Capítulo 17; Un personaje secundario
Holaaa; después de 16 días sin actualizar esta historia les doy un reencuentro corto.
He tenido problemas para corregir error ortográficos y más, pero si tienen alguna sugerencia la pueden dejar en el párrafo que gusten, o enviarme un mensajito.
Los quiero mucho, abrazos, y espero que todos parecen una linda navidad.❤️
Lizzie Willer
Desperté en un suspiro con los oídos sordos, estaba sofocada y me sentía mareada, veía borroso y tenía miedo. No podía reconocer lo que tenía al frente de mí. Había voces llamando mi nombre, pero yo sólo intenté alejarme, frustrada. Me hablaba una mujer, decía que era mi madre pero en ese momento no recordé, hasta que hubo un rayo de claridad al escuchar una voz, no era de ellos, era alguien más entrando por la puerta. ISAAC... —un susurro en mi memoria que hizo girarme instantáneamente y lo vi, allí estaba él, al lado del Rey del inframundo. Mis ojos se aclararon y cuando lo vieron sólo pude reconocerlo a él.
—Isaac —dije en un susurro. Me lancé a él y lo abracé. Sentía que estaba segura.
Algo había pasado, parecía que era el único que podía traerme de mi subconsciente. Reconocí a Luzbel pero no a mis padres.
No quería dejar de abrazarlo, sentía que jamás había estado tan lejos de él y sobre todo por el hecho de que segundos antes de despertar tuve una visión, o más bien lo escuché. Oí los gritos de toda mi familia, incluyendo a Luzbel.
Todos morían. Sentí que me volvía loca, fue un instante asfixiante. Mi mente se aclaró y pude recordar pero aun así me sentía perdida.
Había algo que evitaba sentir ganas de ir por ellos, pues Isaac era como energía negativa, me llamaba. Sus brazos me rodearon, pero sabía que tenía miedo. Él había sentido lo que yo en el instante que lo abracé. Lo miré desconcertada, él lo sabía. Había estado muerta y lo único que lo evitó fue él y Morfeo. Cuando lo miré, y por un segundo sentí tranquilidad giré a mi espalda. Allí estaba Patrick conteniendo las lágrimas y mi madre alegre de verme, me acerqué a ellos y me cubrieron con sus brazos, se sentía en extremo extraño volver a abrazarlos y más a Patrick, aunque pude sentir preocupación, se sentía distinto, él parecía distinto.
—¿Cómo te sientes? —preguntó mi madre, sujetándome los brazos para que la mirase.
Aunque sabía que me hablaban no podía evitar dejar de mirar a Patrick, algo de verdad no estaba bien.
—¡Lizzie! —replicó mi madre hasta que por fin salí de la burbuja en donde estaba.
—Bien —regresé la mirada a ella—, bien. Estoy bien.
Una sonrisa falsa cubrió mi rostro y la abracé nuevamente.
—¿Cómo me encontraron? —cuestioné separándome de ella.
—Al parecer tienes a estos chicos —señaló mi madre a los hombres detrás mío.
Patrick ya estaba con ellos estrechando la mano, como si fuese un gran colega de Luzbel. Había una presencia aparte de ellos dos, pero lo ignoré. Me miraban como si tuviesen algo pendiente.
—¡Gracias! —les regalé una sonrisa sin alejarme de mi madre.
—Hablaremos sobre todo lo qué pasó y pasará, pero ahora debes comer —dijo Luzbel.
Lo miré con indiferencia, aunque no recordaba gran parte de todo lo que había pasado, sí podía recordar los sueños, también lo que le había hecho a Isaac, incluso aquella imagen de Isaac sangrando solamente porque él así lo quería. También que subastó mi alma y por ello casi muere mi mejor amigo. Él era la razón del problema, no comprendía cómo no lo había podido ver antes y cómo es que le hizo creer que podía prepararme en mis sueños para cuando pareciera, y pudiese perdonarle todo lo que hizo, haría y hará...
Al pasar de las horas yo sólo podía sentir las pesadillas de Luzbel y no simplemente eso, recordaba cada momento después de despertar, no me dejaba vivir, literalmente no sabía diferenciar entre la realidad y la ficción, a veces los sueños parecían tan reales que no podía sentir cuando despertaba y tampoco sabía que era mentira. Tenía las manos sobre mis rodillas y miraba la pantalla del televisor mientras todos los demás hablaban sobre mí, sentía que quería hablar con Orfeo, quería que quitase esos recuerdos, no quería sentirme así.
Despertaba a media noche gritando, rogando para no haber matado a alguien, rogaba por estar durmiendo y que no fuese verdad, lloré y supliqué, también viví aventuras, pero me cegué, no podía amar a nadie más que a él, eso evitaba que yo pudiese darme la oportunidad con Thomas, no es culpable Luzbel pero al menos su presencia ayudó con ni siquiera poder sentir compasión. Hasta que Morfeo me lo arrancó, hizo que todo se volviesen simples pesadillas con finales felices.
Me sentía cansada en su totalidad, mis ojos se sentían cansados pero de pronto Isaac cayó a mi lado en nuestro sofá.
—¿Cómo te sientes? —musitó, acomodando un mechón detrás de mi oreja.
Lo miré con alivio.
—Mucho mejor —sonreí sin ganas, y acomodé mis hombros para soltar aire—. ¿Qué era lo que debíamos hablar?
—Es el vínculo —parecía preocupado de lo que diría—, quizá no quieras hacerlo, y es tu decisión.
—Está bien, conozco el sacrificio, pero si no la acepto, ¿estará bien? —indagué.
—Sí, sólo debes aferrarte a tu humanidad —mencionó, mirándome tan apacible.
—¿Cuándo lo haremos? —cuestioné recargándome en su hombro.
Ni siquiera me importaban los demás en ese lugar, era como si no existiesen.
—Pues, necesitamos un alma que no merezca la vida que tiene —murmuró regalándome una sonrisa.
Sonreía pero sabía que tenía miedo de lo que pasaría. Conocía la profecía, y no quería caminar como Luzbel por el mundo para llevarme las almas que yo crea que no merecen vivir.
—Lo haremos, Isaac. —toqué su cabello que ahora era más largo, se veía más pálido, y sus labios eran más rojos. También tenía más músculos.
Algo había cambiado en ambos, quizá él era más atractivo y yo, tenía menos alma.
De pronto no había nadie en la sala, pero podía sentir sus presencias, y sentir aún más la de Patrick, él se podía sentir por absolutamente todo el lugar, aunque hubiese frío, se sentía justamente así.
Isaac notaba que yo me sentía mal, algo me hacía sentir triste, no sabía cómo habíamos llegado hasta ese punto, así que me jalo hacia él, acomodándome un beso sobre el cabello.
Después de unas horas, antes del anochecer; fuimos a un claro que estaba a las afueras de la ciudad. Luzbel estaba en la parte contraria, él venía de algún otro lado. Isaac y yo bajamos del auto, nos dirigimos al frente de él. Caminamos donde las luces de los autos no podían vernos y entonces allí Luzbel sacó a alguien de su auto para dirigirse a nosotros dos. Había un hombre un poco viejo, tenía un ramo de rosas y una foto, parecía aterrorizado, y sus canas cubrían casi la mayor parte de su cráneo, no podía sentir ningún tipo de sensación, sólo enojo al ver a Luzbel que aunque parecía odiarlo, realmente recordaba aquella noche en la habitación de Isaac.
—¡¿No podías conseguir a alguien más viejo?! —ironizó Isaac, molesto por la actitud de Luzbel. Mientras el hombre rogaba por su vida y yo me quedaba pasmada. Él solo reía.
—¡Sólo hazlo! —me miró sin recibir algo a cambio—. Si sigue así, seguramente comenzará a llevar más almas al inframundo que tú y yo juntos —murmuró, y desvió la mirada a Isaac sin mirarme. Sabía que se refería a mí.
Miré a Isaac y asentí, él lo dudaba, sabía que algo no estaba bien.
—¿Hay plan B? —preguntó Isaac. Miró a Luzbel para regresar al hombre anciano.
No sin antes esperar que respondiera.
—¡Sí! ¡Hazlo ya! —dijo. Exasperado.
Isaac tomó al hombre que seguía suplicando por su vida, y bueno. Me tocó hacer mi parte, por alguna extraña razón sentía que debía hacer algo pero no sabía que.
—¿Qué hago? —cuestioné mirando a los dos chicos.
—Mira sus ojos. Son la ventana —dijo Luzbel en un susurro, mientras su mandíbula se hacía notablemente más atractiva.
Cerré los ojos y mientras el hombre temblaba de miedo, dejé ir el aire de mis pulmones, los abrí y miré con claridad. Al hacerlo el hombre abrió los ojos como platos. No podía cerrarlos, porque por alguna razón yo se lo impedía. Entrecerré los ojos para poder ver con claridad y algo hizo que me echara hacia atrás. Ese hombre había cometido atrocidades, sólo podía escuchar gritos y lamentos, todas ellas mujeres y muy jóvenes. Había rabia en él y también gozo cada que lo hacía, pero culpa cuando terminaba. Sin embargo, lo disfruta y al final... lastimó a quien más amaba... su hija. Era ella la de la foto que tenía en las manos y las rosas eran para su esposa. La cual no pudo con el hecho de que él haya arrebatado lo más sagrado que tenían y así decidió quitarse la vida. Jamás nadie supo nada, porque, ¿cómo podían creerlo de alguien que se veía tan inofensivo?
Al final salí del transe y el hombre pedía piedad, pero no podía comprender sus palabras, dado que él tampoco lo hizo cuando se lo pedían. Mi mirada estaba llena de furia, quería hacer algo más que arrancarle el alma, quería lastimarlo, de verdad quería hacerlo. Comencé a híper ventilar, no soportaba la ropa. Sentía que estaba ahogándome.
—¿Qué fue lo que viste? —indagó Isaac.
Hizo eco en mi cabeza y pude tratar de controlarme pero no era suficiente.
—¡Él la mató!
—Ella lo ve a través de su mirada —dijo Luzbel, con voz profunda y clara. Parecía el susurro de un ángel.
Cuando vi a Isaac estaba arrodillado, con una pierna elevada, parecía que iba a proponerme matrimonio pero la verdad es que estaba ofreciéndome el alma, y por alguna razón me sentí superior. Sabía que no era digno, no puedo explicar la sensación pero me sentía poderosa.
Luzbel me lanzó una daga la cual atrapé por inercia, mis ojos se sentían deslumbrar, y gozaba lo que iba a ocurrir.
—Ego, Hellhound, ad te incurva. Et in signum adorationis meae tibi hanc animam offero, sigillum fortunae nostrae erit!
𝑻𝒓𝒂𝒅𝒖𝒄𝒄𝒊ó𝒏; Yo, helhoud, me doblegó ante ti. Y en señal de mi devota adoración, te ofrezco esta alma. ¡Será el sello de nuestro destino!
Al comenzar su habla no pude comprender, pero con el paso de los segundos lo hice, a la perfección. No sabía que lengua estaba utilizando pero podía traducirla.
Me sentí aún más cerca de Isaac, y de hecho comprendí el pavor que sentía Luzbel en ese preciso momento. Pensé en él después de lo qué pasó. Merecía algo mejor, al igual que Isaac.
Algo mejor que tú...
No sabía que hacer, mi mano me estaba diciendo que le clavase la daga, y aunque realmente lo deseaba, no sabía que hacer. Me sentía confundida, quería gritar y no podía, quería llorar de sólo pensar en arrebatar una vida. Después de todo lo que le reclamé a Luzbel, incluso a Isaac cuando lo juzgué por ser un sabueso, y que las almas que llevaba tuviesen que pasar por él.
Eran celos y no tenía derecho.
Cuando mis ojos vieron el panorama ya no estaba Luzbel, se había alejado de nosotros, Isaac y su cabello estaban desprendiendo ligeramente llamas. No sabía cómo reaccionar pero si quería arrancarle el corazón y dárselo a él. Alcé el brazo para dejar caer la daga en su pecho mientras Isaac lo sostenía pero una voz encontró a mi subconsciente, haciendo que me preguntase que estaba pasando.
—¡Lizzie! —había un eco en esa voz— ¡No lo hagas!
Al mirar con cierta confusión pude percatar de que Thomas venía corriendo hacia mí, tenía una camisa blanca y unos pans, era Tomy.
Se detuvo en seco. Quizá quería tomar el suficiente valor.
—¿Lizzie? —indagó acercándose a mí.
Yo no me movía ni un poco, estaba ocupada mirándolo a él, era lo único que quedaba de mi antigua vida y aunque no era perfecta sí extrañaba que mi única preocupación era tener un 10 las materias y, él lo hacía posible.
—¿Tho... Thomy? —bajé el brazo poco a poco para poderlo ver.
—¿Qué haces? —frunció el ceño el con un aire decepcionado.
—Yo... —miré a Isaac que aún tenía en el suelo al hombre—, no, no lo sé. ¿Qué haces aquí?
Él parecía asustado pero por alguna razón yo lo estaba más.
—Vengo a decirte que lo que sea que creas que debes hacer... ¡No lo hagas! Siempre hay otras maneras, y tú lo sabes —lo dijo de tal manera que parecía agitado.
Sus ojos azules me hicieron entrar en razón. Era sincero, podía sentir que lo decía de verdad. Su pecho se elevaba a tal grado que parecía aterrado, pero no por él.
—No puedo evitarlo, Tom —negué con la cabeza.
—Sí. Tú puedes. Debes demostrar que no eres lo que todos planean que seas —extendió su mano.
¿Asesina?
—¿De qué hablas? —cuestioné dándole una mirada a Isaac.
—Eres mejor que esto —murmuró Thomas, llamando mi atención nuevamente—. Ven conmigo.
No quería dejar a Isaac, sentía que era un iman pero no quería matar a nadie, no me sentía bien por ello, sin importar lo que haya hecho, yo no soy quien. De pronto Isaac soltó al hombre que tenía pánico y se balanceaba aún, trataba de incorporarse. Todo se sentía más tranquilo y fue entonces cuando recordé cómo era mi vida, cuando vi sus ojos dejaron de ver su alma.
—Thom —me desvanecí, era mi recuerdo, el único que me quedaba.
Él no espero mucho y me abrazó, haciendo que yo diese un respiro profundo. Noté cómo Isaac sonreía mientras guiaba al hombre por el claro. Cerré los ojos para apreciar ese calor familiar, pero no lo disfruté mucho, pues la negación de Isaac hizo que rompiese mi burbuja de paz.
—¡No!
Su grito hizo que mis ojos se dijeran a la carretera. Al igual que Thomas.
Abrí los ojos y pude ver cómo Luzbel había arrancado el corazón de aquél hombre. Cayó sobre sus rodillas y murió. Podía sentir que había muerto y no sabía cómo era posible. Thomas estaba igual de perplejo que yo pero suponía que no le habían dicho lo que sucedía del todo.
—¿Qué hiciste? —indagué sorprendida. Lo miré con ojos cristalinos— ¿Qué hiciste?
Él se veía neutral, era como si no me reconociera.
—Es lo que hago, castigo a los malos, y al menos no tuviste que hacerlo tú.
—Luz —musitó Isaac, sus ojos se veían decepcionados.
—No importa, al menos ella está bien y no tendrán que matar a nadie —dijo Luzbel, llevándose el cuerpo lejos del auto.
Thomas seguía tratando de mantener la respiración.
—¿Qué haremos con el cuerpo? — preguntó Isaac.
—Conduce mi auto, yo me encargaré del cuerpo —respondió sin mirarme.
Quise decir algo, quise decirle que todo estaba bien, pero no era así.
Thomas me tomó de la cintura y me ayudó a caminar, ya sabía lo que él hacía. Y, lo sabía mejor que nadie, pero tenía esperanza de poderlo ver a los ojos nuevamente.
Al llegar al auto Isaac me tomó del brazo, indicándole a Thomas que nos diera espacio.
—¿Estas bien? —inquirió, tomando mi rostro con sus manos cálidas.
—Sí... lo estoy bien—tragué pesadamente saliva, para no llorar—. Entonces, ¿se acabó? ¿No hay profecía?
Me miraba como si quisiera decir algo más pero al final no lo hizo.
—Sí, se acabó —me dió un cálido abrazo. Abrió la puerta del auto, y entré.
Sabía que mentía, no podía ser tan sencillo, había algo que no estaba bien y él me mentía por primera vez, entonces de verdad significaba algo. Isaac no me había mentido ni en lo más remoto de mi existencia, no sabía que tan malo sería lo que vendría después, pero me alegraba que ahora Thomas fuese parte de mi vida... nuevamente. Me hacía sentir más normal, aunque me daba miedo lo que le llegase a pasar.
En el camino no escuché una oración sarcástica por parte de mi mejor amigo y tampoco una pregunta por parte de Tom, sin duda algo estaba mal y aunque no quería una respuesta tampoco quería quedarme sin ella.
—¿Qué sucede? —indagué mirando a los chicos que estaban en los asientos delanteros.
Ninguno quería hablar, sólo se miraban entre sí, tratando de no decir una palabra.
—Es Nick, no parece estar bien —respondió Isaac.
—¿A qué te refieres con bien? —indagué. Confundida.
—No tenía que matarlo —confesó—, pero lo hizo, y ahora sé que no va a renunciar a ti. No sin pelear —añadió.
¿Por qué pelearía?
—¿Por qué pelearía?, y ¿con quién? —farfullé.
—Al parecer tu alma es más un problema que un milagro. Y, puedo sentir que todo esto es sólo una fachada, hay algo más que solo almas. ¿No te das cuenta que nadie no dice la causa? —parecía realmente interesado.
Era verdad, mi alma era un problema, pero, ¿por qué?
—¿Por qué un problema? Y, bueno, quizá ni siquiera saben lo que vendrá —me exasperé.
—Porque al parecer los humanos no son los únicos que le tememos a lo que no conocemos —confesó.
Thomas nos miró aturdido.
—¿Y tú sabes lo que vendrá? —estaba asombrado más que asustado. Thomas era bueno, y esperaba que así se quedara.
Quizá sabía pero preferí no hacerle caso a mi instinto. Se suponía que debía ignorarlo.
Me eché hacia atrás, tratando de procesarlo. Por un momento pensé que lo había matado para mostrar que no tenía debilidad, al morder mi labio inferior vi por el espejo retrovisor los ojos de Isaac y por alguna razón me sentí más tranquila. Quizá era verdad lo de la profecía pero estaba segura de que él y yo jamás haríamos algo malo, no haríamos nada para lastimar a nadie más. Pero si me lo preguntan, haría lo que sea por él...
Isaac Anderson
La vida no era sencilla, pero me gustaba más de lo que imaginé ser quien soy ahora. Soy un heraldo de la muerte, y mi amo no es Luzbel, probablemente Lizzie tenga algún poder sobre mí pero, la verdad es que eso ya lo tenía desde antes que todo esto pasara, era la persona que más quería en el mundo, y haría cualquier cosa para protegerla. No me importaba que su alma le perteneciera a alguien más. Sabía que ella no era propiedad de nadie, y pelearía por demostrar eso.
Al mirarla por el retrovisor supe que estaríamos bien, Luzbel haría cualquier cosa por mantenerla viva y eso estaba más que comprobado, Morfeo era como un sigiloso amante perdido, la quería más de lo que demostraba, quizá se deba a que él la cuidó mientras Nick era un completo idiota. Al conducir me preguntaba una y otra vez que haría Luzbel, la verdad es que estaba demasiado preocupado en hacerles pagar a los que le hicieron daño, y olvido por completo que tenía el intercambio de alma más conmovedor que haya podido tener.
Me agradaba la idea de que Thomas estuviese en la vida de Liz, pues yo tenía que salir, y Luzbel desapareció después de todo.
Al igual que mi bello auto.
No quería salir de la cama y con normalidad no me molestaba pero al parecer debía resolver algo antes de que Lizzie se diese cuenta...
Al final de cuentas llegaríamos a casa, y la abrazaría toda la noche, escuchando su corazón latir.
LUZBEL
Sentir que no tenía control sobre algo que era mío. —Es mío —. Estaba haciendo que mi paciencia llegase al límite. Mi reino era un caos, las voces hablaban sobre la chica que se negó a cumplir su profecía por un mortal, un sabueso que no me pertenecía, cazadores de demonios que no me cazaban a mí. Era como estar en un mundo paralelo, ser el centro de atención era mi trabajo, y algo estaba haciendo que ya no fuese así. Cuando la chica se negó a hacerlo, miré sus ojos antes de que se negara a clavar la daga que atrapa el alma de cada escoria subterránea, y eran un violeta volviéndose rojo, se camuflajeo en ese color marrón que tenía ella por naturaleza.
Quizá al final no sería la profecía estaba haciendo su trabajo y dejándome el camino libre. Pero antes de eso debía estar con su querido hermano, Morfeo, quien al parecer había desaparecido. Después de ese suceso no volví a casa de Lizzie y el chico pelirrojo. Lamentaba haberle dicho que se llevara mi auto, pero no lo necesitaría adónde quería ir. El reino de Orfeo era más triste de lo que creí. Al menos yo tenía peleas a muerte, él era demasiado aburrido para eso, miré sobre mi cabeza y estaba volando esa ave tonta que reviví para él, era su vigía, sabía cuánto amaba las aves y también lo romántico que era, por eso debía ir, sabía que estaba ocultándose en lugar de hacer su trabajo.
—¿Qué te trae por aquí? —indagó, sentado en esa silla poco ortodoxa.
Mi Schrödinger ya estaba a mi lado como si estuviese listo para el ataque. Amaba sus colores pero adoraba más el negro.
Cambiaremos eso después.
—¿Por qué huyes, Orfeo? —me acerqué a él.
—No lo hago —dijo a plomo.
Agh.
—¿Entonces? ¿Por qué no quisiste estar en la iniciación de la chica Willer?
Era suya pero también el chico Isaac.
—No iba a hacerlo, y preferí no ser espectador.
—Por qué usas acertijos conmigo, Orfeo? —puse mis manos al frente, tomando la una con la otra.
—No soy yo el que no acepta lo que está pasando —murmuró.
¿Cómo?
—¿Pero de qué...? —dejé la frase en el aire cuando me freño.
—¡Eres un personaje secundario en esa historia! —farfulló, como si le diera gusto.
—¿Secundario? —me burlé de tan atroz deducción.
—¡La chica y tú, no van a terminar juntos! —aseguró, mirándome desde la oscuridad.
—Orfeo, yo soy su destino —me acerqué imponente a su silla con absurdos diseños de sueños despegándose—, y creo que cuando hablas de personajes secundarios te refieres... a ti —añadí.
Me separé y reí un poco elevando las cejas a Schrödinger.
—Quizá digas la verdad, y jamás mientas, pero al parecer sabes bien cómo no decir la verdad del todo —se incorporó—, no tengo una fijación hacia ella, y deseo que sea feliz pero no lo será si tú o, yo estamos allí. Si ella necesita ser salvada yo estaré, pero no puedo hacer esto. ¡No puedo hacerme esto! —se frustró, girando para apartarse de mí.
No pude responder a eso porque por alguna razón era verdad, él decía la verdad razón, sabía que no era mentira, pero soy Estrella de la Mañana, no hay nada que yo quiera y no pueda tener.
¡Ella es de mi propiedad y no me la van a quitar!
No comprendía como él negaba lo que ya todos sabíamos, la quería, no sabía bien de qué manera pero todo el tiempo estaba allí, aunque me molestaba el hecho de que confiase en él más que en mí. No podía quitarle eso a Orfeo. Antes de que Lizzie estuviese a su cuidado, perdió la esperanza que le quedaba y por alguna razón yo lo causé con un tonto juego cruel. Y cuando le pedí, casi supliqué, que cuidase lo más preciado que tenía, acepto, pues nadie podía negarse a esos ojos marrones de Liz. Era tan solo una bebé cuando me la entregaron, y aunque la alejé de mí, sabía que estaba en un buen lugar, con los cuidados de Orfeo. La ensoñación en persona. Cuando era una bebé, se sentaba a verla en su recámara mientras dormía y le inducía sueños, miraba cómo sonría aquella bebé de meses, gracias a él. No sabía cuál sería su destino pero al menos la hacía reír en su presente. La protegió de cualquiera que quisiera hacerle daño, incluso castigó con delirio a quienes lo intentaban. Orfeo era amargado, cruel e insípido, pero amaba a Elizabeth tanto como yo.
—Es mejor que dejes a la chica —volvió a sugerir, se levantó para dándome un pergamino.
Quedé perplejo ante lo que yacía frente mis ojos.
—¿Qué es esto? —indagué.
—El pergamino original de la profecía, allí está la verdad y la razón por la cual deberías alejarte de ella y bueno... todos —confesó, para volver a esa horrible silla.
—Pero aquí dice que... —lo miré, y me frenó.
—Todo lo qué pasó y lo que hicieron...
—Fue para que Elizabeth se convirtiera en lo que ellos querían —terminé la frase, mis sentidos comenzaron a agudizarse, me sentía tan cual cucaracha, había sido engañado.
¿Cómo pueden engañarme a mí?
—Sí, y ahora no sólo debes evitarlo. Debes matarla —confesó.
Fruncí el ceño ante semejante estupidez, preferiría que muriera cada ser sobre el planeta.
—¡No! —dije con firmeza. Tensé la mandíbula, arrojando ese pedazo de papel.
—La matas tú... —me miró—, o lo hago yo.
Mis labios se quedaron curveados por un instante para digerir lo que acababa de escuchar.
—No te atreverías —lo miré con duda. A este grado de las cosas podía creer todo.
—Puede que duela, pero viviré por muchos más eones. Tendré tiempo para sanar —dijo como si de verdad no le importara.
Debe ser una broma.
—¡Elizabeth es mía! Y si le tocas un solo cabello castaño —me acerqué a él—, no me va a importar desatar la guerra en ambos mundos, y mucho menos que seas mi hermano.
—¿Sacrificar todo? —se burló.
¿Qué te sucede, hermano?
—¡Ella lo es todo! —farfullé. Me dirigí a la salida con Schrödinger.
Me sentí vulnerable. Estaba fuera de sí, mi pecho se elevaba aunque yo tratase de actuar como si no me importara lo suficiente, como si no fuese lo que más me da miedo... Perderla.
—Si eso era lo que querían, entonces pregúntate cómo lo lograron —trató de persuadirme antes de salir y casi me detengo.
A veces no debes dejar que hagan todo por ti, no puedes saber en qué momento moverán la pieza de ajedrez con movimiento divino y quitarán a tu reina.
—La fuente... —susurré para terminar de salir.
╴ ╴ ❦ ╴ ╴
Las cosas no pintaban bien para Luzbel, y tampoco para los jóvenes mejores amigos. El pergamino fue un instrumento utilizado por los Lane, y los Mendes para hacer lo que todos querían que sucediera, que Elizabeth se convirtiera en Luzbel, hiciera cosas atroces y mucho peores, por eso debía suceder de la mano del sabueso, quién será su compañero, no sólo su guardián.
La fuente le abrió los ojos a Lizzie, quién por eso también dejó entrar a la oscuridad que había en ella, esa maldad que le regaló Luzbel al ser parte de él mismo. La sangre no debería ser forjada, no debían ofrecerle un alma porque muerte por su mano o no... una vez ofrecida no hay marcha atrás, y aunque los chicos no hayan hecho nada, ya son un peligro para la humanidad y eso querían demostrar.
Jamás creyeron que eso fuese posible, confiaron en quienes ni debían e ignoraron el hecho de que no por ser quienes eran se podían olvidar de leer las letras pequeñas, o indagar en lo que sería la mayor profecía de todos los tiempos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro