Lena
Voy hasta el pasillo seleccionado y me siento en el suelo con mi cesto de la compra al lado. Gerard se sienta delante de mí, apoyado contra el otro frontal de latas.
—La gente se estaba poniendo muy nerviosa ahí —señalo hacia la salida.
—Ya... —responde Gerard pensativo.
—A veces pasan cosas que no podemos controlar —explico pensando en voz alta—, pero es nuestra responsabilidad responder de forma positiva, o hundirnos con las circunstancias.
—¿Qué quieres decir? —pregunta lleno de interés y tuerce un poco la cabeza mientras me observa fijamente.
—Podríamos estar ahí mirando cómo se desmadran las cosas afuera, poniéndonos nerviosos por estar atrapados y llegando tarde a nuestras citas. Podríamos enfadarnos con la gente de la manifestación, discutir con el segurata que no nos deja salir, cagarnos en todo y salir de aquí estresados perdidos. O... —pongo mucho énfasis en ese «o...», Gerard sigue mirándome muy atento. En este momento, o piensa que estoy colgada, o realmente le está interesando todo esto—. O podemos aprovechar este rato para hablar de algo interesante y llevarnos a nuestras citas el recuerdo de una experiencia curiosa e inesperada.
Gerard sonríe de lado.
—Me apunto a responder de forma positiva a nuestro encierro temporal en este supermercado.
Sonrío como respuesta. Además de guapo, lo intuyo interesante, y eso es muyyyy peligroso. ¿Guapo e interesante? ¡Cuesta mucho conocer a alguien así!
—¿Quieres preguntarme algo? —pregunto como propuesta y Gerard frunce un poco el ceño—. ¿Alguna duda existencial que una chica te pueda resolver? ¿Algo que nunca hayas preguntado antes? Te responderé a lo que se te ocurra —afirmo segura.
—Uhhh, ¡no me digas eso! —pide negando con la cabeza entre risas—. Tengo mil preguntas sobre orgasmos femeninos, intereses vitales, infidelidad, ghosting, o sexo oral, solo por nombrar algunas de las incógnitas que rondan por mi mente ahora mismo —vuelve a reír.
—¡Me gustan casi todos esos temas! —exclamo encantada—. Venga, elige uno y lanza tu pregunta. Prometo ser completamente sincera y responderte como nadie lo ha hecho nunca antes.
Esto se está poniendo interesante.
—¿Estás comprometida o casada? Porque me gustaría saber por qué algunas mujeres tenéis tanto interés en eso —pregunta decantándose por la duda más aburrida de todas, aunque la más políticamente correcta para ser dos desconocidos que se acaban de conocer en un supermercado de forma circunstancial.
—¡Vaya! No te puedo ayudar mucho con esa, no estoy ni comprometida ni casada y no tengo el más mínimo interés en hacerlo. Pero, por lo que veo en mis amigas, es un tema de «cumplir» con las expectativas familiares y sociales —explico intentando ser de utilidad—. Es «lo que toca» —añado haciendo comillas en el aire con mis dedos— cuando llegamos a cierta edad. Además, si te casas, te quitas de encima todos los comentarios tipo «¿y tú sigues soltera? ¿Cómo es eso?» que te sueltan las tías, abuelas y amigas mayores haciéndote sentir, como poco, una perdedora.
—¡Menudo rollazo! —exclama muy contenido—. Así que pasa igual que en los hombres.
—¿A vosotros también os hacen esas preguntas y comentarios si seguís solteros a cierta edad? —cuestiono curiosa.
—Sí. Soy el caso —confirma—. Mi hermana menor ya está casada y embarazada y yo soy la oveja negra de la familia, no me han desheredado y quitado el apellido porque aún tienen esperanzas de que me case pronto y tenga muchos críos.
Nos reímos y diría que lo hacemos con complicidad. Estamos en sintonía con este tema. Me gusta que no esté buscando casarse cuanto antes y que se ría al pensar que su familia lo va a dejar de lado por ser así.
—Ghosting —propone recuperando otra de sus dudas—. ¿Por qué?
Me río.
—Yo no lo hago —afirmo y él menea la cabeza como si lo dudara—. De verdad que no ¿tengo pinta de hacerlo?
—Guapa, atractiva, lanzada... Seguro que más de una vez lo has hecho —dice con expresión de estar bromeando e intentando picarme.
¿Y el coqueteo que hay detrás de que me esté llamando esas tres cosas? Mejor ni lo pienso. ¡O me pondré nerviosa y perderé el hilo de la conversación!
—Muchas gracias por los cumplidos, pero te aseguro que no —reafirmo levantando las manos en señal de inocencia—. Jamás haría algo así. Soy una persona que si te tiene que decir «no me llames más, no me interesas, lo siento», lo haré. Con tacto y suavidad, pero también siendo muy clara.
—Sí, eso te pega mucho —comenta como si confirmara sus teorías sobre cómo soy.
Venga, Lena, vamos a tantear un poco para saber más sobre cómo es él. Y de paso, ¡hagámoslo con coqueteo incluido!
—Pero estoy segura de que a un chico como tú, pocas veces, por no decir ninguna, le han hecho ghosting.
Se ríe con complicidad.
—¿A un chico como yo? —pregunta queriendo que especifique y no deje que mi halago sea algo vago.
—Guapo, sexy, interesante...
Se ríe con picardía. Le ha gustado.
—¡Te sorprenderías! Mira, te voy a contar algo muy fuerte que me pasó una vez. Fue una noche, estaba en una disco con mis colegas y conocí a alguien sin buscarlo. Era una chica preciosa, atractiva, sensual... ¡Conectamos! Fue algo... mágico —resume embelesado al recordarlo y me provoca cierta envidia.
¡Qué especial es conectar así de buenas a primeras! Diría que eso, o no te pasa nunca, o como mucho te pasa una vez en la vida y te marca para siempre.
—Yo lo viví como un flechazo —confiesa con una sonrisa que no deja de asomar en sus labios—. ¿Alguna vez te ha pasado? —pregunta con mucho interés y deja a medias su historia.
—Sí, me ha pasado. Pero no me dejes así ¿te hizo ghosting? ¿la del flechazo? ¡no me lo creo! —exclamo intentando volver a su relato.
—¡Peor! —exclama sonriendo—. Cuando acabó la noche no quiso decirme su nombre, ni darme su teléfono.
—¿¡Y eso!?
¡Puta loca!
—Pensaba que eras tú quien iba a responder a mis dudas existenciales —aclara con socarronería y está todavía más sexy que hace unos minutos. ¡Su atractivo va in crescendo! ¡Estoy perdida! ¡Que abran ya el súper, por favor!
—Tengo una clara conclusión: ¡esa chica estaba loca! ¡Loca del todo! Si yo no salgo de este encierro con tu teléfono grabado en mis contactos será porque te has negado a dármelo tras yo insistir repetidas veces, créeme —pido algo cortada por estar reconociendo cuánto me está interesando conocerlo mejor.
Su mirada cambia, va hacia mis labios en un microgesto y vuelve a mis ojos. Su sonrisa se vuelve pícara y esconde muchas cosas que no dice.
—Dime el tuyo y te hago una perdida ahora mismo —propone sacando su iPhone del bolsillo.
Se lo dicto y él teclea. Al momento, vibra el mío. Lo saco del bolso y se lo enseño.
—Lo de llevarme tu teléfono es por si otro día te surge otra duda y quieres que yo te la responda... —explico quitando importancia al intercambio de números que acabamos de hacer.
—Tú también puedes escribirme cuando quieras, Lena.
—Lo haré, Gerard —comento pronunciando su nombre lenta y suavemente, tal como ha hecho él con el mío. Si se pudieran dar caricias mediante las palabras, acabaríamos de darnos unas de lo más sensuales.
—¿Tienes tú alguna duda sobre los hombres que yo te pueda resolver? —pregunta sacándome de mi trance.
—Emmmm, ¡sí! —afirmo pensativa—, pero no son tan políticamente correctas como las tuyas.
—¡Mejor! —exclama encantado con ello—. Esas son las que más me gustan.
Si tanto le gusta, ¿por qué no ha empezado por las suyas sexuales? Habría sido muy divertido.
—No puedo —digo convenciéndome a mí misma de no hacerlo.
—Venga, solo soy un desconocido de un supermercado. No te voy a juzgar, ni nada.
Se levanta, da tres pasos y se sienta justo delante de mí, a muy poca distancia.
Vale, empiezo a ponerme nerviosa. ¡Es tan guapo! Joder, ¡de cerca todavía más! Menudos ojazos azules, ¡qué locura! Será mejor que no haga mi pregunta sobre erecciones matutinas y si las aprovechan o las ignoran. No, mejor alguna otra más casual y menos íntima.
Piensa, Lena, ya sé que con este ejemplar delante es difícil, ¡pero piensa!
—¡Tengo una normal! —exclamo contenta en cuanto se me ocurre.
—Ohhh, ¡qué pena! —se lamenta—. Bueno, házmela —pide sin perder la sonrisa.
—¿Por qué no os gusta hablar de vuestras emociones? Ya sé que estoy generalizando mucho —aclaro meneando la cabeza—, pero entiéndeme —pido—. En general, todos los chicos con los que he tenido algún tipo de relación, he tenido que sacarles las palabras con sacacorchos cuando he querido profundizar en temas emocionales y sentimentales.
—No lo sé —rumia mirando hacia sus deportivas y tocando los cordones abstraído—. Es verdad que cuesta. Sé que no a todos, así que hablaré por mí: a mí me cuesta. Quizá es porque no sé hacerlo. Creo que las chicas tenéis más inteligencia emocional, en general, yo tampoco quiero generalizar tanto, pero ya me entiendes.
—Sí, hay de todo en todas partes. Lo sé.
—Desde pequeños, los chicos, aprendemos que está «mal visto» llorar, estar tristes, sentirnos vulnerables. Ya sabes... tenemos que ser «machos», cuanto más insensibles mejor. O eso dice la sociedad de mierda en la que vivimos —concluye haciendo que algo se deshaga en mi interior—. A mí me gusta mucho replantearme las cosas, no siempre consigo sacar nada en claro, pero me gusta intentarlo, al menos.
Ay, ay, ay.
¿Un chico guapo, atractivo y que se cuestiona sus construcciones emocionales o sus creencias? Ay, Dios, que ahora vendrá el porrazo. ¡Tiene que llegar de forma inminente!
—¿Quieres una? —pregunta ofreciéndome una tónica de las que lleva en su cesto. Acepto.
Abrimos cada uno la suya y damos un sorbo. Es curioso, no a todo el mundo le gusta la tónica sola. A mí sí.
—Gracias por este rato —comenta sonriente tras su lata—. Realmente ha pasado de ser un rato de mierda a ser un rato muy interesante.
Sonrío hasta con los ojos. ¡Él me lo provoca!
—Ha sido así gracias a ti también —reconozco embelesada.
Un segurata se acerca a nosotros.
—¿Qué hacéis ahí sentados de picnic? ¿Os saco unas olivitas? —pregunta con tono serio y estoy a punto de contestar que sí, ¡que me apetecen un montón! Por suerte no lo hago—. ¡Estamos a punto de cerrar! ¡hay que salir! —exclama agobiado y nos señala hacia la entrada—. ¡Y espero que paguéis eso! No está permitido comer ni beber aquí adentro.
¡Uy!
—¡Perdón! No nos hemos dado cuenta de que ya se podía salir —se excusa Gerard por los dos poniéndose de pie. Me ayuda a levantarme y recuperamos cada uno su cesto de la compra. Vamos en silencio hasta la caja, siguiendo al segurata, pero aguantándonos la risa en cuanto nuestras miradas coinciden. Es como si fuéramos dos niños y nos acabaran de pillar haciendo una travesura.
Gerard me cede el paso para que pague yo primera, pongo mis cosas en la cinta, embolso y pago. Siento su mirada clavada en mí aunque no me gire hacia él, sé que no deja de mirarme.
Me quedo esperando a que él pague sus cosas y me recreo en sus movimientos ahora que no me mira. Es muy masculino, parece seguro de sí mismo, sonríe con amabilidad y desprende sex-appeal sin darse cuenta. Hasta la cajera sonríe como respuesta a él, la misma que no me ha sonreído a mí ni por casualidad. Después del día que ha tenido, tampoco se lo reprocho.
No queda nadie en el súper, no me he dado ni cuenta de que abrían las puertas y toda la gente salía. Gerard y yo estábamos sumergidos en nuestra conversación y nos hemos aislado del todo.
Cuando termina de pagar, se acerca a mí sonriente con su compra en la mano.
—¿Vamos? —me pregunta señalando en dirección al parking. Asiento.
