Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Ponle el nombre que quieras si te va a ayudar a entenderlo (Cap. 6.1)


Lena

¡Estoy tan nerviosa!

Me he cambiado de ropa tres veces hasta decidirme. Es como si volviera a tener dieciséis años. ¡Qué gracioso que justo ayer pensara en las ganas que tenía de volver a sentir todos estos nervios buenos!

—Universo: ¡quiero un millón de euros! —exclamo en voz alta y un par de personas que van en el autobús se giran a mirarme extrañadas.

¡Tenía que probarlo!

He comido con mi madre y su marido en su casa. Normalmente disfruto mucho de esos ratos. Adoro a mi madre, y su marido es la caña. Sin embargo, hoy no dejaba de mirar el reloj ni de imaginar cómo será quedar con Gerard o lo que haremos.

¿Qué pasará? ¿nos llevaremos bien? ¿saltarán las chispas? ¿acabará la cita caldeada?

En mis recuerdos de aquella noche en la que nos conocimos, acabamos los dos ardiendo en esa discoteca. Por supuesto, esa no era mi primera experiencia sexual; para tener dieciséis años, estaba bastante experimentada. Sin embargo, esa noche, no vi claro lo de irnos a un hotel. Sabía que si tenía margen para arrepentirme, lo haría. Por eso la posibilidades que sí barajaba eran todas instantáneas: el baño, un parque allí al lado, un rincón oscuro en un jardín cercano...

Mi situación en Madrid con Álex, era especial. Acostarme con Gerard no habría supuesto un problema para la relación, pero sí para mí, que estaba en un momento delicado y confuso de mi vida, ¡muy confuso! Y lo que estaba sintiendo aquella noche con él, era de todo menos normal. Era algo... tan desconocido y tan intenso que, seguro, iba a aumentar mi confusión, y no podía más.

El autobús sigue recorriendo las calles del centro de Barcelona y yo aprovecho para mirar el móvil. ¡El grupo que tengo con mis amigas está que saca humo!

18:01h Eva: ¡Tía! Espero retransmisión casi en directo de la cita. ¡No olvides a tus hermanas!

18:02h Iris: jajajaj ¡cotilla! Deja que Lena disfrute y ya nos lo contará mañana.

18:02h Eva: ¿Mañana? ¿tú apuestas a que no vuelve a dormir a casa? ¡toma ya!

18:02h Iris: Mejor no apuesto nada. Lena es impredecible, pierdo seguro.

18:03h Eva: ¿Sabes dónde han quedado? Para imaginar mejor la escena

18:03h Iris: Tú estás fatal, amiga.

18:04h Tania: Hola chicas, ¡cuántos mensajes!

18:04h Tania: Yo no sé nada pero, ¡mucha suerte Lena! Y disfruta mucho de tu cita, pase lo que pase.

18:04h Tania: ¡Ah! Y no te pongas nerviosa. Si le gustaste a tus dieciséis: con granos y tontería infinita encima, ¿cómo no vas a triunfar ahora? Has mejorado como el vino, reina.

18:05h Eva: Tania, ¿por qué siempre me dejas como la amiga cochina? Vale que cada una tengamos nuestro lugar, pero alguna vez podrías hacer tú las preguntas sucias y así yo podría hacer de ti y quedar de santa y de amiga ideal.

18:05 Iris: Eva, tú no quedas de santa ni aunque practiques. Tania, di que sí: resistes al salseo y le envías una postal hecha por Mr. Positive jajajaj

18:06h Tania: ¡Qué malas sois!

Me río sola en el autobús leyéndolas y la verdad es que se me evaporan los nervios por completo.

18:07h Lena: Eva, mi cochina. Iris, mi perra. Tania, mi coach. Os quiero tal como sois, ¡no cambiéis nunca!

18:07h Iris: ¡Otra que se ha tragado un Mr.Positive para desayunar!

18:07h Iris: A propósito, ¡yo también te quiero, perra! Y acuérdate de que eres... ¡sorprendente, curvilínea y elocuente! ¡Magníficamente colosal, extravagante y animal...!

Me parto de risa imaginándola cantando ese trend viral de TikTok.

18:08h Eva: Cochinotas power.

18:08h Tania: ¿Reunión urgente mañana? Para que nos cuentes todo.

18:09h Lena: Hecho. Dejo el móvil que ya estoy llegando. ¡Gracias por estar siempre apoyándome, chicas!

