VI - De Monstruos y Leyendas
La reunión convocada aquella noche se hizo a puerta cerrada y en la sala más grande de todo el castillo. Acudieron todos los consejeros, los principales comandantes, el joven príncipe Ougín, los miembros más importantes de las casas de Drogón que se hallaban en el castillo por motivo de celebración y por supuesto; Taka, Asaf y sus hombres, los únicos sobrevivientes conocidos de la masacre de Lobozoth y Ordog. Como de costumbre, fue el rey quien comenzó tomando la palabra.
—Creo que la mayoría ya sabe el motivo por el que han sido convocados —dijo Edón de forma seria. Se había pasado casi toda la tarde analizando junto a sus consejeros y comandantes las distintas cuestiones que implicaba la aparente amenaza y ya se sentía cansado. Ni siquiera había tenido tiempo de llevarse algo a la boca— Creemos que estos seres preparan un solo golpe... ¡Fuerte y certero! Por lo que es evidente que enviaran todo su ejército a la misma vez ¡Debemos estar preparados! Según el informe de Asaf... —señaló al héroe que junto a sus hombres había sido posicionado a su derecha— ...cuentan con una vasta flota de barcos, por lo que seguramente atacaran simultáneamente las ciudades costeras de Mitra y Omer-Ka, sin embargo, creemos que el grueso de su ejército se moviliza por tierra por lo que es evidente que también caerán sobre la capital y el castillo en el mismo día, dejándonos sin apoyo o respaldo de parte de las casas de la costa ¡Las cosas se resolverán en una sola noche! ¡Nos superan en número, fuerza y tamaño! Por lo que, o hacemos bien las cosas o al igual que nuestros vecinos pasaremos a ser tan solo un recuerdo más de la Tierra Conocida.
—¡Momento! —habló uno de los líderes de las casas nobles— ¿Acaso realmente estamos tomándonos esto en serio? —cuestionó señalando a Taka y Asaf desde el otro lado de la mesa.
Era el líder de la casa Ludovico, una de las más prosperas y con mayor poder bélico de todo Drogón. Había viajado desde las bellas tierras del lago Minos a presentar sus respetos al rey por su nuevo hijo, encontrándose con augurios de guerra como sorpresa. Su nombre era Manchester, un hombre ya entrado en años, pero que había luchado activamente con sus tropas en la antigua guerra de la Alianza, allá en Tormena.
—El señor de la ciudad de Omer-Ka, esposo de mi hija Dalerí, envió un cuervo hace algunos días informando de cadáveres mutilados arrastrados desde el mar hacia la costa ¡En su mayoría eran hombres de Ordog! Supusimos que sería algún ataque pirata por lo que no le dimos más importancia de la que debía tener. Hoy, tenemos informes de estos dos hombres... —señaló a Taka y Asaf— ...que coinciden totalmente en sus descripciones. Por lo que si aún hay un atisbo de duda, señor mío, déjeme decirle que este es mínimo. Aun así, si quiere arriesgarse a tomar todo esto como un juego déjeme decirle que como rey puedo hacer que se libere de sus funciones. Solo le recuerdo que sus tierras, bajo mis dominios, abarcan hasta los pies de las montañas Estrada. Si las bestias de las que nos informan estos hombres son ciertamente reales entonces sabrá que la casa Ludovico será de las primeras en caer.
Manchester abrió la boca ligeramente como intentando replicar algo, no obstante, a último momento decidió callar. Edón tenía razón después de todo, no era momento de poner en tela de juicio la veracidad de los dichos de aquellos hombres. Y aunque al igual que la mayoría de los presentes en dicha reunión se mantenía firme creyendo que los informes eran una exageración -un hombre moribundo y conmocionado podía llegar a delirar e imaginar los más disparatados acontecimientos- sabía que tampoco era prudente arriesgarse a considerar todo una falacia.
—Perdone, majestad —dijo haciendo una leve reverencia con la cabeza de forma respetuosa— Solo nos gustaría saber cómo actuar frente a todo esto. Si es real... ¡Es algo a lo que jamás nos hemos enfrentado! —enfatizó.
