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Ambiciones

Capítulo 22

Esa mañana, la luz del sol fue la que despertó a cada uno de los seres que habitaban en esa cabaña. Se colaba a través de las aberturas que servían como pequeños ventanales, improvisadas; y que a más de uno golpeaba el rostro. Increíblemente, el trinar de varios pájaros se escuchaban, pero había uno en particular que sonaba como una ofrenda de paz, mezclado con una soledad profundad. Era una melodía suave que te hacía sentir tranquilo, pero al mismo tiempo, entrar en una realidad en la que se afirma la soledad.

—Es un Cabiú —dijo Tsukine al salir al porche de la cabaña. Allí se hallaba Kimiko sentada en las escalinatas, mirando el paisaje.

—Lo sé —dijo ella, dándole una mirada rápida, para seguir mirando la imagen enfrente de ella—. ¿Puedes creerlo? Ver esto de esta forma... es como si la noche anterior no hubo pasado nada. Si no fuera por la marca sobre mi cuello —se llevó la manó hasta allí—, y por esas flores fénix, no hubiera creído que una batalla trajo tantas muertes.

El pequeño Cabiú, un ave de color azul que emitía aquella melodía, volaba por encima de los árboles, dos más se le unieron, y aquello parecía ser una coral de ensueño. Les fue imposible mirarles directamente. Se llevaban toda la atención del paisaje.

—Aland es un mago poderoso —dijo Tsukine—. Si no hubiera visto lo que pudo hacer cuando huíamos del reino Diamante, no hubiera creído que hubiera podido borrar los rastros de la batalla de anoche. Incluso, les hizo sepultura a todos ellos. Eso fue... honorable.

—¿Honorable? —Kimiko, sonrió—. Créeme que le importa poco el honor. Él solo vive por la verdad y por sus convicciones. Cuando meditas en ello te das cuenta que el honor parece ser algo tan pequeño, y que la verdad, las convicciones se transformar en la fe, en la esperanza que necesitas para hacer las cosas.

—Yo vivo por el honor —afirmó Tsukine, sin vergüenza.

—Y por eso, muchos también mueren —dijo Kimiko, entristecida. Miró a Tsukine—. El problema que tengo con el honor, es que está basada en las creencias y vivencias de otros. Tu honor, es lo que te enseñaron qué es en el reino Amatista, ¿qué si lo que se te enseñó no fuera cierto? ¿Dónde está la lógica y la razón, por encima de algo tan ciego como el honor?

—¿Y acaso la verdad y las convicciones no son tan subjetiva como el honor? —Preguntó Tsukine, no enojado, sino más bien curioso, por primera vez.

—Lo fuera, si la bases de tus verdades o convicciones está determinado únicamente por tu experiencia. Por qué, aunque fuera una verdad nadie podría negar lo que viviste, no significa que aplique para todos —respondió ella—. Si crees que la verdad es relativa, entonces, vivirás en conflicto con tu alma, con tu ser, sobre todo lo que ha sido creado, sobre ti mismo...

—Pero lo cierto es, que la verdad es absoluta —ella sonrió, en ese momento. Los Cabiú, parecían saber que eran observados y se acercaban con lentitud hacia el campo, como para dar un concierto solo a ellos dos—. La verdad se vuelve absoluta cuando la ciencia tiene la capacidad de comprobar tal afirmación, es absoluta cuando la experiencia vivida grita el patrón común de lo que otros han experimentado, es absoluta cuando tenemos la capacidad de respetar a otros aun cuando estén equivocados, es absoluta cuando no buscamos que el otro la crea, sino cuando mostramos los hechos convincentes para morir por ella. ¿Por qué crees que estamos en una lucha que no tendría por qué competernos?

Tsukine no tenía nada que responder.

—¿Por qué estamos aquí, cuando hay seres más poderosos que nosotros y que podrían unirse a la misma causa? ¿Por qué sentimos ardor en nuestro corazón en salvar este mundo? ¿Por qué arde nuestro corazón por Gaia? ¿Por qué estamos dispuesto a morir por ello, si no fuera una verdad absoluta? Se necesita solo una pizca de duda para hacerte marchar atrás, se necesita un poco de duda para simplemente huir, traicionarnos a los demás y a nosotros mismos. Por eso, Aland vive por la verdad ya base de sus convicciones. Nadie puede contra ella.

—Y por eso, el honor queda destrozado ante la verdad —concluyó Tsukine finalmente—. Jamás había escuchado lo que dices.

—Yo tampoco —dijo ella—. Lo aprendí con mi maestro.

—¿Por qué eres su discípula si lo que observé ayer, en esa esfera, fue una de las magias más increíble que había visto? Fácilmente podrías ser la maestra de alguien más.

—Se es discípulo cuando consideras que tienes algo que aprender de otra persona. Y de Aland, por muy buena que sea, tengo mucho que aprender... Pero sabes, no soy su discípula por eso —ella meditó un poco lo que iba a decir, aunque su mirada estaba fija en los Cabiú—. Fui abandonada en el bosque cuando era una bebé, me habían dejado en una cesta en el río centrional... ese que conecta a todos los reinos y se deposita en el mar, a las afueras del reino Rubí. Parece ser que esperaban que cayera por una de las enormes cascadas y muriera ahogada o por el impacto de alguna roca, o por el frío o el hambre...

Tsukine no se inmutó en mirar su perfil fijamente, aunque estaba sentado a su lado.

—Unos leñadores me rescataron, y me alimentaron y me criaron —dijo ella con una sonrisa—. Te podrás imaginar vivir en una cabaña de leñadores... eran trece hombres que solo sabían cuidarse entre ellos o por su cuenta, pero con el trato rudo de los hombres. Y entonces, una niña llegó, llorona y quejumbrosa a sus vidas. Pese a ser una mujer, ellos no tomaron en cuenta lo que era y me trataron como una de ellos, pero con la sutileza que una dama necesita. Cuando lloraba, uno de ellos me abrazaba y otro servía de bufón para hacerme reír, usaban telas en sus cabezas y sus cuerpos, y asemejaban ser princesas y que yo era su reina —Kimiko soltó una risita—. Era nuestro secreto.

—Un día, el reino Amatista consideró que el lugar de la cabaña era un buen sitio para construir un campo de entrenamiento de los miles y miles de ejército. Como sabrás, tuvieron el tacto de un arbusto espinoso para sacarlos del lugar, y al final terminaron matándoles, mientras me dejaron amarrada en un tronco del bosque. Escuché la lucha, sus golpes, el jadeo de todos y los gritos... —Tsukine estaba sorprendido de lo que la chica le comentaba—. "déjenla amarrada y algún animal se la comerá" "o criatura" "Tal vez, muera de hambre" dijeron en su mayoría, con burlas. Allí fue la primera vez que manifesté magia, ¿sabes?...

Tsukine se quedó en silencio. La chica parecía transportada por el recuerdo.

—Las cuerdas que me ataban se soltaron, y se arrastraron al suelo como serpientes y enrollaron a uno de los hombres hasta romper su cuello. Árboles a mí alrededor se levantaron, vivos, tenían rostros en el tronco, las raíces eran como patas de arañas que se movían con rapidez, y cada extensión de sus ramas representaba uno de sus brazos. Pelearon con el grupo que había atacado a mis padres, y les asesinaron allí.

—Hubiera sentido pena por ellos, pero no la sentí. De hecho, no supe lo que había pasado hasta unos años después. Los árboles resultaron ser...

—Ánimas del bosque —dijo Tsukine, comprendiéndolo—. Los bosques del reino Amatista están repletos de ellos...

—Sí —dijo ella—. Ellos me guiaron hasta el reino Zafiro, y allí, encontré a un chico cuatro años mayor que yo, el cual vestía como un méndigo y presentaba un espectáculo de magia, con solo agua de un estanque en la zona más baja del reino. Tenía un rostro lleno de vida, y una sonrisa que te trasladaba a una felicidad plena. La gente le aplaudía, y gritaba eufórico, cuando el agua se transformaba en miles de criaturas y volaba sobre los aires, y cuando se convirtió en un dragón lo hizo explotar en miles de mariposas de agua, hizo que este girara alrededor de mí. Sin saber cómo, toqué una de esas mariposas y todas ellas empezaron a brillar como un prisma, con muchos colores sobre mí, ¿y sabes que hice después? —Tsukine negó—. Reí como en tanto tiempo no lo había hecho. Había pasado meses en el bosque desde la muerte de mis padres leñadores, y allí volvía a reír como cuando hacían todos ellos de bufón para mí, con todas esas telas en su cabeza o enrolladas en su cuerpo para similar vestidos. Reí y reí y no paré, de pronto, no sabía por qué, pero estaba llorando.

—Él detuvo la función. La gente me miraba y algunos murmuraban, y se acercó. Con la misma sonrisa, pero había compasión en sus ojos, y me dijo: "vamos, tengo chocolate caliente y un cuarto disponible. Seré tu maestro" —Kimiko se acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja, dejando espacio para que Tsukine viera más su rostro—. No dudé en seguirlo. ¿Quién podría resistirse a esa sonrisa? Me llevó al reino, me colocó un vestido real, y me hizo vivir en el palacio como si fuera una princesa de verdad. Vivir en el reino Zafiro, me recordó lo feliz que me hacía llevar un vestido, estar en un palacio y ver a damas de la realeza... Imaginaba a cada sitio como una parte de esa cabaña, y cada uno de ellos como uno de mis padres leñadores...

—Pero ya no estás en el palacio...Entonces...

—Entonces crecí —dijo ella, ahora viéndole—. Aland me necesitaba y por eso decidí salir del palacio. Hacerlo, me hizo darme cuenta que tenía que crecer, pero que todavía tenía mucho que aprender de Aland.

—Debes odiar al reino Amatista por lo que hizo —dijo él sintiendo vergüenza.

—Lo sentía, pero cuando vi las imágenes de su caída, me sentí miserable. Ante la gracia y la misericordia, nadie merece morir por un error aunque lo merezca —respondió ella.

—Me siento como un idiota en este momento —dijo él—. Pensaba que la razón por la que no querías estar conmigo era porque no me aceptabas, pero no es eso...

—¿Y qué es? —Le interrumpió ella, poniéndose de pie. Él también lo hizo.

Los Cabiú, comenzaban a perderse en el bosque.

—Ambicionas ser como tu maestro —afirmó él—. Y esa es una verdad con la que te identificas. Quieres ser alguien grande y de utilidad a otros, como Aland lo fue para ti. Es una ambición noble y justa para mí, honorable, no puedes negarlo... —soltaron una risa ambos—. Y lo entiendo. Pero estoy dispuesto a convertirme en parte de tu propia ambición, sin descuidar la mía.

—¿Cómo el ejemplo de los cordones?

—¡Exacto! —Tsukine sonreía.

—¿Y qué te ambiciona a ti, Tsukine? —Kimiko, estaba interesada, como nunca, sobre una respuesta que no fuera la de Aland.

—Tener una familia. Me quitaron la que me correspondía... Quisiera encontrarlos y tener una explicación de por qué nunca me buscaron...

—¿Y si han muerto? —Las palabras sonaron más ruda de lo que debían en Kimiko. Pero Tsukine lo entendió: Era una probabilidad que no podían descartar.

—Entonces, ambicionaría construir una, para memorar lo que perdí, pero sin ninguno de esos errores —afirmó, con mucha sinceridad.

—Eres bueno para responder —dijo Kimiko...

Tsukine iba añadir algo, pero la puerta se abrió. Eileen se asomaba a través de ella, indicándole que entraran pues la comida estaba servida.

Todos se sentaron en suelo, con caldero y un estofado de vegetales que Eileen había preparado, hubo aullidos y aplausos cuando la mayoría lo probó. Claro, toda una vida Eileen haciéndolo en su hogar, era para menos que lo que preparara no fuera bueno. Además, contó con la ayuda de Lance, e increíblemente, con la de su hermano Dani. Yami fue la que se encargó de invocar los platos y cubiertos, mientras Aland encendió el fuego y creó una cocina a base de piedras.

Una vez que terminaron de comer. Lance se levantó del suelo, y dijo, mirando en principio a Aland para luego ver al resto.

—Todavía nos falta mucho por hacer —comenzó—. Como ya saben, tenemos las gemas Amatista, Diamante, Esmeralda y Zafiro, todavía nos queda conseguir la gema Rubí...

—¿Y qué sucede con Akudomi? —Preguntó Origami mortificada, como si hubieran olvidado ese detalle. Lance le hizo señas de que se calmara.

Hubo miradas represivas por su interrupción por algunos. Se calló.

—Por eso, Aland estuvo bien en aconsejarme que "los pulpos hayan la forma de hacer muchas cosas y que todos tengan un mismo propósito"...

—Una mierda metafórica, un clásico —dijo Dani, con ironía. Aland solo negó la cabeza y se rió.

—Cállate Dani —le dijo Eileen, y Yami le miró con una ceja alzada.

—Sí, una mierda metafórica que... con cinco dedos de frente cualquiera puede entender, Dani —dijo Lance, sin titubeos o temor por el grandote. Dani se cruzó de brazos—. Debemos dividir el grupo... Iris, por favor —La hada asintió, y sin decir nada, conjuró en medio de ellos un enorme mapa que levitaba en el centro de la cabaña y todos podían ver. Y, mientras hablaba, trazos mágicos se posicionaban a medida que Lance mencionaba una ubicación o un traslado—. El primer grupo irá desde este punto, hacia el reino Rubí para robar la gema rubí; No estaría demás decir que es posible que se hallen con problemas por el ejército y cazadores del reino Diamante, pues la trayectoria de ellos está es cercana a los de Rubí. El segundo, irá al reino Esmeralda, y es posible que exista ataque no solo por el reino Esmeralda, sino por todo el clan de dragones.

—Añade a Reynolds, oculto en las sombras vigilándonos, Lance —Intervino Iris, mordiéndose el labio por la ansiedad de todo el asunto.

—Pero con Aland, ¿qué podría salir mal? —Preguntó Fierce—. Todos vimos lo que hizo ayer, ¿cierto?

—Es verdad, Aland podría hacer que el viaje sea mucho más sencillo —dijo Samael, con una amplia sonrisa.

Lance, suspiró y vio a Aland. Le hizo señas de que explicara mejor, lo demás.

—No podré ir con ustedes —dijo sin más—. Debo hacer un viaje para recuperar lo que se me fue arrebatado...

—¿Y qué es eso? —Preguntó Eileen.

—La memoria —dijo—. Soy el producto de una reencarnación. Mi nombre real había sido Aurelius Ambrosius, debo averiguar mi pasado y encontrar mi memoria. La necesitaré para la batalla final, y necesitaré que Eileen, Sigurd y Samael me acompañen esta vez...

—Mi señor —dijo de inmediato Samael—, Origami debe acompañarnos, no podría hacer nada con ella lejos.

—No, Aland tiene razón —intervino Origami—. Tengo que ir al reino Esmeralda, necesito tratar con la gente de mi clan y arreglar las cuentas del pasado.

Samael le miró, sin poder creer lo que decía.

—Escucha, debes honrar el pacto que hicimos, Aland te está pidiendo que le acompañes. Demostremos con esto que la distancia no es motivo para olvidar o dejar de amar —dijo ella, con el rostro compungido.

Samael, cerró los ojos, no podía creer que iba a decir aquello, peor lo hizo:

—Está bien...

—Ahora si estaremos muertos —dijo Dani, poniendo los ojos en blanco—. ¿Por qué debes llevarte a mi hermana y la cosa durmiente que tiene ahora?

—¡Dani! —Chilló Eileen. Él no le prestó atención.

—Tu hermana debe recordar también —dijo Aland, esta vez con seriedad—. Y Sigurd debe vencer a Morgana y a Mim en su mente. Necesita que les ayude, y no podré hacerlo si no vienen conmigo.

—Lo haré —dijo Eileen segura—. Si hay una manera de rescatar a Sigurd, lo haré —dijo, enfrentado a su hermano.

—Bien, antes de que esto se ponga más candente de lo que está —prosiguió Lance, masajeándose la nuca, cansado—. El grupo que irá al reino Rubí será Dani, Yami, Kimiko y yo; somos el equipo perfecto para robar y enfrentar un ejército completo... —luego miró al resto—. Iris, Fierce, Origami y Tsukine irán al reino Esmeralda; ustedes son los que más saben tratar con la realeza, y Origami con la gente de su clan, sabrán resolver los problemas que se les presente...

—¿Por qué no puedo ir con Kimiko? —Preguntó Tsukine, mirando a la chica.

—Porque ellos y yo te necesitamos en el plan de Lance —respondió ella con tristeza, pero una firmeza rebosante.

Tsukine asintió, resignado.

—Si no hay más oposiciones, entonces...

—¿Dónde nos reuniremos al final del viaje? —Preguntó Aland, interrumpiendo a Lance, señalando el mapa.

Lance lo había olvidado. Se acercó al mapa que flotaba, marcado con los trazos de sus movimientos, y finalmente señaló un punto:

—Nos reuniremos en la Fosa del Fin del Mundo...

—¿Por qué allí? —Preguntó Yami, consternada—. Es uno de los sitios más peligrosos.

—Por eso, no querrán perseguirnos si saben que vamos allí —dijo Lance, con una amplia sonrisa.

***

Saya iba a un lado de la carreta, con los ojos emblanquecidos. Filius llevaba las riendas de los caballos, y cada vez que podía, asomaba la cabeza hacia atrás para ver detrás de la tienda, a Cristal y Donny. Llevaban capas de inviernos y parecían dormidos. Los llantos de los chicos se calmaron desde hace un par de horas, y por encima de ellos observaban humo que subía hasta el cielo.

Ese día, aunque había sol, parecía ser uno débil. Una espesa niebla cubría el sendero del bosque, y los sonidos de los cuervos les rodeaban. Era tan espeluznante como el destino de Amatista detrás de ellos.

—Casi llega el momento, pero las fuerzas del mal ya han comenzado a preparar el camino para su regreso —dijo Saya, entrando el razón.

—Madre Saya, ¿a dónde iremos exactamente? —Preguntó Filius con la voz ronca—. Las provisiones no me preocupan, hay suficiente para un par de días, y yo podría cazar fácilmente, pero los chicos...

—Ellos estarán bien —dijo Saya—. Deben cumplir su destino como tú y yo, Filius.

—Solo son unos niños...

—Tienen dieciséis años, Filius —le corrigió la Madre Saya—. Sabemos que son jóvenes, pero tampoco son unos infantes. En este mundo o aprendes a crecer o te tragará vivo —afirmó ella—. La reina María y el rey Lucius sabían eso, y estoy seguro que le enseñaron a ellos a sobrevivir en este mundo con valor.

—El chico es un buen guerrero, aunque no nació con el don de la magia —dijo Filius.

—¿Y la chica? —Preguntó Saya.

—Ella solo es bonita —dijo Filius.

Saya le miró sorprendida.

—Entonces deberá aprender a ser más que solo bonita. El valor de una mujer no está basado en su apariencia, sino en la utilidad que tiene para sí misma y para otros —afirmó.

—Creo que eso te lo dejaré a ti, Madre Saya —dijo Filius, con una sonrisa. Necesitaba bromear para relajarse un poco.

Los cascos de los caballos y los movimientos de la carreta, más el chillido de los cuervos, no ayudaba mucho, pero hacer bromas tenía que ayudar un poco.

—Estoy segura de que a dónde iremos, aprenderán... pero lamento decir que será el final para nosotros —dijo ella.

Filius volvió a sonreír, peor esta vez no con el mismo ánimo.

—¿Eso fue lo que acababas de ver?

—Sí —dijo ella—, después de tantos siglos, Gaia me ha encontrado un remplazo —afirmó con alegría—. Por fin descansaré de este mundo doloroso y me reuniré con ella.

—¿Y qué sabes de mi destino después de la muerte? —Preguntó Filius, con simpleza.

—En realidad no sé nada... Pero una cosa sí sé, Filius, reinaremos junto a Gaia —señaló—. Nos tiene preparada grandes moradas...

—Suena como un buen consuelo para una muerte segura.

—Lo es...

—Todavía no me dices a dónde iremos, Madre —dijo él.

—Al Pico de las Tres Rocas —dijo ella—. El lugar con más magia antigua conocida.   

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