Capítulo veintiséis
Cassio
Es como estar sumido en un mar profundo, con los sonidos ahogados por las olas. Bajo todo este mar de agonía, no siento más que mi ira. La magia, las sombras y el dolor lo consumen todo.
Mi alma, mi pequeña alma. Me traicionó. Nuestro hilo ya no existe. Todas mis promesas quedaron en el olvido. Solo me queda una y aunque quisiera romperla, sé que no me queda nada más de ella.
Mis dedos se enredan en los tallos de la flor. Tengo recuerdos de hace muchos años, dónde plantaba las primeras flores de esta tierra junto a un alma más antigua que ninguna. Está vez, soy solo yo y mi rencor moviendo la tierra.
Las almas han estado huyendo de mi como yo de ellas. La tierra ha entrado en una etapa de descontrol que no quiero controlar. Desde hace meses, encontrar a Vair es mi prioridad.
No aseste el golpe de gracia, por lo que nuestra batalla está inconclusa y no puedo ejercer mi castigo. Aun necesito recuperar a las almas porque es lo único que me queda. Empecé todo esto por ello, tracé cada plan en base a su sufrimiento.
Ahora, después de Atenas, se siente vacío. Hubiese sacrificado la tierra, mi esencia y el equilibrio por ella. Sin embargo, ella se sacrificó a sí misma. Ha pasado mucho tiempo y así como he perdido la esperanza de encontrarla, también he llegado a la conclusión de que Ilias no llevará a cabo su parte del acuerdo.
Después de Vair, encontrar a Ilias es mi segunda prioridad. Quiero empujarlo en la celda más profunda por hacer un trato con mi alma a mis espaldas. Por sacrificarla. Por utilizarla. Prometí protegerla, prometí darle su libertad.
Pero ahora ya no está, no existe. Su cuerpo se desvaneció en el olvido y aquella parte de mi esencia que compartí en aquel beso parece no existir tampoco. He recorrido cada plano, cada espacio en la tierra que ahora está lleno de sombras. No voy a encontrarla jamás.
De rodillas, observo a la flor recién plantada. Sus pétalos se abren mientras el sol empieza a salir. En medio de este campo lleno de vida, me siento completamente muerto.
Ojalá haber tenido la oportunidad de amarte una eternidad.
Mi cabeza cae hacia atrás, siento a las sombras tomarme del cuello. Suben como venas sobre mis brazos y se enredan en mi garganta con furia. Sé lo que están buscando, a quién, y me enfada mucho saber que no van a encontrarla.
Mis manos enguantadas golpean la tierra y me levanto cuando el sol brilla sobre mi armadura. Echo una mirada hacia atrás, dónde detrás del espeso bosque los Dioses se mueven en mi hogar.
Destino va y viene, Mirilia y Riku están sumidos en planes de protección para las mujeres de los templos en la tierra y Astor trata de ayudar a la humanidad a sobrevivir a la oscuridad a la que los he sometido. Quisiera encontrar en mí la resistencia para despejar la tierra, la voluntad de guardar las sombras y someterlas.
La verdad es que mi magia se divide entre mi deseo de destruir y la soledad de algo que hemos perdido. Tal vez el vínculo está roto, pero cada parte de mi esencia sabe que se me ha sido arrebatada la mejor oportunidad de toda la eternidad.
Y es irónico, es absurdo. La existencia debe estarse burlando de mí, un Dios que prometió no querer aquello a lo que lo había atado. Un Dios que prometió romper este vínculo y seguir adelante como si nada. Ahora que tengo exactamente eso, una eternidad llena de mi y de lo que quiero parece insulsa ante la posibilidad de haber tenido un hogar con Atenas.
—Veo que no valió la pena.
Giro sobre mis talones, empuñando ambas dagas. Entonces, mis ojos se centran en dos enormes alas doradas. Ilias ladea la cabeza y por primera vez, aquella sonrisa burlona no estira sus labios. Se inclina, y entre sus manos, un anillo de plata contrasta con su armadura.
Extiende ambas manos y asiente.
—Ella lo siente.
Y con esa frase, dejo que mis armas se desvanezcan y tomo entre mis dedos aquel anillo que llevaba mi alma como promesa. Mis rodillas ceden una vez más y cierro los ojos, acunando el anillo entre mis propias manos.
—El equilibrio ha sido restaurado, mi esencia está completa. Vine a cumplir mi parte de nuestro trato.
No respondo. No porque no me interesa saber que las almas estarán en paz, sino porque el nudo en mi garganta es absurdamente enorme. Con este anillo en mis manos, la realidad es incapaz de ser ignorada. Ella se ha ido, ella se esfumó. No la recuperaré, no la haré libre.
—Cassio.
Ilias está arrodillado a mi lado. Su mano envuelve mi hombro. No necesita invadir mi mente con pesadillas porque ya estoy allí.
—Te otorgo el derecho de cambiar las almas. Te entrego su existencia, así como ella entregó la suya. Te doy su futuro, así como entregó el suyo.
La magia fluye en el aire. Es espesa y se siente familiar. Ilias permanece en silencio, pero su esencia inunda el lugar. Siento mi propia magia tirar y entrelazarse en el aire y es la experiencia más confusa de toda mi existencia.
—Nada de esto te correspondía, a ninguno de ustedes y aún así pagaron por nuestros pecados. —Él se pone de pie —. Después de tantos años, no podría disculparme.
Mis ojos se abren y nos miramos uno al otro.
—¿Qué pecado podría hacerte sufrir a tí?
Ilias sonríe y es triste, es agotador, es devastador la forma en la que lo hace y la forma en la que sus ojos se nublan.
—El mismo que el tuyo. Dejé que ella se sacrificara.
—Yo no la dejé porque no era mía, Atenas decidió sobre sí misma. Así como lo hizo Saili.
Ilias asiente.
—Tal vez.
Mi hermano maldito se gira y sé que está a punto de irse. Sé que prometí odiarlo por llevarse a Atenas. Pero tal como dije, ella decidió hacerlo, ella sabía que yo no la dejaría. Ella sabía que era lo correcto aún si dolía. Entonces, no me queda más que mirar a la única otra persona que sufre mi misma pena.
—¿Cómo era ella? —pregunto y Ilias sabe a quien me refiero aún sin decir su nombre.
—Ella era luz, destilaba esperanza y su presencia era como admirar al sol. Ella no era yo y era una bendición considerarla mi hermana.
—Ella te amaba —es lo que digo.
—Eso es lo que más duele —Sonríe y extiende aún más las alas —. ¿No es así, Dios de las almas?
Lo veo desaparecer y no pienso en ello. En las consecuencias, en lo que está ocurriendo. Me quedo allí un segundo antes de levantarme, porque ahora no queda más que volver a mi tarea. Cambiaré a las almas y perseguiré a Vair.
Porque a este punto, la guerra ha iniciado.
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