Guardo el móvil y me bajo en cuanto el autobús para en mi destino.

Me miro en el escaparate de una tienda y me estiro bien la blusa rosada que llevo. La he combinado con unos pitillos negros y unas Converse blancas. Me atuso un poco el pelo para marcar más las ondulaciones que me he hecho y, en conjunto, me gusta lo que veo en el reflejo.

—¡Lena! —exclama Gerard y me giro para ver cómo se aproxima por la calle hacia mí.

¡Está guapísimo! Lleva unos tejanos gastados y una camisa de cuadros azules y verdes que realzan el color azul de su mirada.

—¡Hola! —exclamo cuando está frente a mí. Nos damos dos besos y nuestros perfumes se mezclan en el aire creando una combinación única.

—¿Qué tal? ¿ha ido bien el día? —se interesa mientras comenzamos a andar hacia la siguiente calle.

—Sí, he dormido bastante, he tenido una comida familiar y tengo una cita con un chico guapo esta tarde. ¡Está siendo un buen día! —concluyo sonriente y contenta por ver que he conseguido que se ría—. ¿Qué tal el tuyo?

—Muy similar —responde sin perder la sonrisa y me mira con complicidad.

—Por cierto, no puedo estar mucho contigo ya que en media hora me espera el chico guapo para la cita, ¿vale? —pregunto poniéndome muy seria y mirando con preocupación el reloj de mi muñeca—. Pero bueno, en esta media hora nos da tiempo a tomar un café y ponernos al día, ¿no?

Gerard deja de andar, se frena en seco y, cuando me giro para mirarlo, lo encuentro observándome, atónito, con la boca abierta a punto de decir algo que finalmente no dice. Lo malo es que no soy capaz de aguantar mucho más y estallo en risas que se le contagian enseguida.

—Joder —se queja entre risas—. ¡Me has pillado!

Mis carcajadas me impiden responder.

—¡Es que lo has dicho tan seria y segura...! —insiste defendiéndose.

—¡Perdona! Era una broma fácil y no me he podido resistir. No me lo tengas muy en cuenta, soy muy de la coña.

Reanudamos el paso y vuelve a mirarme con la complicidad de antes. Sonríe dándome a entender que eso le gusta.

—Por cierto, ¿a dónde vamos? —pregunto mirando hacia todas partes.

—A un sitio, ahora verás.

Giramos la esquina y, a los pocos pasos, Gerard deja de andar, abre la puerta de un establecimiento y me invita a entrar antes que él.

Cuando me encuentro en el interior, observo todo con curiosidad y la memoria comienza a enlazar recuerdos uno tras otro. El olor a churros, la mesa junto a la ventana, el cartel de veinticuatro en la puerta...

—¿Es la San Ginés catalana? ¿En la que estuvimos? —pregunto alucinada. Gerard asiente y se dirige hacia la misma mesa donde nos sentamos aquella noche.

—¡Wow! —exhalo sorprendida al sentarme en el mismo sitio. ¡Qué nostalgia tan extraña! Solo fue un rato con un desconocido y unos churros pero, de algún modo, se grabó a fuego en mi mente—. ¿Sabes qué? Intenté encontrarlo cuando me vine a vivir aquí.

—¿Y no lo encontraste? —pregunta curioso.

Niego con la cabeza.

—Entonces ahora será como un viaje en el tiempo, ¿no?

Asiento sonriente.

La camarera viene enseguida y pedimos unos cafés.

—Bueno, Lena —pronuncia mi nombre despacio, saboreándolo—, cuéntame: ¿quién eres?

Me remuevo en el sillón.

—¿Por dónde empiezo? —cuestiono en voz alta y, aunque mi primer impulso era el de ordenar mis ideas y responder de forma estructurada, comienzo a hablar y lo hago natural y tal como va saliendo—. Soy una chica de veintiséis años... —Gerard asiente atento—, vivo en Barcelona desde hace ocho.

—¿¡Ocho!? —exclama acercándose por encima de la mesa con cara de sorpresa absoluta.

—Sí... ¿qué más? —reanudo pensativa— estoy todo el día pegada al móvil, o al portátil, pero no es por vicio, es que trabajo como community manager.

—Así que te dedicas a lo que querías —reconoce sonriente.

—¡Sí! Así es —sonrío satisfecha de ello y también de que él se acuerde—. ¿Qué más? Comparto piso con Iris en el barri de Gràcia —Gerard se sorprende, creo que es por mi acento catalán: es tan bueno como el de un nativo—. Soy muy foodie. Me gusta escuchar música indi. También todo lo que genere controversia, debate y aprendizaje...

—¡Interesante! —apunta realmente interesado en todo lo que le voy diciendo.

—Estar con mis amigas, salir, bailar, divertirme.

Gerard asiente muy receptivo.

—Ahora cuéntame tú —pido apoyando la barbilla sobre mis puños y enfocando toda mi atención en el chico guapo que tengo delante. ¡Qué barbita tan sexy tiene! ¡Quiero toquetearla!

—Yo soy Gerard. Un chico de treinta años. Trabajo en un bufete por las mañanas, y estoy supliendo una baja en la facultad como profesor de derecho constitucional por las tardes.

—Abogado, ¿verdad? sí, recuerdo que estudiabas derecho —comento buscando en mi memoria.

—Sí. Me saqué la carrera y luego hice un máster para poder ser docente —explica y yo asiento en silencio para que siga explicando cosas—. Vivo solo en Les Corts. Me encanta escalar, es mi vicio confesable —ríe feliz al decirlo y yo quiero interrumpirlo y pedirle que ahora me hable de los vicios no confesables, pero me censuro un poco—. ¡Y la montaña! Es mi oxígeno. Me gusta toda la comida, creo —comenta rascándose la barbilla pensativo—, especialmente la italiana. Y música... un poco de todo, también. En ese sentido soy bastante ecléctico.

—Muy bien —sentencio al ver que hemos terminado nuestras presentaciones formales. Espero que ahora ahondemos en temas más... personales.

La camarera nos sirve los cafés y los removemos con la cucharilla en silencio. Me gustaría preguntarle por su estado amoroso. Anillo de casado no lleva, pero quizá tenga novia, o algo informal.

Justo su móvil suena y atisbo de leer «Julieta» en la pantalla antes de que lo coja.

—Perdona un minuto, tengo que responder —se disculpa. Yo hago un gesto de que no se preocupe con la mano.

Diga'm, carinyet —responde muy cariñoso.

Me quedo en silencio observándole. Él mira hacia afuera por la ventana y se concentra mucho en lo que la tal Julieta le dice.

—Sí. No te preocupes por eso. Yo me encargo —comenta con tono tranquilizador—. Y, ahora, si no es porque has roto aguas y estás de parto, no vuelvas a llamarme. Yo también te quiero. Hasta luego.

¡¿Que-qué!?

—Perdona —pide volviendo su atención a mí y guardando el móvil—. Aún no está en fecha pero como es un embarazo de mellizos, cualquier llamada puede ser la de salir corriendo.

—Claro, no te preocupes —sonrío—. ¿Era tu mujer?

—Sí. La mujer de mi vida —confirma divertido.

Auch.

—¿Lleváis mucho?

—Puffff... ¡toda una vida juntos! —explica a punto de reír.

—¿Qué?

—¡Que era mi hermana!

—Ahhhh... —exclamo riendo y deshaciendo toda la tensión que había generado en mi interior en cuestión de segundos—. ¡Me la has devuelto!

Sonríe con satisfacción.

—Estoy soltero —confirma echándose hacia atrás y sin apartar sus ojazos de los míos.

—¿Y eso? ¿qué diablos les pasa a las catalanas? —pregunto exagerada para hacer que se ría.

—No sé, igual con las madrileñas me va mejor...

—Todo es probar...

Las chispas empiezan a saltar en el aire, justo entre nosotros.

—He ido muchas veces por Madrid en estos diez años —confiesa como si se tratara de un crimen.

—¿Por trabajo?

Niega despacito con la cabeza y muestra media sonrisa pícara.

—¿No estarías buscando a una niñata que conociste hace una década? —pregunto al borde del asombro.

—Iba por placer, pero he de reconocer que, en parte, sí: albergaba alguna esperanza de encontrarte. Siempre que he ido, he pensado en si te reconocería en caso de verte por allí y ¡resulta que estabas aquí! en mi ciudad. A un barrio de distancia del mío.

—La vida... cómo es, ¿eh?

—Por lo que me dijiste ayer, entiendo que no estás casada ni en vías de estarlo... —comenta intentando sonsacarme esa información.

—No lo estoy, no. Y no tengo intención a corto ni medio plazo de estarlo. Ese tipo de compromiso, no sé si será para mí —meneo la cabeza dubitativa.

Bebo de mi café. Ya nos queda poco a los dos. ¿Haremos algo más cuando los terminemos? ¿acabará aquí nuestra cita?

—¿En qué pensabas? —quiere saber muy intuitivo en cuanto alzo la vista y volvemos a conectar nuestras miradas.

—En si nuestra cita acabará cuando terminemos el café. Es para beberlo más despacio, si es ese el caso —señalo mi café casi vacío.

Su sonrisa vuelve a asomar en esos labios que probé hace tanto tiempo que empieza a parecer un sueño borroso.

—¿Qué te gustaría? Yo tengo disponibilidad hasta el martes para lo que quieras.

—Es domingo —aclaro aguantándome una risa y dudando de si se habrá equivocado de día o de si habla en serio de que pasemos juntos los próximos.

—Por eso —confirma muy gamberro.

—Vale, amigo —suspiro relajándome—. Sabiendo que esta cita puede alargarse treinta y seis horas, me quedo más tranquila.

—¿Te apetece dar un paseo? —propone señalando hacia la calle.

—¡Claro!

Nos levantamos y Gerard se adelanta a pagar los cafés. Cuando salimos a la calle miro mi móvil y veo que hay más de cincuenta mensajes nuevos en el grupo de «las reinas» —mis amigas—. Estarán como locas por saber cómo avanza la cita. Tendrán que esperar.

—Por aquí —propone Gerard iniciando el rumbo hacia el noreste, calle abajo.

Comenzamos a pasear en silencio.

—¿Dónde está tu trabajo? —pregunta con curiosidad.

—Aquí —señalo a mi móvil.

—¿No tienes una oficina o un despacho?

—La agencia está en Balmes pero casi no paso por allí. Casi todo es en itinerancia, o desde casa. ¿Y el tuyo? ¿Dónde das las clases?

—El bufete está en la diagonal y las clases las doy allí cerca, en la facultad de derecho de la UB.

—No voy mucho por esa zona —pienso en voz alta.

Cruzamos una calle en cuanto se pone el semáforo en verde y observo la cantidad de gente que hay a esta hora por todas partes. Se nota también que la primavera está haciendo acto de presencia. Las terrazas empiezan a estar llenas de gente tomando algo, la temperatura es simplemente perfecta; el ambiente está romantizado por el cambio de hora, el atardecer cada vez más tardío, las noches cortas, las ganas de verano...

—¿Te puedo preguntar algo?

—Claro. Lo que quieras —lo animo con amabilidad.

—¿Qué significa lo que tienes puesto en tu estado de WhatsApp?

—¿Qué tengo puesto? —me pregunto a mí misma mientras saco el móvil y lo ojeo—. ¡Ah, sí! Lo puse hace mucho. «Si no es desde la más pura libertad, no es amor». Es mi forma de entender el amor. —Gerard me mira con sumo interés, por lo que elaboro una respuesta más completa—. Si no eres completamente libre para escoger estar con alguien cada día, entonces no es que lo quieras, es que te has acostumbrado. O atado. Para mí, amor, significa que, pudiendo irme con quien quiera, me quedo contigo.

—¿No es así como es normalmente? A no ser que te secuestren, o algo así... —comenta bastante ajeno a lo que estoy explicando, lo que me hace sonreír.

—No. No es así normalmente. Hay de todo, claro, pero abundan los casos de personas que se enamoran y se meten en relaciones que aportan muchas cosas positivas pero, al mismo tiempo, quitan libertad.

—No sé si te sigo del todo —confiesa con reparo.

Dejo de andar y me pongo delante de él.

—Imagina que te enamoras de una chica. ¡Y eres correspondido! —añado completando la imagen—. Comienzas una relación con ella y, a partir de ese momento, sois uno, ¡y eso puede ser ideal! Pero algunas de esas relaciones se vuelven algo represivas. Son esas relaciones en las que está mal incluso hablar con otras chicas ¡o mirarlas!

—Ahhh, ya —acepta entendiendo.

—Hay otro tipo de relación más libre. Donde puedes mirar, hablar, follar o amar a quien quieras, si es lo que deseas. Siempre de forma consentida, ética y consensuada, ¡sin malos rollos, vamos! Y, sobre esa base, considero que es cuando estás eligiendo activamente estar con alguien; cuando tienes todas las opciones en tu mano y tú solo quieres una. O quieres más de una, pero esa la quieres siempre. ¿Me explico? —pregunto al ver que para lo último está haciendo una mueca de confusión importante.

—¿Hablas de relaciones abiertas?

—Mmmm, hablo de amor libre. Ponle el nombre que quieras si te va a ayudar a entenderlo mejor.

Reanudo el paso y observo cómo Gerard está procesando todo eso. Estoy convencida de que me va a hacer muchas preguntas pero como no llegan, la hago yo.

—Entiendo que tú eres de relaciones más... convencionales, ¿verdad?

—Sí, supongo. Normales.

¿Normales? Auch.

Los que no estamos bajo el paraguas de las relaciones monógamas, ¿somos anormales, pues?

Mejor no abrir ese melón en una primera cita, ¿no?

—Entonces tú... tus relaciones... ¿suelen ser así? ¿abiertas?

Ah, ha usado «abiertas» en vez de «anormales». ¡Algo es algo!

—Sí. Las que he tenido han sido casi todas así —confirmo pensando en ello.

—Quizás es que aún no has conocido a la persona adecuada para quererlo todo con ella.

Oh, ¡un mito del amor romántico!

Si estuviera Iris aquí, nos miraríamos con complicidad y, sin decirnos nada y de forma simultánea y perfectamente sincronizada, haríamos ver que nos bebemos un chupito de un trago.

—Puede ser, pero no creo que sea eso —niego bastante convencida—. Es normal que pienses así, crecemos con esa premisa. Pero, ¿y si no sólo es una persona con la que quiero todo? ¿Y si son dos, o tres? No sé. Para mí el debate no es «monogamia sí» o «monogamia no», sino que todo el mundo tenga realmente la posibilidad de elegir. Si estás con una sola persona, está bien; y, si no te sientes cómodo con eso, también.

Volvemos a pararnos en un semáforo esperando a que se ponga en verde para los peatones.

—Cuando nos conocimos, me dijiste que tenías algo en Madrid, que por eso no podías darme tu teléfono ni tu nombre, ¿esa relación también era abierta? —pregunta muy hábil.

—En realidad, sí. Lo de no darte mis datos no fue por estar en una relación, fue por la situación que tenía yo, era un momento bastante delicado de mi vida.

—La adolescencia es lo que tiene —comenta quitando importancia y me parece monísimo por ello.

—Si a la adolescencia le sumas el divorcio de tus padres, que tus primeras relaciones no tengan nada que ver con las del resto de tus amigas ni con ninguna que hayas visto nunca, y que conoces a un desconocido una noche y sientes una conexión que nunca habías percibido antes, pues...

—¿Hablas de mí? —quiere saber girando todo su cuerpo hacia el mío. Asiento convencida.

El semáforo se pone en verde y la masa de transeúntes comienza a esquivarnos para adelantarnos y cruzar.

—Vamos —propongo cogiendo su mano y tirando de él.

Cuando llegamos a la acera, tengo pensado soltar su mano pero... ¡qué agradable es sentirla junto a la mía! Es calentita, suave, fuerte, firme... y no parece que él tenga ninguna intención de soltarme nunca, así que ni lo intento, seguimos el paseo de esa forma: sin deshacer el contacto que tanto deseamos los dos.

—Si es demasiado personal, no me respondas —propone justo antes de lanzar alguna pregunta íntima. Me preparo—. ¿Puede ser que yo no te atrajera, a nivel sexual, lo suficiente?



¡Hola, chicas!

Ha sido tan bonito y positivo compartir los primeros 5 capítulos con vosotras que me gustaría agradecéroslo con uno extra de regalo ❤️

Ojalá os guste ⭐️

Y, cuando este capítulo llegue a 150 comentarios, tendréis la siguiente parte 🥰

(última que publicaré en Wattpad. Ahora sí jeje)

¡Un besazo! 

Carol


🎵PlayList de Spotify de LADA ❤️

https://open.spotify.com/playlist/3d4x3t6w88Z2AytH87UAEh?si=9e1bdb48804946e5

❤️ Sígueme en Instagram @ CarolBranca_

🌟 Grupo de Telegram para hablar de las novelas: https://t.me/joinchat/ADAGlEUox_Wy4pUBF2tQSg

🌍 Grupo de Facebook de las Lectoras Vibrantes: https://www.facebook.com/groups/vibratinglove

💌 Apúntate a mi Newsletter para no perderte nada: http://eepurl.com/gcS7Iv

🌈Pinterest: https://www.pinterest.es/xandyta/los-algoritmos-del-amor/

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro