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Capítulo 16; Ensoñación

Luzbel

Isaac saltó del auto a la calle que era abrumada por la penumbra, en unas horas amanecería y yo rogaba porque esa sensación de que me arrancaban a Lizzie fuese efímera, pero la seguía sintiendo y sabía que el chico también. No tenía ganas de luchar contra lo que pasaba, sé que se preguntaban porque no la había encontrado cuando me invocó y la verdad es que mis habilidades con ella no funcionaban, la vi —se veía en suma desgracia, mi pequeña alma—, y sentí pero cuando dejo de pedir mi ayuda. La perdí, tenía el gran presentimiento que no sólo la iba a perder así. Las banshees me susurraban al oído, no comprendía que pasaría pero ella me hacía sentir vulnerable, creo que a los tres nos hacía vulnerables, ya que Orfeo tampoco pudo encontrarla. Y, el chico pelirrojo llevaba horas esperando porque ella recordase su vínculo, al parecer Lizzie no estaba pensando en ninguno y en el primero que pensó fue en Orfeo.

No debió ser así.

Tragué saliva para poder dirigir mis pensamientos a lo que estaba sucediendo.

—¿Qué hizo? —el padre de la chica farfulló, perplejo.

—No quiere ser un Hellhound cuando esté cerca de usted. —carraspeé—. Él sabe que puedes morir y no sabe si puede mantener el control —confesé, siendo lo más amable que pude pero al parecer no tuve mucho éxito.

Los Hellhound van por las almas que ya no pertenecen al mundo terrenal, y si las encuentran se las llevan, haciendo de su trabajo uno más fácil y rápido que esperar.

—¿Cree que me matara? —indagó.

¿Por que me habla de "usted"?

—Si no es él, puede ser alguien más, pero créame cuando le digo que si lo hizo es porque sabe que algo malo pasará —el hombre estacionó el auto unos metros después de que chico desapareciera.

Había un claro. El lugar era amplio con una tramo del sitio que secándose. Parecía que algo estaba muriendo, los cazadores eran conocidos como los viejos brujos, odiaban a los demonios, su poder se los daba la tierra, al igual que sus Dioses. Pero en este caso, yo era su Dios, y su tierra.

Salimos del auto y ya estaba Morfeo frente a nosotros.

—¿El chico? —Orfeo indagó con esa sábana gigante que tenía sobre él.

—La está rastreando —miré su abrigo— ¿por qué siempre traes vestidos?

—Es una gabardina —rodó los ojos.

—Te queda mejor la ropa universitaria —aseguré, mirando a la madre de la chica.

—Lo mismo digo —me escaneó de pies a cabeza—, odio esa corbata ropa —dijo asqueado.

Mi mirada iba hacía la madre de Elizabeth, estaba llorando y desconcertada, no entendía nada de lo que estaba pasando y menos de lo que iba a pasar.

No estoy de humor para soportar lágrimas.

—¿Estás bien, Anna? —indagó Orfeo.

Gracias.

—Sí —aclaró su garganta—, estoy bien. Por favor encuéntrenla —dijo con los ojos cristalizados.

El padre de Lizzie se acercó a ella y le dió un abrazo cálido, por un momento sentí escalofrío al ver la escena, Orfeo sintió lo mismo cuando los vió. Decidimos alejarnos del espacio para que ellos pudiesen hablar.

—La encontraremos —musitó Orfeo.

—Así será, y después les arrancaré la cabeza a todos ellos —tensé mi mandíbula con la oscuridad apoderándose de mí.

Mi garganta tenía una insaciable sed por tenerla cerca, porque sabía que algo no estaba bien, ella estaba muriendo, y me carcomía el instinto de mantenerla viva.

—Les haré algo mejor —mi querido hermano me regaló una sonrisa maliciosa.

Sabía que lo que hacía no era por ser mi hermano, era porque le importaba la chica y más de lo que quería admitir. Había estado con ella toda su vida, era obvio que la amaba, y aunque Morfeo era cruel con sus castigos..., hacía todo para no ser un monstruo ante sus ojos. Cuando a Elizabeth la molestaban en la escuela le dió pesadillas a todos esos niños, y cuando estaba triste la hacía soñar con lo que más amaba, y sé cuan prohibido era. Nuestro secreto siempre fue que me dejase entrar a hablar con ella en sus sueños, éramos amigos, y aunque lo hacía pocas veces, ella siempre estaba emocionada. Pero un día dejé de hacerlo, mis sentimientos eran más fuertes que mi cordura pero Orfeo odiaba verla triste por no estar allí, así que se convirtió en su nuevo acompañante. Le dió pesadillas conmigo, y le mostró lo cruel que podía ser pero ella me amaba así que cuando Morfeo no quiso inducirle sueños míos..., decidí salir por ella, jamás la dejaría ir pero ahora estaba perdida, muriendo, y nadie podía hacer nada.

Esperaba que Morfeo jamás se enterase de cuánto lamentaba haber sido un bellaco.

—Sé que la amas, Orfeo —confesé mirándolo.

—¿Por qué me dices eso? —indagó. Tensó la mandíbula y suspiró.

—Porque ella pensó en ti antes que en cualquier persona para salvarla, y eso para mí significa algo —dije sin muchas ganas. Mirarlo a los ojos no era una opción pero no podía mentir.

—No importa lo que pienses, yo sólo me aseguraré de que esté viva... cuidaré de sus sueños —añadió.

—La dejaré ir —susurré.

¿Qué acabamos de decir?

Me dolía aceptar que ella no era del todo mía, no de esa manera, aún no.

Me miró perplejo.

—¿Por qué? —indagó. Trató de ocultar su alegría pero fue inútil.

—Esto es mi culpa, esos cazadores buscan algo y yo sé que es —confesé, mirándolo a los ojos.

—¿Qué quieren? —inquirió frustrado.

—Quieren a Logan, era uno de ellos pero fue poseído por un demonio al igual que su familia.

—¿Los Lane? —dijo incrédulo.

—Sí, y cuando se los devuelva, me iré de aquí.

—Si te vas, ella jamás te perdonará —advirtió.

—Pero estará viva, ¿no? —sonreí sin ganas.

—¿Cómo la cuidarás?

—Para eso estás tú, y bueno... el pelirrojo también. —resoplé—. Espero que me dejes irla a visitar —pedí, desviando la mirada.

—Espero que no te arrepientas, Luzbel.

—Jamás me arrepentiría de que esté viva.

Jamás me había sentido capaz de renunciar a lo que me pertenecía y a pesar de todo quería mantenerla a mi lado, sin importar lo que sucediera, al final yo era el Rey, no había cosa que quisiera y no pudiese tener.

Morfeo y el sabueso amaban a la chica tanto como yo pero aún así me preguntaba qué harían por salvarla.

Morfeo

En una historia mal contada el villano siempre será Luzbel pero la verdadera historia aún no se sabía y él prefería que le temiesen y pensaran que jamás debían enfrentarse a él.
Estaba tan preocupado por el futuro de la chica que era capaz de renunciar a ella, y aunque fue cruel antes de todo esto..., ella no lo recordaba.

Luzbel había sido su pesadilla por años, tratando de ganar su amor, tratando de que quisiera la peor parte de él, la arrastraba al infierno, la atormentaba con pesadillas que yo le permitía hacer, normalmente amanecía con golpes y rasguños, intentaba escapar del calabozo, ella lo amaba, y amaba como el villano de sus sueños la controlaba, al final él le mostró lo que era capaz de hacer si lo retaba. Mataría a todo aquel que la ayudase y entonces fue cuando me di cuenta que no eran sólo pesadillas, era una manera de hacer que lo amase sin importar qué, al final ella sólo lloraba pero con el tiempo, cuando él la seducía y le mostraba que podía hacer más que solo atormentarla, ella lo amo.

Cuando él le mostró su lado débil, le contó la historia, y se abrió con ella. Lo amo más que a nadie. Pero como cualquier ser con el egoísmo tan por encima de todos, no pudo dejar que ella le ordenase que hacer, y supe que no debía permitir que se la llevara, no de esa manera. Un día apareció en mi reino pidiendo que le diese tres últimos sueños para convencerla de irse con él, y acepté, porque en el universo ha habido tanto sufrimiento y egoísmo, y creí que hacer eso por él cambiaría las cosas. Ella lo deseaba y sólo dormía para verlo a él, pero su crueldad lo cegó, cada vez que la chica se interesaba por un mortal los separaba, la atormentaba, no la dejaba seguir. Y, un día lo pidió con tantas fuerzas que llamó a él, entonces supo que era más poderosa de lo que creía. Jamás cuestioné sus métodos pero eso casi la mata, y no lo iba a permitir.

Luzbel es el Rey del inframundo pero los sueños los controlo yo, al igual que recordarlo. Entonces supe que ella debía olvidarlo por completo, arrebate esas pesadillas y las remplace por sueños típicos. Eso no lo sabe Luzbel, y no tenía intención de decírselo.

Jamás...


Isaac Andersson


Al saltar del auto atravesé mi estómago con una estaca de madera, pero no dolía, la saque como si fuese una espina y caminé al rededor del lugar. Pude ver cómo Patrick y los demás salían del auto, no sabía lo que debía hacer, sólo que era algo que debía activar, pero no tenía idea de cómo, hasta que llegó el gato de Luzbel como si fuese mi guía.

—¿La puedes sentir? —indagó el felino.

Di un ligero saltó entre suspiro y lo miré con el ceño fruncido.

—No, y no me acostumbraré a que hables —musité, evitándolo. Seguí caminando entre el pasto y árboles del bosque, mientras me seguía.

—Necesitas mi ayuda —mencionó.

—¿Cómo podrías? —dije siendo algo altanero.

No necesitas a nadie. Eres Hellhound.

—Porque somos lo mismo, y a pesar de que no eres mi rango..., sé lo que tienes que hacer.

Me frené de inmediato y lo miré, yo aún tenía la bufanda de Lizzie en el cuello, y noté cómo la miraba, de alguna manera señalándola sin moverse.

—No la voy a quemar— protesté.

—No, no lo hagas. Debes dejar que tus instintos te guíen. Eres un sabueso, protector de lo sobrenatural y la chica es como un tesoro para ti —mencionó con esa voz varonil.

Frené furioso.

Caminaba por el lugar como si él me dijera que hacer.

—¿Cómo lo hago? —fruncí el ceño. Temeroso.

—¿Qué es lo que crees que debes hacer ahora? —indagó.

—No lo sé, pero quiero quemar todo este lugar —pase mi mano por mi rostro.

—Entonces déjate llevar... no siempre debes mantener el control —musitó, alejándose de mí.

—¡No podré controlarme! —farfullé desesperado.

—No dejes que el miedo sea más fuerte que el mismo fuego infernal —mencionó—. Piensa en que quieres encontrarla a ella.

¿De qué habla esta bola de pelos?

Déjate llevar.

—Per... —me frenó en seco.

—¡Hazlo!

Agité mi cuerpo, dejando ir el aire de mis pulmones, un par de veces antes de cerrar los ojos. Al hacerlo; me concentré en los sonidos, escuché autos pero al abrirlos no había ninguno. —Enfócate—. Volví a intentarlo, nuevamente a escuché. Oía voces y llantos. Comencé a sentir el aire más frío en el instante que chocó con mi cuerpo. Fue como un golpe suave pero seco. Abrí los ojos lentamente y al dirigir mi mirada hacia abajo, mis manos tenían fuego en ellas, me asusté un poco, pues jamás había tenido tanto fuego. Sin embargo no me importó y seguí invocando el fuego que me pertenecía, tomé la bufanda e inhalé todo el aroma desprendiendo de ella, algo había cambiado —déjame entrar—, y... no reconocía a nadie más que su aroma, sabía que buscaba a alguien pero no tenía sentido, en ese momento era el sabueso buscando a Lizzie y no quería ser él, quería ser Isaac.

No puedes, déjame hacerlo.

Perdí el control y caminé cruzando la carretera, no miré a nadie más porque sabía que no eran importantes, no quemé la bufanda pero la gran parte de mi ropa estaba quemada. Podía escuchar gritos llamar a Isaac pero ese no era yo, ellos caminaban detrás mío con precaución y lo sabía porque uno de ellos pronto moriría... y yo sería quién lo ayudaría a cruzar. Una electricidad magnética llegó hasta mis pies. Los jalaba como un imán, escuché jadeos y los reconocí. Ella siempre me atraería a mi humanidad. A medio kilómetro estaba una casa vieja, parecía una bóveda por lo asegurada que se veía, miré mi ropa, sólo quedaba la bufanda, parte de mi pantalón, y mi piel tenía cenizas, aún desprendía calor. Me percaté de que las personas detrás mío me miraban confundidos, pero jamás vi tanto orgullo como en los ojos de Luzbel.

Ahora puedes hacerlo tú.

—¡Aquí está! —sonreí ampliamente—. Reconozco la esencia, puedo reconocer ese aroma, es como si fuesen los hijos de Lane, o de la reportera.

Sabía que no eran familiares, pero su sangre olía igual, estaban esparcidos por doquier, ¡esas malditas escorias!

Enfócate.

—Lo sé —respondió Luzbel—. Orfeo los dormirá y encontraremos pacíficamente.

Luzbel estaba dolido, y lo sabía por la manera en que miraba la bufanda. Pero entonces lo supe, su corazón tenía remordimiento.

—¿Sabias quienes la tenían? —me sentía enfurecido. No quería perder el control. Tensé la mandíbula.

—Lo deduje en el camino —añadió sin culpa alguna.

—Nadie sabía que ellos eran familia —susurré desviando la mirada.

—No todos, pero yo sí, y se lo dije a Luzbel —protestó Morfeo—. Los padres de la chica se quedarán a esperar a la policía —concluyó. Cambiando de tema.

Los miré a ambos incrédulo, no les importaba yo, ni me tomaban en cuenta...

Lo harán.

Caminé a grandes zancadas a la oscuridad de la casa. Me había molestado en absoluto la actitud de Luzbel pero jamás entendería sus motivos.

—Ya lo escuchaste —sonrió Nick, mordazmente.

Patrick y Anna se quedaron allí, y nosotros tres emprendimos camino, yo conocía a la chica pero no sabía que era la que me lanzó la flecha, el aroma era el mismo, igual que el tipo. No comprendía cómo es que eran ellos si Logan había muerto y conocía al hermano de Tracy. No podían ser ellos.

—No importa quiénes sean y concéntrate porque sabemos que te gustó la cazadora —dijo Morfeo, irrumpiendo mis pensamientos—. No dejes que te seduzca.

Por primera vez hacia sido sarcástico para reírse, había esbozado una sonrisa delicada.

—Por favor —resoplé rodando los ojos.

Había algo en ella que me gustaba, realmente me gustaba.

Ajá.

***

Lizzie Willer

Me había cansado de tratar por sobrevivir, ya no tenía fuerzas para eso, no podía, sentía que el alma se iría y yo no podría detenerla. Isaac no aparecía, lo había escuchado susurrar pero al final no estaba, ese par de hermanos estaban aterrados por el hecho de que sabían que moriría, quizá querían cambiar su vida por la mía pero estaba muy segura de que la mía ya no contaba en ese momento.

—Tengo mucha sed —susurré con las pocas fuerzas que me quedaban y de pronto sentí un golpe en el pecho, como si que algo se acercaba.

—¡Dale agua! —protestó el chico.

—¿Crees que morirá? —indagó la chica.

—No lo creo, pero no importa porque estaremos muertos para ese entonces —añadió.

—¿Tracy sigue arriba? —indagó el chico.

¿Tracy?

—Nuestra querida prima no se ensuciará las manos con esto —masculló la chica.

—Salgamos de aquí —pidió Dean—. Ella prometió que nos dejarían vivir.

—¿Le creíste? —dijo burlona. Se acercó a mí y sujeto mi rostro con fuerza.

Colocó un vaso de agua en mis labios secos. Al beberla sentí que me dolía la garganta, estaba tan seca que fue como beber gas.

Escuché ruidos que provenían de arriba y ellos se asustaron, me aferré a la vida lo más que pude y abrí los ojos dejando que la luz del lugar entrara en mis ojos.

—¡ISAAC! —grité con las pocas fuerzas que me quedaban, y solamente jadeé tratando de tomar aire.

La chica sacó un arco que estaba en el escritorio y Dean preparó sus dagas.

—¿Quiénes son? —indagó la chica, mirándome fijamente mientras yo apenas podía verla.

Todo mi cuerpo dolía, como si hubiese nadado por días, sin descanso.

—Un ángel, un demonio y... un Dio —musité entre jadeos, esbozando una sonrisa mordaz.

El chico corrió hacia mí pero no le dió tiempo, pues la puerta de acero se abrió de un golpe, haciendo que chocara con el otro extremo de la pared, el aire era más fresco, mis pulmones agradecieron inhalando profundamente. Vi a Luzbel con ese saco negro y corbata roja, había polvo, no dejaba que apreciara lo demás, hasta que una flecha fue lanzada a su rostro y un brazo desnudó la atrapó en al aire.

—Túsusurró de la chica.

Era Isaac, estaba ardiendo, literalmente. Sus ojos eran rojos fuego en lugar de avellana, pero por alguna razón la miraba a ella como si tuviese que hablarle. Sin embargo me distrajo Morfeo. Atravesó el lugar soplando hacia los raptores que cayeron de inmediato al suelo. Yo estaba al fondo del lugar así que no me habían visto hasta que les hablé con la fuerza que quedaba en mi.

—Vinieron... —esbocé una sonrisa. Sentí que el pecho se me hundió.

—Nos llamaste —susurró Morfeo.

Isaac y Luzbel se acercaron a mí, Isaac rompió las cuerdas de un tirón y me cargo para colocarme en el escritorio.

—¿Qué hacemos? —indagó.

Sujetaba mi rostro y no tenía fuerza para mantenerlo. Mi cabeza llegó hasta su pecho mientras él sujetaba mi nuca. Mis brazos estaban flácidos, me temblaban las piernas.

—¡Dale de tu sangre! —Orfeo le ordenó a Luzbel.

Lo miró como si no supiera a lo que se refería.

—Mantenla despierta —pidió Isaac.

Al final no podía escuchar muy bien, todo era borroso. Lo último que escuché fue el latido del bello corazón de Isaac.

Hellhound

Luzbel rompió su muñeca con la uña. Tomó su boca y dejó que bebiera unas gotas. Pero no funcionaba, aunque seguía consiente por Orfeo. Sin embargo no parecía estar escuchando nada.

—¡Está muriendo! —Orfeo protestó. Aterrado—. No podré mantenerla despierta tanto tiempo.

Me miró a los ojos y después se dirigió a Luzbel.

—Usa el vínculo —musitó Luzbel. Sus ojos de veían cristalinos.

—¡No! —dije con firmeza—. No puedo matar a nadie.

—Es la única manera —contraatacó.

Hazlo.

—Salgan de aquí... por favor —pedí con amabilidad.

Mis ojos comenzaron a derramar lágrimas, pero del mismo modo desaparecían evaporadas.

—No me interesa tu honor, debes salvarla —ordenó Luzbel.

—No importa, Luzbel —Orfeo lo tomó del brazo. —Él sabe lo que hace, y sé que lo que le queda de honor lo usará.

—Sáquenlos de aquí —miró a los chicos tirados en el suelo—, al igual que a sus padres —pedí mirando el rostro pálido de Lizzie—. No dejes que se duerma, Morfeo. Por favor... por favor.

Al desviar la mirada mis lágrimas se deslizaron por mis mejillas al mirar su bello rostro.

Ambos sacaron a los chicos de allí. Sabía que la profecía decía muchas estupideces pero no podía dejarla morir, prefería que hubiese mil muertes en lugar de la suya. La tomé entre mis brazos y la dejé en el suelo, quité el cabello de su rostro que comenzaba a sentirse frío, sabía que debía hacerlo antes de que muriera. Me hinqué y coloqué su cabeza en mi regazo, tomé su rostro y la besé en la frente. Había enviado a esas almas por otra oportunidad pero sabía que no la merecían, ni siquiera yo. Sabía el dolor que les causaría, incluso a esa última alma que me hizo sentir bueno... —Chico flama—, nada importaba si no la tenía a ella. Tomé su mano y sacrifiqué un alma en su nombre.

—Las almas que he sacrificado te pertenecen ahora, al igual que la mía, y la tuya como mía —traté de no llorar—, para que juntos caminemos, arrancando aquellas vidas de quiénes no la merecen, y el mal descienda sobre todo aquello que te hizo daño.

Mi cuerpo ardía en llamas, y mis lágrimas no eran agua, eran chispas que se desvanecían en el aire, toqué su mejilla con mi mano en llamas y no la quemaba, sus labios se volvían color carmesí, pero algo estaba cambiando, mi deseo por ella era más fuerte, toda su ropa estaba en cenizas, pero no su bufanda tirada en el suelo, mi cabello parecía estar quemándose pero tenía un color más fuerte, era como el fuego mismo, y de pronto sus ojos se abrieron para mirarme... jamás me había mirado de esa manera.

—Tus ojos —susurró esbozando una sonrisa.

—¿Qué tienen? —musité tocando su cabello que parecía estar en el agua. Luminoso.

—Son negros —murmuró tocando mi rostro. Era tan fría que donde me tocaba podía apagar el fuego que había en mi—. Son hermosos.

Le sonreí y tomé su mano, con su uña abrí la palma de mi mano, aún no podía explicarme cómo una uña tan frágil podía hacer daño. Suponía que se debía a lo mismo que Orfeo y Luzbel, sólo ellos pueden lastimarse. Al final hice lo mismo con la suya y coloqué la sangre que derramaba en sus labios, para que bebiera de mí. Cuando iba a colocar la suya en los míos, me frenó, y con su dedo índice quitó la sangre de su palma para la colocarla en los míos, quitó mi mano de sus labios.

Miró mi rostro y lo jaló hacia ella con esa delicada mano. Sus labios estaban bañados de mi sangre y los míos de la suya. Tomé la propuesta y coloqué mi labio inferior debajo del superior de ella, planté un beso profundo e intercambiamos haciendo que la sangre se mezclara para injerirla. No sabía si eso debía hacer pero no había nada que deseara más que eso. Cuando la besé hubo un golpe como si la barrera del sonido se rompiera ante nosotros e hizo que desaparecieran mis llamas, di un respiró separándome de ella, traté de tomar más aire del que alguna vez necesité y la miré inconsciente entre mis brazos. Ya no deslumbraba pero su corazón latía, no había ropa sobre ella así que la cargué y salí del lugar.

La envolví con una sábana que estaba en uno de los sofás de la parte de arriba, parecía que tenían días de estar allí, había sólidas de comida, bebidas, y demás. Todo eso estaba planeado, pero los odié mas que nada. Seguí hasta afuera del lugar. Mi cuerpo se podía notar más pesado, lo sentía distinto, no tenía nada en el cuerpo así que estaba desnudo cargando a la chica en mis brazos cubierta con una sábana blanca. Lo primero que vi fue a esos dos hombres murmurando sobre lo que había pasado. Y aunque lo intenté, no había otra manera de traerla de vuelta. Los padres de la chica se abalanzaron hacia mí, Patrick la tomó de mis brazos y la llevo al auto, Anna estaba llorando, tratando de hablarle y preguntándole como estaba. Caí de rodillas ante ellos dos. Me dolían las piernas, pero sentí como salí del shock, y que pude respirar por primera vez.

—¿Qué hiciste? —indagó Luzbel. Su tono de voz era confuso.

—La profecía... lo hice —los miré exhausto.

—¿Cómo hiciste? —volvió a cuestionar, mientras Orfeo se quitaba la gabardina para colocarla en mi espalda.

—Bebimos de nuestra sangre —dije, agradeciéndole a Orfeo con la mirada.

—¿Sólo bebieron? —replicó.

—¡Sí! —dije irritado.

Me incorporé y pasé al lado de él sin mirarlo. La policía estaba llegando y me metí en el auto de la madre de Lizzie. Ella estaba en la parte de atrás, la coloqué en mi regazó. Patrick se quedó con la policía para meter a la cárcel a los chicos que la tenían secuestrada. Anna condujo hasta nuestra casa, y no me interesó en absoluto cómo quedaron aquellos dos. Saqué nuevamente a Lizzie del auto y la llevábamos a la ducha, su rostro se veía deslumbrante, y no pude evitar sonreír y deslizar mi dedo sobre su labio inferior. Salí de la ducha después de ayudarla a colocarla en la bañera. Anna le dió un baño de agua caliente, y yo uno con agua fría, nos recostamos en la misma cama. Ella seguía inconsciente, todo el tiempo estaba entre dormida y despierta, así que tuve que cargarla de sitio a sitio.

Suponíamos que era por todo el tiempo que no durmió y por lo que había hecho. No me interesó mucho que durmiese, no mientras su corazón siguiese latiendo. La abracé y dormí con ella por al parecer todo un día. Hasta que nuevamente abrí los ojos.

Luzbel

Después de ese rescate algo insignificante, estuvimos en la casa de los jóvenes. Morfeo no salió del sofá pequeño en todo el día mientras Patrick se encargaba de lo legal, Anna de darnos comida realmente exquisita, aunque ninguno de los dos teníamos apetito, ya que nos revolvía el estómago un tema en específico... el vínculo.

—¿Cuánto tiempo crees que estarán así? —indagó Patrick.

Estaba recargado de la barra bebiendo un café con licor, y él acababa de entrar, dejando sus llaves en la mesa.

¿Así como? ¡¿Durmiendo?!

—No lo sé, ellos decidirán cuando despiertan —dije, tallando mis cienes.

—¿Trajiste a Logan de vuelta? —indagó Anna.

—Sí, libre de demonios —arrastré las palabras. Irritado.

Devolverlo fue algo que no quería hacer, pero al final todos son unos malditos jóvenes... jóvenes estupidos.

—Al parecer los cazadores son primos de los Lane, el chico fue más flexible pero la chica sigue en shock, no dice una palabra —farfulló Patrick.

¿Shock? Agh, que maldito estrés.

—Al menos no está en coma —musité, refiriéndome a los chicos que seguían dormidos después hace una eternidad.

—¿Cómo funciona la profecía? —cuestionó Anna. Replicaba sus dedos en sus labios, mientras se servía de una botella de vino.

¿Todos son alcohólicos aquí?

—Él le da un alma a ella... o ella a él —respondí firme.

—¿Cuál alma? —indagó.

—No sabemos cómo lo hizo —soltó Orfeo.

—Deben beber su sangre sin dejarse llevar por el impulso carnal.

—¿Carnal? —masculló Patrick, abrumado.

—Sólo beber de su sangre, no deben mezclarla —confesé irritado.

—¿Qué significa? —Anna volvió a preguntar.

Estaban agotando mi paciencia, todos estaban confundidos pero Orfeo y yo parecíamos más molesta o decepcionados.

—El vinculó ya de por sí es fuerte, pero si no necesitaron un alma para hacerlo... —miré a Orfeo.

—¿Qué? —indagó Anna.

—Seguramente mezclaron su sangre —me incorporé, yendo por unas botellas de vodka que había su cocina.

—¿Qué hay de malo con eso? —el sonido de la voz del hombre con placa me molestaba.

—Creo que nada, pero al parecer no necesitan un alma para su vínculo, eso quiere decir que es aún peor de lo que se escribió —confesó Morfeo. Agobiado.

—Qué tan fuerte debe ser para que no tengan que matar? —cuestionó Patrick.

—¡Nos besamos! —el pelirrojo salió de la recámara—... nos besamos —confesó.

¡Maldito bastardo, privilegiado!

—¿Por eso estaban desnudos? —traté de controlar mi ira y me fui hacia él. Lo puse contra la pared tomando su cuello.

—La ropa se quemó —me dió un empujón—, simplemente mezclamos la sangre... cuando nos besamos —. Rodó los ojos y se acercó a la barra. Cruzó los brazos.

Fruncí el ceño y miré a Orfeo. No podía imaginar sus manos sobre su piel, se sentía como estar ahogándome.

—¿¡Qué hiciste!? —Orfeo estaba incrédulo—. No sólo abrieron la puerta, si no que la quemaron en el proceso —dijo incrédulo.

Morfeo se retorció incómodo en el sofá.

—¿Qué dices? —traté de comprender.

Mi furia no era saludable para nadie así que me tranquilicé.



—¡Si el amor que sentían antes era fuerte, imagina ahora que literalmente son una vida misma, él debe matar para que ella despierte! —añadió desesperado—. Por eso sigue así, no va a despertar hasta que el pacto de sangre se complete. ¡Mezclar su sangre no es sólo algo que se hizo en el camino! —Masculló Morfeo.

Se veía enojado, pero más bien asustado.

—¿A qué te refieres? —el pelirrojo indagó. Miró a Anna y Patrick, tenía miedo de lo que pudiese suceder.

—¿De quién fue la idea? —inquirí. Me acerqué con la furia recorriendo mi cuerpo.

—Ella me frenó antes de darle la sangre, y dijo que mis ojos eran negros... me dió su sangre y yo la mía, así para después intercambiamos... con un beso —farfulló, dejando ir el aire de sus pulmones.

—¡El beso lo cello! —Patrick se incorporó, y fue por el pergamino que estaba en la mesa pequeña—. Las letras pequeñas dicen; El fuego arderá, pero las brazas cesarán cuando el beso rompa el viento. Las almas penaran hasta que la sangre sea derramada.

Miré al chico pelirrojo incrédulo.

—No sólo cumplieron la profecía, si no que desataron la pena —miré a Morfeo—. ¡Debo ir al infierno!

—Espera... —la madre de la chica—, si dice que cesará hasta que la sangre sea derramada debe significar algo. De alguna u otra manera la profecía se iba a cumplir, Isaac y Lizzie han estado toda su vida juntos. ¡Lo único que te molesta es que el vínculo sea más fuerte que el tuyo con ella!

—Cuida lo que dices —susurré, acercándome a ella.

—Es verdad —me frenó, Orfeo—, debes entregarle un alma, ella decidirá si muere o no. Al despertar ella no será Lizzie, la oscuridad estará en ella y lo único que podrá aferrarla a la vida eres tú —Le dijo al pelirrojo, y desvió su ojos a mí. Sabía que me trataba de consolar.

—¿Qué sucederá después? —indagó Patrick.

—Será nuevamente ella, aunque la oscuridad la acompañara, sin embargo es creación del portador de luz, lo que significa... combatirla... todo estará bien —informó Morfeo. Quería salir con tantas ganas que apenas y podía mantenerse en equilibrio cuando se dirigió a la puerta.

—No hay problema, tenemos un vínculo muy fuerte —musité orgulloso.

—Eso no es del todo cierto... hace un tiempo le borré todos esos sueños que la hicieron amarte como un monstruo —confesó.

Estuve apunto de lanzarme hacia él pero el chico protestó.

—Lo haré —suspiró con tranquilidad—. Ella ama a alguien más —dijo sin ninguna preocupación.

¿Cómo no le preocupaba perder su amor?

Los padres nos miraban con el ceño fruncido. Quizá por el hecho de estar hablando de su hija como un pedazo de carne.

—¿Quién? —indagó el Padre.

—Thomas... ellos estuvieron juntos mucho tiempo y lo quería, pero no como un hombre —se aplastó en el sofá.

Pelirrojo, eres insufrible.

—¿Qué te tiene tan tranquilo? —indagó Orfeo.

—Elizabeth quiere seguir durmiendo —confesó. Su sonrisa se amplió.

—¿Cómo lo sabes? —inquirí. Elevé las cejas y lo miré incrédulo ante tal acto de estupidez.

Me miró asqueado, frunciendo el ceño.

—Porque yo también —regaló una sonrisa burlona.

—No fanfarronees —dijo Patrick divertido.

—No es una asesina, y no dejara que muera Thomas. Déjenla descansar —sonrió el pelirrojo—. Ahora que está dormida regrésale los recuerdo de Luzbel, ella estará feliz de tenerlo cerca —añadió con un bostezo.

¡Voy a matarlo!

Sí, no lo harás.

—¿Por qué parecen tan tranquilos? —Anna protestó. Indignada.

Al parecer no había leído bien.

—Elizabeth ya no necesitará protección, nadie querrá meterse con ella, puede que sea lo mejor —añadió Orfeo, abriendo la puerta. Y, de alguna manera ya tenía otra gabardina, no comprendía de dónde las sacaba.

—¿Eso que significa? —cuestionó el hombre de placa.

—Ella es mucho más peligrosa ahora —miré al sabueso—. Él la protegerá siempre y al parecer no me necesitará —dije, sonando más miserable de lo que creí.

—Has crecido, Hellhoud, y aunque aún te falta mucho por recorrer... se que la cuidarás —Orfeo parecía despedirse del humano, y lo felicitaba.

El chico se incorporó y le dió un abrazo, Orfeo no se movió, ni lo abrazó, solo dejó que sucediera.

—¿Te vas? —indagué.

—Ya no tengo nada que hacer —suspiró—. Liz está bien y yo debo volver —mencionó cómo si una daga atravesara su cuello.

No pude decir nada, y tampoco los padres de la chica, estaban igual de sorprendidos que yo.

—¡Vigila a Garret! —farfulló Isaac, antes de que saliera.

Orfeo asintió y desapareció por la puerta.

—¿Por qué el mortal? —indagué.

—Él me ayudó cuando tus demonios querían a Lizzie, y algo me dice que no fue servicio comunitario —lo miré, mientras los padres de la chica estaban escabulléndose hacía su habitación—, él sabe algo, y debemos averiguarlo.

Eso suceso tenía meses, no comprendía el porqué ahora.

—Tienes razón —repliqué mi dedo índice en la barbilla. Resoplé para romper el hielo— ¿Quieres ir a sacar los corazones de los demonios? —indagué, con sonrisa maliciosa.

—Sí, se me antojo la carne cruda —saboreó mientras se colocaba esa horrible bufanda que olía a estar sin lavar por décadas. Tomó las llaves y me las arrojo— ¿Después me llevas con Thomas? Estoy seguro de que se pondrá feliz al ver tu rostro.

