
Capítulo 10
Podría reconocer su voz entre una multitud, y aun así, me costó asimilar que era él, que estaba ahí, conmigo. Hasta me cuestioné si era mi imaginación por la contusión de mi cabeza. Habían pasado diez días de ausencia, pero se sintieron como meses. Mis brazos se extendieron hacia su cuerpo y una vez que localicé sus hombros, me colgué de ellos. Sentí el entumecimiento de su cuerpo donde se vio sorprendido, y es normal, me abalancé a él como un perro grande después de pasar tiempo sin ver a su dueño. Él terminó rodeando mi cintura y compartiendo las mismas sensaciones unidas por el alivio.
—Estás aquí... Estás aquí —Mis ojos liberaron lágrimas y aspiré por la nariz el aroma del cuello, una mezcla de tierra y sudor que puso como prueba su viaje.
—Aunque me alejen las circunstancias, siempre volveré a por ti.
También extrañé tantísimo escuchar la determinación de sus palabras dedicadas a mí.
Malkolm acunó mi rostro cuando aflojamos el abrazo. Pude sentir toda su mirada repasándome en profundidad con la impotencia de no verlo con mis propios ojos debido a la oscuridad y que él era inmune. Usé mis dedos para recordar con mi tacto los detalles de sus facciones. Había una leve capa de barba que raspaba las yemas de mis dedos. Malkolm besó uno de ellos y terminó acaparando toda mi mano, añadiendo un ligero lengüetazo entre el hueco de mis dedos que no pasó desapercibido en mi cuerpo. Me provocó una risita nerviosa que enseguida silencio por miedo a delatarlo frente todo el campamento.
—Dime que estás bien, que no sigues herida —Suplica con preocupación y con cierto enojo.
Me sorprendió que tuviera conocimiento de aquello... ¿habrá hablado con Breyton o lo habrá descubierto por su cuenta? Lo último me preocupa sabiendo que Alhadir estaba cerca.
—Ya no estoy herida. Estoy bien, en serio —contesté con una sonrisa.
Llevé mi pulgar a la boca y le limpié un rastro de suciedad pegado en su barbilla que detecté antes al explorar su rostro.
Esperaba que pediría explicaciones de lo ocurrido, pero no llegó. Su calor estaba sobre mi vientre, sus grandes manos extendidas que casi lo cubrían por completo.
—¿Cómo está? —preguntó en voz baja.
Cubrí sus manos con las mías con el tierno calor en mi corazón olvidando el tema anterior.
—Creo que está bien, es fuerte, no me extraña porque eres su padre.
Consideré como respuesta satisfactoria un sonido ronco extraído de su garganta. Me acarició los mechones colgados sobre mis sienes y después, siguió en mi cuero cabello entregándome unas vibraciones placenteras que me convenció a mis ojos de cerrarlos. Su mano cubre el lateral de mi cuello después de inclinarse. El aliento que liberó de su boca me indicó de su proximidad. Abrí mis labios y me encontré con la suavidad de los suyos que no perdí ni un segundo más en saborearlos y palparlos. Otra cosa más que extrañé de él y me persiguió en sueños: sus irresistibles labios. Enseguida, su lengua se adentró justo después de sentir un roce de un canino en la superficie de mi boca. Él gime complacido al igual que yo ante el contacto húmedo y sensorial que eriza mi piel en electricidad. Sin importar la ferocidad en que nos exploramos, nos aferramos el uno al otro como pudimos y alternando lugares. Mis caricias se aventuran a su cuello donde las raíces de sus venas se alzan contra su dura piel y siento su nuez rodar en el mismo sitio. Más abajo, me aferro a su doble camisa y él a la parte alta de mis brazos. Decidimos hacer una tregua. Respiramos juntos, con su nariz contra mí frente, tras ese intercambio de besos devastadores, pero que nos alimentó de amor.
—Pude oler tu sangre desde la distancia...—Rompió el silencio con aquella información que me dejó inquieta. Él se aferra a mi espalda con sus anchos brazos y su rostro se encaja en el hueco de mi cuello—. Casi me vuelvo loco de ira...
Pronto perdí la calidez del encuentro al ser más consciente de lo que supone su presencia aquí. Me estremecí una vez más, aunque se sintió peor por un sudor frío deslizándose por mi columna. Ejercí un agarre en sus antebrazos mientras susurré cautelosa.
—Malkolm, no deberías estar aquí...
Él me silenció con un pulgar sobre mis labios.
—Y tú tampoco —Reiteró, con una voz extraña, grave, una fusión de condescendencia y deseo que me aturdió un momento.
Pero también me silenció en el arrebato de un beso cuando abro la boca preparada para dar explicaciones.
Su peso me empujaba a tumbarme entre las pieles, pero traté de retrasarlo, apoyé mis manos en el lecho por delante de mi espalda. Malkolm zafó con rudeza hacia abajo mi camisa holgada reemplazando gran parte del roce de la tela con el aire cargado. Pude reconocer el almizcle de su excitación, junto a la prueba audible de un ronroneo de su pecho cada vez más persistente. Me deseaba bajo las órdenes de sus instintos salvajes de su propia naturaleza.
«No, cabeza fría. Mente fuerte. Fuera debilidades»
Sé que ir más lejos en esta tienda, frente a los demás y sobre todo por Alhadir, es un riesgo que no puedo permitir.
—Esta camisa... debes quitártela —Terminó como una orden más que una petición.
Empecé a comprender la raíz de ese comportamiento cuando despertaron esos iris fulgentes de luz. Sentí el extra de un tirón que incluyó sus oscuras garras formadas, que amenazaba con desgarrar la tela.
—Su aroma... —dijo entre un gruñido y otro, cada uno más turbulento—. Cualquier aroma de otro macho es insoportable que esté en contacto con tu cuerpo.
Seguramente, en otro tiempo no me haría gracia ese comentario, hasta podría reírme de lo absurdo que sonaba en un humano, pero conozco la naturaleza de Malkolm y lo que supone para él estas cosas: los machos cambiaformas dan importancia a la ropa que comparten con su pareja. Es como un marcaje, además de un símbolo de amor y atracción sexual, o eso entendí cuando me lo explicó.
—Breyton solo me lo prestó porque la mía estaba manchada de sangre. Como no traje muda... —Expliqué con una voz suave. Tomé su mano entre las mías, aún sujeta en mi camisa donde su tacto se sentía áspero y rígido como una roca—. Pero sé que esto significa mucho para ti, así que me lo quitaré... ¿vale?
Después de una profunda reflexión, su mano liberó mi camisa y me depositó un beso en mi frente.
—No. Consérvalo. —dijo con voz forzada; se notaba que le costaba seguir. Sus dedos hicieron una atadura entre los pliegues del cuello para ocultar mi escote revelador—: Prefiero que de momento lo mantengas a que cargues con la mía mientras estemos cerca del campamento y pueda causarte problemas.
Aquella precipitada decisión me tomó por sorpresa y me llenó de admiración y no tendría por qué, él siempre trata de poner por encima mi seguridad que sus deseos. Sus ojos dorados se apagaron, pero pude verlos en mi mente.
—Ven conmigo —Me animó, con su mano adueñándose de la mía con anticipación—. Hablemos, lejos de aquí.
«Sí», quería decir, iría donde fuera con él si dependiera de mi corazón. Pero mi cerebro tiene las riendas. Giré la cabeza en dirección a la salida de la tienda y sacudí la cabeza.
—No puedo salir del campamento. Breyton...
—En cuanto perciba mi olor en esta tienda, sabrá que fui yo el responsable.
«¿Y eso debería calmarme?» Pensaba mientras me removía entre las pieles. «No creo que sólo quiera hablar.»
—¿Qué es tan importante que quieras alejarme del campamento que esperar un día que tardas en llegar al castillo? —Le cuestioné sin olvidar que debía medir el tono.
Pero Malkolm simplemente me miró, lo sentí, el traspasar barreras, no solo la oscuridad de la noche, también las mías.
—Confía en mí.
Y acto seguido, vi como aquella capa que proyectaba una sombra mayor en él, era retirada de sus hombros para depositarlo sobre los míos. Supongo que al ver que no rechazaba la prenda, creyó que confiaba totalmente en él.
...
Me agarré con más fuerza al cuello de Malkolm cuando esquivó una raíz que sobresalía del suelo sirviendo como una trampa perfecta para una caída delantera y desastrosa. Sus brazos sujetaban con firmeza mi cuerpo como si tuviera miedo de que pudiera escurrirme. Asomé mi mirada por encima del hombro para calcular la distancia que sólo conseguí atisbar un puntito de luz lejana que se trataba de la hoguera principal del campamento.
—Nos estamos alejando demasiado —susurré y esperé que me respondiera, pero su mirada se clavaba allá donde pisara, tratando de no levantar demasiado ruido.
Sacudí mis piernas en el aire.
—Bájame, por favor, necesito estirar las piernas —Mentí.
Tenía la sospecha, desde que me propuso salir de la tienda, de que Malkolm pretendía algo más que hablar, unas intenciones que quizás no compartiría.
Creí que me estaba ignorando y yo estaba a punto de reprenderlo, pero se salvó porque se detuvo a tiempo, después de ladear la cabeza en varias direcciones. Se inclinó hacia adelante y se arrodilló un poco para estabilizarme en el suelo. Enseguida, me tomó la mano y tiró de ella.
Me esforcé por seguirlo una vez más.
—¿Por qué no me has contado nada de tu viaje?
—No hemos tenido tiempo.
—Cuéntame ahora.
Soltó un bufido que me demostró que no lo va a soltar tan fácilmente.
—No ha ido como esperabas —concluí, basándome en su expresión y el comentario de Breyton de esta noche.
Pero Malkolm está determinado en no confirmar nada aunque su silencio se considere una respuesta. Sabía que él aún no aceptaba dejarme aquí y debía hacerlo, era mi acuerdo con Daiah. Y siento que poco a poco estoy alcanzando mi objetivo, estoy luchando cada día por ser mejor y capaz de protegerme y proteger a mi futuro bebé.
—Dime que pretendes hacer ahora —Le demandé tratando de ser serena, pero no pude fingirlo más al ver cómo volvía voltear el rostro hacia el horizonte—. ¡Malkolm, deja de ignorarme!
Sin ningún margen de tiempo, su cuerpo se giró de forma brusca hacia mí y me sujetó los hombros sin restar su altura. Su mirada se clavaba en la mía como un tornillo en cada golpe de un martillo, más violento y certero.
Su boca se abrió, pero terminó por cerrarse con la mandíbula en peligro de romperse mientras sus ojos se alejaban de mí.
Era por alguien.
Él me empujó suavemente hacia atrás para colocarse por delante de forma protectora, pero no comprendí esa acción en el momento que me di cuenta de quién era.
Breyton.
—Sabía que vendrías a por ella esta noche, lástima que no tuviera a nadie para hacer una apuesta interesante. Eres demasiado predecible para mí, Yoreg —Su sonrisa abandonó sus labios incluso ese extraño humor de él, solo la dejó media colgada en la comisura de su boca—. Si te la llevas ahora, habrá consecuencias.
Aquella amenaza aquietó mi ritmo cardíaco por la seguridad de Malkolm. Por eso me aparté de su espalda.
—No, espera —Alcé las manos en son de paz y tuve que obligarme a mentir—. Él no pretendía llevarme, solo quería hablar conmigo en un lugar seguro.
—Mi tienda está alejada de las demás lo suficiente para que habléis en privacidad.
—Solo serían unas horas y volvería a la tienda.
Breyton gesticula una ceja por la duda. Me vuelvo hacia mi pareja con la esperanza que siguiera esta farsa.
—¿A que sí?
Malkolm estaba mirándome con una seriedad que impedía mentir o contradecir. Y simplemente, se dirigió a Breyton y dijo:
—No me dirás qué está segura en tu campamento después de quemar los cuerpos y a quien recibes como visitantes.
La mirada de Breyton parece brillar, saltando de un color a otro, de escarlata a dorado y a la viceversa.
—Créeme, Sarah sabe cuidarse perfectamente, fue ella quien dio muerte a los atacantes.
Por la expresión de Malkolm deduje que desconocía ese dato.
—Eso no cambia el hecho que dentro del juramento incluye que no salga herida, podría haber sido mortal para ella y el bebé.
Ambos se sostuvieron las miradas, una lucha silenciosa, pero que se podía notar cómo cortaban el aire.
—Tienes razón, debí protegerla en persona —reconoció Breyton—. Pero ahora mismo la protejo de ti. No pienso pasar por un escándalo después de lo ocurrido porque no sabes controlarte.
—Es mi hembra y la madre de mi futuro cachorro. Y si quiero llevármela, lo haré.
Hablaba su naturaleza de cambiaforma, y a una parte de mí le enterneció escucharlo, puede que sea por amor ciego, pero por suerte, mi cabeza continúa siendo fría y sabía que sus palabras traía graves repercusiones y ahora más, al ser expuesta como la pareja embarazada de Breyton.
Aunque fui una ilusa pensando que Breyton no quería buscar problemas, por lo siguiente que dijo:
—En realidad, visto por los demás no es del todo cierto que sea exclusivamente tuya.
—Breyton.
Breyton estaba a punto de dar rienda suelta a su lengua sin importar los daños que causara, pero se lo pensó cuando vio mi paso determinante hacia adelante con los ojos entrecerrados en señal de advertencia.
Aquello era entre Malkolm y yo, aunque se me revolvían las entrañas de pensar en el momento de confesarlo todo. No sólo era plan de la relación falsa por Alhadir, sino también lo que pasó en la festividad Lugnasad.
Mi labio tembló de recordar avergonzada cómo reaccioné esa noche ajena a mi pareja, entre besos y caricias con drogas de por medio y luego, una herida fatal.
Sometí el labio con una mordida demasiado brusca, pero no me importó saborear la sangre.
—Antes del amanecer volveré al campamento —dije la voz lo más firme posible.
Breyton me miró como si hubiera dicho un chiste inoportuno, pero después, pareció tomarlo en serio con mi expresión neutra y mi postura defensiva. El resto de su atención pasó a Malkolm, y devuelta a mí.
—Si no vuelves antes del alba, iré a por ti —Asentí ante la condición.
Escuché un gruñido de parte de Malkolm que fingí no haberlo hecho. Breyton me pidió con un gesto de mano que me acercara después de descargar el carcaj de su espalda y el arco.
—Nunca dejes tu arma atrás, pajarito —dijo en tono confidente mientras me entregaba el equipo de arquería.
No me había dado cuenta de lejos, pero era el arco que me confió Breyton.
Como última despedida, me apretó el hombro con una sonrisa que carecía de simpatía o una burla ácida. Y cuando se alejó, mi cuerpo sufrió un gélido escalofrío.
Cuando me di la vuelta preparada para encontrarme con Malkolm, este ya retomó su andar con su silencio malditamente incómodo que parecía observar todo el oxígeno como si estuviéramos en una estrecha caja de cristal. Pero yo no tuve valor en aquel momento para arreglarlo. Aflojé en un trago grueso el nudo de mi garganta mientras ordenaba a mis piernas a seguirlo.
Malkolm se detiene frente a un árbol de una apariencia normal como el resto de sus compañeros. Acarició la corteza y tras una pasada, aprecié un símbolo con luz propia que no estaba ahí antes.
—¿Qué...?—Salté la mirada al causante que ocultaba parte de su rostro.
También me percaté de que el interior de su mano brillaba en verde. Con una rapidez que no pude entrever, tomó mi mano y murmuró una frase en voz baja, lo bastante para necesitar se acercara a mi oído y así entenderlo. Y después, fue como si la tierra bajo mis pies se desplazara, impidiendo que mantuviera los ojos abiertos ante la sensación de un mareo profundo y extenso.
Tuvieron que ser segundos... quizás unos cincos, o máximo diez cuando terminó y ya no sentí la firmeza del agarre de mi pareja. Aclaré la vista después de sentir un incómodo hormigueo escalar por mi cuerpo, centímetro a centímetro.
Lo que tuve en cuenta en ese instante fue que Malkolm desapareció. Mi estómago se hizo un puño doloroso.
Aquel lugar, no era el bosque de antes, era como si me hubiera transportado a otro ecosistema. Apenas repasaba con detalle el entorno que no fuera con el propósito de dar con Malkolm mientras tenía el arco y la flecha preparada para el peligro de lo desconocido. El reflejo de plantas y hongos que cobran vida a través de la luz. Había una niebla de un púrpura débil que ocultaba el suelo. Levanté la vista hacia las copas de los árboles y pude encontrar un pequeño trozo del cielo nocturno que mostraba una luna llena y gigante, en vez de una menguante y lejana.
—¿Malkolm? —Lo llamé con voz en vilo.
Tras mi espalda, se alzó un rugido de animal que me paralizó hasta el corazón por un segundo. Mis esfuerzos físicos se concentraban en regular la respiración por mis fosas nasales y mantener la compostura corporal totalmente inmóvil mientras esperaba otra advertencia de peligro.
O hasta que se me ocurriera algún plan no suicida.
En un giro rápido, o lo mejor que pude, apunté al frente. Era un lobo gigante. Debía ser un cambiaforma. Aquel pelaje castaño oscuro con mechones más claros me resultaba familiar. ¿Era Malkolm?