—Comprendo su nerviosismo y sus dudas —contestó Edón dirigiéndose hacia todos— Y créanme que estoy en la misma posición que ustedes. Sin embargo, sabemos que nuestros ancestros ya hicieron frente a este tipo de criaturas alguna vez... Y aunque muchos nos hemos ido haciendo viejos creyendo que eran meros cuentos fantasiosos que inventaron algunas casas para vanagloriarse, hoy parece que la realidad ha venido a golpearnos de bruces. Le he cancelado las celebraciones a mi recién nacido hijo —aclaró con pesar— Es momento de reunir a nuestro ejército y convocarlos a la defensa de su tierra ¡Hagámosle saber a lo que sea que esté detrás de todo esto que con nosotros no se juega! —añadió golpeando la mesa— ¡Drogón resistirá! —enfatizó.
Los asistentes parecieron quedarse expectantes por un par de segundos, mirándose los unos a los otros, había cierto temor en sus miradas. Hasta que Manchester finalmente se atrevió a romper el silencio de la habitación.
—La casa Ludovico está contigo —se levantó sacando su espada con firmeza y colocándola de punta sobre la mesa.
—¡La casa Maraz también está contigo! —le siguió otro determinado noble.
—¡La casa Aguaoscura también responderá al llamado! —agregó otro.
Y luego vino la casa Durinno, y la Rosantrino, y la Dulcequeveque, y la Vanhelever... hasta que no quedó ningún noble sin presentar su lealtad al rey. Tras ello, Edón volvió a tomar la palabra y esta vez, ya ratificado el apoyo de cada casa, lo hizo con mayor aplomo y determinación.
—¡Y la casa Dravar mantiene su promesa como líder y protectora del reino! —señaló golpeando la mesa con los nudillos como cerrando el pacto implícito que aquellas palabras conllevaban. Así como había echo su padre, y el padre de su padre, y todas las generaciones pasadas de la orgullosa casa Dravar al asumir la corona de Drogón. Los asustados rostros de los nobles allí presentes ya habían tomado un nuevo matiz, uno de seguridad y certeza de que servían a buen rey.
En tanto Edón terminaba de reafirmar su liderazgo, unos cuantos criados extendieron un enorme y detallado mapa que abarcó gran parte de la mesa. Al este se apreciaban los extensos y terroríficos Pantanos de Esril junto al Bosque Sombrío; al sur estaba el mar y las ciudades costeras de Mitra y Omer-Ka; hacia el oeste y parte del noroeste se hallaban las montañas Estrada, el punto limítrofe que separaba a Drogón del reino de Lobozoth; y hacia el norte, detrás del rio Estrada, que tras unas pocas millas se transformaba en los apestosos pantanos de Esril, se hallaba el amurallado reino de Flemister... Al centro de todas aquellas tierras, y justo en la unión del correntoso río Bravo con el río Minos, se hallaba la capital de Drogón y su hermoso castillo dorado. Era un punto infranqueable y seguro sin duda, rodeado por los tupidos bosques y las rápidas e innumerables cascadas que producía la unión de ambas masas de agua, por lo que un posible ataque al castillo debía hacerse obligatoriamente de frente, atravesando la extensa ciudad, o en su defecto a través del aire... Y Drogón, hasta ese entonces, jamás había sido conquistada.
—Como todos saben este es el mapa de nuestro reino —habló Edón una vez el mapa estuvo instalado— Creemos que el enemigo entrará directamente por el paso de Alandro, el paso de Rak y el bosque del Gigante —señaló en el mapa, apuntando la larga hilera que abarcaban las montañas Estrada en la frontera con Lobozoth— ¡Sin contar todas las criaturas que llegaran por mar! Eso significa por lo menos cuatro o cinco ejércitos simultáneos invadiendo nuestras tierras. Comprenderán por qué nuestros vecinos no resistieron ni una sola noche... ¡Ninguno tenía los hombres suficientes! —añadió haciendo una tensa pausa ante la cruda realidad— ¡Nosotros tampoco! —soltó dando un largo suspiro.
Su mirada pareció perderse un instante. Ciertamente estaba agotado, la tarde entera trazando planes, discutiendo tácticas, evaluando estrategias, escuchando atento y con la mayor disposición a sus consejeros y comandantes militares... se venían tiempos difíciles. Los nobles parecieron comenzar a murmurar.
—¿Entonces? ¿Cuál es nuestra estrategia, mi Señor? —preguntó el líder de la casa Maraz con cierta confusión, a simple vista parecía no haber esperanza. Varios otros se sumaron a la pregunta.
—No sabemos con exactitud con cuanto tiempo contamos... —respondió Edón.
—Una semana —interrumpió súbitamente Taka— ¡Como máximo! —añadió ante la dura mirada que le pegó Edón al verse interrumpido.
