Capítulo veintisiete
Atenas
Tropiezo en el plano del equilibrio. Mi plano.
Las estrellas bailan en un cielo inexistente cuando giro para encontrarme con las figuras de los Dioses. Mis rodillas ceden cuando admiro mi propia figura en el centro donde antes estaba la esfera que proporcionaba el equilibrio del mundo.
Cada esencia es desviada hacia mi. Y no necesito verlo, porque puedo sentir la de Ilias conectar de una manera impactante contra la magia de la tierra. Logro ponerme de pie, con las alas extendidas.
Enormes alas púrpuras que se alzan detrás de mí. Mis pasos son ahogados por mis botas y contengo la respiración mientras atravieso el plano. Mi cabello está suelto y desordenado, siento el aura salvaje de mi nueva magia.
Intento no ceder al poder, aislarme de la presión de la magia y dejarla salir. No sé lo que podría ocurrir si pierdo el control y parece mucho más intuitivo de lo que pensaba. Destino no sabe cómo puedo hacer mi deber exactamente, pues cada magia divina es distinta
Entonces, tengo que descubrir sola como someter a mi voluntad la magia de Dioses mucho más antiguos.
Me agacho donde este plano acaba y trato de observar mucho más allá. Para llegar aquí fuí empujada, literalmente, por Tanaias. Esto es brutalmente difícil de asimilar. Pero para los demás, han pasado meses y no pueden esperar años hasta que acabe o Cassio terminará por destruir la humanidad con sus sombras.
Sonrío, porque ya he llegado a ese nivel de locura divina. El Dios de las almas aún me busca y no importa si quiere encontrarme para destrozarme, él aún tiene esperanzas de encontrarme con vida.
Para eso, tengo que salir de aquí. Ladeo la cabeza, girando entre mis dedos una rara y pequeña gema de este extraño lugar. Pienso en la tierra de las almas, en encontrar exactamente ese plano terrenal, en ver una vez más a Cassio.
Cierro los ojos un segundo y murmuro, sintiendo la magia correr por el lugar. Se instala en mi cuerpo y se arrastra por cada rincón. Percibo cada figura divina, su magia y el lugar de donde provienen.
Siento el peso de la piedra en mi mano y susurro con los labios temblorosos.
—La tierra de las almas.
Hay un chasquido, como el sonido que hace un espejo al quebrarse. Abro los ojos para encontrarme con una criatura increíble. Un enorme lobo de amatista se sienta frente a mí. Sus magníficos ojos sostienen mi mirada como si estuviera esperando una orden.
Aun de rodillas, extiendo mis manos vacías hacia él. Acuno su rostro y lo que antes era piedra preciosa se esfuma en una niebla púrpura. Abro los labios para llamarlo cuando la niebla se mueve por el aire y aterriza sobre mi hombro. Está vez, una pequeña serpiente se enreda en mi cuello.
Me levanto, sintiendo un nuevo hilo en la magia. Uno que me ata a esta criatura. Dejo que se enrede en mi brazo, su toque áspero y frío. Su cabeza se alza y saca su bífida lengua, siseando al aire.
-Enox -digo y la serpiente me observa -, ese es tu nombre.
A la criatura parece gustarle el nombre. Se desenreda de mi para esfumarse una vez más. Observo con atención como la niebla es rápida, pasando de aquella extensión de mi magia a un ser tangible en segundos. Una enorme pantera se estira, observando sobre su hombro púrpura.
-Guíame a la tierra de las almas.
Enox marcha hacia adelante, cada vez más rápido. Lo sigo, el camino extendiéndose mientras caminamos. Lo que antes era una frontera continua y se transforma a una velocidad impactante. En segundos, el centro del equilibrio se convierte en el bosque de la tierra de las almas.
Me detengo, jadeando. Enox echa una mirada hacia atrás y se sienta sobre sus patas traseras. Su cola se mueve lentamente mientras me observa. Le sonrío, asintiendo.
-Buen chico.
Juro sentir su satisfacción ante el cumplido. El enorme felino bosteza antes de pararse una vez más y empezar a merodear con lentitud.
Sintiendo el enorme peso de mis alas, trato inútilmente de hacerlas desaparecer pero parece que me tomará mucho más tiempo controlar esta parte de mi. Mis pasos son tranquilos mientras doy un paso a la vez a través de la tierra de las almas.
El bosque es tan magnífico como antes, todo es tan misterioso y tranquilo como siempre. A pesar de que para mí es como si me hubiese ido ayer, puedo ver el tiempo transcurrir aquí mientras observo las pequeñas flores que antes reposaban a los pies de los árboles convertidas en unas versiones inmensas.
Me lleva un largo tiempo encontrar el hogar de Cassio y permanezco de pie un largo rato desde las sombras que me proporcionan los árboles en esta oscuridad. Por lo que puedo ver, pronto amanecerá.
Mis dedos se envuelven en la manija de la puerta principal y la atravieso con una inhalación, mi enorme pantera acechando a mis espaldas.
De inmediato, el filo de una espada se posa sobre mi garganta y suelto un gruñido ante la vista del arma. Mis ojos suben hasta encontrarse con una mirada de ojos distintos. La esmeralda y el negro se encuentran con mi rostro enfurecido antes de que la sonrisa de Riku se extienda por sus labios.
-Un gusto verte de nuevo, niña.
Antes de responder, dejo que mi mirada baje deliberadamente a la espada que amenaza con quitarme la vida por segunda vez. Riku suelta una carcajada, guardando el arma.
Ante el sonido, Astor se precipita. Estoy lo suficientemente ocupada con su magia como para no determinar su expresión. Puedo sentirla como algo físico, algo que nos conecta. Visualizo las volutas de esmeralda en el aire, la sensación de abundancia entre los dedos.
-¿Cómo es que estás viva? -pregunta.
Logro concentrarme lo suficiente como para mirarlo a los ojos. Grandes círculos se dibujan bajo ellos, parece exhausto. Puedo verlo en su magia también, el desgaste de usarse demasiado. Sin embargo, más allá de Astor, hay otra presencia. Es brutal y certera. La magia de un verde musgo apagado envuelve la sala, como una cobra que se enreda en su presa.
-Es una historia muy larga y no tengo mucho tiempo -Echo una mirada hacia las escaleras, conectando con los ojos de Mirilia -. No soy una amenaza.
Ella suelta una risa sarcástica.
-Una humana que se alió con nuestro hermano maldito y que apuñaló a su Dios. -Su voz se eleva con furia -. No eres digna de la confianza de los dioses.
Las palabras son un puñal. Me echo hacia atrás, con las alas desplegadas en todo su esplendor fuera de la vista de los dioses detrás del marco de la puerta. Enox parece haberse cansado por lo que pasa por un lado de mis pies y se enfrente a todos mostrando los dientes.
Trato de que mis alas pasen por la puerta finalmente. Suspiro cuando lo logro después de un momento muy incómodo.
-Me he convertido en la Diosa del equilibrio y necesito encontrar a Cassio.
Todos se detienen un segundo, atónitos. Enox me observa y después a ellos. Parece no entender de repente por qué no estamos unos encima de otros. Para ser justos, estoy aún más desconcertada con todo en general.
-La frontera de las almas -pronuncia Riku con lentitud.
No espero otra palabra. Me las arreglo para pasar mis alas por la puerta y echo a correr como nunca. Atravieso el bosque, como aquella vez mientras intentaba salvar mi vida. Nadie me persigue, pero redoblo mis esfuerzos. Las ramas me arañan la piel descubierta de la armadura, el viento me pica en el rostro.
Escuchó a Enox seguirme el ritmo, nuestros pasos estrepitosos en el silencio del bosque.
Parece haber pasado una eternidad, una vida entera desde que estuve aquí. Pero como hace tantos días, meses para los demás, me tropiezo hacia la frontera de las almas.
Enox se detiene abruptamente, tratando de saber si estoy bien. No lo miro, no me muevo. Estoy lo suficientemente ocupada viendo a Cassio levantarse de un suelo lleno de flores. Sus manos acunan algo pequeño y parece perdido.
Siento su magia, muy diferente a las de los demás Dioses. Es salvaje y demandante. Pero es dulce en todos los sentidos. Se siente como una caricia. Mi propia magia tira de mi interior con fuerza.
No me doy cuenta de que estoy llorando hasta que me ahogo en sollozos. Con la mirada nublada, lo veo darse la vuelta y empezar a caminar con expresión resignada.
Hasta que nos miramos a los ojos.
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