Entre la vida y la muerte.
Isaac Anderson
Cuando Morfeo y yo llegamos a casa, Thomas y Anna ya estaban allí. Ella fue rápidamente a darme un abrazo con ojos llorosos, e impacientes de saber lo que le había pasado a su única hija, el sol de su vida.
Le contamos el plan de lo que teníamos planeado hacer «excepto la parte donde Thomas muere»
La cazadora estaba discutiendo con Valeria, y no tenía ganas de ayudar, me senté en el taburete de la barra y Orfeo sirvió un trago de licor. Thomas se acercó a nosotros, pero escogió uno de las botellas que no me pertenecían. Estuvimos bebiendo mientras Anna preparada café y algo para comer. Y, nuevamente escuché a esas chicas.
—¿Cómo voy a concentrarme cuando estás haciendo esto? —gruñó Valeria en la parte de atrás de la casa.
—Mejor ve a ver qué sucede antes de que se maten y no haya manera de revivir al mortal —dijo Orfeo bebiendo un trago para acercarse a Anna.
Rodé los ojos y salí por la puerta de atrás que estaba enmedio de las dos recamaras y allí estaban, sentadas en el suelo, Valeria tenía las manos en la cabeza de un gato y la cazadora estaba abriendo en vertical con una navaja. La luz estaba apagada y solo tenían una vela con un botiquín. El viento azotaba los árboles e inquietaba a mis bestias. Supuse que sabían lo que se acercaba.
—¿Qué crees que hacen? —indagué perplejo.
Valeria me miró fugaz, sin soltar al gato y la cazadora seguía cortando.
—Le enseño a mantenerlo con vida y sin dolor, mientras hago una operación de alto riesgo, así que, por favor deja de molestar —gruñó mirándome brevemente para rodar los ojos.
Esbocé una sonrisa mientras Valeria parecía nerviosa.
—Mantenlo con vida —dijo la cazadora.
—¡Eso intento! —protestó Valeria mientras me recargaba de la puerta.
La cazadora comenzó a coser, y Valeria cerró los ojos cuando el gato empezó a moverse.
—Ya falta poco, recuerda que debes hacerlo despertar y luego dormir —aclaró la cazadora.
Valeria resopló y trató de mantenerse enfocada.
—Ahora, hazlo —dijo rápidamente la cazadora.
Valeria cerró los ojos y presionó ligeramente la cabeza del gato, cuando Valeria abrió los ojos el gato dejó ir un maullido y después volvió a cerrarlos. La cazadora estaba sonriente, y colocó al gatito en una manta a su lado. Los poros de mi piel se erizaron, mi sonrisa se expandió involuntariamente.
—Bien, lo hiciste —ambas resoplaron aliviadas—. Al menos sabemos que el chico quizá no muera.
—¡Wow! ¿Cómo hicieron eso? —indagué acercándome.
—Bueno... 12 horas de aves muertas, y un una serpiente —masculló la cazadora.
Sonreí por debajo.
—¿Cuándo comenzamos? —cuestionó Valeria. Había un toque de entusiasmo mientras se sacudía el vestido.
—Necesitamos que mantengas a Thomas enfocado en algo mientras Anna lo somete a hipnosis —aclaré.
—Okay... puedo hacer eso —se levantó y sonrió. Se detuvo en la puerta—. Cuando esto termine necesitaré saber más. Me duelen los sentidos —reprochó lo más dulce que alguna vez pude escuchar de alguien enojada.
—Claro... lo haré —dije en un hilo de voz—. Sólo quiero salvar a Lizzie.
Ella rodó los ojos.
—Por eso estoy aquí —sacudió sus botas y cruzó la puerta dejándome con la palabra en la boca.
—Vaya —se burló la cazadora.
—¿Cuál es tu nombre? —fruncí el ceño mientras se acercaba con el gato.
—Quítate.
—Que lindo nombre, ¿no podían ponerte con permiso? —ironicé.
Pasó a mi lado cerrándome la puerta en la cara. No sabía porque había chicas tan malas, supongo que así me gustan. Esbocé una sonrisa y supe que debía comer, había algo extraño en la sangre últimamente, me agradaba el olor de su sangre. Tenían algo que me llamaba.
Pero mi sonrisa se borro al notar que ninguna me gustaba en serio, simplemente era un promiscuo, y lo disfrutaba demasiado. Aunque el sexo ahora era difícil, solo podía hacerlo con un demonio más, esas almas que llevaba eran buenas, pero al final sólo lo hacía por simple placer. Era difícil tener sexo, y más porque no podía hacerlo sin carbonizar a alguien.
—Okay, Anna. Está parte te toca a ti —dijo Orfeo.
Me acerqué sigilosamente a ellos que parecían listos.
Thomas se apresuró a sentarse en el sofá, Anna resopló asustada, acomodándose en el sofá pequeño.
Valeria precia preocupada por Thomas, y sigilosamente se acercó.
—Quiero que todos se mantengan en silencio, solo hablaré yo. No lo confundan, esto es sólo una práctica —Aclaró Anna.
Morfeo y yo asentimos mientras la cazadora se sentaba intranquila en un banco junto a la puerta trasera.
Al lado de una, justo en la mesita estaba la cuna de Newton, o, bolas de Newton, yo prefiero llamarlo canicas irritantes. Tomó una para hacerla sonar, apreté los labios y comenzó.
—Thomas cierra los ojos —dijo en un tono fluido pero no monótono. Claro y preciso—. Quiero que sientas como se te relajan los músculos, y que cada músculo está flotando sobre una almohada de algodón gigante. Respira, siente como tus párpados se abren y estás mirando el cielo estrellado. No hay nada que pueda lastimarte, estás teniendo el mejor momento de tu vida, eso que le dió significado. Mientras piensas en todo esto quiero que ligeramente abras los ojos al lugar donde estás y me digas que ves, que es lo qué hay a tu alrededor. Y quiero que ese recuerdo nos lleve a un lazo. Algo significativo para ti.
—Hay palmas a mi al rededor —dijo tomando un poco de aire.
Sabía adónde nos llevaría nuestro querido Thomas.
Agh.
—¿Qué más ves?
—Es un recuerdo. Un viaje que hice con Lizzie.
Me tensé un poco y decidí escuchar.
—¿Por qué es tan importante?
—Porque... estuvimos juntos.
Orfeo se tensó en su lugar y yo lo imité. No podía sentirme cómodo escuchando cómo se acostaron con Lizzie, aunque a decir verdad escuché todo de su boca.
—Bien, ahora dime. ¿Qué fue lo que te acercó a ella?
—Estábamos en la playa, en la orilla, caminábamos, y ella se detiene. Me da un beso y se aparta de mí. Y... lo dice.
No quiero escuchar esto.
Sin embargo me pierdo con las personas que hay al rededor para no escuchar lo que va a decir.
—¿Qué dice?
—Te amo... ella me dice; te amo.
Veo que sus lágrimas comienzan a salir. Mientras su labios se fruncen y de un suspiro deja ver sus dientes filosos de conejo.
Tengo tanta hambre.
Tuve que concentrarme antes de querer salir corriendo por comida fresca.
—¿Por qué es una conexión para ti?
Comenzó a respirar de manera intranquila.
—Tranquilo, Thomas. Estás bien, sólo es un recuerdo. Dime porque te llevo hasta allá. ¿Qué hace ese momento tan especial?
—Ella fue la única que me lo dijo. Ha sido la única persona —sus lágrimas caían nuevamente.
No lo juzgo, también lloraría si tuviera sentimientos.
Todos en el lugar nos tensamos y aunque nadie dijo nada, sabíamos que nos habíamos sentido horribles por usarlo, aunque apostaba porque Orfeo no, pero yo sí, él era Thomas. El odioso novio de mi mejor amiga. Crecimos juntos, siempre trataba de ayudar y salía perjudicado, justo así.
—Dime qué pasa después.
—Ella jamás lo vuelve a decir —suspira como si se estuviese ahogando.
Anna nos susurró:
—Tenemos la conexión. Necesito que la chica lo haga.
Valeria se incorporó y fue hasta donde estaba la cabeza de Thomas, recargada al sofá.
—Ahora necesito que veas lo que veas y sientas lo que sientas no la sueltes. Toma su mano.
—Hay alguien más aquí, Anna —comenzó a moverse, y Valeria cerró los ojos, apretando la cabeza de Thomas.
—Es sólo el miedo. ¡Vence ese miedo! Necesito que te enfoques en Lizzie.
Está parte del plan estaba incomodándome.
—¡Quémalo! —dijo Orfeo.
Fruncí el ceño.
—¡No! ¿Qué te pasa? —farfulló la cazadora.
—No puedo hacerlo —mascullé.
No podía lastimarlo, no después de que ya estaba sufriendo.
—¿Cómo planeas que tenga una mente fuerte? —musitó Orfeo de mala manera.
Rodé los ojos.
—Dígale... pregúntele cuál fue el momento en el que supo que la había dejado de amar —farfullé.
No tenía idea, pero yo sabía bien que él no la amaba, no de verdad.
Ella asintió.
—Estás bien, sólo necesito que me digas en qué momento la dejaste de amar.
Todos nos quedamos en espera de respuesta pero él se negaba.
—Estás justo en ese momento, Thomas. Dime qué sucede. ¿Qué ves?
—Yo... yo estoy con Carrie, en su casa. Ella habla de que me aleje de Lizzie pero yo no le hago caso, tomé tanto que apenas podía conducir.
—¿Qué sucedió después?
—Necesitaba ver si era verdad lo que decían.
—¿Qué era lo que decían?
—Decían... dijeron que ella dormía con ambos —sus lágrimas emergieron—. Pero era Lizzie, ella jamás me haría eso.
Sabía que hablaba de Luzbel y de mí. Esos días en la cabaña fueron un castigo para Thomas y lo admito, fue cruel al permitir que su novio no formase parte de nosotros.
Pero había momentos en que no lo soportaba. Y menos cuando las muñecas de Lizzie quedaron luciendo rojas por semanas, y hematomas.
—¿Cómo fue el sentimiento?
—Decepción, pero... había algo en mi garganta.
—Okay, Thomas. Llévame al preciso momento.
Sí, ya que lo diga de una vez.
—Tomé mi auto, conduje hasta la cabaña de Isaac y entonces los vi. Estaban casi desnudos, tocándose y besándose como si... como si... lo amara. En ese momento fue cuando lo supe, no la amaba, amaba la idea de Lizzie, siendo la novia perfecta —suspiró—. Pero, la amo.
No hay manera de que la conozcas y no te enamores de ella, amigo.
Tragué saliva pesadamente y crucé los brazos.
—Thomas, esto sera aún más difícil. En el infierno tus malos pensamientos siempre resaltarán, todo lo malo regresará, pero necesito que su mente sea fuerte.
—Sí, lo haré.
—Bien, ahora sentirás un pequeño tirón, y no escucharás mi voz. Pero debes saber que estarás a salvo, es sólo tu mente, trata de elegir el lado correcto. Cuando chasquee los dedos te hundirás en tu subconsciente y te regresaré con tres.
Chasqueó los dedos haciendo que cualquiera de allí sintiese escalofríos. Thomas se veía más pesado, sin expresiones, la chica Valeria estaba sudando un poco, y podía escuché su corazón acelerarse con nerviosismo.
—Lo tengo. Lo haré elegir entre amar u odiar a Lizzie. Tendrá esta visión consecutivamente —susurró Valeria.
Todos estábamos nerviosos, necesitábamos que Thomas estuviese preparado para elegir a Lizzie a toda costa y por alguna razón sentía que sería difícil después de lo que dijo, porque lo que sintió fue exactamente lo que yo cuando se acostó con Luzbel, y no sólo eso. Me sentí traicionado.
Había más de diez minutos de silencio.
—¿Qué sucede? —musité.
—No lo sé, es complicado —Valeria seguía con los ojos cerrados.
—Define complicado —dijo no tan amable Orfeo.
—Él no ha elegido ni una vez. Sólo se queda allí parado, viendo cómo la matan.
Genial, ¿de qué sirve?
—¿Qué le muestras?
—Las cosas malas de Lizzie. Y sólo una buena.
—Así no ganaremos —gruñó la cazadora.
—Está bien —musitó Anna.
—El día de su primer aniversario lo olvidó —mencioné mirándolas como si fuese obvio que no tenía puntos a su favor.
Pero lo había.
—Está dolido, le duele —susurró Valeria.
Pero Lizzie lo quería, ese tonto era importante para ella, sin importar que pareciera lo contrario y yo tenía como demostrarlo.
—Escucha esto. Hay un collar que Thomas le regalo ese día. Ella jamás se lo quita, es símbolo de que en algún momento tuvo una vida normal y que lo quiso, y que aún lo quiere. No lo usa pero lo trae, amarrado en su pantalón, o lo usa enrollado a sus lápices, siempre lo trae. —se escuché el balbuceo de Thomas al finalizar la frase.
—La he visto, ella lo enrolla en sus lápices —dijo Valeria, frunciendo el ceño.
—¡Muéstrale! —intervine.
Todos nos miramos en el calor del momento y devolvimos a la mirada a Anna. Valeria estaba sufriendo para hacerlo, su corazón estaba casi ahogándose.
—¿Es normal? —Indagó Orfeo.
—No, pero está consciente, así que él lo que decidirá —añadió Anna.
Tenía la misma expresión de desespero que nosotros.
Valeria seguía haciéndolo hasta que de repente soltó su cabeza sin hacer mucho escándalo, estaba sorprendida. Morfeo la sujetó por la espalda para evitar que cayese después de que ese acto. Estaba mareada al parecer pero...
—¿Qué viste? —indagó Anna.
—Él... mato a el chico de mi dibujo. Lo vió en un recuerdo, y lo mato —sonreía de oreja a oreja y bueno... todos.
—Sí, todos tienen ganas de matar a Luzbel —aclaré.
—¿Salvo a Lizzie? —indagó Morfeo.
—De hecho... —sonrió ampliamente—, se sacrificó por ella. Saltó al fuego azul con ese chico, evitando que robara a Lizzie. ¡Wow! Eso realmente fue intenso.
Sonreí mirando a Morfeo.
Anna resopló aliviada sonriendo, tapó su boca y todos parecíamos felices. Ella recobró la postura y chasqueó tres veces, nuevamente ese escalofrío se sintió hasta en mis huesos. Cuando él despertó se agarró el pecho asustado, exaltado pero la cazadora fue por él, y se sentó en el sofá.
—Está bien, chico. Lo hiciste —tocó su mano y él la miró feliz, aunque tenía la mirada perdida.
Lo comprendía, ella tenía el cabello del mismo color que Lizzie. Y aunque el de Lizzie brillaba de otra manera, podíamos distinguir en la mirada.
—Tranquilo, Mortal. Sólo debes sacar a Lizzie, porque al morir ya estarás dando la vida por ella. —le dijo Orfeo.
¿Okay? Morfeo tenía una manera... peculiar de decir las cosas.
—¿Cuándo lo haremos? —indagué algo intranquilo.
—En una hora, la chica Valeria debe dormir —dijo Orfeo.
—¿Cómo planean sacar a Lizzie del infierno en menos de 15 minutos? —cuestionó Anna.
—Bueno. Thomas no puede estar allí más de 10 minutos —dijo la cazadora. Sonó más bien como una amenaza.
Y no por el hecho de cómo la dijo, si no porque nadie tenía idea de cómo revivirlo.
—Bueno... mi hermano puede hacer algo —aportó Valeria. Se acomodó cerca del sofá para sostenerse—. Él puede conseguir adrenalina. No puede estár mas de 10 minutos muerto porque su cerebro sufriría daños, incluso con mi ayuda.
—Bueno, dile a tu hermano que la traiga —dijo Orfeo.
—Sí, obviamente querrá dinero.
¿Por que sería un problema el dinero?
—¡No me importa! ¡No interesa cuánto quiera! Solo... dile que lo traiga —se desesperó Morfeo.
—Morfeo... —Anna trató de calmarlo con tanta frustración.
Aunque parecía enfurecido sólo podía ver su mandíbula tensarse.
—Sí, está bien. Ya le dije —respondió Valeria guardando su teléfono.
—Esperemos una respuesta —murmuró la cazadora.
Valeria miró a ambos en el sofá y se regresó hacia mí.
—Isaac. ¿Cómo planean matarlo? No pueden lastimarlo.
—Le detendré el corazón —dijo Morfeo.
¿Cómo? Pero
—¿Cómo? —indagó Anna.
—Le induciré a un sueño, su cuerpo se relajará tanto que su corazón dejará de latir —miró a todos como si fuera obvio pero la verdad no lo era—. Muerte natural.
—¿No crees que sea sospechoso que un chico de su edad tenga un infarto en un sueño? —puntualizó Anna. Frunció el ceño sonando más razonable de lo que creí.
—¿Que más propones? —gruñó Orfeo.
—Pues lo más normal es que sea una sobredosis. Ya tuvo problemas con drogas —dijo Anna.
Orfeo suspiró y aceptó.
—Yo tengo pastillas. Mi hermano las puede traer —fruncí ligeramente el ceño ante sus latidos acelerados al decir "pastillas".
—Yo también tengo —dijo Anna.
Y bueno, al parecer todos tenían antidepresivos.
Después de ir a la barra y volver a tomar, pasar la mano por mi cabello, mirar mi teléfono con correos de mis profesores, chicas y mi madre «morir en ese momento era mi mejor opción».
Quería que después de recuperar a Lizzie nos fuésemos de ese lugar. Mudarnos a otro país, quizá. Necesitábamos salir de allí, podíamos continuar. Vivir lejos de esto, no quería volver a saber de Luzbel, ni siquiera de Orfeo. Aunque era bueno y se veía que le importaba Lizzie, no quería que estuviese. Quería que Lizzie consiguiera a cualquier otro chico como Thomas, saliera y se divirtiera como siempre lo hacía. Y, si salía vivo me encargaría de que así fuera.
Pasaron al rededor de 40 minutos y Jorge ya estaba allí. Le dió las pastillas y las indicaciones de dónde colocar la adrenalina.
¿Por que en el pecho?
—No pueden darle una sobredosis después de la sobredosis. Esto es mucho, pero es lo único que hará lo que quieren. Prefiero no involucrarme. Yo no los conozco y ni siquiera se quién es Valeria —farfulló desde la comodidad del pórtico con un gorro negro y sus semblante pálido.
—Vale —gruñó Valeria cerrándole la puerta en la cara.
Thomas estaba asustado, podía escuchar su corazón palpitar con fuerza al azotarse la puerta. Sabía que no tenía a nadie más, así que necesitaba decir algo.
—Thom, ven. Quiero hablar contigo —dije llamando su atención.
Al escuchar que se incorporaba me dirigí a la parte de afuera y él cerró la puerta a su espalda. Se quedó cabizbajo, tratando de respirar con tranquilidad.
—Sé que tienes miedo —traté de no asustarlo—. Yo también lo tengo, y quizá no debas hacerlo porque ya no están juntos pero debo decirte que si haces esto... jamás podré pagártelo. Dedicaré mi vida a hacerte favores —él sonrió por debajo.
—No lo hago por ti, pero sé cuánto significa. —negó con la cabeza y me miro—. No quiero tu gratitud, quiero compensar lo que le hice.
¿Compensar?
Traté de concentrarme y no dejar que mi subconsciente fuese un malévolo sin empatía.
—Las cosas que hacemos son cosas que ya están hechas, y no importa. Lo importante es cómo manejamos las cosas después de los errores, y que tú mueras por ella significa que ya lo compensaste. Pero, jamás dejaría que ella viviera con ese peso sobre los hombros. No te dejare morir.
Miré un poco la noche, y me parecía magnífica.
—¿Cómo lo hacen? —me miró con los ojos cristalinos.
No tenía la menor idea de cómo seguíamos firmes después de tanta mierda.
—No lo sé. Supongo que ya no puedo tener miedo de morir.
—Pero tienes miedo ahora —musitó.
—No hay algo que me de más miedo ahora.
No había nada que me diese más miedo que perderla.
—Te prometo que la sacaré de allí.
—Gracias, Thomas.
—Has cambiado —dijo esbozando una sonrisa—, antes era más...
—¿Divertido? —fruncí el ceño.
—Se podría decir.
—Antes no querían matarme, o matar a Lizzie todo el tiempo—. Elevé los hombros.
—Es hora de hacerlo —dijo en un suspiro.
Me acerqué y coloqué mi mano en su hombro para darle un estrujón.
—Sabes que entenderé si decides no hacerlo.
—Lo haré —musitó.
—Debes saber que debes anclarte a tu humanidad, puede que algo cambie en ti, una especie de oscuridad siempre estará contigo.
—¿Eso te pasó a ti? —dijo curioso.
—Algo así —le regalé una mueca de ironía.
Ambos resoplamos y al intentar abrir la puerta se abrió de un tirón.
—¿Van a seguir besándose o vamos a empezar? —farfulló la cazadora.
Thomas estaba encantado por su belleza, y no lo culpo, hice lo mismo cuando la vi.
Lizzie Willer
Tenía frío, y tanta hambre. No había comido desde que me encerró, tampoco dormía, ni siquiera me bañaba. Lo único que hacía en el lugar era llorar y hablar con los cocodrilos desde la esquina donde había luz.
Estaba poniéndome la pulsera nuevamente después de una alucinación. A veces no sabía lo que era real o mentira, pero debía mantenerme lo más cuerda que posible. Sabía que no podía ir al limbo nuevamente. Porque sería la última vez, y no tenía razón del poder que supuestamente era mío. Resoplé y maldije mil veces a ese tipo.
—¡Chica! —escuché la voz de un hombre y rápidamente me incorporé.
—¿Quién eres? —fruncí el ceño al ver un verdugo.
—Un mensajero. Mi señor quiere que se dé una ducha y vaya a cenar con él.
—¡Dígale a su señor que prefiero morir de hambre!
Abrió la reja y me sujetó con fuerza del brazo, intento jalarme, pero aún así no quité mi expresión firme. Estaba furiosa y no me interesaba que tan grande era. No podía ver sus ojos pero retrocedió conmigo. Era alto, y fuerte pero no podía ver su rostro cubierto con una cuja de paja.
Hubo un ruido que lo asustó porque inmediatamente me soltó. Los cocodrilos comenzaron a gruñir. No sabía si era por él o por mí.
—Dile que si quiere algo que venga él —dije desviando la mirada.
Quité la pulsera y la lancé a la brecha donde se cerraba la puerta.
—Debió hacerlo por las buenas —masculló para irse.
Suspiré con valor hasta verlo desaparecer. Me tensé en el momento que escuché cómo cerraba la reja.
Quedé temblando y cerré los ojos para quitar el miedo de mi ser. Tenía que armarme de valor, y si era necesario iría hasta él. Sobé mi muñeca y aún dolía, me hacía recordar que los hombres no podían dejar de lastimarme. Los monstruos. Abrí poco a poco la reja, sin hacer ruido, pero cuando iba a irme, escuché gruñir nuevamente a los cocodrilos. Sabía que debía volver, debía hacer algo.