Asaf, en tanto, asintió confirmando lo dicho por Taka. Edón, como rey, no estaba acostumbrado a que lo interrumpieran, aquello era una falta de respeto grave, sin embargo, dadas las circunstancias omitió el impase, había asuntos mucho más apremiantes que atender.
—¡Gracias, Taka! —asintió Edón con dureza— Ya lo han escuchado —continuó hablándole a los demás— Tenemos como máximo una semana para movilizar y organizar nuestras defensas. Con nuestros consejeros... —dijo señalando al maestro Peter, a Varys la serpiente, al consejero de la moneda, al reconocido comandante en jefe del ejército Zelas Madabarast y a los demás— ...hemos estado analizando cada una de nuestras posibilidades y considerando todo lo anteriormente expuesto hemos tomado la importante decisión de traer el máximo de tropas hacia el castillo y la ciudad ¡Prepararemos nuestras defensas acá! —recalcó— ¡Es nuestra mejor oportunidad!
Los nobles quedaron en completo silencio un instante, había una seria duda rondando por sus cabezas, pero ninguno parecía atreverse a hablar, se miraron los unos a los otros cabizbajos. De Pronto Manchester se aclaró la garganta.
—¿Qué pasará con nuestras tierras? ¿Nuestras familias? ¿Nos estas pidiendo que los abandonemos? —preguntó inquisitivo.
El murmullo entre los demás creció veloz, esa era exactamente la duda que les estaba rondando y no se habían atrevido a formular. Edón suspiró un instante con agotamiento, aquello era justamente lo que había estado discutiendo junto a sus consejeros aquella tarde y aunque había albergado la secreta esperanza de que los representantes de las casas nobles obviaran el asunto, siempre había sabido que llegaría el momento de responder a dicha incógnita. No podía abandonar a campesinos, criados y familias a su suerte, él era el rey, el protector de las tierras de Drogón y todo lo que lo habitaba. Se detuvo un instante y a pesar de que con sus consejeros había estado ensayando su respuesta, sintió que aún no estaba preparado para darla realmente.
—¡No! —dijo Tajante— Estoy pidiendo que traigan a cada hombre, anciano, mujer y niño dentro de las murallas de la ciudad. No podemos arriesgarnos a enfrentar a esas bestias a campo abierto ¡Sería una batalla que no ganaríamos!
—¡Pero eso es una locura! —se quejó el líder de la casa Maraz— Tomaría semanas ¡Tal vez meses! ¡No contamos con tanto tiempo! —señaló a Taka como buscando algo de soporte en sus palabras. Más el guerrero, como simple invitado, prefirió guardar silencio, después de todo era poco lo que podía aportar en aquel tipo de decisiones.
—Ya has escuchado a nuestro rey —se adelantó Varys tomando la palabra de manera severa— Esta es nuestra mejor oportunidad ¡Envíen cuervos, criados y mensajeros! ¡Viajen ligeros! ¡No traigan nada de valor o de motivo de retraso que no sea espadas y lanzas! En cuanto derrotemos al enemigo podrán volver a sus casas, a sus tierras, a sus vidas. Por lo demás, debido al nacimiento de nuestro amado príncipe Abel, la mayoría de los nobles no presentes aquí hoy día, ya se encuentran de camino. Pronto estarán acá.
—¿Qué pasará con las ciudades costeras? —preguntó el líder de la casa Aguaoscura— ¿Vendrán también? —preguntó inquisitivo.
Ahí, por lo menos, debía haber unas cien mil almas, sin contar los pueblos y asentamientos pesqueros, jamás entrarían todos en la ciudad capital. Era simplemente imposible.
—Mitra y Omer-Ka tienen sus propias defensas —aclaró Edón— Se han enviado cuervos y están al tanto de la situación. Todos los que venían de camino a celebrar el neonatal de mi hijo Abel se han regresado a sus ciudades y las puertas se están manteniendo abiertas para albergar a todos los residentes cercanos que busquen protección en las murallas —Edón suspiró apoyando ligeramente sus manos sobre la mesa— Escuchen —dijo cambiando el tono a uno más afable— Quiero que entiendan que esto para mí tampoco es fácil. Como todos saben mi propia hija Dalerí gobierna junto a mi yerno la ciudad de Omer-Ka. Dejar a su suerte aquellas ciudades es prácticamente dejar a su suerte a mi propia hija ¡Me duele hacerlo! Pero mi primer compromiso es con el reino y con ustedes ¡Mi hija lo sabe! Y como buena ciudadana, fiel a Drogón, a su padre y a su rey, está dispuesta a asumir su papel, así como yo estoy dispuesto a asumir el mío. Por lo demás, hemos enviado cuervos solicitando ayuda a todos los demás reinos que aun creemos que se hallan en pie. Difícilmente llegaran a tiempo, pero si resistimos lo suficientes puede que tengamos una oportunidad.
Los nobles presentes lo miraron en silencio, por un instante el gran rey Edón pareció derrotado, vulnerable. Hasta que Manchester habló.
—Creo que yo y mis hombres podríamos enfrentarlos a campo abierto, mi rey —dijo Manchester determinado— Podríamos diezmar sus tropas antes de que intentasen alcanzar la muralla.
—Morirían todos —advirtió Edón de manera tajante.
—Conocemos los riesgos —contestó Manchester con naturalidad— Y mis hombres son perfectamente capaces. Por lo demás, muchos de ellos lucharon por ti durante la Alianza en el asedio de Tormena.
—Los hombres de la casa Maraz se honrarían en sumarse también —aseguró el líder Maraz.
—Bien, bien —los detuvo Edón tratando de calmar un poco los ánimos— Ya hemos puesto en marcha los preparativos para esta batalla durante la tarde. Sepan que al igual que a ustedes esto nos ha llegado de sorpresa. Y como tal, iremos ajustando nuestras tropas y estrategias a medida de que sean capaces de llegar hasta acá. No obstante, como primer acto se enviará una comisión embajadora hacia el reino de Flemister solicitando apoyo inmediato. El rey Ewolo es el mejor estratega militar que he conocido y como muchos saben ya hemos luchado juntos en el pasado. Su apoyo es indispensable en todo esto y conociéndolo sabemos que no se quedará al margen.
—¿Quién será parte de esa comisión? —preguntó un noble de las casas menores— Si aún no tiene voluntarios yo y mis hombres nos sentiríamos honrados de acudir en su nombre.
—La comisión estará compuesta por este humilde servidor —se adelantó Varys con su sonrisa maliciosa— Que junto a hombres de confianza viajaremos esta misma madrugada rumbo a Flemister a gestionar con eficacia el respaldo militar de los ejércitos del rey Edón.
Edón lo miró extrañado un momento.
—¡No! —dijo Tajante— Te necesito acá ¡Los necesito acá a todos! Esta podría ser la peor crisis que ha enfrentado nuestro reino desde su fundación ¡Y la peor que ha enfrentado la Tierra Conocida! —enfatizó— Lo he meditado con detenimiento y quería encomendarle dicha misión a nuestro ya reconocido héroe Asaf junto a sus hombres —zanjó.
Asaf y los demás se quedaron totalmente sorprendidos, se miraron los unos a los otros por un momento.
—Su alteza —dijo finalmente Asaf aun un tanto extrañado frente a la petición— Para nosotros sería un honor ¡Prometemos no fallarle! —enfatizó con una reverencia.
Sus cuatro acompañantes inclinaron la cabeza de manera similar a como lo había hecho el navegante, mostrando su aprobación.
En tanto, unos cuantos murmullos se hicieron escuchar a través de la sala, sin embargo, ninguno fue lo suficientemente alto como para transformarse en un problema. Asaf era demasiado famoso como para que alguien se atreviera a cuestionar abiertamente su integridad. Por lo demás, era de los pocos en aquella sala que ya había enfrentado al enemigo y logrado sobrevivir. Varys fue el único que abrió la boca.
—¡Pero su majestad! —protestó— ¡No conoce el terreno! ¡No maneja la diplomacia! Como usted sabe yo soy cercano a...
—¡Asaf ya nos ha demostrado ser más que capaz de manejar estos asuntos! Dio aviso a mi yerno y a mi hija en Omer-ka para luego viajar hasta acá en tiempo récord sin siquiera conocer el terreno —aclaró Edón— Por lo demás conoce de primera fuente a lo que nos enfrentamos ¡Si hay alguien digno de confianza en estos momentos sin duda es él!
Ninguno de los nobles se atrevió a cuestionar a Edón, era convincente. Aun así, Varys decidió insistir.
—Al menos déjeme acompañarlo —se adelantó— Necesitará un guía y como su consejero tengo contactos...
—¡Se le asignará un guía! —zanjó Edón— Por lo demás todos sabemos que no es una gran travesía arribar a Flemister ¡Son perfectamente capaces! Y Varys, te necesito acá más que nunca —dijo girándose directamente hacia él.
Varys pareció abrir la boca para protestar, pero terminó mordiéndose la lengua a último momento. Era solo veneno lo que quería escupir.
—Eres mi consejero y como tal te necesito acá aconsejándome, no de viaje hacia el reino vecino —sentenció Edón.
Varys pareció herido, disgustado, molesto.
—Como usted diga majestad —asintió finalmente luchando por contener una evidente mueca de desagrado. Sin lugar a dudas quedarse en Drogón no era una buena idea para él.
—¡Bien! —continuó Edón dirigiéndose a los demás— Estimados caballeros, nobles señores de las vastas y hermosas tierras de Drogón, ha llegado el momento de demostrar que realmente merecen cada uno de sus títulos... Vuelvan a sus tierras cuanto antes, envíen cuervos y mensajeros, avisen a nobles, huérfanos, campesinos y guerreros. El enemigo está cerca y las murallas de esta ciudad estarán abiertas para albergarlos a todos. Viajen ligeros y sin tardanza, traigan espadas, escudos y lanzas que cuando el enemigo este a nuestras puertas poco importaran las riquezas y más valor tendrá un simple cuchillo que un puñado de oro ¡No lo olviden! —enfatizó— ¡Que en lo que se avecina cada uno cuenta!
En cuanto el rey Edón finalizó su pequeño discurso, el resto de los nobles le aplaudieron de pie. A esas alturas ya no había ninguna duda de la inminente amenaza que se ceñía sobre el reino y como tal estaban dispuestos y comprometidos a cumplir con su parte, no había otra opción. Por lo que concluyendo la reunión salieron diligentes a enviar mensajeros, a convocar a sus tropas y algunos a regresar a sus tierras por sus familias. El tiempo se agotaba y cada segundo era importante, por lo que aquella noche fue de gran ajetreo en la capital, los herreros y artesanos de flechas comenzaron a trabajar a máxima capacidad, se envió un sinnúmero de cuadrillas de hombres a los bosques por madera para empalizadas y se comenzó a notificar y preparar a los habitantes de la ciudad de inmediato. Desde ese momento se ordenó cesar con toda actividad que no estuviera relacionada con los preparativos para la batalla. A cada hombre, mujer y niño se le comenzó a asignar un trabajo mientras que a todo aquel con la capacidad de luchar se le ordenó presentarse al ejército sin demora. La batalla que se avecinaba sería dura y sin lugar a dudas decisiva.
—¡Su majestad! —llamó Taka una vez que la mayoría de los presentes ya se habían retirado— ¿Me podría regalar un minuto de su tiempo? —preguntó tratando de entrar con mayor tacto esa vez.
Edón conversaba animadamente con el maestro Peter, el comandante en jefe Zelas Madabarast y otros dos consejeros. El príncipe heredero Ougín también estaba junto a ellos escuchándolos.
—Claro —respondió Edón asintiendo con amabilidad mientras desatendía por un instante a los demás— Lo que necesites.
Tras todos los hechos acontecidos le había concedido asilo privilegiado en el castillo. Taka lo había aceptado de buena gana por supuesto.
—Quería hablar con usted un momento respecto al muchacho... —comenzó Taka.
El maestro Peter pareció sorprendido. El comandante Zelas y los otros dos consejeros en tanto lo observaron con recelo.
—¿Qué muchacho? —se adelantó Edón inquisitivo.
Taka dedujo por el tono de voz que tal vez no era el momento de hablarle de aquel asunto. La reunión había sido larga, agotadora y había muchas cosas de las que ocuparse. Aun así, prefirió seguir adelante.
—Ereas —dijo de la forma más respetuosa que pudo— Me lo en...
—¿¡Has hablado con mi hijo!? —exclamó Edón cambiando súbitamente su expresión. Se adelantó unos pasos colocándose justo frente al guerrero. Lucía molesto, realmente molesto.
Taka, pese a ser mucho más alto y fuerte que él, se sintió profundamente intimidado. Estaba en calidad de asilado en el territorio y el castillo de aquel hombre, bastaba una simple orden y su cabeza podía rodar esa misma noche. Por un instante no supo que decir.
—S... sí —respondió dubitativo— Me lo encontré en el patio —trató de excusarse— Y...
—No vuelvas a acercarte a él —le advirtió con mirada asesina— ¿¡Me entendiste!?
Taka se quedó totalmente desencajado.
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