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Extra I

Cassio


La pequeña y delicada flor púrpura baila entre mis dedos. La plata de mis anillos brilla con la luz del sol y solo uno de ellos parece no concordar. La fina banda dorada descansa en mi dedo, solo dos letras grabadas. Nuestras iniciales.

Me abstengo de restregarsela como un niño a mi acompañante. Ilias probablemente me daría la espalda y a Atenas le parece importante que se mezcle con nosotros. Cómo nuestra familia.

Debo admitir que es un buen rey, dedicado y justo. Pasa su tiempo recorriendo la tierra y reparando los daños que Vair ocasionó. Dirige con carácter pero con consideración. Es tan melancólico que espero por su bien que mis hijos no imiten su terrible aura.

Aunque eso podría ser un problema, dado que Nerón siente una fascinación casi ofensiva hacia mi hermano. Lo observo mientras trepa por su capa y se cuelga del cuello de Ilias, sus pequeñas manos hundiéndose en sus mejillas. Tengo que apartar la mirada cuando mi hijo golpea su ojo para tomar sus cabellos.

—Controla a tus hijos —dice y puedo ver por el rabillo del ojo como sostiene las manos de Nerón entre las suyas y se encorva para evitar que se caiga.

Me concentro en Olimpia, que se sienta en el suelo de piedra a jugar con mis sombras. Sus pequeñas alas se agitan con emoción cuando su propia magia sale a relucir como pequeños destellos que se abren paso entre la oscuridad de mi magia. Su hermano la observa desde lo alto, tratando de que sus propias alas funcionen.

Olimpia y Nerón son los primeros semidioses nacidos de dos Dioses. No sabemos cómo se desarrollará su magia y ambos son deliberadamente tan opuestos que a los Dioses les preocupa futuras discordias.

Atenas es el equilibrio mismo y está segura de que el rumbo de la magia tomará su rumbo. Aunque claro está, que por la protección de nuestros hijos, jamás revelaremos sus terribles visiones sobre el futuro.

—No puedo controlarlo, es el Caos. —Respondo a Ilias y sonrío.

Lo escucho resoplar al mismo tiempo que la magia destella y Destino se materializa con su horrible ave en el hombro. A su lado, una mujer de cabello pelirrojo y ojos violetas nos observa con atención. La hija de Tanaias parece una copia extraña de sí mismo, aunque su mirada es mucho más severa.

—¿Está hecho? —pregunto, observando como mi hermana se inclina para tomar a Olimpia.

La bebe guarda sus alas y toma sus mejillas. Balbucea algunas cosas inentendibles, pero la Diosa asiente con seriedad y la acuna entre sus brazos. Por otro lado, escucho a Nerón reír cuando uno de sus tirones en el cabello de Ilias casi lo deja calvo.

Espero una respuesta desde el borde de piedra de mi mesa. Mientras lo hago, Astor empuja su presencia en la sala. Trae tantas cajas como puede cargar y su serpiente esmeralda se desliza por la sala.

—No me digas que trajiste más mierda —Ilias chasquea la lengua.

—Vocabulario —señala Destino.

—Son Dioses, a nadie le preocupa el vocabulario.

Mi hermana da una de sus mejores miradas reprobatorias antes de mirarme a los ojos. Una suave sonrisa se extiende en su rostro y asiente. Con ello, mi cuerpo se relaja y presto atención a los otros dos tontos.

—No puedes traer tantas cosas, limpiar es mucho trabajo para Atenas.

Astor alza una ceja y le quita a mi hija de los brazos a Destino con un gesto. Ambos Dioses tienen un niño entre los brazos y se miran fijamente.

—Ella no limpiará y son regalos.

Ilias inclina la cabeza.

—Tus regalos estorban ahora.

—¿Y los tuyos no?

La conversación me parece tan ridícula que dejo que mi flor se desvanezca antes de dirigirme a la hija de Tanaias. Taias. Ella levanta la vista para encontrarse con la mía y aunque la magia no le ha sido heredada, parece lo suficientemente fuerte como para pelear con un Dios.

—¿Tanaias? —pregunto.

—Donde debería haber estado antes —responde.

Sé que guarda un especial rencor hacia nosotros por el encierro de su padre. Algunos días, es difícil no culparme por no haberlo liberado antes. Pero aún en este momento, el alma mortal de Tanaias me pertenece y ya que no morirá como un humano, estaremos atados de por vida. Si yo muero, mi sobrino lo hará. No hay vuelta atrás después de nuestro trato. La magia traerá a Tanaias en mis momentos más críticos sin importar donde quiera estar.

Le asiento antes de tomar la carta de las manos de Destino y guardarla en mi bolsillo. Mis pasos se detienen cuando la conversación de Ilias y Astor lo hace. Creo que es Riku quién ha llegado, ya que mis hijos lo adoran. El único ser que podría competir contra Astor siempre ha sido su esposo y mis hijos no son la excepción. Les gusta treparlo y burlarse de él.

Aunque sería imposible que esté aquí, ya que debería estar con Atenas en antiguos campos de Vair, reparando las ruinas de ese lugar y restableciendo el orden. Enviando a quienes se aferran al lugar a una zona mejor o defendiendolos de aquellos que se quieren adueñar de las ruinas.

Por lo tanto, el silencio no se debe a una nueva llegada. Entonces, cuando mis ojos se dirigen a mis hijos en el medio de la habitación, los veo a ambos tomados de las manos, aún siendo sostenidos por sus tíos.

La habitación se queda en silencio, todas las respiraciones se sincronizan y la magia llena la habitación. En el medio de este lugar, la magia de mis hijos se vuelve intensa. Ambos bebés se miran a los ojos mientras la niebla envuelve a Nerón y un destello de luz baña a Olimpia. Ambas expresiones de magia se repelen, la luz tratando de abrirse paso entre la espesa niebla.

La concentración de ambos niños es tan severa que todos guardamos silencio. Ha pasado una cantidad de tiempo considerable cuando es Olimpia quién se aparta, su magia retrocediendo.

La niebla de Nerón la envuelve hasta tragarla entera y es cuando termino la distancia entre ellos y nosotros.

—Neron —llamo.

Su magia no retrocede, no la suelta. Mis sombras se esparcen pero no pueden herir a uno de mis hijos. Ni Atenas ni yo jamás podríamos usar nuestra magia contra uno de ellos. Y es aterrador.

—Que nadie se atreva a hacerle daño —Mi voz retumba en las paredes, mi magia consciente de cada presencia.

La neblina no me deja tomar a Olimpia y cuando mis ojos se encuentran con los de Astor, sus manos están vacías. Mis ojos se vuelven hacia Nerón. Su mirada vacía se encuentra con la mía y resplandece con su magia.

Sus alas abiertas chocan con la barbilla de Ilias y estoy a un paso de tomarlo cuando el Dios se gira. Sus grandes pasos se tragan la distancia hacia la salida y mi magia amenaza con estallar. Aprieto los dientes mientras lo veo salir y sé que mi esposa está sintiendo mi ira a través del vínculo. Sin embargo, es algo que tendré que considerar después.

Mi mente debate entre un bebé y el otro. Buscar a Nerón o tratar de romper su magia aquí y sacar a Olimpia.

Los veo irse y mis sombras los siguen hasta salir de la casa. Giro un segundo y mi mirada conecta con la neblina mientras se disuelve lentamente. Observo como pequeñas partes de mi hija van siendo descubiertas hasta que la bebé cae en mis brazos. La sostengo contra mi pecho, acunando su pequeño cuerpo.

Con un nudo en la garganta, la envuelvo entre mis sombras para salir de la casa. Mis pasos devoran la distancia y casi me estrello contra la puerta. Es entonces, desde mi entrada, que veo a Ilias y a Nerón de espaldas en el suelo.

Mi pequeño bebé respira lentamente mientras Ilias toma sus diminutos dedos entre su mano y ambos observan el cielo oscuro. Las estrellas, allá dónde Vair está encerrado, están ausentes está noche.

Acaricio la espalda de Olimpia mientras mi respiración vuelve a la normalidad. Mi mirada se aparta de mi hijo cuando pequeños dedos rozan mi barbilla. Mis ojos y los de Olimpia se encuentran y ella me sonríe. Me sonríe con la calma con la que lo hace su madre, con la misma compresión.

Me pregunto si alguna vez alguien ha amado como yo amo a Atenas y a los hijos que hemos creado.

Destino, Astor y Tais se detienen a mis espaldas y observan la misma escena. Desde aquí, todos escuchamos los suaves susurros que vienen del césped.

—Mi hermana hacía esto cada vez que mi magia se volvía extraña —Ilias susurra tan bajo que cualquier otro sonido opacaría su voz —. La magia es dura pero tú eres un gran Dios. Tu madre te convertirá en el Dios que Saili me convirtió a mi. No importa tu esencia, serás un buen Dios.

Puede que el bebé no lo comprenda, puede que solo tengan dos años de vida, pero mis hijos saben lo que ninguno de nosotros supo hasta muy tarde. Saben lo que es ser amado desde que fueron creados.

Y mientras Ilias comprende está batalla, sé que mis hijos no lucharan por un lugar ni por el poder.

Aún cuando ambos son los Dioses de la guerra.

†††

Nota de autora: Hola de nuevo, espero que hayas amado este extra. Ahora sabemos por qué está segunda parte lleva el nombre de los Dioses de la guerra. La lucha de los primos Dioses no fué nada comparado con el futuro.

Te espero en los próximos libros de este universo para que sigas conmigo la evolución y destrucción de los Dioses.

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