
Capítulo 9; Hellhound
Isaac Andersson.
Habían pasado tan sólo dos días desde aquél desastre en la cocina de Lizzie. Intenté comérmela pero al parecer mi amor por ella es más fuerte que mi necesidad de digerir carne cruda.
Sería tan malo de mi parte, cuando fue ella la que me trajo de vuelta... al menos con un 60% de humanidad. Nadie me importa tanto como ella, ni siquiera mis padres. Ellos siempre estuvieron más ocupados en su divorcio, en sus amantes y sus problemas. ¡Gracias! Ahora tengo una nueva familia.
Cuando Lizzie me encontró en su cocina se quedó perpleja, y por un par de segundos quise arrancarle la cabeza, no es tan malo sí notamos que aún sigue con ella incrustada en su cuerpo... ¡y, volví de la muerte! Sólo son los efectos secundarios de haber sido marcado por un demonio y beber sangre de un ángel caído.
—¿Qué quieres comer? —cuestionó, mi mejor amiga.
Está muy asustada mientras rebuscaba en su nevera.
Tú, ¿podrías ser un platillo?
—¿Crees... que vas a necesitar tu brazo izquierdo? —la chica me miró desconcertada, quiso poner una sonrisa divertida pero parecía aterrada— ¡Es broma!
Parecía haberla aliviado.
—¿Cuándo demonios aparecerá Nick? —cuestionó dejando todo lo de la nevera en su lugar.
No lo sé, no soy yo al que quiere arrancarle el alma.
—Nunca se sabe —encogí los hombros.
Mi actitud estaba algo distinta pero sólo era mi sarcasmo aumentando.
—¿Te sientes bien?
La chica parecía extrañada acercándose a mí.
—Volví de la muerte, podría estar peor —Hice un gesto de disgusto—, iré a darme un ducha, ha hecho demasiado calor esta mañana.
La chica de ojos marrones me miro irónica, quiso esbozar una sonrisa pero se detuvo preocupada.
—¿De qué hablas? El día ha estado bastante frío —me tocó el brazo por unos segundos, se quedó perpleja— Isaac... pero... tú, estás mucho más frío que el helado de vainilla que está en la nevera.
Trató de no sonar preocupada pero su rostro decía otra cosa.
—¿Qué dices? He estado bien, sólo estoy un poco pálido y más hambriento de lo que debería.
Comenzó a ladear la cabeza como si fuese obvio que algo andaba mal.
—Isaac... estás mucho más, que sólo pálido —contuvo aire en sus pulmones—, pareces... es cómo si... estuvieses muerto.
Sonreí amargamente y me dirigí a su habitación, me puse frente a su espejo y pude notar de lo que hablaba, tenía demasiadas ojeras, el bronceado que conseguí había desaparecido, mi mirada había cambiado... Escuché como ella entraba, y acariciaba mis brazos por la espalda.
—Estarás bien —susurró a mi lado.
Ella olía tan bien, más de lo habitual. Apreté sus manos más fuerte de lo que solía hacerlo y ella parecía asustada, muy al fondo de mí también lo estaba pero sólo deseaba consumir lo que sea que tuviese dentro, la hacía más atractiva que cualquier otro humano que hubiese visto. En el sentido de comida. Su mirada se tornó asustada pero incrédula, ella confiaba que jamás le haría daño... eso pensé yo.
—¿¡Isaac!? —me miraba a los ojos incrédula— ¿Qué haces? ¡Detente!
Sus intentos por librarse de mí fueron inútiles.
—¡No puedo hacerlo! —¿esa voz era mía?—, quiero hacerlo, no puedo evitarlo.
La chica negaba con la cabeza y miraba su ventana con esperanza de que alguien llegase a su rescate.
—¡Tú no eres así! —dió un gruñido de dolor al notar que apreté más sus manos para deslizar mi agarre a sus brazos—. No me lastimes...
No me interesó tanto el hecho de que fuese ella quién me suplicaba, hacía tantos días que no comía algo, y su alma... su alma, era tan distinta.
¡No lo hagas...! ¡Debes cuidarla!
Por un instante solté el agarre, y decidí ponerlo en su cuello, rodeando con mi brazo para dejarla inconsciente.
¡Suéltala...! ¡AHORA!
¿Por qué estaba luchando conmigo mismo?
Poco a poco noté cómo su cuerpo se ponía más flácido, parecía gelatina.
—Bel —susurró, tan quedito que apenas la escuché.
¡SUÉLTALA!
Mi subconsciente fue más fuerte que yo y la solté pero antes de que cayese al suelo la tomé. Pasaron unos segundos y en la puerta se encontraba aquel hombre de tez pálida.
—¿Quién te crees para hacerle eso? —su mirada me fulminó, y sin pensarlo agaché la cabeza, notando que estaba aquella chica de pelo castaño claro estaba tendida en el suelo y con una mano mía en su nuca.
Sentí como mi cuerpo volvía a ser mío, y lo poco de mi alma.
—No... no lo sé —miré mi regazo y allí estaba ella, inconsciente. Tan frágil, tenía moretones recientes y antiguos, hizo que mi corazón se partiera por la mitad.
¿Aún tienes?
—¿Cómo pudiste detenerte? —cuestionó, quitando a la chica de mi regazo.
—No recuerdo muy bien, no podía controlarme. Me detuve porque era ella, pero su aroma, su alma es...
Mis manos estaban incontrolables, las pasaba por mi cara, y mordía mis dedos.
¡Yo jamás la lastimaría!
—Lo sé —la colocó en su cama—, no creí que podría ser posible, pero lo es.
Me miraba curioso sin dejar su semblante sombrío.
—¿De que hablas? —inquirí.
Él se acercaba a mí en modo de curiosidad, casi pude notar una sonrisa esbozarse, pero no.
—¡Eres un creador de fuego! Protector de lo inexplicable, acompañas a los muertos, consumes sus almas pero resguardas aquellas que consideras preciosas. —se detuvo en seco y me miró como si fuese a devorarme—. Hay muchos cómo tú en el inframundo pero ninguno en forma corpórea.
—¿Te refieres a...? —cuestioné incrédulo. Había algo que me hacía querer respetarlo.
—Eres una creación y personificación del sabueso —parecía enorgullecerse—. Tú acompañarás a las almas perdidas, y adorarás aquellas que sean un mito —sus ojos se dirigieron a Lizzie.
¿¡Lizzie!?
Salí de aquella burbuja que hacía que Lizzie no me importará...
Corrí a su cuerpo inmóvil en la cama, parecía que estaba dormida pero no reaccionaba.
—¿Lizzie? —miré al hombre de tez pálida—. ¿Qué ocurre?
—Tu sed por cazar almas... casi hace que le quites la que aparentemente más añoras conservar.
—¿Qué hice? —susurré mirándola, se veía tan frágil. Mis ojos querían derramar lágrimas pero por alguna razón no lo hice.
—Ella estará bien, tú eres quién necesita ayuda. Escribe una carta —dijo yendo al marco de la puerta—. Estaré esperándote.
Dirán que es estúpido confiar en él, pero no confío ni en mí. ¿Cómo pude casi matar a alguien que amo más que a mí mismo?
¡Mirala!
Su rostro aún esbozaba una sonrisa, deseaba con todas mis ganas que tuviese un buen sueño. Le regalé un beso en la frente y dejé la carte arriba de ella.
Querida Lizzie:
Espero puedas perdonarme por lo que te hice, mi intención jamás ha sido hacerte daño. Nick vino por mí, se dió cuenta de lo que acababa de hacerte.
«Tus ojos miraron a la ventana pero él entró por la puerta»
Quizá esto jamás me lo perdone, pero espero que tú puedas perdonarme. No sé cuánto tarde pero te prometo que jamás volverás a tener que preocuparte por eso.
Recibí la carta de la universidad hace 2 días, pero no quise decirte ya que tú aún no la recibías. Encárgate de nuestro hospedaje.
¡Estaremos juntos en esa maldita universidad!
T. A. ; Isaac.
****
LUZBEL
PALABRAS DE LUZBEL
No me interesa tener su alma.
¡Quiero tenerla a ella!
Voy a encargarme de estar con ella sin importar qué tanto me cueste conseguirlo.
Dicen que ser obsesivo es un defecto, pero yo lo veo como un regalo.
Jamás he deseado algo que no pueda tener.
No he amado jamás a nadie, nunca he amado a nadie tanto como me amo a mí mismo.
Mi poder es lo que me hace ser quien soy, y por eso me arriesgaré.
Lizzie Willer.
Podía sentir el dolor en mi cuerpo, ¿porqué me dolían tanto los brazos? —Isaac! —. Me levanté en un suspiro, agitada.
¿Qué diablos había pasado?
Me tallé los sienes un par de veces, mi pecho se sentía adolorido. Tomé mi teléfono y llamé al número de Isaac, pero estaba sonando en mi habitación. Coloqué adormitada mi teléfono en el buró y al poner los pies en el suelo, vi una carta escrita en un papel, pude reconocer al instante que era la letra de Isaac. Mis lagrimas se atoraron en algún lugar, no querían salir. ¿Cómo diablos iba a solucionarlo? ¡Él no podía dejarme!
Ese día no desayune, mi estómago estaba revuelto. Mi madre me preguntó qué sucedía y le dije que iría con Isaac a ver la residencia que le tocaría a Isaac. Me la pase todo el día en el sofá, vi los shows que le encantan a Isaac y me quedé dormida en ese proceso.
—¿Cariño? —la voz de mi madre a lo lejos— ¡Es la carta!
Tallé mis ojos un par de veces tratando de despertar.
¿!La carta!?
¡LA CARTA!
Corrí como loca, casi le arranco la mano a mi madre por quitarle el sobre. Entré de nuevo a la casa y ni siquiera me percaté de que iba descalza. Mi madre se sentó a mi lado, en el sofá más grande parecía ser pequeño, mi corazón latía a toda velocidad — ¿Era verdad?—. Abrí el sobre algo nerviosa, estoy segura de que estaba temblando. Cuando por mis mis ojos vieron el resultado todo parecía transcurrir en cámara lenta, estaba híper ventilada.
—¿Y...? —cuestionó mi madre tratando de ver el papel.
Me había quedado muda por un momento.
—Me... me han... ¿¡me han aceptado!? — tartamudeé incrédula— ¡ME HAN ACEPTADO!
Salté como loca y corrí por toda la casa haciendo un baile de festejo. Abracé a mi madre que estaba tratando de calmarme. Y cuando por fin la abracé, sentí que mi alma se devolvía a mi cuerpo.
—¡Estoy tan feliz, y orgullosa de ti! —acariciaba mi nuca, parecía que podía oírla llorar— También estoy feliz por Isaac...
Mi corazón se aplastó y me separé de ella, me sentí tan mal por Isaac.
—¿Qué sucede, cariño? —susurró mi madre. Parecía tan que podía ver en sus ojos los signos de interrogación—. ¿Discutiste con Isaac?
¡No podía decirle eso!
¡No, no puedes!
—¡Nooo! —dije secando mis lágrimas—. Él
se adelantó, dijo que pasaríamos la noche allá para recorrer el lugar.
—¿Cuándo me ibas a decir esto? —farfulló mi madre. Si me dió miedo.
—Salió de improviso... avisaron de la residencia —mentí.
¿Qué tan cierto podía sonar eso?
Mi madre no tan convencida asintió y se dirigió a la cocina. Dejé ir la calada de aire que llevaba guardando en mi pecho desde que Isaac se fue.
Después solo festejamos mi admisión y no protesto mas del tema.
***
—¿Andersson? —cuestionó un chico que estaba a cargo de la residencia. Me escaneo por completo enervando una ceja.
¿Eh?
—En realidad...Willer —puse los codos en el mostrador—, es el lugar de mi mejor amigo, pero me mando a supervisar.
—¿Willer? —de puso de inmediato a teclear su ordenador—. Sí, aquí estás. La residencia no es mixta, tu amigo y tú... dormirán en habitaciones separadas.
Puse los ojos en blanco, mientras me alejaba del mostrador. De hecho era mixta pero las habitaciones no, así que no tenía mucho sentido lo que decía.
—¿Puedo ir a ver? ¡Él quiere evidencias! —saqué mi teléfono en muestra.
—No lo sé —mencionó pensativo— ¿Porqué no está él contigo? Él est...
Piensa rápido.
—Se torció el tobillo —lo frené y puse la cara más angelical que podrán ver.
Él no muy convencido me estaba entregando las llaves.
—¿Accedes a cualquier cara bonita? —farfulló ofendido un chico detrás mío.
Me giré lentamente y lo aprecié. Era de cabello oscuro, ojos azules con un toque verdeado, su cara era intimidante. Por un segundo creí que era Bel, pero no.
¿Ahora lo llamas Bel?
—¡Oh! Mira que grata sorpresa... —respondió el encargado.
Me giré para no parecer tan obvia.
—Me descuido un par de horas y ya quieres aceptar a cualquiera —gruñó burlón.
—"¡Es la mejor amigaaa!" De tu compañero de cuarto.
—¿En serio? —volteó a escanearme, y se acercó significativamente recargándose de la pared.
—¡Soy Liz! —extendí la mano.
El chico la tomó y sin pensarlo, plantó un beso en ella.
—Un placer, Liz —tomó las llaves del taburete—, yo le mostraré la habitación —susurró, con una mirada traviesa.
—¡No quiero ninguna queja por ruido! —protestó el chico de la mini oficina mientras el otro me llevaba del brazo.
—¡Relájate, Miles! —me miró e hizo una pistola con sus dedos, indicando que se daría un tiró.
Fue algo divertido a decir verdad. Me sentía por primera vez como en la universidad, sin Isaac, sin mamá, sin Patrick. Sin Nick-Bel.
No me di cuenta cuando ese chico terminó de subir las escaleras conmigo, pero ya estaba abriendo la habitación.
—¿Quieres? —cuestionó con los ojos, abrió completamente la puerta y le tiré una ojeada—. Primero las damas
Me hizo una reverencia no muy exagerada y cerró la puerta después de que yo entré. Me asusto el hecho de estar a solas con él. Se tiró en la cama que aparentemente era de su lado. No entendía cómo Isaac tenía cama. Y sus cosas.
—¿Cómo es que...? —cuestioné, replicando los dedos en el escritorio de Isaac.
—Tú amigo ya ha estado aquí, y trajo todo esto —dijo, cerrando los ojos en forma de cansancio—, yo me mude hace poco.
—¿Cuándo estuvo aquí? —cuestioné más firme de lo que creí.
—¡Creí que eran mejores amigos! —ironizó, aún tirado en la cama—. Ayer estuvo aquí con su hermano. Me comentó que vendrías pronto, no sabía que tan pronto.
Se incorporó y me tomó de la mano.
—Estoy aquí para cuidarte, y puedes buscar una habitación muy cercana a la nuestra —se incorporó y por algún motivo sus ojos no me permitían moverme.
En ese instante una chica en la puerta tocaba sin parar. Resopló enfadado y sin más fue a abrir.
—¿Qué se te ofrece? —abrió la puerta tratando de cubrirme.
La tipa no quiso más explicaciones al verme.
—¿Por eso te fuiste tan temprano de mi cama? —gruñó la tipa en busca de respuestas.
—Es mejor que te vayas, y no vuelvas. —tomó un momento para pensar— ¿Cuál era tu nombre?
¡Idiota!
—¡Idiota! —la chica le dió una abofeteada que debió doler.
Pero sin más se marchó, y él cerró la puerta detrás suyo para dirigirse a mí.
—Veo que todo está en orden... no... no sé porque Isaac querría que viniera —dije de mala gana, caminando a la salida.
—¡No! —tomó mi brazo— ¡No puedes irte!
Estoy harta de que me digan que hacer y sobre todo que me sometan.
—Puedo y eso haré —pegué un tirón y me dirigí a tomar la perilla de la puerta.
Él la cerró de inmediato poniendo los brazos al rededor de mí como si fuese una cárcel.
—Me encargaron cuidarte —mencionó, apartándose de mí, muy sigilosamente.
Lo miré confusa pero suponía que Isaac le había comentado algo.
—¿Qué te dijo Isaac? —cuestioné, apresurada.
Esbozó una risita.
—No fue él... fue mi querido hermano —dijo sin más para tirarse a la cama nuevamente.
—¿Tu hermano? —inquirí. Fruncí el ceño— ¿¡Bel!?
—No sabía que tuviese apodo... pero sí... —me miraba como si pudiese ver a través de mis ojos.
—¿Quién eres? —pregunté, algo asustada.
—¿Quién eres tú? —me miró como si tuviese algo que decirle.
¿Por qué se me hacía tan conocido?
No respondí, me quedé perpleja haciendo memoria.
—¿Qué es lo que ve en ti? —dijo acercándose— ¿Qué te hace tan especial?
Tocó mis hombros y miró mis ojos. Por alguna razón se me hacía conocido.
—He cuidado de ti, desde el día en que naciste, no de forma asquerosa —tomó una calada de aire—. Pero, desde que me dijo que tenía el mejor obsequio, y que debía cuidar de tus sueños, y lo hice. ¿No?
Mi cuerpo se heló, todo este tiempo creí que era Bel, acosándome en mis sueños.
¿Qué diablos pasó?
Se acercó a mí y pude sentir su respiración.
¿Eres tú...?
Guió una mano a mis mejillas y mi memoria surgía, aquel sueño que tuve antes de conocer a Bel, aquel sueño en la oficina de mi madre.
—¿Eres tú? ¿¡Él de mis sueños!? —cuestioné incrédula.
Me miró sin ninguna expresión.
—Depende de a lo que te refieras —dirigió su dedo índice a deslizar sobre mi brazo—, si te refieres a aquél sueño... ya sabes, dónde la oscuridad te acompañó, entonces... sí, soy yo.
Hazlo de nuevo...
Por un momento pude sentir el calor de sus labios en mi piel y me desvanecí.
Comenzó a recorrer mi cintura y cuello con sus manos justo como en el sueño. Para mí parecían inevitables, cuando lo sentí fue como si Bel fuese quién lo hacía.
—¡Deténte! —dije, antes de que mis labios tocasen los suyos—. No... no quiero hacer esto.
Me miraba divertido, se alejó y se sentó en la cama indicándome que lo acompañase.
¡No lo hagas!
Lo hice.
—Puedes engañarte todo lo que quieras pero sabes lo que realmente deseas —afirmó.
Parecía estar más que seguro de lo que decía. Y, sin duda había sentido algo.
Sin duda.
—¡No me importa tu piel! ¡Necesito respuestas! —exigí.
Sus ojos me miraron tan radiantes que por un momento creí lo que me decía.
—¿Estás segura?
Asentí sin dejar de mirarlo a los ojos.
Sus labios comenzaron a moverse, dijeron que Bel cada ciertos años volvía a pedir lo que le habían prometido. En este caso fui yo, lo que no sabían es que le gustaría más para mantenerme con vida.
—El día que perdió sus alas tú estuviste allí... —lo frené.
—Creí que él las había perdido mucho antes —murmuré.
—Lo hizo, pero es algo que debe decirte él... —tomó un momento—, él las perdió por estar contigo, renunció una vez más a ellas para estar aquí, y su espíritu, estaba afligido. Creía que por algún momento no valía la pena. Fue hasta dónde estabas, fue iluminado una última vez para que pudiese conservar la esperanza, y la esperanza fuiste tú.
—¿Cómo fu...? —me frenó de inmediato.
—Lo conociste el día antes de que llegará, esa madrugada habías tenido un sueño que yo puse allí. Estabas caminando fuera de tu casa buscando a tu mascota, que desde el día anterior desapareció —Lo decía tan seguro que casi le creí.
¿Cómo lo sabe?
Me quedé perpleja intentando recordar pero no. Me sentí atraída por la incertidumbre y decidí creer lo que estaba pasando.
—No... no recuerdo eso. Yo no... nunca lo vi antes.
Me miró desesperanzado.
—Lo harás... duerme... —sopló un polvo, y su voz era apacible pero tan varonil. Casi tanto como la de Bel
Miré sus ojos por última vez e iluminaron mi oscuridad.
—¿Pucca? —froté mis brazos— ¿Adónde te metiste?
Caminé a la carretera en busca de una señal pero lo que me topé fue un rayo de luz. El impacto fue tanto que me aventó a unos metros de donde estaba, por suerte caí en el pasto, y aún así dolía más de lo que imaginé.
Traté de incorporarme decidida pero dolía, al abrir los ojos noté que algo había caído de ese destello de luz. Después de batallar conmigo misma para incorporarme me encontré de pie tratando de averiguar a lo lejos que había allí, qué era lo que había caído del ¿cielo? Intenté dar un paso y mi pie derecho no respondió. Caminé arrastrándolo para toparme con una persona, yo seguía a unos metros de distancia pero pude percatarme de sus lamentos.
—¿Hola? —susurré, tratando de ser valiente.
Di unos pasos a él pero me frenó de inmediato.
—¡No, no te me acerques! —dijo aquél sujeto, extendiendo una mano exigiendo que me detuviese.
No hice caso y me apresuré a estar de rodillas ante él. Estaba desnudo, tenía una especie de sabana brillante llena de lo que parecía ser una sustancia azul-negra. Hice ademán a tocarlo pero él me detuvo sujetando tan fuerte mis muñecas, su manera de sujetarme era violenta y retadora.
—¡Suéltame! —traté de no hacer muecas pero en verdad dolía— ¡Sólo quiero ayudarte!
Su cuerpo también parecía tener luminiscencia, era de una manera que apenas se podía notar pero era simplemente magnífico. Me miró con los ojos llenos de brillo, estaba agitado, no dejaba de respirar más rápido de lo que yo podía contar.
La noche no le hacía justicia a lo que mis ojos veían, los faros de luz dejaban apreciar aún más su cabello dorado y sus ojos verdes esmeralda. Pude notar que había un destello más claro en uno de ellos, era realmente magnífico.
—¿Quién eres? —pregunté, perpleja.
—¿Quién eres tú? —replicó él, haciendo ademán a tocarme el rostro con una de sus manos que aún sujetaban mis muñecas pero se detuvo. Soltó mis muñecas y parecía avergonzado.
—Permíteme ayudarte —extendí mi mano.
Lo pensó un momento y me la dió, se incorporó ante mí, era tan alto, su cuerpo podía taparme sin esfuerzo.
—¿Qué lugar es este? —cuestionó, dando unos cuantos pasos a mi lado.
—Montana... es un lugar olvidado de la tierra —musité dulcemente.
—¿Qué haces a esta hora? —indagó el, había un brillo en sus ojos que no había visto.
—Pues... buscaba a mi gata —sonreí por debajo y traté de ser lo más fuerte que pude, pesaba y aún así podia sentir que no lo cargaba completamente.
Él se apoyó casi nada de mí y caminamos juntos, podía notar que algo lo estaba lastimando. Entramos por la puerta de atrás, la cocina era un desastre.
—Quédate aquí, traeré algo de ropa y... algo para curarte —él asintió y me dirigí a las escaleras.
Entré al antiguo cuarto de Patrick que estaba listo para el chico de intercambio que jamás llegó y saqué la ropa vieja que Patrick había dejado. Bajé a toda prisa y él seguía allí pero ya no estaba en el sofá, estaba tirado en el suelo, en medio de todos los sillones, estaba sentado, rodeaba sus piernas con sus brazos y estaba tan cabizbajo.
No quise preguntar así que corté esa sabana que tenía y empecé a curarle las heridas en su espalda, es como si le hubiesen arrancado la vida en las heridas, él repetía una y otra vez "yo no lo hice", no sabía a lo que se refería. Ayudé a que se colocara el pantalón de Patrick con mucho cuidado, él me miró después de eso, toqué su mejilla y le regalé una sonrisa.
Él quitó la mirada que se dirigió al suelo.
—Tú corazón es tan noble, no deberías llorar —susurré.
Él me miró con esos ojos que irradiaban luz, sus ojos estaban desbordando lágrimas que parecían doradas, su cabello caía justo arriba de sus párpados, no podía ver sus labios, su brazo tapaba aquella vista. Quedé perpleja a tal belleza, y pureza en una sola mirada.
—¿Qué eres? —pregunté, tocando su cabello rulo.
Él parecía poesía, todo él, era poesía.
—¿Qué eres tú? —contraatacó, divertido.
—Soy una chica.
Pude notar una curva en sus labios que parecía una sonrisa.
—Soy un arcángel, una aberración y un pecado —Hablaba con rabia, como si le hubiesen arrebatado algo
Me quedé incrédula, hice ademán a levantarme y puso la mano en mi hombro. Mi corazón palpitaba a toda velocidad, no podía creer de lo que hablaba pero a decir verdad sabía que no era alguien de la tierra, no con esas heridas en la espalda, y aunque me dió miedo, si quería averiguar mas.
—No temas, yo soy quién va a protegerte —afirmó. Eso me dió aún más miedo.
Todo corría en cámara lenta y de pronto todo estaba oscuro, unos brazos me acobijaron. Pude notar que él me colocaba en la cama, tocó mi tobillo derecho y cuando alivió ese dolor sentí que iba a desmayarme, miró una fotografía de Thomas algo curioso. Mis ojos abrían y cerraban pero se acercó a mí pegándose tanto que por un momento pude sentir su piel aterciopelada.
«Tu alma es tan pura como alguna vez fue la mía, hubiera deseado qué tu amor la corrompiera. Quizá eso sea mi salvación»
—Dime lo que te dijo —la voz de su hermano hacía eco en mi subconsciente.
–¡No lo se! —dije en el sueño.
LUZBEL.
Quise dejar todo en manos del destino pero, yo soy el destino...
Viaje y conocí tantas almas, pero
ninguna compenso la suya.
Viviré hasta que ella vuelva a renacer y cuando muera, yo estaré aquí para verla cruzar el umbral a mi lado, y entonces podré decir que la eternidad es grata.
El día que ella permanezca a mi lado, por toda la eternidad.
Lizzie willer
Justo antes de despertar, sentí las manos de Bel, aquellas que me levantaron, las manos que secaron mis lagrimas y me consolaron.
Él me necesitaba y aunque tuviese miedo no podía dejarlo solo, él nunca lo hizo.
También dormiría en el piso de tu cuarto, sólo para saber que estabas bien.
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