El ladrido amenazante, tiró por la borda la poca seguridad que me quedaba y se me escapó la flecha.
Pero la visión del lobo se distorsionó como una ilusión, como si estuviera atrapada en una atracción de espejismos con un cambio de luces reflectantes. No pude evitar cerrar los ojos por un parpadeo de luz más intenso. Cuando sentí que pude recuperar el control de la vista, mi mandíbula se aflojó, sí, quedé boquiabierta.
El lobo ya no estaba. En su lugar, estaba Malkolm.
Todavía pensaba que era otro truco imaginario. No era real como el lobo. A simple vista no pareció haberse sometido a una transformación inmediata: su ropa intacta, su aspecto sereno y limpio. Sin embargo, me afectó su presencia, aparte de este temor y admiración.
Esa mirada que conjunta con el verde de las plantas de este bosque, era inflexible, con el poder de intimidar y dejar de piedra a cualquiera, como una gorgona o la misma criatura de antes. Rodé mis ojos en dirección a una de sus manos encerrado en un puño. Ahogué un gemido desde el fondo de mi garganta.
Él tenía mi flecha en su mano, como si lo hubiera atrapado en pleno disparo antes de rozarlo siquiera.
—A este lobo no puedes cazarlo tan fácilmente.
Un seísmo de emociones y pensamientos me sacudió dentro de mí. Seguí actuando con prudencia y lista para atacar de nuevo, sobre todo, cuando el hombre se aproximó a mí. Moví mi brazo hacia el carcaj. Malkolm, o quien fuera, fue frenado ante la amenaza de otra flecha que agarraba como un puñal a su corazón. Pronto se creó una mancha carmesí que me esforcé por ignorar.
—¿Eres... real? —Le cuestioné sin poder ocultar mis inseguridades.
¿Podría ser una criatura que cambia de aspecto? Todo era posible en ese mundo. Quizás el verdadero Malkolm me estaba buscando.
Una ceja se acentuó en su frente.
—¿Te parece que no lo soy?
—Acabo de ver un lobo que me era muy familiar... pero, parecía tener malas intenciones. Y luego, por un brilli brilli muy extraño, como un truco de hada madrina, apareces tú. Pues sí, me doy el lujo de dudar —Traté de mantener mi perfil amenazante al igual que la presión sobre su carne.
Una simple sonrisa de lado parecía otro de sus trucos.
—Tenía que ver tu reacción de cerca ante el peligro.
No estaba segura si Malkolm me pondría a prueba de ese modo.
Me distrajo el movimiento de su mano que se coló por debajo de su camisa. De su pulgar recogió una gota de sangre extraída de la desembocadura de uno de los hilos que surgió de la herida.
—Estoy acostumbrado a sangrar, pero sabes que no me importa que me lo infrinjas tú —deslizó una sonrisa que sólo aumenta el fuego que abrasó mi piel.
En mis encuentros sexuales con Malkolm, le provocaba heridas con mis uñas y a veces con mis dientes, y yo, una vez recompuesta, me sentía culpable y él me recordaba constantemente esa frase para calmarme.
Entreabrí los labios una vez más con estupefacción, un gesto que Malkolm aprovechó para untar su sangre en mi labio inferior. No se me pasó por la cabeza limpiar mi boca ni rechazar su extraña acción, como haría una humana civilizada, con la cabeza bien fría y ordenada. Realicé un reconocimiento de su sangre saboreándolo con mi lengua siendo consciente del efecto que le provocaba en su mirada cómo si fuera a saltar sobre mí y desnudarme.
«Sabe a él»
Pero fingí que no me bastaba aunque aparté la flecha. Lo apunté con un dedo y lo clavé varias veces en su estómago.
—Uhmm... Pareces real, sí —valoré con una voz exagerada. Pero lo retiré, lo miré con cautela enfrentando su altura—. Y también parece que conoces este lugar. ¿Dónde estamos?
Malkolm comprimió los labios entre sus dientes antes de contestar:
—En un lugar seguro.
...
N/A
Extrañé muchísimo a Malkolm, pero también me dificultó hacer su aparición, no sé por qué, será el síndrome del impostor 🙄
¿También lo extrañaron? 🥹¿Piensan que Malkolm creará un conflicto con Breyton?
¡Hasta el próximo capítulo! 💖
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