Esto es solo... lo que es ahora mismo (Cap. 3.2)
Gerard
Su risa de nuevo. Sus manos empujando mi nuca hacia ella para chafar nuestros labios unos contra otros. Esta vez, picada por mi broma, se emplea a fondo: succiona, lame despacio, recorre... se cuela en mi boca, busca mi lengua y juega con ella demostrando que sabe muy bien lo que hace.
Sí. Ya puedo confirmarlo: es el mejor beso que me han dado nunca.
Es desordenado, loco, irresponsable, incoherente... ¡Extraordinario!
Cuando vuelve a separarse, estoy ansioso por saber qué va a decirme ahora. Sus labios se pegan a mi oído y me hace cosquillas con su susurro.
—Desconocido, ¿ya tienes un veredicto o necesitas más muestras?
—¿Sabes? no lo tengo nada claro, todavía —miento aguantándome la risa y ella la suelta por los dos. Me hago el pensativo y termino negando con la cabeza como si estuviera realmente dudándolo.
—¡Lo que pensaba! —exclama muy divertida con todo esto.
—Voy a necesitar bastantes más muestras —aclaro poniéndome serio.
Y, ¿cuánto tiempo pasa durante nuestro tercer beso? No podría responder a eso ni aunque me esforzara por calcularlo.
Durante ese lapso temporal desconocido en el que caigo rendido a las sensaciones y, simplemente me dejo llevar, solo existe mi desconocida, nuestro beso, y las caricias cada vez más confiadas que nos vamos dando.
Mis sentidos están todos cada vez más despiertos y evocados a conocer de ella todo cuanto pueda descubrir mediante nuestro contacto. Jugar con su lengua, provocarla y responder a lo que ella hace, se convierte en mi actividad favorita.
Voy haciendo algunas deducciones mientras nos seguimos besando. No desisto en mi afán por descifrarla. Creo que es lanzada, que cuando sabe lo que quiere, va a por ello. También creo que este no es su primer beso, ni la primera vez que se lía con alguien en estas circunstancias que para mí son tan poco lógicas. Me parece que es una chica divertida, le gusta reír, bromear y pasarlo bien. Por cómo besa tan entregada, seguro que es muy apasionada, la imagino en su vida muy volcada en sentir, —mucho más que en pensar—. Diría que, en ciertos aspectos, es todo lo contrario a lo que soy yo ¡y eso me choca y me fascina al mismo tiempo!
Nos interrumpe Marc y rompe ¡de un plumazo! la burbuja sensual en la que nos encontrábamos.
—Tío, ejem... ¡Cof, cof! —tose haciendo como que disimula, o algo así. Lo miro con ciertas ganas de matarlo—. Hemos perdido a Edu y a Joan.
¿¡Y!?
Veo que Marc está cogido de la mano de la morena.
—Nosotros nos vamos —anuncia refiriéndose a él y a la chica.
Mi desconocida me suelta y se acerca a su amiga, cuchichean cosas mientras Marc abre mucho los ojos e intenta decirme algo con la mirada, pero no lo pillo.
—Vamos a buscar un sitio, ya me entiendes —verbaliza sin mover los labios. No sé por qué siempre hace eso, nadie nos está grabando, ni va a intentar leer sus labios. Con que baje el tono es suficiente.
—Vale.
—¿Vosotros os quedáis?
—No sé —murmuro perdido.
No había pensado en cómo iba a terminar esto, la verdad. Estaba viviendo el momento.
Las chicas se despiden entre ellas y entiendo que mi desconocida se queda.
—Cuídamelo, ¿eh? —le pide Marc antes de irse.
—Te lo cuido, no voy a dejar que se pierda ni que le pase nada malo, papi —le responde ella quedándose con él. Marc solo sonríe, y desaparece.
—¿Te quedas un rato conmigo? —me pregunta mi amiga desconocida como si existiera otra posibilidad en mi vida ahora mismo.
—Si insistes... —respondo haciéndome el duro. Se ríe mucho. Coge mi mano y tira de ella hacia los sofás que hay al fondo, en un rincón muy oscuro donde las parejas dan rienda suelta a la pasión. A ver, no es que esté la gente follando, pero... digamos que ganas no faltan.
Cuando llegamos al sofá, ya estoy imaginando toda la clase de porno duro que podría surgir con ella al ritmo que vamos.
—Quiero saber algunas cosas sobre ti. ¿Te parece bien si nos sentamos y hablamos un poco?
¿Eing?
—¿Me has traído al rincón más oscuro de toda la discoteca para algo que no es meternos mano? —pregunto realmente desencajado.
Ella se parte de risa.
—Me gusta mucho desordenarte, ¡eres muy divertido! —afirma y se queda tan ancha.
Menuda gracia, ¡me acaba de desmontar la escena erótica que tenía en mente!
—¿Qué quieres saber de mí? —pregunto intrigado.
Me siento y hago que se siente encima de mí, de lado. Acaricio su cintura y ella acaricia mis brazos. Parece que no podamos dejar de tocarnos. Lo único que me alivia un poco es ver que es mutuo.
—¿Cuál es tu estación del año favorita? —pregunta dejándome perplejo.
—Ehhh... yo qué se... ¿verano?
—¿Te gustan los helados y la playa?
Asiento cada vez más confuso. No entiendo la relación de preguntas que me hace ni a dónde pretende llegar con ellas.
—¿Darías tu vida por salvar la de alguien a quien quieres mucho?
Suspiro agobiado por ponerme en esa situación. Pero asiento convencido. Lo haría por mi hermana, por ejemplo. ¡Sin dudarlo!
—¿Qué estarás haciendo mañana a las cinco de la tarde?
¿Eso lo pregunta para quedar?
—Mañana a las cinco... debería estar estudiando.
—¿Qué estudias?
—¿Esto es un interrogatorio? —pregunto cada vez más perdido.
—¡Perdona! Es lo que tiene ser una desordenada —comenta acariciándose la frente con agobio—. Ahora me gustaría proponerte ir a algún sitio más... privado —aclara pensando en... ¿Sexo?
—¿¡Pero...!? —necesito saber qué nos separa de lo que más me apetece hacer ahora mismo. ¡Para una vez que estaba totalmente lanzado y dispuesto!
—Pero no sé nada de ti y me gustaría conocerte un poco mejor antes de nada...
¡Normal! Por eso va bien tener un orden y saber —como mínimo— el nombre de la persona que estás besando. ¡Para empezar!
—¿Vives por aquí cerca? —pregunto intentando ver si es porque está pensando en invitarme a su casa o qué.
—No, vivo con mis padres en Madrid.
—¡Ostia! —exclamo sin pensar, asombrado.
—Solo estoy pasando el finde aquí. Estoy en casa de mi amiga, la que se ha ido con tu amigo y ahora van de camino a buscar un sitio discreto para echar un polvo —explica divertida y sin filtros.
—¿Tu amiga no vive sola?
—¡Qué va! —exclama con mucha efusividad dándome a entender que son más jóvenes de lo que hemos calculado. Mis cálculos ahora mismo oscilan entre los dieciséis y los diecisiete.
—Mi amiga vive con sus padres. —Suspira y acaricia el bolsillo de mi camisa con detenimiento, repasando las costuras—. Te habría dicho de ir con ellos, pero me da cosa... si te soy muy sincera, aunque me apetecería mucho avanzar contigo ahora mismo, no creo que sea muy buena idea.
Ay, Dios. ¡A ver si va a ser virgen!
—¿Tú vives solo? —pregunta ante mi silencio.
—No, yo también vivo con mis padres.
Estoy perdido. ¿Quiere venir a mi casa? ¿no acaba de decir que no era buena idea que tuviéramos sexo?
Porque eso es lo que entiendo yo por avanzar pero, claro, quizá no hablamos en los mismos términos.
—¿Y dónde lo haces cuando quieres montártelo con alguien? —pregunta con curiosidad.
—Lo planifico. No soy de polvos espontáneos de una noche.
—¡No dejas nada al azar!—me encojo de hombros asumiendo esa verdad—. Pues mi amiga me ha dicho que se puede ir a la playa o a algún parque por la zona —comenta como si lo estuviera sopesando.
Niego con la cabeza.
—No es la mejor idea.
Estamos en invierno, la playa está oscura y solitaria. No es un sitio seguro al que ir a enrollarse. Puede que nos graben o nos atraquen a mano armada. Y parques... no lo veo.
—Vaya. Parece que lo tenemos chungui, entonces —concluye con pesar.
—¿Un hotel? —propongo un poco a lo loco.
—¿Te irías a un hotel conmigo? ¿ahora? —pregunta sorprendida y sonriente.
—Claro. ¿Tú no? Quiero conocerte... más. De la forma en que tú quieras. No sé qué me haces, pero provocas que quiera improvisar.
Su respuesta llega en forma de beso sensual que va subiendo la temperatura entre nosotros cada vez más. Volvemos a estar completamente sumidos en besarnos y todo desaparece a nuestro alrededor.
Sus manos cogen una mía y la llevan a su escote, la deja sobre su teta y aprovecho esa invitación tan suculenta para descubrirla, acariciarla y colarme por debajo de su ropa con cierto reparo. Reparo que desaparece en cuanto ella pone su mano sobre la mía y la presiona dándome a entender que mi atrevimiento le ha parecido más que bien.
Tocar directamente sobre su piel es una pasada. ¡Me encanta todo cuanto descubro! Tiene unos pechos turgentes, suaves, cálidos. ¡Me dan ganas de lamerlos enteros!
Se estremece sobre mi cuerpo en cuanto pellizco su pezón con mis dedos y yo siento el tirón de la erección que tengo.
Parece que ella lo intuya, o quizá es que lo ha notado, porque su mano va directa a esa zona y tantea por encima del tejano descubriendo lo dura que la tengo.
—Uffff... —resopla cerca de mi oído como respuesta—. ¿Y si vamos al baño?
¡¿Al baño?! Me río ante esa posibilidad. No sé a qué discotecas va ella en Madrid, o qué hace en ellas, pero aquí en los baños no se puede hacer nada. Hay seguratas controlando y señoras de la limpieza entrando y saliendo todo el tiempo.
—No se puede —niego ofuscado. Su mano esta acariciando mi polla a lo largo y recorriéndola con ganas. Me está poniendo como una moto. Sabe lo que hace y lo hace muy bien.
—¡Menudo calentón tengo encima! —confiesa abochornada buscando mi mirada y enseñándome lo rosadas que tiene las mejillas y lo grandes que están sus pupilas verdes.
—Como estás comprobando por ti misma, es mutuo.
Se ríe y se pega a mis labios, captura el inferior con sus dientes y tira un poco. Respondo con un beso apasionado y profundo mientras no dejamos de acariciarnos. Arriesgo y bajo mi mano ——desde su pecho— hasta colarla entre sus muslos. Me vuelve a sorprender cuando me abre paso enseguida para que pueda acercarla bien hasta su sexo. Parece que todos mis impulsos son bien recibidos. ¡Cómo mola!
Gime en medio del beso cuando comienzo a acariciarla por encima del tejano y a ejercer presión sobre su entrepierna.
Se gira más hacia mí para que todas las caricias queden ocultas entre nuestros cuerpos y seguimos tocando cuanto podemos por encima de la ropa mientras nuestros labios se explican todo lo que se harían si no estuviéramos donde estamos.
La música sigue sonando a nuestro alrededor, observo a las parejas que tenemos cerca, todas están igual: muy enredadas y concentradas en sí mismas. El calor que siento por el cuerpo sigue aumentando y tengo tentaciones fuertes de desabrocharme el tejano y meter su mano bien adentro.
¿Cómo será sentir sus caricias directas? ¿tendrá ella ganas de masturbarme? ¿o de comérmela? Uffff... solo de imaginarlo...
—¿Qué pasa con el hotel? —recuerdo de pronto.
Ella sonríe y me mira pensando en ello.
—¿No te convence? ¿es por la pasta? —intento aclarar. Necesito encontrar solución pronto.
Mi nueva amiga niega convencida.
—Porque yo me ocupo de eso, ¿eh? —aclaro con seguridad.
—No, desconocido, no es por el dinero. Es porque ahora tenemos muchas ganas, pero saldremos de aquí, se nos bajará el calentón y, cuando lleguemos al hotel, seremos dos completos extraños que, en frío, no sabrán ni qué hacer. Preveo el desastre.
¡Pues yo lo que preveo es un polvazo!
—A mí este calentón no se me va a pasar porque me de un poco de aire fresco, ya te lo avanzo —confieso muy cachondo. Ella se ríe y me da un beso suave en los labios.
—Me gustas mucho —susurra al separarse—. A mí tampoco se me va a pasar, en realidad.
—¿Entonces? Que si no estás convencida tampoco pasa nada. Podemos dejarlo aquí; podemos seguir otro rato en este sofá; podemos darnos los teléfonos, conocernos mejor y...
—No —niega enérgica—. Lo siento, eso sí que es seguro que no va a pasar.
—¿El qué? —pregunto muy desorientado. ¿He dicho algo malo?
—No voy a darte mi teléfono ni vamos a seguir conociéndonos. Esto es solo... lo que es ahora mismo —explica muy críptica.
—Vale, tranquila —me remuevo incómodo.
Creo que es la primera vez que me siento «hombre objeto» en la vida. ¿No quiere ni saber mi nombre? ¿y me dice con esa rotundidad que pasado este buen rato adiós y muy buenas? No sé cómo encajarlo. No estoy buscando novia ni una relación formal. ¡Y vive en Madrid! ¡Dios me libre de las relaciones a distancia!. Pero es un poco frío que no haya expectativas ni de intercambiar teléfonos.
—Perdona, no quiero ser brusca —expresa con tono arrepentido y juega con un botón de mi camisa—. Me gustas mucho, de verdad. Pero tengo una situación complicada y no quiero complicarla más. Solo estoy pasando el finde aquí y disfrutando de la noche. No puedo pensar en nada más y no quiero que tengas falsas expectativas. Esto acaba hoy.
Joder, ¡suerte que no quería ser brusca...! ¡se me está bajando el calentón y todo!
Miro la hora. Son las cuatro de la mañana. Menos mal que he tomado la decisión de no ir mañana a la montaña porque si no...
—No te enfades —pide con tono bajo y hace morritos suplicantes.
—No me enfado, amiga desconocida de Madrid, pero se hace tarde y debería irme.
—Ostras, ¿te espera alguien? —pregunta de pronto como si acabara de caer en esa posibilidad.
—No. Pero mañana tengo que estudiar y, sinceramente, creo que tú no estás cómoda, y a mi se me ha cortado un poco el rollo. Casi prefiero terminar aquí y ahora y quedarnos con un bonito ¡y caliente! recuerdo —añado para rebajar la tensión.
—Oye, ¿aquí tenéis churrerías de esas que están abiertas toda la noche? —pregunta entusiasmada con la idea. Me hace reír.
—Claro, alguna hay. Aunque la pasión que tenéis en Madrid por los churros es insuperable.
Ahora la que se ríe es ella.
—Me ha entrado antojazo de porras con chocolate. ¿Hay algún «San Ginés» catalán que quede cerca de aquí?
Para porra la que tengo entre...
—Ehhh... sí, hay una cafetería veinticuatro horas que hacen churros, está cerca. ¿Quieres que vayamos?
Asiente con efusividad.
—Si prefieres irte, lo entenderé. Con que me des cuatro indicaciones para llegar, es suficiente. Le daré tiempo a Eva y a tu amigo, ya sabes... y luego iré para su casa. No te preocupes.
Puff, no me gusta nada verla así. Siendo sincero, pese al giro de los acontecimientos, yo tampoco quiero que acabe la noche.
—No, mira... la verdad es que a mí también me han entrado ganas locas de meter el churro en tu... chocolate —comento con mucho doble sentido y ella lo capta al vuelo y echa la cabeza atrás riendo mucho—. Vamos, apaguemos todo este calor con un buen polv... digooo, con un buen chocolate caliente.
—Si eres capaz de bromear con nuestro calentón frustrado, entonces ya no es que me gustes mucho, ¡es que me encantas! —expresa enmarcando mi cara con mucha dulzura.
Le doy un beso suave y ella lo convierte en uno húmedo, lento, profundo...
Lo corto antes de que se nos vaya de las manos, otra vez.
¡Vayamos a por esos churros!
Buenos días
¡Y enhorabuena por alcanzar el reto! 🥳 cada vez sois más lectoras por aquí y los retos se van asumiendo mucho más rápidos 🥰
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Ojalá os haya gustado este capítulo extra 👉⭐️
¡La semana que viene, más!
¡Un besazo, Vibrantes! ❤️
Carol
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