No pude hacer más que rodar los ojos, ahora el pelirrojo era el doble de sarcástico, así que, el doble de molesto.




Lizzie Willer

Lo último que recuerdo es por alguna razón extraña haber besado a Isaac con sangre en los labios y después un frío abrazador. Estaba en aquel claro de bosque donde estaba el chico al lado de aquel tronco. Pero a mi sorpresa no era él, había alguien más en su lugar. Estaba parado esperando por mí y eso me hizo sentir segura.

—Hey —mi voz en un susurro, lleno de esperanza.

—¡Elizabeth! —dijo Morfeo con esa posición firme que siempre tenía.

—¿Adónde estoy? —indagué.

—En el reino de Luzbel, es la parte de tu sueños —susurró.

Noté que, aunque siempre era sombrío... no estaba siendo él.

—Recuerdo eso, él estaba justo allí —señalé el tronco.

—Él no era... fui yo tratando de advertirte que te alejarás de él.

—¿Por qué lo harías? —me acerqué a él mientras me indicaba que lo siguiera.

—Quité cualquier sueño de Luzbel, su presencia e hice nuevos para que no extrañaras su compañía.

—¿La noche antes de que lo viese...? —dejé la pregunta en el aire.

—Él me lo pidió, pero era yo... perdóname si te hice sentir mal ó confundida —añadió.

—¿Me tocaste? —pregunté perpleja. Una perturbadora escena se vino a mi mente en ese instante.

Esbozó una casi sonrisa.

—Así no funcionan los sueños.

Sentí que me ruborizaba, y no sabía si eso era posible.

—¿Te divierte? —indagué.

—Un poco, sí.

—¿Me seducías por él? —fruncí el ceño, perpleja.

—No —respondió mientras pasábamos por lugares que se me hacían familiares.

—¿Entonces?

Me miró y suspiró para comenzar:

—Lo hacía por mí, quería saber si me reconocías porque así sabría que no estarías con él. Eliminé todo rastro de Luzbel y cree historias donde pudieras sentirte amada —confesó como si lo lamentara.

—Descuida, no es tu culpa —regalé una sonrisa—. Luzbel no es un monstruo y eres el único que lo cree.

—Y tú también —añadió mirándome cómo si le decepcionara.

—¿De qué hablas? —indagué. Confundida.

—Esos sueños de los que te hablé —me pidió detener la caminata mientras me miraba a los ojos.—. Luzbel fue una de las peores pesadillas, y después de atormentarte, torturarte, lastimarte y abusar de ti... te enamoraste de él.

No, eso no.

—Dices que así no funcionan los sueños —dije confundida.

—No, pero por alguna razón así lo querías, querías lo que él te daba.

—¿Tortura? —dije perpleja.

—No, el amor, y al final demostró que no era el monstruo que te hizo creer al principio.

—¿Por qué no querías que recordase eso?

—Porque no entendía cómo algo tan puro podía amar todo lo aberrante —confesó.

—Pero todo lo que me dijiste es sobre los sueños y que yo lo quería, si deseaba dormir con el Dios de los sueños o quería amar al diablo al final, era mi decisión —dije, tratando de calmarlo.

—Y, perdón por lo del instituto, sólo estaba haciendo lo que Luzbel me pidió, como un favor —dijo para agacharse a recoger una flor rara del suelo.

Era gris con fracciones de pétalos rojos, y al centro había un capillo sin abrir.

—No te preocupes por lo del instituto. Yo te recuerdo —lo miré al levantarse—, era verdad. No le diré a Luzbel.

—Bueno, en los sueños... —lo frené.

—Ya se, yo los controlaba —dije divertida.

Miré la flor que tenía en las manos y me la entrego.

—Esto es la ensoñación y cuando el capullo se abra podrás recordarlo —estaba parado sin moverse mirándome de una manera extraña.

Le sonreí porque creí que desaparecería y no fue así. Inclinó su cabeza y me dió un beso en la mejilla, al apartarse quedé perpleja.

—¿Eso que fue? —indagué.

—Fui yo —dijo para después desaparecer como humo.

No podía creer que él hiciera eso, y menos que haya logrado sonreír un poco. Traté de enfocarme en lo que decía y al parecer fue bueno conmigo.

Giré hacía la dirección contraria y el capullo se abrió, al hacerlo me asfixió con un abrumador sentimiento de desesperación, no podía ver nada. Pero, después me abrumaron los recuerdos que dijo; eran sueños, pesadillas donde Luzbel me torturaba y arrastraba a lugares imposibles de ir, me lastimaba, y manipulaba para que siguiese sus órdenes en los sueños. Me ponía a prueba, me encadenaba, y hacía correr de monstruos, mataba a las personas que amaba y me hacía verlo. Estuve encerrada en un calabozo intentando salir y cualquiera que me ayudase moría. Había cadenas en mi cuello porque al parecer yo era la única que podía encontrar a algunas almas, me humilló y aterró. Hasta que pude dominar mi miedo y mis sueños.

Comencé a evitar tener miedo cuando caía al precipicio y también cuando me obligaba a despertar con horrible migraña. Me resistía, hacía preguntas y lo rechazaba, al fin veía ese lado, me contaba historias y mostraba, me contó la verdad, su historia real y yo no lo recordaba, aprendí a quererlo porque al parecer lo entendía. Sabía que, si siempre era bueno yo sólo esperaría eso, y sin importar nada más lo acepté.

Me escuchaba y si le pedía algo lo cumplía. Cuando me contó la historia algo cambió en mí y algo en él. Sentía lastima por él y ahora yo era la que lo buscaba en mis sueños.

Una cubeta helada de la verdad cayó encima de mí y al final sabía lo que debía hacer. Ellos harían todo para despertarme y yo sabía lo que harían porque deseaba hacer daño, pero había algo que me frenaba.



Luzbel

—¿Y, cómo se supone que te llame? —indagó el pelirrojo.

Estaba irritándome más de lo que creí. El auto se había más pequeño con su voz.

—¿A quién vas a matar? —ignoré su pregunta. Parecía haber vuelto aquél chico pelirrojo.

—Me gusta más Nick. Es un poco narcisista ir por la calle llamándote Luzbel —hizo una mueca de desaprobación.

—Voy a olvidar por completo que eres vital para que ella despierte y te arrancaré yo mismo la cabeza —tensé la mandíbula para decirlo.

—No lo soy —confesó burlón—, sólo le di tiempo de calidad a Orfeo con Lizzie —añadió.

¿Hiciste qué?

—¿De qué hablas? —gruñí dando un frenó en seco.

—No es para tanto —se sujetó de la guantera para evitar el golpe—, él necesitaba decirle algo y lo planeamos mientras dormía, aunque sólo es mentira la parte de que debemos matar juntos para que despierte... tiene que estar despierta para-poder-matar —se burló. Haciendo un moviento sarcástico con las manos.

Lo voy a matar.

No, no.

—¿De cuando acá son amigo? —inquirí. Poniéndonos en marcha.

—No lo sé... quizá, desde que se preocupa por Lizzie —mencionó, tratando de mostrarme que había más personas interesadas en ella, y dispuestas a sacrificarse.

No respondí a ello porque al final yo la tenía que abandonar.

Había almas saliendo del inframundo y todo porque yo no estaba haciendo mi papel de guardián y el sabueso tampoco. Después atrapar almas como era debido y no con el sadomasoquismo del pelirrojo, tuve que llamar al alguacil para decirle que los cuerpos había sido deshabitados, los cuales, al parecer ya eran muertos, pero nadie sabía adónde estaban.

Horas después de tomar un descanso nos dirigimos a casa del ojiazul que me molestaba tanto. Nadie sabía pero yo fui el culpable de darle los ataques de culpabilidad, y cuando le importó la chica, me pidió que lo arreglara, quería que ella tuviera motivos para quererme.
No fue muy difícil persuadir al chico Thomas de ir con nosotros pero hubiera preferido golpearlo en la cara para que quedase inconsciente.

—¿Qué es lo que ha pasado con ella? —indagó el castaño.

—Cállate —dije a regañadientes.

—Te lo explicaré después —mencionó el pelirrojo aclarando la garganta—. Y, por cierto, yo creí que vivías en la ciudad, ¿no se suponía que querías estar en la misma ciudad que Lizzie? —elevó la cejas mirándome.

—Sí, antes de que ella terminara contigo y yo me volviese loco —añadió sin perder la compostura.

Wow, ¿vas a llorar?

—¿La extrañas? —indagué.

—¿Sales con ella? —replicó algo intimidado.

No entendía porque iba a responder, eso a él no le importaba.

—No del todo —añadí—. No cómo quisiera —corregí.

—¿Qué sucedió? —preguntó de nuevo haciendo que el pelirrojo comenzara a burlarse de mí.

Le di una mirada fulminante y al final respondí:

—Al parecer debo ver si le sigo interesando.

—¿Alguien de la universidad? —inquirió el castaño con un toque de ironía.

—De hecho —lo miré como si tuviésemos una misma causa—, vive con él —devolví la mirada al pelirrojo, queriendo arrancar su cabeza.

—¿Ustedes dos...? —el chico dejó la pregunta en el aire como si fuese de esperarse.

—Claro que no, es sólo que está celoso de que ahora me quiera más a mí —añadió, el pelirrojo.

Mátalo... hazlo.

—¿No siempre ha sido así? —su voz me saco de la burbuja homicida, y fue como una daga atravesando mi garganta. La verdad es que la última vez que sentí dolor físico fue cuando Lizzie me abofeteó. Pero este dolor fue distinto.

Nadie dijo nada después de eso pero todos sabíamos que era verdad, siempre habían tenido una conexión especial, eran la profecía y al parecer yo ya no era su destino, ella forjaba uno propio.

***

Narrador:

Luzbel no podía explicar cómo es que ella ya no era de su propiedad y que al parecer, era la que iba a elegir si quería conocer más sobre su origen, o simplemente debía seguir con su vida. Sin embargo la verdad es que jamás volverían a ser como antes, y tampoco lo querían...

Quizá sería más fácil para ellos no ver lo que viene. Probablemente es más sencillo ser sólo jóvenes. Aunque tenían de lado a uno de los seres con más experiencia en la existencia, no podían hacer nada para evitar lo inevitable.

Mientras ellos condujeron 8 horas y cazaron almas que desertaron; los padres de la chica la miraban dormir y dormir, su piel se veía más amarilla y pálida de lo normal, al tocar su mano se percataron de que estaba helada, no comprendían cómo podía estar tan helada si seguía viva o al menos eso parecía. Isaac y Orfeo tenían un plan, si ella recordaba a Luzbel de la peor manera ella se negaría a ir con él para reinar a su lado pero también existía el miedo de que no sucediera. Nadie sabía que hacer y ni siquiera los seres más poderosos sobre la tierra podrían contra la voluntad de unos simples jóvenes.

El chico Thomas estaba intrigado por el camino y más por sus raptores, estaba preocupado por la chica. Aún la quería y sin duda quería lo mejor para ella pero al final nadie decide a quién amar, no controlamos lo que sentimos. Las cosas cuando son jóvenes pueden ser eufóricas, sin embargo es su voluntad aceptar lo qué hay. Se preguntaba cuanta voluntad había en una estudiante de 20 años y su joven amigo con dones especiales.

Que él fuese un sabueso y que ella, un alma sin rumbo no era una casualidad, pues ellas no nacen sin un guardián y menos si El Portador de Luz es el dueño de una alma de esa magnitud.

Tantos secretos, y ninguna verdadera respuesta.

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