VIII - Las Catacumbas (Pt.1)
—¿Me necesitabas? —apareció Taka dubitativo mientras golpeaba la puerta. Se quedó recostado en el umbral observando detenidamente al maestro Peter que terminaba de escribir y guardar unas cartas que envolvió y selló cuidadosamente con cera marcándolas con el respetado y reconocido sello real de Drogón.
—¡Sí! —contestó con alegría una vez que hubo concluido— Necesito que me acompañes a dar un pequeño paseo —agregó levantándose jocoso y tomando cuatro antorchas que tenía sobre su escritorio más un lonchera. En seguida se las alargó a Taka para que las cargara. Éste las recibió un tanto extrañado.
—¿Hacia dónde vamos? —preguntó mientras observaba las antorchas y la lonchera con curiosidad. Esta última estaba algo pesada, lo que también le hizo preguntarse cuál era su contenido.
—Sígueme —se adelantó Peter caminado con diligencia a través del pasillo. Su pequeña cojera parecía un poco más pronunciada aquel día.
Taka asintió, siguiéndolo por un par de escaleras y unos cuantos pasillos más para salir finalmente al patio principal donde algunos guardias yacían apostados de manera vigilante. Al verlos no hicieron ninguna pregunta, los conocían bien. El maestro en seguida lo guió hasta una pequeña y descendente escalera que se hallaba a un costado del enorme patio, a tan solo unos cuantos metros de donde estaba la zona de entrenamiento. Esta conducía a un ovalado y pequeño portal enrejado con variadas y prolijas señales fúnebres talladas alrededor. Tenía cierta elegancia, pero a la vez causaba un poco de escalofrío.
—¿Esto es...? —intentó preguntar Taka.
—Donde yacen los muertos —se adelantó Peter abriendo la reja con su respectiva llave.
En seguida sacó un chispero y señalizándole que acercará las antorchas encendió un par de ellas quedándose con una para iluminar el camino, la otra se la dejó a Taka. Tras la reja y frente a ellos un largo, amplio y oscuro túnel los invitaba a seguir. Peter se adentró hacia él sin tardanza. Taka dudó ¿Hacia dónde lo estaba llevando exactamente? Tras un instante decidió seguirle los pasos.
Caminaron algunos minutos en silencio adentrándose en aquella enigmática oscuridad. El lugar era frío y lúgubre haciendo enorme contraste con el soleado y colorido ambiente de afuera. Se toparon con dos escaleras pequeñas que lo llevaron aún más abajo y con varias estatuas de héroes y reyes que adornaban las oscuras paredes del túnel. Estaban en las entrañas del castillo sin duda, ni una ventana o atisbo de luz natural parecía entrar en aquel lugar. Taka no quiso interrumpir el silencio, pero empezó a cuestionarse seriamente porqué estaban visitando el aparente lugar de descanso de los ancestros de aquel reino, de momento prefirió no preguntar, sin embargo, tras otros breves instantes más, el lugar comenzó a ponerse extremadamente tétrico, lo que comenzó a encenderle una primitiva señal de alarma en su cerebro... antiguos huesos anclados a las paredes se comenzaron a ver, formando extrañas y desconcertantes figuras en derredor. En un principio fueron tan solo unos cuantos, pero luego comenzaron a inundarlo todo. Taka fue observándolos con cierta incredulidad, un tanto temeroso, jamás había visto algo como eso. La antigua tradición indicaba que debías incinerar a los muertos, guardando sus cenizas o esparciéndolas según sean los deseos o voluntad del difunto. Por lo que la visión de aquello, sin duda le fue espeluznante. Tras algunos pasos se detuvo dubitativo.
—¿Tétrico, verdad? —se giró Peter al percatarse que su acompañante se detenía un tanto choqueado.
—Nunca...
—¡Sí! —se adelantó Peter sonriendo— Me llevé la misma impresión la primera vez que visité este lugar. Muchos ni siquiera son humanos —le hizo notar iluminando la parte alta del túnel.
Ahí, justo en el centro, haciendo las veces de portal junto a un conjunto de ordenados fémures y otros huesos indeterminados había una calavera aparentemente humana con dos prominentes y puntiagudos colmillos a cada lado. Taka se quedó helado de la impresión.
—Y se pone peor —susurró Peter señalándole el camino.
Más adelante, según lo que alcanzaban a iluminar las antorchas, las paredes completas estaban atiborradas de huesos y calaveras en derredor formando extraños pilares, misteriosos mensajes y las más excéntricas decoraciones. Taka se quedó boquiabierto ¿Cómo era que el maestro podía andar tan tranquilo en un lugar como ese? Él sintió ganas de salir corriendo. No quería estar ahí, era espeluznante.
Una vez concluido el túnel descendieron una última y corta escalera de cuatro peldaños que les dio la bienvenida finalmente a una amplia y espaciosa bóveda redondeada con un techo tan alto que parecía no acabar. Había bancas y monumentos, viejas antorchas e inscripciones con plegarias y advertencias en las paredes. Hacia el lado derecho, otros dos túneles más bajos y pequeños, e igual de sombríos, se podían apreciar. Ahí mismo, en el centro, sobre la pared, rodeada de ordenadas calaveras y en letras grandes, escritas con fémures y huesos, decía:
"Yaces ante el imperio de la muerte,
El único lugar del que nadie escapará
¡Que el grande y poderoso Thal guarde tus pasos!"
—¡Por acá! —indicó Peter señalando uno de los pasillos.
Taka comenzó a seguirlo con desconfianza esta vez. El nuevo túnel parecía amenazar con guiarlos a cosas aún peores.
Fueron tan solo unos cuantos metros de distancia para llegar a una nueva bóveda casi tan grande y espaciosa como la anterior, ahí en el fondo y pegada a la pared, una enorme calavera del tamaño de un carromato con una gigantesca hilera de puntiagudos y afilados dientes yacía fijada sobre una especie de altar de huesos, la visión sin duda le resultó aterradora. Taka miró a Peter con evidente inquietud.
—¿Es un... un...? —tartamudeó.
—Sí, la calavera de un dragón —contestó Peter— No pienses que no te hemos creído cuando nos hablaste de criaturas. Los pocos que hemos estado aquí sabemos que son reales ¡O al menos que en algún momento lo fueron! —agregó.
—Es sin duda... —dijo Taka acercándose boquiabierto mientras trataba de iluminarla un poco más con su antorcha. Los dientes parecían dagas recién afiladas capaces de desgarran la carne con tan solo tocarla.
—¡Impresionante! —respondió Peter— ¡Sin duda! Sin embargo, no hemos venido a apreciarla... Al menos no esta vez —añadió moviendo con fuerza una imperceptible palanca a un lado de la pared.
El monumento repentinamente comenzó a arrastrarse de manera pesada y ruidosa dejando a la vista un pequeño y secreto pasadizo tras ella. Éste, a simple vista, conducía a una estrecha y descendente escalera en espiral que se perdía en toda aquella oscuridad. Taka quedó anonadado.
—¿Qué es todo esto? ¿No me estarás llevando a una especie de culto... secreto... o algo...? —se cuestionó Taka mirando aquel altar con la calavera de dragón con desconfianza.
Al menos restos de sangre no se veían por ninguna parte. Solo incontables huesos, monumentos, paredes e infinita oscuridad.
—¡Ja! —rió el maestro— No, no es una especie de culto ni nada parecido —lo calmó mientras lo instaba con una mueca a seguirlo por el pasadizo— ¿Has oído alguna vez hablar de Diaramastes el fundador?
—Claro —suspiró Taka haciendo memoria mientras trataba de controlar su nerviosismo y se armaba de valor para seguir al maestro por el pasadizo. Aquel lugar sin duda era aterrador, tanta oscuridad. Sin contar que el pasadizo era horriblemente estrecho, solo podía ir un hombre a la vez. Al menos se calmó dándose cuenta que aun cargaba las otras dos antorchas, supuso que serían para regresar.— ¿Fue el primer rey de Drogón si no me equivoco? —preguntó dubitativo. Como comandante de la guardia real de Lobozoth alguna vez había pertenecido a la noble casa Riosanto, y como tal, algo recordaba de sus ya lejanos estudios.
—Precisamente —contestó el maestro comenzando a descender las escaleras mientras vigilaba su cojera— ¡Pues fue él quien construyó este castillo! Antiguamente, antes de que se alzaran los actuales reinos, esto era una pequeña mina de enanos disidentes que tras una serie de eventos terminó siendo tomada por ejércitos goblin que mataron y esclavizaron a cuanta criatura pudieron para la extracción del metal ¡Miles murieron sin su respectiva ceremonia de cremación! Los cadáveres se acumularon, las minas se secaron, comenzando a ser lentamente abandonadas hasta la llegada de Diaramastes, que en busca de tierras mató y expulsó lo poco que quedaba de los goblins erigiendo su fortaleza sobre la mina. Supongo que pensó que sería un buen lugar para erigir un castillo, rodeado de bosques y cascadas ¡Fácilmente defendible! Sin embargo, no fue hasta siglos más tarde que Avalón el constructor levantó finalmente lo que conocemos como el opulento castillo de Drogón de hoy en día, junto con ello remodeló los túneles de las minas utilizando gran parte de aquellos huesos acumulados por siglos de guerras y matanzas ¡Muchos consideraron que había enloquecido! Y de hecho lo hizo al final de sus días. Por lo que de cierta forma estas catacumbas son una mezcla de su obsesión por la arquitectura y la ingeniería como también un reflejo de su descenso a la locura ¡Todo un artista! —sonrió.
—¿Algunos huesos? —preguntó Taka extrañado— ¿Hay más?
—Te sorprenderías —dijo Peter— ¡Hay tantos que llevaría una vida entera sacarlos de acá abajo!
Taka sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sin lugar a dudas era un lugar plagado de muerte y dolor. Nada bueno parecía haber esperándoles allá abajo.
Desde ese instante continuaron descendiendo en silencio peldaño tras peldaño, de cierta forma la historia de aquel sitio en vez de tranquilizar a Taka lo había inquietado más. La escalera parecía interminable y cuando el guerrero ya comenzaba a perder la fe de que aquello realmente tenía un fondo, repentinamente comenzó a escuchar el incesante ruido del agua cayendo por las cascadas. Era un sonido distante sin duda, apenas perceptible, pero que en aquel sepulcral silencio pudo reconocerlo con facilidad, se estaban alejando del castillo.
Cuando las escaleras finalmente terminaron, una enorme caverna se alzó ante ellos. El sonido del agua ya era un poco más audible. El maestro se detuvo señalándole las paredes.
—Desde este punto es muy fácil perderse —señaló— Hay incontables cuevas y misteriosas grietas y pasadizos que te llevaran a ninguna parte —iluminó la grandiosidad de la caverna.
Las antorchas en ese punto ya parecían comenzar a perder fuerza. Aun así Taka pudo ver claramente el enorme tamaño de la gruta, por las paredes una serie de grietas y oscuros pasadizos se hacían visibles. Era un lugar laberíntico, perderse en aquel lugar seguramente sería un camino directo a la muerte.
—¿Hacia dónde vamos exactamente, Peter? —preguntó observando la inquietante oscuridad. El ruido distante de las cascadas parecía lo único que se escuchaba.
—Cada caverna está señalizada —aclaró Peter con prontitud mientras acercaba la antorcha para mostrarle.
Ahí, junto a la escalera, una pequeña placa yacía clavada en la roca. Sobre ella el escudo de armas de Drogón yacía grabado con maestría, la silueta del dragón alado era inconfundible.
—El escudo de armas son los caminos que te llevan directo al castillo —indicó reanudando la marcha mientras iluminaba las placas de las distintas cavernas a su paso— Los triángulos indican el camino de salida, los círculos caminos sin salida, los cuadrados te llevaran a una muerte segura...
—¿Y estos? —preguntó repentinamente Taka iluminando una caverna marcada con una cruz.
El maestro Peter se encogió de hombros.
—Tu solo sigue los triángulos —indicó mientras continuaba su marcha.
Caminaron pasándose de largo diversas cuevas, algunas pequeñas, estrechas y aterradoras, otras grandes y misteriosas, sin embargo, Taka descubrió que no solo habían placas con triángulos, círculos, cuadrados y cruces... sino que también habían otras marcadas con distintas y extrañas figuras que hicieron que se preguntara a donde lo llevarían cada una de ellas realmente. No pudo evitar fantasear con criaturas y diversos peligros que aquel lugar pudiera albergar. Era angustiante estar allá abajo, el aire era pesado y los olores a humedad, encierro y descomposición tampoco ayudaban. Tras algunos momentos encontraron la siguiente cueva con un triángulo. El maestro le señaló que lo siguiera por aquella.
Se adentraron de inmediato y una vez dieron algunos pasos Taka comprobó que el sonido de las cascadas ya comenzaba a incrementar, no obstante, tras algunos minutos, y cuando ya iban por la mitad de aquella gruta, repentinamente un nuevo y desconcertante sonido llegó a los oídos del guerrero. Taka se detuvo un instante dubitativo creyendo por un segundo que era su imaginación jugándole una mala pasada, pero tras prestar oído con mayor atención comprobó que no, era algo más, estaba seguro.
—¿Qué es eso? —preguntó Taka aterrado tratando de oír mejor, pero el sonido de entremezclaba con el de la caída del agua, no obstante, este no venía desde allá, sino desde el interior de las cavernas, podía sentirlo. Era una especie de suave y prolongado cascabeleo, como si una especie de criatura se arrastrara o caminara sigilosa hacia ellos en la oscuridad.
Taka se giró veloz tratando de iluminar el camino recorrido, pero el fuego de la antorcha ya no era suficiente como para abarcar tanto. Se quedó quieto observando con atención algún indicio, alguna señal, pero el sonido se esfumó abruptamente. Solo vio sombras y oscuridad.
—¿El viento? ¿Las cascadas? ¿La incipiente amenaza de derrumbe de los viejos túneles? —contestó Peter sin tomarle importancia, él no escuchaba nada.
Taka se mostró poco convencido con sus conjeturas, aquello parecía más bien el sonido de una misteriosa criatura al acecho. Algo que se movía bajo el amparo de las sombras.
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