Capítulo diecinueve
Atenas
Astor y Riku se esfuman mientras Cassio y yo estamos lado a lado. Mi pecho sube y baja, no solo por el inevitable pánico de estar rodeada de hombres tan grandes, sino por la respuesta de Riku.
Una de mis luchas más difíciles no es la atracción sexual o el innegable magnetismo. Es el anhelo, las ganas feroces de su compañía. Desear a Cassio podría ser muchísimo más fácil que necesitar su presencia.
El descenso es en dos días y aunque para ese día no hay vuelta atrás, sigo explorando las sensaciones del vínculo. Hoy, al ver al único otro humano que puede comprender la dureza de la atadura, quise saber si alguna vez cambiaba.
Me balanceo sobre el suelo, mi largo vestido cubriendo mis piernas. Debo admitir ante mi que no solo es la curiosidad, mis visiones han cambiado últimamente. Todas son sobre Cassio.
Cada una de ellas es una fantasía, una vida sacada de mis anhelos más secretos. Ninguna vale la pena, mi final está escrito. Entonces, me pregunto por qué sigo pensando en ellas. Soy el medio para un fin después de todo.
Aun así, nunca he confiado en nadie. No he disfrutado de la compañía genuina, de la simple certeza de que hay alguien más cerca que está dispuesto a ayudarme. Y no debería doler recordarme a mí misma que esto no es diferente a nada en mi vida, soy un obstáculo que Cassio necesita sacar para cumplir su propósito.
Todo esto, el deseo, la atracción y el anhelo es falso. El destino y los dioses no pueden dejar de torturarme con lo que no puedo tener aún cuando voy a terminar con esto pronto.
Este juego es repugnante, el manejo del poder y los secretos como un arma sin importar a quien se daña en el camino. Quién mejor manipula es quien se lleva todo al final. Vair es el mejor de los jugadores porque ha guardado secretos y mentido mucho antes de la creación de sus hermanos.
Por primera vez, no es quién lleva la delantera.
—No hagas el juicio. —le digo a Cassio sin mirarlo—. No pidas mi libertad.
Observo de reojo como su cuerpo se pone rígido, sus dedos llenos de anillos se flexionan en la nada. Permanezco con la mirada al frente.
—No.
—No vale la pena manipular a los dioses para estar de mi lado, nada de eso es genuino y solo hará que Vair se moleste más. —Suspiro — Las almas son importantes.
—Tú libertad también lo es —gruñe.
—Cassio —Medio grito frustrada, girando hacia él —No pidas el juicio.
Sus ojos se entrecierran y da un paso hacia mi. Con la respiración agitada, dejo que mis ojos permanezcan en los suyos. Cassio es el único hombre que no me genera pánico cuando se cierne así sobre mi. Me enorgullece el hecho de que el miedo inevitable no me aborde.
—Viste algo —afirma.
Mis labios se cierran y hago una mueca. No quiero mentir pero no puedo decirle. A nadie, nunca.
—Atenas.
Sigo en silencio, viendo a Cassio ladear la cabeza y acercarse un poco más, doblando el cuello para verme con una expresión determinada.
—Pediré el juicio, te liberaré y te irás —gruñe, su aliento rozando mi boca —. Me encargaré de las almas.
Frunzo el ceño, dirigiendo mi mirada molesta hacia él. Me la devuelve con desafío, retándome.
—Te encargarás de las almas, no importa lo que pase conmigo. —A este punto nuestros alientos se mezclan, su magia espesándose —. Tú prioridad no soy yo. ¿Entiendes?
Cassio curva uno de sus labios con ironía, sus ojos una mezcla de gris y negro. Su mirada recorre mi rostro con rapidez antes de posarse en el anillo en mi dedo como si fuese un recordatorio.
—Estoy de tú lado y eso significa que velaré por el éxito de tu plan —le recuerdo.
—Estas de mi lado y eso significa que es mi responsabilidad cuidarte.
Me frustro, entrecerrando los ojos hacia él. No lo entiende. En cualquier situación, si tiene que elegir entre las almas y yo, él necesita elegirlas.
—No puedes dejarte llevar por el vínculo. Prométeme que no lo harás.
—No es el vínculo, te hice una promesa.
Encajo mis manos en su rostro con seriedad. Sus ojos parpadean en un mar de sombras antes de enfocarse.
—Si no proteges a las almas, tu promesa no valdrá la pena. Si quieres cumplir tu promesa conmigo, hazlas tu prioridad.
Me mira fijamente, sus dedos suben para enredarse en mi cintura. Nuestras respiraciones acompasadas se mezclan.
—Te lo prometo.
Suspiro en alivio.
—No voy a romper el vínculo —susurra —. Él amenazará contigo antes de retarlo, pero sigo siendo el Dios de las almas. Albergaré tu alma y no dejaré que desvanezca tu aspecto físico. —Hace una pausa, dudando un momento —. Ganaré, modificaré las almas, ese plan no ha cambiado.
—Tienes que estar preparado, no puedes evitar que me haga desaparecer.
Cassio sonríe, sus pulgares hacen pequeños círculos en mi cintura. Se me corta la respiración un segundo.
—Cumpliré mis promesas, Atenas. —Su sonrisa se tensa —. Y cuando sea el momento, yo mismo te entregaré tu libertad.
No pregunto más. Es importante que Cassio cumpla su promesa de salvar a las almas. Las promesas de los Dioses no pueden romperse y se lo recordará en el momento indicado. Lo que me prometió, por otro lado, se desvanecerá con mi final.
—Quisiera que me dijeras todo.
Alzo los hombros, la culpa es feroz. Terminó sonriendo un poco.
—No importa qué, las almas estarán bien.
Él asiente en silencio, pensativo.
—Atenas —susurra —, una cosa más.
—¿Sí?
Su gran mano llena de anillos me cubre la barbilla y en un abrir y cerrar de ojos sus labios están presionados contra los míos. Mis ojos se abren con pánico pero Cassio acaricia mi piel con el pulgar, el frío metal de su anillo contra mi garganta.
Cómo nunca antes, nuestro hilo se tensa alrededor. Por primera vez, no empuja, solo persiste allí. La sensación es tan abrumadora que mis labios se abren y Cassio aprovecha para profundizar el beso.
Su otra mano vaga en la parte baja de mi espalda, el calor me sube hasta el cuello. Mis labios se mueven al compás de los suyos mientras mis dedos se enredan en el cabello de su nuca. Cuando tiro, Cassio gime en mi boca.
El sonido envía una onda de satisfacción por mi cuerpo. Su mano en mi mandíbula baja unos centímetros para acunar mi garganta, sus anillos arden en mi pulso. Deja que la otra suba por mi nuca y se enrede en mi cabello, tirando hacia atrás para llevar mejor el ritmo.
Cassio, Cassio, Cassio.
Su nombre se repite en mi mente una y otra vez. No quiero olvidarlo nunca. Por primera vez en mi vida no hay más pensamientos. Estoy extasiada, en las nubes.
Tengo la esperanza de no olvidar esto ni siquiera cuando muera.
†††
Nota de autora: Capítulo tranqui pero esencial (tranqui si no se cuenta ese beso). Se viene el descenso divino, aquí se decide todo.
Espero que cada capítulo se entienda, que no hayan dudas y que les guste, gracias por leer.
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