Caminé sigilosamente y aún con miedo a la oscuridad di un paso. Pasar la oscuridad se sentía como ir en la noche por agua después de ver una película de terror, y para colmo con la luz apagada. Abrí los ojos y allí estaban los dos.
—Bien, si hago esto deben prometerme que no me comerán.
Esperé una respuesta que recibí con un gruñido.
—Supongo que es un sí —elevé los hombres y carraspeé para dejarlos salir.
La reja no estaba forjada, sólo tenía un pasador y lo deslicé. Retrocedí para que salieran, estaba asustada sí, pero simplemente se quedaron quietos esperando a que avanzara.
Esbocé una sonrisa de victoria a medias.
—Okay, haremos esto. No tengo idea de que seguirá después pero lo haremos —al cruzar tomé la pulsera y salimos de allí tratando de no hacer ruido.
Sonreí al ver la imagen de ellos acompañándome, pero sentí que alguien se acercaba, temía que fuese el mismísimo Luzbel, pero la verdad es que no se sentía como él, sin embargo... ya no sabía quién era él. Miré alrededor y pude percatarme de que la visibilidad estaba a unos 2 metros, fruncí los labios. Un escalofrío me abrumó y apreté la pulsera. Los cocodrilos se pusieron al frente y escuché una puerta abrirse. Tal cual, la puerta que me trajo hasta este lugar.
—Espero no entrar en alucinaciones ahora —dije poniéndome en posición de pelea mientras luchaba con mi mente para mantenerme firme, y sin alucinaciones.
Los pasos se escuchaban más y más cerca, y de pronto se dejó ver en la parte que llegaba la luz. Pude ver luz al menos en dos metros de distancia. Mi esperanza volvió y mis ojos se volvieron cristalinos. Los cocodrilos de abalanzaron. Conocía esa silueta atlética.
—Hey, está bien. Lo conozco.
—¿Lizzie? —caminó lentamente y se detuvo bruscamente al ver los cocodrilos.
—Thomas... —fruncí el ceño incrédula.
Corrí hacia él. Me colgué de su cuello mientras me abrazaba y respiraba mi cabello.
Había paz en mi ser, me sentía por primera vez a salvo pero algo me hizo sentir insegura, no sabía si era otra alucinación, ya lo había visto morir y no quería volverlo a ver. Thomas era lo único humano que me quedaba, no quería que se fuese de mi lado.
—¿Cómo es que llegaste? Sólo puedes si tú estás...
Me bajé poco a poco y sentí que estaba sucediendo nuevamente. Me alejé. La tierra se movía a mis pies.
—No sé que vaya a pasar, Lizzie. Y, tampoco sé si saldré vivo... —lo frené de inmediato.
—¿Esto es una alucinación? —suspiré tratando de no llorar.
—No, pero si no puedo verte después quiero hacer algo.
Me extendió la mano y la tomé.
—¿Qué quieres? —No sabía si alucinaba, no sabía que sucedía.
Se acercó a mí lentamente y después pude saberlo. Sonreí mientras se acercaba.
—Thomas. Ya no estamos juntos.
—No, pero quizá esta sea la última vez —sujetó mis mejillas—. Sólo quiero que seas feliz.
Miré sus ojos azules siendo realmente perfectos y pude sentirme la chica de 15 años al verlos. Al sentir su cuerpo parecía irreal, no era cálido, pero tampoco frío, pude sentir como un temblor abrumó mi cuerpo y finalmente lo hizo. Parecía una despedida, eso me asustó.
Jamás amé a Thomas como él quería. Pero llegué a decirlo porque sabía que jamás amaría a alguien de la manera en que lo amaba a él, ni la manera en que me amaba a mí. Era puro, y era real. Thomas esperó tanto para poder estar conmigo, y no de la manera obsesiva, era auténtico. Todo lo hizo especial.
Siempre viviría en mí.
Thomas Wilson era el clase de chico que se aventaría a un precipicio por ti... y al parecer sería capaz de ir a los vagones más terroríficos del infierno, por la chica que lo lastimó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro