Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Me haces perder las formas (Cap 4.2)



Lena

—¿En serio? —pregunta mi desconocido algo desconcertado—. ¿Tienes novio?

¿Eh? ¿Yo he dicho eso?

—Tengo una relación pero no es muy seria. Es... un rollete.

—Ahhh —murmura aliviado.

—Antes no me has dicho qué estás estudiando.

—¿Qué estudias tú? —responde un poco a la defensiva. Diría que no le ha sentado bien eso de que tenga un rollete en Madrid.

—Ehhh... primero de bachillerato.

—¡Ay, Dios! —exclama asustado—. ¿Tienes dieciséis años?

Asiento una sola vez, de nuevo lo hago lentamente.

—Pffff. Menos mal que no hemos llegado hasta el final —resopla aliviado.

—¿Y eso a qué viene? —pregunto alucinada.

—¿De verdad me lo preguntas? Ni siquiera sé si es muy legal desearte como te deseo ahora que sé tu edad.

—Pues te prometo que si hubieras llegado a mojar tu porra en mi... chocolate, no estarías planteándote nada más que la posibilidad de volverlo a saborear.

Se parte de risa como respuesta y yo también. Me encanta su risa. Es varonil, fuerte, sincera. Tras unos instantes de silencio cómodo, vuelve a un tema mucho menos ardiente.

—Estoy estudiando derecho.

—¡Derecho! —exclamo sorprendida—. ¡Ahora entiendo eso de que no tienes tiempo para relaciones!

Hace una mueca de fastidio que lo confirma.

—Así que, aparte de estar así de potente, ¿eres buen estudiante? ¡Qué buen ojo tengo para elegir melones!

—¿Me estás llamando melón? —pregunta sin perder la sonrisa.

—Era solo una expresión mía, no me hagas caso —pido acercándome a él por encima de la mesa y limpiando un poco de chocolate imaginario de la comisura de esos labios tan gorditos y comestibles que tiene. Como en esa distancia más corta no me controlo con él, me lanzo a por ellos y la sorpresa llega cuando él responde. Lo hace con tanta intensidad, ¡como si llevara rato deseándolo! Y acabamos completamente liados, mesa por medio.

Cuando estoy a punto de perder el equilibrio y caerme sobre las tazas y liarla parda, me separo de él, ¡muy a mi pesar!

—Con chocolate estás todavía más sabrosa —murmura como si fuera un pensamiento en voz alta a la vez que se relame.

Mis labios se curvan de forma automática. No dejo de sonreír ni de reír desde que lo he conocido.

¡Jolín con el catalán este!

—Cuando esté en Madrid y piense en ti, incluiré este chocolate por encima de tu cuerpo —planeo en voz alta demasiado sincera, otra vez.

Veo cómo su mandíbula se tensa y su nuez baja y sube despacio.

—¡No más provocaciones, Samantha! —pide como si fuera un ruego desesperado.

—Perdón. Ha sido sin querer, ¡lo juro! Me haces perder las formas.

—¿¡Yo!? —pregunta muy sorprendido señalándose. Asiento una sola vez con mucha seguridad.

El ambiente se queda completamente tenso entre nosotros. Y toda esa tensión tiene un nombre: deseo sexual.

—Oye, y cuéntame ¿te gusta lo que estás estudiando? ¿es tu sueño ser abogado? —pregunto intentando dirigir esto a algo menos caluroso.

Él carraspea antes de contestar, como si se hubiese quedado sin voz.

—Me gusta el derecho —el tono de agobio que usa desarma esa afirmación—. Pero decir que es mi sueño... diría que no.

—¿Entonces? —pregunto intrigada.

—Es lo que toca —confiesa con poca energía en la voz—. Lo que se espera de mí...

—¿Qué te gustaría ser si pudieras escoger algo que realmente te llenara?

Se queda en silencio pensando en ello. Saco cacao de labios de mi bolso y me lo paso rápido para que no me diga que provoco.

—¿Te puedes creer que ni lo sé? —cuestiona con sonrisa triste—. Ni siquiera me lo planteo. Mi vida ha estado siempre muy estructurada, no he tenido que tomar muchas decisiones.

—Está muy ordenada por lo que veo —comento con malicia y arranco una de sus sonrisas chulas—. Veamos, ¿qué harías gratis? si tuvieras todo pagado —aclaro.

—Me encanta el alpinismo y la escalada—responde enseguida y su expresión cambia a una mucho más risueña.

—¡Ahora entiendo! —expreso casi sin querer.

¡Esos brazos! ¡Ese abdomen! ¡Ese cuerpazo! ¡Todo eso no sale solo! Ni mucho menos sale de estar sentado estudiando una carrera como esa.

Él se ríe, supongo que me ha pillado. Me lee muy fácil. Eso me asusta un poco pero también me engancha. Me sigue mucho el rollo.

—Quizá me haría instructor de escalada —noto cómo se le ilumina la mirada con sólo pensarlo—. Pero sería pobre y me quedaría sin familia —añade muy teatral como si eso fueran consecuencias reales.

—Pero serías feliz. Piénsalo. El dinero no lo es todo y hacer lo correcto, o lo que esperan de ti, no tiene por qué ser lo mejor. Lo mejor es que seas feliz. Si te quieren, lo entenderán. Poner un poco de desorden en tu vida, no creo que esté mal. Esta noche te ha funcionado.

Me mira pensativo y asiente.

—¿Tú qué quieres estudiar? Cuando acabes el insti, quiero decir —pregunta desviando el tema hacia mí.

Marketing y comunicación.

—¿Crees que eso te hará feliz? —pregunta con dudas.

—Mucho. Es lo que siempre he querido hacer, me encantan las nuevas tecnologías, internet, las conexiones, acortar cualquier distancia con un hashtag o una publicación. ¡Es lo mío! —exclamo demasiado apasionada. Me pasa siempre que hablo de este tema.

—Para gustarte tanto acortar distancias y las conexiones, has puesto un muro infranqueable entre tú y yo.

¡Pillada!

—Para no querer novias ni tener tiempo para relaciones, insistes mucho en querer mantener el contacto cuando me vaya —contraataco yo.

—Para lo lista que pareces, estás siendo muy tonta de perder esta oportunidad. ¿Y si voy a Madrid un día? ¿No te gustaría que nos volviéramos a ver? —pregunta lleno de esperanzas.

Mi catalán preferido tiene, otra vez, esa expresión de decepción en su carita de guapo. Cada vez me cuesta más frenar... pero tengo que hacerlo, me conozco.

—Perdone, ¿nos puede traer la cuenta? por favor —pido dirigiéndome a la camarera y sacando mi monedero. No tengo fuerzas para mentirle mirándolo a los ojos. ¿Cómo no me iba a gustar volver a verlo?

Intenta pagar él, pero yo insisto más y consigo invitarlo.

—Para ser catalán... te he visto muy dispuesto a pagar —suelto y consigo mi objetivo: recupera la sonrisa.

—¡Qué mala eres!

Nos levantamos y salimos de allí. Cuando estamos en la calle, él mira su móvil y yo aprovecho para mirar el mío. Eva me ha escrito para decirme que ya se iba para su casa. ¡Tendré que coger un taxi!

—Bueno... será mejor que me vaya a casa de Eva. En seis horas sale mi Ave y debería dormir un poco... —comento con cierta angustia por ver que ha llegado el momento de la despedida.

—¿Quieres que te acompañe? Podemos compartir taxi.

—No, será mejor que no —niego con rotundidad.

Si nos metemos en un espacio cerrado y pequeño como la parte de atrás de un coche, no me hago cargo de mis actos.

—Está bien —acepta rendido—. Te diría que me escribas al llegar, es lo que le pido siempre a mi hermana cuando va sola de noche, pero como no me vas a querer dar tu móvil, pues... sinceramente espero que llegues bien, y que tengas una vuelta a casa muy buena en seis horas.

Suena triste y me da una pena terrible.

—Gracias... Ha sido muy chulo conocerte.

—Muy «chulo», sí —comenta con cierto resquemor.

Quiero acercarme y acariciar ese pelo rubio que le llega casi por encima de las orejas. Quiero volver a saborear sus labios. Quiero abrazarlo y decirle que un trocito de mi corazón se quedará aquí con él, con esta noche tan bonita que hemos compartido. Pero me quedo quieta y callada.

—Al menos, acuérdate de mí de vez en cuando, ¿eh? —pide con tono amistoso y yo asiento convencida—. Quizá por telepatía empecemos una nueva forma de comunicación, ¿quién sabe?

Me río. ¡Es adorable!

—Te voy a decir una cosa, en una de mis comedias románticas preferidas, dos desconocidos se cruzan por casualidad y sienten una conexión muy especial —relato mientras él me mira muy atento—. Cuando termina la noche, se separan sin darse ningún dato y dejando que sea el destino quien decida si deben volver a verse.

Niega con la cabeza contrariado.

—No me parece bien dejar en manos de nada ni nadie que no seamos nosotros mismos esa posibilidad. Y yo no creo en el destino, por cierto. Creo en que cada uno crea su camino mediante las decisiones que toma.

Lo entiendo, aunque no lo comparto. El destino forma parte de nuestras vidas, creamos en él o no.

—¿Hay un motivo real que no te permita darme tu número de móvil? Sé que tienes algo en Madrid, no voy a estar llamándote, ni nada de eso —explica muy serio y sincero—. Es solo por no perdernos definitivamente.

Suspiro intentando deshacer la mezcla de emociones tan variadas que tengo en la boca del estómago ahora mismo.

—Lo siento. No puedo hacerlo —susurro triste—. Y yo sí creo mucho en el destino —confieso sintiéndome un poquito infantil—. Y si es nuestro destino volver a vernos, no hace falta que te dé mi móvil. ¡Nos encontraremos cuando menos lo pensemos!

—Estás muy loca, Samantha —afirma convencido pero se ríe acto seguido y me abraza fuerte—. Y me has gustado mucho, ¡joder! ¡Qué puta rabia!

—Lo siento —susurro agobiada.

Me sabe fatal verlo así. Empiezo a replantearme mis convicciones. ¿Y si se lo doy? Podría haberlo apuntado en el billete de cinco euros que he usado para pagar los churros al menos... ¡algo!

—Está bien. No insisto más —murmura con tono rendido—. Porque... no hay nada que pueda decir para que cambies de idea ¿no?

Niego lentamente y resoplo muy agobiada. No de él, sino de mí misma.

—Pues ya está. Ha sido un placer. ¡Buenas noches, guapa!

Nos damos un beso fugaz que sabe a poquísimo. En cuanto nos separamos, me arden los labios de las ganas que tengo por volver a sentirlo bien sobre ellos. Pero me aguanto.

Antes de irse, se acerca a la calle y para al primer taxi que pasa, abre la puerta y me lo ofrece para que entre en él. Lo hago en silencio pero no dejo de mirarlo a los ojos y arrepentirme con cada célula de mi organismo de estar alejándome de él sin ningún dato del que tirar si en algún momento siento un impulso irrefrenable de encontrarlo.

Cierra la puerta y veo cómo desaparece de mi vida mientras me alejo en el taxi. Cuando llego a casa de mi amiga, estoy al borde de las lágrimas.

Me abre Eva en cuanto la llamo al móvil y disimulo las emociones que tengo en mi interior disputándose el primer puesto, lo mejor que puedo.

Nos acostamos las dos en la cama de sus padres, por encima de la colcha, sin cambiarnos de ropa ni desmaquillarnos. Eva pretende saber con todo lujo de detalles dónde he estado todo este rato y cómo lo hemos hecho. Se lleva una buena decepción cuando le digo que no hemos follado. Eso sí, lo suplo contando lo que hemos hecho con muchísimo énfasis.

Lo relato como si fuera una de esas pelis románticas que te enganchan hasta el final. Y es que coincidir con alguien es maravilloso, ¡pero conectar es mágico! Y lo nuestro ha sido una conexión especial.

—¿Se lo vas a contar a Álex? —quiere saber y me mira con sus ojazos verdes inmensos.

—Sí, claro. Nos lo contamos todo.

—¿Todo, todo? ¿Cómo me lo cuentas a mí?

Me río.

—Sí, más o menos —calibro reflexionándolo—. Igual que contigo pero con la diferencia de que al haber sentimientos por medio, se complica un poco... por no hacer daño a veces mides más la forma de expresar ciertas cosas, pero tenemos comunicación absoluta.

—Guay. ¿No le va a sentar mal, entonces?

—No, claro que no. ¡Que no es una relación formal como tal!

—Ya, ya. Es que me cuesta un poco entender vuestra relación. Pero guay, si no te sientes culpable ni le harás daño a Álex, pues mejor.

Nos quedamos en silencio unos instantes en los que me pierdo recordando la sonrisa traviesa de mi catalán desconocido...

—¿A ti te ha ido bien con Marc?

—¡Sí! Mucho. ¡Buf! Un polvazo de diez —expresa extasiada—. No soy muy de parques ni rincones oscuros pero, en este caso, ¡ha valido la pena! Es lo bueno de liarse con tíos experimentados: ¡no hay que explicarles cómo se hace! —añade riendo.

—¿Os volveréis a ver? —pregunto con cierta envidia.

—No, no creo. Hemos dicho de darnos los teléfonos pero lo hemos ido dejando y, al final, nos hemos hecho los locos los dos.

¡Mierda! Se acaba de esfumar la única vía que tenía abierta para contactar con mi desconocido. Aunque ya me lo esperaba, Eva no es de repetir. Hasta ahora: chico que ha querido, chico que ha tenido. Así que prefiere experimentar antes que atarse a nadie. Y repetir es echarle cartas a enamorarse. O, al menos, es lo que cree a ella. Y yo. ¡Somos unas románticas!

Después de unos minutos en los que nos quedamos en silencio, me doy cuenta de que Eva se ha quedado dormida. Pongo la alarma en dos horas y me dispongo a cerrar los ojos y descansar un poco, aunque no consigo frenar en mi mente ciertos flashes de la noche que van apareciendo sin cesar. Ni ciertos ojos azules. Ni cierta sonrisa.

Justo cuando decido hacer un esfuerzo por apartarlo de mi mente y dormir un poco me llega un mensaje que me devuelve a la realidad, mi realidad.

6:59h Álex: Me acabo de despertar. Supongo que tú estarás, o aún despierta, o a punto de acostarte. Solo quiero decirte que cuento las horas hasta que llegues. ¡Tengo tantas ganas de verte! Te quiero, princesa. Te recojo en Atocha.

¡Enhorabuena, Vibrantes! 

Habéis alcanzado el reto y aquí tenéis vuestro capítulo extra 🌟

¿Nuevas teorías? 🤔😅

¿Os va gustando por ahora? 🤞

El lunes que viene, más!!!
Ya llegamos al capítulo 5!!! 🥰

Un besazo,
Carol ❤️

🎵PlayList de Spotify de LADA ❤️ https://open.spotify.com/playlist/3d4x3t6w88Z2AytH87UAEh?si=9e1bdb48804946e5

❤️ Sígueme en Instagram @ CarolBranca_

💌 Apúntate a mi Newsletter para no perderte nada: http://eepurl.com/gcS7Iv

🌈Pinterest: https://www.pinterest.es/xandyta/los-algoritmos-del-amor/

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro