Capítulo 23
(Este capítulo estaba originalmente siendo parte del 22, pero era muy largo así que lo coloqué en otro. Sólo lo dividí)
El sábado habíamos ido a trabajar como de costumbre. Isaac siempre usaba ese mandil en la cadera color café y yo uno color vino. Siempre tenía más propina que yo porque allí llegaban más chicas de lo que creí, de hecho comenzaron a llegar cuando él entró. Eso mismo nos dijo nuestro jefe, y para nosotros era normal, siempre había sido así con las chicas, incluso llamaba la atención de los chicos.
El domingo la pasamos todo el día comiendo palomitas y viendo películas. Aunque estábamos un poco enojados por el cambio de actitud de Isaac, sin embargo llegó ese domingo por la mañana con una bolsa de cartón y se arrodilló ante mí. Estaba perpleja pues yo sólo veía una de mis caricaturas favoritas (Star vs las fuerzas del mal), entonces inclinó la cabeza y extendió la bolsa ante mí. Fruncí el ceño y tome la bolsa para ver lo que había allí. La abrí lentamente aún aturdida y cuando lo miré a los ojos lo dijo:
—Lo siento, realmente lo siento —dijo. Hice un puchero y cuando vi lo que había allí dentro me lancé a su cuello.
Lo tiré provocando que diese un quejido y riera al mismo tiempo.
—Tiene pepinillos extra —añadió.
Suspiré entre risas.
—Gracias —lo miré mientras ambos nos recargábamos del suelo.
Estábamos tan cerca de la mesa de centro que creí que estaba en pedazos.
—De verdad lamento tratarte así —musitó sin mirarme. Pero escuchaba su corazón latir a toda velocidad.
—También yo —lo miré y él imitó mi movimiento.
Sonreí y volvió a imitarme. Sentí una paz en mi interior.
Y saben que después se vino un mataron de Isaac con sus shows y de mi disfrutando de su compañía mientras coloreaba y comía mis hamburguesas.
Siempre quise esta vida con Isaac, pero no con Luzbel, sin embargo; no puedo imaginarme no haberlo conocido.
—¡Estaré en casa de Valeria! —le grité a Isaac dirigiéndome a mi clase.
—¡Iré por ti! —me lanzó un beso y desapareció con ese cabello rojizo y pómulos perfectos dándolo la vuelta en el árbol de la facultad.
Atrapé su beso divertida y mi sonrisa se borro al notar que ya no alcancé a verlo después.
—¿Es tu novio? —musitó Valeria a mi lado. Traía unas medias negras y botines, acompañadas de un vestido negro con dibujos de alguna animación—. Es lindo.
Su sonrisa y piel blanca hacían que sus mejillas se ruborizaran.
—¡No! Es Isaac... —me frenó.
—Sé quien es —aclaró muy segura sujetando unos bocetos realmente hermosos—, pero todo el tiempo están juntos.
—Es que vivimos juntos —dije sin pensar.
Ella frunció los labios divertida y giró sobre su propio eje sin despegar los pies para indicar que entráramos al salón.
—¡No quise decirlo así!
—No necesitas explicar, no soy ciega... —echó un ojo hacia adónde se fue Isaac—, yo también viviría con él.
—Es soltero —añadí entrando al aula con ella.
—No lo parece —dijo encogiendo los hombros.
Me quedé perpleja ante lo que decía, y era verdad. Era soltero, pero realmente no lo parecía, y yo tenía la culpa de eso.
Estaba sintiéndome dueña de Isaac, una prioridad. Él no tenía elección.
¿No?
Después de tener la clase de estadística más aburrida del universo, fui al baño para toparme con el gato de Luzbel en la salida de los baños de chicas.
—¡Diablos! —toqué mi pecho, para evitar que se me saliera el corazón— ¿Qué haces aquí?
—Es un mensaje de mi señor Luzbel —dijo cómo si no tuviese de otra.
Sentí una preocupación instantánea y tragué saliva para removerme en mi lugar. Crucé los brazos.
—¿Está bien? —fruncí el ceño y la preocupación se apoderó de mi cuerpo.
—Sí, pero me temo que usted no.
Mi cuerpo se heló al escuchar la seriedad.
—¿Qué sucede?
—Él no me lo pidió, pero vengo a advertirle.
—¿Sobre qué? —me desesperé.
Pasó una chica y me miró extrañada mientras hablaba con el felino.
—Ya que eres de su propiedad, y te has negado a ir con él repetidas veces... vendrá por ti, o mandara por ti. Sus demonios vendrán a cazarte.
Hubo una ola de silencio y mis ojos se cristalizaron en ese instante. Sentí un escalofrío recorrer mi piel y el viento cambio de dirección para hacerme sentir miedo.
—Él no me haría algo así —negué con la cabeza decepcionada, sintiendo que el aire me faltaba.
—Lo hará. Cree que eres algún tipo de engaño, y que realmente no te quiere. Piensa que eres sólo un recuerdo viviente de lo que vivió, y le arrebataron —su voz firme y sin titubear me hacía sentir aún peor.
—No, esto no puede ser real —comencé a negar. Traté de reír para no llorar.
—Esto es para que tengas miedo, pero por eso te recomiendo que el sabueso sea tu sombra.
—Creí que él no sabía.
—No sabe que te advertí, pero quería que sólo te dijera que arrebataría el alma de tu pecho. Así como le arrebató la vida a la mujer que fuiste.
Eso no me dió miedo, me dió terror. ¿Eso era Luzbel?
—Ten cuidado Elizabeth, los demonios son nocturnos —caminó hacia la salida del instituto y yo me quedé perpleja en el mismo lugar.
Comencé a respirar más y más rápido; las imagines de Nick, Bel, Luz, Luzbel, y todo lo que sea él, me abrumaron. Ya no quedaba nada, todo había sido una farsa, y me estaba destrozando. Sabía que algún día moriría, y estaría bien si no tenían que pagar por ello las personas que amaba.
Prometí que viviría mi vida tranquila y como debía ser, acabaría la universidad para que Isaac y yo pudiésemos irnos muy lejos y que jamás nos encontraran. Caminé cerca de ese árbol enorme donde me encantaba almorzar con Isaac y le pedí fuerza. Trataba de mantener la respiración, sin embargo; Isaac estaba frente a mí, nos separaban unos metros pero después no fueron metros si no un paso.
—Te sentí —tocó mi mejilla—, ¿te sucedió algo?
Me escaneó de pies a cabeza pero sólo encontraba preocupación en mí.
—No, es solo que... —no podía decirle, al nuevo Luzbel no le importaría arrancarle la cabeza—, no me siento muy bien, tengo algo de asco.
Se echó hacia atrás.
—¿Usaste condon? —esbozó una sonrisa maliciosa.
Lo golpeé en el hombro dibujando lentamente una sonrisa en mis labios.
—¡Idiota...! Pero sí, lo use. Eran tuyos.
—Debería poner una tienda de condones en el inframundo. Las almas de allí son muy calientes.
—¡Basta! —golpee la mano qué pasó de mi mejilla hasta mi nuca no se en que momento.
—Tu amiga es linda —musitó elevando las cejas.
—Es soltera.
Bueno no lo era, pero dijo que iba a terminar con él, justamente hoy. Desde de pasar un fin de semana con él.
Tragué saliva esperando una respuesta.
—No, no quiero eso —me acomodó un beso en la frente y se separó aliviado—. Nos vemos en casa de Valeria.
—Te quiero.
—También yo —dijo sin dar la cara, sólo alzo la mano dejando ver su dedo índice.
Mi Isaac.
Mi Isaac.
***
—¿No odias esta materia? —gruñó Valeria mientras sosteníamos nuestro café de vainilla.
No dirigíamos a su casa. Su hermano y ella eran poco unidos en la escuela así que no muy seguido se les veía juntos. Él era más tímido y ella más extrovertida, pero ambos me agradaban.
—No, creo que me ayudará en mi trabajo —concluí haciendo una mueca.
—Sí, no se para que me va a servir filosofía y literatura en un boceto —masculló caminando hacia la carretera.
—Piensa que si no existiera la literatura y todo eso... quizá el arte tampoco —añadí de la manera más absurda pero al parecer para ella tuvo sentido.
Frenó en seco, casi hace que tire mi café y me observó con los ojos entrecerrados.
—Tienes razón, quizá no existiera el café de vainilla.
Comencé a reír.
—Es verdad, esto es demasiado literario —fanfarroneé divertida.
—Somos demasiado literarias —añadió.
—Somos filosofía.
Se echó una carcajada y detuvo un taxi. Me sentí en calma, estaba sumamente abrumada por lo de Luzbel pero me sentía bien con ella, me hacía sentir que mi vida no había cambiado.
Camino a su casa estuvimos hablando de el proyecto, y también me hacía preguntas de lo que había pasado pero a decir verdad le cambiaba el tema. No quería involucrarla a ella.
Quizá no tengas que.
Al llegar a su casa estaban sus dos perritos pequeños y una raza Pitbull, me dió un poco de miedo pero a decir verdad era una adoración.
—Descuida, es inofensiva su nombre es manchas, y los Pug son Sebas y Megan.
Su hermano me saludó con la cabeza e hice lo mismo.
—¡Ma! —espero respuesta pero no consiguió— ¡Lizzie está en casa, vamos a trabajar en un proyecto!
—Okay, cariño. —estornudó su madre.
—¡Salud! —dije por inercia a la madre de Valeria que estaba en alguna madre de la casa.
Había una puerta a la derecha después de pasar la sala, un pasillo al lado y otro al lado izquierdo. La cocina y la sala se topaban pero las separaba una barra. Era de dos pisos así que las habitaciones estaban arriba.
—Ojalá, Lizzie. Pero es la alergia.
—¡Lo siento! —respondí nuevamente a su madre que se encontraba en alguna parte del lugar.
—¡Ya le dije a Valeria que debería de aspirar esos pelos...! ¡Valeria!
—¡Mamá, hay visitas!
Negué con la cabeza divertida y nos adentramos al pasillo derecho, subimos las escaleras para toparnos con la habitación de Valeria, en la puerta blanca había dibujos y pegatinas. Realmente una artista. La habitación de su hermano era más misteriosa, solo tenía una letrero de advertencia.
Al entrar pude notar que era tal y cual me lo imaginé. Colores, dibujos, bocetos, fotos y una canasta llena de papeles. Basura. Quizá.
—¿Qué es todo eso? —dije refiriéndome al bote de basura que parecía haber tenido una buena noche de arte.
—Nada, sólo... no tenía inspiración.
Elevé los hombros.
—Quizá tenías mucha inspiración —señalé el canasto.
Su hermano entró un par de veces a dejarnos comida rápida, y seguimos con el proyecto. Estábamos exhaustas, habíamos hecho más de doscientas páginas cada una, pues los proyectos siempre eran individuales, pero nos puso en equipos. Así que las dos escogimos un su tema del mismo proyecto. Ella eligió mitos y yo lo supuestamente real. Abarcaba los últimos 200s años de nuestra ciudad.
—Bueno, creo que solo falta revisarlo, y empastarlo —dijo Valeria exhausta.
—Le diré a Isaac que lo lea, y que anoté los errores —concluí mientras recogía las cosas.
—Haré lo mismo con mi hermano
—¿A él también le tocó?
—Sí, pero que pidió hacerlo solo —añadió en un bostezo.
Hice una mueca de cansancio y me detuve a resoplar.
—¿Cuántas horas han pasado? —miré la ventana al notar que no había sol.
Oscuridad.
—No lo sé, son las... 9
¿Qué?
—Debo irme —rasqué mi ceja y al querer tomar mi mochila tiré el canasto de papeles llenos de dibujos arrugados— Lo siento, ahora los recogo.
Me hinqué y ella me imitó.
—Descuida, lo hago yo —parecía asustada.
Algo llamó mi atención en ese canasto, tomé el papel y me incorporé mientras ella recogía lo demás.
Abrí la hoja arrugada y estaba lleno de lo que parecían ser garabatos. Pero no lo eran.
Estaba aquel hombre de la fuente, y también el brazo en llamas de Isaac. Orfeo con el resplandor de la ventana, Luzbel en aquella noche que buscaba a Pucca.
Rompió mi burbuja de asombro cuando quitó el papel.
—Son garabatos —parecía asustada.
—Descuida, son buenos. —tragué saliva.
—Vamos, creo que alguien llegó —dijo saliendo de su habitación.
—Claro —miré un momento el canasto y quería llevarlo.
Cómo es que ella sabía y si lo hacía tenía miedo de que fuese una mala persona, como Logan, como la horrible hermana de Dean.
—Vamos —replicó un poco tensa.
—Sí, está bien.
Caminé no muy convencida hacía ella y al bajar estaba Isaac platicando con su hermano.
—¡Hola! —dijo Isaac con una gran sonrisa saludando a Valeria— ¿No te molesto mucho?
Rodé los ojos y Valeria se reía sin muchas ganas.
—Para nada, espero mi hermano no te haya aburrido.
—Aah, no soy tú —gruñó su hermano.
—¡Cállate! —Valeria rodó los ojos.
—¿Quieres cenar algo? —indagó Isaac quitándome la mochila de los brazos.
—Muero de hambre —hice puchero sin preocuparme por los hermanos.
—Acaban de comerse 2 hamburguesas —dijo el hermano de Valeria.
—¿¡A quién le importa!? —gruñó Valeria.
—Sí, está chica adora las hamburguesas —Isaac rodó los ojos.
—¿Nos vamos? —le di un golpe apenada.
—Claro —colocó un brazo en mi cintura y antes de que me jalara le di un beso rápido en la mejillas a Valeria— Nos vemos, Valeria.
—¡Adiós! ¡Cuídense! —sonreía ampliamente.
—Nos vemos en clase —añadí para salir de allí despidiéndome con la mano.
Sentía que por alguna razón debía correr hacia casa, miré a Isaac y él notó mi desesperación. Los faros de la noche relampagueaban o aparentemente era mi imaginación. Estaba desesperada y aturdida. Mis nervios divagaban. La casa de Valeria era sombría aunque hubiese luces por todos lados.
—¿Qué sucede? —indagó Isaac.
Seguía mirando a los alrededores pero parecía sólo estar oscuro.
—Quiero ir a casa... tengo sueño —traté de convencerme tragando saliva.
—Vamos, y llegando me dices que sucede—. Me sujeto del brazo y llevó hasta la casa.
Me sentía aturdida, no quería estar sola, pero no sabía si Valeria era confiable, o si de alguna manera ella diría algo. Miré la entrada de la puerta estando en el pórtico y Isaac me sujetaba angustiado. Ni siquiera me di cuenta en el momento que llegamos, en todo el camino me pregunté cómo sería ahora. ¿Me secuestrarían? No, no lo creo. Pero qué pasaría si ellos eran realmente malos, y que ahora si muriera, que no hubiese oportunidad.
—¿Qué sucede? ¡Dime qué sucede, Lizzie! —Isaac me sujetó llamando mi atención.
—Es Luzbel. Vendrá por mí —susurré. Aceptando lo que sabía que no quería.
Frunció el ceño y se hecho hacia atrás.
—¿Por qué... por qué susurras? —musitó echando un ojo hacia atrás.
Cerré los ojos y traté de conseguir paciencia, y cordura. Un miedo insoportable recorrió mi cuerpo. De verdad tenía terror.
—Creo que ya está aquí.
Me atrajó a su cuerpo despreocupado.
—Nadie puede llevarte si estás conmigo, soy un heraldo de la muerte, nadie quiere toparse con mis sabuesos.
—Pero Luzbel...
—Luzbel te cuidara —su sonrisa desapareció cuando yo me tensé y lo miré con resignación.
—No, Isaac. Luzbel no está de nuestro lado. Ya no —hice un puchero y él agarró con fuerza mi cuerpo, me dirigió hacia la puerta y con otra mano la abrió. Pude notar que uno de sus sabuesos aparecía de la oscuridad.
Al cerrar la puerta me quedé parada detrás de él mientras podía los seguros.
—Isaac... —susurré. Temblando— Isaac... —me frenó al instante.
—¡Lo sé, Lizzie! ¡También estoy asustado! —recargó su frente de la puerta y resopló para girar hacia mí.
—Creí que no tenías miedo —dije, frunciendo el ceño.
—Tú eres lo único que me hace temer. ¡Me asusta esto, y lo que te pueda pasar! —tomó una calada de aire—. Lizzie, debes saber que vendrá por ti.
—¡No quiero que me lleve, Isaac! ¡No! —sujeté su camisa— ¡No dejes que me lleve!
—No soy tan fuerte... no para enfrentarme a él.
Me aferré a su mano, y toqué su mejilla mirándolo a los ojos.
—Juntos sí. Somos más fuertes. Yo lo sé —aseguré con desespero.
—Sólo tengo 19, Lizzie —parecía asustado.
—Lo sé, y por eso estaremos juntos. Tú y yo somos uno, y no sólo ahora... siempre ha sido así.
Dejó caer su frente a la mía y suspiró, se podía sentir relajado. Podía seguir masajeando su mejilla, y era mi hogar, Isaac era todo lo que más quería en la vida.
—Qué escena tan bella, pero... necesito que la chica venga conmigo, Hellhoud.
Al escuchar su voz gire inmediatamente; Isaac estaba detrás mío y Luzbel al lado de mi recámara, la oscuridad no lo dejaba ver en su totalidad, solo tenía un traje negro, y corbata roja. Sus pasos eran tan ruidos, su por estaba por todos lados. Imaginé miles de escenarios positivos pero no tanto como los negativos. Donde él me sacaba el corazón como a aquel hombre y lo último que veía era la furia de Luzbel, su rencor y agonía. Pero pensé en Isaac, porque nada me lastimaría mas que su muerte.
—Sabes que no dejare que te la lleves, Luzbel —Isaac se colocó delante de mí.
—Lo sé, pero no tendrás opción, y mira —camino hacia nosotros sin dejarse ver—, cuando termine con ella podrás tenerla, supongo que es costumbre tuya dejarme ser el primero.
Mierda...
Isaac estaba enfurecido y se abalanzó hacia él pero chasqueó los dedos y había luz en el lugar, no era luz normal, se veía gris y rojo. Lo que hizo a Isaac frenarse fue a Thomas con la mano de Luzbel en el cuello, sujeté su mano y traté de calmarlo.
¿Cómo diablos no había hecho ningún ruido?
—¡Déjalo ir, Nick! —pedí tratando de no ser tan exigente
—No me llamó así, niña. —extendió la mano—. Ven conmigo y dejaré a tu noviecito vivo.
—¡No puedes matarlo! —dije sin pensar.
—¿Tú crees? —me retó con el rostro.
—Luzbel... —Isaac advirtió.
—No hagas esto, si te la llevas ahora... —lo frenó con una risa irónica.
—¿Qué me harás? ¿Morderme? —ironizó.
—Haré lo que sea por recuperarla —dijo Isaac. Se colocó frente de Luzbel y su mano parecía cuartearse y en lugar de carne tener lava.
—Te deseo suerte —. Le entregó a Thomas que parecía poder respirar, sólo tosía, no hablaba.
Isaac sujetó a Luzbel del brazo.
—No me importa quien seas, no te la vas a llevar —miró su agarré y dirigió su mirada hacia mí.
—Dile al cachorro que vas a ir conmigo, tú me dijiste que lo harías, ¿recuerdas? —chasqueó los dedos como si hubiese olvidado el momento— ¡Ah, sí! El día que te hirieron porque este tipo se enamoró de la cazadora, que te secuestró y casi te mata —sonrió por debajo—. ¿Irónico, no? La presa se enamora del cazador, ¿o... el cazador de la presa?
Sus ojos no me decían nada, no había un alma en ella.
—¡No quiero ir contigo! ¡No hagas esto! —pedí alejándome.
—Hellhoud sabe que no puedes negarte, tengo el derecho, y si para conseguirlo debo llevarme a ese chico inservible, y a su mascota... lo haré, niña.
Debe ser una broma.
—¿Niña? —fruncí el ceño—. ¡No pensabas eso cuando preferiste venir a mí , y tampoco cuando estábamos retozando en las sábanas!
Resopló.
Isaac seguía agarrando a Thomas, tratando de hacerlo reaccionar. Con quizá poder de sabueso.
—Niña, no eres la primera con la que me acuesto... creo que estos últimos días he tenido tantas urgías como es posible. ¡Tú no significas nada!
Auch.
Isaac soltó a Thomas, y lo dejó recargado en el sofá.
—Si te la llevas ahora, iré por ella al inframundo, y te dejaré en vergüenza delante de tus demonios.
—¿De qué hablas, niño?
—Los sabuesos son míos. No me será difícil quitar de encima una que otra bestia.
—Bueno, me encantaría ver eso. De hecho... es verdad, me encantan esos juegos. ¡Que buena idea tuviste! —se abalanzó hacia mí y sujetó del brazo. Mis ojos iban a Isaac, y todo se puso en cámara lenta—. Será muy divertido ver cómo Lizzie corre por su vida y tú intensas salvarla.
—Bel... no —pedí.
—Dime Satan, me gusta ese apodo. Me siento apocalíptico.
—¡Lizzie! —la voz de Thomas.
Aunque tenía miedo, realmente me gustaba, su tacto me derretía. Pero necesitaba odiarlo.
—¡No lo hagas Luzbel! —dijo Isaac con esperanza de que aún siguiera el chico que conocimos.
—No creí que fueras a suplicar —ladeó la cabeza hacia un lado. Isaac me miró pidiéndome disculpas.
Sentí un escalofrío cuando chasqueó los dedos para apagar esa luz que nos dejaba ver la sala, algo me decía que estábamos muy cerca de la barra.
Cuando Luzbel retrocedió Thomas se abalanzó hacia nosotros. Mis oídos se volvieron sordos y Luzbel guió su mano hacia él como si pudiese controlarlo. Al mover significativamente su brazo, lanzó a Thomas del otro lado de la habitación, pude escuchar como crugio la madera de la puerta, y a decir verdad no sabía si era la madera o era Thomas.
—¡No! ¡Basta! ¡Basta...! —lo miré de reojo—. Iré contigo si es eso lo que quieres.
Él comenzó a burlarse y Isaac me miraba intranquilo.
—¿Ves? Esto hubiera sido más fácil si lo hubieses dicho cuando lo pedí.
—¡No! ¡No lo hagas! —Isaac apretaba la mandíbula, y sus ojos color avellana se comenzaron a tornar distintos, como si hubiese fuego.
Cuando miró a luzbel me percaté de algo, sus ojos dieron un destello azul.
—¡Isaac! —Llamé su atención, y ese color desapareció—. Tú sabes encontrarme.
—Bueno... —resopló. Se tensó en el lugar. Asqueado.— ¿Van a llorar o podemos irnos?
—Sí... podemos irnos.
Vi cómo Isaac negaba con la cabeza, y sus ojos se cristalizaron en unos segundos. Quizá ir tras nosotros pero no se podía. Luzbel era el poder mismo:
—Luzbel... ¡No...! —chillo Isaac.
Luzbel lo humilló de una manera abrupta, lo lanzó de la misma manera como a Thomas, y aunque se levantó enseguida, podía sentir la impotencia de Isaac.
—¡Solo vámonos! —supliqué mientras sabía que iba a odiar ese momento por el resto de mi vida.
—Y... dile a tu amigo... Orfeo. Que no se atreva a intervenir —La voz de Luzbel era tan vacía, era como si jamás hubiese sucedido nada entre nosotros. Estaba sintiéndome la persona más tonta por haber confiado en él.
Saliendo del pórtico de la puerta estaban los sabuesos de Isaac y por alguna razón a Luzbel le dió gracia.
—Que ironía, ¿ahora yo soy la amenaza? —chasqueó la lengua y no temía ante los gruñidos.
—Estaré bien —al escucharme aún siendo jaloneada por Luzbel decidieron no avanzar.
—Buena elección —resopló— ¿Te gustan los cocodrilos? —indagó muy tranquilo.
—No... no en realidad.
—Bien, espero que no les tengas miedo.
—¿Qué harás? No... Nick, no. No hagas esto.
—Quisiera que durmieras pero te perderías la diversión —quería mirarlo, pero él me negaba la vista, sólo me empujaba.
Abrió de la nada un portal y me arrastró con él, traté de no gritar, pero miré a los ojos a aquellas bestias que parecían querer atacar. Al cerrarse entre a ese lugar al que pocas veces había ido. Me lanzó haciéndome caer al suelo. Estando en la tierra, con lágrimas desbordando de mis ojos y con mi corazón retumbando, me sentí tonta; absurda, sucia, engañada, y traicionada. Mis pies tenían un hormigueo extraño, el momento de vergüenza fue eterno. Reprimí un grito y alce la mirada antes de llegar a sus ojos. Ni siquiera podía verlo. Quería sentir asco, pero sólo quería salir corrigiendo, quería llorar y desear poder querer no haberlo conocido.
—Debo decir que no es nada personal, sólo que es un poco... difícil para mí aceptar que fui engañado.
Estaba temblando en el suelo, me daba miedo escucharlo, su voz me estaba causando pavor, apreté los dientes impidiendo gritar pero tenía la impresión de estar en una pesadilla. Ojalá hubiera sido así.
—No me hagas eso, Nick... yo te quería, y quería enfrentarlo contigo —traté de incorporarme. Y vagamente miré sus ojos.
Su mirada cambió, tensó la mandíbula y se puso de cunclillas.
—¿Quererme? ¡Te querías coger descaradamente a mi hermano! —resopló con ironía—. Y, si no es suficiente para ti, tienes a un sabueso igual de enamorado. No te quiero, eres solo mi posesión.
¿No me quieres?
—¿De qué hablas? ¡Tú enviaste a Orfeo a hacer tu trabajo! —mis ganas de llorar incrementaron— No puedes hacerme esto, no... no cuando yo quería estar contigo —. Agaché la mirada y mis lágrimas comenzaron a caer.
No podía creerlo, tenía sentimientos encontrados. Pero no dejé que eso pudiese conmigo, apreté con mis puños en la tierra seca y me aferré a la vida. Solté ligeramente los puños y miré que en la tierra había una planta, sonreí, pero no pude hacerlo por mucho, ya que Luzbel me jaló con él y llevó hasta el lugar donde había unas rejas. Esas que había visto cuando Isaac estaba allí.
—Te quedarás aquí y bueno, regresaré en un rato —suspiró y cruzó los brazos—. Te sugiero que no duermas, los cocodrilos suelen ser hambrientos a estas horas.
Me lanzó al lugar siendo lo más amable posible con mi brazo. Estaba húmedo y resbalozo. Al cerrar la reja lo miré a los ojos y con dolor me percaté de que había vació en ellos, en ese ojo peculiar que tanto me había gustado de Nick, y por mi cabeza pasaron los momentos agradables que marco mi estancia con él; mientras me ponía la bandita de gatitos, y daba besos a mis palmas raspadas. Secaba mis lágrimas, y me acompañaba en mi cama cuando sucedió lo de Patrick. Él defendiéndome en todo momento de cualquiera. Y en los momentos que parecía ser vulnerable, cuando estaba conmigo, y preparaba la mesa, hacía de comer, bailaba, me besaba y contestaba mis preguntas como si fuese alguna clase de profeta. Amaba a ese chico, pero odiaba a Luzbel.
—¿Por qué? —traté de aguantar las lágrimas, no recibía ninguna señal de que ese chico estuviese allí—. Te quería, Luzbel... a ti. No a nadie más. A ti.
Parecía que un rayo de bondad había en él, pero de repente su rostro se oscureció. Traté de enamorarme de Morfeo, incluso quería ver si algo funcionaba con Isaac, pero cada que aparecía, ninguno de ellos existía. No en el aspecto amoroso, no así.
—Sólo... aléjate de los cocodrilos —dijo para dar la vuelta y cerrar esa reja que por alguna razón no tenía candado pero no podía abrirse.
No había cerradura, y aún así no se movía.
—¡Noooo! —me recargué frustrada, aún no comprendía. Seguía en shock, comencé a híper ventilar.
Sentía miedo al estar allí, como si fuese un sueño, una pesadilla. Al mirar el lugar me percaté de que había un hueco. Podía escuchar agua, por todos lados estaba oscuro, un silencio aterrador, sentía que me rasgaba la piel.
Decidí adentrarme a la oscuridad y del pavor que sentía ni podía ni caminar, pero sabía que por alguna razón eso significaba que había una manera de salir.
Sequé mis lágrimas y me pregunté si había una manera de llamar a Orfeo sin dormir. Cerré los ojos y di un paso a la oscuridad después de pensarlo una y mil veces más. Pero al hacerlo me topé con unas rejas, y al asomarme un cocodrilo se lanzó hacia ella sin derrumbarla pero hizo que cayese sobre mi trasero. Me había lastimado la palma, estaba sangrando, y allí me quedé, recordando las bandas de gatitos, con un toque del recuerdo de Nick y mis lagrimas aparecieron. Abracé mis rodillas. Mi dolor arrasó con el momento.
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