanto asombro, que no podía que tal majestuosidad estuviera allí.
—Me llamó Eileen, Sigurd —dijo ella—. ¿Por qué me siento así contigo? —Preguntó confundida.
—Eres la musa de un titán y la joya de su corona. Eres su salvación y su vicario. Eres su paz y su ira, eres su todo y al mismo tiempo su nada —respondió—. Estamos unidos por el destino —agregó.
La chica sonrió, estaba segura que nunca hubiera esperado escuchar algo de un hombre tan imponente y majestuoso como el que tenía delante de ella.
—Siento que te conozco de toda la vida y al mismo tiempo que no te conozco —dijo ella.
—Me siento igual —afirmó él—. Y espero que el tiempo me alcance para que cumplamos el objetivo de añadir lo que conocemos o para aprender lo que desconocemos.
Eileen sonrió.
—Hueles algo dulce —dijo, aspirando con fuerza mientras cerraba sus ojos—. Es una mezcla de miel y rosas —agregó.
—A mí me huele a jazmines —dijo él.
—¿Es esto real? —Preguntó ella, mirando a su alrededor, observando que estaban suspendidos sobre una nada fundida en fuego.
—No lo sé —dijo él—. Estoy sobre fuego, pero no me quema. Ni siquiera siento calor. Y aun así, puedo pasar toda la vida observándote en este lugar.
Hubo un silencio. Y sin que se lo esperaran, todo se oscureció para ambos.
En aquel espacio de paja, Eileen despertaba. Estaba sudada y agitada, esperando que ver a aquel hombre. Por suerte, cuando se despertó, sus ojos hallaron a aquel ser que, aparentemente, también le miraba y parecía estar buscándola. Pero, había algo distinto: Su tamaño era de la un humano común. De hecho, Eileen no tenía recuerdos de lo que sucedió.
—Veo que has despertado —dijo Dani, mientras se acercaba, cuando de pronto algo lo derribó en segundos.
Sigurd estaba sobre este, y sus manos eran sujetadas por Dani.
—¡Oye, cálmate!
Tsukine colocó la espada en la espalda de este y en un tono lúgubre, dijo:
—Si no quieres morir, será mejor que te quites de encima de él.
Pero sin verlo a venir, Sigurd envió una patada directo al abdomen de Tsukine y lo mandó a volar, incluso fuera del heno. Se volvió a Dani para acabarlo, pero Eileen le colocó una mano en su hombro. El solo contacto le hizo mirarla.
—Déjale, él es mi hermano —dijo ella, con un rostro compasivo.
Sigurd se levantó de inmediato.
—Lo siento —habló, pero aquel sonido parecía un poco primitivo.
—Y pensar que serás mi pariente —dijo Dani, sacudiéndose la camisa.
Eileen miró a su hermano, pero este le hizo un desprecio con su gesto.
—No es justo que consigas un Clymigaga y yo solo consiga una golpiza por el que es tu otra mitad.
Eileen lo abrazó.
—¿De qué estás hablando?
—Olvídalo, Tsukine es mejor para explicar todo esto —dijo Dani, botando todo el aire.
—¿Quién es ese hombre? —Preguntó ella.
—Es un nuevo amigo y me cae mejor que tu clymigaga, ¿sabes? ¡Andado! ¡Vamos ayudarlo a robar algo!
—¡¿Qué?! ¿¡Y desde cuando somos ladrones!?
—Desde que te lo robaste a él —dijo Dani, señalando a Sigurd—. Nos jodiste primero, y ahora nos iremos a la mierda juntos, te guste o no. Asi que, vamos... y él también ayudará —señaló a Sigurd.
Eileen miró a Sigurd, parecía bastante apenado por la situación, pero soltó todo el aire contenido enojada con aquel ser que, a veces, con momentos como aquel, le hacía dudar si eran hermanos realmente. Salieron por un agujero del heno que funcionaba como entrada y, increíblemente, esta se cerró por completo, convirtiendo en una montaña desaliñada de heno por el golpe de Sigurd hacia Tsukine. El espadachín estaba tirado en el suelo mirando al cielo. Cuando vio a los chicos venir hacia él, se levantó con mucha parsimonia.
—Veo que controlaron a la bestia —dijo él, con el ceño fruncido.
—Me disculpo —dijo Sigurd, con una postura que Tsukine admiró. Era elegante.
—¿Dónde aprendiste a disculparte de esa forma? —Preguntó, al ver su brazo sobre su abdomen y su espalda inclinada, en una postura recta y simétrica—. Es una forma demasiado fina para cualquiera.
—Hace decenas de años tuve contacto con la realeza... Y fue el principio de mis dolores —dijo ahora, mirando hacia el castillo.
—¿Esa gente? —Preguntó Tsukine interesado.
—Sí, ellos robaron la gema de mi aldea, más allá del fin del mundo —dijo.
—¿El fin del mundo? —Inquirió Dani, sin creer lo que escuchaba—. Según mi padre son tierras desconocidas y peligrosas para la raza humana.
—Lo es —afirmó Sigurd—. Pero no significa que no existan humanos estúpidos que quieran explorarlas.
—¿Y si te digo que quiero robar esa gema? —Preguntó Tsukine, colocando su mano sobre la empuñadura de su espada.
Sigurd vio el movimiento precavido de este, pero aun así, no se intimidó.
—Te preguntaría, cuáles son tus objetivos para obtenerla —respondió.
—Unos camaradas y yo la necesitamos para salvar el mundo —dijo, relajándose—. Hay fuerzas oscuras que buscarán destruir nuestro mundo, con una criatura antigua y poderosa. Por Gaia, estamos en una misión para salvar los mundos.
Sigurd, Dani y Eileen se miraron, parecían desconcertados con lo que este decía. Pero, por algún motivo, Eileen sabía que decía la verdad.
—Te creo —dijo ella, finalmente—. No hay rastro de mentira en lo que dices.
—¿Por qué dices algo tan disparatado como eso, Eileen? Está claro que el hombre busca marearnos con eso... —La inquirió Dani, pero Eileen le tapó la boca con una de sus manos.
—Si vuelves a insinuar que estoy loca, te aseguro que no contenderé a Sigurd para que te de una paliza. Fue suficiente con las veces que me hiciste pasar por loca cuando era niña —El rostro de Eileen era severo, pero Dani descubrió en sus ojos el peligro en sus palabras.
Él asintió, justo cuando Sigurd le colocaba una mano amenazadora en su hombro.
—¡Bien! —dijo finalmente—. ¡Creámosle! —Ironizó.
—¡Mira mamá, es la flor de la hermandad y está brillando! —gritó una niña, al pasar cerca de ellos, con el rostro más impresionado. Señalaba justo la base de los pies de Eileen, Dani y Tsukine.
—Sí, eso significa que ellos comparten lazos de sangre, hija —dijo su madre, avergonzada—. Lo siento mis señores, ella todavía es joven y no sabe comportarse. Les ruego nos perdonen —añadió, halando a su hija—. Vamos, debemos ir a casa...
Los cuatros miraron al suelo. Allí, había una flor de color azul cielo entre la nieve, y brillaba a los pies de Eileen, Dani y Tsukine.
—¡Pamplinas! —dijo Dani, pateando las flores con rudeza.
Tsukine frunció el ceño, se quedó pensativo en la posibilidad de haber hallado a gente de su familia. Pero al mirar a los hermanos, se dio cuenta que no compartía rasgos similares. Además, era demasiada casualidad aquello. Se quedó en silencio, pero Eileen, le observaba como queriendo descubrir sus pensamientos.
Comenzaron a caminar por las calles. El lugar no solo estaba silencioso, sino que estaba desolado por completo. Al menos, para el estrato social en el que se encontraban. No obstante, pese a ser uno de los más pobres, Tsukine estaba impresionado de lo bien que vivían. En Amatista, una zona de estrato social como la que se encontraban, era seguro que el nombre quedaría corto a la apariencia de sus fachadas y la calidad con la que estos parecían vivir. De hecho, de las chimeneas de aquellas casas de hielo firme, salía humo, lo que hablaba de la provisión de alimentos de la mayoría. Todos parecían tan absortos como Tsukine de la ciudad en sí misma.
—Es increíble que vivan de esta forma —dijo Dani.
—Y nosotros creyendo que vivíamos cómodamente —dijo Eileen, no porque tuvieran dinero, sino porque tenían lo necesario en ese bosque en la frontera del reino Esmeralda.
Tsukine no dijo nada. La verdad es que tanta riqueza le repugnaba. Sabía que, con solo vender el diamante de las calles de su ciudad, podrían acabar con la pobreza en el reino Amatista.
—Si son solo cuatro chicos, Bron, Hier —una voz gruesa delante de ellas habló. Les hizo parar en seco.
Los cuatro observaron a tres caballeros delante de ellos, y cada uno tenía una armadura de color. El primero tenía una armadura dorada, el segundo una armadura de hierro y el tercero una armadura de cobre.
—Eileen ponte detrás de nosotros —Le dijo Dani, en un segundo, sacando su hacha—. Puedo oler la sed de sangre de estos, desde kilómetros —afirmó.
—No te confíes, Dord —dijo el caballero de Hierro—. Los informes señalan que tienen habilidad mágica.
—Y ese, ¿acaso no es el titán? —Preguntó el caballero de cobre, señalando a Sigurd.
—Parece que la suerte está de nuestro lado —dijo Dord, el caballero de oro—. Comenzaba a preocuparme sobre qué tipo de magia podían tener para ocultar un titán en un reino como este.
—Y yo creyendo que la suerte estaba en que se había encogido —dijo Hier, el caballero de Hierro.
—Siendo ese el caso... déjenme jugar primero —añadió Bron, el caballero de cobre.
Un instante después, Bron apareció justo en la abertura entre Eileen y Sigurd, Tsukine y Dani. ¿De qué forma se había movido tan rápido? Se preguntaron los tres. Entonces, cuando este tomó la espada para decapitar a Eileen, Tsukine se interpuso a un costado, golpeando su espada con la del enemigo. Eileen había cerrado los ojos esperando su muerte.
—¡Abre los ojos! —Le gritó su hermano—. ¡Al menos úsalos para ver hacia donde corres!
Eileen reaccionó y comenzó a correr hacia uno de los callejos de las casas. Pero lo cierto es que no solo podía dejarlos allí, solo buscaba una distancia prudente y un escondite bueno para poder mirar. Estaba asustada, y sus manos comenzaban a picarle de la ansiedad.
—Interesante —dijo Bron, al intentar colocar fuerza sobre su espada, y ver como el chico no doblegaba esta—. Eres tan fuerte como yo...
Tsukine no afirmó nada.
—Hier, Dord creo que deberán encargarse del resto. Este chico promete para darme una buena diversión —agregó Bron, mirando con aquellos ojos de color miel a Tsukine.
Allí mismo, Bron bajó el visor de su casco.
Hier y Dord fruncieron el ceño al ver a su hermano que, había iniciado una serie de movimientos rápidos, pero su contrincante igualaba su velocidad. Entonces, Hier, saltó con fuerza, y desde el cielo arremetió directamente contra Dani.
El chico ágilmente sacó su hacha de su espalda, esta volvía a brillar como lo había hecho la última vez, y un escudo dorado apareció y recibió el impacto. Hier frunció el ceño, no por el escudo, sino la fuerza de este para amortiguar el golpe, pese a que sus pies se habían hundido.
—Eres fuerte —dijo Hier, sin creer lo que veía. Dani, estaba más espabilado por lo que había hecho sin saber, y gritó de júbilo:
—¡Eureka! ¡Hice magia, hice magia, lo hice!
Hier lanzó una patada con su armadura, pero Dani saltó lo suficiente para evitarlo. Y sin perder tiempo, envió un corte directo al cuello de este, pero Hier se agachó ágilmente.
Por otro lado, Dord miraba a Sigurd con cautela. Había tenido tiempo suficiente para analizar los movimientos de sus hermanos y sus contrincantes y se dio cuenta que no eran guerreros cualquiera. Sin acercarse, levantó su mano derecha en dirección a Sigurd, y envió una esfera dorada de energía que se fue expandiendo en la medida que avanzaba.
Sigurd colocó sus brazos hacia delante, en una posición de defensa en forma de "X" y contuvo la energía, aunque fue arrastrado por aquella fuerza unos metros hacia atrás. Y pese a estar descalzo y recibir el impacto, no sufrió daños. Sigurd rugió, y en ello comenzó a moverse en estampida hacia Dord; este envió varias esferas de cosmos hacia él, con la misma potencia que la anterior, pero estas eran repelidas por el cuerpo de Sigurd.
Dord, con un movimiento limpio, se barrió a un costado y evitó el golpe de Sigurd. Pero el titán frenó en seco, y desde ese punto saltó, buscando caer encima de este. Dord se apartó, y notó que derritió la nieve debajo de él y quebró parte del suelo. Aunque era, en apariencia más pequeño que él, el chico tenía la misma fuerza como si siguiera siendo un titán. Entonces, se preguntó si aquella imagen solo era una ilusión.
Así continuó la batalla por un tiempo. Nadie avanzaba pero tampoco retrocedía, y pese a que Eileen estaba ansiosa de que terminaran aquella faena, asustada de que alguno de ellos saliera muerto, decidió salir de su escondite y correr en dirección al castillo. Aprovechó los callejones del reino para evitar las calles principales y tener imprevisto innecesario. Sin embargo, se detuvo justo cuando le tocaba atravesar una avenida principal. Aquel lugar estaba abarrotado.
"¿Confías en mí?" Una voz suave, dulce, y al mismo tiempo imponente, se presentó en su cabeza. Estaba segura, era la de una mujer.
Se quedó en silencio, puesto que no estaba segura de que lo que había oído fuera real.
"Eileen, ¿confías en mí?"
—¿Quién eres? —susurró, aterrorizada de que se estuviera volviendo loca realmente.
"Soy la misma que te trajo hasta aquí y la misma que te sacará de aquí", respondió ella. "Claro, esto es si confías en mí"
—No sé quién eres —dijo ella.
"En realidad, nadie lo sabe", añadió, "bueno, al menos hay un chico de su mundo que se ha acercado un poco en conocerme, pero puedo asegurarte que cuando te estabas formando, cuando solo eras un embrión, tus ojos vieron mi rostro" afirmó ella.
El corazón se le paralizó a Eileen.
—Imposible —dijo ella—. ¿Cómo podría ser eso?
"De la misma forma que ahora hablas con alguien que no ves"
Eileen se agarró la cabeza, cerró los ojos con fuerza, y comenzó a darse golpecitos en la cara para ver si despertaba. A lo mejor, estaba dormida en el bosque con su hermano, y todo aquello era un sueño. Y entonces, se detuvo. No, si era un sueño, entonces Sigurd era parte de ello. Y de ser así, estaba segura que no quería despertar entonces.
—¿Qué tan real eres? —Preguntó.
—Como el aire que respiras —Esta vez, aquella voz no se escuchó en su cabeza, sino más bien, fue perceptible como un susurro en su oído derecho.
Abrió los ojos aterrada, pero no había nadie.
—Gaia... —dijo finalmente.
"Has acertado... Ahora que has despertado realmente, es momento de que sigas mis instrucciones, ¿entendido?"
Eileen asintió.
"Entiende que si no me obedeces morirás tú y tus amigos"
—Lo entiendo —declaró.
"Ve a tu derecha"
Eileen lo hizo, y se dio cuenta que al costado de una las casas, había una trampilla entreabierta.
"Esa casa es el hogar de un ratero de taberna. Usa ese sitio para moverse bajo tierra y escapar si lo necesitas. Si sigue su camino, te llevará hasta la zona noble"
—¿Y si me encuentra? —Preguntó, angustiada.
"No lo hará. Justo está en medio de una borrachera y tan siquiera ha descubierto que el arma más poderosa del reino ha escapado"
—No sé si pueda...
"En ese caso, prepárate entonces para las consecuencias de una decisión tomada"
—¿Por qué no solo les rescatas y ya? —Preguntó ella, sin entender nada.
—Eso estoy haciendo —dijo Gaia, peor esta vez su tono era contundente—, solo que el medio para hacerlo eres tú. No hay otra forma.
Eileen se dio cuenta que no era que ella no estuviera haciendo nada, es que para hacerlo, requería de su disposición para lograrlo. Maldijo mentalmente, y sacando valentía de donde no creía tener, comenzó a correr hacia la trampilla, y como si fuera peor, su pie se enredó con su vestido y cayó de lleno sobre las tablas, rasgándola en una caída dolorosa por una escalinata.
Al estar en el suelo, jadeante y adolorida. Intentó levantarse, pero tenía un dolor agudo sobre su costado.
—Necesito algo más que un vestido —se quejó.
"Tranquila, llegará el día en que los vestidos serán usados para ocasiones especiales y no para trabajo de rutina" señaló Gaia, con una risa inocente.
Eileen, de no estar agobiada, se hubiera reído con la Madre de todas las criaturas. Pero no era el momento.
Comenzó a caminar por aquel lugar. Descubriendo que el sitio estaba perfectamente iluminado con antorchas, era mucho más cálido que el exterior, aunque estaba infestado de ratas. Estaba impresionada de que no fuera solo un pasadizo de tierra, sino que tenía piedras en todo sus muros recubriéndole. Quien hubiera hecho aquello, era seguro que esperaba tener una carrera larga como delincuente.
Al llegar finalmente al final, luego de un par de minutos, salió por otra trampilla, entumecida por el frío avasallante que golpeó su rostro. Se lamió los labios resecos, y divisó el castillo por encima de las casas mucho más cerca. A su costado, estaba la taberna que, de seguro era la que el hombre del pasadizo robaba, y se animó a adentrarse por la puerta, pero, en vez de ir hacia el recinto completamente, se detuvo en el vestíbulo y, de los colgantes, tomó la primera capa que se encontró.
Estaba húmeda, pero igual la robó. Necesitaba cubrirse. Salió escabullida por la calle. A diferencia de la zona laica, las calles de los nobles si estaban abarrotadas de gente. Y como si la misma suerte estuviera con ella —inserte sticker de "ojo –boca –ojo" enviado por Gaia de otro mundo—, vio como la gente, en su mayoría personas nobles, se dirigían al palacio real.
Siguió la marea, precavida de llevar la cabeza gacha y de mirar a los lados y de tener los oídos prestos, cuando oyó lo siguiente:
—Tenemos que encontrar seguridad de la realeza de que estaremos protegidos ahora que el arma no está.
—Es seguro que tienen un plan de contingencia para algo como esto —otro añadió.
—No puedo creer que los reyes permitan que la gente mágica ande en este reino como si nada, ¿acaso no estaban extintos por aquí?
—¿Extintos? Más bien, llevados a la ahorca si se enteran. Es posible que muchos hagan estás prácticas en secreto.
Escuchar aquello para Eileen fue un golpe duro: Recordó las veces que su madre le había contado historias de épocas mucho más oscuras entre los seres humanos, que se habían dedicado a la matanza de todo ser mágico. Su madre, incluso, señaló que había vistos la quema de muchas de ellas y que los gritos, en algunas noches, los oía al cerrar los ojos en su cama. Pensar en que el reino Diamante tenía este tipo de prácticas la heló, porque eso implicaba que ella, su hermano, Sigurd y Tsukine estaban realmente en peligro.
Aunque, le parecía un tanto hipócrita, al mismo tiempo. Estaba segura, no sabía cómo, pero esos caballeros que había dejado atrás, estaba usando magia durante el combate. ¿Cómo un reino que no aceptaba la magia en otros, si la usaban ellos para su beneficio? Y claro, entendió en ese mismo instante, que a la realeza de ese lugar no le convenía que surgieran gente con poder. Podrían poner en peligro los asuntos políticos o su gobierno en sí.
Cuando llegó al castillo, observó el tumulto de gente entre las escaleras y el jardín del castillo. Todo estaba repleto de nieve, y las pantas estaban sin hojas y heladas debajo de la fría capa de nieve, pero aun así, no dejaba de verse hermoso. Ahora que ella, lo meditaba bien, estaba segura que era la primera vez que veía un castillo tan cerca. Ni siquiera estando en el reino Esmeralda, se atrevieron a acercarse al castillo. Su padre decía que allí habitaban reyes malignos.
Sus pensamientos se desenfocaron en ese momento por varios motivos: El primero, es que el rey y la reina habían aparecido en la entrada con una amplia sonrisa:
—Querido pueblo, hermanos y amigos cercanos de la realeza, debemos decir que solo ha sido un pequeño inconveniente lo que ha ocurrido, y justo ahora lo estamos solucionando —dijo la reina, con una sutileza y elegancia que Eileen jamás había visto.
—Los caballeros de honor del reino han sido enviados para la caza de los ladrones —añadió el rey.
—¿Y qué garantía tenemos de que no seremos atacados por otro reino? —Preguntó alguien de la multitud.
—Ninguna, porque es imposible que ataquen si la información no sale de nuestro reino —dijo la reina—. Por eso, hemos cerrado todas las fronteras del reino, con ayuda, precisamente para que nadie salga ni entre.
Lo segundo, le hizo precisamente que dejara de escuchar a los reyes. Algo malo estaba ocurriendo, porque su pecho, justo en donde había aparecido un sello extraño en ella, le palpitaba y le dolía.
"No te desenfoques, ve su cuello", la voz de Gaia la reprendió.
Y sin poder pensar bien del todo, hizo el esfuerzo de mirar el cuello del rey, pero este no llevaba nada sobre este, pero, el de la reina estaba el colgante en forma de daga, de diamante. En ese momento, estaba seguro que la gema brilló para ella.
Entonces, algo surgió:
Eileen gritó de dolor, y su mente volvió entrar en un trance que le hizo perder la conciencia. Su cuerpo se transformó en una criatura alada, con dos pares de alas de ángeles; su piel y su cabello se tornó dorado y brillante, y una voz trascendental dijo:
—El tiempo del juicio ha llegado a este reino...
Todas las personas se apartaron, gritando despavoridos, y en un segundo, Eileen arrancó el collar del cuello de la reina, apareciendo en un movimiento veloz delante de ella. La reina la miró pasmada en un momento, y al siguiente, se desmayó. El rey detuvo su caída.
Eileen voló por encima del castillo, y estando en ese punto, formó un arco y una flecha de cosmos dorado y la disparó hacia la barrera. En cuestión de minutos, la barrera mágica se quebró. A gran velocidad comenzó a volar donde había dejado a los chicos. Y, al llegar, observó a los pies de los caballeros a Tsukine, Dani y Sigurd. Iban hacer decapitados.
Frunció el ceño. Miró a Sigurd que le miraba preocupado. Y con eso, otra cosa sucedió: Una explosión de vapor ocurrió que arrasó con gran parte del reino. Sigurd había vuelto a convertirse en un enorme titán.
Sigurd, agradecido de aquello, no dudó en un movimiento pisar a los caballeros y en otro destruir el castillo con una de sus manos. Todo aquello ocurrió tan rápido, y al mismo tiempo tan lento, que Dani y Tsukine no estaban seguro de lo que había pasado. Y la verdad, es que ellos se había salvado, solo porque, en segundo antes de que todo eso ocurriera, y sin saber cómo, estaban bajo las manos de Eileen en el aire y con un campo protector mágico protegiéndoles.
Y cuando creían que todo había acabado, una voz resonó en todo el reino:
"El tiempo ha llegado... Tsukine, Eileen, Dani y Sigurd, El Amanecer de las Especies les espera"
Lo que ellos no sabían, es que aquella voz era la de Aland, quien estuvo observando lo que habían estado haciendo, mientras sus compañeros luchaban a muerte...
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