Avanzamos hasta el ascensor pero tomamos las escaleras sin decir nada. Quizá hayamos pensado lo mismo: «demasiadas emociones fuertes por hoy. ¡Solo falta que se pare el ascensor!».
Cuando llegamos a su coche, abre el maletero y me invita a que deje mi compra junto a la suya. Después me subo en el lugar del copiloto y, mientras me abrocho el cinturón de seguridad, observo el interior. Es un Audi clase A y lo tiene impecable. Suena la radio en la misma emisora que tendría puesta yo, y eso me hace sonreír.
—¿Dónde vive tu amiga? —pregunta apoyando las manos en el volante y mirándome de lado con media sonrisa matadora.
¿Qué más da mi amiga? Vayamos a algún sitio ¡o mejor! perdámonos por ahí.
Tranquila Lena, no corras que lo asustas. Que este tiene pinta de niño bien. Pero es que... ¡me ha gustado mucho!
—Si sigues recto dos calles, luego giramos a la izquierda y llegaremos —indico señalando.
Avanzamos comentando lo sucia y que han dejado las calles. Están todos los cubos de basura abiertos y la basura desparramada por todas partes. ¡Es una pena que ensuciar y destrozar sea parte de una manifestación! No debería ser así.
Cuando llegamos a la dirección de Eva, Gerard aparca en doble fila con los warnings encendidos. Me quito el cinturón y lo miro en silencio. Él me mira a mí. Hay una electricidad en el ambiente que crece entre él y yo cuando nos miramos así.
—Bueno... —murmura rompiendo el silencio.
—Gracias por traerme y por haber hecho que el encierro fuera un rato genial —sonrío sincera por ello.
—Ha sido un placer. ¡Todo!
—Voy a coger mis bolsas del maletero —anuncio colocándome bien el bolso y haciendo ademán de bajarme.
—Te acompaño.
Se baja conmigo, me da mis bolsas, cierra el maletero y volvemos a quedarnos en silencio tenso y miradas cargadas de intenciones ocultas.
—El día que quieras, me escribes, y te invito a tomar algo —propongo intentando crear conexiones entre ambos para volver a verlo.
—Lo haré —anuncia sin perder la sonrisa y transmitiendo ilusión con la mirada.
Me acerco a él decidida, le doy dos besos marcados y disfrutando de la cercanía. ¡Es tan agradable...!
—¡Que vaya bien la noche! Nos vemos, Gerard —me despido dando pasos hacia el portal de Eva.
Él me hace un gesto afirmativo y me guiña un ojo con picardía.
Cuando estoy llegando a la acera y me propongo centrarme en los pasos que me separan del portal de mi amiga, su voz me llama de nuevo.
—¡Lena!
Me giro y me acerco hasta él. Está junto a su coche, con la puerta de su asiento abierta y parece que se lo haya pensado mejor antes de subirse.
—Dime —pido cuando ya solo nos separan dos pasos.
Gerard me muestra una sonrisa preciosa. Distinta de todas las que me ha regalado hasta ahora. Esta tiene un toque como de timidez o vulnerabilidad, no sé qué es.
El silencio me mata de curiosidad, pero finalmente él lo rompe con su voz sexy. La pregunta que me hace a continuación resulta ser una bomba en forma de sorpresa inesperada. Algo capaz de cargarse todos mis esquemas ¡y de un solo golpe!
—¿De verdad no te acuerdas de mí?
¡Enhorabuena, Vibrantes!
Aquí tenéis lo que os prometí. ¿Os ha gustado ver cómo se conocen?
Aunque, en realidad... ¿ya se conocían? 🤔
¡Lo sabremos el próximo lunes! 😉
Un besazo
Carol
🎵PlayList de Spotify de LADA ❤️
https://open.spotify.com/playlist/3d4x3t6w88Z2AytH87UAEh?si=9e1bdb48804946e5
❤️ Sígueme en Instagram @ CarolBranca_
🌟 Grupo de Telegram para hablar de las novelas: https://t.me/joinchat/ADAGlEUox_Wy4pUBF2tQSg
🌍 Grupo de Facebook de las Lectoras Vibrantes: https://www.facebook.com/groups/vibratinglove
💌 Apúntate a mi Newsletter para no perderte nada: http://eepurl.com/gcS7Iv
🌈Pinterest: https://www.pinterest.es/xandyta/los-algoritmos-del-amor/
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro